La sacudió, ésta vez cogiendo sus dos muñecas, atrayéndola con una fuerza increíble hacia él
"�¿No he dicho que éste maldito cuarto NO se tocaba!"- ésta vez la furia se había hecho dueño de él
Sus ojos se abrieron enormemente y su respiración se alteró- " Lo..lo siento mucho yo.."
No la dio tiempo a terminar, con otra sacudida, consiguió acorralarla contra la pared. Su mirada clavada en la suya.
"¿LO SIENTES? TÚ, niñita curiosa...acabas de romper algo que yo te había indicado CLARAMENTE que no hicieras- su voz ahora era un auténtico gruñido, lo cual hizo a Angie cerrar sus ojos- ¿Qué pretendías ver aquí, -su cara aún más cerca- hmmm?-bruscamente, levantó su cara- ¡Mírame cuando te hablo maldita sea!"
Alzó su mirada, fuerte, sin parpadear. Dios, cuánta fuerza acababa de ver ante el que creía un hombre tranquilo. Tragó, e incluso una medio sonrisa salió de sus labios..
"Bonito show. Estoy…-le miró de arriba abajo- realmente cómoda acorralada en ésta pared víctima de tu ataque de rabia pero..-señaló hacia el suelo- tengo más cosas que hacer en TU casa hoy.."
Erik pareció confuso por un momento. ¿No había gritado¿No había llorado? Dios¿Ni siquiera había opuesto resistencia para salir de su acorralamiento? No, le había respondido que estaba "realmente cómoda" acompañado por una media sonrisa y una mirada absolutamente impropias para el momento. Esto sólo le enfureció más, sujetándola aún más fuerte, haciendo que un ligero sonido de sorpresa saliera de ella.
"Me alegro de que te haya gustado, pequeña entrometida, porque si vuelves a hacer algo parecido o peor créeme que esto será lo menos que pueda pasarte...-su voz se alzó de nuevo- Y esto espero no tener que volvertelo a repetir"
Ella no respondió, simplemente mantuvo su mirada en la de él. Seria. Con tensión contenida. La soltó, bruscamente, sin pensar en delicadezas. Ella misma se encargó de incorporarse.
" Será mejor que sigas con tus tareas antes de que me arrepienta..-su voz parecía ahora más calmada.Pero ella no se movió, sólo le miraba atentamente - ¡Ahora!"
Angie abandonó el cuarto de inmediato. Ni una lágrima, ni un temblor. Nada.
Erik salió del cuartillo, pensativo. Si quería jugar, tal y como la adolescente de 18 años que es, tendría juego. Se acababa de convertir en la víctima para su plan perfecto.
Emma se encontraba dentro de uno de los cuartillos, junto con su compañera.
"¿Cuándo piensa llegar esa pequeña ingenua? Mucho me temo que no podemos perder más tiempo con ella"
"Mientras ella venga por voluntad propia...el resto es absolutamente cuestión de tiempo. Paciencia.."
Emma sonrió para sí, mientras ponía un vaso en su sitio..
Una hora después, Christine terminaba de colocar todas sus cosas. Sus vestidos, algunos objetos preciados de la mansión...todo lo miraba con nostalgia. Ahora estaba en..un cuarto que era grande pero tampoco gran cosa, y un sitio en el que poder dormir, un techo. Y los motivos para estar allí, sobreviviendo de alguna manera, se iban desvaneciendo poco a poco...se sentía retirada de todo y de todos.
Estaba terminando cuando escuchó una voz, conocida, tras ella.
"Mademoiselle Daae, tenemos que hablar con usted"
Se volvió, mirándola amable. Emma tomó su brazo, con algo más de fuerza que la habitual, y cerró la puerta de su cuarto.
La noche se había apoderado de la ciudad un día más. Día en el que, de nuevo, había luchado contra sus sentimientos...sus verdaderos sentimientos. Y esa lucha en muchas ocasiones le dejaba exhausto. Pero la oscuridad le proporcionaba tranquilidad, inspiración y...seguridad. Siempre lo había hecho.
Bajo la pequeña lámpara de gas llevaba ya bastante tiempo diseñando..trabajando compulsivamente...no quería pensar. Por un momento, quería...trabajar, dejar la mente en blanco, pensar que no hay absolutamente nada más en su vida a parte de sus diseños. Pero eso era absolutamente imposible. Lo intentaba, miles de veces al día, pero..el resultado era siempre el mismo. Añadiendo el hecho de que tenía a otra estúpida muchacha curiosa, en su propia casa...
Al mismo tiempo agradecía que hubiera cometido tal desobediencia. Aún tenía en su mente su mirada. Fija, sin parpadear...sus palabras, incluyendo sutílmente una insinuación..sin darse cuenta tenía frente a sus ojos a la víctima perfecta para aquello que llevaba pensando desde que Christine la abandonó por Raoul.Y ahora, jugaba a volver esperando que él estuviera con los brazos abiertos. No, ahora le daría de su propia medicina..ya podía saborear la venganza, fría, pero dulce al mismo tiempo..en sus labios.
Pero..echaba de menos la música. Echaba de menos las horas que había gastado a su lado, enseñándola, presenciando como gracias a él de su garganta salían sonidos preciosos...provenientes del mismo cielo, podría asegurar. Y cuando cantaban juntos...aquel maravilloso éxtasis musical que se producía al juntar ambas voces era un auténtico espectáculo del que únicamente eran testigos ellos mismos. Ah¿por qué cosas tan magníficas se esfuman de tus manos tan rápido?
Miró a su violín.No lo había tocado, ni al pequeño piano que tenía en su nueva casa, desde aquel día. Aquel día con el que su subconsciente le torturaba tan a menudo..
Se levantó de su escritorio y cogió el violín. Negaba ( o al menos eso intentaba) su amor hacia ella..pero amaba la música, de eso no había duda. Y era el único amor que le había sido correspondido en toda su vida.
Lo cogió, delicadamente, y se sentó en un cómodo sillón cercano a su escritorio. La chimenea llevaba encendida un buen rato. Y comenzó a tocar...una melodía hermosa, triste y nostálgica a la vez..cerró sus ojos, dejando que cada nota entrara por cada poro de su piel. Una pequeña lágrima salió de sus ojos...por primera vez en mucho tiempo.
La muchacha había estado retirada de su presencia durante todo el tiempo desde el incidente, pero cuando escuchó ese sonido tan maravilloso..se aproximó aún más. Se quedó parada justo al borde de la puerta que daba con el saloncito en el que él se encontraba..le observaba. Sus ojos cerrados, la máscara que cubría la mitad de su cara reluciendo a la luz del fuego, sus manos acariciando el violín y sacando de el mismo esa divina melodía. Esa imagen era lo más hermoso que había visto en su vida, y si era posible estar celosa de un instrumento, podía jurar en ese mismo momento que lo estaba.
Decidió retirarse cuando pensó que había notado su presencia.
La sala era pequeña. Una pequeña mesa redonda al centro y tres sillones. En cada uno sentadas Emma, Marie y Christine.
"Querida-comenzó Marie- Nos alegra mucho que finalmente haya decidido instalarse.."
Ésta asintió, algo temerosa
" Es el único sitio que tengo para vivir,Madame. Lo elegí yo misma, aunque inconscientemente"
"Así es-intervino Emma- pero tiene que saber que esto no es simplemente una casa. Es una residencia, lo cual implica una serie de responsibilidades por su parte"
Frunció el ceño-" ¿Res..ponsabilidades?"
Marie rió, pero no de modo agradable, más bien irónico- "Pues claro¿acaso esperaba poder utilizar esto como si fuera su propio apartamento? Aquí quien se queda, aporta colaboración y se atiene a nuestras normas.."
Christine dejó sus ojos fijos en la mesa, asintiendo de nuevo. El sonido de esas palabras le hizo darse cuenta de algo: Acababa de entrar al mismo infierno, y voluntariamente.
