Capítulo 6: Monstruos y fantasmas
En la casa, se encendieron todas las luces. Se oyó el ruido de las puertas al abrirse, pasos apresurados en el pasillo. Pero, por encima de todo, se escuchaban los alaridos.
Lynn se frotó los ojos y por un momento estuvo tentada de taparse la cabeza con la almohada. Otra noche más, igual que la anterior. ¿Cómo podía haberse olvidado? Ni siquiera se lo había dicho a Justin. Probablemente, su hermano se estaría preguntando qué diablos estaba pasando. En realidad, ella se preguntaba lo mismo.
Al cabo de un rato desistió y se levantó de la cama. Ni aunque se metiera en un búnker bajo tierra dejaría de escuchar esos gritos. Los vecinos terminarían llamando a la policía. Saltó de la cama, se puso las pantuflas y salió al corredor. Allí estaban sus padres, con el mismo aspecto asustado de la primera vez. Ella, en cambio, tenía la sensación de que se había acostumbrado. Alguna vez había leído que uno puede habituarse a todo, incluso a que lo cuelguen. En ese momento no lo había creído. Ahora ya no estaba tan segura.
La puerta de la habitación de Bruce estaba cerrada, y dentro estaban Travis y la enfermera, Teresa... algo. Tratando de tranquilizar al chico. Tal vez tuvieran que inyectarle un calmante. Lynn se masajeó las sienes. Era ya la segunda vez que le daba este ataque. La primera, se habían pegado el susto de su vida. En el fondo, ella había tenido la esperanza que aquella fuera la señal de que Bruce se estaba recuperando. Si podía chillar de esa forma, no tardaría mucho en volver a hablar. Pero la Doc. les había explicado que las pesadillas (más bien, ataques) eran algo normal, pero peligroso para los chicos catatónicos. Un suceso así a veces podía provocar un daño irreversible en la mente del paciente. Incluso la pérdida de toda posibilidad de recuperación.
Esto lo sabían los Finch-Fletchley, que esperaban en silencio que pasara el peligro. Los chillidos de Bruce iban subiendo de decibeles, a medida que sus padres se ponían más pálidos. ¿Qué dolor tan horripilante estaba sufriendo para gritar así? Y la impotencia de no poder hacer nada para remediarlo lo hacía mil veces peor. ¿Quién puede hacer algo en una situación así? Tal vez ni siquiera la doctora Travis estuviera segura de lo que debía hacer. Sí, había salvado a muchos chicos pero ¿quién les aseguraba que sucediera lo mismo con Bruce? ¿Y si...
Todos estos pensamientos rondaban por las mentes de sus padres y de algún modo, Carolyn lo percibía. Apoyó la mano en el hombro de su madre y la mantuvo allí hasta que cesaron los alaridos. Cinco minutos más tarde, salió la doctora Travis.
- Ya terminó- Respiró hondo. Ella no tenía mejor aspecto que ellos en ese momento- No fue grave- Miró el reloj- Sólo quince minutos. Es menos de la vez anterior y no fue tan fuerte. Es algo positivo que no se necesitaran medicamentos- Se pasó una mano por los cabellos- No habrá que llevarlo a la clínica todavía.
Eso era lo que más temían: que llegara el momento de internarlo. Sería el sinónimo de que Bruce tardaría mucho, mucho en recuperarse.
Las palabras de la Doc. no le llegaban con claridad a Lynn. Estaba demasiado soñolienta para entender algo. Dejó a sus padres, que escuchaban a Travis con atención, y se dirigió a su cuarto. Al pasar por la habitación de Justin, se detuvo. La puerta estaba cerrada. Recién entonces se dio cuenta que su hermano no se había levantado. ¿Acaso no había escuchado nada? No era posible. Esos gritos debieron haberse escuchado hasta en Edimburgo.
Golpeó la puerta y apoyó la oreja para escuchar. Ningún sonido salió de allí dentro. Volvió a golpear. Nada. Muy despacio, entreabrió la puerta.
El dormitorio estaba a oscuras, salvo por la franja de luz proveniente del pasillo. Alcanzó a distinguir un bulto en la cama. Las sábanas habían caído al suelo.
- ¿Justin? ¿Estás ahí?
Sin duda era la pregunta más estúpida que había hecho en su vida. ¿Dónde más iba a estar? Pero también su abuelo pensó eso cuando entró a la pieza de Bruce esa mañana. Y él no estaba. Aunque, claro, había una pequeña diferencia. Estaban en un segundo piso y a menos que Justin tuviera una escoba voladora...
- ¡Justin!- siseó- ¿Me oyes?
No obtuvo respuesta. Al diablo, estaba roncando. Entró y cerró la puerta a sus espaldas. Tardó un momento en acostumbrarse a la oscuridad. Se acercó a la cama y se inclinó sobre su hermano. Al entrar una rendija de luz por entre las persianas, se iluminó momentáneamente su rostro.
Tenía los ojos abiertos de par en par, vidriosos como los de un muñeca y desenfocados. La expresión de la cara era extraña, como desencajada. También él parecía haber sufrido un ataque. Se asustó. ¿Tenía que llamar a alguien? Lo sacudió por le hombro, tal vez con más energía de la necesaria. Justin parpadeó y pareció despabilarse un poco.
- ¿Eh?
- ¿Te pasa algo? ¿Qué tomaste?
No creía sinceramente que su hermano se drogara, pero tampoco nunca había pensado que Bruce iba a ser casi expulsado de Eton. O que se iba a escapar de casa de los abuelos. O que... Bueno, se entiende.
Justin movió los labios, pero no se le entendió nada. Lynn se acercó para escucharlo.
- Los monstruos. Ellos... persiguen...
- ¿Qué monstruos? Justin, me estás asustando. Ya tenemos un enfermo psiquiátrico en la familia, no necesitamos otro.
- No entiendes. Ellos... Bruce... T.M Riddle.
¿Había escuchado bien? ¿Era posible que mencionara a T.M Riddle, después de tanto tiempo?
- Justin, ¿de qué hablas? Explica mejor.
Recién en ese momento Justin se despertó del todo. Volvió a parpadear y la miró extrañado. Luego pareció entender.
- Ah, sí. Mañana.
Se dio media vuelta, dando por finalizada la conversación. Ninguna de las sacudidas de su hermana pareció inmutarlo en absoluto. Había decidido dormirse y en efecto, estaba roncando como si fuera la última vez.
Lynn se sentó delante de su escritorio y de un cajón sacó un viejo cuaderno de apuntes. Era el que había usado en tercer año de colegio, el único que había resistido todos los ataques de limpieza de habitación de Letizia Finch-Fletchley. No tardó en encontrar la página que necesitaba. Allí estaba. T.M Riddle.
Nunca le había hablado a Justin de eso. Sabía que no serviría de nada. Cuando en casa le preguntaron porqué no había respondido cartas durante tantos meses, él dijo que se le había roto la muñeca. Mentira. Pero eso sólo lo sabía ella.
Extraña casualidad que Justin mencionara a Riddle, cuando Bruce había sido encontrado tan cerca de allí. ¿Casualidad? No existe la casualidad.
Encendió la computadora y en Favoritos, hizo clic en Yahoo! ¿Cómo no lo había pensado antes? En la ventana del buscador escribió: Parapsicología.
Ahí estaba la clave de todo.
- Tal vez deberías comentarme lo que pasó anoche.
Cuando Carolyn decía "tal vez deberías" era una orden, simple y llanamente. A regañadientes le respondió que sólo había sido una pesadilla.
- ¿Ah, sí?- preguntó ella, sarcástica- Qué coincidencia. Bruce también tuvo una pesadilla ayer.
- ¿Tuvo una pesadilla?
- Sí, tuvo una pesadilla. No sé cómo hiciste para no escucharlo. Pero algo me dice que ya lo sabías.
- ¡Yo no sabía nada!
- Bueno, ya, ya. Ahora cuéntame qué pasó anoche. Y dime la verdad. Toda la verdad.
- Y nada más que la verdad y la verdad está ahí afuera.
- Eso último lo sacaste de Los Expedientes.
- Será que me estás contagiando.
Al final, terminó contándoselo. Había soñado que entraba en un lugar oscuro y allí estaba su hermano. Estaba asustado, pero no sabía porqué. Hasta que los vio. Unos seres deformes, negros y sin rostros. Parecidos a los dementores, aunque no eran ellos. No, eran otra cosa. No sabía qué, pero no eran dementores. Y estaban persiguiendo a Bruce. Y a él también. Había destellos de luz verde y gritos. Tardó un rato largo en darse cuenta que eran ellos dos quienes chillaban. Sobre el alboroto. Escuchó una voz, lejana y musical, que le decía que se tranquilizara. Después, se despertó.
- La voz debió ser la de Travis- murmuró Lynn, pensativa- Ella nos dijo que le habla a Bruce para calmarlo.
Justin negó con la cabeza. Era imposible.
- Yo no estaba en la habitación con Bruce. ¿Cómo pude escuchar a la doctora? Tú, que estabas en el pasillo, ¿la escuchabas?
- No. Pero yo tampoco me metí en el sueño de Bruce.
- ¿Meterse dónde?
- En el sueño de Bruce. Eso es lo que hiciste.
Justin la miró como si estuviese loca. Lynn se apresuró a mostrarle lo que había bajado de Internet sobre parapsicología. Él lo hojeó, con expresión escéptica. La mayoría de las notas parecían escritas por locos raptados por marcianos. Hasta que se acordó del otro sueño que había tenido. La misma noche que Bruce se escapó de casa.
Se lo contó todo. Incluso que había hablado dormido y mencionado a Bruce. Pero no dijo nada de T.M Riddle. Lynn pareció entusiasmada.
- Ayer también mencionaste a Bruce. Y a un tal Riddle. T.M Riddle.
Levantó la vista. Su piel había perdido el color.
- ¿Riddle?
La expresión de su hermana también se ensombreció.
- Sí. Riddle. ¿Quién es?
- No... no estoy seguro.
Lynn asintió, mientras se levantaba de la silla.
- Tal vez pueda refrescarte la memoria- Tomó de encima del escritorio un cuaderno- Aquí tienes- agregó, mostrándole la hoja con las marcas rojas.
La frase escrita al final le dio un escalofrío. Justin fue atacado por la chica de pelo rojo, poseída por el diario de T.M Riddle.
- ¿Qué...? ¿Cuántos años tiene este cuaderno?
Carolyn le contó toda la historia. Al llegar a la parte en que había visto la serpiente, Justin se puso de pie en un salto.
- ¿Qué te pasa? ¿Te sientes bien?
- No- respondió éste con sinceridad- No estoy bien.
Sin más explicaciones, se fue dando un portazo. Sentía que le temblaban las piernas. Le estaba bajando la presión. La cabeza le daba vueltas y tenía la garganta seca. Un libro negro, una chica pelirroja...
Avanzó a grandes zancadas hasta el baño. Abrió las canillas y, cuando el lavatorio estuvo lo bastante lleno, metió la cabeza en el agua. Estaba helada. Cuando se le acabó el aire, se levantó, con el cabello chorreando. Una niebla gris perlado, una serpiente asquerosa...
Volvió a meter la cabeza en el agua, hasta que desaparecieron todas las ideas. No quería pensar, no quería recordar. Lo que había sentido cuando vio aquel diario... lo mismo que sintió al ver un dementor. Esa maldad... ese terror. Y el aire frío subiendo por la espina dorsal. No, la verdad es que no quería saber nada.
Pero lo peor de todo eran los ojos. Tanto los de la serpiente como los de la chica. En los primeros, había visto muerte. En los otros, algo mucho peor.
Ahora ya no importaba. La Cámara de los Secretos había sido cerrada, ¿verdad? Era cosa del pasado. Como la chica de pelo rojo. Como T.M Riddle. ¿Verdad? Ya no tenía que preocuparse por eso, ¿no?
- Justin, ¿estás bien?
Era la voz de Carolyn, que golpeaba la puerta con los nudillos. ¿Estaba él bien? No estaba del todo seguro. Un diario de tapas negras, unos ojos amarillos…No, no se sentía bien.
Salió del baño, secándose el pelo con la toalla. Ahí estaba Lynn, con los brazos en jarras.
- Pensé que te había dado un ataque. ¿Ahora estás mejor?
- Eso creo.
Tiró la toalla en el lavatorio (su madre se enojaría por eso, seguro). Respiró hondo, esperando que sirviera de algo.
- Voy a dormir una siesta- dijo, tratando de no mirar a su hermana a los ojos. Se alejó de allí, directo a su cuarto. Lynn no hizo nada por detenerlo. Tal vez porque se dio cuenta que era mejor así.
Se tapó con la frazada hasta la frente y trató de dormirse. No había dormido bien en toda la semana. No pudo. Constantemente se le aparecían imágenes que no quería recordar. Al final, se dio por rendido.
¿Por qué estaba tan reacio a recordar? ¿Había sido tan horrible?
Estaba caminando por un pasillo en penumbras. Hacía frío y estaba asustado. ¿Por qué? ¡Ah, sí! Potter. La noche anterior le había atacado una serpiente, en el Club de Duelo, y él había creído que había sido culpa de Harry Potter. Una idiotez. Pero él no era Sherlock Holmes. Seguro su hermana habría develado el misterio en un instante, al mejor estilo Agatha Christie. Hasta le habría pedido a Potter que le enseñara a hablar pársel. Era perfectamente capaz.
Poco a poco, se fue acordando de todo. Se había encontrado con el fantasma de Gryffindor, habían escuchado un ruido. No, no lo habían escuchado. Él lo había sentido. De alguna forma, había sabido que algo andaba acechando. Se había dado la vuelta, encontrándose con la pelirroja. Era de primero y le parecía familiar. ¡Claro! ¿No era pariente de Ron Weasley, el del auto volador? Posiblemente fueran hermanos. Tenía el libro, un diario, en las manos. Y luego… Había girado la cabeza, aunque no debería haberlo hecho. A través de Nick había visto la serpiente, y después sus ojos. Lo próximo que vio fue a Madam Pomfrey en la enfermería.
Se levantó de la cama y decidió hablar con Lynn. Había algo que no encajaba. La encontró en su habitación, viendo una reposición de Carrie. Se puso de pie en un salto al verlo y apagó la televisión.
Le contó toda la historia, de principio a fin, admitiendo que había mentido cuatro años atrás. En ese momento le había parecido mejor no decir la verdad. Su madre habría puesto el grito en el cielo de haber oído sobre los ataques.
- Pero, lo que no entiendo- agregó por último, pensativo- es que tiene que ver el Riddle del diario con los Riddle de Little Hangleton. Si es que tienen algo que ver.
Lynn sacó un cuaderno y una lapicera.
- A ver, revisemos los hechos.
Empezó a anotar.
- Te encuentras con la pelirroja, que tiene el diario de Riddle. A propósito, ¿estaba escrito el nombre en la cubierta?
- Me parece que no.
Ella no preguntó nada más al respecto.
- Entonces, algo te obliga girar la cabeza y, al ver los ojos del bicho, te petrificas, ¿no es así? Como en el mito de Medusa. Al despertarte, meses después, te habías olvidado de todo, ¿no?
No esperó respuesta. Siguió escribiendo, a velocidad febril.
- Y al mismo tiempo, a kilómetros de distancia, yo me enteré de lo que te había pasado. Por telepatía o como sea que se llame. Luego, la misma noche en que a Bruce le pasó… bueno, ya sabes, tienes un sueño sobre eso, aunque no lo recuerdas.
- Sólo lo poco que te conté.
- A él lo encuentran en la cabaña de Frank, que desapareció hace dos años. ¿No es curioso? Te atacó alguien relacionado con Riddle. Dos años más tarde, se evapora el jardinero. Y dos años después, Bruce sufre el ataque, a metros de la casa. Creo que ahí está la clave.
- ¿Ahí dónde?- inquirió Justin, no muy seguro de querer saberlo.
- En la casa, obviamente. ¿Dónde más iba a estar?
- Me parece que te olvidas de algo.
- ¿De qué?
Justin, por una vez en la vida, se alegró de haberse dado cuenta de algo que ella no.
- T.M Riddle, sea quien fuere, tuvo que ser mago. Y los Riddle eran muggles.
Pareció desconcertada de haber pasado por alto un detalle tan obvio. Luego, sonrió.
- ¿No te dije yo que murieron de forma extraña? ¡A lo mejor eran brujos, y los mató otro como ellos!
Otra vez con lo mismo. Sólo faltaban Fox Mulder y Dana Scully, en busca de sus hombrecitos verdes.
- Y Frank Bryce- prosiguió, sin hacer caso de la cara de Justin- sabía demasiado. Por eso lo sacaron del mapa. Espera, me acabo de acordar de algo. ¡Los aerosoles!
- ¿Qué aerosoles?
- De los amigos de Bruce. Una mochila de uno de ellos y un montón de aerosoles fueron encontrados en la parte vieja del cementerio. Ahí nomás de las lápidas de los Riddle. ¿Recuerdas cuando fuimos a verlas?
Se acordaba bien. Su hermana, muchos años atrás, había querido arrastrarlo a ver esas tumbas. Justin se había asustado y había salido corriendo. Tenía siete años.
- ¿Sabes una cosa?- preguntó Carolyn. Estaba casi saltando de entusiasmo- Tenemos que ir a investigar. A casa de los Riddle.
Deseó no haber escuchado bien. ¿Se había vuelto loca de repente? Es decir, más de lo habitual. Sus padres jamás los dejarían ir a Little Hangleton, después de todo lo que había pasado
Como si le hubiera leído la mente (Justin empezaba a sospechar que era algo más que posible) ella explicó, con una gran sonrisa:
- No te preocupes. Yo los convenceré. Es mi especialidad.
Justin temió que tuviera razón.
