Lágrimas de hielo
Epílogo.
- Tadaima!
- Okaerinasai!
- Hola mamá! – gritó Sakuragi entrando en la cocina, donde estaba su madre preparando la cena.
- Hola señora Sakuragi – saludó educadamente Rukawa apareciendo detrás del pelirrojo.
- Hola chicos! Qué tal el entrenamiento?
- Muy bien! Hemos hecho un partido contra los novatos y les he mostrado quien es el talentoso jugador y futuro capitán Hanamichi Sakuragi, conocido en la prefectura de Kanagawa como el rey de los rebotes, no, mejor dicho, conocido en todo Japón… - se interrumpió al ver a su compañero levantando una ceja – Qué pasa, kitsune? Acaso no crees que este genio… auch!
- No le llames kitsune! – exclamó la señora Sakuragi después de darle a su hijo una colleja.
- Pero mamá! Él me llama doa'ho!
- Ahora no te había llamado nada!
- Pero porque tú estabas delante!
- Deja de quejarte e iros a duchar, que dentro de quince minutos cenaremos!
- Pero…!
- Vamos Hanamichi… - le interrumpió Rukawa estirándole de la camiseta.
Sakuragi no continuó replicando y mucho menos después de ver la hermosa sonrisa que adornaba el rostro perfecto de su koi, y salió de la cocina detrás de él. Los lunes le tocaba a Rukawa ducharse primero, así que cuando el pelirrojo salió del baño con una toalla en la cintura y pasó por delante de su habitación le vio ya en pijama. Al ver lo que estaba haciendo no pudo evitar preocuparse y entrar.
- Hasta cuando tienes que tomarlas? – preguntó señalando el botecito que tenía el chico moreno en la mano.
Rukawa sacó una pastilla del interior y dejó el bote otra vez en el cajón de su mesilla.
- No lo sé – respondió mientras cogía una ampolla de agua – Hasta que la doctora Tsukino me diga lo contrario.
- Pero ya no las necesitas…
- Hanamichi, eso no lo sé ni yo, como vas a saberlo tú?
Rukawa iba a tomarse la pastilla cuando Sakuragi se acercó y le detuvo sujetándole de la muñeca.
- Qué…?
- Tú crees que las necesitas? – preguntó el pelirrojo mirándole fijamente.
- Hana… - musitó el chico de ojos azules – Yo… creo que no, vale? Pero no soy quien para decidirlo. La doctora Tsukino es un buen médico, y si ella me dice que debo seguir tomándolas, lo haré, entiendes? No quiero volver a sufrir otra crisis… lo pasé muy mal…
Sakuragi le soltó la muñeca, algo avergonzado. Rukawa se puso la pastilla en la boca y bebió un trago de agua.
- Lo siento… tienes razón. Pero es que yo te veo bien, y me niego a pensar que es por el efecto de las pastillas… Además hace ya demasiado que las tomas, y no quiero que te enganches…
- Ya hemos hablado de eso… A lo único que estoy enganchado es a ti, tonto…
- Perdóname, de verdad… Te quiero tanto…- dijo Sakuragi abrazándole y convirtiendo en literales sus palabras.
- Yo también…
Rukawa apenas podía respirar por el abrazo tan fuerte con el que le estaba obsequiando el pelirrojo, pero no le importaba. Lo único que le preocupaba era que la puerta de su dormitorio seguía abierta y que en cualquier momento podría aparecer la señora Sakuragi y sorprenderles. De pronto sintió los labios de su koi recorriendo su cuello.
- Ha-hana… - susurró quedamente – Que haces…
En lugar de responder Sakuragi comenzó a succionarle con más fuerza el cuello, mientras que una de sus manos bajaba lentamente por su espalda hasta detenerse en una de sus nalgas, que apretó con firmeza. El chico de ojos azules tuvo que morderse un labio para no dejar escapar un sonoro gemido, en especial cuando notó la erección del pelirrojo a través de la toalla.
- Basta… - se obligó a sí mismo a decir – Tu madre está en la cocina…podría pasar por aquí y vernos…
- Quiero que seas mío… - murmuró Sakuragi mientras dejaba el lado derecho del cuello de Rukawa para comenzar a besarle el izquierdo – Hace demasiado tiempo que no lo hacemos…
Desde que Rukawa se mudara con Sakuragi y su madre no habían podido disfrutar de muchos momentos a solas; de vez en cuando acudían a la casa donde el kitsune vivía antes con su abuelo, pero ahora la casa ya estaba alquilada y los dos amantes se habían quedado sin lugar donde dar rienda suelta a su juvenil pasión.
- Yo… yo también tengo ganas… pero ahora no puede ser… suéltame…
- Eres tú que no quiere soltarse…
- Pu-puede ser…
Al final fue el sonido del teléfono el que les hizo separarse de golpe por el susto. Al darse cuenta se miraron con ojos brillantes y se pusieron a reír nerviosamente.
- Kaede! Es tu tío! – gritó la señora Rukawa desde el salón.
- Voy!
Rukawa le dio un rápido beso en los labios a Sakuragi antes de ir a atender la llamada. El pelirrojo decidió ir a ponerse el pijama antes de cruzarse con su madre y que viera el 'problema' que tenía entre las piernas y que destacaba por debajo de la toalla.
Había ya terminado de ponerse el pijama cuando esta vez fue Rukawa el que entró en su habitación.
- Qué quería tu tío?
- Lo de siempre. Saber como estoy y como me va todo. Ah y también que quiere que pase las vacaciones de verano con él.
- Oh… y vas a ir?
- Claro.
Rukawa no pudo menos que sonreír ante la carita triste del pelirrojo.
- Sólo serán dos semanas… - le dijo acercándose hasta acariciarle la mejilla.
- Ya lo sé…
- Hana… - Rukawa se había puesto serio de nuevo – Me gustaría que mañana me acompañaras a un sitio.
- A dónde?
- A visitar a mi familia. Mañana es el cumpleaños de mi madre.
oooooooo
Había mucho silencio, era muy temprano y hacía algo de frío. Rukawa y Sakuragi caminaban despacio sin decirse nada entre las tumbas, cogidos de la mano aprovechando que no se veía a nadie en el lugar. El pelirrojo estaba muy nervioso, pues se sentía como si su novio le fuera a presentar oficialmente a su familia, y en cierta manera así era. Le miró un momento de reojo, sólo para ver su rostro sereno y tranquilo, pero melancólico, y le dio un apretón cariñoso en la mano. Rukawa volteó a mirarle y le obsequió con una pequeña sonrisa. Estuvieron caminando unos minutos más hasta que Rukawa se detuvo ante un pequeño grupo de lápidas y Sakuragi hizo lo mismo.
- Aquí es – dijo Rukawa.
Sakuragi las miró una por una, leyendo sus nombres y descubriendo por primera vez datos como el día exacto en que murieron los padres de Rukawa y su hermano mayor, o que este último se llamaba Eike y contaba con quince años en el momento de su temprana muerte, pues Rukawa era muy reacio a comentar nada sobre el tema.
Rukawa se arrodilló ante la tumba de su madre, depositó las flores que llevaba sobre ella y comenzó a hablar. Sakuragi se quedó de pie, escuchando.
Hacía mucho tiempo que no venía. Perdonadme. Pero es que no lo soporto. No soporto saber que estáis ahí abajo, en lugar de estar a mi lado. Y también perdonadme por haberos odiado al dejarme solo.
Y a pesar de odiaros, pensé muchas veces en irme con vosotros. Habría sido lo más fácil.
Pero no lo hice. Por qué? Porque entonces me habríais odiado vosotros, por débil y por cobarde.
Además sé que estáis velando por mí, y que estos últimos meses os he tenido muy preocupados. Lo siento mucho, de verdad. No era capaz de pedir ayuda, y me derrumbé. Pero ahora estoy mucho mejor, gracias a la doctora Tsukino, que me soporta todas las semanas, a la doctora Aizawa, que se interesa por mí aunque no sea ya su paciente, al entrenador Anzai, que sigue confiando en mí, a mis compañeros, que se preocuparon tanto por saber lo que me pasaba, y en especial gracias al chico que está de pie a mi lado.
Él es Hanamichi Sakuragi. Es mi novio.
Supongo que estaréis sorprendidos. Excepto tú, jii-chan, que supiste de mi homosexualidad incluso antes que yo mismo, y me ayudaste a aceptarla como algo natural. Me dijiste: 'No importa de quien te enamores, hombre o mujer, pues aunque sufras, habrás sufrido por amor, y ese es el único sufrimiento que vale la pena'.
Sufrí. Pero mereció la pena.
Espero que aunque estéis impactados por la noticia, lo aceptéis y os alegréis por mí.
Porque yo estoy muy feliz.
Feliz cumpleaños, mamá. Prometo venir cada año, y también por el cumpleaños de papá, de Eike, y por el del abuelo.
Os quiero.
Después de acariciar con un leve gesto la lápida Rukawa se levantó y se giró hacia Sakuragi, que estaba llorando en silencio.
- Qué te pasa? – preguntó extrañado.
- Yo… es que… lo que te dijo tu abuelo… es muy bonito…- respondió el pelirrojo entre sollozos. Se veía adorable.
- Sí, lo es. Pero estás llorando por eso?
- Sí… y no… No lo sé! No entiendo porqué estoy llorando, si deberías ser tú el que… - se calló de golpe.
"Mierda", se desesperó el tensai, "Vaya metedura de pata. Si es que soy gilipollas."
Rukawa se le quedó mirando un momento sin decir nada, con una expresión que no supo descifrar, y luego levantó la vista hacia el nublado cielo.
- Ya… - murmuró finalmente – Supongo que sí que tendría que ser yo el que debiera estar llorando… pero creo que ya se me agotaron las lágrimas…
Dicho esto Rukawa dio media vuelta y comenzó a caminar lentamente en dirección a la entrada del cementerio con las manos en los bolsillos. Sakuragi se apresuró a seguirlo y se situó a su lado.
- Perdona… Lo que quería decir, es que yo en tu situación lo habría llevado peor…
- Peor? – el chico de ojos azules dejó escapar una sonrisa irónica.
- Sí – Sakuragi se detuvo y obligó a Rukawa a hacer lo mismo – Eres mucho más fuerte de lo que crees, Kaede Rukawa. Estoy seguro de que tu familia está muy orgullosa de ti.
- Yo no lo creo… - musitó Rukawa esquivando los ojos castaños.
- Yo sí - repuso el pelirrojo firmemente. Le levantó la barbilla con una mano y le dio un suave beso.
- Hay gente – dijo el chico moreno separándose. En ese momento pasaba una pareja de ancianos que al parecer no se había fijado aún en ellos.
- Me da igual.
- Qué?
- Que me da igual. Se acabó el escondernos. Esta noche se lo contaré a mi madre, y mañana se lo contaremos al equipo y a mis amigos.
- Tú sabes lo que dices, Hanamichi?
- Perfectamente – dijo el pelirrojo ofreciéndole la mano
Rukawa dudó por un momento, pero Sakuragi sonrió dulcemente y finalmente le devolvió la sonrisa, sacando una mano del bolsillo para coger la de su novio. Se encaminaron a la salida así unidos, ante la asombrada mirada de la pareja de ancianos y de todos los que se cruzaron durante el camino hacia su casa.
De pronto a Sakuragi le entró la risa.
- De qué te ríes? – preguntó Rukawa intrigado.
- De la reacción de Haruko cuando se entere… se va a caer de espaldas.
- No sólo ella… - rió también el chico más bajo.
Durante la cena Sakuragi y Rukawa hablaron con la señora Sakuragi. La madre del pelirrojo reaccionó bastante bien, pero les puso la condición, si querían seguir viviendo bajo el mismo techo, de que no harían escenitas. En cuanto a los miembros del equipo de baloncesto del Shohoku y la gundam, efectivamente todos se cayeron de espaldas.
N/A: Ahora sí que se terminó! Espero que les haya parecido un final digno, si no es así, intentaré hacerlo mejor en próximas historias.
No he aclarado lo que pasa con los reviews, pero a este paso lo próximo que será, no permitir escribir notas de autora?... De momento en mi próximo fic lo que haré será, en lugar de responder una por una, contestar las preguntas, dudas, o sugerencias concretas que me escribáis. Y si aún así me multasen o me llamaran la atención… pues nos vemos en otra página.
Besos a todas!
Khira
