24 De "Vacaciones"
Agatha salió de Hogwarts con un ligero pesar. Sabía perfectamente que había aleccionado bien a los alumnos de cursos superiores, por si acaso, como siempre había sido la misión que se le había encomendado. Thomas le acompañó en silencio todo el camino hasta el Ministerio de la Magia. Ya frente a la cabina de teléfonos, supieron que debían separarse definitivamente.
- Sin show, ¿Quieres? -. Le advirtió la mujer, que iba vestida exactamente igual que en el día que ella y Harry Potter se vieron por primera vez las caras. – Tú vete con Apolus y espera las instrucciones de Dumbledore… -.
- Quiero verte mañana -.
- En Sortilegios Weasley a las 11, Diagon Alley… -. Agatha sonrió misteriosamente. – Si bien los chicos no me van a echar de menos, tengo muchos deseos de reírme a costillas de un pobre imbécil… Y ya que Dolores Umbridge se ha ofrecido voluntariamente… -.
- ¿Te han dicho que eres una hija de puta, pendeja y solterona? -.
- Sevvy suele recordármelo a menudo -. Sin otro gesto más de cariño, Thomas se marchó hacia su casa y Vane avanzó hacia el Ministerio de la Magia…
Cornelius Fudge le recibió en su despacho… Era un gran cuarto de paredes de madera cálida. Por la ventana se veía un lindo paisaje campestre (lo que quería decir que los encargados habían logrado un nuevo aumento de sueldo). La mujer se comportó de manera ofendida y altanera, como si la carta de las Ravens de Séptimo fuera solamente una gran calumnia y ella, Sor Teresa de Calcuta.
- ¿Supongo que siquiera podría encenderme un cigarrillo, no? -.
- Señorita Vane, no es necesario que me lo pregunte. Bien sabe que si puede -. La mujer se prendió el mentado cigarro y tomó asiento en un sillón de cómodo tapiz.
- Bueno, aquí estoy. Fuera de Hogwarts, esperando órdenes y fecha para regresar a mis cátedras para Aurors… -.
- Lo lamento, pero tengo otras cosas en mente para ti… Asuntos que te llaman fuera de las fronteras de Londres… -. Dijo el hombre con voz algo maliciosa, según lo que quiso pensar Agatha.
- ¿Disculpe? -.
- Exactamente eso… Te quiero fuera de Inglaterra, porque hay asuntos que sé que muy pocos pueden manejar… -.
- A ver, no me gusta. Yo no puedo salir de Inglaterra, tengo muchas cosas pendientes de aquí. Sirius Black ya está muerto, ¿Para qué más puedes necesitarme? -.
- Inefables…-. Le cortó la pataleta.
- ¿Perdón? -.
- Mira, tú eres uno de los mejores Aurors que conozco… Los Inefables están en peligro y queremos que sus investigaciones no vayan a caer en malas manos; por eso necesito que vaya a por algunos Inefables de los Ministerios Francés, Alemán, Albano y Ruso. Es algo bastante peligroso, y te acompañarán varios Aurors, para seguridad… -.
- Ya veo. De todas maneras, Señor Ministro -. Cambió el tono de la conversación Vane – Yo no quiero salir de Inglaterra, no quiero dejar mi país en manos de los Death Eaters… -. Mintió. Su objetivo era seguir con la O.F.
- Sé que aún te duele la muerte de tu familia, y que deseas vengarlos, Agatha -. Le sonrió Cornelius con esa mirada benevolente y plácida que usaba para consolar al resto. – Sin embargo, Tú eres una de mis subordinadas y debes simplemente obedecer -. Su tono cambió por uno más duro. – Quiero que estés lista ya en la semana que viene, para recibir tus órdenes y créeme, no te conviene rechazar esta resolución -.
- Disculpe, señor Ministro. Es que me siento bastante molesta por su manera de actuar para conmigo. Es muy indigno que por una carta de dos niñas de séptimo año usted me envíe otra informándome que estoy fuera del plantel docente y me ponga en vergüenza frente a todos mis colegas -.
- No debes cuestionar mi manera de hacer las cosas, Agatha Vane -. Le advirtió el hombre, acomodando su sombrero – Ahora, yo quisiera saber por qué hiciste algo así -.
- Era sólo una broma. Verá, uno de los alumnos estaba de cumpleaños y… -.
- No es eso lo que me han dicho. En el Consejo Escolar no te tienen muy bien vista, y dicen que los "juegos" como ese han sido durante todo el año… -. El hombre se acerca al asiento de Vane, intentando intimidarle… La mujer se quería morir de la risa. Su estilo era sólo un grotesco remedo de la manera de actuar del Oscuro Señor… Con él sí había sentido miedo, en cambio, Fudge era un simple payaso. – Agatha, dime… ¿Albus Dumbledore te ha dicho "Alguna Cosa"? -. La mujer pensó rápido y luchaba para no reírse en la cara de semejante idiota.
En Hogwarts, todos se hallaban bastante azorados por la llegada de Dolores Umbridge, lo que significaba (entre otras mil cosas) que el ED nuevamente se hallaba en peligro y que Draco Malfoy tendría más de una oportunidad para vengarse. Ron Weasley miraba furioso a todos lados y comenzó a repartir castigos a diestra y siniestra. Hermione se tomaba las cosas con calma, pero Harry veía que un poco de su seguridad se esfumaba. Draco se iba a tomar el poder y decididamente el Salón de Godric no era buen sitio para seguir sesionando ¿qué le quedaba? ¿Regresar a la Sala Multipropósito?; Imposible. Umbridge no le dejaría ni salir de la Sala Común, con tal de evitar algún tipo de rebelión…
- ¿Qué piensas tanto Harry? -. Le inquirió Ginny en la cena, cuando él suspiró desanimado.
- Nada… Sólo en nuestro futuro… -. Y le miró para que entendiera de qué se trataba… Raphael no les despegaba los ojos de encima, aunque lo hacía con disimulo.
- Ya veo -. Samantha Shrewd se acercó a la Mesa de Gryffindor y le pidió cinco minutos de su tiempo.
- Claro -. Los dos chicos comenzaron a avanzar hacia el patio de Hogwarts, que los aguardaba frío y cubierto de hielo. El Sauce Boxeador se quitaba los blancos copos cuando los muchachos lograron mirarse a los ojos y sentirse lo bastante tranquilos para conversar.
- ¿Qué pasa Samantha? -.
- Los chicos de Ravenclaw, bueno, quieren saber qué va a suceder con el Ejército de Dumbledore ahora que Umbridge regresará -.
- Nada. Creo que ya no seguiremos sesionando -. Contestó con sinceridad – Tuvimos una oportunidad de oro y no supimos aprovecharla… Si sólo supiera quién envió esa carta al Ministerio de la Magia -.
- ¿Acaso Agatha Vane no te lo dijo? -. Harry le miró alzando una ceja, suspicaz.
- No… ¿Tú sabes algo? -. La muchacha se ruborizó. Potter jamás le había mirado con tal intensidad.
- No… -. El moreno tomó a la Ravenclaw por un brazo, con tal brusquedad que la lastimaba.
- Dímelo… -.
- No lo sé… -.
- Tsk, Tsk, Tsk -. Harry pudo sentir algo filoso que se le enterraba en la espalda, que hizo hacia delante en una manera de evadir la punción. - Ten cuidado con lo que haces, Superestrella -. Dijo una mujer apoyando la cabeza en su hombro, sin quitarle la hoja de la espalda. Poseía un fuerte acento francés Y su aliento era muy fresco… - Ahora, suelta a la chica sin hacer ningún gesto brusco… -. Samantha fue liberada y Harry se volteó, al verse también libre, y enfrentó a la muchacha de inmediato.
- No me gusta que abusen de los débiles, Potter -. Dijo Danielle LeGrand con voz calma – Así que no me gustaría verte cerca de ella nunca más -.
- Perdona Danielle, pero no era necesario -. Se disculpó la chica ante los dos – adiós -. Y se marchó. El moreno se limitó a soltar un bufido y marcharse en tanto la muchacha de cabellos parados enfundaba su espada.
- Clap, Clap, Clap, Clap, Clap… Eres una chica bastante valiente, ¿Te lo han dicho? -. Nada pudo evitar que un intenso rubor se apodere de las mejillas de la joven francesa. Draco Malfoy se acercaba a ella, y al parecer había presenciado toda la escena - ¿Cómo te llamas? -.
- Mi nombre es Danielle LeGrand -. Contesta la adolescente con firmeza.
- Vas en mi curso ¿no es verdad?... ¿Eres de Beauxbatons? -.
- Si. Lo fui… -. La muchacha deseaba irse lo antes posible a su Sala Común, porque tenía frío a pesar del abrigo. Sin embargo, Malfoy parecía no tener ganas de irse o dejar de hablar.
- Me agrada tu estilo… Por lo general todos le rinden pleitesía a ese imbécil de Harry Potter -. Draco escupió las palabras… Se notaba bastante molesto. – Y es… Gratificante ver que los extranjeros saben quién es quién -. Un silencio llega para quedarse. Draco ocupa aquel tiempo para estudiar a la muchacha y ver si se trata de alguien de fiar o no… Sus ojos verdes le recuerdan un poco a Harry, pero intenta no pensar en ello. Al ver sinceridad y fuerza en aquellas pupilas, Draco decide que ella puede serle de infinita utilidad entre los Ravenclaws y haciéndole una seña con la mano, se despide de ella. Ahora a Draco sólo le queda investigar sobre su familia… Cuando está lo bastante lejos de ella, Danielle al fin libera el aire de su pecho y se queda un rato de pie, consciente de que si da un paso, se va de bruces sobre la blanca nieve.
Raphael contempla a sus compañeros de Gryffindor. Se notan algo agitados cuando la noticia del regreso de Umbridge llega hasta sus oídos y sólo le queda pensar que aquella mujer en verdad es terrible si se asustan tanto. Sus ojos castaños de improviso se posan sobre Margaret Black. Desde el incidente del anillo familiar, nadie la dirige la palabra y eso le pone bastante triste. No es una chica tan acostumbrada a la soledad como cualquiera podría pensar, y eso a Lupin le da un poco de pena, él conoce mejor que nadie lo que es estar completamente solo, más en un lugar donde la gente puede ser tan indiferente al dolor ajeno.
- Límpiate el rostro, se te cuela una lágrima -. Le dice amistosamente en tanto Granger se ha levantado para ir a cumplir con su deber de Prefecto, y con un gesto dulce le limpia el rostro – Sé lo que se siente que nadie te hable -.
- No necesito de tu lástima -. Le replica la muchacha en tono altanero, pero Lupin nota que en sus ojos sólo hay gratitud.
- Está bien… A propósito. Aquella llave fue impecable. Ni yo la hubiera hecho mejor -. Margaret no pudo evitar sonreír.
Harry ni de broma iba a regresar al Gran Salón, así que se fue a la sala Común de Gryffindor, donde el mismo tema del que había estado huyendo le alcanza otra vez. Ya no tenía ganas de discutir con nadie.
- ¿Qué vamos a hacer ahora? -
¿Es que ustedes no pueden pensar? ¿Qué son? ¿Seres humanos o una manada de ratas, que sólo se preocupa de comer y lo demás les resbala? Estaba de pronto, profundamente colérico. Sólo deseaba encerrase en su habitación y no tener que pensar en nada. Pronto Raphael Lupin apareció ante él, y la preocupación por el estado de Remus regresó con más fuerza que la primera vez. ¿Sería prudente contarle al joven qué sucedía con su tío? Bueno, Lupin no era un niño, y sin embargo… Agatha le había dicho que Remus se hallaba bien, que ya estaba sano…
Diosa! ¡Cómo odiaba tomar decisiones!
Entonces, unos picoteos desvían su atención. Eran dos Lechuzas. Blancas.
- ¡Hedwig! -.
- ¡Pfeil! -. Ambos jóvenes se acercaron a la ventana para recibir sus cartas; sin embargo, no eran los únicos que tenían correo de la tarde. Hermione identificó la mensajera de Viktor Krum y fue a buscar su pergamino incapaz de reprimir el bochorno que esto le provocaba. Los muchachos del ED los miraban desconcertados, más cuando cada uno tomó su misiva y se marchó a su cuarto para poder leer.
"Raphael:
Espero que te halles bien al recibo de esta carta, yo me encuentro mejor. Perdona que no haya permitido que te lo contaran antes, pero es que te conozco un poco y sé que no ibas a estar en paz hasta verme. Me atacaron otra vez. Vampiros, y lo que me preocupa más… En la ciudad. No tengo necesidad de ocultarte mis propósitos, sin embargo tengo todo el derecho a ordenarte que no intentes saber nada más que lo que yo te cuento. Debes tener bien en claro que esto no es asunto tuyo. Bueno, es eso nada más, estoy cansado.
Espero que te estés comportando a la altura de las circunstancias, y no andes jugando bromas a nadie.
Un abrazo
Remus Lupin."
Raphael entonces entendió las miradas raras de Potter. El chico naturalmente estaba al tanto de la situación y no le contó nada. Suspiró cansado. Solía ser siempre así. Días de incertidumbre y luego sólo una carta.
Hermione, en tanto, observaba el trozo de papel entre manos temblorosas. Para el jugador de Quidditch las cosas habían sido sumamente difíciles, y cuando pensaba en que él se había dado cuenta de la atracción que ella sentía por Raphael… ¡Diosa! ¡Esto era un juego bastante cruel!
"Hola Hermione:
¿Cómo van las cosas por allá en Hogwarts? Espero que bien… No te preocupes por mí, yo estoy haciendo lo que puedo por cumplir mis objetivos… Es sólo que, me siento un poco solitario. Te he echado de menos. Nos comunicamos tan poco. Espero noticias de Hogwarts a vuelta de correo.
Atte
Viktor"
La muchacha no reacciona en un par de segundos, luego, da vuelta la carta por todos lados, como si algo más apareciera escrito por arte de magia… Era muy raro que el pergamino tuviera tan pocas líneas… Antes Viktor se encargaba de contarle muchas cosas; cómo le iba en el Quidditch, qué hacía en sus ratos libres, cómo se arrancaba de sus fans… Cualquier cosa, pero ahora… Sólo lo bastante para saber que estaba vivo y sano.
Bueno, considerando las circunstancias, no podría escribir mucho más Razonó la joven, sintiendo en el fondo de su corazón, alivio y desazón a la vez… Por un lado, Krum estaba vivo, y por otro… Por otro lado le reclamaba veladamente que ya no le buscara, que no le quisiera…
Eso pasa por ser tan coqueta.
Potter en tanto, había trancado la entrada al dormitorio común, porque no quería a Ron dando vueltas de un lado a otro preguntando como un idiota "¿De quién es?" "¿Qué dice?"… Suspirando fuertemente mientras se resigna a cualquier cosa, Harry abre el sobre y empieza a mirar.
"Más vale que vigiles tus espaldas… No hay opción cuando frente al abismo te hallas…
Siembra discordia. Utiliza tus armas…
Y cuando mires la verdad en ojos de niebla… Sólo muerte y venganza Habrás de contemplar"
Pero ¿De qué se trataba? ¿De una broma macabra?... Potter no las necesitaba, no tenía ganas… Quien quiera que haya sido, debió ver que él tenía mucho tiempo libre… Sólo eso justificaría tal enigma, tal juego tonto… Sin embargo, algo dentro de su cabeza evitó que Harry lanzara el papel y lo olvidara de inmediato… Algo de Slytherin le quedaba y le ordenaba que no desechara una advertencia y una amenaza… De ese acertijo dependerían muchas cosas, podría aseverarlo, pero no lo podía probar… Demasiado…
¡Agatha! Sí, sólo ella podría ayudarlo ahora, sin levantar ningún tipo de sospechas… De hablar con Hermione, no podría evitar que alguien más se enterara…
- Harry! -. Nadie pudo detenerlo… Todo el camino se fue corriendo, su pecho a punto de reventarle, el papel estrujado en sus manos temblorosas…
- Agatha Vane -. Nada. El cuarto de la profesora se hallaba vacío… No le quedaba apoyo en Hogwarts…
- La profesora Agatha ha decidido marcharse esta misma mañana luego de darles clase a ustedes… -. Al moreno se le pararon todos los pelos. Quién susurraba a su espalda era ni más ni menos que Albus Dumbledore. Harry tuvo que tragarse su odio y una exclamación sarcástica que bailaba por su mente como Peeves bailaba sobre las cabezas de los de primero antes de tirarles bombas fétidas.
- Buenas Noches, Profesor Dumbledore -. Saludó fríamente el joven, mirándolo a los ojos… Nuevamente aquella sensación de odio eterno se apoderó del muchacho, pero para sorpresa del viejo (si supiera), no se trataba de Lord Voldemort, sino del odio del propio Harry Potter…
-¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? -.
Hipócrita!...
- No, sólo quería hablar con Agatha Vane -. Replicó con calma y sinceridad… Albus buscó sus ojos esmeralda, pero el moreno no permitió que se metiera en su cabeza, ni que supiera cuánto había avanzado con la Oclumancia. Lo detestaba y lo único que deseaba era marcharse… Al parecer Dumbledore se dio cuenta, porque sus ojos claros se cubrieron con un manto de melancolía. Quería hablar con Potter, pero entendía que debería pagar muy caro por su error…
Tal vez demasiado caro…
Observador, el anciano reparó en el trozo de pergamino que Potter sujetaba.
- ¿Sucede algo que quieras hablar con alguien? -.
- Nada en realidad… Era sólo que tenía una nota de despedida para Agatha… Esta mañana no se veía muy bien… Me dio lástima -. Mintió… O medio mintió. La verdad, no le había pasado para nada desapercibido el hecho de que la mujer se sintiera triste por dejar a sus alumnos…
- Si lo deseas puedo llevar esa carta hasta la lechucería o pedirle a Fawkes que se la haga llegar… -.
- No es necesario en verdad. Yo voy a ver a Hedwig. La enviaré con ella-. Y emprendió el camino a la lechucería, sin despedirse…
Dumbledore se quedó de pie por un rato, ante la puerta abierta…
Por supuesto que no se tragó lo de la nota de despedida…
Al regresar a la Sala Común, Harry estaba más malhumorado que de costumbre. No sólo no había visto a Agatha Vane, sino que se había encontrado con Dumbledore, con lo cual se ganó un paseo innecesario a la lechucería y otro encontrón con Cho Chang. No quería preocupar a Hermione y luego de ver la cara con la que andaba su amiga luego de leer la carta que le había llegado, menos quería molestarla. Ella tenía sus propios problemas…
Ron había partido al Salón de Godric, para disfrutar los últimos momentos de libertad que le quedaban. Obviamente Umbridge no iba a permitir que los chicos se organizaran ni nada de eso… Lo que le llevaba a pensar en el Quidditch. Los partidos habían quedado un poco de lado por causa de los eventos que los Death Eaters ocasionaban, sin embargo las fechas estaban definidas y su enfrentamiento con los Slytherin era inminente… Y fijo que se quedaban sin buscador…
Observando, Ron fijó sus ojos azules sobre los estantes de ese Salón… Había muchas vitrinas donde espadas y armas de todo tamaño parecían llamarlo… Y se acercó con calma, como si tuviera todo el tiempo del mundo para un paso a la vez. Uno de los estantes contenía espadas enormes, y bellas… Eran hojas del mejor metal tallado… Pero había sólo tres… Un cuarto puesto aguardaba la que, según dedujo Ron, sería el arma de Godric Gryffindor.
Un ¡clic! Y Weasley se quedó petrificado por el miedo y la sorpresa… Ese armario se abrió solo, como por arte de magia y dejaba que el muchacho tomara las espadas si lo deseaba… Sin vacilar, el pelirrojo tomó un bello florín cuya empuñadura era de zafiros… Seguramente el arma de la Casa Ravenclaw, como le había escuchado concluir a Samantha y Luna en una de las sesiones del ED… La sensación en su cuerpo era maravillosa… El peso cedía y sentía que más que un arma de filo muy bien conservado (como lo comprobó una de sus yemas por accidente) llevaba una varita, ligera, flexible y sobretodo suya…
¿Puedes escucharme?
Era un murmullo sobrenatural. ¿Acaso la espada le estaba hablando?... No, él empezaba a enloquecer… Necesitaba descanso… La voz siguió murmurando, pero con más suavidad… Era de atrás… Ojos atisbaron con premura y hallaron un punto luminoso tras el estandarte de Ravenclaw… No era coincidencia y un desvarío de su mente cansada…
¿Puedes escucharme… Ron?
- ¿Quién eres? -.
Tras el tapiz… Mira, toca…
El chico obedeció… Y halló manchas, las manchas misteriosas que Agatha había escondido en presencia de Harry y Hermione.
Es sangre… Mi sangre…
- ¿Eres un fantasma? -. Inquirió con un poco de temor.
No, no lo soy… Tócalas… Las manchas… Son las gotas de mi sangre…
Ron titubeó ¿Qué demonios sucedía con él?, pero tenía curiosidad, quería tocar… Y lo hizo. Entonces…
Una presencia, difusa y a la vez reberverante en la oscuridad impuesta por su propia aparición, se abrió paso para mostrarse después de tanto tiempo… Tantos años de encierro.
Mírame Ronald… Porque eres mi heredero.
