Disclaimer: No tengo mucho tiempo, pero ya se lo saben...
Ah, cierto: En este capítulo, las situaciones suben algo de tono, pero nada bastante explícito. Están avisados.
REINICIO
Halloween
"Querido Harry:
Muchas gracias por tu regalo. La más agradecida fue mamá, quien ruega por que ahora que sí me dedique un tiempo a (por lo menos) acomodarme el cabello. Por esta vez, le voy a dar gusto, solo por que me gustó mucho el prendedor.
Me alegra mucho que te sientas tan bien en los entrenamientos. Estoy segura de que los maestros van a terminar aprendiendo de tí.
Te repito que no tienes que portarte mal con Kreacher, o el pobre Padfoot que se la pasa el día solo con él, va a terminar pagándola. En vez de pasar ratos amargos con él, deberías darle la prenda de una buena vez y que haga lo que le plazca o terminar ya de reparar la casa y venderla con todo y elfo. Después de todo, te puedes conseguir una casa más pequeña que te quede más cerca de la academia.
El trabajo cada día está mejor, aunque te encuentras con cada cosa… Hace tres días, nada menos, tuve que ir a desencantar una muñeca que se la pasaba diciéndole a su dueña que era fea. La pobre niña (de solo siete años), aparte de estar sorprendida de que la muñeca hablara, tenía el ánimo por los suelos. Al parecer, una compañera del colegio que no sabe de sus "capacidades mágicas", le encantó la muñeca cuando no la quizo compartir para jugar. El señor Weasley dice que no pude haber hecho mejor elección y que teniendo la ventaja de haber crecido en el mundo muggle, voy a llegar a un puesto importante antes que otros en este departamento. Eso espero.
Ahora que digo Weasley, ayer recibí una carta de Ginny, por mi cumpleaños. Parece que le va muy bien en su último año en Hogwarts. Sigue mejorando su relación con Malfoy, cada día son más amigos. Sus padres no están cómodos con eso, pero no se oponen y sus hermanos siguen sin saber palabra, así que no les digas nada a los gemelos si los ves uno de estos días.
¿Tienes ya planes para Halloween? Mamá y papá quieren aprovechar que es la primera vez en siete años que estoy con ellos por estos días y están planeando hacer una pequeña velada con algunos familiares. Quieren que tú también vengas. Tal vez te puedas quedar a pasar la noche en el cuarto de las visitas, para que no vuelvas a Londres tan tarde.
Deja a Hedwig descansar un poco antes de enviar la respuesta, que la pobre ha estado de un lado a otro últimamente y Crookshanks no le da tregua.
Un beso:
Hermione."
Era lo que leía Harry en la carta de su novia. Llevaban tres meses de relación y debido al trabajo de Hermione y el entrenamiento en la academia de Aurores de él, apenas se habían visto después de dejar la madriguera. El día anterior había sido cumpleaños de ella y él le había enviado un sencillo, pero bonito prendedor de cabello, hecho de pedrería fina, que brillaba por sí solo y tenía la forma de dos pequeñas mariposas. ¿Por qué lo compró si Hermione raramente se recogía el cabello? Por que las pocas veces que lo hacía, se veía muy linda.
Sonrió al sentir cosquillas en el pié y al voltear hacia abajo, el causante movió la cola alegremente. En menos de tres meses, Padfoot se había puesto más grande y ya no se veía tan rechoncho como antes, aunque Harry opinaba que comía más y mejor que él. "Está creciendo" le explicaba Hermione. Hedwig pasaba más tiempo en casa de la chica, debido a que por el trabajo, necesitaba una lechuza y Harry, quien no le escribía a nadie más que a ella y a los Weasley; creyó que era bueno prestársela para que ella no tuviera que comprar otra.
Al ir releyendo la carta, frunció el ceño: la relación de Ginny y Malfoy. Le molestaba el simple hecho de saber que su amiga estuviera forjando tan buena amistad con "semejante clase de persona". Hermione le repetía hasta el cansancio que tenían que empezar a aceptar el hecho de que el tipo no era tan mala persona como pensaban y que si Ginny, siendo tan inteligente, le había dado una oportunidad, no veía razón para no dársela ellos. Claro que ella también tenía sus reservas y prefería evitarse la penosa situación de convivir con él.
Decidió dejar el pensamiento de lado y recordar lo que tendría que hacer para el fin del mes. Nada. Perfecto, así podría ir a casa de Hermione y tal vez sí se quedaría a dormir ahí.
Se levantó a darle un poco de agua a Hedwig y le acarició la cabeza. Ella le mordisqueó el dedo en agradecimiento.
Bajó a la cocina, con el perro detrás y se encontró con Kreacher.
- Buenas noches, Kreacher -lo dijo más por hacer caso de Hermione que por de verdad desear que elfo lo pasara bien- Puedes irte a hablar con tu señora, voy a cenar.
Murmurando por lo bajo, Kreacher salió de la cocina en dirección al cuarto donde había colocado el horrible cuadro de la señora Black. Harry suspiró. La sola existencia de aquella creatura le irritaba. No lo quería conservar en la casa y estaba pensando seriamente en darle la prenda, por que no servía para nada más que para ponerlo de malas. Tal vez Narcisa Malfoy lo aceptaría en su casa solo para hablar los dos de lo malo que era que hubiera otras personas en el mundo.
- Toma -le sirvió a Padfoot su comida en la orilla de la cocina- No pidas de lo mío, por que no te voy a dar. Te estás poniendo muy gordo.
El perro solo le miró con la cabeza de lado y luego se dispuso a comer.
- ¿Qué tal, Potter? -le saludaba Craig Blitz, un compañero de la academia- ¿Cansado?
Harry asintió con la cabeza, pues después de haber corrido, saltado, volado en escoba y lanzando hechizos durante casi dos horas, casi no tenía aliento como para hablar. Estaba sudando a chorros y el cabello se le metía en los ojos.
- ¿Fue dura la práctica? A mí me toca hacerla el lunes -continuaba hablando el tipo, mientras lo seguía a los vestidores.
- Un poco. Algo larga -contestó al fin, después de quitarse la camisa, empapada de sudor.
- Vaya -sacó una toalla y se la tiró a Harry- ¿Tienes planes para hoy en la noche?
- Sí -se metió en una regadera y dejó correr el agua caliente. Lanzó la ropa que le quedaba puesta por encima de la puerta- Voy a casa de mi novia.
- No sabía que tenías novia. Como sea. En casa de Giles hay fiesta y si quieren, pueden pasar un rato. Te veo luego -sin más, se levantó y salió de ahí.
Ya iban dos meses de haber empezado el curso y apenas si conocía a unas pocas personas: había más de ciento veinte estudiantes y él sólo sabía el nombre de quince y conocía de vista a algunos cincuenta. Tenían horarios diferentes y pocas veces coincidían. La mayoría era amable y agradable, pero demasiado competitiva, debido a que solo los mejores se graduaban. Cada uno estaba bastante enfocado en dar lo máximo, no tenían tiempo para perder y él era de los que menos tenía ganas de ir poniendo cara simpática; teniendo que lidiar con entrenamientos, perro glotón, lechuza, elfo loco, asuntos de herencias pendientes y una relación de larga distancia.
Salió de la regadera, secándose el cabello y pensando que iría a casa de Hermione. Había acordado irse al salir de la academia, para salir un rato a pasear, antes de que empezara la cena. Se cambió y fue encontrar al profesor que había preparado la práctica, para saber sus resultados.
- Los entrego en la clase del martes, Potter -le dió unas palmadas en el hombro- Pero yo no sé para qué te preocupas, si eres el alumno estrella. Seguro lo hiciste muy bien.
- Gracias -sonrió- Nos vemos el martes, profesor.
No se paró para nada hasta llegar a la calle. Caminó dos calles y llegó al callejón Diagon. Dobló en la esquina hacia la derecha y llegó al Caldero Chorreante. Saludó con la cabeza a algunas personas sin detenerse. Desde la puerta, buscó con la mirada en la calle del Londres muggle, tratando de recordar donde había dejado su auto (una camioneta deportiva, cerrada, de color azul oscuro).
Condujo a toda prisa a su casa, para recoger un cambio de ropa y a Padfoot.
- ¡Gordo perro, bueno para nada! -gritó al cruzar la puerta- Ven acá en este mismo instante.
Padfoot salió corriendo de algún lugar y le saltaba a Harry en los pies. El chico le sonrió y le acarició la cabeza.
- Vamos, tenemos que irnos cuanto antes -tras decir eso, se fue escaleras arriba, con el perro detrás.
Tomó un poco de ropa y la echó en la mochila en la que llevaba las ropas de entrenamiento, se agachó por la canasta donde dormía Padfoot y la cargó consigo. Bajó a la cocina para tomar dos o tres latas de comida de perro y sin perder más tiempo, se fue al coche, de nuevo.
Padfoot iba sacando la lengua felizmente por la ventanilla de atrás y ladrando de vez en cuando. Harry vigilaba constantemente por el espejo retrovisor que no se cayera fuera del auto (otra vez). Escuchando la música de las estaciones de radio y admirando el paisaje, hizo más de media hora de camino a Cambridge,donde vivía Hermione. Conduciendo más despacio, buscaba con la mirada el nombre de la calle que tenía anotado en un pedazo de pergamino.
Encontró la calle y se sorprendió al ver que había solo lujosas casas, con enormes jardines alrededor. Iba buscando el número 457. La casa de dos plantas, estaba rodeada por una cerca baja de metal y se alcanzaba a apreciar una piscina en la parte de atrás. Dejó la camioneta afuera y se dirigió a la entrada principal, donde hizo sonar el timbre.
- Buenas tardes -le abrió la puerta una mujer que Harry reconoció como la madre de Hermione.
- Buenas tardes -contestó al saludo y de repente se empezó a poner nervioso. Había visto a los padres de la chica antes, pero nunca había cruzado más de diez palabras con ellos. Menos aún desde que se hicieron novios- Soy Harry…
- Sé quien eres -le cortó la mujer, amablemente- ¡Pero que mala educación la mía! Pasa.
Se apartó de la puerta, para dejarlo pasar, pero Harry no entró.
- Eh… es que dejé mis cosas y mi perro allá afuera -con la cabeza señaló hacia la camioneta, donde un feliz Padfoot babeaba el vidrio de la ventanilla.
"Bien" pensó Harry "presume tus encantos, Padfoot"
- Voy a llamar a Hermione entonces, para que te ayude -se fue, dejando la puerta abierta y un momento después, salió Hermione.
- ¡Harry! -se colgó de su cuello.
Él la abrazó por la cintura y la sostuvo así un momento. Era bueno volver a verla.
- ¿Qué tal el viaje? -le preguntó, tras separarse y darle un beso.
- Si no mencionamos que Padfoot saltó al asiento de adelante y casi me hace estrellar en un árbol, fue muy tranquilo.
Ella sonrió y buscó alrededor con la mirada. Cuando ubicó la camioneta, corrió hacia el perro, al que mimó y acarició alegremente. Sobra decir que el perro estaba más que contento de recibir tanto cariño de la chica, a la cual recordaba perfectamente por que le daba chocolates las pocas veces que lo veía.
- Maldito perro roba-atención-de-novias -dijo el chico para sí- Me las vas a pagar.
Caminó con paso lento hacia donde estaban. Hermione dejó bajar al perro y le dijo a Harry que metiera el auto en la cochera, donde había espacio para un coche más.
- Bajas tus cosas y te esperamos en la sala -lo dejó ahí, mientras ella se iba, haciéndole cariños a Padfoot para que la siguiera.
- Maldito perro -repitió Harry- Y ella me decía que yo lo iba a mimar demasiado…
Llevó la camioneta a la cochera. Tras bajar sus cosas, fue de nuevo a la puerta, que estaba abierta. Al entrar, ya no le sorprendió ver que todo estaba deliciosamente decorado y en perfecto orden. Había una que otra foto de familia en alguna mesita y en las paredes y preciosos cuadros pintados a mano. Encontró la sala, pero Hermione no estaba ahí.
- Por acá -le llamó desde la cocina. Ahí estaba ella, sentada en un banquito alto, comiendo helado y compartiéndole al perro- Pobrecito, tenía hambre.
- ¿Hambre? Ha comido más que yo -se sentó en el banquito que estaba frente a ella, al otro lado de la barra.
- ¿Quieres comer algo? -preguntó inocentemente.
- No. Lo que quiero es que dejes de consentir al perro.
Ella le sonrió, pero no le hizo caso y siguió dándole helado a Padfoot.
- ¿Dónde están tus papás?
La chica levantó la mirada.
- Papá llega en un rato y creo que mamá está en el estudio, haciendo llamadas y dando instrucciones de última hora a los encargados de la cena. Vamos, te enseño la habitación -se levantó y lo tomó de la mano. Padfoot los siguió.
Pasaron por el comedor, la sala y la puerta entrecerrada del estudio, hasta llegar a donde Hermione abrió una puerta que daba a otro pasillo, que estaba a bajo desnivel de la casa.
- Hay otro cuarto disponible arriba, pero yo creí que este iba a ser más cómodo para tí: tienes todo el pasillo para tí y hay baño, sala de televisión y salida al jardín -todo esto lo decía mientras pasaban las puertas- Este es el cuarto.
El cuarto era casi tan grande como el que tenía en casa de Sirius; pero este estaba bien ordenado, decorado mayormente en blanco, con algunos toques de color que lo hacían ver muy alegre y cálido.
- Gracias ¿Qué hay de Padfoot?
- Puede dormir en el pasillo. A mis papás no les molesta tener animales en casa, si se saben comportar -se agachó a rascarle las orejas al perro- y Padfoot es adorablemente educado.
-Sí, claro -sí era educado, pero también le encantaba llamar la atención- ¿Vamos a salir?
Se levantó y le dió un corto beso en los labios.
-Me pongo unos zapatos y nos vamos -casi corrió hacia la puerta que contestaba con el resto de la casa. Cuando llegó ahí, se giró hacia él- Deja que Padfoot salga al jardín para que haga algo de ejercicio. No se pierde.
Luego se perdió de vista.
Harry tiró la cesta de Padfoot en el pasillo, enfrente de su puerta y entró a la habitación para acomodar su ropa (bueno, para tirar la mochila a un lado de la cama). Salió y abrió la puerta que daba al jardín e invitó a Padfoot a conocer el lugar con él. Ambos fueron andando y sorprendiéndose de lo grande que era el lugar. Harry tocó el agua de la piscina y le agradó que estuviera tibia. Le lanzó agua a Padfoot con la mano y éste salió corriendo en dirección contraria.
- Perro mugroso -se burló- No te salvas de que te bañe esta semana.
No supo si el perro le entendió, pero se fue a esconder dentro de la casa otra vez.
- Te estaba buscando -Hermione se había acercado silenciosamente y le sorprendió con un beso en la nuca, que le erizó los pelos- Vámonos.
Volteó a verla y tan pronto tuvo ubicados sus labios, le dio un profundo beso. El más apasionado que le hubiera dado antes y sólo la dejó ir hasta que necesitaron tomar aire. La mirada en sus ojos, le indicaba que había logrado sorprenderla tanto como ella le había hecho hacía un minuto.
- Vámonos -le dijo con una cínica sonrisa.
Cuando intentó caminar con ella de la mano, no pudo. La chica no se había movido ni un milímetro.
- En vez de salir a mostrarte la ciudad, podría mostrarte mejor la habitación: la cama y las sábanas, por ejemplo. Es decir, no necesitas conocer la ciudad; pero la cama sí, por que ahí vas a dormir…
La sangre se le vino a la cara y puso rojo como jitomate. Intentó decir algo, pero no le salían las palabras. ¿Realmente ella había dicho lo que él creyó haber escuchado? Debía haber un error ahí. Ella dibujó una sonrisa en la cara y se acercó a sus labios. Lo miró a los ojos por un momento, con sólo el espacio de un dedo entre ellos.
- Si mamá no estuviera en el estudio… -suspiró en sus labios y se alejó de nuevo- No tenemos todo el día, Harry. Tenemos que estar aquí en dos horas.
Caminó tras de ella. ¿Qué pretendía?
- En mi coche. Así será más rápido.
Dieron un vuelta en el coche primero, con Hermione explicando rápidamente en los lugares interesantes. Se detuvieron un momento afuera de la que había sido la escuela primaria de Hermione y entonces Harry supo que había ido a un colegio privado.
Se bajaron un rato a recorrer a pie el centro de la ciudad, pero se le empezaba a hacer tarde, por lo que se apresuraron al auto y de vuelta a casa.
- En esa iglesia se casaron mis padres -le explicó Hermione cuando iban de vuelta.
Harry puso su mano sobre la de ella y la empezó a acariciar.
- ¿Te gustaría que tú y yo nos casemos ahí también? -le soltó, con una gran sonrisa.
Ella lo volteó a ver con mirada desconfiada ¿Se estaba burlando de ella?
- No. Tú y yo nos vamos a casar en la catedral de Saint Paul -añadió con tono juguetón, en caso de que fuera una broma.
- Me parece bien.
No dijeron más durante todo el resto del camino.
En la casa había mucho movimiento cuando llegaron de vuelta. Al parecer, una empresa de catering estaba encargándose de arreglar todo para la fiesta.
- Me voy a bañar -le anunció. Lo besó cortamente en los labios- Tú deberías hacer lo mismo: mi familia va a estar al pendiente de cómo te ves y qué haces.
Harry se quedó tieso al oir eso. Ya lo había pensado antes, le daba miedo no dar una buena impresión, pero no le dijo nada.
- Sí. También tengo que encontrar a Padfoot.
Se sonrieron y cada uno fue a su habitación.
Abrió los ojos, pero no vió nada. A oscuras, se levantó de la cama y buscó el interruptor. Encendió la luz y el reloj que colgaba de la pared le indicaba que eran las 2:05 am. Hacía poco más de dos horas que se había acostado a dormir, después de que todos los invitados a la cena se hubieran ido.
Había sido extraño estar entre los hombres que hablaban de negocios, deportes y se quejaban de lo mucho que gastaban sus esposas. Las señoras hablaban de los niños y no paraban de decirle lo guapo que era y que se alegraban de que "la pequeña Hermione" tuviera un novio tan simpático (él creyó que fue más por educación que por convicción).
Los niños (cuyas edades iban desde los cuatro hasta los once años y eran los únicos disfrazados) no paraban de correr y gritar. Hermione era muy paciente, participó en sus juegos; así que él también se la pasó bien: corriendo y gritando. Una de las niñas se había tropezado con su propio disfraz y los demás empezaron a llorar, hasta que Hermione les mostró cómo sanaba el raspón mágicamente. Todos quedaron sorprendidos y prometieron no decir nada si les mostraban un truco o dos más. Los padres de los niños quedaron encantados con las atenciones.
Se dirigió a la cocina a tomar agua y quizá comer una galleta. Padfoot apenas movió las orejas al escuchar el rechinido de la puerta, pero fue bastante flojo como para despertarse.
Buscó en las puertas de la cocina hasta encontrar un vaso y se sirvió un poco de leche que había en el refrigerador. En la barra había algunas galletas, así que tomó una.
- ¿Qué haces? -la voz de Hermione lo sobresaltó y casi se tira la leche encima- ¿todavía tienes hambre?
- Un poco ¿Estaba haciendo mucho ruido? Lo siento -la seguía con la mirada mientras ella también tomaba un vaso con leche y otra de las galletas- no quería despertar a nadie.
- Oh no, mis papás no escuchan nada, su cuarto está hasta el fondo y están muy cansados. Yo no me he acostado, me quedé viendo la televisión -se sentó en la barra, enfrente de donde él estaba de pie- ¿Qué tal pasaste la cena?
La miraba muy interesado. La bata que llevaba la chica, era algo graciosa: de algodón suave, de tirantes y le llegaba a las rodillas, con estampado de borreguitos saltado una cerca. Y no llevaba sostén.
- Bien -contestó simplemente.
- Me alegro. Todos quedaron encantados contigo, especialmente los niños -le sonrió- les encanta ver magia y cada que tienen oportunidad, me extorsionan para que haga algún hechizo.
Harry se inclinó sobre la barra y le acarició el dorso de la mano. Luego la besó. Le sorprendió la reacción de la chica: le jaló el cuello de la playera y profundizó el beso tanto como pudo, luego lo soltó y tomó lo que quedaba de galletas para tirarlo en el bote de la basura. Llevó los vasos al fregador, donde desechó la leche y los lavó descuidadamente. Él solo se le quedó viendo y de nuevo se preguntó "¿qué pretende?".
Se giró hacia él. Dudó un momento.
- ¿Vamos a tu cuarto? -estaba sonrojada. No esperó respuesta, sino que avanzó de nuevo hacia él y lo volvió a besar.
"Por supuesto que vamos a mi cuarto" pensó.
La tomó por los hombros y la separó, suavemente. La mirada de ella estaba fija en el suelo.
- ¿Y tus papás? -susurró. La voz le salía ronca.
- Ya te dije: están en el cuarto del fondo y muy cansados como para despertarse antes de mañana al mediodía -recargada en su pecho y sin mirarlo a los ojos, le acariciaba la mejilla con la mano.
- Bien -le besó la frente y de la mano se la llevó rumbo al pasillo del que disponía. No dijeron nada hasta llegar a la puerta de la habitación- ¿Estás… estás segura?
Lo besó en los labios, temblando. Luego asintió. Un bostezo de Padfoot los hizo brincar. Se sonrieron al darse cuenta de lo nerviosos que estaban.
Al entrar, Harry hizo a un lado las sábanas. Los dos se acostaron viéndose a los ojos, con solo la luz que entraba por la ventana.
Hermione le pasó una mano por detrás de la oreja.
- Te amo.
Él sintió un hoyo en el estómago. Nunca le había dicho eso y le sorprendió escucharlo.
- Yo también -fue la respuesta más sincera. Le costaba decir lo que sentía, pero Hermione merecía el esfuerzo. Al notar cómo se acercaba más a su cuerpo, le pasó un brazo por la cintura.
La besó muy suave y lentamente en los labios. Además de que estaba muy nervioso, quería disfrutar del momento. Se apartaron de nuevo.
- Creo que esto no lo vas a necesitar -le dijo la chica, mientras le quitaba los anteojos y sin siquiera girarse, los puso sobre la mesita de noche- Ni esto.
Tomó la parte baja de la camisa, se la quitó por encima de la cabeza y la lanzó lejos. No sabía por qué le parecía tan atractivo el hecho de que fuera algo flacucho. Prefería que estuviera delgado y firme, a que fuera grande y musculoso. Le acarició el estómago, cerca del ombligo; mientras sentía la respiración de él en el cuello.
Pronto le empezó a besar el hombro, apartando el tirante de su camino. Ella le acariciaba la espalda con un roce tan ligero que apenas se sentía, pero a Harry le enchinaba la piel. Subió a besarle el cuello, dejando un rastro hormigueante por donde pasaba. La apretó contra sí y ambos sintieron la reacción de sus cuerpos. Hermione lo separó de su cuello para besar de nuevo sus labios. No podía creer que besos tan tiernos y suaves pudieran sentirse tan apasionantes. Ahogó un gemido en su boca cuando sintió la mano del chico ir por debajo de la bata y rozar uno de sus senos. Un calorcito agradable le recorrió el cuerpo. Los nervios no la dejaban mover demasiado las manos y en algún momento de sintió torpe.
Intentado no interrumpir demasiado el beso, Harry le safó la bata y la hizo recostarse sobre su espalda. Apoyado en un brazo para no recargar todo su peso en ella, le acariciaba tímidamente el pecho. Le ruborizaba el que la viera medio desnuda, por lo que lo acercó y comenzó a mordisquearle el lóbulo de la oreja.
Con cierta duda, Harry bajó sus manos hasta el elástico de la única prenda que le quedaba puesta a la chica.
- ¿Puedo…? -le preguntó al oído en un ronco susurro.
Sin verlo a la cara, asintió. Él tampoco vió, pero sintió el movimiento, así que delicadamente, empezó a retirar la prenda. Adivinando la pena de su novia, evitó mirar demasiado; después de todo, a él mismo le apenaba estar sin ropa frente a ella. Pasó su mano por sus caderas, disfrutando de la sedosa piel.
- Creo… -apenas alcanzaba a decir entre suspiros Hermione- que estoy en desventaja.
Cuando sintió un tirón en el restorte del pantalón del pijama, Harry sonrió y con toda su grande sonrisa la besó en los labios. Haló las sábanas y cobijas sobre ellos, para luego deshacerse de su ropa.
- Hermione, si crees que debemos parar… -un dedo en sus labios lo hizo callar.
- No -la voz le temblaba, pero sus ojos mostraban determinación- Estoy algo nerviosa, por que es la primera vez, pero en verdad quiero que pase. Ahora, contigo.
Como para reafirmar sus palabras, le dio un beso hambriento, invitándolo a conocerla toda de una sola vez. Con mucho cuidado y delicadeza, Harry hizo lo que tanto deseaban ambos. Trató de hacer que ella estuviera cómoda y de que se sintiera tan bien como él, lo que no le costó mucho, por que ella ya se sentía en las nubes.
Notas:
¡Ahora sí! Llegó el momento de verdad: o me aman o me cuelgan de las cejas en un árbol. Bueno, no tanto así, pero sí me gustaría saber qué pensaron de este capítulo en especial, por que me costó bastante escribirlo.
Para los que tengan alguna duda, queja sugerencia o comentario, dejen review.
En este momento no tengo mucho tiempo para contestar a cada review, pero se los agradezco mucho y se los contesto en el próximo capítulo sin falta.
Hasta la próxima.
