Capítulo 4: Sueños y premoniciones

Corre. Corre. Huye. Rápido. No te quedes atrás.

Que vienen ellos. Los monstruos. Sin rostro. Sin nombre. Tienes que correr.

Antes que te atrapen. Antes que te maten.

Las Nike resbalaban en el pasto, húmedo de rocío, haciéndole caer y tropezar, una y otra vez. Y otra vez se levantaba y echaba a correr de nuevo. Podía escucharlos, sentirlos detrás suyo, con los brazos estirados para agarrarlo. No podía permitirlo. No después de lo que había visto. No después de lo que había oído. Aquella mujer…sus amigos. Habían pagado caro el que los atraparan. No pasaría lo mismo con él. No. No.

Saltó el muro con agilidad. No había tiempo de salir por el portón. Empezó a subir la colina, corriendo hacia el único escondite posible. Al llegar arriba, pasó el seto como pudo, arañándose las manos y las mejillas. Pero eso no importaba ahora. Tenía que seguir, aunque le faltara la respiración y le doliera el costado.

Entonces, escuchó una voz dentro de su cabeza.

No corras hacia la casa.

Pero era el único lugar en el que podía refugiarse.

No vayas allí.

Ellos se acercaban. Tenía que esconderse. No podía seguir corriendo. Tenía que encontrar donde ocultarse. Pero no la casa. No esa casa.

Se acercaban. Cada vez más próximos. Más peligrosos. No podría escapar…ya casi lo alcanzaban…iban a matarlo…

Justin Finch-Fletchley se despertó gritando.

Justin¡Justin! Despiértate.

¿Llamo a Madam Pomfrey? Parece un ataque.

No… no sé. A mí también me está asustando.

De improviso, Justin abrió los ojos y se incorporó bruscamente, dándose la frente contra la cabeza de Jonás.

¡Auch- gimieron ambos al unísono.

¡Se despertó- exclamó una voz, posiblemente la de Osvald.

Claro que se despertó- respondió Jonás, frotándose la frente.

Justin miró alrededor. Estaban las luces encendidas y sus cuatro compañeros de dormitorio estaban junto a su cama, en piyama.

¿Qué pasó?

Tuviste una pesadilla- contestó Ernie- Hace media hora que te estamos sacudiendo para que te despiertes.

Dabas unos alaridos… Pensamos en llamar a Madam Pomfrey, a lo mejor tenías fiebre…

…o un ataque de epilepsia…

¿Con qué soñabas?

No me acuerdo- admitió Justin. En su memoria sólo había alguien corriendo, huyendo de algo. Pero no recordaba qué.

No corras hacia la casa.

La frase le vino de golpe. Algo que tenía que ver con el sueño. Pero¿qué?

Oye, no es por nada, pero¿estás bien?

¿No quieres ir a ver a Madam Pomfrey?

Estoy bien- respondió, algo cortante, aunque no era esa su intención. Pero se sentía tan cansado… Como si hubiera corrido kilómetros.

Seguro¿no?

Sí, estoy seguro. Fue sólo una pesadilla.

Satisfechos con esta respuesta, Jonás, Osvald y Denzel se fueron a dormir. Ernie, sin embargo, no se quedó tan tranquilo. Pero como los otros habían apagado las luces, decidió dejar las preguntas para el día siguiente.

Eh¿Justin¡Justin¿Podemos hablar un momento?

Justin giró y se encontró frente a Ernie. No debió haber puesto buena cara a juzgar por la expresión de su amigo.

La verdad sea dicha, Justin no estaba de buen humor ese día. La mitad de los de Hufflepuff se había enterado que la noche anterior había sufrido un ataque (probable-mente por boca de Osvald) y había tenido que explicarles a todos que no había sido más que una pesadilla, que se encontraba bien y no, no había ido a ver a Madam Pomfrey, no hacía falta ir a buscar el chaleco de fuerza, gracias por preguntar. Si a eso se le sumaba un dolor de cabeza por dormir mal y una mala nota en Transformaciones, quedaba la síntesis perfecta de un mal día.

¿Qué pasa, Ernie?

Sólo quería saber si estás bien. Me asustaste anoche.

Otra vez no. ¿Todo el mundo tenía que preguntar lo mismo¿Jamás habían tenido una pesadilla? Al parecer, no.

Estoy perfectamente, nunca me sentí mejor- contestó, mientras volvía a darse la vuelta y empezaba a caminar hacia el Gran Salón para el almuerzo. En realidad, sabía que no tenía que tratar así a Ernie, él no tenía la culpa de lo que le pasara. Era normal que se preocupara, teniendo en cuenta los alaridos que había pegado la noche anterior. Pero Justin no se sentía bien y ese día le costaba ser amable.

No es la primera vez que hablas dormido¿sabes?

Justin se paró en seco y volvió a girar.

¿Hablé dormido?

Okey, de acuerdo, él hablaba mucho, pero nunca dormido, hasta donde él sabía, al menos.

Sí, hablaste dormido. No se te entendía mucho, con los gritos, pero creo que mencionaste a tu hermano, Bruce.

¿Mencioné a Bruce?

No podía más que repetir lo que decía Ernie. ¿Había soñado con Bruce? No se acordaba.

Y dijiste algo de una casa.

No corras hacia la casa. Otra vez esa casa. ¿Qué tenía que ver en todo eso? Vaya uno a saber. A lo mejor se había quedado traumatizado con la película esa, La casa de la montaña embrujada o algo así. Ahora que lo decía, le parecía recordar una colina en el sueño, alguien corriendo cuesta arriba… ¿Para qué se esforzaba en revivir una pesadilla¿A quién podía importarle?

Bueno, no creo que sea tan importante. Cualquiera le puede pasar de decir algo mientras duerme. Y no caminé sonámbulo, después de todo.

Se dio vuelta nuevamente, pero sólo había dado un par de pasos cuando de pronto recordó algo.

¿Dijiste que no era la primera vez que hablo dormido?

Ernie asintió en silencio.

¿Cuándo fue la otra vez?

Un par de noches después de que te dieran de beber el jugo de mandrágora, en nuestro segundo año. Después que cerraran la Cámara de los Secretos.

La Cámara de los Secretos. ¿Hace cuánto que no pensaba en eso? Siglos. Lo recordaba lo menos posible. Había sido tan horrible…

¿Te acuerdas que dije?

Ernie pensó un momento.

Creo que dijiste un nombre. Un tal Tim Riddle o algo así. Como el de la casa esa. La que nos contaste en el tren.

- T.M Riddle- murmuró Justin, sin darse cuenta que había hablado en voz alta, abstraído en sus propios pensamientos. T.M Riddle. Un libro negro… algo horrible tras sus tapas. La maldad y el terror que ocultaba… Como la casa. La casa de los Riddle.

Ernie notó que los labios de Justin estaban blancos y sus ojos, idos. Parecía estar a miles de kilómetros de allí.

Eh, Justin, vuelve¡Justin¿Estás bien?

Éste parpadeó y miró a su alrededor, con aire perdido.

¿Eh? Ah, sí. Estoy bien. Perfectamente. ¿Sabes que hay de comer? Me estoy muriendo de hambre.

Y antes de que pudiera frenarlo, en dos zancadas ya había llegado a las puertas del comedor. Se metió entre la gente, alegrándose de escuchar voces a su alrededor, que lo distrajeran de sus pensamientos.

T.M Riddle. ¿Quién era¿Dónde lo había oído nombrar antes¿Era uno de los Riddle asesinados? Seguro. No se acordaba que nadie le hubiera dicho sus nombres de pila, pero… Podría haberlos escuchado en cualquier lugar. Había pasado muchos veranos en Little Hangleton y allí todos hablaban del asesinato. ¿Y por qué había soñado con ello¿Qué tenía que ver Bruce con todo eso?

Se encogió de hombros. Vaya uno a saber porqué uno sueña lo que sueña. No tenía ninguna importancia. Ni el sueño ni la casa.

Tampoco la fijación con la que Bruce la miraba ese verano…

Harry se frotó la frente dolorida. Hermione lo notó.

Harry, tienes que ir a hablar con Dumbledore. Ya sabes que siempre que la cicatriz…

Ya lo sé, ya lo sé.

Entonces¿por qué no lo haces- intervino Ron.

Voy a ir cuando termine la clase¿de acuerdo?

Tuvieron que darse por satisfechos con esa respuesta. Sabían que cuando Harry hablaba en ese tono, más valía no insistir.

Mientras sus amigos volvían a prestar atención a la profesora McGonagall, trató de recordar el sueño que había tenido la noche anterior.

Estaba en un cementerio. No podía recordar si era el mismo que había visto en su cuarto año, pero daba igual. Era de noche, sin luna, y la única luz provenía de una fogata. En torno a ésta había un montón de hombres con túnicas negras y máscaras, Death Eaters, sin ninguna duda. Parecían estar realizando un rito o algo así, no se veía bien desde donde él estaba. Alguien estaba hablando a los demás.

Supo que era Lord Voldemort por el tono de voz, aunque no podía distinguir lo que decía. Estaba al lado del fuego, en el centro del círculo de Death Eaters, y sostenía de los cabellos a una persona. Ésta no llevaba máscara, pero como mantenía la cabeza gacha, no se notaban sus rasgos. Voldemort la sacudía, exibiéndola como si de un trofeo se tratara.

Harry iba a acercarse para ver mejor, pero escuchó pasos y voces a sus espaldas. Se dio la vuelta rápidamente.

Por entre las tumbas, vio el reflejo de unas linternas y le llegó el eco de las risas. Cuando estuvieron más cerca, Harry se dio cuenta que eran un grupo de chicos, más o menos de su edad, y parecían borrachos. Por la ropa, era obvio que se trataba de muggles. Unos llevaban aerosoles y otros, palos con los que golpeaban las lápidas.

Harry miró a los Death Eaters, que no parecían haber notado nada, tan concentrados estaban en su Señor. Harry volvió a mirar a los adolescentes y les hizo señas para que se alejaran, pero no lo vieron. Corriendo agachado, se acercó a ellos y les dijo que se fueran, pero no lo escucharon. Lo dijo más fuerte. Les gritó. Pero ni ellos ni los Death Eaters lo escucharon. No podían porque, en realidad, él no se encontraba allí, sino en el castillo, pero no lo sabía.

Rogó que Voldemort no notara a los muggles. Que siguiera concentrado en su rito. Que los otros se dieran media vuelta y se fueran, sin ser vistos. Pero no fue así.

El grupo de chicos vio a los Death Eaters quienes, evidentemente, llamaron su atención. Se ocultaron detrás de unas tumbas para ver la escena. Pasó un rato, Harry no supo cuánto. Pero de repente, uno de los muchachos estornudó.

Lo que ocurrió después fue muy confuso. Voldemort levantó la cabeza y vio al grupo. Sus ojos escarlata brillaron en la oscuridad, con un destello malvado.

Mátenlos a todos. Todos ellos. Que no sobreviva un maldito muggle.

La cicatriz le empezó a doler horriblemente y cayó hacia delante, dándose la cabeza contra la hierba húmeda de rocío. Escuchó gritos de furia, chillidos de terror y pasos apresurados.

Después, comenzaron los destellos de luz verde, y Harry se despertó, bañado en sudor.

Cuando terminaron las clases de la tarde (doble de Adivinación, puaj) se decidió a ir a hablar con Dumbledore. Se dirigió hacia su despacho y, como de costumbre, se quedó estancado delante de la gárgola, sin saber la contraseña. A esa altura, el director ya se las daba (cualquier cosa antes que volviera a ocurrir algo como lo de Crouch), pero las cambiaba tan a menudo y eran tan estrafalarias que hasta los profesores tenían dificultades en recordarlas. Incluso había habido una ocasión en la que el propio Dumbledore había tenido que dormir en la sala de profesores, ya que no se acordaba ni de la contraseña ni del hechizo que servía para cambiarla. Después de la contractura que le agarró por dormir en un sillón desvencijado, tuvo algo más de cuidado en recordar sus propias contraseñas.

Como fuere, el caso era que desde la última vez que había ido allí la contraseña había cambiado y no recordaba la nueva. Empezó a decir cuanta marca de golosinas se le ocurrió, después siguió con los modelos de las escobas (nunca se sabía) y por último terminó diciendo lo primero que le iba a la cabeza, hasta que se quedó sin ideas.

Justo cuando ya estaba por ponerse a gritar, con la vaga esperanza de que el profesor lo escuchara, vio acercarse a la profesora Sprout, acompañada de Justin Finch-Fletchley, que tenía el aspecto de quien se dirige a la horca (o en el caso de Neville Longbottom, a enfrentarse al boggart del ropero).

Profesora- la llamó cuando estuvo lo bastante próxima para escucharlo¿Podría, por favor, decirme la contraseña? Necesito hablar con el profesor Dumbledore. Es algo urgente, profesora.

Esto también es urgente, Potter. Le avisaré al profesor Dumbledore que usted quiere hablarle, pero tendrá que esperar.

Y con estas palabras, se dirigió a la gárgola, seguida de Justin, que estaba del color del pergamino. La puerta se cerró tras ellos y Harry se sentó a esperar, un tanto ofuscado, a que regresaran, mientras trataba de acordarse de la pesadilla con todos los detalles posibles. Podría haber allí una pista, aunque ínfima, de los planes de Lord Voldemort, por lo que tenía una importancia vital para la Orden del Fénix.

No tardaron mucho en salir. Si antes Justin había parecido enfermo, ahora tenía un aspecto lívido. Harry se preguntó qué era lo que habría hecho, porque la única razón que se le ocurrió para que tuviera esa cara era la expulsión. Sin embargo, la profesora Sprout no parecía enojada con él, sino más bien triste, y lo sujetaba del hombro como para infundirle ánimos. Cuando pasaron junto a él, la bruja le dijo:

El profesor Dumbledore te está esperando. La contraseña es "Draco dormiens nunquam titillandus".

Harry hizo un gesto de despedida con la cabeza a Justin, que no respondió. Tenía la vista clavada en el suelo y avanzaba arrastrando los pies. Pensó que él, en su lugar, se sentiría igual. Si tuviera que volver con los Dursley… Sería espantoso, sencillamente.

Traspasó la puerta y, demasiado impaciente para esperar a que la escalera lo llevara hasta arriba, subió los escalones de dos en dos. Al llegar arriba, golpeó la puerta tres veces:

Pasa, Harry.

Su voz sonó cansina y al verlo, Harry pensó que estaba más avejentado que nunca. Estaba encorvado sobre el escritorio, con ojeras debajo de los ojos. Estaba metiendo un papel blanco en un sobre, común y corriente, lo que llamó su atención. Los magos usan sobres de pergamino y aquel tenía aspecto de ser muggle (sobre todo porque en una esquina decía, con tinta azul, "vía aérea"). Se acordó de Justin, que no era de familia mágica sino muggle.

Al verlo entrar, el director levantó la cabeza y su mirada recobró un poco de su antiguo brillo, aunque instantes más tarde su rostro se ensombreció.

Otra vez la cicatriz¿verdad?

Harry asintió mientras se dejaba caer en una silla.

¿Viste algo esta vez?

Le contó sobre la pesadilla, agregando todo lo que pudo recordar. Cuando terminó, la expresión de Dumbledore era más sombría que nunca.

Me lo temía- murmuró, más para sí mismo que para Harry¿Dijiste que sostenía a alguien de los cabellos- preguntó, volviendo a levantar la cabeza¿Y no llevaba máscara?

Me pareció que no- contestó el chico, haciendo un esfuerzo para recuperar la memoria- No pude ver su cara, estaba muy oscuro, y no me daba el ángulo.

Dumbledore asintió, con aire pensativo. Luego, sacó un diario de abajo del escritorio.

Esta mañana me enviaron esto- dijo, abriéndolo- Es del pueblo donde creció Voldemort… donde hace un par de años desapareció un anciano.

Harry leyó el titular principal, que rezaba:

"Cinco jóvenes desaparecidos en Little Hangleton"

A continuación estaba el artículo, que relataba la historia de forma sensacionalista, muy parecida a la de Rita Skeeter. Al parecer, seis adolescentes se habían escapado de sus casas dos noches atrás. Los padres recién lo notaron a la mañana siguiente, cuando salieron a buscarlos. Sólo encontraron a uno.

Éste no pudo decir nada sobre el paradero de sus compañeros, pues según el diario se encontraba en estado de shock y había tenido que ser hospitalizado inmediatamente, aunque no parecía tener un daño físico grave. La nota no daba nombres ni datos muy exactos. Lo único que decía era que se había iniciado la búsqueda de los desaparecidos, que hasta el momento no había habido novedades y poca cosa más.

Lo que llamó la atención de Harry era que se habían encontrado una mochila, al parecer de uno de ellos, y unos aerosoles en el cementerio del pueblo. Volvió a leer esa parte, para estar seguro.

Es como en mi sueño…- susurró, sin poder creerlo- Entonces, pasó de verdad.

Mucho me temo que sí, Harry. Al parecer, los niños tuvieron la mala suerte de encontrarse con Voldemort en medio de su reunión con los Death Eaters. Lo más probable es que haya pensado que sería muy divertido matarlos a todos…- Su voz sonó más amarga que nunca- Como en los viejos tiempos.

Se hizo un silencio, durante el cual cada uno estuvo inmerso en sus propios pensamientos. Fue Dumbledore quien lo quebró.

Y este no es el único de nuestros problemas.

Harry levantó la vista.

¿Qué más sucedió?

Pasó un rato antes que le contestara.

Es Arabella. Tal vez sea un poco pronto para dar la alarma pero…

¿Le pasó algo?

El profesor pareció casi desanimado al responder:

Parece que también ella ha desaparecido…