Elecciones

Por Edeiël Snape-Black

Capítulo 27

i Miró al frente y los vio. Como cada día, esperándole... Se acercaría y le insultarían, una y otra vez, tratando de hacerle llorar o enfadarse. Y los que lo veían no hacían nunca nada, se limitaban a decir por lo bajo "Mira, el Acribillado", pero nadie se acercaría a evitar lo que ya era rutina.

Ni siquiera los de su casa lo apreciaban, suspiró. Levantó la cabeza con orgullo y pasó junto a los chicos de su casa, aparentando indiferencia ante la sarta de insultos que le dedicaban. Pero por dentro estaba destrozado.

- ¡Eh, sangre sucia¡No te queremos aquí¡Vete con tus sucios muggles y déjanos en paz!

No lloraría. No delante de ellos. Cuando estuviera a solas lo haría hasta hartarse, pero no les daría la satisfacción, ni ahora ni nunca. Pasó de largo, sin dirigirles una mirada siquiera y cuando estaba a punto de doblar la esquina, los insultos se silenciaron, de pronto, como si todo hubiera quedado paralizado de repente.

Se volvió muy despacio y miró hacia sus compañeros para ver qué les había pasado y porqué habían interrumpido su ejercicio diario de expresión. Y allí lo vio. Era la primera vez que reparaba en aquel chico. Un Ravenclaw más alto que él, delgado, de cabellos de un indefinido color castaño rojizo y ojos increíblemente oscuros. El joven tenía la varita alzada, una varita que ya de por sí intimidaba por su longitud y color negro profundo. Su expresión también enfriaba el ambiente, sereno, pero a la vez iracundo y profundamente indignado, de la punta de su varita salían pequeñas chispas rojo-anaranjadas como llamas, seguramente producidas por el mismo enfado.

Los Slytherin se mantuvieron inmóviles, abrumados por la presencia del joven, sólo uno de ellos intentaba moverse, pero las piernas le fallaban, al parecer por un hechizo de piernas de gelatina. El chico caminó lentamente hacia ellos, sin poder apartar la mirada del furioso Ravenclaw, temiendo que en cualquier momento lo fulminara con alguna maldición desconocida para él. Parecía más peligroso que muchos Slytherins que había conocido. Y entonces el chico de ojos oscuros se volvió hacia él y le dirigió una mirada, no como las que les dirigía de tanto en tanto a los Slytherin, sino una completamente distinta, parecía sonreírle con la mirada.

- Estás bien - dijo, no era una pregunta, sino una afirmación. No podía hablar, estaba completamente absorbido por la fuerte presencia del joven. Debía de ser del último año... - Te han molestado, no debes consentirlo - oía su voz no con los oídos, sino con su corazón, el joven articulaba las palabras, pero a él le tocaban incluso el alma - Las disputas entre casas son normales - ahora hablaba con los Slytherins - pero las de chicos de una misma casa no deberían darse, se supone que en nuestras casas nuestros compañeros son como hermanos, no debemos insultarnos entre nosotros, no deberíais insultar a este muchacho que seguramente gana gran parte de los untos que vuestra casa obtiene... - un murmullo de aprobación se extendió por todo el pasillo - Marchaos y no volváis a humillar a nadie, ni de vuestra casa ni de niguna de las otras, o probaréis mi remedio casero contra estas cosas... - sacudió un poquito la varita, haciendo que algunas chispas saltaran hacia el suelo, haciendo humear la piedra allí donde cayeron. Los chicos salieron corriendo, apartando a empujones a la gente. El Ravenclaw miró al chico, de nuevo sonriendo y se acercó a él - Ya no tendrás más problemas con ellos.

- Gra... gracias - murmuró - ¿Quién eres?

- Julius... ¿Cómo te llamas? - sin darse cuenta comenzaron a caminar, los curiosos examinando la piedra, quemada en diversos puntos, en otros aún chisporroteante y de un rojo ardiente, derretida.

- Yo... soy Tom, Tom Riddle - dijo el muchacho.

- Estás en quinto¿verdad? - asintió - Yo estoy en sexto, he llegado hace un par de días, he estado algo enfermo - se encogió de hombros y se sentó en un banco del patio - ¿Por qué dejabas que te insultaran esos mediocres?

- Porque... son muchos... y no me gusta enfrentarme a la gente, me... me pongo a tartamudear... y entonces me insultan mucho más... - Julius asintió, comprendiendo la situación.

- Bueno... parece que he llegado a tiempo para quitártelos de encima - revolvió sus cabellos.

- ¿Por qué lo has hecho? - preguntó Tom, alisándose los rizos que Julius había revuelto.

- Porque no me gustan las injusticias, y contigo se estaba cometiendo una realmente importante. Me ausento un tiempo y esto acaba pareciendo cualquier colegio muggle... - suspiró.

- Eso de la varita... daba miedo... - Julius sonrió afablemente.

- Es un hechizo que aprendí hace un tiempo, no es que sea muy útil en un duelo, pero puede dar un susto en distancias cortas, ya has visto cómo ha quedado la piedra... - Tom asintió y sonrió un poco - No eres muy hablador¿verdad, Tom?

- Poco, la verdad... nunca he tenido con quien hablar, como has visto entre los de mi casa no soy precisamente querido. Por eso no soy muy comunicativo.

- Yo tampoco tengo muchos amigos, como falto tanto a clase no puedo relacionarme demasiado.

- No te he visto nunca en la enfermería... - observó Tom, que era dado a pasarse pequeñas temporadas en la enfermería por hechizos y pociones boicoteadas.

- Es que no voy a la enfermería... directamente me llevan a San Mungo, ese es el único sitio donde pueden tratarme - Tom le miró preocupado.

- No lo sabía, Julius, lo siento...

- Oh, no te preocupes... hay unas enfermeras realmente guapas que me alegran el día cuando pasan a verme - rieron. Tom pensó en qué enfermedad tendría el joven para que San Mungo fuera el único lugar donde pudieran tratarle - No saben qué tengo - Tom se sobresaltó y miró a Julius con los ojos bien abiertos - Dicen que es una enfermedad rara, pero no saben decirme qué es...

- Pe-pero... es... tú...

- No se sabe cómo terminaré... - se encogió de hombros - Por eso no me gusta que haya discordia entre la gente que me rodea, porque me hace sentir mal la idea de que uno pierda el tiempo discutiendo con el de al lado por tontería cuando debería estar preocupándose de disfrutar de lo que tiene en lugar de amargar al resto del mundo - le dedicó una radiante sonrisa - Me gusta ver a la gente feliz, eso me hace feliz a mí y me ayuda con mi enfermedad - Tom tomó en un acto reflejo la mano de Julius y la apretó.

- Eres una gran persona, Julius... no te mereces... - Julius sacudió la cabeza.

- Quizá haya una razón para que yo tenga esta enfermedad... si no la tuviera a lo mejor no sería tan optimista, y si no fuera tan optimista no me preocuparía el bien ajeno y tampoco me habría preocupado por ti y ahora no estarías aquí hablando conmigo sino soportando los insultos de tus compañeros... - tomó aire y se echó a reír - Hablo demasiado - el Slytherin sacudió la cabeza.

- Es agradable tener a alguien con quien hablar, en lugar de...

- Estar siendo acosado por quienes deberían ser tus amigos... - Tom asintió y Julius rodeó sus hombros con un brazo, reconfortándole - Me alegra mucho saber que ahora te sientes mejor.

- Muchas gracias, Julius... - murmuró.

Desde aquel día los dos jóvenes fueron inseparables. Julius no tuvo recaídas y nadie volvió a molestar a Tom, dejaron de insultarle y de llamarle "Acribillado", así como de hacer rimas tontas y cancioncillas burlonas sobre él.

Tom descubrió que Julius era un año mayor que los chicos de su curso, había tenido que repetir un año completo por culpa de su enfermedad, que aquel año lo mantuvo más de ocho meses en cama. Tom mejoró en sus calificaciones y también con su tartamudez gracias a Julius, que le ayudaba con todo.

Eran casi como hermanos. Al profesor Dumbledore le complacía mucho ver que el joven Riddle, siempre retraído y triste, ahora reía y compartía su tiempo con un muchacho que también necesitaba de la compañía de alguien. El director Dippet también estuvo pendiente de la evolución del Ravenclaw, ya que los tutores del chico escribían casi constantemente preguntando por él. A todos los tenía sorprendidos lo buena influencia que eran el uno para el otro.

Las excursiones a Hogsmeade eran para los dos como unas vacaciones grandiosas, recorrían el pueblo de arriba abajo, llenaban sus mochilas de golosinas y juegos, bebían hasta hartarse en las Tres Escobas y trataban de colarse en la gran casa que había en lo alto de la colina y que se decía pertenecía a una bruja loca que por las noches hacía hogueras y preparaba sus aquelarres invocando a seres de otros mundos. Julius y Tom siempre procuraban quedarse rezagados para intentar ver si era verdad, consiguiendo a veces algún castigo por parte del profesor a su cargo.

El verano pudieron pasarlo juntos. Julius le invitó a pasar los tres meses consigo, haciéndole tremendamente feliz ya que de este modo no tendría que volver al orfanato muggle donde solía pasar habitualmente sus veranos.

En ese tiempo Tom pudo descubrir lo que era una verdadera familia. El padre de Julius era mago y su madre una muggle, no tenía hermanos, pero como decía a veces "Todos somos hermanos de una u otra manera". Cuidaron de él como si fuera su propio hijo y la separación cuando empezaban el siguiente curso fue como la de unos padres que se separan de sus dos hijos, aunque biológicamente uno no lo fuera realmente.

La enfermedad de Julius parecía remitir, aunque a veces tenía que pasar un par de días en cama. Dicha enfermedad le impedía moverse durante bastante tiempo, en ocasiones le privaba incluso de sus sentidos y quedaba como un vegetal, en otras sólo afectaba a una parte de su cuerpo y podía hacer una vida casi normal. La primera recaída que tuvo desde que conoció a Tom fue casi fulminante.

Estaban en el campo de quidditch, viendo entrenar a los Hufflepuff, cuando el mayor se apoyó en Tom, presa de un mareo.

- ¿Qué ocurre, Julius? - preguntó el más joven, sosteniéndole para evitar que cayera al suelo.

- O... tra... vez... - logró murmurar - Llé... vame... a la en... enfermería... - Tom asintió e hizo que Julius se recargara en sus hombros para llevarle hasta el castillo.

Durante el camino, Julius perdió la movilidad de sus piernas y de uno de sus brazos, lo que hizo bastante más difícil a Tom el llevarle. Cuando llegaron a la enfermería, Julius estaba completamente paralizado, Tom había tenido que llevarlo casi en brazos a pesar de que aunque había crecido en ese año, aún era más bajo que el Ravenclaw.

La enfermera llevó de inmediato a Julius a una cama y corrió a avisar al director del colegio. Mientras tanto, Tom sostenía la mano de Julius, que le miraba con una tierna expresión. Tom no paraba de hablar y de apoyarle, sus ojos llenos de lágrimas y sus manos temblorosas aferradas a la mano de su amigo, de sus labios sólo brotaban palabras de ánimo mientras que de su corazón nacían súplicas y ruegos porque Julius saliera de ese estado.

Unos medimagos se llevaron rápidamente a Julius a San Mungo mientras el profesor Dumbledore sujetaba a Tom para que no saliera corriendo detrás de ellos para seguir a Julius.

Julius pasó más de un mes ingresado en San Mungo, ejerciendo de conejillo de indias para nuevos tratamientos, tanto muggles como mágicos. Cuando volvió estaba extremadamente delgado, ojeroso, pero aún así mantenía su expresión de felicidad y cuando vio a Tom no pudo menos que salir corriendo hacia él y cogerlo en brazos para darle vueltas en el aire.

Ese ataque unió más a los chicos, si ello era posible, a Tom le hizo apreciar mucho más el valor de la vida y de la compañía de su amigo, a Julius le enseñó que tendría un amigo hasta la muerte en Tom.

Una noche, después de una de sus escapadas nocturnas a las cocinas del colegio, Julius fue a acompañar a Tom a la entrada de su sala común, como siempre hacían. Julius había tenido un día un tanto extraño, parecía preocupado y distante. Tom se lo hizo saber y Julius respondió con una sonrisa.

- Estoy un poco cansado, nada más, Tom - le dijo para tranquilizarle. Tom asintió y fue a decir la contraeña para entrar - Espera, tengo algo importante que decirte.

- Dime - sonrió. Julius le hizo sentarse en un rincón junto a él.

- Desde que te conozco me has alegrado la existencia más de lo que podría haber imaginado... - Tom se ruborizó - Todo este tiempo ha sido como vivir en un sueño, en el más maravilloso de los sueños... Nunca me había sentido tan cerca de alguien, nadie se había molestado en conocerme como tú lo has hecho... Eres un chico maravilloso, Tom - el aludido sonrió tímidamente - Sólo quiero decirte que... eres muy importante para mí... de una forma que no podría haber esperado nunca... - el Slytherin le miró con el entrecejo fruncido, con curiosidad - Tom... yo...

- No tienes que decirlo, Julius... yo... - Julius le hizo callar, poniendo un dedo sobre sus labios.

- Quiero decirlo, Tom... Te quiero... - Tom sonrió un poquito y bajó la mirada - Desde hace mucho tiempo. He intentado decírtelo en varias ocasiones pero no me atrevía, me daba miedo que me rechazaras y...

- No podría rechazarte, Julius... porque yo siento lo mismo - respondió en un murmullo - Yo también te quiero - ambos chicos sonrieron y se abrazaron - Me di cuenta cuando te dio ese ataque... Y temí no poder decírtelo.

- Hay que ver el mundo de forma optimista - le dijo, sonriendo. Se miraron a los ojos y Julius acarició los labios de Tom suavemente, antes de acercarse y besarlos con dulce pasión. Tom respondió a ese beso con todo su amor y para él dejó de existir todo el mundo a su alrededor para convertir a Julius en el centro de su existencia - Te quiero... - susurró tiernamente. Se levantaron y corrieron a esconderse en una vieja aula en desuso que había en el segundo piso.

- Yo también te quiero, Julius... te quiero tanto... - le dijo Tom, sintiendo las suaves caricias del mayor.

- Tom... Tom... - llamaba dulcemente el Ravenclaw, mientras descubría el esbelto cuerpo del menor y lo acariciaba mientras sentía que sus propias prendas se abrían para mostrar su cuerpo a Tom.

Esa noche se entregaron el uno al otro, gimiendo quedamente y tratando de no hacer demasiado ruido. Las manos de Julius recorrieron cada centímetro de la anatomía de su amante, descubriéndola y redescubriéndola, una y otra vez, al igual que hacía Tom, buscando el placer de Julius, entregándose a él plenamente y sin dudas.

Julius hizo que Tom estuviera a punto de gritar en más de una ocasión por el placer que le hacía sentir. La sala olía al suave aroma de sus cuerpos, sudorosos, excitados y a la fragancia de la pasión, el deseo y el amor mutuo. Sus manos se entrelazaban, al igual que sus piernas, mientras sus cuerpos se unían tan íntimamente que no podían distinguir dónde empezaba uno y dónde acababa el otro.

Cuando salieron de la sala, con los cabellos revueltos, las ropas mal colocadas, sus piernas temblorosas y unas expresiones de travesura, picardía y felicidad plena, ya casi amanecía. Julius atrajo a Tom entre sus brazos y lo besó intesamente y con todo su amor en mitad de la escaleras mientras bajaban.

- Te quiero... te quiero... te quiero... - susurraban una y otra vez, entre besos y caricias. Cuando llegaron al lugar donde todo había empezado, frente a la entrada de la sala común de Slytherin, se miraron y volvieron a besarse, dulcemente.

- Suerte que es sábado... - murmuró Tom, acariciando el sedoso cabello de Julius, mientras se perdía en su mirada.

- Sí... no hay que madrugar... - volvieron a besarse y oyeron un ruido. Se ocultaron en las sombras - El conserje... maldito sea... - murmuró.

- Ve a tu habitación... si nos descubre nos tendrá castigados por el resto del curso - Julius sonrió.

- Si me castigan junto a ti no tiene porqué ser un castigo... - rieron suavemente y Julius besó las mejillas encarnadas de Tom - Mañana... bueno... luego... nos vemos, amor...

- No me digas eso... - protestó Tom, haciéndole reír.

- Es lo que se dicen las parejitas - respondió Julius.

- De acuerdo... - volvieron a besarse - Luego nos vemos... amor... - Julius sonrió feliz.

- Te quiero... te querré siempre, Tom... aun después de mi... muerte... - Tom le abrazó con fuerza.

- No menciones la muerte, Julius - pidió. El mayor lo estrechó fuertemente entre sus brazos.

- No hay que temerla, Tom... - le dijo, mirándole a los ojos. Tom se estremeció y reclamó sus labios.

- Te quiero... - Julius sonrió ampliamente y besó las palmas de las manos de Tom, sus mejillas, su frente y por último, sus labios, con tanta intensidad que hizo temblar al más joven.

- Luego nos vemos, amor mío... - susurró, comenzando a alejarse de él - Te quiero tanto... - se dio la vuelta y comenzó a caminar en dirección a la sala común de Ravenclaw.

A Tom le pareció ver lágrimas en los ojos de Julius cuando se despedían y sólo pudo murmurar un mudo "Yo también a ti" antes de entrar en su sala común, lleno de dicha.

Esa sería la última vez que vería a Julius con vida.

Por la mañana, con una sonrisa de bobo enamorado, Tom se dirigió a la sala de Ravenclaw en busca de Julius. A su paso la gente se le quedaba mirando y cuchicheaba. El muchacho comenzaba a temer que hubieran vuelto a las viejas costumbres de insultarle.

Al llegar al tapiz que ocultaba la entrada a la sala lo vio vacío y un montón de alumnos se agolpaban en la entrada. Todos le miraron y pudo ver que muchas chicas se echaban a llorar. Todas Ravenclaw...

Entonces vio al profesor Dumbledore. Y éste lo vio a él. Todo sucedió demasiado rápido. El director Dippet llevaba entre sus brazos un cuerpo cubierto con un lienzo blanco. Un cadáver. Y de inmediato Tom supo que se trataba de Julius.

Gritó. Gritó con todas sus fuerzas. Reclamaba que le devolvieran la vida a su amado, que volviera con él... Más tarde pidió que lo dejaran morir junto a él, llegando al punto de tener que ser atado y sedado para evitar que se hiriese. No le permitieron acercarse a su cuerpo, ni siquiera despedirse de él... Aunque comprendió que la noche anterior todo había sido una despedida.

Durante el entierro del muchacho Tom se mostró taciturno y apagado, pálido como el lienzo que había envuelto el cuerpo de su amado, con unas oscuras ojeras y los ojos enrojecidos por el llanto. No hablaba, no miraba a nadie, no respondía a estímulo alguno. Permaneció de pie junto a la tumba de Julius durante toda la noche y al amanecer quien lo encontró temió que estuviera muerto, tendido en el suelo, inmóvil y helado como estaba tal era su apariencia. Pero por mucho que Tom deseara morir seguía vivo.

Estudiaba por ocupar la cabeza en algo que no fuera el director Dippet con el cadáver de Julius entre sus brazos y los sollozos de las compañeras del chico. Cada noche cuando se acostaba soñaba con que Julius, envuelto en su lienzo, le decía que le amaba y que deseaba que fuera junto a él, extendiendo una mano esquelética, blanca y frágil hacia él. Y el resto de la noche no dormía...

Y no paró de pensar en la despedida de Julius. Sabía que moriría esa noche. Por eso le hizo el amor, por eso le declaró sus sentimientos... porque sabía que no tendría más tiempo para hacerlo...

- Sabía que moriría... ¡Se despidió y no lo supe ver! - gritó el hombre. El anciano se detuvo y se arrodilló junto a Voldemort, fatigado, con la visión borrosa.

- Tom... Julius estaba muerto cuando dices que estuvísteis juntos... - Voldemort le miró interrogante.

- Estaba conmigo... estaba vivo... - gimió. El pecho le sangraba copiosamente - Lo sentí, sentía el latir de su corazón, al mismo ritmo que el mío... Sentía su piel, caliente, viva...

- Julius se acostó antes del anochecer y murió poco después... sus compañeros confirmaron que no salió de la habitación... - Dumbledore se sentó - Según parece aún tenía algo pendiente contigo y regresó para decírtelo... - por primera vez desde que se convirtió en Lord Voldemort, sus ojos se llenaron de lágrimas y se derramaron por sus mejillas.

- Mi Julius... - susurró.

- Vuelve a ser Tom... - pidió Dumbledore. Vodemort le miró, su mirada triste se elevó al cielo y gritó como cuando vio el cuerpo sin vida de Julius, mientras todo su ser se transformaba. El anciano director vio el cuerpo de un joven de casi 17 años, encogido por el dolor que le producía la herida del pecho.

- Tengo miedo... - murmuró el muchacho. Dumbledore tomó entre sus brazos el cuerpo del chico moribundo, procurando no tocar su piel directamente - No se vaya, por favor, profesor... no quiero morir... no quiero morir solo como Julius... - gimió entre sollozos.

- Julius no murió solo... Estabas tú a su lado... en su corazón, Tom... por eso volvió a ti y te dijo todo lo que sentía... y te demostró su amor... - Tom siguió llorando.

- Qu... quédese a mi... lado... hasta que me duerma... - pidió el chico.

- Por supuesto, pequeño... - respondió, sintiéndose también agotado. La maldición estaba acabando con él rápidamente. Oyó murmurar al chico.

- Julius... por fin... - extendió un brazo hacia el frente - Te he... echado de menos... - tosió y un hilo de sangre descendió por su mentón - Llévame... contigo... - Dumbledore observó al muchacho y después miró hacia donde Tom miraba con los ojos llorosos y una sonrisa de felicidad y vio a Julius, sonriendo a Tom. Julius miró a Dumbledore.

- Es la hora... para ambos... - el director asintió - Vámonos... tenemos mucho que de que hablar - añadió, mirando a Tom. El muchacho sonrió y después cerró los ojos. Dumbledore, ya cercano su fin, vio cómo los dos jóvenes se fundían en un fuerte abrazo y Tom lloraba de felicidad. Julius miró a Dumbledore - Profesor... - el anciano asintió y se acostó.

Por fin descansaría. Había pasado demasiado tiempo intentando arreglar aquello. Demasiados años. En su momento debió evitar que aquella historia de amor se truncara con la muerte de uno de los dos, quizá todo el dolor posterior podría haberse evitado... o como decía Julius "Todo tiene que suceder por alguna razón"... Cerró los ojos, y exhaló su último suspiro...


En Hogwarts todo se volvió de un color negro profundo como la noche. El luto por la muerte de Albus Dumbledore cubrió los terrenos del colegio y gran parte de la comunidad mágica exhibió crespones negros en sus hogares por el fallecimiento del insigne director y principal enemigo de Voldemort.

La profesora McGonagall encontró en un cajón convenientemente escondido hasta el momento de la muerte del anciano, un testamento, en que pedía que enterrasen al joven que encontraron a su lado, Tom Riddle, junto a la tumba de Julius Cassidy y que pusieran en su epitafio "Eternamente fiel a su amor. Pagó por sus errores". En su testamento también pidió que no se relatara sólo la historia de Lord Voldemort, sino también la de Tom Riddle, el muchacho solitario, triste, y maltratado por sus compañeros, así como la breve historia de amor que vivió con 16 años y que marcaría su destino. Dumbledore dejó claro que no deseaba justificar la actitud de Voldemort, sino que todo el mundo conociera la verdad, que tras el monstruo había un ser humano. Harry no comprendió la decisión de Dumbledore de darle un entierro digno al asesino de sus padres, pero Draco, Sirius y Remus le convencieron de que no merecía la pena rebajarse al nivel de Vodemort.

Mientras se iba alejando del cementerio, Harry se dio la vuelta y miró dónde estaba la tumba de Dumbledore. Allí le pareció ver al anciano, paseando con su típico aire distraído. Le vio detenerse y sacar algo de la túnica, un caramelo. Vio que hacía un pajarillo con el envoltorio, como aquel día en la enfermería, cerraba la mano sobre él, soplaba y al abrir la mano, salía un gorrión, que ascendió en el cielo hasta encontrarse con otro gorrioncillo. Entonces Harry regresó la mirada al viejo director y vio que le miraba por encima de sus gafas de media luna, con sus ojos azules, alegres, como cuando era un crío, y le guiñaba el ojo. Harry parpadeó y Dumbledore desapareció.

- Cariño, vamos... - dijo Draco, acercándose a él. Harry le miró - Parece que hayas visto un fantasma... - le dijo con una tierna sonrisa. Harry meditó un instante y miró al cielo, donde revoloteaban los gorriones, buscando una muestra de que lo sucedido había sido real.

- Creo que lo he visto... - respondió, con una sonrisa, aún mirando a los pájaros en el cielo.


He aquí el último capítulo de Elecciones. No os preocupéis por las parejitas, haré un epílogo, pero la historia en sí está terminada.

Debo decir que, a pesar de los fallos de inspiración y momentos de crisis literaria que he tenido con este fic en varias ocasiones, es el relato al que más cariño tengo y con el que más a gusto me siento. Mi estilo ha ido evolucionando con este fic, e incluso puedo decir que gracias a él. He tratado de mejorar cosas, otras seguramente seguirán estando igual, pero intentaré seguir creciendo y mejorando, porque con el tiempo y la práctica es como se aprende.

Seguramente un año de estos reescriba todo Elecciones para hacer una versión más completa y mejor redactada. Pero eso será más adelante.

Quiero daros las gracias a todas las que en estos dos años habéis leído este fic, a las que me habéis aguantado, las que habéis esperado pacientemente un final apropiado. Quiero agradecer sobre todo a mi Pandora y mi Yuna que siempre estuvieran ahí, y a Pandora que me diera la idea de la maldición de Harry, seguramente sin esa idea habría acabado el fic muchísimos capítulos antes.

No recuerdo todos los nombres de todas las que me habéis apoyado con vuestros comentarios, habéis sido muchas, algunas fieles desde que esta historia vio la luz el 10 de agosto del 2003 en y otras que habéis llegado hace relativamente poco. A todas vosotras, muchas gracias por vuestro apoyo, gracias por estar ahí y por cumplir este sueño que nació como un capítulo único.

Edeiël Snape-Black de Malfoy y Lupin

Martes, 26 de Julio de 2005


Lo de Acribillado viene por lo de Riddle, en inglés ese es su significado, acribillar, Riddle the Riddled sería Riddle el Acribillado. Acribillado a insultos y demás UU Un juego tonto, pero que quería poner UU Beshitos.