Aquí yace todo lo que tengo…
Aquí se queda todo lo que entrego…
Aquí se va todo lo que llega…
Aquí verás todo lo que puedo dar…
Porque era lo menos que podía hacer...
Porque era lo último...
Porque si no hay razones, hay que crearlas...
Porque la ciencia las persigue...
Porque el alma las necesita...
Porque no hay finales felices...
Porque para ganar se requiere perder...
Porque es duro decir adiós con palabras...
Porque resulta fácil crear que hablar...
Porque todos los escritores se confiesan...
Porque duele mucho...
Porque no tiene nada de justo...
Porque no es fácil dejar las cosas atrás...
Porque es primordial seguir...
Porque a nadie le importa...
Porque la historia de Odette y Eric no es el lago de los cisnes...
Porque los niños no deben llorar...
Porque la tristeza, se reserva para más tarde...
Porque no se debe esperar nada...
Porque es hermoso tener...
Porque todo el mundo a veces sueña...
Porque la ausencia lastima...
Porque ver no es lo mismo que sentir...
Porque resulta imposible olvidar...
Porque siempre hubo un instante...
Porque los sucesos son inevitables...
Porque cada comienzo tiene su final...
Porque la muerte nos espera...
Porque no es bueno dejar cabos sueltos...
Porque es importante cerrar las puertas...
Porque podrían robar tu esencia...
Porque nuestros anhelos pueden volar por la ventana...
Porque las lágrimas lavan las culpas...
Porque al final sólo una verá su verdad...
Porque muchas se quedarán en el camino...
Porque hay que merecer estar ahí...
Porque de lo contrario volverá a empezar...
Porque cada vez será más doloroso...
Porque se debe confiar...
Porque el final es relativo...
Porque ... siempre habrá una razón...
CSI00 Sidle
Aparte 00 - Opening
-Por qué tus ropas son negras, acaso perdiste a alguien en tu vida? – le preguntó girándose para verla de frente.
-He perdido mucho – respondió ella bajando su mirada. – Casi todo – terminó diciendo con un nudo en su garganta que la obligó a guardar silencio.
Él la miró sin hacer ningún gesto, esperando a que ella se abriera, que se lo contara. Pero no hubo nada más que silencio. El comprensivo y tajante silencio que sirvió como historia y respuesta. Haciendo que él se le acercara para refugiarla dentro de su torso.
El delgado cuerpo de ella se quedó enterrado en los brazos de aquel hombre que la había recogido en aquella carretera. No dijo nada. No dijeron nada. Era como si sus mentes hablaran, pero, que no desearan ser escuchadas. En un largo momento que se prolongó hasta que sus cuerpos desnudos cayeron presas del cansancio sobre un juego de gastadas sábanas de un cuarto de motel de carretera.
Sexo. El placer de la carne que brota en los poros de cada ser humano. Por muy solo que esté. Por podridas que estén sus entrañas.
Y dos desconocidos encontrados en una carretera que cruzaba el país de un lado al otro no podían ser la excepción a la regla de la tentación. Y sucumbieron entregando en medio de gemidos y portentos, todo lo que podían dar. Instintos, los mismos que hacen que el ser humano, por más racional que se crea, siga siendo un simple animal que recorre este mundo.
Las primeras luces del amanecer alcanzaron el trozo de ventana que yacía sobre la cama de los dos amantes anónimos y revelaron lo que tenían que mostrar.
Sin necesidad de un prisma que difractara las radiaciones. Sólo una simple luz blanca, empezaba a hacer evidente algo que haría desprender gritos de terror de la nueva feliz pareja de lujuriosos animales conscientes que llegaron antes de que alguien más los echase de menos.
Balanceándose, como un péndulo de un reloj antiguo que alguien abandonó para darle paso a la tecnología. Así estaba el cuerpo de ella. Una Jane Doe que danzaba sin vida colgada de la viga del mugroso techo del cuarto. Sus ropas negras hacían un círculo bajo su cuerpo inerte. Si aún no había perdido todo, quizá ese era el mejor momento para hacerlo. Al menos eso decía su rostro inexpresivo que iba y venía al compás de sus famélicos hombros.
