Epilogo

Ocho años mas tarde, dieciséis en total desde el día "cero", iban dos personas firmemente enlazadas de sus manos, en dirección a la aldea, camino al hogar que habían construido para ellos en esta época, mas adelante corrían dos pequeños, ansiosos por encontrarse con sus amigos, que si bien se llevaban por varios años, no les costaba nada encontrar juegos en común.

-Con cuidado Takka, Yasha… no vayan a… - prefirió callarse, pues sabía que por mas que gritara no sería oída, solo dejo escapar un suave suspiro, suave como ella pensó él con infinita ternura al mirarla, no se cansaba de contemplarla a través de todos estos años ya se había convertido en una mujer completamente adulta y justo por eso, exquisita, era todo loa que podía desear, sabía que en su vida había existido mucha incertidumbre, primero cuando era un niño, que no lograba encajar en ninguna raza, por que ciertamente no era un humano, ni youkai, luego cuando se creyó enamorado de aquella sacerdotisa a la que aprendió a perdonar por todo el daño causado, aquella capacidad de perdón fue una de las tantas cosas que la mujer junto a él le enseño, le dio infinitas lecciones de valor y de amor, en todos los aspectos que la palabra cubre, por todas aquellas cosas, se sentía cada día mas dichoso de la elección hecha, compartir todos los días que Kami le proporcionara junto a Kagome, soltó el enlace, para rodear con su brazo sus hombros, la muchacha lo miro directamente a aquellos hermosos ojos ambarinos que le hablaban sin palabras, hacía cuanto que aprendió a leerlos?... no lo recordaba y la verdad no tenía importancia, correspondió al abrazo abrazándose a su cintura, que fijo su mirada en los mellizos que corrían delante de ellos y logro ver como se unían a dos pequeños mas que los abrazaban con aquella inocencia y sinceridad que se cobija en la diminutas manos de los niños.

Sus hijos habían heredado rasgos de ambos padres, pero afortunadamente nada que no pudiera pasar inadvertido en el tiempo de Kagome, de ese modo no hubo dificultad para que ellos estudiaran, la pequeña Takka, de cabellos azulados en honor a su madre, ojos verdes intensos y largas uñas, además de una agilidad unica para efectuar deportes, era una niña normal, muy suspicas y de gran talento en la artes, le gustaba la pintura y creaba cuadros preciosos en los que retrataba lo que veía en sus paseos al Sengoku, sus maestros no comprendían como al niña tenía tantos conocimientos sobre la época de las guerras civiles, ella siempre les comentaba de sus amigos, Akane, Kensuke y Shippo, el que por cierto estaba casi de nupcias con una hermosa youkai a la que conoció, pero ellos lo relacionaban con algún amigo imaginario común a su edad, Yasha por su parte compartía los mismos ojos dorados de su padre, algo poco habitual en su época, pero su representar ningún problema para su desarrollo, sus garras crecían a voluntad, demostrando de este modo que poseía capacidades mayores incluso a las del hanyou en algunos aspectos, quizás se debía a la mezcla de genes que tenía, su cabello era rubio platinado, lo que provocaba que en la escuela sus pequeñas compañeritas se pelearan por quien sería su novia cuando crecieran, al igual que su hermana destacaba ampliamente en los deportes, no había mucha variación entre ellos y un niño "normal" de la época de su madre, pero siempre que no te topes con alguno en noche de luna nueva, porque en ese instante su sangre youkai afloraba sin restricciones, ocasionándoles graves problemas a sus padres que debían lidiar con ellos justo la noche en que Inuyasha permanecía como humano, claro que ya con el tiempo y algo de ayuda por parte de Souta, encontraron con que divertirlos, ya que su tío venía a visitarlos de tanto en tanto para enseñarles los juegos de consola que tanto le gustaban, de ves en cuando se quedaba con la vista fija en su hermana y la veía intercambiar pequeños mimos con ese "orejas de perro" que tanto espero, de alguna manera siempre supo que este sería su futuro, un esposo bastante singular, una vida extraña compartida entre dos épocas, un par de hijos medio humanos y un poco mas animales que es común de los niños de su edad, pero luego sonreía para volver a concentrarse en la pantalla, comprendiendo que todo estaba en su lugar, después de todo Kagome nunca estuvo hecha para cosas demasiado normales, y entonces recordo que la boda tuvo que efectuarse de noche para que Inuyasha tuviera su forma de humano, tal y como lo hicieran con la boda relámpago de Ayumi, pues esta no alcanzo a durar un año casada, claro que ahora estaba unida al que fue novio de su hermana, Yuko, estaba seguro que Inuyasha estuvo en mas de una oportunidad a punto de asesinar al muchacho aquel, sobretodo cuando este se atrevió a amenazarlo si no hacía feliz a Kagome, se las vería con él, vio un brillo fulgurante en los ojos de este, y estaba completamente seguro que su mente creo un sin fin de ideas, para eliminar a aquel impertinente "humano", que era como Inuyasha solía referirse a los hombres que se acercaban a su hermana, de seguro sea cual fuere su plan en ese momento, Yuko, corría el mismo triste final, su cabeza estrellada contra el árbol sagrado, claro que en esa ocasión, nada los prepara para ver que con el tiempo el ex novio de la joven de oscuros cabellos, se convertiría en un gran amigo de la familia conociendo todos los secretos de esta, cuando Inuyasha vio el genuino interés que este hombre tenía por el bienestar de su esposa, el día de su boda con Ayumi, oportunidad en que el hanyou una vez mas tuvo que servir de padrino de la novia esperando con honestidad que la muchacha ya de una vez sentara cabeza, porque lo cierto es que odiaba usar traje forma, entonces Yuko entre el nerviosismo que tenía ante aquel importante paso le manifesto su alegría acompañado de un caluroso abraso, de ver al fin en los ojos de Kagome aquel brillo que tanto busco.

Esa noche regresaron al templo con los niños bastante agotados, esa se había convertido en una buena estrategia, los llevaban al Sengoku dejando que agotaran todas sus energías en víspera de luna nueva, de ese modo el sueño los abordaría muy pronto y su forma de youkai no les darían tanto trabajo.

Minutos mas tarde se encontraba Inuyasha sentado a un lado de la cama de Takka la que ya tenía sus ojitos completamente cerrados, su cabellos estaba mas largo de lo normal en estas noches de un hermoso color plata, en su rostro a ambos lados dos visibles marcas de color violeta que acentuaban sus rasgos femeninos, sin duda sería una hermosa hanyou, porque sus ojos tomaban un tono tan violeta como el de sus mejillas y sus párpados recibían un sombreado natural, mientras tanto Yasha lo observaba con sus ojos a medio cerrar, permitiéndole aun ver los ambarinos luceros que en noches como estas se hacían mas notorios, sus cabellos tomaban un tono blanquecino, perdiendo por completo las hebras doradas que los cubrían el resto del tiempo, sus garras salían sin que él lograra controlarlas y dos pequeños colmillo blancos asomaban desde su boca, su rostro mostraba las mismas marcas que aparecían en su padre al convertirse en youkai.

Inuyasha terminaba ya de relatar una entretenida historia e una isla entre las nubes, piratas, un cocodrilo y niños perdidos, que por alguna razón era la preferida de ellos concluyendo así el trabajo que su mujer le había encomendado la tarea de "dormirlos", los observo bajo la tenue luz de un lamparita, su misión por esta noche ya estaba consumada, jamás pensó durante todos esos meses en que Kagome le leía con insistencia aquellas historias para niños, que le resultarían tan efectivas a la hora de que sus hijos se acostaran…buenas noches…se le escucho susurrar, mientras era aprisionado con inigualable ternura por la espalda, por aquellos brazos que le resultaban inconfundibles, además de rodearse del exquisito aroma de su mujer por que a pesar de su condición humana de esta noche percibía a la perfección.

Cerró la puerta con cautela y se volteo para encontrarse con los oscuros ojos de su mujer los que destellaban hermosos tonos, que le hablaban de la tranquilidad de su alma. Sus cabellos azabaches caían sobre sus hombros desnudos, el clima era grato por lo que ella traía puesta una delgada camisola como pijama, como le gustaban las prendas que ella escogía, sin lugar a dudas no entendía nada de moda, pero Kagome se veía hermosa siempre y por que negarlo, inclusive en ocasiones rezongaba de buena gana cuando ella salía con algo demasiado revelador, no vaya a ser que alguno de esos tontos humanos que deambulaban quisiera cortejarla, de solo pensarlo moría de celos, pero en momentos como este, en los que sus caricias, sus pensamientos, sus sueños, todo en ella estaba concentrado únicamente en él, olvidaba cualquier temor, pues sabía bien que era su dueño, mas que como una pertenencia, por que Kami debió decidirlo así, pues él también le pertenecía.

Acaricio suavemente los hombros de la muchacha con la yema de sus dedos haciendo pequeños círculos delicados sobre la piel, bajando mansamente por el contorno de sus brazos mientras ella lo observaba expectante y complacida, este era un ritual que ya conocían a la perfección, pero que de algún modo que no lograban explicarse siempre parecía nuevo, llego con sus manos hasta el final de los brazos de aquella mujer cuyo solo aroma lo predisponía a amarla sin barreras ni de tiempo, ni de lugar, solo amarla hasta desfallecer entre miles de suspiros ansiosos, tomo con premura sus caderas y con un feroz movimiento la pegó a su cuerpo arrancándole con ello parte del aire contenido producto de la excitación, acerco sus labios a los rosados pétalos que adornaban su rostro y entonces segundos antes de poseerlos le sonrió, pero su sonrisa no era solo de alegría, aquel gesto le hablaba a ella de lo bien que conocía sus deseos y aquellos pequeños lugares que lograban deshacerla como mantequillas entre sus manos y ya una diminuta marca en su cuello la delataba, estaba de un rojo intenso, estaba reclamándole…se apego de tal manera a la mujer que le pareció poder oír los latidos de su corazón, perfectamente acompasado con el suyo, la besó y por supuesto que fue correspondido por que ella al igual que él aprendió a conocer, cada señal, cada suspiro, cada petición silenciosa, sabía exactamente donde depositar cada caricia y las exigía, porque ya había dejado de ser aquel adolescente, ahora era, si podíamos definirlo así, todo un hombre, era Inuyasha, su Inuyasha, el que ella amaba, comprendía que Kami la había premiado, con tenerlo a él y a sus dos pequeños, con ellos, le había devuelto un regalo que le fue vetado años atrás y enviado otro…

La volvió a acercar con urgencia, como si eso fuera posible, el beso se fue convirtiendo en una caricia incendiaria que logro quitarles el aliento, pero resistiéndose a romper el beso, incorporaban nuevamente el oxigeno sin separar del todo sus labios, la aprisiono esta ves por la cintura y ayudado por los brazos de ella que se aferraban con insistencia de su cuello, avanzo lo que le quedaba del pasillo hasta la habitación, la dejo sobre la extensa cama cubierta con una colcha de un blanco impecable, pero contrario a lo que imagino, Kagome no soltó su abraso obligándolo a quedar sobre su cuerpo, recibiéndolo con agrado entre sus suaves y firmes piernas, el ritual del despojo se efectuó en cuestión de minutos, nuevamente estaba ahí, entregándose las mas inexplicables caricias su unión hacía mucho que había dejado de ser aquel inocente juego de besos y algo mas, ahora nada era suficiente para sentir que eran un solo ser fundido en un mar de sensaciones.

Es perfecta se decía el hanyou en silencio mientras la contemplaba como siempre lo hacía, su visión de ella iba mas allá de si su piel seguía o no siendo lozana y tersa o si sus oscuros cabellos continuaban siendo igual de azabaches, lo que él veía en ella era la perfección de su alma, lo comprendió de ese modo el día que supo que aún cuando ya no fuera tan joven, para él seguiría siendo perfecta, por que era la mujer que amaba, exacta, suya y única.

Sostenía con firmeza las caderas de la mujer que se posesionaba poco a poco de su cuerpo y sus sentidos, su cabellos azabache caía como cascada por su espalda y los costados de su rostro, mezclándose con las ahora oscuras hebras del suyo, estaba ahí tan pegado a su piel como a su alma, siendo el único ser en esta mundo para ella, esta noche ella lo poseía, lo hacía suyo como lo había sido siempre, estaba segura que su encuentro en aquel árbol, estaba planeado por Kami, estaba ahí entre sus brazos y cuidaría de él mientras tuviera vida, estaba ahí arrancándole sensaciones de lugares que solo él conocía con una seguridad que le fascinaba y respondía a ellas con suaves sonidos ahogados en sus labios, musitando frases de entrega plena, cuando ya la situación se tornaba de este color fuego, comprendían bien que ya no había caricia posible, para apagar la llama encendida en sus corazones y que se exteriorizaba a través de sus pieles.

La razón se esfumo por completo, cargando el aire de un embriagante aroma a pasión y desenfreno, la unión se hizo inminente y una vez mas se sentía indiscutiblemente perdida entre los brazos fuertes y aprensivos del hanyou, ya no tenía escapatoria posible la estaba consumiendo con un ímpetu encendido en su corazón, acompasando sus movimientos dentro de ella y deleitándose con la visión de la pálida desnudes frente a sus ojos, la acerco para oprimirla con brío contra su pecho intentando fundirla a su piel, no había mayor libertad que anhelara que le proporcionaba la prisión que ella creaba entre su figura y la cama.

-Amame… por siempre…- suplicaba entre ahogados suspiros, mientras sentía que su cordura escaparía, junto a la inminente explosión de su frenesí – podrás …amarme? – preguntaba ya casi sin aliento, esperando solo aquella respuesta, seguro de que viajaría a aquel lugar celestial que solían visitar cuando sus sentidos dejaban de pertenecerles, sintiendo como Kagome lo transportaba a través de la bella danza que ejecutaba entre sus brazos.

-Como… puedes … dudarlo – respondía con el aliento justo solo para ser oída, desmayando entre el febril abraso de su amado hanyou - … eternamente… - fue lo que logro murmurar antes de desvanecerse por completo perdiendo la noción de todo a su alrededor y sabiendo por el modo en que Inuyasha la aferraba a si que aquel viaje no lo efectuaba sola.

El amor albergado en sus almas, les propino silenciosas caricias que amainaron con la llegada de un nuevo día, las horas de sueño se hicieron escasas y los sonidos fuera de la habitación les anunciaban que dos pequeños seres, que se habían convertido en la mas grande prueba se su amor, se encontraban ya listos para enfrentar una nueva jornada, la pareja comprendió que la mañana ya había llegado.

-Hoy te toca a ti el desayuno…- exclamo con una voz remolona y adormilada, Kagome, con el cabello revuelto y el rostro hundido en el pecho desnudo de su esposo, intentando ocultarse de los inoportunos rayos de sol que se filtraban por la ventana.

-Yo los hice dormir anoche…- rezongaba quedadamente Inuyasha que ya había vuelto a ser un hanyou acomodando nuevamente su barbilla sobre la cabeza de su mujer, sin abrir sus ojos.

En ese instante, la puerta del cuarto fue abierta bruscamente golpeando la manilla en la pared, ambos como única muestra de sorpresa se aferraron aun mas uno al otro, mientras se sentían como dos pequeños bultos les caían encima saltando y luchando sin éxito por quitar la delgada tela que cubría a sus padres.

-Definitivamente habrá que preparar el desayuno – concluyo Inuyasha besando el cabello de la joven, inmutable ante el caos de sus hijos.

-Definitivamente…- apoyo Kagome haciendo suaves dibujos con sus dedos en la espalda de su hanyou.

Disculpen por haber dejado tanto tiempo pendiente el envió de estos capítulos, he sido muy mala con eso… no tengo disculpa posible lo sé…pero bueno ahí esta completo…

Besitos y espero que lo hayan disfrutado, tanto como yo escribiéndolo, les recuerdo que este fic de estar por cumplir el año pronto…-