A golpe de recuerdo.
Por ponerte algún ejemplo te diré
Que aunque tengas manos frías te amaré.
Manos frías.
La vida no era tan mala sin hablarle a Sirius. Remus seguía con la misma rutina de siempre. Acaso sus deberes de prefecto ahora eran más fáciles, sin tener que pasarla preocupado por las bromas que se harían y que tendría que encubrir, o como asegurarse que no fueran a morir en el intento, o como enfrentar a la profesora McGonagall y no sentirse basura por mentirle.
Sus calificaciones habían mejorado en las últimas semanas. Le daba más tiempo de hacer sus deberes. Tenía más tiempo libre.
Siendo honesto, aunque quizá no fuera tan malo era horrible de cualquier manera. El ignorarlo todos los días, no reír por las bromas que podía hacer, no ver su mirada suplicante. Cuando le había llegado a Sirius la noticia de que su tío Algie había muerto misteriosamente, había estado tentado a dejar todo de lado. No pudo: Sirius se fue ese mismo día al funeral y cuando regresó parecía ya no interesarse en hablarle.
Peter siempre le decía que Sirius en verdad estaba arrepentido, y aunque lo sabía, no podía actuar como si nada hubiera pasado. Y aunque pudiera, estaba seguro de que el Black había decidido continuar con su vida.
Sería lo mejor. Aunque a Remus le doliera, era lo mejor alejarse, antes de hacerse más daño. No lo odiaba por lo que había pasado con Snape, no quería que obligarse a llevar una amistad falsa pudiera hacer que desarrollaran odio entre sí. Dolía suficiente la indiferencia como para herirse aún más.
Por eso, el que Filch los hubiese decidido inmediatamente que ellos eran los culpables de la inundación del segundo piso con pudín de chocolate (algo que para ser honestos nunca se les había ocurrido, lo cuál era francamente inquietante) y que los hubiera separado, James y Peter, y él y Sirius, se le hacía un golpe demasiado bajo de parte del destino.
Sin magia, a la manera muggle tradicional, tardaron varias horas en quitar todo el pudín y limpiarlo de las paredes, techo y suelo del salón de duelo, todo en completo silencio, haciendo incluso más fría la noche. Fue por eso que terminaron sentados juntos en el suelo, Remus abrazando sus rodillas y Sirius dedicándose a quitar pelusas imaginarias de su abrigo, esperando simplemente a que Filch regresara para abrirles la puerta.
¿Han sentido cómo el silencio puede parecer estirarse y estirarse y llenar todo de una manera asfixiante, enredándose en la piel y colándose por todo espacio del cuerpo, haciendo que incluso el latido del corazón parezca detenido, haciendo creer que puedes estar muerto?
Multiplíquenlo por cien y ese era el tipo de presión que sentía Remus en esos momentos. Abrió la boca para hablar decenas de veces, siempre callándose al último momento por no encontrar qué poder decir que no sonara idiota, desesperado o algo más.
Extrañaba a Sirius más de lo que podía – o quería- comprender.
- Andrómeda te envía saludos.
Giró, sorprendido, a ver a Sirius. Él no alzó la vista, concentrado en quitar el pudín seco de sus zapatos.
- ¿Sí?
- Sip. Ted y ella me invitaron a su departamento en Diagon Alley, es muy lindo, aunque pequeño. Sólo tienen dos cuartos y una mini cocina-sala-comedor, pero están felices.
- ¿Eso es lo que importa al final, no?
Sirius se encogió de hombros. Había retirado un pedazo considerable de chocolate, y se dedicó a aplastarlo con el dedo. Remus apoyó la cabeza en sus brazos. Eran palabras para llenar el vacío que sólo lograban simular, pero era mejor a nada.
- Eso creo.
- ¿Cómo está tu sobrina?
La sonrisa que traía a la mitad de la población femenina de Hogwarts de rodillas se dibujó en labios de Sirius. Sus ojos se iluminaban de una forma que nada más podía hacer, ni siquiera las bromas. Remus se preguntó quién más podría tener el privilegio de ver a Sirius en su faceta dulce y tranquila.
- Cada día más tierna. Ya me dice 'tío Sidus'. Quiero enseñarle a decir Padfoot. Es la niña más inteligente que haya existido en todo el universo, aunque esa debe ser la forma del universo de disculparse por el nombre que Andrómeda le puso. 'Nymphadora'. Siempre la llamo Nymphie, aunque parece tener el mismo problema de Ted: siempre se está cayendo cuando trata de caminar, o tropezándose con cosas.
Remus sonrió levemente.
- Está aprendiendo a hacerlo: con el tiempo tendrá más coordinación.
- Sí, lo sé.
Una sonrisa entre los dos que casi se sentía como antes, sin embargo nuevamente la ausencia de palabras se prendió de ellos. Remus giró la vista hacia el frente, más específicamente hacia uno de los mosaicos del suelo, preguntándose si estaría lo suficientemente aburrido (ansioso más bien) para tratar de calcular el tamaño del salón, simplemente basado en eso.
Sirius evitó que lo hiciera.
- ¿Cuánto tiempo podemos estar en este silencio, Remus¿Qué tengo que hacer para que me perdones?
No lo estaba viendo, por lo que él no se sintió con la obligación de voltear. Fue tras mucho tiempo que habló, haciéndolo en voz baja.
- No sé. Todos los días me repito que no debería de molestarme tanto… no te expulsaron, Severus no fue mordido, James no salió herido… - el prefecto sacudió la cabeza. – Trato de hacerlo, de verdad… pero no sé cómo volver a confiar en ti, Sirius.
Cerró los ojos. Sabía que lo que acababa de decir seguramente había lastimado al Black, y no quería notar eso, incluso si había una amarga satisfacción de saber que seguía siendo lo suficientemente importante para el otro como para que algo así le lastimara.
- ¿Alguna vez podrás hacerlo, Moony?
Se encogió de hombros. – Me gustaría saberlo. También… - dudó un momento, antes de voltear a ver a Sirius. - ¿Por qué le dijiste a Snape todo?
Fue el turno del animago de encogerse de hombros, destrozando las pepitas de pudín con los dedos.
- No sé. Empezó a decir sobre ti, como si supiera de verdad y dijo que conseguiría que te expulsaran y… enfurecí. No me di cuenta de lo que dije hasta que James me golpeó.
De alguna manera, había esperado que al escucharlo directamente de las palabras de Sirius – algo que hasta el momento no había hecho – se sentiría mejor. No lo hacía.
Cerró los ojos y peleó una sonrisa. No sabía que emoción tendría que estar sintiendo en esos momentos, pero estaba bastante seguro que no era una sonrisa.
- ¿Eso fue todo?
Sirius, nuevamente, se encogió de hombros.
El licántropo decidió entonces rendirse al silencio y al final de una amistad que debería de haber sido leyenda. Lo que esperaba era que luego de esa conversación, por fin la tensión que había habido en el dormitorio del sexto grado desapareciera, o al menos hiciera que James y Peter dejaran de sentir que tenían que dividirse para estar con ellos. Incluso Lily le había llegado a preguntar sobre porqué James no le había enviado ninguna carta en los últimos días.
- Hay… quisiera decirte algo más, Remus, y luego de eso puedes odiarme todo lo que quieras.
Sirius lo estaba viendo. Él se guardó por el momento el comentario de que no lo odiaba, y que era porque no lo hacía que todo dolía tanto por la intensidad de la mirada del Black, a igual que el leve rubor que tenía en sus mejillas.
- ¿Qué?
- No es excusa por lo que hice: créeme que si tuviera un giratiempos daba vueltas hasta poder corregirlo y cambiarlo todo para que no tuviera que pasar, y no pretendo que con esto dejes de odiarme, pero… en una manera muy bizarra, lo que le dije a Snape fue porque… - Sirius tomó aire, para luego decir en voz extremadamente clara. - Porque estoy enamorado de ti, Remus.
El corazón le dio un brinco, pero aún así lo que más sentía era un nudo en el estómago, la sensación en la garganta de lágrimas arderle. Si no estuviera tan cansado, quizá se habría sorprendido más, o habría podido tener más reacciones.
- Linda manera de demostrarlo, Padfoot. Mandarme a Azkaban…
- No quería que eso pasara. – dijo él vehementemente. – Quería asustar a Snape, quería que dejara de molestarte, quería… quería protegerte. No tienes qué decirme lo mal que lo hice, lo sé perfectamente, pero… - Sirius pasó la mano por su cabellera. – Con todo lo que va de mi familia, mis padres que quieren comprometerme, Bellatrix comprometida con Lestrange, quieren involucrar a Narcissa con Lucius Malfoy, y mi tío me dejó una carta en que decía que tenía que proteger lo que era importante para mi y no temiera en arriesgar la vida si con eso lograba hacerlo… - Sirius suspiró, finalmente viendo al suelo. - Es sólo… quisiera… un día donde no tuviera que estar tan confundido y no tuviera que sentir que debo estar avergonzado de todo… que pertenezco a algún lugar¿sabes?
Si no hubiese habido tanta tristeza en su gesto, se habría podido decir que Remus sonrió.
- Todo es sobre ti al final¿verdad Sirius?
- ¡No, no es sobre mi! Lo que quiero decir… que tú eres eso para mi, Remus. Eres ese día donde no estoy confundido ni avergonzado… eres donde siento que pertenezco a un lugar… contigo sé que puedo estar bien.
Romper a llorar sería algo demasiado melodramático, pero era lo único que quería hacer. Soltó la segunda mejor opción, un suspiro, moviendo la cabeza de un lado al otro.
- No sé que decir.
- Déjame probártelo, por favor. – había una súplica eterna en los ojos de Sirius mientras tomaba su rostro con sus manos, un leve sonrojo mientras acercaba su rostro, enfrentándose a la terrible plata y dolía, pero de una manera a la que no quería renunciar. – Luego de esto, puedes decir lo que quieras.
Entonces, Sirius lo besó. Muy suave, leve, sus manos sosteniendo su rostro con ternura, diferente a cualquier sensación previa que pudo haber tenido. Los labios del otro muchacho eran tersos y casi podía escuchar su corazón.
Cuando se separaron, Sirius no lo vio a los ojos, apoyándose en sus talones, los ojos fijos en sus rodillas.
No fue una epifanía. No escuchó violines. No había sentido, visto o experimentado nada de lo que los libros repetían hasta el cansancio. Sirius no se había vuelto un caballero en brillante armadura que nunca cometería errores; él seguía siendo un ratón de biblioteca que adoraba las tormentas para poder dedicarse a leer, no una princesa que necesitaba rescate.
- Lo siento, yo… quiero aunque sea poder ser tu amigo nuevamente, Remus, entiendo si no sientes lo que yo, pero… pero si pudiéramos ser amigos otra vez…
Casi no lo escuchaba, sorprendido y confundido. Seguía siendo Sirius. El que solía arrebatarle los libros cuando pensaba que había estudiado mucho, quien le robaba el chocolate un día sí y otro también, quién se burlaba de su ropa… quien había pasado cada día luego de una transformación en la enfermería con él, quien nunca olvidaba
Era el mismo, pero también era distinto. El mundo había cambiado por completo.
Extrañamente decidido (al menos por el momento), Remus estiró la mano hasta el cuello de Sirius que seguía diciendo excusas por el beso dado hacía unos momentos atrás y, halándolo levemente hacia él, hizo que el Black guardara silencio, besándolo.
