Capítulo 2: Vuelta a Hogwarts
- Apresúrense un poco¿quieren? Justin, perderás el tren.
Este tipo de comentarios eran normales el primer día de clases. Su madre solía ponerse algo irritable si la despertaban muy temprano y ese día había tenido que levantarse seis y media para llevar a Bruce hasta la escuela, por lo que era mejor no darle motivos para que se la agarrara con ellos.
- Ya, Lets, que estamos llegando temprano- la tranquilizó su marido, que estaba de un humor más afable.
En efecto, eran las once menos veinticinco cuando llegaron a King's Cross. Mientras Lynn (que tenía la suerte de empezar el colegio recién la semana siguiente) iba a buscar un carrito, a su madre le dio por ponerse sentimental. Justin agradeció que todavía no hubiesen cruzado la barrera del andén y nadie que lo reconociera pudiera escuchar la conversación. Para rescatar a su hijo mayor del abrazo materno, el señor Finch-Fletchley decidió cortar por lo sano.
- Tampoco se va al polo, Lets. Y ya está mayorcito, tiene dieciséis años, como para que lo expongas a cosas así.
Letizia Finch-Fletchley no solía ponerse sentimental, por lo que le faltaba práctica, y este simple comentario le hizo recobrar el sentido común. De inmediato se puso en su pose de Teniente General acostumbrada, y empezó a darle todas las recomendaciones y advertencias de siempre. La interrumpió el regreso de Carolyn con el carrito y la tarea de colocar el pesado baúl sobre éste la distrajo de su discurso. Luego Justin se apresuró en decir que quería ir al tren ya para conseguir un buen asiento, cuando en realidad quería despedirse antes de que a su madre le diera otro ataque de sentimiento. Claro que esto era muy improbable, pero era mejor asegurarse. Así que los saludó por última vez y cruzó la garita de pasajes (con el grito de "no te olvides de escribir, alcornoque" de su hermana), llegando de esa forma al andén 9¾.
¡Ey, Justin¡Justin, aquí!
La primera persona conocida que vio fue a Sally-Anne Perks, que agitaba los brazos para que la localizara entre la multitud. Estaba con sus padres, una pareja de mediana edad, y su hermano menor, Gilbert, quien empezaba cuarto.
- Eh, hola- saludó Justin, algo shokeado por el extraño atuendo de su amiga.
Sally era aficionada a los colores fuertes, pero esta vez se había superado a sí misma. Llevaba una remera ajustada con un estampado psicodélico, en color turquesa, violeta y verde loro, además de unos rotosos jeans teñidos de fucsia y unas zapatillas naranja flúor. Parecía un muestrario y no tuvo ningún reparo en decírselo. Lejos de ofenderse, ella se rió por el comentario.
- Es que, como es el último día antes de sufrir el negro todo el año, decidí salir lo más alegre posible- explicó, al tiempo que tintineaban sus pulseras brillantes y se movían sus aros hechos con plumas de colores¿Y qué tal te ha ido en casa de Ernie?
- Bien, fue divertido. El padre nos llevó a ver un partido de quidditch…
Como Sally era de familia muggle, al igual que él, nunca había visto un partido fuera de los del colegio y se mostró más interesada en la descripción del estadio y del público que del juego en sí. Cuando terminó de relatarlo todo (y eso quiere decir todo), ella comenzó a contarle sus vacaciones, hasta que la señora Perks les advirtió que se hacía tarde.
- Ups, es cierto- admitió Sally- Corramos antes que nos quedemos sin asientos.
Empezaron a andar hacia el tren, cuando la madre de la chica la agarró por el brazo.
¿Es que no te vas a despedir?
- Ups, se me olvidaba.
Dio un beso rápido a su padre en la mejilla, abrazó a su madre y le hizo una seña a su hermano, que se había ido con sus amigos. Ahora sí corrieron al primer compartimento que no estaba lleno a rebalsar que encontraron y, con ciertas dificultades, lograron subir los baúles. Justin seguía pensando, al igual que en su primer viaje a Hogwarts, que tendrían que inventar un método más práctico para acomodar esos armatostes que tenían por equipaje.
En la tarea de buscar gente conocida, divisaron a Ernie Macmillan y a Hannah Abbot sentados juntos. Parecieron sobresaltarse al verlos, además de que Hannah se puso roja y al chico le faltó poco.
¿Por qué será que tengo la impresión que interrumpimos algo- susurró Sally, después de darle un terrible codazo a su amigo.
Justin tenía una opinión parecida, y no pudo evitar sonreír al recordar que Sally y su mejor amiga, Susan Bones, venían prediciendo que esos dos terminarían juntos desde el primer año. Se sentaron frente a ellos y conversaron un rato.
¿Y sobreviviste a la casa de tus abuelos- preguntó Hannah.
- Bueno, podría haber sido peor. Creo.
¿Tu hermana siguió agarrándose de los pelos con Bruce?
La pregunta había sido de Sally, claro está. Hannah jamás habría dicho algo así. Si bien había cambiado desde que la conocía, seguía siendo algo tímida y (como hubiera dicho Lynn, mandándose la parte con su lenguaje de periodista) recatada. Sally, en cambio, no se hacía mucho problema con eso que digamos.
- De los pelos no, pero es que nadie puede agarrarse de los pelos con Bruce. Le puedes decir cualquier cosa, por más espantosa que sea, y él se queda tan tranquilo. Igual, este verano estaba irreconocible. Hasta iba a jugar al fútbol con algunos chicos de allí y eso es lo más sociable que hizo nunca.
Recordaba bien los comentarios de la abuela al respecto.
- Nena, yo no sé como lo dejas a Brucie estar con esos muchachos, que son unos vagos y mucho mayores que él.
- Ay, mam�- había respondido Letizia- sólo va a jugar al fútbol. Además, yo fui a la escuela con los padres de esos chicos y la mamá de Billy Harrison fue mi mejor amiga toda la primaria. Y le llevan tres años, que no es tanto.
Probablemente ella sabía que una vez que su hijo menor hacía amigos fácilmente no era conveniente poner demasiadas trabas.
Sus amigos se rieron con las teorías de su hermana del asesinato de los Riddle, en especial con lo de los fantasmas vengativos.
¿Riddle has dicho que se llamaban los tipos- quiso saber Ernie.
- Sí¿por¿Conoces a alguien llamado así?
Ernie lo miró con expresión extraña y tardó en contestar.
- No, por lo que puedo recordar, yo no conozco a nadie con ese nombre.
A Justin no le gustó del todo el tono en que lo dijo, pero lo dejó pasar. No se le ocurría ningún motivo para que Ernie se interesara por los Riddle, pero supuso que había sido curiosidad nada más. De no haber tenido aquel recuerdo de su segundo año tan enterrado en su mente, inmediatamente habría comprendido lo que pasaba. Pero lo tenía bloqueado, así que ignoró esa mala impresión de que estaba pasando por alto algo importante y olvidó el asunto.
Sally localizó a Susan y se marchó con ella. Al cabo de un rato, Justin también se fue. Sentía que allí sobraba y fue a sentarse con Osvald Gardner y Denzel Diamond, compañeros de clase, con los cuales se puso a hablar de quidditch, probablemente el único tema de conversación posible entre chicos magos o eso parecía.
El viaje fue tan largo como de costumbre, pero a Justin se le pasó volando. Por cierto que no estuvo falto de diversión, aunque quizás la señora del carrito no pensó lo mismo cuando un par de alumnos prendieron fuego el compartimento con unos petardos mágicos y ella tuvo que correr a apagarlo, tan sólo para citar un ejemplo.
Es de suponer que no hace falta explicar detalladamente la Selección, ni tampoco el banquete, ya que fue muy parecido al del año anterior, sólo que algo más sombrío. Eran de público conocimiento la cantidad horrorosa de muggles muertos de forma "misteriosa", al igual que las muchas apariciones de la Marca Oscura en casas de magos asesinados.
Pero a pesar que todo estaba tan mal, todavía quedaba una esperanza, según el discurso de Dumbledore, de derrotar a Quien-No-Debe-Nombrarse, si se mantenían unidos. Justin notó algunas miradas de escepticismo en muchos chicos, sobre todo de la mesa de Slytherin. A él le hubiera gustado darle la razón al director, pero se preguntó si no sería porque eso era lo que quería creer.
Después de la comida, fueron hacia la Sala Común de Hufflepuff, pasando por la puerta oculta, y luego al dormitorio. Allí nada había cambiado, por cierto, salvo el cartelito de la puerta, que ahora rezaba "Sexto año". Hubo una discusión entre Osvald y Jonás Spurgeon (otro compañero suyo, quien había sido castigado con un nombre especialmente feo) que terminó en una espectacular guerra de almohadas todos contra todos y en la cual por poco rompen la ventana. Cuando se cansaron de destrozar la ropa de cama, cayeron rendidos del sueño.
Justin tuvo una pesadilla muy extraña. Estaba en un aula a oscuras, nada que ver con Hogwarts, donde había un grupo de adolescentes fumando y una botella de cerveza medio vacía sobre una mesa. Uno de ellos estaba al lado de la puerta, atento a cualquier sonido de afuera. Era evidente que estaba para avisar si se acercaba alguien, mientras los otros charlaban y se reían de forma estridente. Tardó un rato en distinguir bien los uniformes y poder reconocerlos, a causa del humo y la falta de luz. Eran nada menos que los de Eton, el colegio de su hermano. Y él siempre había pensado que eran todos unos amargos.
En un momento, el que estaba de campana salió del aula sin que nadie lo notara. Justin trataba de escrutar en las sombras para ver los rostros, pero las únicas luces eran las de los cigarrillos. Hasta que uno prendió un encededor y prendió el cigarrillo del que tenía al lado, iluminándole las facciones. Justin dio un respingo.
Era Bruce.
Si había alguien, de todos los que conocía, al que jamás hubiera imaginado en esa situación, era él. Volvió a acordarse de los comentarios de su abuela sobre los amigos de Bruce en Little Hangleton. Unos vagos…
De pronto, se abrió la puerta de par en par y la luz entró a raudales. Todos, hasta Justin, fueron momentáneamente cegados. Cuando se acostumbraron sus ojos, Justin vio a una mujer de unos sesenta años con aspecto de profesora, que estaba dando alaridos, toda roja, mientras señalaba con dedo acusador a los alumnos.
Lo que ocurrió a continuación, él no lo supo: se despertó con la garganta seca. Se levantó a tomar agua y notó un fuerte olor en el aire: humo de cigarrillo.
Frunció la nariz, tratando de volver a captar el olor. No sintió nada. Habría sido su imaginación. Al volverse a acostar, soñó con otra cosa, y para la mañana siguiente ya no recordaba nada del primer sueño.
Tal vez fue por eso que se sorprendió al recibir la carta de Lynn, contándole que habían sancionado a Bruce en Eton, suspendiéndolo de las clases por a)Estar fuera del dormitorio a la medianoche, por b)Fumar y c)Beber cerveza, que se resumían en d)Conducta inapropiada. Aunque, quizás, en el fondo ya lo sospechara.
