Comentar como siempre que Inu no me pertenece...ufff (suspiro resignado) y decirles que espero este cap. les guste

Besitos

Capitulo IV

La Carta

Antes de sentarse su celular emitió un leve toque y al mirar la pantalla… tienes un mensaje de voz… se dispuso a escucharlo y se encontró con la varonil voz de su novio " buenos días preciosa, almorzamos hoy"… ella esbozó una pequeña sonrisa y pensó… luego lo llamo… ya se disponía a sentarse, mientras su madre ponía sobre la mesa, lo ultimo que faltaba, para que todo estuviera completo

En ese momento entro Souta, quien no había abandonado su habito de entrar alarmando hasta al gato, si Buyo estaba ya mayor, pero seguía perteneciendo a la familia

-Vengan a ver esto…- Exclamo y volvió a salir, la madre de Kagome, no pudo evitar asustarse y quiso ver de que hablaba su hijo, la muchacha permaneció sentada con una taza de café entre sus manos y la bebió lentamente

-Kagome mira- dijo su madre de pie en la entrada

La muchacha muy a regañadientes se puso de pie, no estaba de ánimos para estarse alarmando por cosas sin importancia.

En cuanto salio se encontró con su abuelo arrodillado y elevando suplicas al creador, arrojando de cuando en cuando un pergamino al árbol Sagrado, que tenia su tronco, prácticamente cubierto de lo que parecían raíces de color morado que se extendían poco a poco

Kagome no pudo evitar pensar en su sueño con Kikyo, tendría alguna relación, pero no quiso pensar mas en ello, al fin ella ya no tenia nada que ver con aquella época, le entrego el tazón con café a su madre y se dirigió al lugar en el que estaba su abuelo y poniendo sus manos sobre los hombros del anciano, se agacho y le dijo

-Vamos abuelo, debe ser alguna plaga, llamaremos a un exterminador.

Dicho esto levanto la mirada y la dirigió al árbol Sagrado, y una luz muy brillante comenzó a brotar desde su pecho, con aquel mismo dolor que la había acompañado en su sueño, estuvo a punto de caer al piso, cuando escucho en su oído una voz que le decía…

"Tu tienes el poder que ya no poseo…" el dolor desapareció de inmediato…" es tu deber ayudarlos"…

Miro a su alrededor, por si alguien mas había escuchado, pero no, todos se le acercaron para ver si ella se encontraba bien, y comprendió que aquel sueño había sido un mensaje… algo no muy bueno sucedía en el Sengoku

¿Ayudarlos- se repitió, acaso Kikyo se refería – mis amigos?...- no lo pensó mucho mas, la verdad ella les tenia gran afecto a todos quienes habían compartido con ella.

Se dio media vuelta en dirección a su casa y comenzó a preparar una mochila, no tan grande como la que tenia antes, pero serviría, no pudo evitar mientras terminaba de cerrar los broches , pensar en que probablemente se encontraría con el, pero en un segundo se quito aquella inquietud de su mente,… que mas da, el es el pasado… convenciéndose con esto que ese ya era un capitulo cerrado en su vida y si ahora volvía era por sus amigos, Sango, Miroku, Shippo, Kaede… ellos necesitaban su ayuda y ella vería que es lo que podía hacer.

Se despidió de su familia que la observaba con cierto dejo de preocupación, sabían bien que superar lo transcurrido en aquellos años, para ella había sido muy difícil, Kagome beso a cada uno de ellos, entregándoles una de aquellas hermosas sonrisas que con el tiempo brindaba solo en algunas ocasiones, era algo con lo que ya no contaba con frecuencia, esa sonrisa constante a flor de labios.

Se dirigió hacia el, pozo, recordando muy a su pesar el doloroso camino de regreso, no pensó volver a pisar aquel templo y mucho menos cruzar a aquella época otra vez.

Se sentó en el borde del pozo ya dispuesta a entrar en el y aquella nostálgica mirada cubrió su rostro, pero esta vez tardo un poco mas en desaparecer.

-Bueno veré que sucede y que puedo hacer…- se dijo dándose coraje y volviendo a adquirir ese aire de seguridad y seriedad impenetrable, salto dentro de para reencontrarse con su pasado, ella ya daba por superadas las desilusiones sufridas en aquel tiempo, así que ya no tenia de que preocuparse.

Una vez ya al otro lado comenzó a observar todo a su alrededor mientras caminaba en dirección a la aldea, definitivamente este siempre había sido un paisaje hermosos, pero a que se refería Kikyo con todo lo que dijo?... no percibía la mas mínima presencia maligna, pensó en que tal vez debía regresar a su época, pero luego soltó el aire en un suspiro y se dijo a si misma que no podía dejar espacio a la cobardía, esta ya le había hecho mucho daño en el pasado y ella ya no le daría cabida una vez mas… se quedo de pie frente al árbol en el que Kikyo había clavado aquella flecha, pero prefirió ignorarlo y dejo de observar aquel lugar, en el mismo instante e que los recuerdos de su primer día en el Sengoku comenzaron a aparecer… volteo y continuo su camino.

En cuanto llego a la aldea e Kaede, noto que había muy pocas personas en el lugar, un aldeano ya mayor la miro y la reconoció, de gran ayuda fueron las extrañas ropas que traía.

-OH, eres aquella chica- dijo el anciano sonriéndole y dejando ver los pocos dientes que aun le quedaban

-Si- respondió ella haciendo una reverencia, mas por respeto que por otra cosa, "aquella chica" le sonó muy desagradable, evocaba mucho de lo que no quería recordar, pero al fin tendría que acostumbrarse, el venir a esta época significaba eso, enfrentarse a todo lo que había ocultado tan celosamente que casi había creído olvidarlo.

-Si buscas a Kaede, ella esta en el Templo de la colina- indicó levantando unos centímetros su bastón en dirección a donde se encontraba la anciana

-Gracias- se limito a contestar…

Se dirigió a la loma en al que se encontraba el Templo al llegar encontró a la mayor parte de las personas de la aldea congregadas ahí obstaculizando la estrecha entrada, por lo que con amabilidad, una de las características que aun poseía, pese a lo mucho que había cambiado, solicito el permiso que necesitaba para irse abriendo paso poco a poco, entre quienes asistían a una ceremonia que se estaba efectuando y de la que ella desconocía motivos, de pronto en su avance se encontró con la espalda de alguien que le resulto familiar a pesar de lo diferente que se veía, un joven un poco mas alto que ella, con vestimentas de color azul y una coleta rojiza, bastante mas alta de lo que recordaba y de pronto unos ojos verdes que se fijaron en ella al momento que la figura delante, se volteaba.

¿Shippo…- fue la pregunta que ella hizo, sabia bien que se trataba de el, y también sabia que debía esperar cambios radicales, pues eran ocho años d ausencia, pero Shippo?...

¡Kagome- fue la respuesta que no se dejo esperar, el jovencito estaba de verdad muy feliz de que la chica a quien tanto había apreciado en su infancia y a quien tanto había extrañado también, estuviese ahí frente a sus ojos, la abrazo levantándola unos centímetros del piso con un cariño que quizás ella no esperaba recibir, pero le correspondió.

Una vez que la depósito nuevamente en el suelo la miro interrogante, lógicamente ya no era el mismo pequeñito impertinente de años atrás, así que prefirió dejar la pregunta que le rondaba para mas tarde, en tanto que Kagome, pareció entender lo que el ya no tan pequeño Shippo quería preguntar.

-Luego les contare…- El kitzune solo asintió abriéndole paso por entre los aldeanos, para que la chica lograra presenciar lo que sucedía.

En el momento en que la joven logro observar de que se trataba la ceremonia, vio a Kaede frente a un altar de piedra de mas o menos un metro de altura que había sido erigido hacia poco, podía notarlo por la tierra fresca a su alrededor, la anciana que no había cambiado prácticamente nada a pesar de sus años, dejaba sobre el altar en un lugar que había sido preparado para ello, una tabla mortuoria. Kagome abrió sorpresivamente sus ojos y miro a Shippo como buscando una respuesta, su pregunta era simple… quien?...el se limito a dejar espacio suficiente para que la joven lograra ver a quienes se encontraban junto a el, eran Sango y Miroku, además de dos pequeños niños que ella no conocía, pero comprendió inmediatamente que eran sus hijos, pero entonces quien?... sintió como un fino hilo de hielo recorría su espalda… acaso el… no, se dijo, no debo preocuparme, pero muy a su pesar se sentía preocupada, trato de disimularlo sin hacer ni una sola pregunta mas aunque ellas se agolpaban en su mente, en ese momento Shippo, puso una de sus manos en el hombro de la joven y se agacho un poco para alcanzar su oído y le susurro… Kikyo… en ese momento y aunque ella aun no estaba lista para reconocerlo, una presión que había comenzado a formarse en su pecho había cedido¿acaso ella no lo había olvidado?...

Una vez de vuelta en la cabaña de la anciana Kaede, luego de los muchos besos y abrazos de su amigos al reencontrarse, vinieron las presentaciones, Sango y Miroku se habían casado hacia seis años, y justamente como Kagome lo pensó, los dos pequeños eran sus hijos, Akane y Kenzuke, ella los escuchaba con muchísima atención mientras los niños jugaban a su alrededor.

Pasado un rato, luego de que todos comieran de lo que Kaede les había preparado, Miroku invito como todo un padre responsable, a sus pequeños, a que saliesen a jugar, entonces Kagome comenzó a relatar la extraña historia que la había traído de vuelta al Sengoku, sus amigos se quedaron mirando con gran sorpresa al escuchar el relato.

-Ella dijo que vendrías…- explico Kaede

-Ella?...- repitió Kagome

-Si… mi hermana, ella dijo que vendrías – insistió la anciana

-Ya veo…

-Kikyo llego aquí hace como dos semanas- comenzó a contarle Kaede y ella no pudo evitar la pregunta que se gesto en su mente… sola?... – no entendía muy bien lo que le sucedía – continuo – se mostraba bastante enferma, al principio creí que solo venia aquí para morir en un lugar mas tranquilo, pero finalmente cuando la veía rondar el pozo y el árbol, comprendí que venia por ti… hace unos días, antes de dejar este mundo, me pidió que te entregara esto – la anciana saco de entre sus ropas un papel doblado en dos partes y se lo ofreció a la muchacha – es una carta…

Kagome se quedo observando el papel en las manos de Kaede… ¿una carta?... pensó y fue un pensamiento colectivo de parte de sus amigos, todos se quedaron igual que la muchacha, incrédulos, Kikyo le había escrito a Kagome?...

-Srta. Kagome, tómelo – interrumpió el houshi, a la joven que permanecía estática con la mirada fija en lo que extrañamente le había dejado la sacerdotisa, en el momento en que Miroku le hablo, ella fijo sus ojos en la reducida mirada de la anciana Kaede, quien hizo un leve movimiento acercando de este modo la carta a su dueña, Kagome extendió la mano y la tomo.

-Ve y léela en un lugar tranquilo- dijo sabiendo que la joven aun no salía del asombro que le había producido aquel legado- debe de ser algo importante, reconozco el actuar de mi hermana y creo que ella estaba motivada por su antiguo ser.

-Hai…- respondió Kagome sin poder quitar la mirada de la dichosa carta

Rato mas tarde, se encontraba caminando por el bosque cercano, con el papel arrugado y algo humedecido en su puño, aun no había encontrado el lugar apropiado para leerlo o simplemente no deseaba hacerlo, presentía que el contenido de aquella carta no le gustaría en lo absoluto… donde estas?... era la pregunta inconsciente en su mente y ella se descubrió con aquella interrogante inquietando sus sentidos, sacudió, una vez mas su cabeza a modo de quitar de ella lo que no quería pensar.

Se encontró de pronto frente al árbol sagrado, tan absorta estaba en sus pensamientos que no había notado hacia ¿donde se dirigía?...sonrió irónica definitivamente este árbol, era el punto de reunión de tres seres que no pueden separarse, lucho tantos años por hacer de cuenta que todas sus vivencias en aquella época no eran mas que historias que había leído en algún libro o algo así, pero ese pasado se empañaba en perseguirla, pero ella no estaba dispuesta a ser alcanzada.

-A pesar de que estoy aquí, ya nada será como antes- se dijo muy seguro

Se acerco al árbol y se sentó en una de sus enormes raíces, tomo aire y se dispuso a leer… abría con lentitud uno a uno los pliegues de la hoja, con una serenidad absoluta y en cuanto estuvo extendido por completo, se encontró con una fina escritura, que se notaba en cada trazo hecho con pincel y tinta, la delicadeza con que habían sido escritos… luego de apreciar aquellos detalles comenzó a leer.

"Kagome:

Seré muy clara y lo mas breve que pueda en lo que necesito que sepas, yo estoy muriendo y en parte lo he decidido de este modo, tarde he comprendido que mi vida termino el día en que Naraku me obligo a través de sus engaños a sellar a Inuyasha en el árbol que ya no conoces, pero no pretendo darte mis razones si llegaste hasta acá es por que escuchaste el llamado de auxilio, se esta gestando el mal en esta época, mal que supera con creces todo lo que haz visto, mal que amenaza con terminar con la vida en esta época y traspasarse a todas las que sean posibles, la tuya esta en tanto peligro como esta, pues la conexión se abrió el día en que a través del pozo la perla es la prueba mas clara de ello, debes ir con ella y purificarla y terminar con el mal antes de que este adquiera la fuerza necesaria para exterminarnos… no puedo decirte mucho mas, todo lo que necesitas para encontrarla esta en un diario que lleve por unos años, junto a el esta un fragmento como el que tu llevas, deberás unirlos y con ellos podrás purificar la perla, solo existe una persona que te puede ayudar a encontrado y tu sabes bien quien es…"

Inu… no se atrevía a decir su nombre, sentía que con ello, estaría dejando abierto el baúl de sus recuerdos, el lugar en el que había confinado todos aquellos sentimientos dirigidos hacia el hanyou, esos que ella a fuerza del enorme dolor que le había causado el amarlo tanto, se había convencido que ya no tenia, que nada de lo que en su corazón existió por el, existía ya, cuanto había sufrido por el, al punto que estuvo al borde de la muerte y aquella situación que el nunca conocería… no quiero ir con el, se dijo, mientras cerraba con furia sus ojos, se quedo inmóvil, acaso eran lagrimas?..., pues si eran lagrimas, se las seco rápidamente y se puso de pie, se había decidido a venir hasta aquí para hacerse cargo de lo que al parecer solo ella podía solucionar, así que eso haré…, se dijo con total decisión, encaminándose hasta la casa que Sango y Miroku tenían junto a la de Kaede.

Después de lo que había leído en aquella carta le quedaba mas que claro que él y Kikyo habían estado juntos¿de que otro modo iba a saber la localización del diario?... de seguro se encontraría en algún sitio en el que vivieron… pero porqué el no estaba en la ceremonia fúnebre de su amada... quizás para evitar la pena de perderla por segunda vez, concluyo, llegando hasta la casa de sus amigos.

Se paró frente a la cabaña, que no era muy diferente a las demás que la rodeaban, no estaba muy segura de lo que debía hacer, quizás sus amigos se ofrecerían a acompañarla o quizás simplemente pensarían que ya no era su problema, después de todo fue ella quién los dejo con las mínimas explicaciones y nunca volvió para saber de ellos, tendría que enfrentarse a él sola?... estuvo a punto de aparecer una sombra en su rostro, pero luego se irguió tanto como su ahora esbelta figura se lo permitía y pensó que ella ya era una mujer grande, ya no debía temerle a los fantasmas del pasado, porque el hacía mucho que se había convertido en eso, solo el fantasma de un sentimiento fallido… pero que la había hecho enfrentarse demasiado joven a cosas muy duras que tuvo que superar para continuar…

Dio un paso adelante para entrar, cuando por la puerta salió Sango, quién le extendió la mano y con una amable sonrisa la invito a pasar.

Kagome leyó la carta por segunda vez, en esta oportunidad, tenia la atenta mirada de sus amigos que se encontraban rodeándola, cuando llegó al final de ella solo resoplo, liberando el aire que le quedaba en los pulmones, aquel suspiro mas parecía uno de resignación que otra cosa y todos lo comprendieron así.

Sango se puso de pie en forma inmediata, siendo tomada por la mano de su marido, quién la miro a los ojos.

¿Que vas a hacer? – pregunto sospechando la respuesta y esta no se hizo esperar

-A buscar mi traje de exterminadora… o crees ¿que dejaré a Kagome ir sola? – dijo con completa convicción.

-Eso pensé – concluyo el monje, mientras recibía una adorable sonrisa por parte de su esposa además de un suave beso de regalo.

-Pe...pero…- tuvo deseos de objetar Kagome, pero se encontró con la mirada decidida de sus tres amigos, porque aunque Shippo no había dicho nada, estaba en ese lugar y desde mucho sabía que no iba a permitir que su amiga se internara en los parajes que ahora habitaba Inuyasha, pues el hanyou llevaba mucho tiempo luchando por defender las tierras que le había heredado su padre, para que no fueran invadidas por los youkais que vivían es estos lugares, además la muchacha hacía mucho que no utilizaba su arco y flecha y al menos él recibió un buen entrenamiento y aprendió mucho de su maestro, así que ya contaba con bastantes habilidades que podían ser de ayuda en lo que a su modo de ver y contrario a lo que Kagome pudiera desear, parecía ser un largo viaje.

-No se diga más – dijo Miroku, observando el desconcierto en Kagome, que a pesar del coraje que deseaba tener para enfrentar todo, les estaba realmente agradecida de que no la dejaran ir sola – mañana partiremos…

La tarde ya estaba muy avanzada, así que no paso mucho hasta que la noche los cubrió con su manto estrellado, hicieron una fogata al aire libre y Kagome comenzó a contar una serie de anécdotas y detalles de su tiempo en a universidad, se saltó por completo la etapa de los meses posteriores a su partida del Sengoku y sus amigos comprendieron perfectamente la razón de ello, lo cierto es que ninguno sabía a ciencia cierta lo que había sucedido entre Kagome e Inuyasha, ella simplemente se marchó y el por su parte evadió cualquier pregunta.

El primero en caer rendido en el mundo de los sueños, fue como años atrás, Shippo, el que se había acomodado apoyando su espalda en una roca, seguido instantes mas tarde por Miroku, quién se durmió mientras que Sango acariciaba suavemente su cabello, con su cabeza puesta en la falda de su esposa.

La taijina observo la mano de su amiga y vio en ella un pequeño detalla del que no se había percatado, quizás solo por que la conversación ahora se tornaba un poco mas relajada para ambas, los "hombres" dormían, por lo que podrían tener una conversación de "mujeres", tomo la mano de Kagome y analizó con detenimiento el delicado anillo que ella llevaba puesto, era plateado, de un material que ella desconocía, pero le pareció en verdad hermosos, con una brillante piedra transparente, como una delicada gota de rocío que a la luz de la fogata destellaba tonos preciosos.

-Kagome… ¿no me digas que tú?...- la sincera alegría con que Sango miró a los ojos de su amiga, derribó la hermética cerradura, que la joven tenía en su vida, así que solo sonrió y le indico que estaba en lo correcto – te felicito y ¿cuando será la boda?

-Bueno en unos meses…- explico su amiga

Kagome se mostraba muy serena y segura, probablemente son los sentimientos que le produce su novio, pensó Sango, pues la muchacha frente a ella, distaba mucho de ser la niña que se había marchado años atrás, cuántos años?... suficientes, se respondió suficientes para hacer de Kagome, toda una mujer.

Conversaron algunos otros detalles, Kagome, después de mucho tiempo volvía a sentirse en confianza de abrir su corazón y describir lo que estaba sucediendo dentro de él, le contó a su amiga, como era que había conocido a Yuko, sobre lo bien que se sentía junto a él, sobre su mudanza con Ayumi, muchas cosas, del trabajo que le había costado acostumbrarse a usar panty medias, de lo tortuoso que le resultaban en ocasiones los zapatos de tacones y Sango escucho todo como comprendiendo lo difícil que le había resultado a Kagome todo, mas allá de lo cotidiano que ella le iba relatando, la taijina descifraba en sus palabras el largo y duro camino para levantarse, para convertirse en la mujer que ahora veía.

-Ahora es tu turno…- dijo Kagome, sacando un poco de su análisis a su amiga

-Hai…- asintió alegremente, comenzando de este modo una larga conversación que término bastante entrada la noche.

Continuara…