Capítulo 15
Al fin había llegado la mañana, para Haruka dormir era como un cruel castigo, ya que en lo único que soñaba era en Serena, en su sonrisa, en los momentos que compartió con ella y sus sueños siempre terminaban igual: en el recuerdo de ese día fatal. Dió un gran bostezo y se levantó de la cama, se dirigió al tocador donde había un gran espejo y vió su rostro reflejado en él. Vaya que se veía muy mal, cada día se le asentuaban más las ojeras y su expresión de tristeza no le ayudaba en lo más mínimo. Ese día se sentía peor que los días anteriores, no tenía ganas de nada, no sabía ni cómo se había levantado de la cama, probablemente porque si no lo hacía su padre lo terminaría retando por flojo o algo así, aunque por lo regular se levantaba temprano, su padre no perdía oportunidad de reprenderlo cuando cometía algún error. Después se dió un baño, se medio peinó y bajó para saludar a su familia, porque si tampoco lo hacía le tocaba regaño. Esto parecía más una cárcel o el ejército que una casa. Llegó al desayunador donde se encontraban su padre y su abuelo tomando sus alimentos.
-Buenos días bello durmiente- dijo el señor mayor sonriendo a su nieto quien le respondió con una sonrisa.
-Buen día abuelo.
-¿Dormiste bien?
-Si- respondió simplemente el joven.
-Si, claro- dijo sarcásticamente su abuelo -por eso tienes esas ojeras de vampiro- dijo señalando a su rostro. -Oooh, déjame en paz- dijo el muchacho bromeando. Su padre solamente los observaba bromear sin emitir ninguna palabra, el señor prefería no meterse. Notó algo extraño en la mirada del joven y siguió sus movimientos. De repente vio que pasó de largo su lugar.
-¿No piensas desayunar?- preguntó el padre un poco consternado, no era normal que su hija no comiera. -La verdad no tengo hambre- respondió con tono desinteresado. Después se dirigió a la puerta.
-Podrías acompañarnos- dijo el señor tratando de ser amable.
-Tampoco tengo ganas, adios- contestó Haruka dejando a los dos señores sorprendidos y viéndose extrañados entre ellos. El señor Tenoh se molestó por la respuesta tan grocera y lo llamó inmediatamente. El joven se paró en seco al escuchar la voz de su padre llamándolo, no quería voltear porque sabía que significaría otra pelea y realmente no tenía ánimos para eso.
-No sé por qué te comportas así, pero mientras estes aquí vas a acatar las reglas de la casa y una de ellas es acompañar a la familia- dijo el señor un poquito molesto. Haruka, con todo el dolor de su corazón tuvo que darse media vuelta y sentarse a la mesa a esperar que su familia terminara. El tiempo pasaba muy lento para el joven quien jugaba con el cuchillo dibujando figuras sobre el mantel con la punta. El padre de Haruka decidió romper el silencio -Anoche no llegaste a la cena, supongo que Darien te dijo que estábamos en el restaurant.
-Si -¿Por qué no fuiste?- preguntó curioso el señor mayor.
-La verdad no tenía hambre- respondió el joven sin quitar la vista al cuchillo.
-Estás demasiado falto de apetito- dijo el padre viéndolo intensamente, le desesperaba que el chico estuviera con ese cuchillo.
-¡Bueno ya!- dijo el corredor molesto -si no quiero comer es mi problema ¿si?- así se levantó y salió de la habitación. Ambos señores se quedaron viendo y antes de que el señor Tenoh se levantara y fuera tras del joven, el otro señor lo detuvo.
-Déjalo- dijo el abuelo viendo intensamente a su yerno.
-¿Pero cómo?- dijo el otro hombre enojado -Esa niña necesita un correctivo, sólo está faltándonos al respeto con esa actitud.
-¿Y te haz preguntado por qué la ha tomado?- preguntó tranquilamente el abuelo. -Porque usted no me permite ponerla en su lugar- respondió el padre molesto retando al mayor con la mirada.
-Ahora vas a culparme por tratar de entenderla- dijo el abuelo -¿Entenderla? pero si sólo le consecuenta sus acciones rebeldes.
-No tienes idea, verdad- dijo el anciano muy serio. El otro hombre lo observó un poco confundido -Realmente no tienes idea de cuánto se parece a ti por eso nunca haz podido llevar la fiesta en paz con ella.
-Ahora va a decirme que no conozco a mi hija- dijo el padre muy ofendido. -¿Sabes algo de su vida? ¡alguna vez te ha contado... no sé... cualquier cosa? ¿sabes si ha tenido alguna vez un novio o una novia? ¿Sabes por qué sus ojos han perdido su brillo?
-No- respondió secamente y después de razonar esas preguntas se dio cuenta que su suegro tenía razón, realmente no sabía nada de su hija.
-Su conflicto es que ambos son tan parecidos en todos los aspectos que su carácter choca- el abuelo tomó un vaso con agua -ambos son testarudos, necios, enérgicos y de carácter muy fuerte, ambos piensan que tienen la razón, la única diferencia es que Haruka acepta cuando se equivoca y tu no- terminó el señor dando un trago de agua. El otro hombre lo vio seriamente -Piénsalo bien- dijo el abuelo con una sonrisa confidente -No pierdas a tu hija por un capricho- con eso se levantó del asiento apoyándose en el bastón.
-¿Realmente perdieron su brillo?- preguntó el serñor Tenoh un poco incrédulo. El anciano volteó a verlo de reojo.
-Si, perdió el mismo brillo que tu perdiste cuando murió mi hija- dicho esto, se retiró de la habitación. El señor Tenoh se quedó sentado en esa silenciosa habitación meditando lo que su suegro le acababa de decir. Definitivamente tenía razón, pero qué otra cosa podía hacer, no se podía comportar como una persona débil frente a su hija, y menos con la actitud que había tomado. Haruka se encontraba dando vueltas por la ciudad en su motocicleta a toda velocidad. Cada vez aceleraba más y más, le gustaba sentir la velocidad, ser como el viento. Llegó hasta su lugar favorito, desde donde podía ver toda la ciudad, pero al momento de frenar algo extraño sucedió, no pudo controlar la motocicleta y cayó dándose un buen golpe en el brazo. Se sentó sobre el pasto, donde cayó, se quitó el casco y vio su motocicleta tirada.
-Grandioso... ya ni esto puedo hacer bien- se dijo molesto levantándose. Se dirigió a la motocicleta para ver si le había pasado algo y la levantó. La inspeccionó por todos lados y la llevó a la orilla, después se quitó el casco, lo aventó a un lado y se tiró de espaldas sobre el pasto. Sentía una gran opresión en el pecho, quería gritar, quería llorar, sentía una gran rabia y tristeza, y no sabía cómo deshacerce de ellas. Se quedó ahí, tirado viendo las nubes pasar, tratando de calmarse y de pensar cosas que no le afectaran.
Michiru se encontraba en su casa, desde que Haruka regresó a su casa no ha tenido noticias de su amigo y eso le preocupaba mucho. Sabía que las malas noticias siempre son las primeras en llegar, pero cómo iba alguien a decirle algo si su familia no sabía que eran amigos. Daba vueltas como león enjaulado dentro de su habitación, nisiquiera tocar el violín la calmaba, esa incertidumbre la estaba matando. Tomó el teléfono y marcó a Lita para saber si ella tenía alguna información de Haruka. La otra chica le dijo que no sabía nada, que nisiquiera sabía dónde se había metido el corredor, ya que un día nada más se fue sin decir nada. Ella también estaba preocupada, ella sabía aún menos que la otra chica y cuando le dijo a dónde había ido el joven, se sintió un poco más aliviada, aunque no del todo. Después de hablar un rato con Lita se tranquilizó, esa niña es muy simpática y la hacía reir, al menos le ayudó a olvidar un poco su preocupación. Haruka volvió a su casa, guardó la motocicleta un poco abollada en el garage y entró a la casa. Mientras pasaba por la sala escuchó a su padre llamarlo, simplemente no quería ni verlo, no estaba de humor para ningún tipo de confrontación con él. Se quedó bajo el marco de la entrada, no pretendía poner un pie dentro y su padre lo observó desde el sillón. Se quedó el joven callado, esperando a que el hombre que lo observara le dijera lo que tenía que decirle para así poder marcharse. El señor le pidió que se acercara y el chico lo hizo, pero no se sentó, se quedó parado junto a un sofá viendo el rostro del hombre sentado en el sillón de enfrente. -¿Qué te ocurrió en el brazo?- preguntó el señor notando unas raspaduras en el brazo de su hijo y unas manchas de sangre en su playera. El joven no dijo nada, sólo lo observaba seriamente. -¿No quieres contarme?- preguntó el hombre tratando de lograr alguna respuesta, pero fue en vano, su hijo seguía sin decir nada -Está bien, supongo que no me importa- dijo finalmente rindiéndose. Haruka lo vio un poco confundido y se sintió culpable de no decir nada.
-Perdón- dijo quedamente el muchacho agachando la mirada -Me caí de la motocicleta, eso fue todo.
-No tienes por qué avergonzarte o agachar la mirada- dijo levantándose de su asiento y dirigiéndose a su hijo, quien seguía cada movimiento del señor -no estoy condenándote- dijo con una sonrisa colocando una mano sobre su hombro y viéndolo directamente a los ojos. Haruka estaba muy sorprendido, no entendía qué estaba pasando ahí, parecía que su padre estaba como tratando de que se abriera con él o algo así. -No pidas perdón, hija, ya no lo hagas más- dijo el señor viendo directamente a los otros ojos azules -Tu abuelo tiene razón, tus ojos perdieron brillo- fue más un comentario que se hizo para si mismo. El chico levantó una ceja en señal de extrañeza. -Te pareces tanto a tu madre...- dijo con una sonrisa triste -Tienes las mismas expresiones y gestos, los mismos ojos...- el señor colocó una mano sobre la mejilla de su hijo para acariciarla -Siempre quice que fueras como ella, que actuaras un poco más delicada... quería que ella viviera en ti pero... resultó que en el interior eres igual a mi- negó ligeramente con la cabeza -Lo siento hija, nunca fui un buen padre y he tratado de imponerme a toda costa sin preguntarte siquiera cómo te sentías.
-Papá...- dijo Haruka en un susurro más que sorprendido de lo que estaba ocurriendo.
-Tu también haz sufrido mucho, y yo no te he apoyado en lo más mínimo, no puedo pedirte perdón porque no lo merezco- su expresión se tornó muy triste. -Papá, yo tengo la culpa, siempre la he tenido... nunca he podido ser el hijo que quisiste, sólo te defraudo con mis acciones, por más que me esfuerzo por tratar de honrrarte y de hacerte sentir orgulloso... yo... termino hechando todo a perder- después de decir eso, Haruka agachó la mirada sintiendo que las lágrimas comenzaban a formarse en sus ojos. -Haruka, yo no quiero que seas alguien más, tu no estás para llenar ningún hueco, eres mi hija y te quiero tal cual eres, no trates de hacer las cosas por simpatizar a nadie absolutamente- el señor volvió a sonreir -Tienes un corazón muy noble y esa nobleza a veces te vuelve un blanco fácil. La gente en ocasiones confunde la nobleza con estupidez y abusan de ti por lo mismo, nunca dejes que lo hagan, no te dejes vencer por nadie, no te dejes pisotear- el padre caminó junto a su hijo y se dirigió a la puerta parándose bajo el marco, después volteó dándole una sonrisa más brillante al joven -Cuídate Haruka, este mundo te puede perder, pero sé que eres lo suficientemente fuerte para no permitírselo- al terminar se retiró de la habitación. Haruka se quedó ahí parado, viendo hacia la dirección donde su padre había desaparecido. Se sentía muy extraño, su padre jamás le había hablado de esa forma, tal vez estaba soñando o tal vez no, pero ese momento lo hizo sentir muy confundido. Tal vez era una treta para tratar de convencerlo de que estudiara en la escuela de abogados, o tal vez era sincero, no podía confiarse, ya lo habían manipulado lo suficiente como para permitirse ser un títere, ahora de su padre.
Era medianoche, Haruka entró a la oficina de su padre, todo se encontraba muy oscuro pero por alguna extraña razón no sentía el clásico miedo que le nacía cada vez que se encontraba en esa habitación. Entró silenciosamente, un rayo de luz se asomaba por la ventana y le permitía ver un poco el interior. Se acercó al escritorio del fondo hasta llegar a él, abrió un cajón del costado y se puso a buscar algo. Finalmente lo encontró y lo sacó, era una pistola. Recordaba que alguna vez, cuando era pequeño y estaba jugando en ese lugar la encontró ahí, su mamá se la quitó y le ordenó a su padre deshacerce de ella porque era peligrosa, pero Haruka sabía que su padre era demasiado necio y no le haría caso. En ese momento volteó a ver el retraro de su madre sobre el escritorio, la luz de la luna lo hacía ver muy brillante, le daba como un toque mágico, así como era ella, radiante, hermosa, sencilla y cariñosa. Así recordaba a su madre y sentía un gran vacío cuando lo hacía. Ella siempre lo había cuidado y querido por lo que era y probablemente, viéndolo ahora, se sentiría muy descepcionada de él. La extrañaba mucho, pero también daba gracias que no podía ver el patético ser en el que se había convertido. Dio un gran suspiro y levantó el arma para observarla. Apuntó hacia enfrente hasta tener en la mira un florero que se encontraba del otro lado de la habitación, después hizo el sonido de un balazo, un seco bang, e imitó la reacción de su mano al disparar, aventándola un poco hacia atrás. Bajó el arma y algunos recuerdos comenzaron a fluir por su mente: el día del funeral de su madre, las caras tristes que no comprendía, las flores adornando toda la sala y él buscando desesperadamente a su madre sin poder encontrarla; después los múltiples regaños de su padre, las peleas por cualquier cosa, los reproches y sarcasmos que lo lastimaban como cuchilladas en su corazón; la traición de su mejor amigo y de la novia que tanto amaba que no le permitía dormir, que sólamente le causaban dolor y resentimiento; se sentía tan solo en ese momento y en ese lugar obscuro. Las lágrimas empezaron a formar un nudo en su garganta, ya no podía confiar en nadie, todos en los que creía ciegamente lo habían traicionado, nisiquiera las palabras sinceras de su padre lo convencieron, no podía estar seguro de que fuera verdad lo que le había dicho. Sintió una oleada de furia llegar a su cuerpo, cerró los ojos fuertemente y las imágenes lo bombardeaban sin cesar y sin piedad. Quería que se detuvieran pero no lo hacían, estaba desesperado, ya no quería sufrir, ya no quería ser una carga y una deshonrra para su familia, ya no quería que sintieran lástima por él, que la gente se burlara de su nobleza, quería desaparecer. Tomó muy fuerte el mango de la pistola, su mano comenzó a temblar y como en un trance subió el cañón hasta colocarlo sobre su sien, después puso su índice en el gatillo, sólo tenía que jalar...
Michiru se despertó de golpe muy agitada, sentía una gran opresión en el pecho y tenía una sensación horrible, sabía que algo malo estaba ocurriendo pero no sabía que. Volteó a ver el reloj digital que se encontraba sobre una mesita junto a su cama, decía las 12:15 de la mañana, todo estaba tan oscuro y sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo. Comenzó a rezar para tranquilizarse y un recuerdo de Haruka la hizo detenerse. ¿Era posible que se sintiera así por su amigo? Algo malo definitivamente le estaba ocurriendo, pero no sabía dónde localizarlo, sólo le quedaba rezar porque estuviera bien. Él no se merecía lo que le ocurría, era una buena persona y lo único que necesitaba era volver a confiar en el mundo. -Haruka,no hagas tonterías por favor, cuídate amigo...- dijo la chica retirando una lágrima de su ojo. Después se puso a rezar y rezar hasta que se quedó profundamente dormida.
Haruka estaba con el arma en la cabeza con esos recuerdos que lo atormentaban, había perdiendo totalmente el control sobre sus actos, su dedo estaba a punto de jalar el gatillo cuando escuchó una voz que dijo "prométeme que no vas a hacer ninguna tontería" y recordó los cálidos ojos de Michiru, la preocupación en su mirada cuando le dijo eso.
-Michiru- dijo en un susurro saliendo de su trance y respirando muy agitado. Se quitó el arma de la sien, la llevó enfrente y la observó asombrado, después la aventó a un lado asustado. ¿Qué estaba haciendo? ¿Acaso estaba a punto de hacer lo que estaba pensando? No podía creer que estaba a punto de disparar, pero Michiru lo salvó o al menos su recuerdo. Tragó saliva nerviosamente, pegó su espalda al librero y lentamente bajó hasta sentarse sobre el piso alfombrado con las piernas dobladas sobre su pecho, las abrazó y comenzó a llorar, algo que no había podido hacer abiertamente desde hacía muchos años, desde que era un niño pequeño. -Soy un idiota- dijo golpeando con su puño lastimado el piso, no le importaba hacerse daño, ya no le interesaba nada. En ese momento se dio cuenta que podía ser capaz de jalar ese gatillo y terminar con su vida en un instante, se asustó, no por el hecho de morir, sino por ver hasta donde lo había orillado esa depresión que lo estaba ahogando. Siguió llorando hasta que sus ojos no pudieron más, levantó el rostro que tenía oculto entre sus brazos apoyados en sus rodillas dobladas y volteó hacia el ventanal del fondo y vio la Luna y las estrellas brillando en el cielo. Fijó su mirada en ellas.
-¿Por qué? ¿Qué te he hecho?- preguntó con una mezcla de desesperación, tristeza y frustración en su voz. Su última lágrima rodó por su mejilla hasta caer en su mano vendada, la cual ya estaba muy teñida de rojo.
Inicio: Viernes 6 de agosto del 2004 Fin: Viernes 13 de agosto del 2004
Bueno, aquí hay otro capítulo. Este quedó un poco corto, nada que ver con el anterior jeje... debo confesar que esto también era parte del 14 pero como sólo puedo escribir en notepad, ya no me dejó seguir, se trabó por lo largo y mejor lo separé. Quiero pedir una disculpa pública a todos aquellos a quienes lastima lo que escribo... Lo siento mucho, pero no tengo otra opción, escribir es la forma más sincera que tengo de expresarme y en mis historias puedo crear el mundo que viví y llevarlo a uno ideal que mis ojos jamás verán y mis manos nunca tocarán.... La desesperación te llevan a encerrarte en tu propia imaginación...
Al fin había llegado la mañana, para Haruka dormir era como un cruel castigo, ya que en lo único que soñaba era en Serena, en su sonrisa, en los momentos que compartió con ella y sus sueños siempre terminaban igual: en el recuerdo de ese día fatal. Dió un gran bostezo y se levantó de la cama, se dirigió al tocador donde había un gran espejo y vió su rostro reflejado en él. Vaya que se veía muy mal, cada día se le asentuaban más las ojeras y su expresión de tristeza no le ayudaba en lo más mínimo. Ese día se sentía peor que los días anteriores, no tenía ganas de nada, no sabía ni cómo se había levantado de la cama, probablemente porque si no lo hacía su padre lo terminaría retando por flojo o algo así, aunque por lo regular se levantaba temprano, su padre no perdía oportunidad de reprenderlo cuando cometía algún error. Después se dió un baño, se medio peinó y bajó para saludar a su familia, porque si tampoco lo hacía le tocaba regaño. Esto parecía más una cárcel o el ejército que una casa. Llegó al desayunador donde se encontraban su padre y su abuelo tomando sus alimentos.
-Buenos días bello durmiente- dijo el señor mayor sonriendo a su nieto quien le respondió con una sonrisa.
-Buen día abuelo.
-¿Dormiste bien?
-Si- respondió simplemente el joven.
-Si, claro- dijo sarcásticamente su abuelo -por eso tienes esas ojeras de vampiro- dijo señalando a su rostro. -Oooh, déjame en paz- dijo el muchacho bromeando. Su padre solamente los observaba bromear sin emitir ninguna palabra, el señor prefería no meterse. Notó algo extraño en la mirada del joven y siguió sus movimientos. De repente vio que pasó de largo su lugar.
-¿No piensas desayunar?- preguntó el padre un poco consternado, no era normal que su hija no comiera. -La verdad no tengo hambre- respondió con tono desinteresado. Después se dirigió a la puerta.
-Podrías acompañarnos- dijo el señor tratando de ser amable.
-Tampoco tengo ganas, adios- contestó Haruka dejando a los dos señores sorprendidos y viéndose extrañados entre ellos. El señor Tenoh se molestó por la respuesta tan grocera y lo llamó inmediatamente. El joven se paró en seco al escuchar la voz de su padre llamándolo, no quería voltear porque sabía que significaría otra pelea y realmente no tenía ánimos para eso.
-No sé por qué te comportas así, pero mientras estes aquí vas a acatar las reglas de la casa y una de ellas es acompañar a la familia- dijo el señor un poquito molesto. Haruka, con todo el dolor de su corazón tuvo que darse media vuelta y sentarse a la mesa a esperar que su familia terminara. El tiempo pasaba muy lento para el joven quien jugaba con el cuchillo dibujando figuras sobre el mantel con la punta. El padre de Haruka decidió romper el silencio -Anoche no llegaste a la cena, supongo que Darien te dijo que estábamos en el restaurant.
-Si -¿Por qué no fuiste?- preguntó curioso el señor mayor.
-La verdad no tenía hambre- respondió el joven sin quitar la vista al cuchillo.
-Estás demasiado falto de apetito- dijo el padre viéndolo intensamente, le desesperaba que el chico estuviera con ese cuchillo.
-¡Bueno ya!- dijo el corredor molesto -si no quiero comer es mi problema ¿si?- así se levantó y salió de la habitación. Ambos señores se quedaron viendo y antes de que el señor Tenoh se levantara y fuera tras del joven, el otro señor lo detuvo.
-Déjalo- dijo el abuelo viendo intensamente a su yerno.
-¿Pero cómo?- dijo el otro hombre enojado -Esa niña necesita un correctivo, sólo está faltándonos al respeto con esa actitud.
-¿Y te haz preguntado por qué la ha tomado?- preguntó tranquilamente el abuelo. -Porque usted no me permite ponerla en su lugar- respondió el padre molesto retando al mayor con la mirada.
-Ahora vas a culparme por tratar de entenderla- dijo el abuelo -¿Entenderla? pero si sólo le consecuenta sus acciones rebeldes.
-No tienes idea, verdad- dijo el anciano muy serio. El otro hombre lo observó un poco confundido -Realmente no tienes idea de cuánto se parece a ti por eso nunca haz podido llevar la fiesta en paz con ella.
-Ahora va a decirme que no conozco a mi hija- dijo el padre muy ofendido. -¿Sabes algo de su vida? ¡alguna vez te ha contado... no sé... cualquier cosa? ¿sabes si ha tenido alguna vez un novio o una novia? ¿Sabes por qué sus ojos han perdido su brillo?
-No- respondió secamente y después de razonar esas preguntas se dio cuenta que su suegro tenía razón, realmente no sabía nada de su hija.
-Su conflicto es que ambos son tan parecidos en todos los aspectos que su carácter choca- el abuelo tomó un vaso con agua -ambos son testarudos, necios, enérgicos y de carácter muy fuerte, ambos piensan que tienen la razón, la única diferencia es que Haruka acepta cuando se equivoca y tu no- terminó el señor dando un trago de agua. El otro hombre lo vio seriamente -Piénsalo bien- dijo el abuelo con una sonrisa confidente -No pierdas a tu hija por un capricho- con eso se levantó del asiento apoyándose en el bastón.
-¿Realmente perdieron su brillo?- preguntó el serñor Tenoh un poco incrédulo. El anciano volteó a verlo de reojo.
-Si, perdió el mismo brillo que tu perdiste cuando murió mi hija- dicho esto, se retiró de la habitación. El señor Tenoh se quedó sentado en esa silenciosa habitación meditando lo que su suegro le acababa de decir. Definitivamente tenía razón, pero qué otra cosa podía hacer, no se podía comportar como una persona débil frente a su hija, y menos con la actitud que había tomado. Haruka se encontraba dando vueltas por la ciudad en su motocicleta a toda velocidad. Cada vez aceleraba más y más, le gustaba sentir la velocidad, ser como el viento. Llegó hasta su lugar favorito, desde donde podía ver toda la ciudad, pero al momento de frenar algo extraño sucedió, no pudo controlar la motocicleta y cayó dándose un buen golpe en el brazo. Se sentó sobre el pasto, donde cayó, se quitó el casco y vio su motocicleta tirada.
-Grandioso... ya ni esto puedo hacer bien- se dijo molesto levantándose. Se dirigió a la motocicleta para ver si le había pasado algo y la levantó. La inspeccionó por todos lados y la llevó a la orilla, después se quitó el casco, lo aventó a un lado y se tiró de espaldas sobre el pasto. Sentía una gran opresión en el pecho, quería gritar, quería llorar, sentía una gran rabia y tristeza, y no sabía cómo deshacerce de ellas. Se quedó ahí, tirado viendo las nubes pasar, tratando de calmarse y de pensar cosas que no le afectaran.
Michiru se encontraba en su casa, desde que Haruka regresó a su casa no ha tenido noticias de su amigo y eso le preocupaba mucho. Sabía que las malas noticias siempre son las primeras en llegar, pero cómo iba alguien a decirle algo si su familia no sabía que eran amigos. Daba vueltas como león enjaulado dentro de su habitación, nisiquiera tocar el violín la calmaba, esa incertidumbre la estaba matando. Tomó el teléfono y marcó a Lita para saber si ella tenía alguna información de Haruka. La otra chica le dijo que no sabía nada, que nisiquiera sabía dónde se había metido el corredor, ya que un día nada más se fue sin decir nada. Ella también estaba preocupada, ella sabía aún menos que la otra chica y cuando le dijo a dónde había ido el joven, se sintió un poco más aliviada, aunque no del todo. Después de hablar un rato con Lita se tranquilizó, esa niña es muy simpática y la hacía reir, al menos le ayudó a olvidar un poco su preocupación. Haruka volvió a su casa, guardó la motocicleta un poco abollada en el garage y entró a la casa. Mientras pasaba por la sala escuchó a su padre llamarlo, simplemente no quería ni verlo, no estaba de humor para ningún tipo de confrontación con él. Se quedó bajo el marco de la entrada, no pretendía poner un pie dentro y su padre lo observó desde el sillón. Se quedó el joven callado, esperando a que el hombre que lo observara le dijera lo que tenía que decirle para así poder marcharse. El señor le pidió que se acercara y el chico lo hizo, pero no se sentó, se quedó parado junto a un sofá viendo el rostro del hombre sentado en el sillón de enfrente. -¿Qué te ocurrió en el brazo?- preguntó el señor notando unas raspaduras en el brazo de su hijo y unas manchas de sangre en su playera. El joven no dijo nada, sólo lo observaba seriamente. -¿No quieres contarme?- preguntó el hombre tratando de lograr alguna respuesta, pero fue en vano, su hijo seguía sin decir nada -Está bien, supongo que no me importa- dijo finalmente rindiéndose. Haruka lo vio un poco confundido y se sintió culpable de no decir nada.
-Perdón- dijo quedamente el muchacho agachando la mirada -Me caí de la motocicleta, eso fue todo.
-No tienes por qué avergonzarte o agachar la mirada- dijo levantándose de su asiento y dirigiéndose a su hijo, quien seguía cada movimiento del señor -no estoy condenándote- dijo con una sonrisa colocando una mano sobre su hombro y viéndolo directamente a los ojos. Haruka estaba muy sorprendido, no entendía qué estaba pasando ahí, parecía que su padre estaba como tratando de que se abriera con él o algo así. -No pidas perdón, hija, ya no lo hagas más- dijo el señor viendo directamente a los otros ojos azules -Tu abuelo tiene razón, tus ojos perdieron brillo- fue más un comentario que se hizo para si mismo. El chico levantó una ceja en señal de extrañeza. -Te pareces tanto a tu madre...- dijo con una sonrisa triste -Tienes las mismas expresiones y gestos, los mismos ojos...- el señor colocó una mano sobre la mejilla de su hijo para acariciarla -Siempre quice que fueras como ella, que actuaras un poco más delicada... quería que ella viviera en ti pero... resultó que en el interior eres igual a mi- negó ligeramente con la cabeza -Lo siento hija, nunca fui un buen padre y he tratado de imponerme a toda costa sin preguntarte siquiera cómo te sentías.
-Papá...- dijo Haruka en un susurro más que sorprendido de lo que estaba ocurriendo.
-Tu también haz sufrido mucho, y yo no te he apoyado en lo más mínimo, no puedo pedirte perdón porque no lo merezco- su expresión se tornó muy triste. -Papá, yo tengo la culpa, siempre la he tenido... nunca he podido ser el hijo que quisiste, sólo te defraudo con mis acciones, por más que me esfuerzo por tratar de honrrarte y de hacerte sentir orgulloso... yo... termino hechando todo a perder- después de decir eso, Haruka agachó la mirada sintiendo que las lágrimas comenzaban a formarse en sus ojos. -Haruka, yo no quiero que seas alguien más, tu no estás para llenar ningún hueco, eres mi hija y te quiero tal cual eres, no trates de hacer las cosas por simpatizar a nadie absolutamente- el señor volvió a sonreir -Tienes un corazón muy noble y esa nobleza a veces te vuelve un blanco fácil. La gente en ocasiones confunde la nobleza con estupidez y abusan de ti por lo mismo, nunca dejes que lo hagan, no te dejes vencer por nadie, no te dejes pisotear- el padre caminó junto a su hijo y se dirigió a la puerta parándose bajo el marco, después volteó dándole una sonrisa más brillante al joven -Cuídate Haruka, este mundo te puede perder, pero sé que eres lo suficientemente fuerte para no permitírselo- al terminar se retiró de la habitación. Haruka se quedó ahí parado, viendo hacia la dirección donde su padre había desaparecido. Se sentía muy extraño, su padre jamás le había hablado de esa forma, tal vez estaba soñando o tal vez no, pero ese momento lo hizo sentir muy confundido. Tal vez era una treta para tratar de convencerlo de que estudiara en la escuela de abogados, o tal vez era sincero, no podía confiarse, ya lo habían manipulado lo suficiente como para permitirse ser un títere, ahora de su padre.
Era medianoche, Haruka entró a la oficina de su padre, todo se encontraba muy oscuro pero por alguna extraña razón no sentía el clásico miedo que le nacía cada vez que se encontraba en esa habitación. Entró silenciosamente, un rayo de luz se asomaba por la ventana y le permitía ver un poco el interior. Se acercó al escritorio del fondo hasta llegar a él, abrió un cajón del costado y se puso a buscar algo. Finalmente lo encontró y lo sacó, era una pistola. Recordaba que alguna vez, cuando era pequeño y estaba jugando en ese lugar la encontró ahí, su mamá se la quitó y le ordenó a su padre deshacerce de ella porque era peligrosa, pero Haruka sabía que su padre era demasiado necio y no le haría caso. En ese momento volteó a ver el retraro de su madre sobre el escritorio, la luz de la luna lo hacía ver muy brillante, le daba como un toque mágico, así como era ella, radiante, hermosa, sencilla y cariñosa. Así recordaba a su madre y sentía un gran vacío cuando lo hacía. Ella siempre lo había cuidado y querido por lo que era y probablemente, viéndolo ahora, se sentiría muy descepcionada de él. La extrañaba mucho, pero también daba gracias que no podía ver el patético ser en el que se había convertido. Dio un gran suspiro y levantó el arma para observarla. Apuntó hacia enfrente hasta tener en la mira un florero que se encontraba del otro lado de la habitación, después hizo el sonido de un balazo, un seco bang, e imitó la reacción de su mano al disparar, aventándola un poco hacia atrás. Bajó el arma y algunos recuerdos comenzaron a fluir por su mente: el día del funeral de su madre, las caras tristes que no comprendía, las flores adornando toda la sala y él buscando desesperadamente a su madre sin poder encontrarla; después los múltiples regaños de su padre, las peleas por cualquier cosa, los reproches y sarcasmos que lo lastimaban como cuchilladas en su corazón; la traición de su mejor amigo y de la novia que tanto amaba que no le permitía dormir, que sólamente le causaban dolor y resentimiento; se sentía tan solo en ese momento y en ese lugar obscuro. Las lágrimas empezaron a formar un nudo en su garganta, ya no podía confiar en nadie, todos en los que creía ciegamente lo habían traicionado, nisiquiera las palabras sinceras de su padre lo convencieron, no podía estar seguro de que fuera verdad lo que le había dicho. Sintió una oleada de furia llegar a su cuerpo, cerró los ojos fuertemente y las imágenes lo bombardeaban sin cesar y sin piedad. Quería que se detuvieran pero no lo hacían, estaba desesperado, ya no quería sufrir, ya no quería ser una carga y una deshonrra para su familia, ya no quería que sintieran lástima por él, que la gente se burlara de su nobleza, quería desaparecer. Tomó muy fuerte el mango de la pistola, su mano comenzó a temblar y como en un trance subió el cañón hasta colocarlo sobre su sien, después puso su índice en el gatillo, sólo tenía que jalar...
Michiru se despertó de golpe muy agitada, sentía una gran opresión en el pecho y tenía una sensación horrible, sabía que algo malo estaba ocurriendo pero no sabía que. Volteó a ver el reloj digital que se encontraba sobre una mesita junto a su cama, decía las 12:15 de la mañana, todo estaba tan oscuro y sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo. Comenzó a rezar para tranquilizarse y un recuerdo de Haruka la hizo detenerse. ¿Era posible que se sintiera así por su amigo? Algo malo definitivamente le estaba ocurriendo, pero no sabía dónde localizarlo, sólo le quedaba rezar porque estuviera bien. Él no se merecía lo que le ocurría, era una buena persona y lo único que necesitaba era volver a confiar en el mundo. -Haruka,no hagas tonterías por favor, cuídate amigo...- dijo la chica retirando una lágrima de su ojo. Después se puso a rezar y rezar hasta que se quedó profundamente dormida.
Haruka estaba con el arma en la cabeza con esos recuerdos que lo atormentaban, había perdiendo totalmente el control sobre sus actos, su dedo estaba a punto de jalar el gatillo cuando escuchó una voz que dijo "prométeme que no vas a hacer ninguna tontería" y recordó los cálidos ojos de Michiru, la preocupación en su mirada cuando le dijo eso.
-Michiru- dijo en un susurro saliendo de su trance y respirando muy agitado. Se quitó el arma de la sien, la llevó enfrente y la observó asombrado, después la aventó a un lado asustado. ¿Qué estaba haciendo? ¿Acaso estaba a punto de hacer lo que estaba pensando? No podía creer que estaba a punto de disparar, pero Michiru lo salvó o al menos su recuerdo. Tragó saliva nerviosamente, pegó su espalda al librero y lentamente bajó hasta sentarse sobre el piso alfombrado con las piernas dobladas sobre su pecho, las abrazó y comenzó a llorar, algo que no había podido hacer abiertamente desde hacía muchos años, desde que era un niño pequeño. -Soy un idiota- dijo golpeando con su puño lastimado el piso, no le importaba hacerse daño, ya no le interesaba nada. En ese momento se dio cuenta que podía ser capaz de jalar ese gatillo y terminar con su vida en un instante, se asustó, no por el hecho de morir, sino por ver hasta donde lo había orillado esa depresión que lo estaba ahogando. Siguió llorando hasta que sus ojos no pudieron más, levantó el rostro que tenía oculto entre sus brazos apoyados en sus rodillas dobladas y volteó hacia el ventanal del fondo y vio la Luna y las estrellas brillando en el cielo. Fijó su mirada en ellas.
-¿Por qué? ¿Qué te he hecho?- preguntó con una mezcla de desesperación, tristeza y frustración en su voz. Su última lágrima rodó por su mejilla hasta caer en su mano vendada, la cual ya estaba muy teñida de rojo.
Inicio: Viernes 6 de agosto del 2004 Fin: Viernes 13 de agosto del 2004
Bueno, aquí hay otro capítulo. Este quedó un poco corto, nada que ver con el anterior jeje... debo confesar que esto también era parte del 14 pero como sólo puedo escribir en notepad, ya no me dejó seguir, se trabó por lo largo y mejor lo separé. Quiero pedir una disculpa pública a todos aquellos a quienes lastima lo que escribo... Lo siento mucho, pero no tengo otra opción, escribir es la forma más sincera que tengo de expresarme y en mis historias puedo crear el mundo que viví y llevarlo a uno ideal que mis ojos jamás verán y mis manos nunca tocarán.... La desesperación te llevan a encerrarte en tu propia imaginación...
