Los tenues rayos de sol apenas entraban por la amplia ventana del improvisado fuerte escondido entre las montañas. Ella abrió sus ojos con lentitud al sentir un paño frío sobre su frente. A su lado una figura masculina sentada en un pequeño banco la miraba con preocupación. Una ligera sonrisa apareció en el rostro del joven al cruzar su mirada con la de ella. Seoane se incorporó, pero él, con un movimiento leve de su mano le ordenó no hacerlo. Ella obedeció y dejó caer su delicado cuerpo sobre la cómoda cama abrigándose al mismo tiempo con las sábanas.
-Me tenias preocupado- dijo él en voz baja, sentándose sobre la orilla de la cama- Has estado varias horas inconsciente y no tenemos un doctor en este fuerte....
-¿Ya?- preguntó ella clavando su oscura mirada en la de él. El general de los Quimera no supo que responder pero al ver la expresión en su rostro y el como no podía sostenerla la mirada entonces lo supo- ¿Fue él no es verdad?- se giró lentamente sobre la cama, para mirar directamente el paisaje montañesco por la ventana-
-Sí- contestó él casi sin voz- bien sabes que no es él mismo cuando.....
-Lo sé- le interrumpió amablemente- Se que no es él mismo- miró al general- después de todo mi padre fue quien por sí mismo cavó su tumba, se lo dije tantas veces... pero él nunca me escuchó- el general notó como la mirada de la joven se entristeció, pero no le dijo nada, nunca sabía que decir en momentos como esos.
Seoane se incorporó y le murmuró un gracias desde lo mas profundo de su corazón pues sabía que aunque no se lo dijera podía contar con él. El general la miró, le pasó la mano por la cabellera y esbozó una sonrisa casi imperceptible. Eso fue suficiente para ella.
-¿Y ahora que pasará conmigo?- preguntó ella cuando repentinamente se llevó la mano a la cabeza, sintió como si una punzada le atravesara el cráneo. Fue solo un instante, algo fugaz, pero aún así preocupó a su amigo- Estoy bien- dijo ella adivinando lo que le iba a preguntar. Aún así el joven la obligó a que descansara un poco mas.
Su cabeza comenzó a punzar mas fuertemente, el murmullo de voces tétricas, y horribles comenzaron a azotar fuertemente en su mente, sonidos extraños, que no alcanzaba a comprender pero que en un solo instante lograron llenar su corazón de un temor descomunal, se vio a si misma nuevamente en una horrible celda junto al pequeño, ese mismo niño con el que había soñado en Asturia, poco después muchas imágenes llegaron a ella como una enorme ola, el niño, unos hombres vestidos con capuchas negras, una fortaleza, la ciudad de Zaibach, un anciano tras una enorme pantalla y una espantosa y terrorífica voz fue lo que finalmente la hizo perder el control. Apretó sus puños con fuerza:- ¡Déjame en paz!-exclamó fuertemente Seoane- ¡Ya no me atormentes mas!
El general estrechó con fuerza una de sus manos, para luego abrir sus ojos con sorpresa al sentir como ella repentinamente, envuelta por las sombras de sus miedos se abrazaba a él en un impulso. El general la rodeó despacio con sus brazos.
-Todo esta bien Seoane.... Todo esta bien- le murmuró, ella levantó su cabeza, apoyada en el pecho de él, pudo ver en sus ojos escarlata intenso la seguridad de sus palabras, esos ojos tristes y siempre distantes fueron diferentes por un momento, creyó ver un destello de ternura en ellos. Una ternura estremecedora, justo como la del niño de aquel sueño. Se separó de él avergonzada, el general era un hombre que a pesar de ser tan joven era sumamente serio y formal.
-Lo lamento, creo que la muerte de mi padre me tiene un poco inquieta-se disculpó ella y se recostó nuevamente cubriéndose con las sábanas. El general posó su mano en la frente de ella y nuevamente le colocó el paño de agua fría.
-Lo sé, no te preocupes...-respondió él con la seriedad que le caracterizaba. Aún así no entendía como es que con ella se comportaba así con él, con confianza, sin temor, como muy pocos lo hacían. Seoane le despertaba una sensación muy extraña, era como si la conociera desde siempre y sabía que no solo ese "gran secreto del imperio" les unía, había algo más, pero no podía asegurar que era.
Por su parte Seoane sentía una gran admiración y respeto por él, sabía que muy en el fondo era una alma solitaria al igual que ella y de alguna manera u otra se identificaba con él. Le inspiraba una gran confianza. Casi fraterna.
Gosser...- el sonrió al escucharla llamarlo por su nombre- no respondiste mi pregunta ¿Qué pasará conmigo?-
El general le contó todo lo que había pasado. Estaban en un fuerte escondido entre la frontera de Asturia, era como una pequeña base militar para realizar incursiones a otro países. El y su ejército Quimera acudieron a una misión especial, uno de sus hombres la encontró inconsciente entre unos espesos matorrales, le reconoció enseguida y la trajo inmediatamente a su presencia. Sin embargo transmitió la noticia por el comunicador del guymelef y este mensaje no solo llegó a él sino también fue detectado por la fortaleza volante.
-Vendrán por ti en un par de horas, pero hablé con el estratega y creo que tal vez puedan llegar a un acuerdo-le explicó él- necesita gente como tú, tu no eres tu padre, tal vez quieras...
-No General- le interrumpió ella mientras se quitaba el pañuelo de su frente- mi padre me pidió ir a Fanelia y eso es lo que haré. Por favor...- se incorporó y tomó sus manos- Ayúdame- suplicó y él la miró con tristeza-
-¿fanelia? ¿pero que te espera allá?- ella lo miró confundida y él lo notó- pensé que ya lo sabías, Fanelia fue destruida en medio de una batalla-
Seoane descendió la mirada abatida ante esas palabras, escuchó aún sin poder creer el como ese hermoso lugar había sido arrasado por las llamas en una intensa batalla cuyo motivo no podía saber pues era confidencial. Su padre tenía razón, ni por el objeto mas valioso del mundo valdría la pena sacrificar a tanta gente, el emperador estaba actuando mal y ella no estaba dispuesta a colaborar. Pero... ¿Qué podía hacer? Lo había perdido todo en un instante, a su padre, su casa, su rango. Se tiró en la cama y pensó un poco mejor las cosas, dejaría atrás su pasado en Zaibach y en cuanto le destituyeran del cargo iría rumbo a Asturia con su amiga Eries, estaba segura ella le aconsejaría que hacer, pues ya no estaba dispuesta a seguir sirviendo a los caprichosos deseos de el que fue su emperador.
-La fortaleza volante llegará en un par de horas Seoane-le informó el general- aún tienes fiebre y debes descansar... te espera un largo día-
-Lo sé... gracias...-ella sonrió y el general pasó su mano por su cabellera, de manera sutil, casi sin tocarla. Se puso de pié para dejarla abandonarse al sueño.
Un par de soldados que estaban tras la puerta de la habitación donde descansaba la chica enmudecieron pues consideraban a su general un hombre frío y sin sentimientos, el verlo hablar tan amablemente con la chica les hizo saber que era un gran hombre y que en verdad no era el mountruo agresivo y violento que todos sus compañeros describían, sonrieron pero volvieron a enmudecer cuando él los descubrió observando tras la rendija.
-¡¿Y ustedes que hacen ahí par de idiotas?!- el tono de su voz era enérgico- ¡¿qué es lo que están mirando?!- Se quedaron petrificados al ver como se acercaba a ellos, tal vez fue un sueño o una ilusión pues con solo ver sus ojos, se les hizo poca la descripción de sus compañeros.
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Folken descansaba sobre un cómodo sofá mientras sus mano jugueteaba con una deliciosa copa de vino, la balanceaba lentamente de un lado a otro mientras trataba de recordar los acontecimientos de aquella tarde. Ese momento en el que el consejo de chamanes reclamó al emperador por el nombramiento de aquella mujer. Cerró sus ojos y su mente se transportó a ese instante. Caminaba rumbo a su habitación por uno de los enormes pasillos de la grandiosa fortaleza cuando vio a su maestro en el fondo de él, doblaba rumbo a la sala de mandos, a su lado, una pequeña figura de lacios y oscuros cabellos le acompañaba. ¿Sería ella? No cabía la menor duda, Seoane Leigan. Folken apretó su mano con fuerza haciendo añicos la copa de fino cristal y luego dejó caer los pedazos al suelo. ¿Cuántas vidas más tendría que arruinar para conseguir el futuro ideal? Su mano ensangrentada manchó sin querer su atuendo de chamán. Se sacó la parte de arriba de la túnica y acercándose al balcón de su alcoba, se dejó caer al vacío, su mente estaba en blanco, necesitaba pensar y la manera ideal para hacerlo era esa, de su ancha y fornida espalda un par de alas tan blancas como las mismas nubes que cruzaban el cielo salieron a la luz, dejando al descubierto su mas grande secreto, su procedencia atlante.
El fuerte viento golpeaba en su rostro, sus ojos rubí se abrieron ampliamente y brillaron en un destello, se perdió en uno de los bosques cercanos y sentándose en una alta rama sintió como su mente se iba aclarando poco a poco. Suspiró y alzó la mirada al cielo, los rayos del sol lo iluminaban todo de manera sublime, parecían filtrarse entre las plumas de sus enormes y bellas alas, como acariciándole, si alguien le hubiera visto pensaría que estaba en lo mas profundo de un sueño, pues su varonil y gallarda figura parecía ser sacada de un cuento de hadas o de una de aquellas antiguas leyendas que solían contarse en Gaea.
Alzó el vuelo y sin ser visto entró a la fortaleza volante nuevamente, ya estaban cerca del fuerte donde el general Quimera les esperaba. "Todo sea por el futuro ideal" se repetía aún, pensando que esta frase traería fin a sus remordimientos.
Un grupo de soldados llamó a la puerta de su alcoba, le escoltarían hasta el remoto lugar perdido en lo profundo de las montañas. Folken se colocó una túnica nueva y observó su mano herida. Esa que le recordaba que aún era humano y no una máquina mas del imperio. Hablaría con la capitana, después de todo si ella tenía las habilidades que el General le comentaba no había razón para darla de baja, el problema era que sabía nunca les perdonaría la muerte de su padre.
