A golpe de recuerdo.
1. Con la paz.
Con la paz de las montañas te amaré.
Con locura y equilibrio te amaré.
- Nunca había escuchado un Howler así. Y los recibo desde que tengo siete años.
Remus asintió a lo que había dicho James, aunque él la verdad nunca había recibido algún vociferador. Peter, quien tampoco parecía del tipo de recibir ese tipo de llamadas de atención tan masivas con mucha frecuencia, seguía viendo hacia las escaleras, preocupado.
Llevaba una bandeja con varios emparedados y un vaso con leche para Sirius. Simplemente esperaba a que Andrómeda bajara para que ellos pudieran subir.
- No sé que haría si mi mamá me dijera todo eso. – dijo Peter tímidamente. – Deshonra, basura… - el pequeño niño suspiró, para volver a ver con angustia hacia donde estaba su habitación, como si pudiera ver al chico Black ahí.
- A lo más que a mi me han dicho es que soy más destructivo que un tornado y que me van a castigar hasta que logren conseguir un exorcista. – dijo James, jugando con una pelota, aventándola entre sus manos, sin poder quedarse quieto por mucho.
- Ahora entiendo porqué se portó así luego de la selección. – suspiró Remus, cerrando el libro de Encantamientos que había tratado de leer.
El incidente del desayuno había terminado con el hielo que había habido entre los nuevos Gryffindor (además de que James había acabado con la mano de Lily impresa en la mejilla por un buen rato y que ahora la niña no bajaba al chico Potter de ser un busca problemas bueno-para-nada), y los cuatro habían empezado a platicar un poco sobre ellos.
James insistía en que iba a jugar quidditch profesionalmente para el Puddlemore United, el mejor equipo de toda Inglaterra según palabras del anteojudo, lo que había terminado con Sirius exclamando que el mejor equipo de la Liga Inglesa de Quidditch era el Pride of Portree y que Catriona McCormack tenía que ser la reencarnación de Artemisa, ocasionando una discusión entre los dos que duró todo el camino hacia Pociones.
Para antes del almuerzo James y Sirius ya eran amigos, aunque James seguía insistiendo que Sirius era un presumido por la manera en que el Black había amenazado muy alegremente con romperle los dedos a Potter si se le ocurría tocarle el cabello, y Sirius insistía en que el cabello de James era un experimento fallido de Herbología y Transfiguración.
Los dos pelinegros habían decidido unir fuerzas cuando un Slytherin, Severus Snape, les había ganado a ambos al contestar las preguntas que el viejo profesor Nott había hecho. Y Sirius le había declarado la guerra por completo cuando Snape se había llevado, del brazo, a su prima Bellatrix y James muy contento había apoyado la moción.
Peter era con mucho más callado que los otros dos chicos, y Remus agradeció esto. No estaba seguro de que de haberse encontrado sólo con James y Sirius fuera a poder terminar cuerdo. El chico Pettigrew era huérfano de padre, tímido y muy dulce. No le interesaba tanto el quidditch (a lo que tanto Sirius como James lo habían visto como si fuera un ser de otro planeta). Él conocía a Severus Snape por vía de sus padres, diciendo que tanto su padre como el de Severus habían sido amigos, y el pobre niño parecía tenerle pánico al Slytherin.
Remus estaba contestando las preguntas de rigor sobre él en el almuerzo - incluyendo el padecer de salud delicada, y tener madre que se enfermaba con frecuencia para cuando tuviera que faltar una vez al mes ya hubiera precedentes – cuando Sirius, que empezaba a comer, se puso pálido, dejando el tenedor en su plato.
Una majestuosa lechuza completamente negra se había posado frente a él, tendiéndole la pata donde un sobre rojo relucía en su pata. Remus estaba bastante seguro que era imposible que un animal pudiera verse presumido, pero esa lechuza lo hacía demasiado bien para no ser notado.
Con el rostro serio, apretando la quijada, Sirius había tomado el envoltorio, había tomado aire, y lo había abierto.
Los gritos horribles de una mujer habían cruzado todo el Comedor, inundando las paredes con insultos de desprestigio, sobre cómo nunca en toda la historia de la Ilustre Casa de Black había habido tal deshonra, la burla que se haría, la decepción, y sobre como se iba a esperar ahora el doble esfuerzo de él en todo. El sobre había explotado no sin antes recordarle nuevamente que era una deshonra a la familia, cayendo en cenizas sobre la comida de Sirius.
Él no había hecho nada. Se había quedado quieto, observando las cenizas sobre su plato para luego levantarse y salir caminando normalmente. Remus estaba seguro que de haber sido él, él habría salido corriendo para nunca volver.
Andrómeda les dijo, cuando trataron de seguir a Sirius, que lo dejaran solo un tiempo, para que pudiera desahogarse.
El chico se había perdido todas las clases de la tarde. Cuando los tres habían ido a su habitación luego de la cena, en verdad preocupados por el hecho de que quizá Sirius había huido de Hogwarts, habían escuchado desde adentro la voz de la alumna de tercer año.
De eso hacía una hora, y Remus pudo intuir por la mirada de James que estaba muy tentado a ir y tirar la puerta.
No fue necesario. Unos minutos después Sirius salió junto con Andrómeda, que le sonrió a los tres (dejándolos sonrojados, porque la verdad sea dicha, Andrómeda Black era muy linda) y fue a sentarse con un compañero de su grado, Ted Tonks.
- Te traje esto. – dijo Peter para romper el silencio. – Hay de jamón, de pavo y de queso, no sabía cuáles te gustarían.
Sirius soltó la sonrisa más alegre que había mostrado hasta el momento. Tenía los ojos rojos y estaba bastante despeinado, pero ninguno de ellos mencionó ese hecho.
- ¡Gracias, Pete! – dijo, dándole tal palmada en la espalda al niño que casi lo tira. – Muero de hambre: nada mejor que una ronda de gritos maternales como para abrir el apetito. – dijo, tomando un emparedado y mordiéndolo.
- ¡Amén! – dijo James, sonriendo. – Debería ser considerado deporte. Sobre todo cuando corres de ella.
- O del tutor. – añadió Sirius entre mordidas.
- No hables con la boca llena. – dijo Remus, canalizando a su madre, para luego poner una mirada horrorizada. – Lo siento, no tengo ningún derecho a…
Pero Sirius y James tenían iguales miradas en sus rostros, y Remus se sintió como debían de hacerlo los ratones en laboratorio.
- Seguro que Remus nunca ha tenido una buena sesión de gritos paterna. – dijo James.
- Claro que no: es el hijo modelo al que todas las madres añoran.
- Y Peter debe de estar por ahí también.
- ¿Qué vamos a hacer con ellos?
Remus y Peter se vieron al mismo momento en que Sirius y James lo hacían, y como si hubiesen tenido una discusión larga y tendida, los dos calmados niños salieron corriendo hacia la habitación, los dos pelinegros lanzándose con un grito de guerra a perseguirlos.
Y aquí entre nos, quien diga que las guerras de almohadas son sólo para niñas, es un mentiroso.
