A golpe de recuerdo.
Lo prohibido.
En secreto y silencio te amaré.
Arriesgando en lo prohibido te amaré.
El año anterior había estado tan agradecido que sus amigos no lo hubiesen odiado por ser licántropo que Remus había roto muchas de sus propias reglas, como la ayuda con la tarea. Cierto que todavía no dejaba que copiaran de sus ensayos, pero ya era frecuente que él revisara las tareas antes de que las entregaran.
Aunque en esos momentos estaba seriamente pensando las posibilidades de ofrecerle a James el hacerle la tarea durante todo el año, o incluso más.
Cuando se abrió la puerta de entrada al Pride alzó el rostro. Si era James tenía que empezar inmediatamente a decir lo arrepentido que estaba de toda la situación, que nunca hubiese esperado que sucediera y, ofrecerle también, toda su ración de postres del mes.
Sin embargo fue Sirius el que entró, completamente empapado, quitándose la túnica del quidditch y sacudiendo la cabeza.
- Si puedes evitarlo, Remus, no salgas de la torre. Filch está castigando a diestra y siniestra por los charcos que se crean: de no haber sido por el atajo, ahora estaría en detención.
- Tienes detención en una hora, Sirius. – mencionó él con una leve sonrisa.
Por un momento el Black se vio desanimado, antes de encogerse de hombros, echándose al sofá.
- Meh, servirá para ver si encuentro algún nuevo pasadizo.
- ¿Dónde están James y Peter?
- James quiere quitarme el puesto de beater, porque está practicando con las quaffles: para estar tan flaco tiene muy buen brazo. Y Peter trata de convencerlo de que estar practicando cuando hay un diluvio de tamaño colosal es, de hecho, muy mala idea.
El licántropo brincó levemente, hundiendo la cabeza entre sus hombros.
- ¿Sigue molesto, entonces?
- Oh sí. – dijo alegremente Sirius, estirándose para tomar una pluma de azúcar de la mochila de Remus, y empezar a chuparla. – Pero no creo que a Smith le moleste demasiado. De hecho, creo que te pedirá que lo hagas molestar antes de cada partido: metió más de diez goles él solito. Hasta las bludgers le tenían miedo.
Remus gimió mientras se daba, a manera de autocastigo, golpes contra la mesa. ¿Por qué demonios se le había ocurrido que sería buena idea salir con Lily Evans? Sí,e ran muy buenos amigos y era probablemente la única de su grado, aparte de él, que no se dormía en la clase de Historia, pero no era secreto que James la adoraba.
¿Secreto? No sería más obvio si James lo gritara desde la punta de la Torre de Astronomía, cosa que, en San Valentín, el Potter había hecho para pedirle a la pelirroja que lo acompañara a Hogsmeade, a lo que Lily le había dicho que prefería quedarse a ver como las piedras seguían estando exactamente igual.
Sirius se enderezó, poniéndola una mano en el hombro mientras se sentaba también en el suelo.
- No deberías preocuparte tanto.
- ¿No debería preocuparme de que James quiera abrirme, hacer experimentos conmigo y luego disecarme?
- Nah. No está molesto contigo. O bueno, lo está, pero no por completo. Y lo que esté molesto Peter se lo quitará, sabes que podría convencer a un hipogrifo de que en realidad es un kneazle.
La facilidad de Peter con las palabras era algo que los había sorprendido a todos cuando lo habían descubierto, para que luego el Potter y Black, en ese perverso modo que tenían de pensar, usaran la habilidad del pobre Pettigrew para sus maléficos planes.
El Pettigrew, demasiado dulce y tímido, nunca hubiera imaginado que su facilidad de poner rostro inocente y modular la voz correctamente los hubiera salvado a los cuatro (o al menos a él y al licántropo: James y Sirius siempre tenían cara de culpa, por si hubiesen hecho algo y lo hubieran olvidado) de castigos con Filch o algún otro profesor.
Sirius tenía razón: si había alguien que podía convencer a James de que el asesinato de amigos era algo muy, muy malo y que terminar en Azkaban por una sola cita que nunca jamás se iba a repetir no valía la pena. No cuando tenía posibilidades de ser escogido por el Puddlemore United.
- Sí, eso creo…
- ¡Anímate! – Sirius le dio un golpe en el hombro. Luego se puso a revisar su mochila hasta que sacó una barra empezada de chocolate. – Ya que todavía somos muy jóvenes como para tomar alcohol, compartamos comida chatarra en nuestras penas. O bueno, en tus penas.
- Me conmueve tu solidaridad. – murmuró sarcásticamente Remus, peleando contra una sonrisa que quería escapar. Sirius siempre tenía esa capacidad de hacerlo sonreír en cualquier momento, algo que a pesar de casi ya tres años todavía no se acostumbraba.
El Black le guiñó un ojo.
- ¿Para que estamos los amigos si no es para robarte el chocolate? ¿Puedo preguntarte algo, Remus?
- Ya lo hiciste.
- ¿Otra cosa?
- Lo volviste a hacer.
- ¡Remus!
Rió levemente. Giró entonces para poder ver cara a cara a Sirius.
- Adelante, sólo bromeaba.
- ¿Qué sentiste en la cita con Evans? – Parecía genuinamente curioso, sin ese brillo en la mirada que indicaba que lo estaba usando en broma.
Remus vio al techo, pensando.
Había sentido nervios y náusea casi todo el tiempo. Los dos habían estado demasiado callados, y en menos de media hora habían agotado todo lo relacionado con la crianza de los dos que fuera muggle, y el silencio se alargó entre ellos de manera insoportable por una horrible media hora.
No había sido hasta que empezaron a hablar sobre amigos, particularmente sobre James, que habían dejado de sentirse como en una cámara de tortura. Remus no había querido decir nada porque la verdad había visto el tipo de maldiciones que sabía (todas ellas practicadas en James, y casi todas habían costado varias horas de estudio para quitarlas) y para no decir que le tenía miedo decía que existía mucho respeto, pero Evans parecía demasiado dispuesta a hablar de James, siendo el caso que había proclamado que no lo soportaba.
- No fue diferente a una sesión de estudio. – comentó finalmente, encogiéndose de hombros. – Hablamos más de James que de nada más.
- ¿Por qué no le dijiste eso a James? ¡No se habría puesto así!
- Las palabras de Lily no fueron especialmente halagadoras.
- Ah. ¿Y la besaste?
Se sonrojó. - ¡Sirius!
- ¿Qué? Es una pregunta perfectamente legítima luego de una primera cita.
Remus se dedicó a observar la rodilla de su pantalón, observando que la tela empezaba a estar demasiado delgada. Rascó con la uña para comprobar su teoría, observando cómo un pequeño agujero iba naciendo de ahí.
No estaba seguro si podía considerar el haber estado los quince segundos más largos de toda su vida con los labios pegados a los de Lily podía considerarse como besar, la verdad.
- Algo por el estilo… aunque no sé si aguantar la respiración pueda considerarse besar.
- ¿Perdón?
- Es… mira. – tomó la mano de Sirius y luego apoyó sus labios contra la palma del pelinegro levemente. Tras unos segundos así se retiró para ver a su amigo. - ¿Ves? Eso fue todo.
El Black se había coloreado ligeramente, para luego toser y sonreírle.
- ¿Pánico escénico?
Rió levemente.
- No sé. Es sólo que se sentía raro.
- Je, debe ser porque sabías que James iba a asesinarte.
Remus sonrió.
- Quizá. – luego, viendo la hora, inclinó la cabeza mientras veía al Black, que se había quitado los zapatos y trataba de acomodarse sin necesidad de moverse demasiado.- ¿Porqué no estás con tu novia?
- Meh, terminamos.
- ¿Por? – se sorprendió: a Sirius le había costado semanas convencer a Catherine Boot para que saliera con él. Todavía no podían llevar más de un mes saliendo juntos.
- Se la quería pasar en la tienda de madame Puddifoot. – el joven Black tuvo un escalofrío. – Sin llegar a comer algo, ya sentía que mis dientes se pudrían por tanto azúcar en el ambiente. Además que las veces en que fuimos, Andrómeda estaba bastante ocupada con Ted por allá.
- ¿Y?
- ¡Que si me hubiese quedado ahí, hubiese tenido que golpear a Ted, y no podemos quedarnos sin él en el equipo, es un seeker maravilloso!
- ¿Golpearlo? – Por la manera en que Sirius lo vio, Remus comprendió que lo consideraba retrasado mental.
- Andrómeda no tiene un hermano varón, por lo tanto yo tengo que defenderla y créeme: si vi bien donde estaba la mano de Ted, cortársela era lo menos que habría tenido que hacer. Se supone que Regulus tendría que cuidar a Bellatrix, pero el idiota le tiene miedo a Rodolphus y a Snape, y está muy ocupado siguiendo a Rabastan a todos lados. – mencionó Sirius con amargura.
Su hermano menor, un niño pálido de apariencia frágil, había quedado en Slytherin como casi todos los Black lo hacían. Había despreciado a su hermano mayor desde el primer momento de haber entrado, y aunque Sirius pretendía que no le molestaba, todos ellos sabían que eso no era cierto.
- Todavía te queda tu otra prima. ¿Narcissa?
- Sí. Aunque ella se lleva muy bien con Rodolphus. Si no queda en Slytherin, hay una oportunidad.
- ¿Crees que no vaya a quedar?
- Al menos es lo que espero. ¿Sabes que quieren comprometer a Andrómeda con Lucius Malfoy? Mis tíos están locos. Aunque mejor ni hablar de mis padres. – Sirius tuvo un escalofrío verdadero. – Insisten en que hago linda pareja con la sobrina del profesor Nott. Creo que declararé que seré un ermitaño, soltero empedernido.
- ¿De verdad?
- ¡Claro que sí! Nada de relaciones serias, sólo diversión. No quiero estar como James lo está por Evans.
- ¿No?
- No creo que haya chica que merezca que alguien se rompa tanto la cabeza.
- Si tú lo dices, Sirius…
- ¡Tú también lo dices! No te gustó besarla, después de todo. ¡Los dos seremos solteros empedernidos!
- ¿Y James y Peter?
- James se casará con Evans o alguna otra pelirroja, tendrá un trillón de hijos, dos perros y un trabajo malo en el Ministerio, recordando con añoro los días de libertad y lo que debió de haber hecho en lugar de estar siempre tras de Evans. Peter, en cambio, probablemente conocerá a una chica aún más tímida que él, se casarán, tendrán uno o dos hijos y tendrán algún negocio en Diagon Alley.
- ¿Y qué haremos entonces tú y yo entonces?
- Vivir de mi herencia. Luego de eso comprar una casa en Honolulu donde te la pasarás molesto porque eres un bicho raro al que no le gusta la playa comiendo cocos, disfrutando de nuestra libertad..
Remus sonrió. Partió otra barra de chocolate, y se la ofreció a Sirius.
- ¿Lo prometes?
- ¡Claro que sí!
