POR AMOR.
Fanfiction por Lita Kino

Inuyasha no me pertenece (y de ser así, Sesshoumaru sería sólo mío y Kikyo sería devorada por Naraku, jeje...Sin ofender...), sino que todos los personajes tienen los derechos reservados de Rumiko Takahashi.

Capítulo 3: El Palacio Feudal.

Para los habitantes del pequeño feudo, Rin había llegado como una bendición del cielo. Combatía a los youkais malvados que se acercaban al lugar; razonaba con los youkais con alguna clase de bondad en su corazón para que no lastimasen a los aldeanos; purificaba los espíritus malignos que se posesionaban de alguna cosa o persona... Todos en el lugar la respetaban. Los adultos llegaban a pedirle consejo y los niños a jugar a su alrededor. Era como si todos pudiesen sentir la bondad y el calor que su blanco espíritu manaba.

Su amo Sesshoumaru seguía siendo una constante en sus pensamientos y ella sabía que así sería por el resto de su vida, fuese larga o fuese corta. Sin embargo, mantenerse ocupada la ayudaba a no sentirse tan triste al respecto; a no sentir nostalgia por aquel hogar que había tenido que dejar y aquel amor que consumía profundamente su corazón. Pero irónicamente, ese amor que la consumía por dentro era el mismo que le daba fuerzas para continuar día con día... Si el deseo de aquel youkai que amaba había sido que ella hiciese su vida entre los de su raza, entonces su corazón se sentía satisfecho al saber que estaba complaciendo su deseo.

Una mañana, un par de semanas después de su llegada, Rin se encontraba buscando algunas hierbas medicinales en un pequeño prado cerca de la pequeña choza que habitaba hasta el momento. Su choza no era un lugar muy grande ni bonito, sin embargo los habitantes del lugar se la habían ofrecido como morada temporal de una manera muy dulce y sencilla. Para Rin era más que suficiente, a pesar de que ellos le habían prometido que, con el tiempo, le brindarían un lugar mejor.

Aunque la nostalgia invadía permanentemente su corazón, era una dulce nostalgia. Realmente estaba agradecida con la vida, puesto que tenía un lugar para vivir y personas para ayudar. Incluso los pequeños detalles como la leve brisa acariciando su rostro y el aroma de las hierbas medicinales que se encontraba recogiendo ahora la hacían ver cuán afortunada era, a pesar de encontrarse lejos de aquel ser al que tanto amaba.
- ¡Eh, tú¿Quién eres? -Rin tuvo que salir de su ensimismamiento al escuchar esta voz que la llamaba. Observó a su alrededor y vio a un hombre de edad madura montado en su caballo. Por sus ropas podía saber que era una persona importante.
- Mi nombre es Rin. -Contestó ella con dulce voz.
- No me pareces conocida. -dijo él.- Soy el Señor de estas tierras y estoy seguro de conocer a cada hombre, mujer o niño que esté bajo mis territorios. ¿De dónde vienes?
- He venido de las Tierras del Oeste. -dijo ella, con un levísimo toque de tristeza en su voz.
- Así que Rin, de las Tierras del Oeste... -meditó el hombre, como si hablase para sí mismo.- ¡Ya lo recuerdo! Eres la sacerdotisa de la que todos mis hombres hablan. La que ha ayudado a mi gente y mantenido la paz en mi feudo.
- Las personas siempre tienden a dar más crédito del que en verdad se merece. -fue la humilde respuesta de Rin.
- Bah, déjate de modestias. -replicó el señor.- ¿Dónde te encuentras viviendo?
- En ese lugar. -contestó ella, señalando su choza. El terrateniente alzó una ceja.
- ¿Cómo es posible que estas personas paguen tu generosidad de esta manera? -preguntó al ver la vieja choza.
- Es lugar suficiente para mí. -fueron las sinceras palabras de Rin.
- ¡Tonterías! -replicó él.- Quiero que vengas a mi palacio. Ese sí es un lugar digno de una sacerdotisa que ha ayudado a mi gente.
- En verdad agradezco mucho su ofrecimiento. -Rin hizo una inclinación ante el Señor.- Sin embargo, me temo que no puedo aceptarlo.
- No te he preguntado si aceptas o no. Te he dicho que ese mi deseo. Mejor míralo como una ventaja: Podrás desempeñar mejor tu labor como sacerdotisa estando ahí que en este lugar.

El señor de esas tierras tenía una voz firme, clásica de aquellas personas que están acostumbradas a que todos acaten sus ordenes. Sin embargo, Rin pudo observar en su mirada tanta bondad, que no fue capaz de seguirse negando a ir a palacio. Además que tenía razón: El palacio se encontraba en una zona más céntrica del feudo, desde donde podría llegar rápidamente a cualquier lugar que se necesitase.

XXX

La ambarina mirada del Youkai, la cual todos acostumbraban a ver firmemente enfocada en su objetivo, se encontraba ahora perdida en algún punto lejano. El viento que penetraba por la ventana ondeaba sus plateados cabellos, realzando aún más -si eso era posible- la hermosa figura del Amo Bonito.

No sabía por qué de unos días hacia acá, tenía una extraña sensación dentro de sí. No era la soledad de su palacio, puesto que estaba más que acostumbrado a estar solo. No era la ausencia de su sirviente, el cual no había regresado a pesar de haber transcurrido ya varias semanas. Sino que esta sensación era algo que desconocía; algo que nunca antes había experimentado... Y que por lo tanto, tampoco sabría explicar.

Esto lo hacía sentir más extraño aún. ¿Cómo era posible que él, el Gran Sesshoumaru, temido por youkais y humanos, sintiese algo que no sabía describir? Mejor aún¿Cómo era posible que él, el Señor de las Tierras del Oeste, SINTIESE?

Él no estaba acostumbrado a sentir nada. Ni siquiera dolor... mucho menos temor. Y aún menos algo a lo que no pudiese referirse. Él era una criatura indiferente, fría, dura... Y sin embargo, aquí estaba ahora, mirando por la ventana hacia un lugar perdido...

Quizás necesitase dar un paseo por sus tierras. Ni siquiera a alguien tan imponente como él le hacía bien pasar tanto tiempo encerrado. Sin embargo, esa sensación dentro de sí estaba ahora apoderándose de sus pensamientos, mientras analizaba a mil por hora alguna manera en la que pudiese definirla...

Era como... como si algo faltase... Como si hubiese un... vacío en su interior...

No supo como, pero en lugar de conducirlo a la salida, sus pasos lo llevaron de manera inconsciente hacia una puerta... La puerta de una habitación con un extraño olor a ser humano que, a pesar de las semanas sin uso, no se había extinto aún.
- Tonterías... -dijo para sí con su ronca voz, casi en un susurro, mientras se marchaba del lugar.

XXX

El palacio del Señor Feudal era un lugar sencillamente hermoso. Un hermoso jardín circundado de árboles y coronado su centro con un pequeño lago lleno de nenúfares se abrió paso ante los ojos de la joven al recién entrar. Al fondo, una casa con una paradójica mezcla de sencillez e imponencia se extendía, haciéndola impresionarse aún más.

No pudo evitar asociar éste palacio con el que su amo poseía en las Tierras del Oeste. Éste lugar tenía más belleza que imponencia; mientras que aquel era más imponente que hermoso, como correspondía al poder de su Amo. Aunque ella siempre había pensado que la hermosura del que había sido su hogar residía precisamente en la belleza de aquel youkai amado...

Pero ahora no era tiempo de pensar en ello. Esta era su nueva vida, la vida que él quería que ella llevase y debía vivirla.
- Bienvenida sea, sacerdotisa Rin. -saludaban una tras otras las criadas del lugar, admirándose todas por la juventud y pura belleza de la recién llegada. A Rin le daba un poco de vergüenza ser en centro de atención, pero todos la trataban de una manera tan amable...

Realmente estaba agradecida. Su suerte podría haber sido adversa: podría encontrarse aún vagando errante sin saber qué haría con su vida, pasando dificultades para encontrar alimento, durmiendo bajo la intemperie luego de tantos años de haber tenido un techo en el palacio de su amo... Pero no, aquí estaba: en otro magnífico palacio sin nada que temer. Su futuro ya no se mostraba tan incierto.
- ¡Señor! -llegó corriendo hacia el Señor Feudal uno de sus sirvientes.- ¡Venga pronto¡La enfermedad del Joven Amo ha empeorado!

El señor no esperó ni un segundo: Inmediatamente corrió en dirección a la habitación de su hijo, quien yacía enfermo desde hace unos días de lo que parecía ser un simple resfriado. Pero ciertamente no lo era...

Entonces Rin lo sintió: Había una presencia maligna en el lugar, justamente en el sitio hacia el cual el señor se había dirigido a toda prisa. Sin pensarlo mucho se dirigió también tras él, llegando a una amplio aposento.

La puerta de la habitación estaba abierta; sin embargo, desde afuera, no se observaba nada gracias a un biombo ubicado dentro de la estancia. Aunque fuese una falta de educación, además de un atrevimiento de su parte, Rin entró a la habitación de aquel a quien llamaban "Joven Amo"
- Su fiebre ha subido mucho. -dijo una de las criadas.- Y aunque le pongo compresas frías y le doy té de hierbas, no cede... ¡Hay que hacer algo!
- Justo lo que sospeché... -pensó. Había algo decididamente malo en esa estancia. Debía haber un espíritu maligno, pero... ¿Dónde?
- ¿Qué sucede? -preguntó el Señor Feudal al ver que Rin se encontraba a la expectativa, observando cada rincón del lugar.
- Sucede que la enfermedad del joven no es una enfermedad... -dijo Rin.- Hay un espíritu en esta habitación...

Las personas presentes en la habitación guardaron silencio, mientras observaban a la joven sacerdotisa escrutar detenidamente el lugar. Como toda habitación japonesa, tenía muy pocas cosas dentro de ella: Un armario, unos pergaminos, el futón, el biombo de la entrada y una mesa con un florero de bambú con el kanji "Hyo" pintado delicadamente.

Entonces lo vio: Uno de los pergaminos que estaba colgado justamente al lado del futón del joven comenzó a ondearse. Sin duda el espíritu había sentido sus poderes espirituales y pensaba luchar.
- ¡Salgan de la habitación! -alertó y todos la obedecieron. Dirigiéndose al pergamino, agregó:- Y ahora tú... ¡Sal de ahí, espíritu maligno!

El pergamino se ondeó más intensamente, pero aunque el espíritu reaccionaba a su presencia, parecía que no tenía ni la más mínima intención de salir.
- Bueno, yo pensaba liberarte... pero ya que no quieres, tendré que eliminarte... -dijo con resignación, sacando de sus mangas las dagas y cargándolas con su poder espiritual. El pergamino dejó de ondear. Luego de unos momentos, una sombra salió de él, ante la sonrisa de Rin. Agregó:- Me alegra que lo hayas pensado mejor. No me gusta eliminar espíritus¿sabes? Prefiero exorcizarlos para que encuentren su descanso... Y por eso... ¡Yo te exorcizo, espíritu¡Encuentra tu camino al más allá!

El espíritu desapareció y Rin guardó sus dagas de nuevo. Entonces se volvió y observó una cristalina mirada azul que la observaba desde el futón, absorto en su rostro. Nunca había visto belleza igual. Nunca había visto ojos tan llenos de bondad... y estaba seguro que nunca vería otros como esos, que ahora lo miraban también.

Había estado enfermo desde hacía muchos días y ahora que al fin despertaba de sus delirios de fiebre, observaba a esta hermosa sacerdotisa en su habitación, quien en un gesto de nobleza había expulsado al causante de su agonía.
- Yo soy Hyo. -dijo él, incorporándose.- Y tú... Tú eres un ángel...

Fin del Capítulo 3.


Lo sé, lo sé... No tengo perdón T.T Especialmente porque el capítulo 3 está escrito desde antes de que comenzara a publicar este fic por aquí XD Simplemente se me había olvidado subirlo...

Gracias a Diosa de Dioses, darkwishsessho, sacerdotisamiryaries, Saya, Shiharu Tendo, catherine2040, mizuho, HawkAngel XD, Sele-chan, Elen-Ses por sus reviews. Y a quienes no dejaron reviews, pues también XD

Cuídenseque trataré de no centrarme tanto en mi otro fic y ponerle más atención a este...

Lita Kino.