Lágrimas de hielo

IV.

La doctora Aizawa atravesó de nuevo la puerta acristalada esta vez acompañada de Sakuragi y le guió a través de la zona de urgencias, llena de médicos y enfermeras que se paseaban arriba y abajo atendiendo a los muchos pacientes que allí se encontraban en distintas camas, algunas tapadas por cortinas verdes. Finalmente la doctora se detuvo frente a una.

- Os dejaré solos para que habléis – dijo antes de correr la cortina.

Sakuragi se encontró de pronto frente a la cama donde yacía Rukawa. Estaba mucho más pálido de lo habitual y tenía tanto la mano derecha como el antebrazo izquierdo vendados. Pero lo que más le inquietó fue la mirada de sorpresa que le dedicó el kitsune.

- Hola zorro…

- Hola… Q-qué haces aquí?

- Cómo que qué hago aquí? Pensabas que después de traerte al hospital me olvidaría de ti y me iría a mi casa?

- Sí.

La sincera respuesta le desarmó completamente. Como era posible que Rukawa pensara eso de él? Tan desastrosa era su relación como para llegar a ese punto?

Tanto se odiaban el uno al otro?

- Yo no le odio…

- Uh?

Sakuragi dio un respingo: no se había dado cuenta que se había contestado a sí mismo en voz alta. Pensó durante un momento y finalmente decidió que quizás ya era hora de arreglar las cosas con el chico de ojos azules.

- Yo no te odio – repitió con voz clara.

- Siempre es bueno saberlo… - murmuró Rukawa en tono de burla, pero en su interior una llama de esperanza intentaba abrirse paso.

- Tú me odias? – le preguntó Sakuragi sin hacer caso de sus palabras. Estaba decidido a aclarar las cosas de una vez por todas.

- No – contestó Rukawa.

- Bien, yo no te odio, tú no me odias. Entonces porqué nos llevamos tan mal?

Sakuragi se dio cuenta de lo estúpido de su pregunta demasiado tarde. Rukawa le miró con rabia y luego habló intentando que no le fallara la voz.

- Ya no te acuerdas? Fuiste tú quien me golpeó el primer día que nos conocimos…

- Trataste mal a Haruko…

- Si fue así, creo que te pasaste con el castigo, no? Acaso me merecía que me trataras con tal desprecio durante tanto tiempo?

- No, no te lo merecías…

El pelirrojo parecía muy abatido. Pero Rukawa no tenía la intención de consolarle y desvió la vista. El silencio era tenso.

- Sé lo de tu abuelo – dijo el pelirrojo de pronto, pero Rukawa no se inmutó – Lo siento – añadió.

El kitsune seguía sin mirarle ni hablarle, y Sakuragi empezaba a ponerse nervioso. No era un chico muy paciente.

- Qué pasa con tus padres? – preguntó con el presentimiento de que Rukawa sí reaccionaría a esa cuestión.

Y estuvo en lo cierto. El chico moreno volvió a mirarle, pero sin expresión alguna en su rostro.

- Murieron – respondió secamente.

- Ah… - musitó Sakuragi muy arrepentido de haber formulado la pregunta.

De nuevo se hizo el silencio entre los dos chicos; afortunadamente en ese momento llegó la doctora Aizawa.

- Hola chicos. Cómo vais? – al no obtener respuesta decidió continuar hablando - Rukawa, esta noche tendrás que quedarte en el hospital. Te subiremos a planta, de acuerdo?

- …

- Dentro de un rato vendrá un celador a buscarte.

La doctora se marchó tan rápido como había llegado y Sakuragi se acercó un poco más a la cama.

- Necesitas algo? – preguntó todo lo amablemente que pudo.

- Cómo?

- Para pasar la noche aquí, digo… no sé, por si quieres que te traiga algo de tu casa.

Rukawa dudó, pero finalmente aceptó el ofrecimiento de Sakuragi.

- Pues… necesitaría el cepillo de dientes y el bote de las lentillas…

- Tú llevas lentillas?

- Sí.

- Oh… - en ese momento intentaba imaginarse al kitsune con las gafas de Kogure – Bien, yo te lo traeré si me das la dirección y las llaves de tu casa.

- Están en… mierda.

- Qué pasa?

- En mi bolsa de deporte. Donde está? La has traído?

- No… quizás la habrá cogido Yohei, y sino estará todavía en los vestuarios. Ahora le llamaré.

- Yohei?

- Mi amigo.

- Porqué tendría que haberla cogido?

- Pues… porque estaba conmigo cuando te encontramos, no te acuerdas?

- No…

"Pues sí que estabas ido", pensó Sakuragi con preocupación.

- Bueno, dame la dirección y si la bolsa no la tiene Yohei iré a buscarla.

- De acuerdo…

Sakuragi llamó a Yohei desde un teléfono público para que le acompañara a la casa de Rukawa, pues vivía algo lejos del barrio. "Por eso viene en bicicleta", pensó el pelirrojo. Su amigo sí había cogido la bolsa de deporte de Rukawa y le vino a buscar en moto al hospital. Le contó todo y diez minutos después llegaron a la casa del kitsune.

- Bonita casa – murmuró Yohei mientras empezaban a recorrerla.

- Sí… pero muy vacía…

- Te has fijado en que no hay ninguna fotografía de su familia?

- Quizás así soporta mejor su ausencia…

- No te ha dicho como murieron sus padres?

- No.

- Mira, esta debía ser la habitación de su abuelo.

Sakuragi entró en la misma habitación donde lo había hecho su amigo segundos antes y la recorrió con la mirada.

- Ey Hanamichi, mira esto – exclamó Yohei cogiendo un portarretratos que estaba encima de la mesilla de noche – Por fin una foto.

El pelirrojo se acercó y la contempló, y en ese momento algo en su interior se tambaleó.

En la foto estaban un Rukawa de unos trece años y un anciano que supuso sería su abuelo. Ambos vestían con ropa de excursionista y el lugar parecía el monte Fuji. Rukawa rodeaba con un brazo el cuello del hombre más mayor y sonreía al igual que él.

Sonreía.

- Que te pasa? – preguntó Yohei al contemplar el extraño gesto de su alto amigo.

- Eh… nada. Es sólo que nunca le he visto sonreír así.

- Tiene una bonita sonrisa, verdad?

- Sí…

Dejaron el portarretratos en su sitio y subieron al piso de arriba, donde encontraron el dormitorio de Rukawa. Como era de esperar tenía colgados en las paredes muchos pósters de diferentes jugadores de la NBA y las estanterías llenas de revistas deportivas, pero aparte de eso la habitación no estaba especialmente decorada.

- Sólo le interesa el baloncesto? – preguntó Yohei ojeando una de las revistas.

- Puede que no tenga nada más…

Sakuragi salió de la habitación dejando al chico más bajo un poco avergonzado por lo que había dicho y entró en el cuarto de baño que había al lado; allí encontró el cepillo de dientes, unas gafas y un bote y líquido para lentillas.

- Te espero en la puerta del hospital y luego te acompaño a casa? – preguntó Yohei subiéndose en la moto.

- No. Prefiero que pasemos ahora por mi casa y que luego me dejes en el hospital.

- Y eso?

- Voy a quedarme esta noche con Rukawa.

oooooooo

Media hora después Sakuragi estaba de vuelta en el hospital. Mientras subía en el ascensor pensaba en como decirle al kitsune que quería pasar la noche con él sin que pareciera una proposición indecente. Al llegar a la tercera planta empezó a buscar la habitación 345, donde la chica de recepción le había dicho que habían trasladado a Rukawa.

"339, 340, 341..."

Unos metros delante de él vio salir a la doctora Aizawa de una habitación acompañada por otra doctora aún más joven. Cerraron suavemente la puerta tras ellas y se quedaron en medio del pasillo hablando. Sin saber porqué, Sakuragi se escondió detrás de una enorme planta y se dispuso a escuchar lo que decían.

- Ya le has visto. Qué opinas? – preguntó la doctora Aizawa.

- Depresión, sin duda – respondió la otra doctora.

- Me lo temía…

- Pero creo que dice la verdad en cuanto a que no pretendía suicidarse.

- Tú crees? Ese chico tiene un corte de 15 centímetros en el brazo izquierdo que se ha hecho él mismo!

- Su intención no era quitarse la vida. Lo he visto en otros casos de depresión: pacientes que intentan sustituir el dolor psíquico por el físico, aunque ello implique autolesionarse.

- Más o menos lo que nos ha contado…

- Sí.

- En fin, tú eres la psiquiatra, no yo. Qué vas a hacer?

- No lo sé aún. No me gustaría tener que recetarle antidepresivos, es sólo un niño… pero dudo que acepte ir a terapia.

- Lo discutimos en el bar? Te invito a un café.

- Claro.

Afortunadamente para Sakuragi las dos doctoras empezaron a caminar por el pasillo en dirección contraria a donde se encontraba. Cuando hubieron doblado la esquina salió de su escondite y se detuvo frente a la puerta de la habitación 345. Las palabras que acababa de escuchar se repetían una y otra vez en su mente.

Depresión. Su madre la había padecido al morir su padre. Estuvo un año tomando pastillas y luego otro año para desengancharse de ellas. Él mismo lo pasó tan mal o peor que su madre, pero gracias al apoyo de sus amigos Yohei, Takamiya, Ookusu y Noma logró sobreponerse y cuidar de ella.

En el momento en que su mano se posó en el pomo de la puerta, tomó una decisión.

"No permitiré que Rukawa pase por esto solo."

oooooooo

N/A: Hola a todas/os! Perdón por la pequeña demora, pero tengo una buena excusa: me fastidié un dedo hace una semana... Nada importante, una fisura pequeña, pero me pusieron un vendaje bastante aparatoso y casi no puedo hacer nada con la mano izquierda (suerte que soy diestra). Pero escribir a ordenador sólo con una mano me es agotador y además me pone de los nervios; así que fui escribiendo el capítulo a mano y una amiga amablemente me lo ha pasado a ordenador.

Como es mucho morro pedirle que me pase los demás me tardaré un poco aún para subir las actualizaciones de 'Kodoku' y 'Un tesoro enterrado'.

Lo gracioso es como me lesioné… jugando a básquet XD. A quién se le ocurre luchar un rebote con un chico de metro ochenta que es la versión occidental (concretamente mallorquina) de Hanamichi Sakuragi? A mí, por supuesto! Pero es que nadie de mi equipo le marcaba, y claro, al estar libre y con esa altura pillaba todos los rebotes. Consecuencia de eso: nos estaban dando una paliza! Si es que ya lo dice Akagi: quien controla los rebotes controla el partido!

Gracias por los reviews y por la paciencia.

Besos desde Mallorca,

Khira-chan.