Capítulo 2: "Camino a Londres".

Por: JkRowling6.

Hermione no pudo calcular cuánto tiempo estuvo en silencio, con su mano sosteniendo precariamente el auricular del teléfono y sus ojos vagando por la salita, pero sin notar colores o esencia. Todo parecía haberse ido, era sólo ella, asegurando la derrota, resignando a cada rincón de su cabeza.

-¿Hermione?-la voz insegura de su amigo pudo hacerla despertar.

-¿Tú ya lo sabías?

-Hmm... bueno, sí, pero no podía decírtelo-replicó Ron, nervioso-. En realidad, no quise.

Lástima. El mundo que la rodeba, partiendo desde su familia hasta la empleada doméstica, se compadecía de aquella muchacha estudiosa, brillante, pero cansada y amargada. Ella no era una chica derrotada, pero su soledad la hacía convertirse en una persona tonta y aburrida. ¿Qué pruebas necesitaban los demás para comprender que su corazón estaba inundado en frescura? No había nada malo en ella, sólo que estaba sola, y ahora, increíblemente decepcionada. Pero había cosas peores, Hermione estaba segura de eso. No podía, o simplemente iba en contra de sus propias reglas de vida, amargarse porque el chico que tanto había amado en silencio durante años seguía sin hacerle caso y estrenaba novia. Ella sabía que en las calles había gente muriendo de hambre, sin un vestigio de dignidad... Sólo que en ese momento el egoísmo o la realidad se apoderaban de sus sentimientos y no la ayudaban a comprender algo más, aparte de que había perdido.

-Lo siento-dijo Ron francamente-. Discúlpame, sólo pensé que...

-No te preocupes-espetó Hermione, no muy consciente de lo que hablaba o de que incluso su rostro estaba enseñando una sonrisa de resignación-. Voy a ir a tu fiesta. Me servirá para entretenerme y para que al fin nos veamos. ¡Han pasado meses de nuestro último encuentro!

-Sí-rió el pelirrojo sin ganas. Él conocía demasiado a su amiga para tomar en serio el tono entusiasmado con el que había exclamado la última frase-. Entonces te espero en tres horas.

-¿Tres horas?-inquirió la chica-. ¿Tan pronto?

-Eso es para que podamos charlar.

-Oh, bueno... En tres horas nos vemos-aceptó Hermione.

-Sé puntual, ¿eh?

-¿Cuándo no lo he sido?-inquirió Hermione, bruscamente.

-Sabes que nunca, sólo te digo porque eso forma la parte esencial de un diálogo para citas-bromeó Ron-. Tengo que ir a comprar algunas cosas, así que voy a colgar.

-¡Te veo luego!

Hermione colgó el auricular, mientras un torbellino de sentimientos desgraciados volvía con toda intensidad a su corazón.

Ella sospechaba que las cosas empeorarían, pero no imaginaba cuánto.

~~***~~

Una hora después, Hermione salió de su casa, haciendo sonar las llaves del automóvil juguetonamente entre sus dedos, mientras caminaba hacia el patio trasero.

Lucía un vestido largo, no muy estrecho, con tirantes que destacaban sus hombros frágiles y delgados. Su madre le había obsequiado aquel vestido color azul pálido hace un año, y era la primera vez que lo usaba. Ella no había cambiado mucho, sus ojos castaños, su cabello enmarañado, y su altura excasa eran las características particulares en la estudiante más aplicada del Instituto Mágico de Curanderos.

Abrió la puerta del autómovil y subió con cuidado, procurando que su vestido no se arrugara demasiado. Quería estar brillante al llegar a casa de Ron. Tal vez era por demostrarle a todos que además de inteligente, era una chica hermosa. O quizá, era por Harry...

Echó a andar el motor del auto para salir rápidamente a la calle vacía.

Aunque que a veces odiaba la tranquilidad de Black Island, Hermione se alegraba de vivir ahí. Los habitantes eran respetuosos y sociables, nunca pendientes de problemas que no fuesen suyos, pero una buena ayuda cuando ella tuvo ciertas complicaciones al aprender a conducir.

Hermione soltó una mano del volante para saludar a un par de ancianos que descansaban en el patio de sus casas, disfrutando de la brisa fresca y el sonido del mar estrellándose contra las rocas. Ella sabía que ése era un lugar perfecto para ser feliz, pero necesitaba algo más. Alguien que llenara el vacío de su corazón, formando una vida perfecta. Hermione había confiado en que eso ocurriera algún día, pero hace una hora la ilusión se había esfumado.

La carretera estaba agradablemente despejada, lo que era un hecho extraordinario, considerando que el fin de semana los automóviles atestaban las rutas por salir o entrar a la ciudad. Hermione se había acostumbrado prontamente a aquellas irremediables sesiones de espera, observando las caras aburridas de los demás conductores y escuchando algo de música clásica, que le ayudaba a mantenerse despierta. Su padre le había recomendado aquel tipo de música esperando conseguir en ella un efecto contrario: relajarse, pero era la última sensación que invadía su cerebro al escuchar extensos conciertos de artistas cuyo nombre para Hermione formaban un misterio. Por el contrario, se sentía más despierta y cargada de energía, lo que le había repetido a su contrariado padre, era mucho mejor.

Ella sonrió tristemente pensando en el panorama que la esperaba en casa de Ron. Ver a Harry acompañado de otra chica, terminando de aceptar que, finalmente, había perdido.

Pero la vida continuaba. No existía nada en el mundo mágico que pudiera borrar sus sentimientos, ni la pócima o el Obliviate más poderoso. Séis años sufriendo lo mismo, séis años intentando olvidar, seís años esperando que la ilusión tornara a la realidad...

Un juego perdido. Tal y como esas veces que sus nervios se electrizaban frente a Ron al perder una juego de ajedrez. Era heredado de su madre, esa incapacidad de asumir la derrota y desear el triunfo en todo. Pero ella siempre había ganado, siempre había sido la primera en calificaciones, una chica inteligente y responsable, capaz de conseguir todo lo que se proponía... ¿En qué se había equivocado, ahora?

Ella empujó aún más el acelerador, esperando llegar pronto, y de alguna manera, enfrentar lo que venía esperando desde hace años.

Las calles de Londres comenzaban a distinguirse por el parabrisas. Allí todo era excesivamente diferente a Black Island, la gente caminaba mirando las tiendas con expresión fascinada, los automóviles apremiaban el paso por los molestos sonidos de la bocina, algunos ancianos dormían en la acera de las calles, sucios y moribundos, sin que nadie se detuviera a su lado.

Hermione condujo rápidamente su automóvil por una avenida atestada de tiendas comerciales, hasta llegar a un cruce, donde tres edificios de aspecto imponente terminaban el camino.

Ella sonrió mientras reducía la velocidad, estacionándose en un lugar adecuado. Hace meses que no estaba por ahí, pero todo seguía igual. Una extraña sensación de nerviosismo la invadía, las cosas iban a salir bien si ella no se equivocaba. Estaba preparada para una actuación brillante delante de Harry y los demás.

Nadie iba a recordar que aquélla era la dulce y sabelotodo Hermione.