Capítulo 3: "En la casa de Ron".

Por: JkRowling6.

El aire de la ciudad era muy diferente al de Black Island. Incluso, a los ojos de Hermione, el cielo se podía ver más gris y sombrío.

Bajó de su automóvil con cuidado, alisando los pliegues de su vestido, y pasando sus dedos por el cabello enmarañado que aquella tarde parecía aún más rebelde.

Sus pasos retumbaban en la calle solitaria. Hermione caminó hasta el último edificio de la calle, donde subió una pequeña escalinata de cemento para encontrarse con el guardia de turno.

-¿Señorita?-preguntó bruscamente al ver que ella iba a entrar.

-Vengo a visitar a mi amigo-explicó ella, contrariada.

-¿Cuál es el nombre de su amigo?-inquirió el hombre, de piel negra, semblante tosco y elevada altura.

-Ronald Weasley.

El guardia tomó un pequeño radio, y murmuró el nombre, de forma misteriosa. Hermione parecía encontrarse en la situación más absurda de su vida.

-Puede entrar-informó finalmente, señalando una puerta de vidrio tras su espalda.

Hermione asintió con una débil sonrisa, y empujó la puerta con cuidado. ¿Desde cuándo había guardia en aquel edificio?

-¡HERMIONE!

Una voz entusiasmada la hizo dar un terrible sobresalto. Antes de que pudiera reaccionar, unos brazos la aprisionaron con fuerza.

-Ron, casi me matas del susto-dijo sin aliento.

Él la soltó, sin dejar de mirarla con entusiasmo. Tomó su mano y la hizo dar una vuelta delante de él, decidiendo el comentario a continuación.

-Estás hermosa-puntualizó, mientras Hermione bajaba su rostro sonrojado-. Sí que has cambiado, ¿eh?

-Al contrario de tí-replicó con una mirada suspicaz-. Siempre tan adulador...

-¡Oye, te estoy elogiando y me respondes así!-reclamó el pelirrojo, fingiendo estar ofendido. Hermione aprovechó el momento para mirarlo de pies a cabeza. Ronald Weasley mostraba unos brazos fuertes, manos delgadas, increíble estatura, y una sonrisa mitad inocente y maliciosa. Su cabello rojizo estaba despeinado, haciéndolo lucir más joven y despreocupado.

Ron pericibió la mirada escrutadora de Hermione, y abrió sus largos brazos para que ella pudiera verlo mejor.

-¿Cómo estoy?-preguntó, sonriendo, mientras movía sus cejas de arriba a bajo.

-Nada mal-contestó ella, riendo-. ¿A cuántas chicas del Ministerio has convencido ya, Ronald Weasley? O ¿Sigues con la muchacha muggle del departamento vecino?

-Por Dios, Hermione, ¿me estás tratando de mujeriego? Hace mucho tiempo que estoy llevando un noviazgo formal con Luna, y no sería capaz de fallarle. Aquí el Don Juan es otro...

Hermione quitó la vista de su amigo para observar el amplio edificio. Al rincón derecho, había una elegante escalera de mármol, al rincón izquierdo, un ascensor moderno, y en medio se encontraba la recepcionista, charlando con el guardia de la puerta. El ambiente estaba alumbrado por unas lámparas de cristal antiguas, y en las paredes, también de mármol, había algunos candelabros con velas rojizas.

-¿Subamos a mi departamento? No ha llegado nadie aún.

Hermione asintió silenciosamente y siguió a su amigo por la escalera de mármol. El segundo piso era un ambiente muy diferente. Había un solo pasillo alfombrado, con seis puertas blancas en cada lado. Ellos continuaron subiendo, para encontrarse con un pasillo idéntico. Ron caminó hasta la última puerta y sacó su varita para abrirla.

-¡Ron!-lo regañó Hermione-. No tienes que hacer eso. ¡Aquí hay muggles!

-Lo sé, lo sé-admitió el pelirrojo en voz baja, mirando hacia todos lados-. Pero perdí las llaves esta mañana, y no tengo otra forma de entrar por el momento.

La puerta hizo un sonido débil y se abrió. Ron entró lentamente, y se ubicó trás ella, para que Hermione pasara. Era un departamento amplio, desordenado y toscamente decorado. Estaba alfombrado, con libros tirados cerca de la mesita de noche, y objetos mágicos extraños.

-Ron, debes ordenar esos libros antes de que lleguen los invitados-musitó Hermione, en voz baja-. A este departamento le hace falta un buen toque femenino.

-El toque femenino sólo lo necesito yo-rió Ron, caminando hacia la cocina para servir a Hermione un vaso de jugo de calabaza-. Si crees que está desordenado, realmente nunca conociste este departamento cuando vivía con Harry...

Hermione permaneció en silencio. Quería que Ron le contara más acerca de cómo era la vida de Harry Potter ahora, que tenía novia y trabajaba para el Ministerio. Pero no lo iba a pedir, ella tenía que demostrar que ya no estaba interesada en su amigo.

Ron también calló. Hermione sintió cómo sus ojos se clavaban escrutadoramente en su rostro, tratando de descubir en ella alguna reacción que le asegurara que las cosas no habían cambiado. Se entretuvo jugueteando con un pequeño tubo que lanzaba gotas de agua al acercarse.

-Él sigue siendo desordenado, ¿sabes?-comentó Ron tentativamente, sin siquiera observar el vaso que ya se estaba llenando-. Pero esa chica, quiero decir... su novia, lo ayudado mucho. Está sicólogicamente diferente. Ahora suele ser más alegre y divertido.

-¿Cuánto tiempo lleva con ella?-la voz de Hermione comenzaba a sonar más aguda en su afán de permanecer impasible.

-Unos meses-respondió el pelirrojo, despreocupadamente-. La conoció en el Ministerio. Tiene veinte años, y trabaja para costear sus estudios, al igual que tú. Es una buena chica.

Ron caminó hacia ella y le tendió el vaso de jugo de calabaza. Hermione lo tomó silenciosamente. Dio un pequeño sorbo y sintió el jugo helado pasando por su garganta.

Así que 'ella' era una buena chica. Hermione se alegraba mucho de saber que, al menos, Harry había encontrado a alguien que lo mereciera. Acercó el vaso a sus labios y se mantuvo quieta, sin lograr alejar el pensamiento de su mejor amigo, abrazado por una chica bella y sonriente. ¿No había pasado ya una vez? Harry había tenido un par de citas con algunas chicas en Hogwarts, entre las cuales se contaba Cho y Ginny, pero nunca había sido algo serio. Ahora, ella sólo podía cuestionar si esto realmente lo era.

-Escucha, Hermione, yo quise decirte que...

-No importa-Intervino moviendo suavemente su cabeza-. Yo entiendo tus razones, Ron, y aunque hubiera preferido saberlo antes, sé que trataste de hacer lo mejor para mí y para Harry, y eso es lo único que me interesa ahora.

-¿Aún...?

-No-contestó Hermione, decidida-. Todo ha vuelto a ser como antes... lo quiero como un gran amigo.

-Bien-aceptó Ron, pareciendo muy poco convencido-. Ellos ya deben estar entrando al edificio, me llamaron cinco minutos antes de que tu llegaras para decirme que venían.

-¿Y a quién más invitaste?

-A Oliver, Neville, Parvati, Lavender y creo... sí, creo que vienen Dean y Seamus-contestó el pelirrojo, contándolos con los dedos-. Además de mi familia, amigos del Ministerio, Dumbledore, Hagrid y McGonagall.

-Oh, será genial verlos a todos después de tanto tiempo-comentó Hermione, sonriendo entusiasmada-. Será una fiesta fantástica.

-Eso espero-susurró Ron nerviosamente-. He comprado muchas cosas para comer y beber y arreglé una radio muggle que me obsequió mi padre.

-¿Y por qué tanta preparación? Apuesto a que va a venir alguien que no me nombraste... -Hermione volvió a mostrar una sonrisa, esta vez incrédula-. Ron...

-Bueno... -Ron se sonrojó y abrió la boca para contestar, pero los sonidos del timbre lo interrumpieron.

Él se dirigió a la puerta y la abrió casi sin detenerse a mirar quién era. Volteó y dirigió a Hermione una mirada seria. "¡Es Harry!" pudo oirle musitar.

La sonrisa de Hermione se desvaneció lentamente, al ver en el umbral de la puerta a Harry abrazado de una joven muchacha.

-¡Harry! ¡Jen! ¡Al fín llegan!