Caza en el laboratorio
2ª Parte: Atrapado en la mansión
Pasaron los días y las semanas y no se habían vuelto a ver a solas en todo ese tiempo con excepción de alguna situación formal o en alguna reunión de mortífagos. En ninguna de esas ocasiones, ninguno de los dos se había acercado al otro, bien por orgullo o por remordimientos, pero el hecho es que no se había vuelto a repetir lo de aquella mañana en el laboratorio de la mansión Malfoy.
Severus salió del caserón donde se había celebrado la última reunión. No estaba seguro de si realmente, formar parte de las filas del Señor Oscuro, era su deseo, pero poco importaba lo que el quisiera cuando de ello dependía poder mejorar la calidad de vida de su familia. Le habían prometido mucho dinero a su padre y este había aceptado unirse a ellos, pero a causa de su enfermedad, Snape había tenido que reemplazarlo. La verdad es que le importaba bien poco lo que pudiera pasarle a los muggles, esos seres inferiores que no eran mas que una molestia, y él no sentía ningún tipo de culpabilidad después de hacer sus trabajos. Aunque, quizás, eso era debido a que nunca había presenciado ningún ataque importante y su trabajo, la mayoría de veces, era solo de laboratorio.
A Severus, que siempre había gustado de soledad, le aborrecía estar rodeado de toda aquella gentuza que lo rodeaba. Creía que ninguno de ellos tenía personalidad y que solo sabían obedecer las órdenes de su amo. Él no era propiedad de nadie. Él nunca serviría a nadie.
Pero lo que más le molestaba era cruzarse cada vez que se reunían con aquellos ojos plateados. No podía dejar de mirarlos por más que se resistiera. Eran un imán para él. Unos ojos donde podía ver la misma pasión que escondían los suyos. La escena de sus cuerpos entrelazados se le dibujaba una y otra vez en su mente. Deseaba más que nada que aquello volviera a repetirse, aunque no podía permitírselo. Él no era así. No era de esos que traicionan a la gente que los quiere. ¿Como podía pedirle a Andrei que le fuera fiel si él era el primero en engañarle? ''No puedo hacerlo'', se repetía reiteradamente.
A una distancia prudente, una figura lo seguía sigilosamente. Ya había dejado pasar demasiado tiempo y ya era hora de volver a entrar en acción. Iba a hacerlo suyo costase lo que costase. No iba a dejarlo escapar. Estaba seguro que no iba a encontrar mejor amante que él y un Malfoy siempre quería lo mejor. Ya no se trataba de un simple juego. Iba a seducirlo y hacer que se enamorara de él. Así se aseguraría tenerlo para si y de que siempre regresara a su lado.
-Snape- le llamo el rubio a lo lejos.- Espera un momento, necesito hablar contigo.
Severus se detuvo para ver quien lo llamaba y cuando se iba a marchar, Lucius lo alcanzo corriendo.
-Tampoco hace falta que me hagas correr, podrías esperar un momento.- le comento en tono de reproche.
-Creí que habíamos quedado en que ibas a dejarme en paz.- dijo molesto.
-Yo no quede en nada. Pero no es sobre eso de lo que quería hablarte.
-No me interesa lo que tengas que decirme.
-Solo quería ofrecerte un trabajo, pero si no te interesa...
-¿Un trabajo? ¿De que se trata?- preguntó con algo de curiosidad.
-No lo se. Es cosa de mi padre. Me ha pedido que te llevara a casa para hablar con él. Ya te dirá que es lo que quiere.
-¿Ahora? Mi padre debe estar esperándome en casa.
-Seguro que lo entenderá. Mi padre ya se encargara de él. ¿Vamos?- ''Pronto caerá''.
-De acuerdo- contestó resignado. ''Solo vas a trabajar, no pienses en nada más. ''
Un hombre mayor los esperaba en la entrada de la mansión. Era un hombre de unos cincuenta años, con un largo pelo rubio que con la luz daba la sensación de ser dorado, con unos ojos azules y una mirada orgulloso. Era la viva imagen de su hijo.
-Buenos días hijo, Sr. Snape.- les saludo el hombre.
-Padre.- el rubio inclino la cabeza en señal de respeto, gesto que imitó Severus a continuación.
-Lucius, déjanos solos.
-Lo que usted diga padre.- Lucius le echo un último vistazo a Severus y se alejo de ellos molesto.
-Acompáñeme, Snape.- el Sr. Malfoy le dirigió hasta el salón donde recibía las visitas.- Mi familia siempre ha estado muy contenta con vuestros servicios. Su padre debe de estar muy orgulloso de usted, esta haciendo un buen trabajo.
-Gracias, Sr. Malfoy.- contestó un poco cohibido.- Perdone que lo interrumpa, pero podría decirme para que me ha hecho venir.
-El Lord no has pedido que preparemos un ataque, va a ser algo grandioso. Solo hay un problema, necesitamos a alguien de confianza para que prepare una poción y ese alguien es usted.
-¿Y que debo hacer exactamente?
-Es algo muy complicado. Necesitamos que usted cree una con los efectos que nosotros queremos. Le hemos dejado una lista con los efectos y algunos consejos y, además, podrá consultar todos los libros de los que disponemos.
-Pero...
-En el laboratorio encontrará todo lo que pueda necesitar. Me pondré en contacto con su padre para decirle que va a quedarse unos días aquí.
-Pero...
-No se preocupe, esta todo preparado. Mi hijo le ayudara en todo lo que pueda, aunque nunca fue muy bueno en pociones. Debe saber que contar con la confianza del Lord es un gran honor.
-Si, lo se.
-Por cierto, usted es solo otro capricho de mi hijo. Pronto se cansará de usted y se buscara otro con quien jugar. Únicamente se lo digo porque no me gustaría que hubiera ningún escándalo y aún menos en estos momentos. Lucius va a casarse con la hija de una familia muy influyente en la comunidad mágica y no quiero que nadie se interponga.
-No debe preocuparse por eso. Más bien debería decírselo a su hijo.
-Me alegra oír eso. No me gustaría tener que prescindir de usted.
-No va a haber ningún escándalo que de mala imagen a su apellido, no de mi parte. Ahora, si me disculpa, iré a ver como ha de ser esa poción.
-¿Esta seguro que podrá hacerlo¿
-Hasta que no lo vea no podré asegurarle nada. Pero crea que haré todo lo posible por que salga.
-No esperaba escuchar lo contrario de un Snape. Supongo que ya conoce el camino.
-Si. No hace falta que nadie me acompañe.
Severus salió de la sala indignado. ¿Quién se creía que era ese hombre? ¿Como se atrevía a amenazarlo? Pero el no se dejaba intimidar tan fácilmente. Y, encima, le obligaba a quedarse en esa casa. Iba a estar hasta que acabará la poción rodeado de malfoys, de Lucius. Tendría que hacerla rápido sino quería volverse loco.
Cuando llegó al laboratorio en las mazmorras, lo primero que hizo fue leer la lista con las instrucciones y con cada palabra que leía su piel se volvía más blanca. La releyó varias veces para asegurase de que lo que veía era cierto, pero no hubo ningún cambió.
''Esta gente se ha vuelto loca. Con algo así podrían destruir ciudades enteras. No quedaría nadie con vida, ni mujeres, ni niños, ni ancianos... No puedo hacer esto. Pero ¿como desdecirme de esto ahora? Con esta gente no se puede jugar. Dios mío, ¿donde me he metido?''
Severus se sentó en una silla para revisarlo todo. Iba a ser un trabajo difícil. Había decidido que, hasta que encontrara otra solución, iba a crear la poción, pero nunca había visto algo tan complicado y tan peligroso con lo que experimentar. Si algo salía mal, podía hacer estallar la mansión entera con él dentro.
'' ¿Por que siempre tengo que meterme en estos problemas?''
Severus se puso manos a la obra, pero sin mucha prisa. Tenía que ganar todo el tiempo que pudiera. Empezó por probar los efectos que producía combinar diferentes ingredientes, pero, después de varias horas probando, seguía estando en el mismo lugar que al principio.
'' Por lo menos se lo que no debe mezclar nunca '', pensó con ironía.
Al cabo de una horas, cuando se acercaba la hora de la cena, un elfo bajo a buscarlo. Severus lo siguió hasta el comedor. Allí se encontró con los dos Malfoys: padre e hijo. Parecían haber tenido una discusión acalorada por sus semblantes. Lucius no podía esconder el odio que sentía en esos momentos hacía el hombre que lo había ''criado''.
La cena transcurrió en un ambiente incómodo para Severus. Sentía la mirada de los dos hombres sobre él y no se atrevía a apartar la mirada de su plato. Se terminó la comida rápido y con la excusa de enviar una carta salió del comedor. Lucius le siguió.
-Te acompaño a tu habitación. Tranquilo, no voy a intentar violarte ni nada.- Severus le miró dudoso.
-No me fiaría mucho de ti.
-Solo hasta la puerta. No creo que quieras perderte y pasarte toda la noche dando vueltas. Si quieres, puedo dejarte mi lechuza para que envíes la carta.
-De acuerdo. Vamos.
El camino fue silencioso. Ninguno de los dos se atrevía a decir nada para no incomodar al otro. El rubio se imaginaba como podría ser esa noche si conseguía sus propósitos. Severus, por el contrario, recitaba mentalmente todos los ingredientes de las últimas pociones que había hecho para conseguir frenar el deseo que lo impulsaba a lanzarse sobre el rubio y poseerlo allí mismo.
-Esta es la habitación- le explico Lucius saliendo de su ensoñación.- Ahora te enviaré la lechuza.
-Muchas gracias.
-Podrías agradecérmelo invitándome a pasar.- propuso Lucius con tono inocente.
-Buenas noches, Malfoy.- contestó el moreno secamente.
Lucius dio media y vuelta refunfuñando y se fue a su habitación frustrado por su nuevo fracaso. ''A este paso, no voy a lograr nada con él. Hay que cambiar de táctica. ''
Cuando llegó a su dormitorio le envió la lechuza a Severus y se tumbó en la cama a pensar. A pensar en Severus, en su padre, en su futuro matrimonio... Eso último era lo que más le preocupaba. Sabía que debía casarse como indicaba la tradición familiar, pero nada estaba más alejado de sus deseos. Por lo menos la chica era hermosa y eso lo tranquilizaba un poco. ''Después de tener un heredero, cada uno por su lado y arreglado. Que no se piense ella que voy a quererle y serle fiel hasta que la muerte nos separe. ''
Lucius se levantó de la cama. Los nervios no le permitían estarse quieto. Se sentó en el borde de la ventana para ver los terrenos que rodeaban la mansión. Le ayudaba a calmarse, todo tan grande y a la vez tranquilo, y todo suyo.
En ese momento llegó una lechuza blanca que reconoció como la suya. Lucius le había pedido que antes de llevar la carta de Severus a su destinatario se la entregara a él y la lechuza había cumplido con su obligación.
-Muy bien, Orenda.- dijo mientras la acariciaba y le sacaba la carta. La abrió y empezó a leer.
Andrei:
Siente no haber podido acudir a nuestra cita, pero me ha surgido un imprevisto de última hora. Estoy atrapado en casa de Malfoy. Podría decirse que me han obligado a quedarme. No nos podremos ver hasta que termine el trabajo para el que me han contratado. Espero que no sea mucho tiempo. No sabes las ganas que tengo ya de salir de aquí y eso que solo llevo unas horas. Todo es tan... tan aristocrático, me siento fuera de lugar. Te he echado de menos estos días, deseo verte pronto.
S.S.
"Con que deseas verle pronto, ¿eh? Yo me encargare de que no lo desees nunca más. Solo vas a querer estar cerca de mí. "
Lucius volvió a atar el mensaje en la pata de la lechuza y esta salió volando hacia su destino. El rubio la observo hasta que ya estuvo demasiado lejos para distinguirla entre la oscuridad.
Así, con una sonrisa, se volvió a la cama y sin tener tiempo para darle más vueltas al asunto, se quedo dormido.
Continuara...
Notas: Al final me decidí a continuarlo, aunque no me ha gustado mucho como me ha quedado. Espero que me den sus opiniones.
