Frío

Capítulo 6: Discusión

Con las manos en los bolsillos, la vista baja para protegerse algo del sol, encogido sobre sí mismo, haciendo crujir la gravilla del camino antes de dejarla atrás, es casi fácil fingir que el mundo es un lugar completamente diferente. El sol brilla sobre ellos, y la calidez de allá donde tocan sus rayos es reconfortante. Que no les va a dar el gusto, ¿vale? Que lo de empeñarse en salir fuera ha sido un complot. Una manía incomprensible. ¡Injustificado! ¿Por qué tendría que marcar ninguna diferencia, estar fuera o estar dentro? ¡Venga ya!

Pero, bueno, sí: es agradable. Molesta en los ojos, y le pica en las mejillas, que sabe que pronto le arderán, pero es una sensación bonita. Dulce. Casi de protección.

De verdad que no le costaría nada, ahora mismo, si se dejara, si sólo cerrara los ojos un segundo, convencerse de que todo va bien.

Remus bufa suavemente, para apartarse un mechón de pelo de los ojos, y le mira de reojo.

Sólo un momento, le pide Harry con su silencio. Sólo un segundo. Enseguida, sí, pero sólo un momento. Que abrace una idea, la mime, la haga grande y real, aunque se engañe, aunque sea sólo un instante. Creérselo. Creer que todo va bien. Que el mundo es otro. Que todo está pasado o que, al menos, no pende toda responsabilidad sobre él. Un momento. Porque se le ha ocurrido que pudiera ser otra quién estuviera allí con él, en lugar de Remus, que pudiera ser otra con quien soñara despierto, con quien compartieran un mundo perfecto de papel, y, aunque se alegra de que no sea así, de que no esté allí, de tener una oportunidad para mantener el control, quiere saborear, aunque sea en su imaginación, cómo hubiera sido. Cómo el sol hubiera sido doscientas veces más agradable. Cómo se hubiera acercado, cómo la hubiera abrazado, cómo no podría dejar de mirarla...

- Duele - susurra, muy flojito, sin osar alzar la vista y tener que enfrentarse al significado de su confesión. - Duele.

Remus suspira.

- Lo sé - responde, y se peina hacia atrás con los dedos, en un afán de liberarse más eficientemente del mechón rebelde. - Dios, Harry, lo sé.

Su voz suena tan angustiada que Harry se gira a mirarlo.

- ¿El qué?

Remus alza los ojos para mirarlo, también, y hace una mueca de sorpresa.

- ¿El qué, qué? - pregunta, extrañado.

- Qué duele - explica Harry. - ¿Qué sabes que duele?

Cruza los brazos, en parte para ganar tiempo antes de responder.

- Todo - masculla, como si fuera evidente pero, a la vez, le costara un gran esfuerzo. - Nunca pensé que tu vida...

- No - lo interrumpe, antes de que siga creyendo que lo que le duele es todo lo que cayó encima al nacer, o su situación actual. - No era eso.

Las cejas de Remus se arrugan un momento, con incomprensión, antes de arquearse hacia arriba.

- ¿Entonces?

- Nada - suspira, y sacude la cabeza, quitándole importancia.

- No - insiste él. - ¿Qué?

- Nada - repite Harry, y da un diminuto puntapié a una piedra del camino, que manda al lateral, entre las hierbas. - Todo eso... no me afecta.

- ¿El qué? - pregunta ahora Remus, con expresión incómoda, de quien sabe que su conversación no está siendo entendida igual por los dos implicados.

- Nada - vuelve a decir Harry, y se encoge un poco más. - ¿Por qué querías que habláramos?

Remus le lanza una mirada rápida, de advertencia, dejando bien claro que se da cuenta de la pregunta que ha dejado a medias con el cambio de tema, antes de responderle.

- Venga ya, Harry - suspira. - ¿Te parece poco lo que has hecho últimamente?

- Moody y más Moody - se queja él, y sacude pesadamente la cabeza. - ¿Cómo... - duda - te has enterado?

- Me lo contó Hermione. No es precisamente un secreto.

Tiene que concentrarse en el paso que lleva para evitar una mueca de horror. ¿No es un secreto? Precisamente lo que más quería que no se supiera, ¿no es ningún secreto?

- ¿Quién lo sabe? - musita.

- No, no te preocupes - suple rápidamente Remus. - Sí, sí es un secreto. Que yo sepa, sólo se han enterado sus hermanos, Hermione y, bueno, yo. Y quizás Alicia, por George. Sí es un secreto. Es sólo que, en la familia...

- No importa - lo tranquiliza. - No se puede hacer nada, ¿no?

- Me lo puedes explicar - intenta Remus. - Así lo soltarás. Quiero ayudar, Harry.

Calla un momento antes de seguir.

- Pero si no es nada - dice, finalmente. - De verdad, Remus, estoy bien. Sólo es lo de siempre.

Remus se toca otra vez el pelo, en una mueca pensativa.

- Cuéntame, Harry. Me tienes sorprendido. ¿Qué pasó, exactamente? ¿Me lo explicas?

Se encoge de hombros y asiente débilmente.

- Nada ha cambiado - le advierte, antes de empezar. - Fue un error, desde el principio, y no voy a dejar que pase otra vez.

- Eso, lo esperaba - admite Remus, con una sonrisa irónica. - Pero, en serio, explícamelo. ¿Cómo pasó...?

Harry suspira, y asiente, rendido.

- Te lo puedes imaginar - le asegura. - Estaba cansado, y es tan dulce...

- Vamos, que no querías, ¿no? - le pregunta, con tono de sorna. - Todo fue culpa de ella, porque tú estabas cansado y es irresistible.

Harry tiene que reírse, aunque sea sin ganas.

- No - responde, igual de irónico. - No quería hacer lo que llevo meses soñando. Qué va.

- Cuéntame - insiste Remus. - ¿Fue ella...?

- No - replica inmediatamente. - No, fui yo. Fui yo. Estábamos, no sé, haciendo bromas. Como siempre, ¿sabes? No era diferente. En nada. Estábamos haciendo bromas, y riéndonos, y eso. En el sofá. Había acabado rodeándola con el brazo, pero era inocente. Ni pensaba que pudiera ocurrir de verdad. - Hace una pausa, y tuerce la boca. - Consigue que me sienta siempre cómodo, ¿sabes? Descansado. Casi... seguro. - Una nueva pausa, antes de añadir: - Lo odio. Odio que me haga sentir así.

- ¿Que te haga sentir bien? - replica Remus.

- Que me haga sentir tan bien - puntualiza él. - Es... adictiva.

Remus sacude la cabeza y me rasca la barbilla.

- La quieres, Harry. Por eso te hace sentir tan bien.

- Ya - admite. - Pero lo odio. Todo sería mucho más fácil si no...

- Pero no puedes cambiar eso - razona Remus. - La quieres, y tienes que aprender a vivir con ello.

- La besé - retoma Harry, en parte por no seguir el razonamiento de Remus. - Estaba a mi lado, y era tan preciosa...

Remus asiente, suspira, mira hacia el horizonte.

- Tú ves que tienes que hacer algo - le advierte. - ¿Verdad?

No puede hacer más que encogerse de hombros.

- Lo hemos hablado muchas veces - le recuerda. - No puedo hacer nada de nada.

Remus le da una pausa antes de ir a lo de siempre.

- Eres horriblemente cobarde.

- Soy precavido - se defiende él. - No quiero dejar atrás a gente que sufra.

- ¿A pesar de que sufrirán igual, o más, precisamente si los evitas? - insiste Remus.

Harry bufa, mira el campo a su izquierda, se alisa la ropa.

- Ginny es lo mejor que me ha pasado nunca - estalla, al final, con el ceño fruncido y mordiéndose los labios. - Nunca pensé que pasara. ¡Era Ginny! ¿Cómo... cómo...?

- Eras muy joven - lo tranquiliza Remus. - Erais niños, entonces, y no te fijaste en ella.

- No me di cuenta de nada - se reprocha. - Llegué de una misión, y estaba allí. Llegué a casa, y estaba ayudando a su madre, participando en los preparativos de una reunión, yo qué sé. Ni siquiera había pensado que acababa el colegio, que ya no volvía a Hogwarts. Que la encontraría ahí. Mucho menos que conseguiría que me riera. Que lo olvidara. Que sería tan refrescante, tan tranquilizadora...

Remus asiente, en silencio, y lo anima a seguir.

- No lo entiendes - gruñe Harry, con pena. - Gin me hace sentir mejor que nada en el mundo. Se me olvida todo. ¡Todo...! Es tan feliz, está siempre tan bien, tan... suave. La adoro. Nunca... nunca había querido tanto a nadie. Y aún más desde la última vez que vine, aún más desde todo aquello. Es como si, por conocer más de ella, fuera más adicto. Es... insoportable.

- Pero no quieres repetirlo - ayuda el otro.

- No - murmura. - Claro que no. La quiero. Estoy... estoy loco por ella. Si le pasara algo, si le hicieran daño...

Se interrumpe, y cierra los ojos con fuerza.

- Pero está protegida - le recuerda Remus. - Y, además, es tu debilidad igual, estés con ella o no. Si la quieres tanto, correrás a salvarla mantengas la apariencia oficial de novio de Cho o no.

Ante la mención, se encoge y enrojece.

- Eso también lo sabes - deduce, con voz átona.

- Tienes que entenderlo, Harry - se excusa él. - No sois la comidilla de las reuniones, pero sí que lo hemos comentado. Me preocupas, desde que sé que tienes esta manía por morirte en la última batalla. Y a Hermione, y a Molly, y, un poco, a todos. Lo de tu vuelta con Cho salió, por lo sorprendente. Si a eso añades que habías estado con Ginny justo un mes antes, no sé, es normal que las dos cosas se hablaran, creo yo.

- La señora Weasley nos vio durmiendo juntos - susurra, aún más avergonzado. - Y estuvimos todo el tiempo abrazados, y cariñosos, y sin dejar de besarnos... En el fondo, me da igual que lo sepa todo el mundo. Ahora estoy con Cho, y no se va a repetir.

Remus inspira lentamente.

- A veces no te entiendo.

- No será porque no te lo he explicado - se queja él. - La quiero. Y no quiero que sea un objetivo. Ni que sufra, cuando yo muera. No quiero dejarla atrás, no quiero saber que le parto la vida, no quiero que se hunda sólo por mí.

- Porque estás convencido que vas a morir - le echa en cara.

- ¡Es que voy a morir! - exclama, hastiado. - ¿No me ves? ¡Soy Harry Potter! ¡El niño que sobrevivió! ¡Tengo que enfrentarme a Voldemort y a todos los demás, y es o él o yo, o los dos! ¡¿De verdad crees que tengo alguna esperanza?!

Remus se envara, se para en medio del camino, se gira para encararlo.

- ¡Espero que sí! - le reprocha, en un susurro sin voz. - ¿¿Para qué hacemos todo esto, si piensas que vas a perder antes de empezar??

- ¡No voy a perder! - replica él. - ¡¡No pienso dejarlo vivo y morirme yo!!

- Entonces, ¡¿por qué tienes que creer que, entre vencerlo y vivir o vencerlo y caer, pasará lo peor?!

- ¡Porque tengo que estar preparado! - concluye, con los nudillos blancos, de fuerza que pone en cerrar los puños. - ¡Tengo que estar preparado para morir! Me lo pienso llevar por delante, ¡pero no puedo hacer como si todo fuera a ser facilísimo, porque ¿qué pasará cuando no lo sea?! ¡Tengo que estar preparado!

Remus sacude una vez la cabeza, brusco, hincha las fosas nasales y contiene un estallido tras unos dientes encajados.

- Tienes que querer vivir, para hacerlo - le reprende, en un susurro. - Tienes que quererlo, Harry, o te dejarás vencer.

- Quiero vivir - afirma, con una mueca incómoda.

- Eso no es cierto - lo acusa en respuesta. - Dices que adoras a Ginny, pero la apartas de tu vida. Te hace sentir bien; es quizás lo único que lo consigue, pero tú vas y le dices que estás con Cho. Para no tenerla cerca. Para no tener motivos. Para no querer sobrevivir, para que no te importe el precio de tu muerte. No me engañas. Deseas morir, tanto como matarlo.

- No deseo morir - protesta, pero ya no le quedan fuerzas. - No quiero morir, Remus, ¿por quién me tomas? Sólo quiero que esto acabe ya. Que acabe, y no haya que esconderse.

- No cambies de tema - desprecia el otro. - Harry, por el amor del cielo, no puedes planificar para el desastre. ¡No puedes negarte a ser feliz, sólo por lo que pueda pasar...!

- ¡No puedo ser feliz! - salta, enseguida. - ¡No tengo tiempo!

- ¡Pero si sólo tienes que decirle la verdad! ¡¿Cuánto tiempo crees que necesitarías?!

- ¿Y qué verdad, a ver? ¿Que no voy a morir? ¡¿Que podemos casarnos, tener hijos, tener una casita con jardín mientras yo me preparo para la lucha épica final?!

- ¡No! - explota Remus. - ¡¡Que la quieres!! ¡Que te has inventado lo de Cho! ¡Que estás loco por ella y sólo tienes miedo a hacerle daño, algún daño, cualquier daño!

- ¡Venga ya! - responde Harry, y se aparta y se avergüenza al notar que dos lágrimas escapan por sus mejillas al dibujar la mueca de dolor. - ¡No puedo, Remus! ¡Entiéndelo! ¡No puedo permitírmelo! ¿Qué quieres, que haga como si nada? ¡¡Voy a morir!!

- ¡No lo sabes! - le interrumpe, alzando la voz. - ¡No tienes por qué morir! ¿Por qué estás tan convencido de hacerlo? Y, sobre todo, ¡¿porque no la dejas a ella elegir, sabiendo lo que sientes y lo que piensas?!

- ¡Remus! - protesta, airado. - ¿Crees que no sé lo que elegiría ella?

- ¡No lo dudo! Pero, claro, prefieres quitarle toda libertad y elegir por ella, ¿no?

- ¿Y qué quieres? - susurra, sin que se le pase el enfado ni un ápice. - ¡¿Que me despida de ella pidiéndole que cuide de los niños?!

Remus se gira para mirar al frente, se mesa los cabellos, peinándolos hacia atrás, antes de dirigirle una última mirada enfadada.

- Eres imposible - gruñe. - ¿No ves punto medio? ¿No ves que sufrirá, si te pasa algo, estés con ella o no?

- Pero menos - puntualiza. - Además, da igual. Sólo fue afecto, Remus. Ella no...

Ese comentario, casi inocente, hace que Remus vuelva al trapo con energías renovadas.

- Si te quieres creer eso - le dice, entre dientes - allá tú, ¿sabes?

- Es cierto - insiste él. - No sabes qué ha sido de su vida, desde el colegio. Aquello se le pasó, Remus. Ni mucho menos sigue enamorada de mí.

- ¡Erais niños! - repite. - ¡Claro que se le pasó! ¡Hace años...! Pero os habéis vuelto a ver, y estáis solos, y, Harry, has caído a sus pies, porque estáis compartiendo mucho. ¿Crees sinceramente que ella no...?

- ¡No! - exclama, aunque ni a él le parece convencido. - Y esto se acabó. Se acabó. No puede ser. ¡Y punto! Ella no, y yo no voy a hacer nada para cambiarlo, y no voy a venir más por aquí y voy a intentar que me vea tan poco como sea posible y que piense, ¡sí!, que estoy con Cho.

- ¿Por eso quieres venir a mi casa?

Asiente, hunde la cabeza entre los hombros, tuerce la boca.

- Ella no, Remus - insiste. - Y, si me quedo, no voy a poder evitarlo. Duele - repite, volviendo a la conversación que ha dejado a medias al empezar a hablar con él. - Duele tenerla cerca y no tocarla. No notarla. Duele. Duele horrores.

Remus asiente y le pasa un brazo por los hombros.

- No sé qué vamos a hacer contigo - suspira. - Te equivocas, pero no podré convencerte de que hagas otra cosa, ¿verdad?

Harry sacude la cabeza y mira la tierra que forma el camino ante ellos.

- No - dice, débilmente. - Y es mejor así. No quiero que sufra.