La Maldición del Falborg
Advertencia – Shounen–ai (Amor entre chicos). Historia inspirada en una muy buena película.
Queridísima V K-098 este es mi nuevo proyecto y va dedicado solamente a ti. espero sea de tu agrado, recuerdo perfectamente el tipo de historia que esperabas, pero pensé en algo un poco diferente y… bueno, creo que creativo.
Resumen: Para el pícaro y seductor Capitán Bryan Kuznetzov, las cristalinas aguas del Caribe, al igual que todos los mares del mundo, representan un gigantesco escenario lleno de misterio y aventuras. Pero la idílica vida de Bryan naufraga cuando su enemigo, el astuto Capitán Balcov, le roba su barco, el Falborg, y ataca la ciudad de Port Royal, secuestrando a Yuriy Ivanov, el joven hijo del Gobernador Ivanov.
Kai Hiwatari, el amigo de la infancia de Yuriy, se une a Bryan para apropiarse el barco más rápido de la flota inglesa, el HMS Interceptor, en un acto de galantería para rescatarlo y de paso recuperar el Falborg. Pero el prometido de Yuriy, el ambicioso y atractivo Comodoro Kinomiya, persigue al dúo y a su tripulación a bordo del HMS Dauntless. Aunque Kai no lo sabe, Balcov y su tripulación son victimas de un conjuro por el que están condenados a vivir eternamente y a transformarse cada noche en esqueletos vivientes. El conjuro sólo puede romperse si devuelven el tesoro que un día robaron.
Petición: En caso de que usted, lector, encuentre ofensivo el contenido de esta historia, Hágamelo saber, y cambiaré su Rating; así como tomaré acciones correctivas. Gracias por su comprensión.
Þ Piratas del Caribe Þ Piratas del Caribe Þ Piratas del Caribe Þ
Capítulo 1: Pirata
La niebla era espesa, el mar tranquilo, ningún sonido interrumpía la serenidad del océano. Excepto por un enorme barco, en el cual una dulce voz se hacía presente. En la parte más alta de la embarcación, un pequeño niño cantaba, un hermoso niño de cabello rojizo como el fuego y radiantes ojos azules.
–Yo–jo, yo–jo… La vida de piratas, me da gusto a mí… Raptamos, robamos, huimos saqueamos… – cantaba el pequeño, a pesar de ser una extraña melodía, su voz era tranquila y hermosa. Hasta que…
Una áspera mano se colocó rudamente en su hombro, haciéndolo saltar y sacarlo de sus cantos, volteó rápidamente para ver que sucedía.
– ¡Silencio, jovencito!... – Murmuró un hombre de edad avanzada, quien lo veía fijamente, era de tez oscura y cabello blanco, con una mirada extraña – hay piratas malditos en estas aguas – levantó la vista preocupado, intentando ver más allá de la espesa niebla. – ¿Quiere que nos caigan encima?... – preguntó, volviendo su atención al menor, que lo veía aun asustado.
– Señor Rick, ya basta – gritó una tercera persona, tanto el niño como el mayor lo miraron, un hombre, menor que Rick, pero mucho mayor que el pelirrojo los veía.
– Estaba cantando sobre piratas – se defendió Rick, soltando al menor, pero aun señalándolo de forma molesta, mirando preocupado a su interlocutor. – Es mala suerte… Rodeados por esta niebla, cantando sobre piratas… Tengan presentes mis palabras – caminaba de forma preocupada hacia Hiro.
– Presentes las tengo – miró Hiro con fastidio a Rick – váyase – ordenó, colocando sus manos tranquilamente tras su espalda.
– si, teniente – Rick hizo una pequeña reverencia, y comenzó a caminar para alejarse – Y es de mala suerte tener a un miniatura a bordo – murmuró, alejándose, mientras abría su licor, y le daba un gran trago.
– Yo creo que sería emocionante conocer a un pirata – pronuncio el niño, viendo a los adultos a su alrededor. Hiro le sonrió levemente, mientras el padre del pelirrojo se acercaba a ellos.
– Piense de nuevo, joven Ivanov – reprochó Hiro – son criaturas violentas, malas y corrompidas… Y yo me encargaré de que cualquiera que navegue bajo la bandera pirata o tenga marca de pirata, la pague – se para a un lado del niño, viendo el extenso y azul mar siendo rodeado de blanca neblina – Tendrán una caída pequeña, y una parada abrupta. – Dijo con una sonrisa maliciosa – "Colgaré a cualquier hombre que se relacione con los piratas" – pensaba cruelmente, en su intento de librar a todo ser vivo del peligro que esos locos hombres representaban.
El confundido niño volteó su atención a Rick, quien tenía un pedazo de soga, que se acomodó en su cuello, imitando lo que se vería como a un hombre ahorcado, mostrándole al pelirrojo el significado de las palabras del teniente Hiro.
– lamento interrumpirlo teniente – exclamó el padre del ojiazul, haciendo a su hijo, y al teniente peliazul voltear su atención hacía él. – pero me preocupa las consecuencias que esta conversación pueda tener con mi hijo – dijo educadamente, hablando de frente a Hiro.
– Entiendo gobernador Voltaire – replicó el teniente, mirándolo de forma sabia, haciendo una reverencia al gobernador, antes de caminar para alejarse del lugar.
– ¿Consecuencias?... – Preguntó su hijo – pero si encuentro fascinante el tema, padre – sonreía, y hablaba con respeto.
– Ese es el problema, es eso lo que me preocupa – respondió Voltaire, mirándolo preocupado, antes de dar la vuelta y dejar a su hijo solo de nuevo, en la cubierta.
Colocó sus manos en el barandal, y continuó viendo hacia el horizonte, deseando ver algo pero sin saber que. Suspiró cansado – "En realidad sería increíble ver a un pirata" – pensaba.
En su decepción, bajó su mirada azul, viendo como el barco avanzaba por las tranquilas aguas, abriéndose paso por el profundo mar, buscando su camino a través de la espesa niebla.
Algo comenzó a divisarse, flotando sobre la superficie, entrecerró un poco sus ojos, intentando descifrar qué era lo que sus ojos veían... el objeto se desvió con el agua, flotando a un lado del barco. El pequeño pelirrojo lo siguió, con sus manos en el barandal de la cubierta.
La niebla ya no siendo un obstáculo para distinguir la blanca y elegante sombrilla abriéndose paso a un lado del navío. Un hermoso y aparentemente caro objeto con adornos en su blanca tela, abierta y perdida en el extenso mar.
La curiosidad tomó toda la atención del pequeño ojiazul, quien volvió a levantar la mirada, buscando de donde provenía el objeto, intentando ver algo más allá de lo que la niebla permitía, encontrándose con algo más flotando, proveniente del mismo lugar. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, distinguiendo un enorme pedazo de madera flotante, con algo encima... un niño, siguiendo el mismo camino de la sombrilla.
Un niño, mojado, inconsciente, recostado en el pedazo de madera. Sus ropas se veían desgastadas, su pantalón llegaba un poco más debajo de las rodillas, mostrándose desgarrado en la parte inferior, un chaleco del mismo color que el desgastado pedazo de tela que cubría sus piernas, negro.
– ¡Un niño!... – gritó Yuriy, borrando la sonrisa que había aparecido en su rostro, girando hacía los demás tripulantes de la nave, señalando la pequeña madera en el mar – ¡Hay un niño en el agua!... – informó exaltado, llamando la atención de todos los presentes, quienes inmediatamente se asomaron. El teniente Hiro fue el primero en mirar, seguido por Rick y el gobernador
– ¡Hombre al agua!... – fue el grito de alarma del teniente, alejándose un poco de la orilla del barco – agarren un gancho – instruía – necesitamos jalarlo abordo – hombres corrían obedeciendo ordenes, buscando rescatar al pequeño niño... Mientras otro pequeño niño se acercaba al alboroto, mirando con ojos curiosos todo lo que acontecía.
El pequeño náufrago fue subido al barco, siendo cargado por fuertes marineros, preocupado por el bienestar del pequeño, hombres se acercaban a ver su condición, incluido el pequeño pelirrojo.
– Aun respira – murmuró aliviado el teniente, teniendo entre sus brazos al pequeño. Toda la atención en él, a excepción de Rick, quien miraba apoyado en el barandal, sosteniéndose con las cuerdas del barco, el lugar de donde un pequeño peliazul había llegado.
– ¡Jesús, Maria y José!... – murmuró Rick para sí, sin darse cuenta que todos los tripulantes lo escucharon, miraron en la misma dirección, y en unos segundos, navegaban a un lado de otra embarcación envuelta en llamas.
– ¿Qué pasó aquí?... – preguntó el gobernador impresionado.
– Quizá la pólvora – respondió el teniente peliazul, buscando explicación – los barcos mercantiles viajan muy armados – el mástil del barco cubierto en llamas cayó sobre los restos del navío, terminando con lo poco que quedaba de él, frente a los ojos de todos, cosas flotaban a su alrededor, cajas, barriles, desechos, madera inservible – ¿De qué les sirvió?... – murmuró son sorna.
– Aquí pasó lo que les dije – replicó frío Rick – todos piensan lo mismo, pero nadie de atreve a decirlo - miró el fuego frente a sus ojos – ¡Piratas!... – siseó, ganando una risa nerviosa por parte del gobernador.
– No hay pruebas – dijo riendo, queriendo creer sus propias palabras. – probablemente un simple accidente – Todos continuaban distraídos con el fuego, excepto Yuriy Ivanov, quien caminaba lentamente hacía el otro inconsciente pequeño, mirándolo de manera analítica.
– despierten al capitán – ordenaba Hiro.
– si señor – respondían los tripulantes.
– Viren hacía el viento, lancen los botes – caminaba con autoridad, haciendo cumplir inmediatamente las ordenes, escuchando satisfactoriamente a los tripulantes repitiendo las ordenes y obedeciéndolas.
Cuerdas comenzaron a ser jaladas, dejando bajar pequeños botes al agua, el naufrago fue levantado nuevamente de la cubierta, y llevado a un lugar más cómodo frente a la mirada azul de Yuriy.
– Yuriy, quiero que le hagas compañía al niño – decía el gobernador a su hijo, siguiendo a los tripulantes que cargaban al infante. – Tu estarás a cargo de él – detuvo al pelirrojo, poniendo su mano en el hombro del pequeño, diciéndole las cosas a su cara. – Cuídalo – pidió. El ojiazul asintió, dirigiéndose al peliazul, mientras botes de rescate comenzaba a buscar más sobrevivientes ante el desastre.
El peliazul descansaba sobre sábanas secas, su boca abierta respirando tranquilamente, sus ojos cerrados... Ivanov lo observó, tenía un bello color azul claro en su cabello, confundiéndose un poco con un azul más oscuro... El color de ojos hasta ahora desconocido, increíbles marcas de guerra en las mejillas del peliazul, y piel igual de blanca que la suya.
Lentamente acercó su mano a los bellos cabellos azules del inconsciente chico, buscando acariciar con ternura, apenas su mano rozó esos húmedos cabellos, una mano se posó agresivamente sobre la suya, haciéndolo saltar, mientras enormes ojos rojizos se presentaban frente a él. Su corazón comenzó a latir con velocidad, el chico lo había tomado con sorpresa – todo está bien – dijo entrecortadamente por el susto, intentando tranquilizar al también asustado peliazul. – Mi nombre es Yuriy Ivanov – se presentó.
– Kai Hiwatari – replicó, mirando con temor, también jadeando debido al susto.
– Yo te voy a cuidar, Kai – dijo tranquilizadoramente el pelirrojo, viendo como frente a sus ojos el peliazul volvía a recargar su cabeza en la sábana y quedaba dormido nuevamente casi al instante.
Lo miró nuevamente descansar, analizándolo, sintiéndose impresionado de encontrar a un sobreviviente entre tanto humo y fuego que aun ardía sobre el agua. Sus ropas no parecían quemadas, solamente estaban húmedas y desgastadas. Bajo el chaleco negro, una playera de manga larga blanca yacía. La playera estaba abierta del cuello, mostrando un negro y delgado hilo que se perdía bajo sus ropas.
Jaló el hilo, sacando una hermosa moneda dorada colgada en ese pálido cuello. Miró sorprendido la moneda, poniéndola entre sus manos, analizándola. Tenía un escalofriante esqueleto tallado en el centro, adornado con líneas y triángulos alrededor, todo de oro macizo.
– Eres un pirata – susurró preocupado por la seguridad de Kai.
– ¿Ha dicho algo?... – preguntó el teniente Hiro tras él, haciéndolo girarse rápidamente, escondiendo tras su cuerpo la moneda de oro.
– se llama Kai Hiwatari – respondió fingiendo tranquilidad – eso es todo lo que averigüé – mintió.
– Llévenlo abajo – dijo Hiro a dos hombres que permanecían parado tras él. Se dio la vuelta, y se alejo, poniendo sus manos tras su cuerpo.
El viento seguía soplando, meciendo la orgullosa bandera inglesa en la parte trasera del navío, donde el pelirrojo miraba fijamente el firmamento, miró hacía atrás buscando esconder lo que tenía entre sus manos. Dándose cuenta que nadie lo miraba, regresó su atención hacía enfrente, abriendo un poco sus manos, dejándolo volver a apreciar la moneda de oro que descansaba en ellas.
La levantó con cuidado, poniéndola frente a sus ojos, intentando descifrar de dónde era o qué significaba, hasta que algo tras la moneda llamó su atención. Bajó la pieza de oro, mirando el mar frente sus ojos, donde a lo lejos, claramente pudo divisar otro enorme navío en el mar, las velas negras y rotas lo adornaban, dándole un aspecto escalofriante. Sus ojos azules se abrieron al notar la enorme bandera negra hasta arriba, con la figura de una calavera, y dos huesos cruzados bajo esta. – "Piratas" – asustado, cerró sus ojos.
Abrió sus ojos, sintiendo la tenue luz de las velas alumbrar su habitación... miró a su alrededor nerviosamente, dándose cuenta que había sido un sueño... un sueño de algo acontecido en el pasado. Se tranquilizó un poco, mirando la vela arder frente a él.
Se levantó, tomando la candela entre sus manos, dirigiéndose a su mesita, donde abrió el cajón de arriba, viendo papeles, y cosas desordenadas ahí dentro. Rápidamente metió su mano, y removió todo lo del cajón, colocándolo sobre la mesa. Se humedeció un poco los labios, y tomó entre sus manos el fondo del cajón, levantando una pequeña tabla de madera, relevando la misma moneda de oro. Empolvada debido a los años que había permanecido guardada y olvidada.
La levantó, tomándola con sus manos, limpiando el polvo con su dedo gordo, admirando la escalofriante belleza del oro, y su exquisita forma. Se colocó frente al espejo, y puso alrededor de su cuello un delgado y fino hilo de oro, en la cual la moneda yacía colgada, la admiró nuevamente, de cierta manera embelesado con la pieza.
La puerta sonó, llamando su atención – ¿Yuriy?... – llamaron, asustándolo un poco, corrió hacía la cama, tirando algunas cosas – ¿Estás bien?... – cuestionaban, mientras él se ponía sobre su cuerpo una bata. – ¿Estás vestido?... – preguntaba su padre educadamente.
– ahh... si – respondió, escondiendo rápidamente la joya bajo su ropa – ¡SI!... – repitió más fuerte. Viendo como la puerta se abría ante su nerviosismo. Revelando a su canoso padre, y algunos jóvenes de limpieza tras él.
– ¿Sigues en al cama a esta hora?... – cuestionó el gobernador, mirando a su hijo aun en ropas de dormir. Los otros jóvenes corrieron a abrir las cortinas, para dejar el sol alumbrar la oscura habitación. – Es un hermoso día – dijo su padre, viendo como las ventanas eran abiertas, revelando un hermoso paisaje, donde bajo ellos se apreciaba la ciudad y hasta el fondo el azul y hermoso mar. – Te traje un regalo – sonrió su padre, haciendo señas para que uno de los jóvenes se acercara con una caja. La abrió, mostrando un hermoso traje blanco.
– padre... ¡Que hermoso!... – tomó la parte superior del traje, para sacarlo de la caja.
– ¿Verdad que si?... – replico Voltaire, satisfecho con la expresión de su hijo.
– ¿Puedo preguntar a qué se debe?... – miró a su padre.
– ¿Necesita un padre un motivo para consentir a su hijo?... – preguntó el gobernador. Ambos sonrieron, mientras el ahora adolescente pelirrojo tomaba también el bello pantalón del traje y caminaba al cambiador. – Ayúdenle – ordenó Voltaire a los otros jóvenes. – La verdad esperaba... – balbuceó, poniendo sus manos tras su cuerpo, caminando un poco hacía el cambiador – que te lo pusieras para la ceremonia de hoy – completó el anciano.
– ¿La ceremonia?... – preguntó confundido, cambiando sus ropas, comenzando a remover las de dormir.
– El ascenso del capitán Kinomiya – explicó su padre, causando que torciera una sonrisa.
– Lo sabía – comentó astuto.
– Ahora será comodoro Kinomiya – sonrió Voltaire. – un excelente caballero. ¿No crees?... – comentaba contento. – Le gustas. ¿Sabes?... – confesó sabio.
– Gobernador, tiene visitas – informó otro hombre entrando apenas a la habitación.
En el enorme recibidor, un hermoso joven de cabello azul, tenía entre sus manos enormes cajas, que se encargaban de proteger objetos que debía entregar al gobernador. Su mirada rojiza miraba los alrededores aburridos, esperando a que su anfitrión lo recibiera...
Miró las velas que adornaban la pared, se acercó a ellas, tocando su exquisita forma y diseño, tocando el candelabro central con sus manos, abriendo los ojos preocupado cuando el candelabro quedó en su mano y ya no yacía pegado a la pared.
Miró a sus alrededores, buscando qué hacer con el pedazo de metal ahora caído, encontrándose de frente con el enorme jarrón en donde las sombrillas eran guardadas. Con cautela colocó ahí el candelabro roto, y se alejó, fingiendo que nada había sucedido.
Le dio la espalda al jarrón, y se paró de manera orgullosa, con mirada altiva y su mano libre en su cadera, viendo a uno de los sirvientes pasar frente a él, sonrió inocentemente. Otros pasos llamaron su atención, haciéndolo mirar hacía las escaleras. El gobernador Voltaire bajaba con gala, seguido del hombre que le informó de la visita.
– Buen día, joven Hiwatari – saludó el anciano con educación.
– Buen día gobernador – replicó, haciendo una leve reverencia al señor que lo recibía en su casa con brazos abiertos – traigo su pedido – explicó, colocando con cuidado la caja en una mesa.
Abrió la caja, sacando con delicadeza una hermosa espada en su cubierta, poniéndola frente Voltaire, esperando a que el respetado señor la tomara entre sus manos y la analizara. El gobernador Ivanov la recibió, sacando la afilada arma de la cubierta, mirándola con orgullo.
– la hoja es de acero doblado – explicaba satisfecho Kai, mirando contento el rostro de su ahora cliente – el puño es de filigrana de oro – completó, viendo como Ivanov dirigía su atención al puño de la espada, analizándola con calma – ¿Me permite?... – pidió el peliazul, tomando nuevamente entre sus manos su hermoso trabajo – perfectamente equilibrada – mostró, sosteniendo el arma con un dedo exactamente donde la empuñadura terminaba, manteniéndola en equilibrio. La lanzó hacía arriba, donde la espada giró, y la atrapó del puño.
– impresionante. Muy impresionante – halagó el gobernador, tomando el arma – muy bonita – comentó, manteniéndola con una mano, mientras volvía a colocar la otra en su espalda. Sonrió, la metió en su cubierta – al comodoro Kinomiya le va a encantar – comentó. – felicite a su maestro de mi parte – dijo agradecido. La espada regresó a la protección de la caja.
– Lo haré – contestó el ojicarmín – para un artesano lo mejor que existe es que se aprecie su trabajo – pasos llamaron su atención nuevamente a las escaleras, donde un hermoso pelirrojo, en muy pegadas ropas descendía con elegancia.
El pantalón delineaba hermosamente sus piernas y glúteos, el gabán y la camisa, moldeaban exquisitamente un bien formado torso. Su cabello contrastaba sus ropas, el cual caía de una manera angelical a los lados de su rostro. Sus radiantes ojos azules le daban un toque frío, nada traicionaba su porte, o su elegancia.
– Yuriy, te ves perfecto – comentó orgulloso su padre.
– ¡Kai!... – sonrió el ojiazul, olvidando su altivez, sintiéndose feliz de ver a su amigo de la infancia. – ¡Que gusto me da verte!... – terminó de bajar, parándose frente al peliazul – soñé contigo anoche – comentó.
– ¿Conmigo?.. – preguntó extrañado, pero feliz el ojicarmín.
– Yuriy. ¿Está bien decir que... – comenzó a reprimir el gobernador. Su hijo no lo dejó terminar.
– El día que nos conocimos – completó el pelirrojo – ¿Recuerdas?... – preguntó sonriendo.
– ¿Cómo podría olvidarlo, joven Ivanov?... – cuestionó Kai, cerrando sus ojos, recordando al pequeño niño que vio ese día cuando despertó.
– llámame Yuriy. ¿Cuántas veces debo repetirlo?.. – se ofendió.
– Al menos una más, joven Ivanov – abrió de nuevo sus ojos – como siempre – completó.
– ¿Ves?... – regañó el anciano – al menos el chico tiene sentido de honorabilidad – recriminó, refiriéndose a la educación con la cual el peliazul se dirigía a su hijo... Frustrando levemente al pelirrojo al sentir a Kai tan frío con él. – Ahora debemos irnos – comentó Voltaire.
– hasta luego, señor Hiwatari – despidió Yuriy al ojicarmín, ahora con el mismo tono frío y altanero que todo el mundo conocía de él, y que Kai utilizaba en su contra. Lo miró una última vez, fijando el bello rostro marcado del peliazul en su memoria, antes de salir por la puerta, siguiendo a su padre.
– ¡Hasta luego!... – exclamó el ojicarmín, sintiendo su corazón un poco oprimido debido al tono de las últimas palabras del pelirrojo. – Yuriy – murmuró, viendo la carroza de los Ivanov alejarse, y a un ojiazul dedicarle una última mirada indiferente antes de perderse en el camino. Bajó los escalones de la enorme casona del gobernador, sabiendo perfectamente que ese joven ojiazul era absolutamente inalcanzable para él.
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