Capitulo 4: No puedo odiarte

El cuarto era minúsculo, razón por la cual sus rostros se encontraban peligrosamente cerca. La joven no podía emitir palabra ante la mirada preocupada de Sirius, una mirada que le quemaba. Deseaba llorar, pero no podía permitirse ser tan débil, no frente a él, no en aquel lugar, no en ese momento.

No dejes que sus comentarios te afecten Azalea, estuviste muy bien en cada palabra que le has dicho. A pesar de yo ser hijo de magos siempre me sentí impuro. Impuro por los malos sentimientos que mi familia les profesa a todo el mundo. – Sirius Black hablaba con una soltura indescriptible, su halo seductor se incrementaba a cada palabra.

Aquello no hizo mas que incrementar las crecientes ganas de lanzarse a sus brazos y sollozar. Azalea no solo sentía tristeza por la maldad de aquellas personas, su fuente de crueldad inagotable la agobiaba, pero era otra la razón. Su enferma madre. Diciendo lo que pronunciaban no hacían mas que mancillar su honor, ¿cómo podían tildar de sucia a una mujer tan buena como su madre?.

Sirius yo...Es que ellos me hicieron recordar a mi enferma madre, ella esta muy enferma, tiene una padecimiento llamada cáncer, no tiene muchos meses mas de vida y al mancillar su sangre no hicieron mas que recordarme su leucemia.- No pudo controlarse, torrentes de lágrimas que quiso ocultar durante toda los largos siete años desde que su madre había adquirido esta dolencia fueron escapándose de sus ojos. Una tras otra, sin detenerse, produciéndole un fuerte dolor de cabeza. No pudo controlar sus espasmos y sollozos. Se sentía débil, vulnerable. Odiaba este sentir, pero era incontrolable.

Yo lo siento Azalea.- Respondió Sirius sin, por primera vez en su vida, saber realmente que contestar. La tomó entre sus brazos y dejo, que en silencio, sollozara. – ¿Ya han probado llevarla a un hospital de magos?

No hay cura, he preguntado a cada médico hechicero, he consultado en cada ejemplar de medicina mágica. Desconocen esta enfermedad, al aparecer la gente con sangre maga en sus venas no la adquiere, y por eso es que no la estudian. Ya que ellos no padecen esta enfermedad, nunca se vio la necesidad de crear algún potente hechizo contra ella. Tampoco hay cura de forma muggle, es una de las enfermedad mortales mas graves entre los carentes de magia. – Dijo esto con creciente fortaleza, pero aún las lágrimas escapaban de sus ojos, no podía mirar a los ojos al apuesto adolescente, se sentía desdichada y avergonzada.- Siento molestarte con mis problemas.- Añadió entre sollozos, punzadas de dolor acudían a su corazón y cabeza.

No debes sentirlo. – Dijo tomándola por la barbilla. Sintió una intensa pena al ver sus alegres ojos cafés ahora velados, nebulosos y cubiertos de cristalinas lágrimas. Deseo profundamente besarla, pero no, no era el momento. Por primera vez en la vida Sirius se abstendría de sus aspiraciones, avaras en esa conversación. No pudo evitar pensar en lo hermosa que se veía su boca entreabierta y sus mejillas sonrojadas. La soltó, para así controlarse, Azalea miró al suelo, ya se sentía mejor, algo alegre de haber podido descargar todo su pesar y ser escuchada por alguien.

Debo irme, lo siento...- Se explicó Azalea, aquel lugar le hacía sentir incomoda, temía estar molestando al apuesto muchacho, se sentía débil pero relajada. Sin que el pudiera responderle algo se marchó.

La semana pasó en un ritmo vertiginoso, tan rápido que la menuda Azalea no tuvo tiempo para hablarle; aunque si para verlo en todos los pasillos y recovecos del castillo, coqueteando con mujeres. La fecha de la fiesta se acercaba peligrosamente, solo dos días. Era viernes por la mañana y antes de salir a desayunar ya lo había visto hablando con alrededor de cuatro mujeres al unísono. Eso la hacía darse cuenta que todo lo que había hablado con él, por la parte del muchacho, había sido puro palabrerío... Sólo era una mas, y al parecer, de poco interés ya que había durado muy poco.

Había intentado odiarlo, rasgaba su corazón con el fin de sentir algo adverso por él, mas nada conseguía, los intentos eran vanos. Se obligó cientos de veces a no pensar en él, pero nada conseguía.

Ahora se encontraba, para colmo, en la clase de aritmética, la que mas aborrecía. Ya que no podía concentrarse su mente divagaba en aquellos ojos profundos, de un gris oscuro, casi negro.

Pero algo la sacó de su ensimismamiento, algo que hizo que sus pensamientos se acrecentarán, la mención de aquel tanto bendito como maldito nombre.

Agudizó su oído, tal ves, solo tal ves, había escuchado incorrectamente.

Sirius Black irá conmigo a la fiesta, estoy segura.- Repitió una muchacha esbelta, de ojos turquesas y cabello negro, Syra Katsura, la mas hermosa de las mujeres en la escuela. Su belleza podía asemejarse a la de una veela.

OHHH, ¡cuanto te envidió Syra!- Decían sus amigas mientras, a su ves, la felicitaban. La falsedad corrompía las venas de todas sus amigas, o en realidad súbditas.

Siguió oyendo pero solo escuchó puras nimiedades acerca del hermoso vestido de Syra, ni bien la clase finalizo, Azalea Endlessly corrió, o mejor dicho galopó, hacia el baño, un manojo de lágrimas se agolpó en sus ojos.

En su mente se repetía el deseo abrasador de odiarle, pero no podía. Estos sentimientos la lastimaban, herían en su máxima expresión del dolor.

En su camino, allí estaba, sentado en el sillón, solo, mirando al suelo, al ver que alguien irrumpió en la habitación se dio vuelta, encontrándose con una notablemente consternada joven.

¿Te sucede algo Azalea? – Y ahí estaba el ser que amaba, hablándole con dulzura. Un impulso de gritarle "sucede que deseo odiarte pero te amo" la invadió, pero reprimió su llanto y sentimientos y contestó un "no" ahogado.

Azalea, ¿acaso me odias?- Esa fue la gota que derramó el vaso, el cuestionario la estaba haciendo sentir una honda pena.

No..- consiguió contestar.- ¿Por qué lo dices?

Pues...luego de nuestra conversación te fuiste sin dar una razón, solo partiste, desde ese día no hablé contigo porque supuse que necesitabas espacio...- ¿Por qué no le había dicho antes la razón, en vez de lastimar su corazón?- Pero deseo preguntártelo. Azalea yo no te odio, muy al contrario. Quiero seguir conversando contigo, estando contigo, pero dime... ¿me odias?.

No te odio...repito que no te odio. – Su tono se acrecentaba, si las cosas seguían así gritaría sus sentimientos. – Es sólo que no te entiendo...no entiendo tus actitudes, pero aún así, no esta en mí reprocharte nada.

Dime que deberías reprocharme, en serio no me enojaré. – Sirius insistía y Azalea estuvo al borde de gritarle: "No entiendo porque tienes que se así de dulce conmigo y luego ir a lanzarte hasta a un gato".

Respondiendo negativamente, mas bien negándole la respuesta sobre los reproches, partió. Comprendió que alguien como él nunca la amaría, que debía olvidarlo. Y si era posible, Odiarlo.