Notas: Hola, este fic pertenece a mi historia HP y el ladron de Almas, pero no hace falta haber leido el otro para leer este. Aquí se cuenta un poco como comenzo la relacion de Severus y Lucius. Tener piedad de mi, es la primera vez que escribo uno de este estilo. Espero que os guste. Esta dedicada a Keira.

Caza en el laboratorio

Un joven rubio bajo las escaleras que llevaban a las frías mazmorras de su mansión. Estaba a oscuras completamente, pero no necesitaba ninguna luz para encontrar el lugar que buscaba. Al tocar la puerta, un letrero se ilumino mostrando la palabra laboratorio. Ese era su destino. Abrió la puerta sin hacer ruido y entró. Dentro se encontraba un chico moreno.

El chico removía la poción concentrado en su tarea. Los ojos negros fijos en los cambios que se producían dentro del caldero y, en algunos momentos, paraba para apuntar algo en un pergamino. Llevaba el pelo recogido en una cola y, de vez en cuando, se apartaba un mechón molesto que le caía sobre los ojos impidiendo una buena visión. Vestía con unos pantalones tejanos viejos y apretados y el torso lo llevaba al descubierto. La camiseta estaba tirada sobre una mesa arrugada en un montoncito negro. No tenía una figura muy musculosa, más bien era delgado y delicado, pero allí estaba su encanto.

Lucius se quedó embobado mirando los movimientos tan elegantes y precisos que hacía. Su rostro mostraba una paz que pocas veces se podía ver en él. Observó como las gotas de sudor resbalaban por su pálida piel. ¡Cuantas veces había soñado con poseer ese magnifico cuerpo!

El moreno hacía rato que había notado que el otro joven había entrado, pero no quiso decir nada. Conocía muy bien a ese chico que era dos años mayor que él. No había tenido muchas conversaciones con él, pero había escuchado muchos rumores sobre sus conquistas. Su fama le predecía. La verdad, no le extrañaba. Simplemente era perfecto, un demonio en el cuerpo de un ángel. Eso era él. Cualquiera desearía que el rubio lo mirase como ahora le estaba mirando a él, porque podía sentir su típica mirada lujuriosa sobre su cuerpo, pero Severus no iba a ser el juguete de un niño rico al que siempre le daban lo que quería.

Lucius cerró la puerta y se adentro en el laboratorio. Cogió una silla y se sentó en un lugar donde podía observar todos los detalles del moreno. Su pelo, sus ojos, su boca, sus brazos, sus manos... al principio, cuando el chico entró en Hogwarts no le llamó mucho la atención, pero en sus últimos años, las cosas habían cambiado.

Cuando Lucius llegó a séptimo, tuvo que buscar nuevas víctimas que no hubiera probado ya. Entonces fue cuando fijó toda su atención en aquel chico solitario que siempre estaba leyendo en la sala común. Había crecido hasta convertirse en todo un hombre. Sus ojos negros se habían vuelto fríos y siempre iban acompañados de un brillo de malicia y de una sonrisa letal. Sus respuestas eran mordaces y despiadadas. Sabía dar en el punto débil de cada persona sin ningún tipo de remordimiento. El tono de voz era fino pero a la vez tenía un deje de desprecio y de arrogancia. Su magia era superior a la de muchos alumnos más mayores y no dudaba en demostrar su eficacia. Nunca perdía el control, exceptuando cuando el cuarteto de Gryffindor estaba en medio. No permitía que nadie se le acercara.

Era frío y estremecedor, enigmático y peligros. Eso fue lo que hizo que el rubio aristócrata lo eligiera como su nueva presa. Iba a ser su mayor reto. Descubrir los misterios que escondía, seducirlo, poseerlo y, luego, ya se vería. Ese era el plan. Pero de eso hacía tres años y todavía no había alcanzado su propósito. Y lo que empezó como un reto, un simple juego, terminó transformándose en su mayor obsesión.

Ya he terminado la poción. Dígale al Sr. Malfoy que mi padre lamenta no haber podido venir él mismo a hacer el trabajo.- dijo en un tono respetuoso que no sentía.- Si hay algún problema, no duden en avisarnos para que podamos solucionarlo.

No te preocupes. No creo que haya ningún error, siempre fuiste el mejor en pociones. Tu padre le ha enseñado bien.

Gracias. Ahora si puede pagarme. Me están esperando en casa.

Severus esperó a que el rubio le pagara y salió rápido de allí. Le ponía nervioso estar tan cerca del protagonista de sus noches. Sabía muy bien lo que había intentado durante los años anteriores, pero su orgullo no iba a dejar que cayera rendido a sus deseos, aunque él lo anhelara más que nada. Por más que soñara con tener al rubio entre sus brazos, sentir sus besos, sus caricias... ¿como se sentiría? Pero no tenía tiempo para pensar en ello, había cosas más importantes. Tenía que encontrar la manera de poder llevar dinero a casa para mantenerse a él, a su padre y a su hermana pequeña.

El joven de ojos grises continuaba en la habitación dando vueltas de un lado a otro. Una vez más había tenido una oportunidad, y una vez más, la había dejado escapar. Tenía que conseguir hacerlo suyo costara lo que costara o acabaría por volverse loco. Este juego ya había durado mucho tiempo, era momento de ponerle un final adecuado a él.

''Si hay algún problema, no duden en avisarnos para que podamos solucionarlo. ''

Lucius miró la poción con malicia. Había encontrado la forma de volverlo a ver. Y esta vez, seguro que no fallaría.

Severus, hijo.- llamó un hombre mayor.- he recibido una queja del sr. Malfoy, ha habido un problema con la poción.

Pero si yo revise que todo estuviera bien antes de irme.

Me da igual. Mañana volverás, les devolverá el dinero que te han dado y la repetirás. Y más te vale que esta vez no haya ningún error. No hagas que por tu culpa, el prestigio que nos hemos ganado con tanto esfuerzo los Snape, se pierda de la noche a la mañana.- añadió con un tono estricto.

Pero... de acuerdo, lo que usted mande, padre.-contesto resignado.- no le defraudare.

Severus salió del dormitorio y se fue al salón. Allí se dejo caer pesadamente sobre un sillón. Estaba seguro que no se había equivocado en ninguno de los pasos, recordó cada uno, pero todo le garcía correcto.

¿Qué te pasa hermanito?- le preguntó una niña de unos nueve años con un largo pelo rizado y unos ojos ten negros como los suyos.

No me pasa nada, Rebeca, no te preocupes por mí.- le dijo dulcemente.

Y ¿por que estás ten triste, Sev?- continuó haciendo un puchero.

Ven aquí, ¿quieres que te lea un cuento?

Siiiiiiiii.-respondió dando saltos de alegría.- ¡Un cuento! ¡Un cuento!

Ves a buscar uno.

¿El del dragón y el príncipe?

Si quieres el del príncipe y el dragón, entonces que sea ese. Corre.

La niña se fue contenta a buscar el libro. Severus se quedó pensando en como iba a poder resolver todos sus problemas. Ya casi no tenían dinero ni para comer. Desde que su padre no podía trabajar habían perdido muchos clientes. Por suerte aún les quedaban los Malfoy.

Malfoy, pondría la mano al fuego de que ha sido cosa suya. Si era como pensaba, se las iba a pagar.

Ya estoy aquí. Toma el cuento.

Dame.- Severus abrió el libro y empezaron a moverse los dibujitos mientras la pequeña se acurrucaba entre sus brazos.- Había una vez, un pequeño príncipe que...

Severus.- saludo el rubio con una sonrisa.- cuanto tiempo.

Demasiado poco para mi gusto.- contestó cortante.- si no hay ningún inconveniente me gustaría quedarme solo. Necesito concentración si quiero que quede bien esta vez.

¿Acaso te soy una distracción?- preguntó acercándose peligrosamente.

Yo más bien lo llamaría un estorbo.- le dijo en un susurro en el oído que envió un escalofrío al cuerpo del rubio. Y apartándose de golpe añadió.- Ahora, si me permites...

Lucius salió al corredor dando un portazo. Nunca nadie se le había resistido tanto, pero no iba a rendirse. Eso jamás. Él era un Malfoy. Además, había notado como se ponía nervioso cuando se acercaba. Pronto iba a caer. Solo hacía falta un poco más de presión y listos, sería suyo.

Una vez solo, Severus se acercó a la mesa de trabajo donde estaba la poción. Tenía un color grisáceo cuando tendría que ser azul cielo. El día anterior la había dejado de ese color. No entendía que había pasado. Cada vez estaba más seguro de que no se trataba de un error suyo. La observó detenidamente, detalle a detalle. Entonces notó que algo en el olor no estaba bien. ''Sangre de dragón'' ya no tenía duda alguna de lo que había pasado.

Pasadas varias horas, Lucius volvió a entrar por la puerta. Se había cambiado de ropa. Ahora llevaba una túnica blanca medió desabrochada con os bordes dorados. No dejaba nada a la imaginación. Lucius le dirigió una sonrisa inocente. Severus rió para sus adentros. ''Así que intentando provocarme, ¿eh? ''

¿Ya has terminado la poción?

Sí, solo quedan unos minutos. Lamento lo de la otra poción. No se como fue a parar sangre de dragón a la poción.- Severus le tendió una pequeña bolsa con el dinero.

No hace falta que me lo devuelvas. Tú lo necesitas más que yo. Además, para que vamos a engañarnos. Sabes que fui yo quien le puso la sangre.

No se lo que quiere de mí, Malfoy, pero deje hacerme perder el tiempo.

¿No sabes que es lo que quiero de ti? ¿De verdad? Creo que esta muy claro.

Olvídate de mí. No pienso darte lo que quieres.

no voy a olvidarte hasta que haya cogido lo que quiero. Y te quiero a ti. Me gustas mucho. ¿sabes como me excita cuando me miras así?

Me voy, que tengas un buen día.

No te resistas tanto. Se que lo deseas tanto como lo hago yo.- dijo parándose ante la puerta para que no pasara.

Déjame.

No, no te irás. Esta vez voy a cumplir mis deseos.- con cada palabra se iba acercándose más a él hasta quedar a solo unos centímetros.- dime que me deseas.

Nunca.

¿Vas a decirme que no te gusta esto? ¿que no quieres probar nada más?- le susurro para luego empezar a dejar besos sueltos sobre su cuello.

Lucius atrajo el cuerpo del moreno hacía el para que no intentase escapar y lo beso con fuerza. Severus intentó resistirse pero su cuerpo se negaba a obedecer a su mente y, en vez de apartarse como era su intención, lo rodeo con sus brazos y profundizo el beso. El rubio, sin apartarse, rompió el beso y le miró a los ojos. Todo lo que vio fue pasión y deseo. Sonrió satisfecho. Levantó la mano y con suavidad le acarició el rostro, como queriéndose asegurar que no era fruto de su imaginación.

Acercó sus labios al cuello del moreno y empezó a trazar un camino de besos hasta llegar al lóbulo de la oreja. Continuando con su labor, Lucius empezó a desvestir al moreno lentamente. Cuando no quedaba ninguna prenda en su cuerpo, con una sonrisa notó como su entrepierna empezaba a tomar vida igual que la suya propia. Restregó su cuerpo con el suyo rozando sus erecciones haciéndole gemir.

Severus al principió no reacciono. Estaba pensando que no debería estar allí, con él. Pero no tardo mucho en recuperarse y dejarse llevar por la excitación. Con manos seguras, empezó a imitar al rubio desabrochando uno a uno los botones de su túnica, hasta que esta cayó al suelo. Ahora solo quedaban los calzoncillos.

Se arrodilló ante el rubio y, sin dejar de mirar la excitación que luchaba por librarse de la tele, empezó a acariciar el contorno de sus mulos. Lucius no dejaba de gemir. Severus le quitó la última prenda y sin dejar de acariciar toda la piel que tenía a su alcance, comenzó a delinear la excitación que tenía enfrente con la lengua. Luego la tomo completamente con su boca. Una y otra vez. Lucius movía sus caderas frenéticamente para que se introdujese más. Pero al rato no pudo más y explotó en la boca del moreno tragando todo el jugo.

Lucius se agachó hasta quedar a la misma altura y unió sus labios con los de él. Primero fue un simple roce, pero pronto sus lenguas se introdujeron en la boca contraria enredándose juguetonamente.

Lucius tumbó al moreno sobre el frío suelo y lo observó con admiración. Se lamió los labios ante aquella visión. Por fin iba a poder disfrutar de ese cuerpo. Se puso de rodillas sobre él y volvió a besarlo con fuerza. Sus manos empezaron a recorrer su pecho y sus labios se entretuvieron prestándole atención a los pezones rosados, mordisqueaba, lamía y besaba, primero uno y luego el otro. Lucius sintió como su dureza volvía a crecer y decidió que ya era hora de que pasara lo que tenía que pasar.

Lucius movió las piernas de Severus y se puso entre ellas de manera que tuviera un buen acceso a su entrada. Con la lengua acarició la zona para luego introducir un dedo. Severus gimió y se retorció bajo su toque. Pronto fue introduciendo otro dedo más. Cuando creyó que ya estaba lo suficientemente preparado, los retiró ante un gemido de frustración, y lo besó.

Quieres terminar de una vez.- pidió el moreno, pero su queja fue acallada por un jadeo cuando sintió que lo penetraba enviándole oleadas de placer.

Empezó lentamente, pero cuando noto que ya se había acostumbrado empezó a aumentar el ritmo de las embestidas.

- Si... ¡OH, sí! Lucius.- El rubio al escuchar su nombre sintió como crecía algo dentro de él.- Sigue... más...

-Severus.- consiguió pronunciar entre jadeos. Con una última envestida Lucius se vino dentro del moreno, siendo seguido por Severus que terminó entre los dos cuerpos.

Lucius dejó caer exhausto su peso sobre el de Severus sin soltarlo. Y así se quedaron hasta que el frío del suelo hizo volver a la realidad a Severus. ¿Como había podido llegar a esa situación? ¿Como podía haberse dejado llevar por una fantasía sin parase a pensar que estaba traicionando a su pareja? ¡OH, Andrei! Perdóname por esto. Como odiaba a ese hombre que tenía encima por hacerle disfrutar como no lo había hecho nunca. Pero sobretodo se odiaba a sí mismo. Él era el único culpable. No podía negar que lo que sentía por Andrei no era nada comparado con lo que sentía por el rubio y eso le hacía sentir que lo estaba engañando. Tenía que admitir que era algo más que pasión esa sensación que recorría todo su cuerpo, Pero no iba decirlo.

Levanta.- le ordenó al rubio.- debo irme. Tengo cosas que hacer.

Pero... – habló Lucius desconcertado.

Ya esta. Te he dado lo que querías ¿no? Hemos pasado un buen rato. Ya puedes dejarme en paz.- diciendo eso, apartó al otro hacía un lado y se levantó. Cogió su ropa y con un hechizo limpiador se vistió.

Y ¿esto que? ¿Se termina así? Es por ese ruso, ¿verdad? ¿También te lo llevas a la cama a él? ¿A él y a cuantos más?- le dijo intentando herirlo

Que tengas un buen día, Malfoy. Esto termina aquí y no metas a Andrei en esto.- Lucius no respondió pero Severus hubiera preferido que hubiera dicho cualquier cosa. No quería marcharse.

Volveremos a vernos, Snape, no lo dudes.- dijo cuando el otro ya había salido de la habitación sin ni siquiera volverse a mirarle.

El rubio empezó a dar vueltas desesperadamente por todo el laboratorio. Eso ya se estaba volviendo una costumbre después de estar con Snape. Nunca nadie lo había dejado. Siempre era él el que lo hacía. '' ¿Es así como se siente la gente cuando les dejo?'' No le gustaba nada esa sensación, se sentía usado, aunque sabía perfectamente que el había iniciado el juego. No estaba seguro de quien había sido al final, la presa y quien el cazador.

En que estoy pensando, yo soy el cazador. Soy Lucius Malfoy, yo cojo lo que quiero y luego lo tiró.- gritó lanzando un pote de poción al suelo, que tras impactar con el suelo se rompió en pequeños pedacitos de cristal y todo el líquido rojo se derramó.

Podía gritar todo lo que quisiera, pero sabía que quería volver a repetirlo, que quería volver a abrazarlo, a sentirlo gimiendo debajo de él. Se estaba convirtiendo en una necesidad. No podía sentirse así. No lo amaba, no podía ¿o sí?

Ya basta, Lucius. Claro que no lo amas. Tú no puedes enamorarte. Olvídalo.- sacudió la cabeza intentando alejar esos pensamientos pero volvían a atormentarlo.

Decidió dejar de pensar en ello. Mejor era dejarlo para otro momento. Primero tenía que ordenar sus ideas. No podía continuar así, no si quería continuar cuerdo. Pero algo no le permitía ver las cosas con claridad. Algo que mirara donde mirara, veía. Una imagen que empezaba a odiar por hacerle depender de ella.

Unos ojos negros, fríos e intensos que cada vez que los miraba, parecía que lo iban a hipnotizar. Unos labios sabrosos que deseaba volver a besar. Una piel pálida y delicada que quería volver a acariciar, una voz fina y áspera que se le antojaba música celestial, unos gemidos que nunca se cansaría de provocar... ¿Podría ser cierto que estuviera enamorándose?

- Déjalo ya. No pienses más en eso. Bórralo de tu memoria. Olvida todo lo que ha pasado.- se recriminó a sí mismo.- ¡Te odio! ¡Te odio, Severus Snape! Yo te... te...- y por primera vez en muchos años, se permitió derramar unas lágrimas.

FIN