HARRY POTTER Y EL LADR"N DE ALMAS

Resumen: Todos saben que existe la cámara secreta ¿Pero saben de verdad para que servia? La Orden Del Fénix debe investigar unas desapariciones y para ello contaran con una ayuda inesperada. ¿Podrán ellos resolver las desapariciones? ¿Tendrán algo que ver con el misterio de la cámara?

Parejas: DM/HP SS/LM y ya irán saliendo más. (Se aceptan propuestas)

Disclaimer: Los personajes pertenecen a J.K. Rowling

Avisos: Este fic va a contener Slash mas adelante. Habrá un poco de violencia y violaciones pero no será muy explicita (no me gusta recrearme en detalles) y tampoco creo que hayan muchas.

Capitulo 2: INCERTIDUMBRE

Uno de septiembre y Hogwarts abría sus puertas un año más dando la bienvenida a un nuevo curso que se iniciaba sin muchos cambios aparentes. Únicamente el que ya venía siendo común en los años anteriores: el nuevo maestro de Defensa. Andrei Alekeseikovich Shalikov, de origen ruso, fue presentado por Dumbledore a todos los alumnos.

Shalikov, como explicó el director, había sido profesor en Durmstrang y, ahora, tras largos años vagando por el mundo estudiando las diferentes culturas del mundo mágico, había regresado a la enseñanza aquí, en Hogwarts, a sus 43 años.

Mientras los alumnos de todas las casas hacían apuestas sobre cuanto iba a durar el nuevo profesor, Draco observaba la mesa de profesores con algo de recelo. Seis años en esta escuela le habían enseñado que no se podía confiar en ellos, a excepción, claro esta, de Severus Snape, pero el era un caso aparte. Él había demostrado a toda la casa de la serpiente que era mucho más que su profesor. Les había demostrado que podían confiar en él y que haría todo lo posible por ayudarlos. No por nada el había sido un Slytherin, y los slytherins se ayudaban entre ellos.

El rubio cruzó su mirada con la del maestro de pociones y este le regalo una sonrisa imperceptible a cualquiera que no fuera él. El chico realmente apreciaba al ''amigo'' de su padre. Desde hacía unos años, poco antes de entrar a Hogwarts, conocía la relación que los dos hombres mantenían. No era una relación como la de cualquier otra pareja, ni siquiera les gustaba que los llamasen como tal, pero aunque su orgullo no les permitiera aceptarlo, ellos dos se amaban, a su manera, pero se amaban. Y de eso, Draco no tenía ninguna duda.

Draco terminó la comida que quedaba en el plato y se levantó tras hacerlo sus compañeros. Todos estaban muy silenciosos esa noche. Unos parecían preocupados. Otros contentos y orgullosos. Pero nadie decía nada. Draco supuso que él no debía ser el único en ser marcado ese año.

Cuando llegaron a las puertas, se encontraron con los Gryffindors que salían en grupo. Draco miró al trío más famoso del castillo con superioridad, pero por más que quiso decirles algo, la voz no le salió de la boca. Así, quedo mirando el punto por el que un chico de ojos verdes había desaparecido.


Harry seguía a sus compañeros por los pasillos haciendo ver que los escuchaba, pero la cabeza la tenia en otro lugar. Pensaba en todo lo que había ocurrido desde el incidente del Ministerio hacía ya poco más de un año: la caída tras el velo de Sirius, la muerte de Alastor Moody durante el ataque de mortífagos a Azkaban, la huida de estos, el asalto al Callejón Diagon, la desaparición de Marc Hilton, un gryffindor de cuarto año en una salida a Hogsmeade...

Ese curso habían pasado muchas cosas extrañas. Desde que había salido a la luz el regreso de Voldemort, los mortifagos no tenían que esconderse y los ataques habían aumentado. Tampoco ayudaba mucho que los aurores no hubieran podido evitar que los presos hubieran salido libres, ni que el Sr. Malfoy hubiera sido declarado inocente.

El ambiente en el mundo Mágico estaba muy tenso. La gente no tenía valor para salir sola a la calle. El miedo inundaba los corazones de brujos y brujas. Incluso entre los muggles empezaba a reinar e pánico. Todo se había convertido en un caos.

Harry sabía que Voldemort estaba planeando algo grande, podía sentir su euforia, y también sabía que no iba a tardar mucho en llevarse a cabo. Los mortifagos estaban impacientes por algo.

Él ya se había cansado de jugar a ser el héroe, de que todos lo vieran como al Salvador. No tenía fuerzas para seguir. Solo quería una vida tranquila, como la de cualquier chico de su edad. Estaba inseguro y desconcertado. Se sentía perdido.

Pero no podía acobardarse ahora. Muchos habían arriesgado su vida por él, no podía decepcionarlos. Eso sería injusto para ellos. No tenía que ser egoísta. Había muchas cosas en juego, muchas vidas. Y si el podía hacer algo, pues, entonces, lo haría.

Miró a sus amigos que caminaban delante de él peleándose. Nunca podría perdonarse que algo malo les pasara. Ellos eran lo más importante para él. Por ellos lucharía si hacía falta.

Una sonrisa asomo en su rostro y continúo su camino mas animado.


Al día siguiente un joven de cabello azabache se tiró encima de la cama de su compañero.

-Ron, Ron despierta, que vamos a llegar tarde al desayuno.- gritaba el joven. El pelirrojo abrió los ojos bostezando y le lanzó una almohada a su amigo.

-Ya voy, pero deja de gritar.- Ron se metió en el baño y al cabo de unos largos minutos salió arreglado.

-Creí que te habías quedado dormido en la ducha.- dijo Harry divertido. El otro solo le miro con mala cara.- ¡uy! Vaya humor de perros con que nos hemos levantado esta mañana.

Ron hizo caso omiso a su comentario y tras coger su bolsa salió de la habitación. Harry fue detrás de él sin dejar de reír. Ron siempre se ponía así después de una pelea con Hermione. A Harry le hacía gracia que ninguno de los dos fuera capaz de admitir lo que sentían por el otro.

Cuando llegaron al Gran Comedor se encontraron con una Hermione muy atareada repartiendo los horarios en la mesa de los leones. Los dos chicos se sentaron en sus sitios a esperar a su amiga.

-Hoy podremos conocer al nuevo profesor de defensa. Nos toca a primera hora.- les dijo la chica mientras se acercaba a ellos y les daba un horario a cada uno.- espero que sea mejor que los de los años anteriores. Bueno, excepto Lupin.- agregó al ver a Harry.- tengo ganas de aprender cosas nuevas.

-No empieces ya, Herm. Aún no han empezado las clases y tú y tu ya estas pensando en estudiar. ¿No te cansas nunca?

-No es eso, Ron. No entiendes nada. Las cosas cada vez se ponen peor ahí afuera. Tenemos que estar preparados para lo que pueda pasar. Sobretodo, tú, Harry.- Hermione se levantó y se fue enfadada.

-¿Ves? Otra vez se ha vuelto a enfadar. No he dicho nada malo. ¿Porque tienes que ponerse así?- dijo desconcertado.

-Creo que la has ofendido.- le contestó divertido.- Siempre le dices lo mismo. Ya deberías saber como le molesta que lo hagas.

-Pero si hubieras sido tú, no se hubiera puesto así.

-¿No has pensado que a lo mejor le preocupa lo que tu pienses de ella?- le preguntó remarcando el tú.- Déjalo. Mejor vamos a clase o llegaremos tarde ya el primer día.

¿Sabes algo que yo no sepa?- como respuesta solo recibió una sonrisa pícara.


Draco despertó con dolor de cabeza. Había pasado toda la noche en vela pensando en su encuentro con el Lord Oscuro y su conversación con Severus. Por primera vez en su vida no sabía que hacer ni como reaccionar. Se sentía más perdido que nunca. Todo en lo que había creído se estaba desvaneciendo poco a poco. ¿Debía seguir el mismo camino que su padre? ¿De verdad quería ser un mortifago al servicio de un monstruo que no se preocupaba ni de sus servidores? Porque eso es lo que eran, servidores. Y un Malfoy había nacido para ser libre y hacer lo que él quisiera. Los Malfoy dan órdenes, no las reciben. Pero porque preocuparse por eso, ya estaba hecho. No había marcha atrás.

Bajo a desayunar seguido por Crabbe y Goyle. Ellos le habían contado que también los habían marcado igual que ha muchos otros y a otros iban a esperar que acabara el curso como Pansy.

Cogió una tostada y la mordió mientras tomaba un sorbo de zumo de naranja. Continuó pensando en la noche pasada. Aquellos dos hombres le habían sorprendido mucho. Parecían muy poderosos. Tendría que preguntarle a Severus o a su padre quienes eran.

Pero lo que más le preocupaban eran aquellos sueños que tenía desde hacía ya unos doce años y que cada vez eran más frecuentes.

En los sueños aparecía una casa antigua. Desde las ventanas se veía las murallas de una ciudad casi en ruinas. Entonces, se veía a él atado a una cama y amordazado. Pero no era él. Era un chico casi idéntico a él pero vestía con ropa antigua, como un antiguo noble y el pelo lo tenía más oscuro. Sus ojos más que azules eran de plata igual que Draco, aunque los del chico del sueño tenían un brillo dulce e inocente que Draco no poseía. Pero en ese momento, sus hermosos ojos transmitían dolor, tristeza y desesperación. De repente, aparecían dos hombres muggles que se acercaban a él con una sonrisa cruel. Entonces, Draco sentía como lo golpeaban y lo violaban y el dolor era tan intenso que parecía real. Y, después, todo se volvía negro.

Otras veces esos sueños eran algo diferentes. En vez de aparecer ese chico, aparecían otros de diferentes edades, pero todos tenían un aspecto parecido. Esos sueños eran en un lugar diferente y dos figuras oscuras sin rostro que solo se veía el brillo de los ojos sustituían a los dos muggles.

En estos últimos, la figura de ojos caoba sujetaba al chico que se resistía, mientras la de ojos negros practicaba un ritual sobre él. Aquí, también sentía como si él mismo fuera el protagonista del sueño y no un simple espectador. Primero notaba como el mago de ojos negros lo penetraba y mientras lo hacia, sentía como si su alma abandonara su cuerpo y el mago la absorbiera. Era una sensación perturbadora.

Draco odiaba esos sueños. Le hacían sentirse indefenso y desconcertado. No sabía que significaban, pero estaba seguro que tenían algún mensaje. Cuando habían empezado a hacerse más frecuentes, Draco se los había comentado a Severus y a su padre, aunque tampoco supieron darle una respuesta. Severus le había dado pociones para dormir sin sueños, pero no hicieron ningún efecto. Los sueños volvían siempre.

Se levantó de la silla para ir al salón de defensa pensando en el significado del sueño y entonces recordó aquellos ojos y aquellas voces.

''No puede ser'', pensó, ''tengo que hablar con alguien''.

Continuará...