Frío
Capítulo 10: Libertad
Probablemente lo bucólico se haya mantenido, idéntico, inmutable, igualmente cálido, todo este tiempo. Probablemente jardines, sol, estúpidas florecillas e imprevisibles mariposas, todo haya cambiado bien poco, en los últimos días. En los últimos meses. En los últimos años, variaciones estacionales dejadas aparte.
Aunque para él, un poco, todo es nuevo. Se pasea, haciendo crujir la gravilla, muy despacio, casi débil, por el camino, y los colores, demasiado intensos, parecen querer herirlo. Huele la hierba. Reconoce formas que hacía meses que no veía, edificios, muy a lo lejos, que no esperaba volver a ver.
Nada. No esperaba volver a ver nada.
Y por cierto que odia a Remus y a su presciencia, en ese tema. Tener que darle la razón, después de tantas veces que lo han hablado, lo repatea en sobremanera.
Hogwarts es un buen escondite. Durante el verano está prácticamente desierto. Y no pueden arriesgarlo, no después de haber conseguido lo que ha conseguido, no cuando lo único que queda, para ganar la guerra, son victorias tácticas. Ha caído el káiser. Ha caído el centro, el cabecilla, el instaurador...
Se pasea, y le apetece canturrear, y un poco hasta bailar, con las manos extendidas y los ojos cerrados, bailar, al son de una música imaginaria y girar sobre sí mismo, hasta caer mareado sobre el césped. Es libre. Libre. Se acabó sufrir. Se acabó el suicidio pasivo. Inspira, profundamente, y mira a su alrededor, aún sin creérselo. Libre.
Ni el cansancio, que no ha sido poco, que no ha sido corto, fue comparable a aquél al que él estaba acostumbrado. Ni al que esperaba. Ni al que temía. Ni el cansancio, ni el esfuerzo, ni la dificultad. Estuvo a punto de perderlo, porque, bueno, no fue fácil, pero era menos que lo que le pintaban. Menos que lo que se pintaba a sí mismo. Menos que lo que él hubiera querido. Ya no había mucho más por qué luchar. Hasta él, el otro, el que lo marcó desde antes de que Harry fuera consciente, se dio cuenta. Y la pelea fue demasiado desesperada, demasiado precipitada. Con demasiada certeza de ser final como para que fuera diferente.
Libre. No lo esperaba. Libre, desde hace tres días. Libre, y la ausencia de cadenas pesa más que su pasada existencia. La pelea final, y sólo uno de los que se enfrentaban quería sobrevivir. Mataría por sobrevivir. Valoraba su vida por encima de todo lo demás. Irónico. Muy irónico. Quizás su única ventaja, es perfectamente consciente, fuera precisamente su despojo. Su arrojo. Su indiferencia.
Poco a poco, se acerca al campo de Quidditch. Está muy lejos, y no es su destino, ya que se limita a vagar, en círculos, pero, ahora, en general, se acerca al campo. No, él no esperaba ver nada de todo aquello. Como diría Remus, él no deseaba llegar a volver a ver, bajo ningún concepto, nada de todo aquello. Amargado como estaba, no era difícil de entender. No sabe de nadie que haya soportado tanta presión sin perder el juicio, y no iba a ser él el primero. No. Bastante tiene con haber matado a Voldemort por el camino, no va a ser, encima, el que mantiene la cabeza después de una vida tan despreciable como la que le ha tocado vivir. Está como una cabra. Es inestable y egoísta, y se regodea en serlo. Se lo merece. Se lo merece. Como poco, se merece eso.
Ya que a ella no la puede...
Gira sobre sus pasos, cuarenta y cinco grados, y sigue andando, poniendo la mente en blanco. Oh, no, no le cuesta ningún trabajo, después de aguantar tanto a Moody, y sus manías, que si no bajes la guardia, que si no dejes que te lean el pensamiento, que si no les des ni una pizca de ventaja. Moody. Se pregunta qué debe de estar haciendo, y si su jubilación, más que merecida, debe de ir bien, o qué. Aún no ha visto a Ginny. Aún no sabe nada de ella. Y vuelve a cambiar de tema, con toda naturalidad, rápida, fluidamente, preguntándose por la casa de Moody, si debe de sentirse solo, si lo debe de echar de menos. Y haciendo un gesto algo soez, mentalmente, al plantearse, muy remotamente, ir a verlo, o incluso mudarse con él, cuando se acabe su cuarentena del mundo real, y no pueda quedarse en Hogwarts. Cuarentena que, se da cuenta, no está nada mal pensada, ya que tiene una clara fecha de caducidad, cuando el colegio sea invadido por los alumnos, el primero de septiembre. Oh, sí, muy bien pensado. No le van a dejar remolonear ni un instante más que las semanas que lo separan del inicio de curso, muy inteligente por su parte. Después de todo, en el Cuchitril –Ginny, Ginny, sólo ella lo llama así, o ella empezó, al menos, y da una zancada a un lado, para mantenerse ocupado- hubiera podido quedarse meses, años, autocompadeciéndose, enterrado en sí mismo, sin ver a nadie. Ginny. Ginny.
No es que ella no haya ido. Bueno, sí es que ella no haya ido, pero es que les han pedido a todos que no lo visiten. Que no lo agobien. Ellos también están en sitios seguros, hasta que todo pase. Han aprendido del ochenta y uno. Han aprendido de los Longbottom, y de todos los que cayeron, sin motivo. Están extremando las precauciones, aunque lo más gordo ya haya pasado.
Claro que él no ha preguntado por ella. Y Remus, por algún motivo, no le ha dicho nada, no ha sacado el tema, no ha comentado. Está bien, porque todos están bien, porque se lo dijeron poco después de acabar con todo, pero es cuanto menos notable la falta de intromisión de Remus, siempre tan en todo. ¿Estará perdiendo facultades¿Habrá decidido dejarlo en paz, ya que ha cumplido con su deber, y encima ha sobrevivido? Conociéndolo, es un tacto desacostumbrado. Harry lo ponía negro, con sus decisiones, y, con la paciencia agotada, como la tenía, de hace mucho, duda que haya aprendido de repente a no entrometerse en esos asuntos.
Así que está esperando que Harry demuestre haberse equivocado, que admita estar arrepentido de todo lo dicho y hecho, y pregunte por Gin, de rodillas y lloroso. Que exagera¿vale? Pero es lo que Remus quiere, sí, que sea él el que dé el primer paso. Y por eso no le ha dicho nada de Ginny. Aún.
Otro giro, un poco más amplio, y está encarado hacia el castillo. Es una visión aburrida, no hay nadie en ninguna parte, nadie en los patios, nadie en las ventanas. Familiar, acogedora, pero aburrida. Silenciosa. No como en sus tiempos de alumno, allí, sólo un año, y unos meses atrás. Más de un año, ya. Dos, pronto. Cómo pasa el tiempo. Y esos casi dos años... perdidos. No ha hecho más que perderlos. Igual que perdió su tiempo allí. Ocupado con otras cosas, marcado por algo que no pidió, y queriéndose, para qué negarlo, hacer el héroe, no aprovechó precisamente sus años allí. Y no se refiere a aprender, solamente, aunque bastante hizo el vago. Oh, sí, nunca fue un buen alumno. De hecho, su historial recoge más pereza que ganas de aprender. Que, con Hermione como mejor amiga, si se le permite añadir, es comprensible¿quién podía estar a su nivel¡Cansaba sólo pensarlo! Pero lo cierto es que, si se quitan sus heroicidades anuales, los partidos de Quidditch, que tampoco eran para tanto, siempre ha pensado que su puesto era el que tenía menos mérito de todos, sólo tenías que ser poca cosa y temerario, su exacta especialidad, y si se quita lo que ha logrado la última semana, no queda gran cosa. No es precisamente el tipo de chico con que sueñan las suegras. No Pucey¿vale? Pucey no, porque, bueno, es bastante utópica, esa relación, una Weasley con un heredero Slytherin, pero, bueno, tampoco él mismo. Que no es que tenga aspiraciones. ¿Él y Ginny, a estas alturas? Hizo mucho por cargárselo, a conciencia, una vez y otra, cuando se creía condenado a muerte. No, Ginny y él, ahora, no. Y no le va a preguntar a Remus por ella. No le va a dar el gusto. Y cuando la vea la próxima vez... Cuando la vea... No sabe cómo será, pero intentará evitarla tanto como pueda. Porque no puede ser. Porque no se la merece.
Evitarla, pero no hace más que pensar en ella. Se la imagina cerca, cuando se acuesta, y piensa que la verá, al día siguiente, que se presentará allí, que será ella la que vaya a él, ya que él se empeña en no llamarla. Remus es su único contacto con el mundo, todos los demás ocupados, y cuando va a verlo, una o dos veces al día, normalmente a las horas de las comidas, se imagina que, sin pedirle él dato alguno, le habla de Ginny, le cuenta que ella pregunta por él, que quiere venir a verlo. Cuando por fin llega, resulta que no le cuenta ni de los Weasley. Que no sabe ni de Ron. Y a él le da igual, y sueña que la próxima visita será en la que se lo explique. O la siguiente. O la siguiente.
Así pasan días. No pregunta cuántos, y por su cuenta sólo sospecha que han sido más de cinco, pero menos de diez –no está tan aburrido. La biblioteca de Hogwarts está abierta sólo para él, y, por una vez, visita los libros más amenos, los de lectura, los que están escondidos en el lugar más recóndito, tocados por casi nadie desde hace años; libros no de texto ni de materias oscuras, sino puramente de ocio. Está harto de aprender. Harto de saber cosas.
Busca, en las listas adjuntas a la contraportada de cada libro, siempre el mismo nombre. No lo encuentra nunca, pero otros lo sorprenden, y empieza a buscarlos, también, en cada nuevo libro. Menos Remus, que encuentra en uno –insospechadamente romántico, por cierto-, todos son gente que ya no está con él, y recuperarlos a través de los libros le parece tan imposible como que vuelvan a la vida. Así que es tan sólo anecdótico. Este libro le leyó mi madre. Este lo leyó mi padre. Este lo cogía regularmente McGonagall, muchos, muchos años atrás. Los libros que visita, cansado de tratados y artes oscuras, son tan poco populares que el historial se remonta, a veces, a principios de siglo.
Más de cinco días, pero menos de diez –se pregunta cuántos días tendrá esa impresión. Hasta que se canse de los paseos y del castillo. Entonces serán más de diez y menos de veinte, y empezará a jugar a Quidditch. Las escobas, amontonadas en una sala oscura del segundo piso, empiezan a tentarlo. Solo no tendrá mucha emoción jugar, pero lo tienta. Y cuando sean más de veinte y menos de un mes... supone que siempre podrá ayudar con el invernadero. O visitar el bosque. O bajar a la cabaña de Hagrid, y limpiarla, y acondicionarla, por si algún día alguien quiere volver a usarla.
Así pasa su tiempo, cuando Remus no lo visita. El eco en los pasillos, cuando anda sobre la piedra gastada, le hace compañía, y disfruta de la paz. No ser conocido, no ser vitoreado. Temía convertirse en la última sensación, después de acabar con todo, y agradece que se le brinde, de nuevo, anonimato, enclaustrado allí. Prefiere su soledad a cualquier muestra de popularidad. No le molesta estar solo. No le molesta dormir con sólo silencio a su alrededor. Hasta el frío de algunos corredores, que él siempre había visto animados y cálidos, gracias a chimeneas o teas, es bienvenido.
Con el mundo tan lejos, y salvado, no le cuesta fingir que, realmente, a todos los efectos, ha muerto. Sin dañar a nadie. Sin nadie que le llore. Oh, no, no le molesta para nada estar allí dentro. Y huir de los problemas. Y no tener que enfrentarse a todo lo que él sabía que iba a pasar si no moría cuando él esperaba morir.
Lo cual no está nada, nada, pero nada mal.
-Te he dicho que no lo despiertes. ¡Déjalo dormir!
Harry dormía. Soñaba con algo que aún podría recordar, si lo intentara. Había Quidditch, y un gato, y el color rojo, que estaba muy, muy mal...
Pero, la verdad, le da igual recordar lo que soñaba, tras escuchar esa voz. Ginny. ¿Ginny? Podría ser la señora Weasley, porque hablando tan flojo... Ni siquiera recuerda cómo era la voz, sólo que las alarmas se han disparado en su cabeza. ¿Podría ser la señora Weasley¿O era una voz más suave, más conocida, más cercana?
Los ojos se le han abierto completamente, y está despierto, del todo, sin pizca de sueño. Se gira en la cama, para mirar hacia la voz. No hay nadie en la puerta. Es de día, y tampoco hay nadie en la habitación. Enseguida, una sombra: Remus. Se acerca a despertarlo, pero se queda a medio camino, al verlo ya despierto. Es él al que la voz le decía que no lo despertara. Y la voz... ¿Ginny? Viene tras él. A contraluz, y sin gafas, no la identifica. Alarga la mano, apresurado, y, cómo no, tira las gafas al suelo, de la misma urgencia. Remus se acerca más, para dárselas, mientras él se sienta en la cama. Ella también se acerca, y a Harry le apetece, súbitamente, chillar, de frustración. Molly. Sólo Molly. Vaya alarma cochambrosa que tiene instalado su cerebro¡¡no era Ginny!
Y, encima, su cerebro tiene instalado un sistema de disimulo que es defectuoso recién levantado: Remus, mientras le pasa las gafas, se da cuenta de su decepción, con hiriente nitidez, y lo mira con superioridad.
Va a tener que dedicarse a enfrentarse a hombres lobo, a partir de ahora, para borrarle esa sorna de los labios.
-Buenos días, Harry –le dice, con un retintín que, en su opinión, sobra muy mucho.- ¿Cómo nos hemos levantado hoy?
-Bien, como siempre –responde, mirando a Remus algo amenazadoramente.- Buenos días, Molly. Hacía mucho que no te veía.
Se levanta y se acerca a la matrona Weasley, para darle un abrazo. Mucho, muchísimo, que no se veían.
-Buenos días, Harry, querido –responde ella, y le da un beso en la mejilla, y lo abraza muy fuerte.- Tienes buen aspecto. ¿Estás bien¿Comes bien¡Me alegro tanto de verte...!
Harry sonríe, asiente, la mira con cara de alegrarse de verla, también, y luego mira a su alrededor, buscando dónde invitar a Molly a sentarse. Está en pijama, y el cuarto no tiene dónde ponerse cómodos, así que imagina que lo mejor será acompañarlos fuera, pero le parece incómodo. Es su primera visita. ¿Qué hace con Molly? La cocina sería un buen sitio para charlar, igual que harían en la Madriguera, si no fuera por los elfos, y, claro, no los van a echar, porque es su lugar de trabajo, y...
Remus corta su verborrea mental, que sólo servía para no pensar en lo más acuciante, con un gesto amplio, señalando a su alrededor.
-¿Lo ves, como no estaba mal, Molly? Si está aquí sólo es por seguridad, no porque esté herido, ni desfigurado, ni nada de eso.
Harry mira a Remus con curiosidad. ¿Esos rumores circulan de sí mismo? Desfigurado. Bueno, no. Sólo por dentro.
-¡Ya lo sé, ya lo sé! –protesta ella, y le pone la mano a Harry en el brazo, contenta.- Sólo que no entiendo por qué no puede estar con nosotros. ¿Es que no lo cuidamos bien?
Remus lo mira, interrogativamente, como exigiéndole una respuesta. Él abre la boca, sacudiendo ya la cabeza para negar en rotundo que sea porque no lo cuidan bien. Remus se le adelanta.
-Creo que el problema es que lo cuidáis demasiado bien –explica, mirando a Harry desafiadoramente.- Él no hubiera aceptado por nada del mundo volver con vosotros, una vez muerto Voldemort¿me equivoco, Harry?
Abre otra vez la boca, y la cierra, sorprendido. No sabe qué decir. Tarda un instante más en poder improvisar.
-E-eh, no, no es eso, Remus. N-no es que no quisiera ir allí. Es sólo que era muy peligroso...
-Pero ya no lo es –sigue la señora Weasley.- La actividad se ha reducido por completo, estos últimos días, y no quedan Mortífagos libres, que se sepa. ¿Cómo es que sigue aquí, Remus? Completamente solo. ¡Sin nadie con quién hablar!
Remus le pasa la pelota, sólo mirándolo. Persigue algo. Persigue algo.
-No está tan mal, señora Weasley –asegura, con una sonrisa.- Estoy muy bien, aquí. No me falta de nada...
-Y no tiene que ver a Ginny –lo corta Remus, mirando significativamente a la señora Weasley. Que lo mira también, con los ojos muy abiertos.
¡Maldito Remus!
-¿Ginny¿Qué... ha pasado¿Estáis peleados?
Si Ginny estuviera allí, esta conversación tendría algún sentido. Si Ginny estuviera allí, la llevaría bien, respondería lo que tendría que responder, y él podría confiar en ella para que acabara como tenía que acabar. Ginny hacía las cosas, sencillamente, bien. Hablar con la señora Weasley, en cambio, sufridora y preocupada, y encima impotente...
-No, señora Weasley. No tiene nada que ver con Ginny. No sé de qué hablas, Remus.
-Entonces no te molestará que haya venido –deduce Remus.
Los hombres lobo son unos cotillas metomentodo que no hay quien aguante. ¡Argh!
-¿Ha venido? –pregunta, aparentando completa normalidad.- ¿Ginny está aquí?
-Sí –responde Remus.- Abajo. En el invernadero. ¿Me equivoco si pienso que quieres verla?
Harry duda, y mira a Remus. Un '¿Y cómo está?', agudo, necesitado, se forma en su garganta, pero no llega a salir. Sacude la cabeza. Duda. La vuelve a sacudir.
-Me da igual –miente, con la vista baja, pero voz firme.- Ya que está aquí, la saludaré, claro. Pero de verdad que no estamos enfadados, ni hay... nada raro entre nosotros.
-Oh, no –suspira Remus.- Nada raro. Claro que no. Vístete. Estaremos fuera.
Y salen.
Y Harry se muerde los labios, fuerte, de frustración. Ginny. Genial.
No tiene nada que decirle.
No tiene nada que decirle.
Volver sobre todo aquello, y explicárselo... ¿por qué hacerle más daño? Ginny. Abajo.
Todo esto es obra de Remus. Todo es obra de Remus. ¿Ya se ha cansado de esperar que él le pregunte por ella¡¡Sí que tenemos poco aguante!
Pero no va a caer en su trampa. Oh, no.
No tiene absolutamente nada que decirle a Ginny, que ella no sepa ya. (Después de todo, ya le ha dicho que la quiere, más de una vez.) Nada que decirle. La saludará, le preguntará que cómo le va todo, y...
Vivir con los Weasley. No. Se buscará una casa. Eso mismo. Una casa. ¿Con Cho? Se exaspera por recurrir siempre a la misma mentira. No, con Cho no. Aunque sea tan seguro que le dé rabia no usarlo; si está con Cho Ginny ni se planteará que puedan estar juntos. Porque no pueden estar juntos. Él no la merece. Con Cho... decirle que está con Cho, cosa que sería una enorme mentira, por cierto, le resolvería el futuro, a corto plazo. Pero no va a volver a mentirle con eso. Otra vez no. Con Cho, no. Solo. Una casa, solo. Que la empezará a buscar enseguida. Así hace algo con su tiempo libre, por cierto. Y, entonces, no tendrá que vivir con los Weasley, y verla cada día, y reírse otra vez con ella...
Tontamente, se pregunta cómo llevará el pelo. ¿Como la última vez, raro¿En una coleta¿Dos trenzas¿Suelto...? Igual le ha crecido, igual lo lleva corto... Claro que mucho no le ha podido crecer, porque no hace tanto que se vieron por última vez... Y la ropa que lleva¿la reconocerá¿Será nueva¿Qué se habrá puesto?
Se corta en seco, mientras se mira al espejo, y se peina y repeina por cuarta vez. Como si tuvieran remedio sus malos pelos. Como si valiera la pena. Tiene nervios en el estómago. Las piernas le tiemblan.
Y todo es culpa de Remus.
Maldito Remus.
¡Maldito Remus!
