Capitulo XIX

La boda

El hanyou se disponía a cruzar la puerta en dirección al pozo, cuando la voz de Sango interrumpió su partida, el se volteó ante la llamada y ella le entregó una parte de la perla de Shikkon que Kagome había dejado para que él pudiera cruzar a su época, la tomo, la observo con detención y luego la encerró en su mano y se dirigió al encuentro de la mujer que le llevaba quitando el sueño por tantos años.

-Maldición yo sabía que no debía dejarte partir – dejaba que sus pensamiento fluyeran a través de sus labios, sentía que el corazón se le oprimía ante la sola idea de que ese novio que Kagome dejo en su tiempo lo hubiera convencido de permanecer junto a él, no podía quitar de su mente la imagen de ese tal Yuko, besando con intensidad a la muchacha, la noche en que él la siguió – ggrrrrrr- gruñía con enfado al tiempo que aumentaba la velocidad para llegar lo antes posible, acaso algún día terminaría este caída al abismo que le significaba en algunos momentos su amor por aquella mujer, definitivamente estos sentimientos humanos serían su perdición.

Sango por su parte se quedó junto a su esposo y sus hijos que jugaban rodeando a las dos figuras… me habré olvidado de algo?... se preguntaba y chasqueo los dedos como recordando un pequeño gran detalle que se le escapó.

Una vez que se encontraba en la época de Kagome, el hanyou cruzo el amplio espacio entre el pequeño templo y la ventana de la habitación de la joven, una vez que entró en ella, no pudo evitar sentirse golpeado por un sin fin de recuerdos, este lugar estaba tan lleno de sus momentos con Kagome, todas aquellas situaciones que le fueron revelando poco a poco, lo que habitaba en su corazón, aquel amor profundo y sincero que comenzó a crecer en su interior por aquella dulce chiquilla que ahora ya se había convertido en toda una mujer, se acerco a la cama que mantenía una colcha de color rosa, como años atrás cuando el venía por las noches y la arropaba, para que no volviera a pescar otra gripe, como la de aquella vez, acarició suavemente el lugar en el que ella dormiría de estar en cu cuarto y no pudo evitar imaginar las desgarradoras escenas que ella le relatará sobre la enorme tristeza en su alma a creerse engañada por él, se recostó sobre aquel lugar y por unos instantes olvido su premura por llegar a ella, pues en estos momentos ya la tenía con él , en sus pensamientos, llenos de Kagome, una solitaria lagrima se asomo por el rabillo de su ojo, mientras un doloroso relato oído solo días antes, llego a su mente.

-Mi hijo… - susurro, recordando a aquella criatura que no llego a nacer, pero de pronto se incorporo abruptamente – mi hijo – repitió en un tono mas seguro y lleno de decisión recordando el estado en el que se encontraba Kagome, es que acaso ese maldito pensaba quedarse con su mujer y con su hijo también, no pudo evitar sofreír maliciosamente al imaginar la cara de aquel sujeto al ver un bebe con orejas como las suyas.

Se lanzo escaleras a bajo para encontrarse con la madre de Kagome, que lejos de saludarlo con la ternura que lo hacía siempre o propinarle quizás alguna severo sermón por lo sucedido con su hija, lo volteo en dirección al cuarto de baño de la planta alta empujándolo dentro de el, y no salgas hasta que estés bien limpio, fue lo que oyó del otro lado de la puerta, algo extraño estaba sucediendo en esta casa, eso era seguro, pero si quería averiguarlo primero debía darse aquel famoso baño en el que Kagome insistía cuando lo tenía en su época, sus piro por adelantado cuando tras la puerta escucho nuevamente la voz de la sra. Higurashi.

-Apresúrate, ella ya se va a casar, no querrás perdértelo verdad, - dijo divertida – aquí afuera esta tu ropa

Que era lo que le causaba tanta gracia a esta señora, se preguntaba, a él la situación no lo tenía nada contento, a medio vestir en la casa de Kagome, con la madre burlándose de que su hija se casaría con otro hombre y además quería que él lo presenciara, como pueden ser vengativas las mujeres, pensó al tiempo que se metía en la tina para salir lo antes posible.

Minutos mas tarde encontrábamos a un incomodo Inuyasha dentro de un traje formal, con Souta anudando su corbata, el hanyou no pudo evitar observar lo crecido que estaba aquel muchacho, de él solo recordaba las largas tardes frente a aquel juego de peleas que tanto disfrutaban.

-Ya esta dijo el joven, vamos, mamá y el abuelo ya deben estar allá, no podían llegar tarde, después de todo somos la única familia de la novia – dijo con liviandad, mientras que él hervía con una ira que controlaba con mucho esfuerzo, despeja de todo ella se casaría con otro, a pesar de estar esperando un hijo suyo, no pensaba interponerse, era su decisión y no era que la respetará pero estaría ahí para que ella lo viera y poder decirle lo decepcionado que se sentía.

El camino se le hizo en verdad muy largo, al salir del Templo Higurashi solo quedaban unos tímidos rayos de sol coronando las montañas en el horizonte, así que tal y como probablemente Kagome lo había previsto el hanyou se transformo en humano, para de este modo no despertar miradas curiosas entre los asistentes a la boda, que para él mas era un funeral que otra cosa, estaba dispuesto a ver sus ilusiones muertas y sabía que lo que le quedaba era enterrar cualquier posibilidad con ella, no comprendía nada en lo absoluto, solo quería comprobar que estaba equivocado que todo esto no era mas que una mala broma que le estaban haciendo, pero de que mas podría estar hablando la madre de Kagome con tal ahínco si no fuera de la boda de su hija?...

Llegaron a un hermosos templo, bastante lejos del hogar de la muchacha, habían ya muchas personas y de hecho el novio ya estaba esperando en el altar, como el y Souta llegaron retrasados, entraron por un costado que daba directo altar, de pronto el hermano de Kagome lo toma por el brazo y le indica la posición en la que debe quedar, se sentía demasiado fuera de lugar, extraviado en este sitio, venía aquí en primera fila a presenciar la boda de la mujer que mas a amado en la vida y que sabe bien que jamás dejara de amar, ve como la novia avanza por el pasillo, con aquel clásico paso lento y estudiado, maldición su sentencia se hace cada vez mas dolorosa, su rostro cubierto por el velo blanco, su talle pequeño, quizás algo mas pequeño de lo que lo recordaba y ahora como broche de oro lo dejan junto a esta mujer y se voltea a mirar a la joven que con toda confianza se cuelga de su brazo, envuelta perfectamente en un traje de seda color violeta, sus dedos se entrelazan con los de él y cuando observa sus ojos, se encuentra con la hermosa mirada marrón con la que ha soñado durante tantos años… es… Kagome, su pelo estaba recogido hermosamente por los costados y llevaba prendido a el unas flores que concordaban con el tono de su vestimenta, hace un movimiento para mirar a la novia y devolverse para quedar prendado nuevamente de aquella mirada que comenzaba a cubrirse de lagrimas, pero esta vez eran de emoción y confirmar que no era su imaginación, era ella.

-Se ve preciosa no lo crees? – le dice intentando enjuagar sus lagrimas con un pañuelo pequeño que traía.

-Si lo eres…- susurro y ella quito su mirada de su amiga, para dirigirla a los ojos pardos que la observaban con adoración.

Una vez que la ceremonia y la recepción terminaron, caminaban Inuyasha y Kagome por las calles deshabitadas, con sus manos enlazadas, él traía la corbata a medio guardar en uno de los bolsillos de su traje y ella iba descalza por la hierba de aquel parque, el mismo parque al que vino a caminar durante tantos años cada vez que la tristeza por aquella separación se apoderaba de sus sentimientos.

Finalmente Inuyasha sin saberlo, termino convirtiéndose en el padrino de bodas de Ayumi, la mejor amiga que tenía Kagome en esta época, ya que Sango, quien distraídamente había olvidado aquel "pequeño" detalle de quien era la novia, se ostentaba aquel mismo título en el Sengoku, el hanyou luego de la sorpresa que le produjo aquella situación, disfruto como nunca en el tiempo de su mujer, definitivamente ella tenía un poder oculto que logro cambiar muchas cosas en su interior.

Después de aquel largo caminar, llegaron al templo que permanecía en completa oscuridad, la familia de la muchacha dormía hacía horas ya, pasaron frente al árbol sagrado, el lugar en el cual siempre terminaban de una u otra manera y el por ahora humano joven, le indico a Kagome que se acomodara en aquel asiento que utilizaban para orar junto al viejo árbol, que dejo de tener la extraña apariencia de hace algún tiempo, ella accedió sin hacer preguntas, comenzó a observar el destellante cielo, muy oscuro y cubierto por millones de luces que le daban a su rostro un tenue brillo angelical, oh, Kami, como pudo vivir por tantos años sin el aire que le entregaba la sola presencia de esta mujer en su vida, estaba ahí, ante él, cubierta por aquella suave tela de color violeta, que acentuaba perfectamente sus formas sobre su pálida piel y de pronto lo estaba mirando, puso en él aquella mirada calida y apacible que le permitía sentir que nada en el mundo lograría dañarlos nuevamente.

Inuyasha metió su mano dentro de la blanca camisa que vestía buscando algo que le produjo real curiosidad a la muchacha, de pronto aprisionaba un pequeño objeto en su puño, que colgaba de una especie de cordón de cuero o algo así, lo jalo y corto, ella lo miraba con impaciencia, abrió su mano y observo lo que tenía en ella y tomando con la mano que le quedaba libre una de las delicadas manos de ella la abrió con la palma hacia arriba y deposito en ella con suma suavidad el objeto que hasta instantes antes conservaba junto a su corazón, como intentando que retuviera por siempre algo de todo el amor que le profesaba, Kagome acerco su mano con el fin de mirar su contenido, mientras él se sentaba junto a ella esperando su reacción.

No emitía palabra alguna y él comenzaba poco a poco a inquietarse, puso su mano sobre el hombro de la muchacha que tenía su mirada baja y atenta en lo que él le había pasado, pero cuando sintió que la rozaba, lo miro y en sus ojos habían lagrimas, no podía creer lo que sucedía, Inuyasha le estaba entregando un singular anillo de compromiso, no era la emoción de ser su esposa, después de todo ella hacía mucho que se sentía su mujer, era el poder ver reflejado en aquella diminuta sortija el alma de su hanyou, aquel al que ella descubrió mucho antes que él mismo lo supiera, aquel al que amo en silencio por largo tiempo, al que amo a pesar de que lo creyó de otra, al que amo a través de las épocas logrando construir un amor invencible e inmortal, tanto que estaba segura que el ser que se gestaba en su interior volvía a ellos… OH, Kami… escucho decir a su corazón pues las palabras difícilmente saldrían de su boca, no por que no deseara decirlas, era solo por que el silencio por algunos instantes lo gobernó todo permitiéndole a las almas comunicarse sin palabras, acerco su mano al oscuro cabello de su amado y lo entrelazo en sus dedos, jugando suavemente con los hilos, él tomo el anillo y lo puso en el dedo de la joven, aquel mismo dedo que hubiera sido ocupado hasta días atrás por una fantasía, pues lo real estaba ante sus ojos, lo sabía como lo supo siempre, ahora ya nada podría negarles el ser felices.

Se acerco urgentemente a la muchacha y justo antes de besarla, con el vaho de su aliento sobre la boca húmeda de Kagome, le susurro.

-Te amo tanto pequeña…- aquellas palabras calaron hondo en su alma, las había escuchado ya, en una situación un tanto diferente, pero con la misma intensidad que ahora.

-Te amo tanto mi hanyou…- él sabía que al referirse de ese modo a su condición de no humano y no bestia completamente, ella le estaba diciendo que así lo amaba, sin importar nada solo a él, como lo conoció y como lo fue descubriendo, entregándole incluso lecciones de amor que él jamás espero conocer.

Y el beso no se dejo esperar, comenzando con una mansa caricia que poco a poco fue encendiéndose como una llama inextinguible dejando un claro rastro de lo que el amor puede lograr, unir distancias, sortear las peores pruebas, atravesar las distancias infinitas del tiempo, lo puede absolutamente todo, cuando es del alma y solo del alma, no existe otro lugar posible, para el amor y ellos lo sabían

Meses mas tarde, se encontraban sentados en una roca que ahora tenía bastantes almohadones que le daban el aspecto de un acogedor sofá y la luz de las luciérnagas apoyada por la luz de una lámpara que la muchacha traía consigo, le permitían leer los párrafos de un grueso libro que se titulaba, "trescientos sesenta y cinco cuentos infantiles".

-… y el principe se acerco y puso un beso en…- leía con insistencia la Kagome, apoyada sobre el pecho de Inuyasha que tenía sus brazos alrededor de ella con sus manos sobre el ya abultado vientre – Inuyasha! – exclamo al notar que el hanyou estaba dormitando apoyado en uno de los almohadones del "sofa"

-Que?... que?... ya viene el bebe? – pregunto algo desorientado y alarmado, ella sonrió comprendiendo que el libro si les sería de utilidad si consideraba que había logrado dormir al hanyou.

Antes de que la muchacha dijera nada el estaba completamente exaltado, presionando suavemente con ambas manos la barriga de su mujer, sintiendo como el pequeño cachorrito según Inuyasha y la niñita según Kagome se movía dando saltos que a la madre la tenían exhausta, ella acompaño aquel acto, uniendo sus manos con las de él, ambos portaban idénticos anillos, que decían …"Te Amo"…

"Lagrimas pueden derrotar cualquier razon y ablandar hasta el mas dificil corazon, transmitir ese sentimiento especial persuador porque convenciendo no tienen rival al oir el llanto como canto puede embelezar tu destino puede igual modificar, tienes que ser firme y tu alma endurecer un sollozo duele y pronto puede convencer, puedes en la vida a todo enfrentar pero una lagrima te podria desarmar mas que una amenaza el llanto te dara, mas que con sonrisas con llanto siempre lograras, puedes en la vida a todo enfrentar, pero una lagrima te podria desarmar"

FIN