Olvidar

Autora: Anne Darket

Capítulo I: Envidia

Extrañamente, el tumulto de emociones que sentía sólo se podía apreciar desde un frío punto de vista. Y es que sólo podía significar algo, a ese sentimiento enmarañado sólo podía conocérsele por un nombre: Envidia. Y volvía, mentalmente a preguntarse, ¿Por qué envidia? No era una simple emoción negativa, según la iglesia católica era un: pecado mortal. Y recordaba vagamente uno de los mandamientos de la ley de Dios de la iglesia que tanto amaban los de occidente: No desearás los bienes de tu prójimo. La envidia corrompía su pobre alma de ser humano, no es que el practicara una religión tan imposible, pero había que estar prevenidos para el día en que su alma mortal se pudriera y se fuera a un lugar estable, donde el sepa que va a estar feliz. Aunque, finalmente irse al infierno no era tan mala idea, hasta le parecía tentador.

Pero esto se estaba ya desviando del tema, así que volvió al punto principal y los dientes que pugnaban por no enterrarse en su labio finalmente hicieron una advertencia al chico, su comisura inferior comenzaba a sangrar por la presión que ejercía. A lo lejos divisaba al chico riendo, junto a uno que, a pesar de no demostrarlo, sabía que estaba feliz. Lo conocía y pensó en algo que tan sólo era una excusa: ese bien que ahora poseía el chico de cabello castaño antes le había pertenecido y estaba más que dispuesto a recuperarlo.

Las pequeñas y casi inadvertidas gotas de lluvia empezaron a caer desde los cielos, tal vez la diosa Afrodita lloraba al ver que el chico quería interrumpir y destruir a la pareja que ella con tanto esmero y dedicación había cuidado. Diviso que los dos se tomaban de la mano y corrían hasta la resbaladilla en forma de pingüino (CCS) cuyo centro estaba entreabierto y se acomodaban allí para protegerse de la lluvia que había empezado. Pero al observador no le importaba mojarse porque lo único que quería era recuperar algo que en un tiempo no muy lejano había conservado como su más grande tesoro.

Peligrosamente, el atractivo joven de cabello blanquecino se acercó al otro y plantó un suave beso en sus labios, para después sentarse encima de él, quedando frente a frente, para besarse suave y apasionadamente. Sintió la sangre hervir de una manera inevitable, los celos eran una frase más para disfrazar la verdad, era el nombre bonito que se le daba a uno de los sentimientos más repugnantes que los seres humanos podían sentir, era aquél en el que había caído desde que los vio juntos: Envidia. Pura, desagradable y repulsivamente insana, porque deseaba el bien de su prójimo y de paso violaba otro mandamiento que conocía: No desearás a la pareja de tu prójimo. Pero, al diablo con los mandamientos, al parecer Dios nunca se había enamorado de lo contrario no habría puesto cosas que uno no puede cumplir ni auque trate por una simple razón: el amor en todo su resplandor es algo que muy difícilmente se puede evitar y luchar por él es el único propósito que se incrusta cuando en verdad es real. A parte, él no pertenecía a esa religión y eso le hacía olvidarlos de manera fácil.

En su mente podía manifestarse muchos maleficios y muchas ideas para desparecer de la faz de la Tierra a aquél mocoso intolerante que se había interpuesto entre él y su ¿Hermano? No, él no podía considerarlo su hermano, porque lo amaba con una pasión carnal y el deseo de poseerlo se manifestaba en una que otra erección. ¿Quién era aquel al que trataba de volver a tener? La cara, el nombre, se dibuja en su mente: Ojos de un azul tétrico e hipnotizante, de las pocas tonalidades del azul puro a las que uno se subleva sin el más mínimo remordimiento, el azul del deseo y del intenso frío; cabello como un témpano de hielo, como la escarcha de navidad, como la nieve de invierno, con un blanco fantasmal, brillante como una perla, hermoso como un brillante; su piel tersa como el algodón, como algunas de las telas que se usan en osos de peluche, similar al contacto con el terciopelo y su color, tal y como la porcelana, de una blancura lúgubre. Nombre: Eyes, Eyes Rutherford.

¿Hermoso? Sin duda, era uno de los más atractivos y famosos jóvenes del mundo de la farándula, no sólo por su hermoso atractivo, también por su actitud fría, enigmática, despreciable de postura recta, elegante y sensual. ¿Se enamoraron? Entonces ya sabrán el motivo por el que Kanone Hilbert ama a su hermano de una manera tan infinita e incestuosa, 

que no puede dejar de envidiar a aquel que ahora lo toma por la cintura y lo atrae hacia sí, de una forma posesiva y exageradamente celosa. Y la envidia no tarda en invadir los sentidos de Kanone, rápida y callada, un ardor se empieza a encender en su cuerpo, allí están las terribles ganas de matar. Sabe quién es el aprovechado que manosea a su querido hermano, el nombre: ¡adivinaron! Narumi Ayumu.

Se contiene su ansía de eliminar a Narumi, no es el momento para aparecer, no es el tiempo de que Eyes lo vea porque sabe que huirá y lo hará con el hijo de perra con el que ahora está encariñado. Para su desgracia ya no puede ver, las gotas de lluvia se han vuelto en su contra y le nubla la vista, empieza a sentir el terrible escalofrío en su espalda, síntoma de que atrapado a un virus y está contaminando lentamente su cuerpo. Se tiene que retirar, no porque quiera, sino porque lo necesita. Se voltea, no sin antes dar un último vistazo, se aleja, paso lento, apacible. Sin duda siente envidia de no estar en los brazos de su amado.

Continúa-

NdA: Después de tres años he vuelto con la mente en claro! Se iluminó mi neurona y estoy de nuevo aquí, determinada a acabar esta historia y "A Wonderful Place", pero para eso tuve que reeditar este primer capítulo completamente ¿ok? Espero que no me manden Crucios, ántrax o deseen mi muerte (soy joven, aún tengo muchos sueños). Bueno, espero que me apoyen y he de decir que gracias a los que leyeron (y más a los queridísimos lectores que dejaron rw) renací!

O W A R I