Mil disculpas x no haber actualizado en siglos! La verdad es que no tengo excusa, salvo que me olvidé por completo de este fic. En compensación, voy a subir dos capítulos en vez de uno.
Gracias a Shadir y Tana Abbot, que me mandaron reviews, y disculpas otra vez x la demora! En cuanto a lo de Jean Webster, quise hacerle un pequeño homenaje.
Capítulo 1: Una bella vista
Cuatro años más tarde.
Con un suspiro, Carolyn arrojó el bolso sobre la cama y se sentó encima. Luego se acordó que tenía cosas que se rompían y lo corrió de abajo suyo. Dejó caer la cabeza en la almohada.
¿Preparado para pasar un par de semanas de puro aburrimiento- comentó a su hermano, en tono de conductora televisiva¡Se gana el 0 km el que sobrevive más tiempo en este pueblucho!
Justin se sentó en una incómoda silla amarilla, la única de la habitación, dejando su bolso azul en el suelo. A él tampoco le entusiasmaba pasar en la casa de sus abuelos dos semanas, no porque ellos le cayeran mal (aunque la abuela era un poco mandona) sino porque allí no había nada para hacer. El abuelo se enorgullecía de poder decir que la aldea no había cambiado desde que ellos llegaran de Italia, antes de estallar la Segunda Guerra Mundial. Cuando uno miraba los pocos y viejos negocios, además de las fachadas descascaradas y las calles mal pavimentadas, no costaba mucho creerle. Pero, como decía su madre, bien se podían sacrificar unos días de vacaciones para contentar a la abuela y que no rezongara durante el resto del año.
- Menos mal que podré tomarme el micro a la ciudad los sábados para ir a bailar- dijo Lynn- porque si no me moriría.
Su hermana tenía la costumbre de hablar de esa forma, como si el mundo girara a su alrededor, pero Justin estaba acostumbrado. Y a pesar de sus diferencias de carácter, no se llevaban tan mal. Cuando eran más chicos solían agarrarse de los pelos, en cambio ahora solían hablar a menudo, toda una novedad. Justin sabía que podía confiar plenamente en su hermana mayor, porque Lynn podía tener muchos defectos (y los tenía) pero ser buchona no era uno de ellos.
- Veo que te ha tocado el cuarto amarillo- dijo Justin, para cambiar de tema.
- Otra vez. Por algún motivo, siempre me lo encajan a mí.
El cuarto amarillo tenía ese nombre porque, teniendo la edad de Carolyn, a la tía Paola (la hermana menor de la señora Finch-Fletchley) le había dado un ataque y, tomando un par de tachos de pintura, embadurnó toda la habitación de color limón, incluyendo no sólo las paredes y los muebles, sino también las cortinas y el cobertor de la cama.
A Lynn no le gustaba el amarillo, pero siempre le daban esa pieza porque era la más pequeña y ella dormía sola. En cambio, como Justin compartía habitación con su hermano menor, Bruce, le habían dado el que había sido el dormitorio de sus tíos en la planta baja, que era más grande y no estaba pintado de amarillo.
Cuando sus abuelos maternos, Marco y María Moretti, huyendo de Musollini habían llegado a Inglaterra, no tenían absolutamente nada. Pasaron un par de años en una casa de inquilinato del barrio bajo de Londres hasta que consiguieron mudarse al campo, con la posibilidad de un mejor trabajo y calidad de vida. En ese entonces vivían en una casa minúscula, que hacía un tiempo había sido demolida. Allí había nacido el mayor de sus hijos, también llamado Marco. Recién después de la guerra, cuando el abuelo hubo abierto su propio negocio y ahorrado bastante, pudieron mudarse a la casa en la que su madre se había criado, donde actualmente vivían, y que era una de las más bonitas de la zona.
Tal vez porque era allí donde habían progresado y visto crecer a sus cinco hijos, los abuelos estaban muy apegados al lugar y la abuela podía repetir de memoria todos los chismes y todas las historias de familia, estando tan informada como si realmente hubiera nacido allí. No querían ni oír hablar de mudarse a otro sitio y espaciaban sus visitas a la ciudad en la medida de lo posible, prefiriendo que los fueran a visitar.
- Al menos, no me puedo quejar de la vista- bromeó Lynn, al tiempo que descorría las cortinas.
Como en esa zona la mayoría de las casas eran de una sola planta, desde la ventana del segundo piso se podía ver gran parte del pueblo. Pero la imagen que destacaba era la de la casa de la colina, con ese aire solitario y arrumbado de las casas viejas.
- Podría inspirarme para escribir una novela de terror¿no crees- dijo Lynn con entusiasmo.
Carolyn, que estudiaba Periodismo, le encantaba leer, en especial las novelas de misterio. Siempre había estado fascinada por la casa abandonada y de pequeña, al igual que muchos otros en Little Hangleton, se entretenía inventando espeluznantes historias de aquel sitio y de los Riddle, sus antiguos dueños. Por el contrario, a Justin, como a la mayoría de los pueblerinos, la mansión le parecía siniestra.
Más de cincuenta años atrás, la familia Riddle había sido asesinada y el único sospechoso fue el jardinero, que tenía una llave de la casa. Sin embargo, la policía de Big Hangleton, la ciudad vecina, no había tenido suficientes pruebas para encerrarle. Para los pobladores fue considerado culpable de todas formas, y el hecho de que el pobre hombre hubiera seguido trabajando allí lo había vuelto más sospechoso aún ante los ojos de sus vecinos, que le hicieron el vacío.
¿Sabes- agregó su hermana, pensativa- Nunca creí que el asesino pudiera ser el jardinero. Parecía demasiado simpático.
Probablemente Carolyn era la única persona capaz de calificar al huraño Frank Bryce de esa forma, aunque quizás tenía motivos. A la edad de ocho años, había apostado con unos chicos mayores que entraría en la casa abandonada. Pero en cuanto hubo puesto un pie en el jardín, de atrás de unos arbustos salió el jardinero, blandiendo una hoz y gritándole, furioso, porque la niña había pisado un cantero sin darse cuenta. Ella, lejos de amilanarse, le pidió disculpas, se presentó y empezó a charlar con el hombre, quien le terminó regalando una bolsita con semillas. Carolyn no había ganado la apuesta, pero sí el respeto de los demás chicos, además de algo parecido a una amistad con el anciano. Por cierto que, de haber sido bruja en lugar de muggle, seguro que habría sido una gryffindor, aunque tenía algunos rasgos de slytherin.
¿Y entonces quién fue¿E.T- preguntó Justin, con sorna.
Lynn era fanática de Los Expedientes Secretos X, no se perdía un capítulo y tenía un póster enorme de David Duchovny, el protagonista. Cuando se dijo que Mulder iba a abandonar la serie, Carolyn se había puesto insoportable, afirmando que iba a asesinar al director del programa. Toda la familia se burlaba de ella a costa de eso.
No que a ella le preocupase mucho, por cierto.
- Qué gracioso. A lo mejor tienes razón. Digo, la forma en que se desapareció Frank¿no pareció una abducción?
¿Una qué?
- Abducción se dice cuando te raptan los extraterrestres- respondió ella, en tono de superioridad- Ignorante.
- Sabelotodo.
Carolyn le arrojó una almohada, dando así fin a la discusión. Justin pensó un momento en la forma en que, dos veranos atrás, el viejo se había desvanecido y nadie había vuelto a saber de él.
- A lo mejor tenía unos cuantos ahorros debajo del colchón y, como aquí nadie lo quería, se fue a tomar sol a Brasil.
- Sí, ya me lo imagino, con casi ochenta años y una negra en bikini abanicándole. Hasta mi teoría es más probable que la tuya. Quizás lo mataron los fantasmas de los Riddle.
- Los fantasmas no andan asesinando gente por ahí.
- Si tú lo dices… Oye¿me acompañas hasta el locutorio? Tengo que chequear mis mails.
¿Es el primer día y ya te van a escribir- preguntó Justin, con incredulidad.
- Es que soy tan popular… todo el mundo me ama…
- Modestia aparte…
¿De qué sirve ser modesta? Te causa complejo de inferioridad.
Justin soltó la carcajada. ¡Carolyn, con complejo de inferioridad! Antes de que sucediera eso, Snape se disfrazaría de duende navideño, con medias a rayas blancas y rojas y un sombrero verde con cascabeles, y repartiría golosinas en forma de bastón.
¿No me crees? Míralo a Bruce. Es una ameba.
- No seas mala, sólo porque sea callado no quiere decir…
- …¿que sea estúpido? Bueno, si no es así, lo finge bastante bien. Pero ya dejemos de hablar de él¿me vas a acompañar o no?
Aceptó porque, si bien no se llevaba bien con las computadoras, era mejor que quedarse allí. Justin tomó su bolso y lo dejó en su dormitorio, y al pasar por la cocina saludó a su abuela por encima del hombro.
Al salir de la casa, se cruzaron con Bruce, que estaba sentado en los escalones de entrada, con la mente en otra parte. Ni siquiera levantó la vista cuando pasaron por su lado y Justin pudo oír con toda claridad a su hermana murmurar "ameba".
Tomaron por la calle Mayor y jugaron una carrera, la que ganó Justin. Lynn arguyó que le había dejado ganar por lástima y así entraron al locutorio, peleando como cuando eran niños.
Tal vez sea un buen momento para describir un poco a la familia Finch-Fletchley, antes que la historia avance demasiado y ya no quede lugar para hacerlo.
Letizia y Paul Finch-Fletchley, los padres de Justin, Carolyn y Bruce, se habían conocido en la universidad y se habían casado después de cinco años de noviazgo. Primero vivieron en una pequeña ciudad llamada Simstown, no muy lejos de Big Hangleton, pero para cuando Lynn empezó la primaria ya se habían mudado a los suburbios de una ciudad más grande.
Letizia, todavía atractiva a pesar de sus cuarenta y dos años, con su cabello y sus ojos oscuros, era una mujer de buen corazón, aunque con un carácter fuerte y una tendencia a mandar. Su hija mayor había heredado estas cualidades y a menudo estallaban peleas entre ellas, quienes difícilmente aceptaban que no tenían razón. En realidad se parecían, tanto física (aunque el cabello de Carolyn era más claro) como psíquicamente, más de lo que ninguna de las dos estaba dispuesta a admitir.
Paul tenía una personalidad más mansa y tranquila, era un hombre trabajador y sencillo, cuyo defecto quizás era hablar mucho. Justin se parecía a él, y a menudo los dos actuaban de mediadores cuando madre e hija discutían.
Carloyn tenía diecisiete y le llevaba un año a Justin, aunque a veces se comportaba como si fueran cinco. Era una chica inteligente, sincera aunque algo presumida, y le encantaba ser el centro de atención. Había convencido a todos para que la llamaran Lynn (protestaba que Carolyn era demasiado largo) y eso había desatado una pelea con su madre, que le parecía tonta la abreviatura e insistía en llamarla por su nombre completo. También se había desatado una batalla campal con el asunto de la escuela secundaria. La señora Finch-Fletchley tenía planeado enviarla a Santa Úrsula, un internado para señoritas donde con algo de suerte podrían moldear ese carácter indomable que tenía. Lo que Lynn opinó al respecto no se puede repetir por escrito. Finalmente, había terminado en el Instituto Secundario Redmond, con orientación en Ciencias de la Comunicación, que era lo que ella quería desde un principio. Carolyn Finch-Fletchey tenía una forma muy curiosa de salirse siempre con la suya.
Algo más dócil (aunque no mucho) era Justin, de ensortijado cabello castaño, quien asistía a sexto año en el Colegio de Hogwarts de Magia y Hechicería. Era un mago, nada menos.
A pesar de ser una familia relativamente normal, se recuperaron bastante pronto de la impresión causada porque el hijo del medio estudiara en un colegio de ese tipo, y hasta la señora Finch-Fletchley se había resignado a que, en lugar de concurrir a Eton, Justin estudiara Encantamientos, Historia de la Magia y Pociones, sobre todo después de leer los libros de Gilderoy Lockhart, pero esa es otra historia.
Y luego estaba Bruce, con trece años de edad. A decir verdad, no había mucho que decir sobre él. Tenía el pelo negro y tez oscura, como los Moretti, y al revés de sus hermanos, su cabello era bien lacio. Era de contextura baja y corpulenta, lo que le daba, pese a ser flaco, un aspecto rectangular. No era especialmente feo, pero tampoco lindo, era más bien común y corriente. Sin duda alguna, aquella era la característica más peculiar que tenía: jamás llamaba la atención. Al contrario que el resto de su familia, era muy callado. Por lo general no era de expresar su opinión, sino más dado a dejarse mandar, en especial por su madre, razón por la cual Lynn no lo tenía en muy alta estima. Una vez Jimmy, su primo, había dado en llamarle "Bruce el Manso" y Lynn había opinado que era más indicado "Bruce el Idiota". Justin trataba de defenderlo, aunque tenía que admitir para sus adentros que la mayor parte del tiempo era difícil notar que Bruce estaba allí.
Por otra parte, había sido el único en cumplir el deseo de su madre de que fuera a Eton, pero en verdad no era un alumno muy brillante. Lo único en que sobresalía era el fútbol, que era una de las pocas cosas por las que mostraba entusiasmo.
Así eran los Finch-Fletchley, que a pesar de sus diferencias y de alguna que otra crisis doméstica, convivían en paz la mayor parte del tiempo y probablemente todos se quisieran, aunque a veces con el ir y venir de la vida cotidiana no pensaran mucho en ello, como sucede con la mayoría de los integrantes de una familia normal. O al menos, así eran hasta que estalló el problema de Bruce.
Tardaron una hora en el locutorio, Carolyn tenía la casilla a rebosar de e-mails de amigos y "novios" (en plural, nada menos. Lynn tenía la opinión de que la vida era demasiado corta para salir con un solo chico por vez), durante la cual Justin se entretuvo navegando por Internet, con la que no se entendía muy bien que digamos. Después de todo, en el mundo mágico no se utilizaba la electricidad.
Cuando regresaron, ambos hablando a todo lo que da, se toparon con Bruce, que seguía en la misma posición de antes. Justin se preguntó si su hermana no tendría razón y el chico tenía un problema psicológico de verdad.
Recién entonces notó qué miraba su hermano menor con tanta fijeza: la mansión de los Riddle. Había cierta expresión de fascinación en su rostro que a Justin no le gustó. Lo más probable era que fuesen imaginaciones suyas, pero no podía evitar pensar que la casa parecía ejercer una extraña influencia en las personas. Recordaba cómo, siendo más chico, al pasar en bicicleta por enfrente de ella sentía las piernas más pesadas y se le hacía difícil seguir pedaleando. Tenía la impresión de que el lugar lo atraía y rechazaba a un tiempo, tal vez por esa atmósfera de poder y maldad que desprendía, como la de… la de…
¿Cómo qué? No podía recordarlo. Decidió que no era importante y entró a la casa.
A menudo Justin sentía cosas que otras gente no. También podía ver más allá que la mayoría, pero solía ignorar este hecho, porque sonaba demasiado sobrenatural. Sin embargo había veces en que no podía negarlo, como cuando encontraba cosas supuestamente perdidas para siempre, adivinaba lo que la otra persona iba a decir o tocaba determinada objeto y veía algo relacionado con él. Por ejemplo, una vez había agarrado una pava y supo al instante que el rayón que tenía en un costado era de la vez que la dueña, apresurada en atender el teléfono, la había volcado.
En algunas ocasiones, muy raras, podía darse cuenta de lo que iba pasar, nada importante, sino cosas como qué nota tendría en un examen segundos antes de que se lo entregaran o s a quién se le caería el tenedor durante el almuerzo. Cuando pasaba esto, solía decirse que era casualidad. No creía en la Adivinación, todos los que seguían la materia aseguraban que Trelawney era una farsante. Él estudiaba Runas.
Si bien él nunca había dicho palabra de esto a nadie, Carolyn lo había llegado a sospechar, pero se había cuidado bien de no mencionarlo. Como bien suponía, Justin hablaría de ello cuando estuviera dispuesto a aceptarlo y por cierto que aquel momento aun no había llegado.
