El cuerno de plata
La batalla que libró Boromir justo antes de partir al Concilio de Gondor
Todos los personajes principales pertenecen a JRR Tolkien. Los personajes secundarios inventados para este fanfic tienen nombres tomados del Silmarilion
Capítulo 4 "El reencuentro"
En el campamento de Ithilien ya estaban reunidos Denethor, Curumir y Theodred. Esperaban la llegada de Boromir de un momento a otro, confiados en su capacidad y la de sus hombres para escapar de la celada orca. Denethor informó de las últimas noticias.
Hemos sabido que un emisario ha llevado este mensaje al de Angmar: Será perdonado y readmitido por Sauron, y todos los poderes que ha perdido serán restaurados y perfeccionados. Angmar no ha dado respuesta conclusiva. Para manifestar su fidelidad, le bastará volver a usar el anillo que le dio Sauron…
¡Ha de ser atacado y vencido de inmediato!
Un extraño mensajero con insignias del enemigo exigió ser admitido ante Denethor. Al ver éste el salvoconducto de su hijo y el mensaje urgente, ordenó seguir al mensajero. Éste, apenas repuesto, los condujo por caminos enrevesados durante un par de jornadas. Extrañados los soldados, manifestaban sus dudas antes de seguir, pero Denethor dio órdenes terminantes de confiar en él. Siguiendo su paso, llegaron pronto a la llanura de la batalla que daba Faramir.
Los guerreros acosados soltaron su júbilo y sus casi perdidas esperanzas cuando vieron la carga amiga brotando desde un camino inesperado. Los ejércitos reunidos limpiaron la planicie delante de la fortificación y el enemigo se replegó casi al límite del alcance de la vista.
Denethor abrazó a su hijo, cuando los atrajo el llamado de un heraldo. Curumir y un parlamentario se dirigían al ejército enemigo con los colores de un reto formal, de jefe de ejército a jefe de ejército.
Denethor, Theodred y Faramir estaban escandalizados.
¿Qué pretenderá este mago pretencioso?-decía Denethor.-Sí, puede tener poder para derrotar al de Angmar¡pero no le corresponde ese puesto!
Lentamente la figura del jefe enemigo se plantó frente a Curumir. Los hechiceros se miraron mutuamente unos minutos. Curumir alzó los brazos, invocó su conjuro, lo dirigió con un brusco movimiento de su vara contra el hechicero negro.
La violencia del hechizo casi derriba al enemigo. De haber mirado Denethor un segundo antes, hubiera distinguido entonces un relámpago y una oscuridad correr juntos sobre los picos de Mordor. El de Angmar se recuperó.
Con imperiosos movimientos de su muñeca, comenzó a reunir un oscuro remolino sobre su cabeza. Arrojó este tornado sobre Curumir, que le opuso una onda luminosa procedente de su vara. La onda parecía que derrotaría al remolino. Ahora Denethor casi estuvo seguro de ver el relámpago y la oscuridad, pero volvió a mirar un instante demasiado tarde. El remolino desbordó la onda, derribó a Curumir y el de Angmar alzó los brazos en triunfo. Faramir dirigió la atención de su padre hacia otro punto:
¡Hombres de armas¿Será Boromir?
Por la falda de las montañas más lejanas al norte descendía una pequeña compañía. Pronto se hundirían en un valle detrás de las colinas inmediatas.
Si es Boromir, pronto nos enteraríamos por su cuerno. Desgraciadamente, también lo oirá el enemigo, y está más cerca que nosotros del pasaje entre las colinas. Espero que no lo toque.
La respuesta llegó pronto, en el orgulloso tono tan conocido en Gondor. Las filas del ejército enemigo se pusieron en marcha de inmediato. Boromir y su escolta se hundieron detrás de la última elevación.
¡Al ataque! –gritó Denethor, cabalgando sin mirar atrás, a los caballeros que lo siguieron de inmediato en horrísona carga.
Los ejércitos trabaron cerrada batalla, cuando de pronto Faramir le gritó a su padre
¡Allá, mira!
Por el lado de la colina opuesto al esperado emergían Boromir y sus caballeros. Ahora estaban tan cerca del Señor de Angmar que apenas había otros enemigos entre ellos. Los gondorlingas cargaron resueltamente contra el jefe enemigo.
El ejército principal de Gondor ejecutó entonces un hábil giro, dirigido por los magistrales jinetes de Rohan. El grueso del enemigo no podía retroceder ahora, trabado en el violento enfrentamiento. Al señor de Angmar lo protegía apenas un puñado de soldados contra Boromir. De mala gana empezó a retroceder hacia el suroeste.
Los jinetes de Boromir aceleraron el galope. Lo mismo tuvo que hacer Angmar para no ser alcanzado. Finalmente se internó por un cañón, seguido de cerca por sus perseguidores.
El cañón llegaba pronto al final. El de Animar, acorralado, lanzó un último hechizo, pero cayó sobre Nealeth, que se abalanzó sobre Boromir al ver el gesto del hechicero. -¡Vengadme! –imploró, cayendo malherido.
Boromir cargó con furia total. Su espada se alzó. Angmar se llevó la mano derecha al interior de la capa y en rápido gesto, a la mano izquierda. La espada de Boromir se hundió en una vacía vestidura.
Cuando los ejércitos de Gondor y aliados terminaron de limpiar el terreno de enemigos, Curumir encontró algunas dificultades en explicar su comportamiento, pero Boromir fue aclamado como el gran héroe de la contienda. Emprendieron todos el regreso, pero en varios corazones quedaron sombras e impresiones sobre los poderes que habían intervenido en la pugna. Quedaba la impresión de que una gran parte de la historia estaba por transcurrir aún.
