Capítulo 11: De vuelta al cuarto azul
Justin, al levantar el sobre, notó que la carta de su padre era más larga de lo habitual. Extraño, porque últimamente el señor Finch-Fletchley no escribía mucho, más bien se limitaba a enviar esquelas telegráficas sobre el estado de Bruce, salpicadas en ocasiones con alguna que otra novedad sobre el resto de la familia. Y Lynn también había escrito, y su sobre era igual de pesado que el otro. ¿Qué habría pasado?
Se apresuró a abrir los sobres, tomando primero la carta de su padre, que por algún motivo parecía más urgente.
Resumiendo en pocas líneas lo que Paul Finch-Fletchley explicaba en varios párrafos, Bruce había hablado. Y había dicho el nombre de su hermano mayor. Justin. Ésa había sido su primera palabra después de semanas sin hablar. ¿Cuándo habría sido¿En medio de una pesadilla, lo bastante leve como para que Justin no lo percibiera? No parecía probable. Tuvo que ser algo muy fuerte para hacerlo articular palabra. Pero él, si bien había dormido intranquilo, no había tenido ninguna pesadilla. ¿De qué se trataba, entonces?
Bruce golpea la puerta blanca. No trata de salir, aún no. Sólo busca llamar la atención de Justin. Pero él está en el Mundo de Afuera, y no puede escucharlo. Empieza a gritar, tal vez la mujer con voz pausada lo escuche y se lo cuente a su hermano.
- ¡Justin¡Tengo algo que decirte¡Justin!
Pero la puerta blanca es demasiado sólida. Su voz no llega a traspasarla. No puede contarle lo de la mujer que está detrás de la puerta oculta. No lo escucha. Y si no lo escucha, tampoco va a poder ayudar. No va a saber que hay que liberarla, porque ahora Bruce sabe quién es ella y por qué se encuentra cautiva. Y sabe también que el Mago malvado puede hacerle daño, como le hizo a sus amigos…
La imagen se desvaneció rápidamente, y dejó tras de sí sólo confusión. Justin trató de enfocar la mente en lo que había visto, pero fue inútil. No podía recordar nada. Ahora estaba otra vez en el Gran Salón, escuchando el bullicio acostumbrado, viendo y sintiendo a la gente en torno a sí. El cuarto azul se encontraba demasiado lejano y por el momento no podía volver a entrar.
Optando por ignorar la incómoda sensación de que se está salteando algo importante, siguió leyendo la carta. Bruce, aparte de pronunciar su nombre, había dicho el de otra persona. Un nombre de mujer, anticuado, que los Finch-Fletchley no habían reconocido. ¿Sabía quizás Justin de quién se trataba? Justin leyó el nombre y sacudió la cabeza. No le sonaba de ningún sitio. No tenía la más remota idea de por qué Bruce la había llamado.
Sacudió la cabeza y tomó la carta de su hermana. El contenido era el mismo, sólo que expresado de forma diferente. Volvió a guardar los papeles, cada uno en su respectivo sobre.
Sabía que tenía que sentirse contento, pero no era así. Lo embargaba la impresión de que algo no andaba bien. Había una pieza que no encajaba. Algo no funcionaba correctamente. Pero¿qué era ese algo?
Sintió el codazo de Ernie en las costillas.
- Vamos, que tenemos Encantamientos.
Cayó la noche, vasta sobre los campos y las ciudades. Tanto los terrenos que rodeaban al castillo Hogwarts como las calles circundantes al edificio de piedra gris que ostentaban el rótulo de "Instituto Secundario Redmond", se vieron sumidos en la oscuridad.
En la biblioteca de éste último sitio, estaba Carolyn Finch-Fletchley, terminando de hacer un trabajo práctico. No lograba concentrarse. La noche anterior había dormido mal, se había despertado cada dos segundos y había soñado mucho, pero no se acordaba de nada.
Los alumnos se fueron yendo uno a uno, hasta que se quedó sola. Ni se dio cuenta. Estaba demasiado ocupada tratando de enfocar su mente en Biología y en que no se le cerraran los ojos.
Se masajeó la nuca. Estaba tan cansada… No pasaría nada si apoyaba la cabeza un rato en la mesa¿verdad?
Amelia Higgins cerró con llave la puerta de la biblioteca y se marchó hacia el comedor para cenar, sin haber visto a la adolescente que más que dormida parecía estar en coma, en una de las mesas del fondo y oculta por una pila de libros.
Cuando se dirigían a la torre de Gryffindor después de cenar, Hermione notó que Harry rengueaba un poco.
- ¿Te pasa algo en el pie, Harry?
- Nah, no es nada.
La verdad era que Harry se había doblado el tobillo en el entrenamiento de Quidditch, pero prefirió no decir nada porque su amiga insistiría en que fuera a la enfermería. Harry procuraba pisar ese lugar lo menos posible, y tampoco era que le doliese mucho. Ya se le pasaría.
Nada de esto hubiera sido importante de no haber sido porque la escalera por la que estaban subiendo no encontró mejor ocasión para moverse de lugar. Se corrió hacia la derecha con una brusquedad tal que arrojó a los alumnos unos encima de otros. Harry sintió un dolor punzante en el tobillo. También escuchó un chirrido que no le gustó nada.
Intentó levantarse, pero el dolor era demasiado agudo. Ron, que notó su palidez, le preguntó si estaba bien.
- Creo… creo que me torcí el tobillo.
Dean y Seamus llegaron junto a ellos. El primero frunció el ceño.
- Mmm, me parece que no es una torcedura. Parece dislocado.
Recién en ese momento Harry miró para abajo. Y lo que vio le gustó menos.
Parecía como si en lugar de un tobillo tuviera dos, y el pie estaba doblado en un ángulo imposible.
Hermione envió a Seamus para que buscara a Madam Pomfrey e hizo aparecer de la nada una camilla. Entre Dean y Ron, lo ayudaron a subir a ella.
Al final, no resultó ser tan grave. Madam Pomfrey lo arreglo en un segundo. Sin embargo, en opinión de la enfermera Harry no podría subir escaleras esa noche, por lo que debería pasarla en la enfermería. Harry maldijo su mala suerte.
No tardó en quedarse dormido.
La doctora Travis estaba haciendo su última ronda por la clínica. Al pasar ante la puerta con el rótulo "213", se detuvo. Tocó quedamente con los nudillos.
Teresa Mackley, la enfermera, abrió sonriente la puerta.
- ¿Todo bien, Terri?
- Sin cambios- Su sonrisa se apagó un poco- Había esperado que volviese a hablar, pero no pasó.
- Bueno, estas cosas llevan su tiempo- respondió Jessica, con su mejor sonrisa de Alicia, en el País de las Maravillas- Aun así, ya ha hecho un importante avance…
Después de echarle un último vistazo a Bruce Finch-Fletchley, la psiquiatra dejó a su paciente en manos de su enfermera, y se dirigió al cuarto de enfermeras para obtener su merecido descanso. Ni ella ni Teresa notaron el súbito movimiento de los labios del chico, que mudamente repetía un nombre una y otra vez.
Justin había dado lo menos doscientas vueltas en la cama, hasta que se decidió a marcharse a la Sala Común. Ya que estaba desvelado, podía aprovechar para leer el capítulo doce del libro de Historia de la Magia. Seguro que le daría sueño.
Se arrellanó en un sillón, apoyó los pies en otro y abrió el libro. Al cabo de cinco minutos lo cerró. No se podía concentrar.
Como se le habían dormido los pies, se levantó del asiento y empezó a dar vueltas por la habitación, ojeando lo que otros alumnos se habían dejado olvidado.
Distinguió tres asientos más allá un Profeta Diario. Lo tomó y comenzó a leerlo.
Todas eran malas noticias, algo a lo que Justin ya se había acostumbrado. Corrían malos tiempos, eso lo sabía todo el mundo.
Echó un vistazo por encima a los titulares. Uno de ellos atrajo su atención. Decía: "Auror retirada sigue desaparecida"
Justin leyó el breve artículo que lo acompañaba, y literalmente se le heló la sangre. Apretó el periódico con tanta fuerza que lo hizo un bollo. No podía ser posible.
"Arabella Figg, reconocida auror jubilada, lleva desaparecida…"
El nombre. Arabella.
Era el que había dicho Bruce.
Supo con certeza que tenía que regresar al cuarto azul.
