Notas iniciales: Al paso que toman rumbo las cosas creo que me dedicaré sólo a los ficts de este fandom, ando muy emocionada por leer todo lo que me escriben, me dan ganas de renunciar a mi trabajo y sentarme a escribir puras historias... pero... bueno, no gano nada escribiendo ficts (económicamente hablando) y como lo que sí gano son sus lindos comentarios ¡Entonces sigo!
Sarahi: Sí, cambio drástico. Bueno, la idea del fict iba a partir exactamente desde que Arnold entraba a casa y se hallaba con sus abuelos muertos, pero para ello tenía que explicar el hecho de que él no estuviera ahí, y los motivos por el cual no fue a dormir, tenía que ser algo.. digamos.. importante (una fiesta no es tan importante) y además, por lo que se viene, necesitaba darle a Arnold una perspectiva de un romance con Helga. En la nueva realidad Helga no es exactamente una matona de primera, sólo una chica que todo lo ve por el lado negativo. Nunca nadie le dijo 'Habla con tus padres, con tu hermana' 'Lo que estás haciendo no es correcto' o un simple, pero importante 'Me encanta tu moño rosa' Espero no revolverte más de lo que quiero (admito que sí me encanta poner las cositas un poco complicadas)
Number6: Adoro Married, no sé por qué perspectiva. Porque la de Helga me parece fantasiosa, cursi, irreal, pero todo es producto de sus sentimientos reprimidos y eso le da un toque único. Y la de Arnold... me reía tanto en los primeros instantes aunque en el fondo me daba pánico el pensar que él la viera tan malas casado con Helga, pero el final que le dio este cabeza de balón. ¡Oh! ¡Es de verlo una y otra vez! Yo creo que si se diera el caso de un matrimonio entre los dos, todo sería parecido a lo que Arnold soñó. (Hikari se puso a divagar en tan divino capítulo) Y ahora, sobre este fict... Créeme que Helga es mi personaje predilecto de esta serie (¿Será por ello que me encanta hacerla sufrir? XP) y Rhonda no sólo nunca tuvo una lección de humildad, sino que por ello jamás descubrió que puede ser una linda persona, porque en la serie lo es, a pesar de que tiene sus toques de mimada (su característica) pero es muy agradable. Y bueno, luego de Helga, Pookie es mi personaje predilecto (¡Será porque se parece a Helga? XP) y creo que ella nunca cambiará, eso es lo que la hace especial. ¡Ah! Y el problema de Gerald no se limita a los relojes n.n
Natty: (Hikari hace una llamada telefónica a una empresa que fabrica pañuelos 'Hola? Sí, soy yo... Tengo a alguien que me dice que casi llora pero de la risa... Ajá, correcto) Pues me han dicho que si lloras de risa, de pena, de felicidad, de emoción, de lo que sea... no importa, con tal que llores XP Y ahora la que tiene que ir por los pañuelos soy yo, vas a provocar que me dé un inmenso remordimiento de conciencia, pero creo que he de poder compensar todo lo que haga en esta historia.
YaShi–mgj: Pero... el contrato dice 'Deben usar pañuelos porque deben llorar' Ummm.. (Hikari se halla en un terrible dilema sobre el final del fict) Muchas gracias por tu comentario, tienes toda la razón, ahora comienza lo bueno... aunque no será tan bueno. ¿La redacción? Pues releo unas veinte veces antes de publicar, y siempre se me escapa algo ¬¬ es que me parece una falta de respeto, de mi parte hacia el lector, presentar algo con horrores ortográficos o de concordancia... ¡Bárbaro! ¡Me ha encantado esa descripción! ¿Final triste? ¡Oh! Lee, sólo lee XP Y posdata: Ya verás lo que pasa con Lila en esta realidad, aunque como es Lila... espero haberme explicado bien, sino ya leerás.
Shinji Langley: La abuela de Arnold siempre estará tocada de la cabeza, y eso es lo agradable de ella. No todos cambian ante el hecho de que Arnold no se involucre en su vida (Ops, ya casi se me escapa XP) ¿Tenebroso? Bueno, Arnold debe aprender ¡Por las buenas o por las malas! (¡Uy, qué feo que me quedó eso!) Cualquier otro detalle que requieras saber, y que se me haya escapado, me avisas. Lo arreglaría con prontitud.
Bonny: Muchas gracias por tu lindo comentario. Gracias a Dios, mi Navidad fue tranquila y en paz, espero que el nuevo año nos traiga muchas emociones y cosas positivas. Me encanta que, cuando lees el fict, te sientas como si estuvieses ahí en medio de todos. Trataré de no demorar en subir los capítulos, porque ya tengo ganas de meterme a hacer otra historia más que te agrade. Besos y abrazos. ¡Pasa un 2005 divino y nunca pierdas los ánimos!
¡Feliz Año Nuevo! Tienen que recargar las energías, ¿Verdad? ¡Son doce meses por delante para vivirlos al máximo! Aprovechen cada segundo que tienen (¿Me brindan unos minutos para el review? ¿Sí? ¡Gracias!) Ahora les dejo triple abrazo para quienes aún leen y tienen ganas de leer el fict, y para quienes dejen review les dejo un beso inmenso, más triple abrazo, más... Umm... Cómprense un helado en mi nombre y se lo comen como si yo hubiese sido la que se los dio, ¿Vale? n.n
Capítulo 05: Otras vidas, otros problemas
Arnold caminaba con pesadez hacia su casa con la compañía de sus abuelos, ambos seres fantasmales con actitudes totalmente diferentes.
De cuando en cuando alguien le detenía y le daba unos mensajes alentadores, otros eran menos discretos y primero le preguntaban el nombre y qué era para la heroína.
Una cosa era no haberse involucrado en la vida de nadie, y otra muy diferente era ser ignorado completamente.
Por unos instantes recordó a Helga, la que él conocía y a la que aprendió a amar, justo en la noche anterior, cuando estaba temblando de la rabia por haber discutido por centésima vez con Olga. Helga gritó, expresó su rabia (no de una buena forma, como le había dicho Arnold después) y dijo cosas muy hirientes. Olga se había quedado mirándola como si fuese la primera vez que aparecía en su vida, y luego le preguntó dulcemente si había algún problema.
– ¡Me ignoró totalmente! Ni aunque le tirara un libro en la cabeza, ella comprendería lo mucho que me enfurece – Helga apretaba con fuerza sus propios brazos y la voz le temblaba – Odio que no me tomen en cuenta, odio sentirme tan nula e inservible.
Las palabras se perdían en la mente de Arnold mientras su corazón se desesperaba más. Quería abrir los ojos y sentir que ha estado soñando, que él nunca trató mal a Helga. Quería correr a su encuentro y abrazarla, creer y hacerle creer que lo que tienen nunca se romperá si ella perdona ese fatal error que él cometió al hacerla sentir nula e inservible ante el dolor de la pérdida de sus abuelos.
Arnold estaba terriblemente arrepentido de haber deseado no involucrarse en la vida de los demás. No sólo sus compañeros tomaron rumbos horribles ('¡Oh! ¡Rhonda! Si tan sólo pensara que nunca conseguirá amigos verdaderos con su actitud egoísta e hiriente' pensó Arnold al abandonar la clínica y verla discutir con la propia Nadine porque esta última llevaba un frasco con sus insectos favoritos.), también perdió a su mejor amigo ('Si quieres te dejo 3 relojes al precio de uno, es una oferta que nunca antes he hecho' le había insistido Gerald cuando Arnold abandonaba la clínica) y a la persona que más amaba en esos instantes. ('¿Quién eres?' Aún resonaba aquella pregunta hecha por la rubia)
El rubio tentado estaba de decirle a su abuelo, suplicarle si era necesario, de regresar a su vida normal. Pero por un lado Arnold ignoraba si estaba destinado a este mundo por siempre... o si tenía que arreglar primero esta realidad para tener una posibilidad de volver a la vida que él conoce.
Además... (la imagen de Helga pálida y distante no se apartaba de su mente) No podía, no debía permitir que su rubia siguiera así, sea cual sea la perspectiva del mundo en la que esté.
Arnold llegó al pie de Sunset Arms y buscó en su chaqueta una llave, para abrir la puerta, la cual no estaba destrozada puesto que no existieron policías que entraran abruptamente al edificio.
Apenas ingresaba la llave en la cerradura cuando una delicada voz le llamó, claro que no usó su nombre, sino un sonido de aclararse la garganta.
Cuando el rubio se volvió no le fue difícil reconocer a la castaña Sawyer, con su larga melena hecha trenzas a cada lado de sus hombros. Inconscientemente Arnold se preguntó qué tanto habrá cambiado la vida de Lila sin él alrededor de ella.
– Acabo de enterarme de lo que ha pasado – le dijo la joven mordiéndose el labio inferior y mostrando sus ojos brillantes en lágrimas que apenas podía contener – Tu abuela fue una persona simplemente espectacular, y me duele mucho que esto te haya pasado.
Arnold sonrió levemente. Fácilmente se percató que nada ha cambiado en Lila. Siempre será así de amable, pasiva, sonriente y delicada, asumiendo el dolor de los demás como el suyo propio. Daba lo mismo si él y ella eran conocidos o no.
– Sí, bueno... duele – le dijo Arnold descargando un profundo suspiro de cansancio. También se había dado cuenta de que Lila le hablaba sin saber su nombre. – Pero ellos...
Arnold miró a su abuelo, quien desde instantes anteriores le hacía gestos para llamar su atención. Cuando Phil lo consiguió entonces le habló en un susurro, como si Lila pudiera escucharlo.
– Vivieron felices juntos, no tuvieron nada que lamentar.
– Vivieron felices juntos, no tuvieron nada que lamentar – repitió Arnold.
– ¡Oh! ¡Sí! – exclamó exaltada Lila llevándose sus dos manos entrelazadas al pecho, de la misma forma que lo había hecho cuando Arnold besó a Helga en la fiesta de Rhonda hace ya un poco más de dos años – Se amaron con tanta intensidad y el vínculo que tenían jamás se rompió, ni la muerte pudo separarlos.
Arnold pensó en aquellas palabras y, a pesar de la excesiva melosidad que Lila usó, debía admitir que eran ciento por ciento verdaderas.
El rubio no tuvo tiempo de contestarle a Lila, porque de inmediato llegó Oskar dando grandes pasos, con las manos en los bolsillos y el rostro lleno de furia.
– Abre paso, muchacho – le dijo con tosquedad, empujándolo al dirigirse a la entrada del edificio.
– ¿Le ocurre algo, señor Kokoshka?
El hombre se volvió hacia Arnold mirándole extraño. Parecía que era la primera vez que el rubio le hacía esa pregunta, al menos eso daba a entender la ira en su rostro que se transformaba en perturbación para finalmente quedarse en el desahogo.
– Suzie no quiere saber nada de mí – le respondió desanimado arrimándose a la puerta – Ya le he dicho que no puedo manejar mi vida sin ella, pero aun así no me quiere ver ni en pintura.
Arnold miró nuevamente la apariencia física de Oskar y no extrañaba que Suzie se haya hartado de tener a su cargo un bebé gigante.
– Quizá si cambiara su apariencia – le dijo midiendo el tono de su voz, no sea que suene a reproche y Oskar salga con una reacción inesperada.
– ¿Te refieres a una cirugía? Pero son muy caras y no tengo dinero. Sé que te debo ya 20 meses de alquiler y he de pagártelos, sólo déjame conseguir algo para apostar en las carreras de caballos y entonces...
– ¡Eso es lo que está mal! – recriminó Arnold percatándose del inmenso abismo en el cual había caído Oskar. Entre este patético intento de ser humano y el responsable padre de familia que Arnold conocía no había duda de cuál era el mejor – ¡Ya deje las apuestas! Si quiere reconquistar a Suzie comience por cambiar su estilo de vida, ella no necesita una carga sino un apoyo.
– ¿Y cómo lo hago? Sin ella no puedo.
– Con esa actitud va a permitir que ella busque a otro hombre, uno que la haga sentirse valorada como mujer, que le brinde lo que ella merece ¿Acaso Suzie no se merece lo mejor del mundo?
El hombre quedó estático ante tales verdades, cada una de ellas era una bofetada, literalmente hablando.
– ¡C... Cla... Claro que sí! – respondió Oskar con voz temblorosa, pero luego sacudió la cabeza antes de volver a hablar – ¡Ella se merece lo mejor del mundo! ¡Ya basta de falsas promesas! ¡Es hora de cambiar! Oye, muchacho, ¡Dile adiós a este Oskar, que el próximo que verás será uno nuevo!
– Mi nombre es Arnold – le comentó el rubio con una sonrisa un poco más amplia. Quién diría que bastarían unas fuertes palabras para hacer reaccionar a ese cabeza dura.
– Arnold, ¿Eh? ¡No he de olvidarlo nunca! Me has dicho muchas cosas que no puedo contradecirte – El hombre pasó una tosca mano por la melena del rubio – ¡Has sacado mucho de tu abuela y bien escondido te lo tenías!
De inmediato Oskar comenzó a correr hacia el lado oeste de la ciudad.
– ¿A dónde va, señor Kokoshka?
– Escuché que en la empresa demoledora de Ernie necesitaban ayudantes – gritó decididamente – Voy a meterme a trabajar a como dé lugar.
Phil miró a su nieto y le sonrió ampliamente. Pookie estaba jugueteando, como niña pequeña, en el borde de la escalera. Y no importaba que se cayera, porque volvía a flotar hasta el principio para seguir equilibrándose mientras murmuraba cosas como 'El abismo no podrá conmigo'.
– Oh! Arnold! Eso fue simplemente espectacular.
Aquellas palabras de Lila le produjeron una corriente de escalofríos alrededor de la espina dorsal. ¿Ella le llamó por su nombre? ¿Y lo halagó?
– ¿A qué... a qué te refieres? – le preguntó volviéndose hacia Lila. No era que la joven se transformó en un terrible monstruo al cual temer, pero el sentimiento de amor de Arnold hacia Helga estaba bien clavado en lo más profundo de su corazón, y el imaginar que Lila ahora esté enamorada de él no era una idea agradable. No quería lastimar a Lila pero tampoco iba a aventurarse a una relación con ella cuando Helga lo necesita más que nunca.
Lila frunció el entrecejo notablemente confundida.
– ¿A qué me refiero con qué? – le respondió indiferente.
– A... ya sabes.
Lila parpadeó un par de veces y pareció comprender la situación.
– Bueno, Arnold... Ese es tu nombre ¿No? Así le dijiste a ese pobre hombre. Sólo me pareció encantador el que te preocupes por ese hombre, pero no me malinterpretes, eres una persona maravillosa y me gusta eso... pero todo queda aquí, sólo me gusta, no me gusta muchísimo.
– ¡Sí, comprendo! – le respondió sumamente aliviado. Hay cosas que definitivamente no cambiarán.
– Lamento si me malinterpretaste – siguió hablando Lila en un tono más suave, como si no quisiera lastimarlo.
– No, no te preocupes. Es algo sin importancia.
Lila le quedó mirando por unos segundos en total silencio, luego se aventuró a hablar.
– A ti te gusta alguien – soltó estas palabras con la misma naturalidad de que si estuviese comentando sobre el clima. Arnold sintió que las mejillas se le entibiaban rápidamente.
– Pues sí. Me gusta y mucho – admitió un poco intimidado. Jamás pensó tener una plática de este tipo con Lila.
– Eso es fantástico. ¿Y ya se lo dijiste? ¿Ella ya lo sabe? – el entusiasmo de Lila era sincero y espontáneo. Se notaba que el único interés que ella tenía en él era simple y pura amistad, como si Arnold fuese el hermano que ella tanto quiso.
– No, creo que no lo sabe – Arnold meditó unos instantes sobre su situación. Helga está tan distante a él, y no tenía la más remota idea de cómo acercarse.
– Pues deberías decírselo – dijo Lila con una amplia sonrisa – Estoy segura de que a ella le encantaría saber que le gusta mucho a alguien... – Arnold estaba llenándose de más confianza en sí mismo para ir a buscar a su Helga, cuando Lila finalizó la frase – ... aunque ella no te corresponda en tus sentimientos.
Los ojos del rubio se clavaron en ella con mezcla de irritación y pánico. Lila puso su mejor expresión de 'lo siento, pero es la verdad' que tenía.
Lo que más preocupaba a Arnold era que Lila tenía mucha razón. Helga no le conoce, seguro habrán transcurrido todos esos años sin siquiera mirarse a la cara.
– ¿Sabes dónde vive Hel.. este... Pataki? – preguntó Arnold.
Lila asintió fervientemente mientras le indicaba a cuántas cuadras estaban de su casa. Arnold respiró aliviado al percatarse que aún vivían donde siempre.
– Pataki es una chica muy dulce – continuó hablando Lila. Arnold no la interrumpió, para él sería bueno tener un punto de vista de Helga en un mundo donde él no intervino – Claro que tiene sus malos ratos, pero ella es muy decidida y fuerte. Callada, eso sí, pero sé que en el fondo ella necesita amigos, si tan sólo me dejara acercar a su vida, estoy muy segura que seríamos grandes amigas.
Arnold sintió que sus ánimos se bajaban. Si Lila no ha cambiado en esta realidad esto implicaba que la castaña estaba viéndole lo bueno a la rubia. Lila nunca se atrevería a hablar mal de nadie. Y Arnold necesitaba una perspectiva real de Helga, para saber a lo que se enfrentará. Igual agradeció a Lila la poca información (Helga no tiene amigos y no platica con nadie. Muda no es, porque él mismo la escuchó hablar)
– Y dime... – le dijo Lila entusiasmada – ¿Quién es la chica que te gusta?
Arnold corrió hasta la casa de Big Bob Pataki. Si existía algún sitio en dónde tener una clara y real idea de lo que aconteció con Helga, sin duda este es el sitio.
Llegó casi sin aliento por la corrida que se dio, pero sentía que debía apresurarse. Subió las pequeñas escaleras de la entrada y tocó el timbre.
Casi de inmediato salió a abrir la puerta Olga Pataki, la mayor de las hijas, con una amplia sonrisa que no cabía en su rostro. Arnold inconscientemente pensó que Olga y Lila tenían mucho en común.
– Pero si tenemos a un joven visitante – le dijo ella ofreciéndole unas galletas recién horneadas – ¿Cuál es tu nombre?
– Soy Arnold... –
– ¡Oh! ¡Creo recordar! – exclamó Olga entusiasmada sin dejarle terminar de presentarse – Tu abuela evitó que papá hiciera su contrato con la empresa Future.
– Oh, oh – exclamó Phil con una carcajada mientras le sacudía la cabeza a su fantasmal esposa, ambos habían aparecido mágicamente – Mi Pookie ha sido muy, muy traviesa.
Arnold sintió que la sangre se le bajaba a los pies. Había olvidado ese detalle y puede que Bob no quiera verlo ni en pintura.
– ¡Papá! – gritó Olga corriendo a la sala en busca de su progenitor – ¡El nieto de esa señora está aquí!
– ¡No! ¡Espera! – dijo Arnold aterrado pero Olga no le hizo caso. Ella se perdió por el pasillo y a lo lejos escuchaba a Bob responderle a su hija. Phil no podía aguantarse la risa.
La abuela, por su lado, comenzó a examinar la casa, parecía niña pequeña suelta en un parque de diversiones.
– No es algo grave – comentó Phil entre sus risas. Pero Arnold lo ignoraba, se mantenía firme como si fuese un soldado valiente al que están a punto de ejecutar – Hazme caso. Me acuerdo bien de esto. De nada sirve que hayas querido o no intervenir en las vidas de las personas, a Bob Pataki quisieron estafarlo.
La tensión se dispersaba de Arnold.
– ¿Estás seguro? – le preguntó dudoso.
– ¡Claro que sí! – contestó Phil sintiéndose ofendido por la falta de confianza en sus palabras – Nosotros (Ernie, Oskar y yo) íbamos a demoler la calle para que se cayeran esas máquinas, Bob Pataki nos descubrió y se propuso para ayudarnos. Nos contó la gran estafa que planeaban hacer en su contra. Y él, como todo Pataki no se iba a quedar de brazos cruzados.
Arnold hubiese gritado de felicidad, sino fuera porque el hombre Pataki se acercaba hacia él.
– ¿Qué hay de nuevo, muchacho? Olga me contó que andabas por estos rumbos – Bob le dio unas palmadas en la espalda – Lamento mucho lo de tu abuela, era una gran mujer... Nos enteramos esta mañana porque... bueno... Hubiésemos ido a verte pero estabas con mucha gente.
Arnold se sintió extraño con esta atención de parte de Bob. Brevemente recordó cuando él fue a su casa, para pedir consentimiento de salir con Helga. El hombre Pataki había gruñido un 'Sí, sí' mientras veía en la televisión su nueva publicidad de localizadores. Y las pocas veces que se refirió a él le decía Alfred.
– Eh... sí... Bueno... – Arnold respiró profundamente, como tomando valor en vez de aire – La verdad estoy aquí para hablar acerca de su hija.
Hubiesen bastado unas cincuenta salvaciones de estafas para que Bob no mirara tan amenazadoramente a Arnold.
– ¿No crees que estás algo joven para mi Olga? – le preguntó cruzándose de brazos, para adoptar una pose más intimidante.
Arnold negó con la cabeza.
– ¡No, no, no! No me refiero a ella, sino a Helga.
Ante la mención de la última hija Pataki, Miriam salió al instante, secándose las manos en una toalla. Seguramente estaba terminando de lavar los trastes del desayuno.
– No creo que ella te haya hecho algo, últimamente ha estado... – Miriam miró a su esposo y a su hija mayor, buscando en ellos las palabras exactas para expresarse –... algo delicada de salud, y nos hemos visto en la necesidad de internarla en una clínica especializada.
Arnold notó culpabilidad, remordimiento y enfado en el rostro de los padres. Olga se limitaba a secarse unas traicioneras lágrimas que empapaban su rostro.
– No, no... Helga nunca me hizo nada malo – explicó Arnold mientras buscaba en sus abuelos alguna ayuda para seguir, pero Phil se encogió de hombros sin saber la respuesta y Pookie estaba observando una foto de Helga con su familia, puesta en la entrada de la sala.
Arnold entonces quedó mirando la imagen de Helga en aquel retrato. Llevaba el cabello corto, una blusa de mangas largas de color gris que parecía quedarle un poco grande (seguro que para ocultar su flacidez) y unos pantalones jeans negros. Tenía una expresión de indiferencia y estaba lo más apartada que podía de sus padres y su hermana.
– Esa fue una foto que conseguimos tomarle cuando cumplió sus quince años – dijo Olga estallando en lágrimas. Sus padres atinaron a abrazarla y a consolarla.
Arnold cerró los ojos recordando que, en su realidad, entre él y Phoebe habían convencido a la rubia de celebrar su fiesta rosada. Por breves instantes sonrió nostálgico al pensar en lo que le había dicho esa vez sobre como el rosa parecía encajar bien en ella. Helga entonces lo había amenazado con sacarle los dientes uno a uno, sin anestesia, si no dejaba de decir tantas estupideces, sin embargo hicieron la fiesta. Helga se había vestido de rosa, y disfrutó de una alocada reunión con todos los chicos que conocían desde la escuela.
La foto que ahora veía Arnold era el perfecto contraste de la que en su mundo se encuentra ubicada en el escritorio de Bob Pataki (junto a la de la graduación de Olga) en la que Helga estaba haciendo una mueca de enojo mientras Olga le abrazaba orgullosa y radiante mientras sus padres las veían notablemente satisfechos. Era preferible ver a Helga expresando fastidio a verla, como en la actual fotografía, tan indiferente.
– ¿Qué tienes que ver con Helga? – preguntó Bob directamente mientras dejaba a Olga en los brazos de su madre.
Arnold se volvió hacia los integrantes de la familia Pataki, su mirada se tornó decidida.
– Estoy preocupado por ella – respondió firmemente.
Miriam le miró más intrigada y enfadada.
– ¿Y crees que nosotros no? – soltó bruscamente. Arnold dio dos pasos atrás de forma involuntaria. Nunca ella mostró tal enfado en ninguna circunstancia – ¡Pero ella es inaccesible!
– Miriam, cálmate – le pidió Bob. Miriam dejó a Olga, quien se cubrió el rostro con ambas manos. El hombre Pataki luego miró a Arnold y las expresiones en su rostro fueron las mismas que Oskar en instantes anteriores, porque al final desahogó lo que ha callado quien sabe por cuántos años – No sé qué error cometimos con ella, pero no podemos entablar un contacto familiar. Helga se encierra en su mundo y no sabemos cómo sacarla de ahí. Cualquier intento ella nos rechaza, como si fuésemos la plaga de su vida.
Las personas simplemente necesitan expresar sus problemas.
– Siempre que queremos hablar con ella, nos esquiva y se encierra en su habitación. Ella ha cambiado la cerradura de su cuarto cada vez que nosotros logramos conseguir un duplicado de la llave – dijo Miriam suspirando cansadamente – La verdad ya no sé qué hacer.
Arnold creyó que intentar ingresar a la vida de Helga a la fuerza no era una buena manera de acercarse a la rubia, pero no pudo expresar su idea, porque Bob se le adelantó en hablar.
– Por mi lado ya perdí todas las esperanzas en ella – Al instante se volvió hacia Olga para posar una mano en su hombro – Si al menos mostrara enfado, rabia... o un instante de felicidad no me preocuparía tanto. Pero sigue con su maldita actitud indiferente a la vida, como si nada le importara.
– ¿Y por qué, exactamente, estaba en el hospital? – indagó Arnold con notable preocupación.
Los mayores se miraron. Miriam fue la decidida en hablar.
– Tiene un ligero quebranto en su salud, pero está en las mejores manos de la ciudad, de eso nos hemos encargado.
Arnold soltó un 'Oh' declarando que escuchaba esas palabras, pero no las creía del todo.
– Mira... será mejor que te ocupes de tus asuntos – Bob lo guio al instante hacia la salida – Lamentamos mucho lo de tu abuela... estaremos hablando otro día.
Y cerró la puerta dejando a Arnold afuera de la casa.
¡Sí, claro! Y el rubio se quedaría tranquilo.
Arnold de inmediato rodeó el edificio y se introdujo en el pasillo que queda hacia la ventana de la habitación de Helga. Si mal no estaba (y esperaba no estarlo en esta realidad) Helga tenía su cuarto al lado izquierdo de su casa, subiendo las escaleras contra incendios. Ella misma le había contado un relato que tenía sobre la ventana y para qué la usaba.
La ventana tiene una pequeña abertura (desde siempre la tuvo) y se podía abrir desde afuera. Helga le había ocultado con cortinas porque ese hueco podía servirle. De hecho le servía cuando salía a escondidas de su casa e iba al parque que estaba cerca del lago, su refugio cuando se enfadaba con su familia. Arnold la halló en muchas ocasiones mirando pensativa a la luna bien entrada la noche (fue cuando él comenzó a ver en Helga un algo que la rubia no mostraba en público). Luego del romance entre los rubios, Helga abandonó sus visitas nocturnas al lago.
Arnold introdujo la mano en la pequeña abertura, su mano de adulto casi no entraba, y le raspó la piel. No obstante, esto no le importó, menos cuando logró dar con el picaporte de la ventana y logró abrirlo.
Cuando Arnold abrió la ventana, la luz del día se introdujo en la habitación, dejando notar un ambiente simplemente oscuro. Las paredes estaban pintadas de azul marino, las camas tenían sábanas de color café apagado. No existían retratos en la mesa de noche, no había algún signo de que una joven rubia y llena de vida viviese ahí. Parecía más una bodega. Si no fuera por el armario abierto, el cual guardaba ropas oscuras (jeans negros en especial)
Arnold suspiró cansado mientras se volvía por la ventana. La cerró volviendo a lastimarse la mano, y bajó lentamente las escaleras. Abajo sus abuelos lo miraban con tristeza.
– ¿Encontraste algo que te guiara? – le preguntó Phil. Arnold negó con la cabeza.
– Incluso me deprimió más – admitió colocando su mano herida en un bolsillo de su chamarra y con la otra deslizándola por su dorada melena.
Debía volver al hospital. Buscaría con Helga ¡Y la haría reaccionar a como dé lugar! Así deba pasarse el resto de su existencia en ello.
Arnold comenzó a dirigirse hacia la clínica, cuando escuchó en un callejón unas voces masculinas.
– ... tantos años de experiencia. ¡Es el espíritu del juego en persona! – Gino, con su melena azabache, y vestido con traje elegante y corbata, le decía a un muchachito de aproximadamente 14 años.
– Pero ya me leí todas las reglas – el adolescente le enseñó entonces un libro grueso y negro, en la pasta existía un fondo verde. Con letras doradas estaba escrito The King... Rules. Una corona grande también estaba estampada en la misma tonalidad que los caracteres. El muchacho siguió presentando su desafío – Y creo... ¡No! ¡No creo! ¡Estoy preparado para derrotar al Rey en su propio juego!
– ¡¿Gerald?! – exclamó Arnold perturbado.
Gino y los demás le miraron intrigados.
Continuará...
