REINICIO
El mejor regalo y un chantaje
Un día más… se preguntaba cuánto tiempo habría ocurrido desde que sus papás le revelaron su amarga realidad. El día de hoy era soleado e invitaba a dar un paseo por el jardín, pero ella prefería estar en su habitación. Le daba mucho frío cada que salía de ahí, no importaba si los pasillos estaban hechizados para mantener una temperatura agradable. Y el día no le parecía agradable, de todas maneras. A ella todos los días le daban igual: le parecían grises y helados.
No tenía interés en preguntarle a sus padres la fecha, por que mientras más tiempo pasara, menos tiempo le quedaba a ella. Cada que la iban a visitar les preguntaba por Padfoot, Crookshanks y cualquier otra cosa. A veces hablaban de la maldición que llevaba a cuestas, sin sentido alguno, por que no encontraban un contrahechizo, de todas formas.
Sumida en sus pensamientos, apenas escuchó el sonido de la puerta que se abría, pero al escuchar la voz de su visitante, pensó que ese día ya no era igual a los demás.
Hola -Caleb no esperó que lo saludara de vuelta para jalar una silla y sentarse frente a ella- Hace unos días pasé por casa de mis padres y me enteré de que estarías aquí por unos días más, así que traté de convencer a Hazel de que se rompiera la nariz de nuevo para tener una pretexto para verte; pero no lo convencí, así que vine sin pretextos.
Por primera vez en días, Ninniel sonrió. No con una sonrisa falsa de esas que les daba a sus padres para que no se sintieron mal, sino con una sonrisa sincera.
¿Se podría saber por qué tanto interés en verme?
Por que aunque no lo creas, ya no tengo resentimientos contra tí por haberme tirado jugo de uva encima (a propósito) y hacerme crecer ramas de uva en las orejas (sin querer) -le respondió, con una de esas sonrisas que a Ninniel ya no le parecían tan infrecuentes, pero sí igual de encantadoras- Ahora te considero una buena amiga.
Yo esperaba que me hubieras perdonado antes: eso fue hace cuando tenía seis años. Y tú me hiciste el pelo verde -le dijo, también sonriendo.
Supongo que estamos a mano. Ninguno de los dos sabía lo que hacía.
Estoy de acuerdo -él hizo un asentimiento con la cabeza, para dejar sentado el pacto de su nueva amistad.
Bien, ahora que somos amigos, tal vez quieras hablar de algo más -usó un tono suave, pero seguro¿Qué te tiene encerrada aquí?
Ah, era eso -el semblante de Ninniel cambió por uno menos amistoso-Sabes de mi maldición y vienes por que me compadeces.
No. Yo no creo que nadie merezca compasión -le con el mismo tono- Y no sabía de tu maldición. Sólo sé que estás aquí desde hace casi un mes y creo que eso no es bueno para nadie.
Con un suspiro, Ninniel trató de reunir el valor de explicar su situación. Pensó que sería bueno hablarlo con alguien más que con sus padres, así que empezó.
Yo tampoco sé mucho, solo lo que he hablado con mis padres y el sanador. Tengo la maldición "magus ater ultio" o la venganza oscura del mago.
Nunca he escuchado de ella.
Yo tampoco sabía que existía, hasta hace unos días. Según sé, es una maldición muy frecuente después de las guerras. Magos poderosos que mueren a manos de alguien que realmente odian, son capaces de convocarla con su último aliento. Consiste en hacer que el sobreviviente a la batalla no eche en falta a su enemigo, ya que la sola maldición le hace la vida imposible. Arranca la felicidad de su lado de la manera que más le duela. La persona en la que recaiga la maldición pierde la vida poco a poco, como el ir sacando el jugo de un limón gota a gota.
Si mis interpretaciones son correctas, eso quiere decir que tú heredaste la maldición de tus padres, que fueron los únicos sobrevivientes a la noche de la batalla con Voldemort -pensó Caleb, en voz alta.
Sí. Voldemort juró a mi padre que pagaría caro el haberlo borrado del mapa.
Caleb arrugó la frente, pensando.
¿Por qué tú-dijo al fin.
Fue la misma pregunta que yo me hice. Tal vez por que soy la felicidad de mis padres. No estoy diciendo que quieren menos a Lilian, pero al ser la primera hija, la maldición cayó sobre mí, quien fue la primera en traerles alegría plena -Ninniel trataba de mantener su sonrisa, tal como lo hacía con sus padres, pero le resultaba muy difícil- Ahora mis padres saben que por eso estuve al borde de la muerte incluso antes de nacer: desde entonces mi destino estaba marcado. Por eso desde pequeña he sido débil y por eso hace más de un año empecé a perder la vida de a poco cada día.
Sin poderlo evitar, empezó a llorar silenciosamente. Caleb se arrodilló junto a la silla de ella, tomando su mano.
Seguro ha habido alguien que sobreviva. Te vas a poner bien…
Ninniel negó con la cabeza.
Ha habido sobrevivientes a la maldición, pero han sido pocos: quizá menos de treinta desde tiempos de Merlín. Una vez que la maldición ha empezado a actuar, es prácticamente imposible que el mago sobreviva. Al paso que va actuando sobre mí, me queda poco menos de un año -dijo entre sollozos.
Ya verás que no es así -Caleb trataba de consolarla, pero era inútil.
Ahora Ninniel estaba desahogando todo lo que se había estado guardando desde que se enteró de la maldición.
Siento mucho miedo, frustración y tristeza -decía, con las palabras entrecortadas debido al llanto.
No sé qué decir -Caleb la abrazó consigo en el suelo.
Pasó un largo rato escuchándola llorar. Por fin Ninniel se limpió la cara con las manos y pidió disculpas, tímidamente. Él se levantó del piso y le ofreció una mano para que se levantara también.
Ninniel agradeció la ayuda, ya que al intentar levantarse, perdió el equilibrio y seguramente hubiera dado en el suelo si Caleb no la sostiene.
Me parece que debo irme, estás cansada -le ayudó a llegar a la cama. Salió de la habitación y al cerrar la puerta, se quedó un momento recargado en ella. Dijo unas palabras al vacío- Olvidé desearte un feliz cumpleaños, pero creo que de todas maneras no te hubiera gustado saber la fecha…
No lo puedo creer, si no es por mí, ustedes no hubieran colgado un solo arreglo de navidad en esta casa -decía Lilian, cargando una gran caja llena de adornos navideños- Esta casa se ve muy triste, necesita un poco de vida.
Ninniel la veía desde su sillón. Apenas había llegado de Hogwarts para pasar la navidad ahí y ya había revolucionado la casa. Ella era así: llena de vida y alegría. Le encantaba que estuviera ahí, tener a su hermana cerca otra vez.
Desde que la habían dejado ir de San Mungo, se la había pasado encerrada en la casa; ya fuera en la cama de su habitación, en el sillón de la sala o en la banca del jardín. El viejo Padfoot siempre estaba echado a su lado y Crookshanks se acomodaba en sus piernas.
Vamos Ninniel, necesitas hacer algo por esta casa -le apremiaba, pasándole su varita y tres ramos de muérdago- Encuentra un buen lugar para colgarlos.
Y es que no se había sentado a hablar con ella acerca de la maldición, pero la sola alegría que irradiaba le daba ánimos. No la dejaba sentarse a sentirse triste y derrotada, como cuando estaba sola con sus mascotas y sólo podía ponerse a pensar.
Lilian se fue cargando su caja de adornos, murmurando algo acerca de las fechas navideñas y las personas con poco espíritu festivo.
Haciendo un poco de esfuerzo, Ninniel se levantó de su tibio y mullido sillón para cumplir con la tarea asignada. El primer ramo lo colgó junto a la puerta del jardín, donde a menudo las visitas se paraban a conversar mientras admiraban el simpático árbol de alcornoque bajo el cuál estaba la banca de peculiares formas en madera desgastada. Creyó que sería bueno colgar el segundo en algún punto de la cocina, donde se llevaban a cabo las amenas pláticas con los amigos íntimos de la familia.
Buscando un buen lugar para el tercer ramo, iba pensando en los amigos más íntimos que su familia tenía: los Malfoy. Para ser más precisa, iba pensando en Malfoy hijo y las visitas semanales que le hacía en el hospital y últimamente, en casa. Había sido un gran apoyo para mantenerse firme en lo que serían sus últimos meses de vida. La última visita había sido dos días atrás y lo más seguro es que vinieran a pasar la noche de navidad también ahí. Quizá era poco prudente de su parte, pero desde que él había dicho que la consideraba su amiga, ella había comenzado a albergar una esperanza de que tal vez podía darse algo con el paso del tiempo… Pero luego bajaba de su nube y se decía amargamente que ella tenía muchas cosas, menos tiempo. Tal vez si presionaba un poquito… después de todo, los amigos se apoyan¿no?
Distraídamente, había recorrido la mitad de la casa y no había encontrado todavía un lugar adecuado para su tercer muérdago.
Ninniel ¿qué rayos haces-le dijo Lily, confundiendo a su hermana- Yo ya casi terminé de poner todo el árbol de navidad y tú sigues con un muérdago en las manos. Te propongo algo: yo busco un lugar para ese ramo y tú pones la estrella de navidad, por que sin magia, para mí es imposible alcanzar la punta del árbol.
Como quieras -tomó la estrella de las manos de su hermana y se dirigió al pequeño salón, donde se sorprendió con el trabajo de su hermana: aún sin magia, el árbol de navidad parecía irradiar vida. Miró de nuevo la estrella y concluyó que esa la había hecho Lily en Hogwarts, por que no se veía como cualquier adorno muggle- Wingardium leviosa -susurró el sencillo hechizo para elevar la estrella hasta la alta punta.
Satisfecha con su trabajo, se fue a sentar de nuevo al lado de Padfoot. Sonó el timbre de la entrada principal, pero no se molestó en levantarse.
Ninniel Zoe Potter -gritó una conocida voz, que la hizo voltear tan rápido que le tronó los huesos del cuello¿Cómo te atreves? Te he extrañado tanto en Hogwarts y tú no te dignas a enviar una sola lechuza. Has abandonado a tu amiga a su suerte.
Ninniel abrió mucho los ojos. Era tan raro que Ethel actuara así. Generlamente era elegante y evitaba elevar la voz o perder compostura (como buen miembro de la casa real). Justo cuando iba a decir algo en su defensa, Ethel alzó una mano en señal de que guardara silencio.
Te perdono. En este momento tenemos cosas más importantes que hablar -la jaló del brazo con suavidad y la encaminó a su habitación, escaleras arriba- Lilian me ha hablado un poco de lo que te ocurre, pero quiero escuchar cómo te sientes.
Sin muchas ganas, empezó a hablar.
Trato de llevarlo lo mejor que se puede llevar la noticia de que vas a morir en menos de un año. A veces me pregunto por qué un loco tuvo que maldecir a mi papá y por qué los efectos de la maldición tuvieron que caer sobre mí -se dejó caer pesadamente en la cama, evitando mirar a su amiga a los ojos- Me da rabia sufrir las consecuencias de actos ajenos. Pero pienso que es mejor que haya sido yo y no Lily o mi mamá.
Ethel se sentó en la cama y empezó a acariciar el cabello de su amiga, la cual apreció demasiado el gesto, pues sabía que era muy fría como para dar semejante muestra de afecto.
Cada día estoy más débil, dudo que llegue a mitad del próximo año…
Es por que te estás dejando derrotar -le interrumpió- Te has dejado caer con la noticia.
Tú también te dejarías caer si te dijeran que una maldición te está matando lentamente¿no-le acusó. Enseguida se arrepintió- Lo siento, sé que me quieres hacer sentir mejor. De verdad aprecio que hayas venido a visitarme.
Contra su voluntad, una lágrima rebelde recorrió su rostro.
No te preocupes, me imagino que debe ser difícil. Pero no vine a ponerte triste -le dijo en tono más alegre- Vengo a traerte los chismes más frescos de Hogwarts.
Ninniel negó alegremente. Con toda su elegancia y su frialdad, Ethel era amante de la información que provenía de fuentes poco confiables y que era de mínima importancia para la vida académica, pero muy relevante en la vida social.
Y se pasaron horas hablando de que si el capitán de Ravenclaw había logrado salir con la prefecta de la misma casa o del numerito que se armó en el gran salón cuando el golpeador de Slytherin había tenido una discusión con un Gryffindor de sexto. Luego Ethel le sacó toda la información con respecto a las visitas de Caleb y le estuvo jugando bromas a costa de las caras que hacía cuando hablaba de él.
"Deberías de ver su sonrisa" -la imitaba, con una voz aguda y sobreactuación- Por Merlín que lo puedes hacer sonreir. Y tú que creías que no se fijaría en tí.
Para mi desgracia, no se ha fijado en mí, sólo viene a distraerme un rato de vez en cuando, como los buenos amigos. Así como tú has venido hoy -le dijo, sin emoción en la voz. Antes de que Ethel pudiera hacer otro comentario, Ninniel sintió un mareo que la hizo cerrar los ojos- Lo siento Ethel. No quiero ser grosera, pero estoy algo cansada y quisiera dormir un poco.
Te entiendo. Gracias por recibir mi visita sin haber avisado antes -le dió un abrazo- Te envío luego tu regalo de navidad y trataré de venir antes de volver a Hogwarts. Comprendo que no volverás a la escuela, así que trata de enviar una lechuza con frecuencia¿de acuerdo?
Ninniel asintió y al ver a su amiga salir por la puerta, se acostó de nuevo, cerrando los ojos y quedando dormida en un instante.
Navidad, linda navidad. El día anterior solo había bajado a cenar con su familia y se había desvelado un poco, a pesar de las protestas de su madre, que insistía en que debía dormir bien, por su salud.
Hoy esperaban la visita de Los Malfoy y algunos de los Weasley. Trató de verse lo mejor que su ahora más pálida piel y más flaco cuerpo se lo permitían. Hacia el mediodía comenzó a sonar el timbre de la casa. Ella se tomó un poco más de tiempo antes de bajar. Dos timbrazos más, dos familias más. Quizá ya era hora de bajar, aunque no le gustaba imaginar las caras y los comentarios que harían los demás cuando la vieran.
Escuchaba el cuchicheo de la gente en la sala, así que se dirigió hacia allá. Los señores Weasley; Fred, su esposa y sus gemelos y Bill con su familia estaban ahí. Tal como lo había esperado, todo mundo guardó silencio al darse cuenta de su presencia. "Genial" pensó "justo lo que quería: silencios incómodos y miradas compasivas".
¿Pero es que te piensas quedar el día parada ahí-dijo al fin la rechoncha señora Weasley, cuyo cabello era un poco menos anaranjado (y más blanco) que la última vez que la había visto- Ven y dame un abrazo, querida. ¡Feliz Navidad!
A partir de entonces, tras recibir abrazos de todo mundo; por primera vez en mucho tiempo decidió que era el momento de mandar a pasear a su maldición y de disfrutar lo que tenía por un rato. El timbre sonó de nuevo y Lily corrió a la puerta, volviendo con los Malfoy y la familia de George tras ella. De nuevo todos abrazaron a los recién llegados (algunos se confundieron y abrazaron a los que habían abrazado antes).
Hoy te ves más linda y más alegre -le dijo Caleb en el oído a Ninniel, cuando fue su turno de abrazarla- Un motivo más para que me guste la navidad.
El tiempo se les fue pronto entre pláticas como:
Hace años, George y yo apostamos quién tendría gemelos en su familia y yo gané y no me ha pagado -por parte de Fred.
Y los regaños de las esposas de ambos gemelos por haber apostado acerca de sus hijos, lo que causó risa a Harry y Hermione, pensando que eso ya era una costumbre arraigada entre los Weasley, desde el nacimiento de Caleb.
Cuando estuvo oscuro, Ninniel empezó a resentir el cansancio y se mareó un poco, pero no quiso irse todavía, así que solo fue un rato al cuarto de la televisión mientras se le pasaba. Así aprovechaba también para llevar el regalo de Caleb.
Abrió el cajón de debajo del sillón, sacó la caja envuelta en papel negro metálico y con un moño plateado. Se sentó un momento, cerrando los ojos.
Noté que salías de la sala ¿estás bien-preguntó Caleb, desde el marco de la puerta.
Sí, solo un poco cansada. Vine a sentarme un rato y a tomar tu regalo. Ahora vuelvo a la fiesta -se paró y le pasó el paquete - Feliz navidad.
Gracias. Feliz navidad a tí también -con contenida curiosidad, abrió la caja, tratando de no rasgar el papel. Sacó una bufanda negra con sus iniciales bordadas en letras plateadas pequeñas en uno de los extremos. Se la enrolló alrededor de la manera que pudo.
Espero que te guste. Mamá me ha estado ayudando, por que tejer no es mi fuerte… -se vio interrumpida cuando él le señaló con un dedo un punto sobre sus cabezas. Entonces se puso (si eso era posible) más pálida: ahí estaba colgando felizmente el tercer muérdago, el que Lilian había colgado.
Es la tradición -se encogió de hombros y sin esperar por una respuesta, se agachó y le dio un corto beso en los labios.
Ninniel sintió un agradable calorcito recorrerle todo el cuerpo, que luego se estacionó en sus mejillas.
Te hacía falta un poco de color, te ves linda cuando te sonrojas -le dijo con una mirada tierna y una sonrisa traviesa- Ahora, con este papel, te voy a dar tu regalo. Pon atención.
Ella estaba todavía en una nube y no escuchó una palabra, así que sin saber si era lo correcto o si iba a quedar como boba, sólo asintió. Fue hasta que se dio cuenta que Caleb había sacado su varita y que empezaba a recortar mágicamente un cuadro del papel, que salió de sus sueños.
La magia es diferente en cualquier parte del mundo, al igual que las religiones, las costumbres y las tradiciones -decía jalándola por la mano hacia la mesita donde se había apoyado con el papel. Ninniel ahora ponía mucha atención en cada doblez y en cada palabra- Pero algunos hechizos y algunas maldiciones son exactamente iguales en el mundo entero.
"Al día siguiente de la última visita que te hice, conocí a una bruja proveniente de Japón. Entablamos una conversación y llegamos al tema de las maldiciones. Entonces pregunté si conocía la venganza oscura y me sorprendí de lo mucho que sabía. A pesar de que en Japón es menos frecuente que en otro países, es el país en donde más casos de recuperación se han dado -seguía doblando cuidadosamente el papel, formando una figura- Yo también me he dado a la tarea de investigar tanto como pueda acerca de la maldición, desde que supe que la tenías, para tratar de encontrar un contrahechizo -levantó la vista por un momento, para encontrarse con la de ella y regalarle una sonrisa- Como sea. Esta bruja me dijo que los magos en Japón creen en la magia celestial y en la intervención de los dioses benevolentes.
Ninniel no sabía a donde iba el monólogo, por qué estaba dando tantos rodeos, saltos de tema y mucho menos, qué estaba haciendo con el trozo de papel, que ahora tenía muchas puntas y dobleces.
A los dioses les puedes pedir un favor (o milagro, como lo quieras llamar) si les haces una ofrenda a cambio. Ellos te otorgan vida si los complaces -le extendió la figura terminada- El fénix, es una creatura mágica aquí y en Japón y muchos le atribuyen poderes místicos.
No es para menos -tomó el fénix de papel de su mano- Renacen de sus propias cenizas…
Exacto. Hemos llegado a donde yo quería -le interrumpió- Tomemos ese dato y otros dos. Uno: Japón ha desarrollado el arte del origami, que consiste en doblar papel hasta formar una figura compleja. Dos: La magia benevolente de los dioses ayuda a cualquiera si se les complace. ¿Alguna idea?
Ella negó con la cabeza.
Bien. Yukiko (así se llama la bruja) me dijo que si le regalas mil fénix de papel a los dioses, estos te conceden el don de resurgir de tus cenizas, tal como el ave. Si haces mil figuras de éstas, tu maldición se habrá ido para siempre, para que puedas hacer una vida normal y mueras cuando tengas tal vez ciento cincuenta años. Ese -señaló el fénix que ella sostenía- es el primero. Te faltan novecientos noventa y nueve.
Tú no crees en estas cosas -le dijo ella, sonriendo.
Pero tal vez tú sí. Además, nunca sabes -respondió, como si nada. Luego, poniendo su cara de inteligencia, añadió - Tampoco creas que iba a venir con una idea descabellada a ponerte a doblar mil papelitos: investigué más sobre el tema y resulta que al doblar cada fénix, se queda una chispa de magia en cada uno y al terminar los mil, hacen una especie de reacción que puede traer efectos inesperados. Tal vez no sean los dioses, sino pura ciencia.
Por Merlín. Hacía unos meses, ese chico era sólo el hijo de tío Draco y tía Ginny, su amor imposible. Ahora era un amigo muy cercano, la persona que con solo unas palabras la hacía olvidarse de su tristeza. Y tal vez ya no era un amor tan imposible… Después de todo, la visitaba cada que podía, la escuchaba atentamente, le hablaba con confianza, se tomaba la molestia de ir investigando una forma de anular su maldición y hacía unos minutos la había besado. Dudó un momento, pero luego decidió que esa era su oportunidad y que no la iba a desaprovechar. Se apresuró a hablar cuando lo vio dispuesto a levantarse.
¿Caleb-sintió un nudo en la garganta cuando la miró con sus tiernos ojos grises- Este es el mejor regalo de navidad, pero a mí me gustaría pedirte otro más.
Si puedo dártelo, ten por seguro que lo haré -le sonrió y apoyó su mano sobre la de ella.
Sí puedes hacerlo. En realidad, no es nada material -en su mente escuchaba voces que le decían que parara, pero ella no quería. "No hay peor lucha que la que no se hace" se dijo- Lo que quiero es felicidad.
Caleb frunció el entrecejo, sin saber a lo que se refería.
No veo cómo puedo darte yo eso.
Quiero pasar contigo mi último año de vida -sentó con voz firme, aunque le temblaban las manos.
Este no es tu último año de vida -le puso una mano en el hombro, en gesto amistoso- Si haces los mil fénix…
No. Tal vez eso funcione, pero si no funciona, por lo menos me has regalado una esperanza, que me hacía tanta falta y te lo agradezco -agachó la mirada- Pero yo quiero algo más.
Entonces no hay problema: yo vendré cada semana, estaré a tu lado -ahora sí que lo estaba confundiendo.
Creo que no me expliqué bien. Lo que te pido es que me quieras y me hagas feliz. Tú me gustas y creo que una relación entre nosotros podría funcionar, aunque fuera por unos meses, mientras llega el fin para mí.
Como si le quemara, Caleb retiró la mano con la que la tocaba y su rostro se tornó muy serio.
Ninniel, yo no puedo hacer eso -le dijo, tratando de ser suave con sus palabras, pero sin dejar lugar a réplica- Yo no siento lo mismo que tú. Y lo siento si el beso que te di te hizo pensar otra cosa; en verdad, solo lo hice por el muérdago, por darte un rato de diversión. Si te digo que me pareces linda, es cierto, pero no me gustas de la manera que tú esperas. Lo siento mucho.
Por más contundentes que fueran sus palabras, Ninniel no se iba a rendir con eso.
Pero es un comienzo. Si te lo propones…
No, Ninniel -le cortó- Exactamente ¿qué esperarías de mi?
Sólo quiero pasar contigo mis últimos meses -repitió, esperando convencerlo- Quiero estar contigo y llenarme de la alegría que me traes en cada visita. Cuando estoy contigo me siento fuerte y con vida, mis mareos y mi debilidad se van…
¿Te das cuenta de lo que pides? Literalmente, me estás haciendo un chantaje para que te pida casarte conmigo. Por que eso es lo que quieres: estar conmigo día y noche; lo cual, conociendo a nuestros padres, sólo lo conseguirías si estuviéramos casados…
¿Te cuestan tanto unos meses? Mi felicidad está en tus manos, Caleb -ahora la voz le temblaba.
Piensas egoistamente -le dijo, todavía firme- Suponiendo que accediera, hay otras cosas en las que no has pensado: no sabes si yo tengo una relación con alguien más; comparto los gastos de la casa con mi amigo, por que ninguno de los dos podría solo y no lo puedo dejar a su suerte y encima darte una vida cómoda a tí… Eso solo por un ejemplo. Y tampoco has pensado en que yo no puedo estar contigo todo el tiempo y algo te podría pasar mientras yo no estoy.
Me voy a morir de todos modos sin que tú puedas hacer nada al respecto -sintió un mareo, pero no se detuvo- Pero te repito que lo que sí puedes hacer es alegrar mis días hasta que eso ocurra.
Caleb suspiró, perdiendo la paciencia. La abrazó contra su pecho, buscando las palabras para convencerla de que su idea era la más enorme locura que hubiera escuchado jamás y que no había manera de que funcionara.
Por favor, Caleb -le escuchó decir. Luego sintió como su delgado cuerpo temblaba en sollozos. No pudo evitarlo más y todas sus barreras se desmoronaron.
Está bien. Hablaremos con nuestros padres y me dejarás solucionar algunas cosas para que puedas venir conmigo -la acariciaba el cabello.
Se preguntó por qué rayos había admitido eso. ¡Era una niña de diescisiete años, por las barbas de Merlín! Y para colmo, no había escuchado una sola de sus palabras: había sido egoista e imprudente al pedirle semejante cosa. No había pensado en las consecuencias que todo esto podría traerles a ambos. Lo peor de el caso, es que él si estaba consciente de todo y lo había aceptado, se había dejado conmover. Se repetía internamente que el loco era él y rogaba por no tener que arrepentirse.
Notas:
Espero que les guste este capítulo. Como ya lo tenía empezado cuando subí el anterior, hoy no me tardé tanto.
Ahora les voy a hacer una confesión: esta no es todo producto de mi poco creativa imaginación, sino que tuve la idea cuando leí un libro. El libro se llama "Sadako y las mil grullas de papel" (aunque yo lo leí en inglés). Es un libro bastante peuqeño, pero muy interesante. Trata de una niña que contrae leucemia, como secuela a las bombas atómicas detonadas en Hiroshima y Nagasaki. Su mejor amiga le regala su primera grulla de papel y le cuenta la leyenda de los dioses y todo eso, a pesar de que no cree en la buena suerte y en los milagros. Conoce a un niño que a pesar de haber nacido después de las explosiones, también tiene leucemia, ya que lo heredó de su madre. Lo demás, se los dejo en suspenso, por que ya dije demasiado. Y al que lo haya leido, no crea que ya sabe lo que va a pasar en mi historia, por que ya han visto que he hecho algunos cambios y aún no decido qué más puede cambiar...
De nuevo me disculpo si la lectura es cunfusa, pero es que ya no sé que hacer para que esta cosa me deje los signos y espacios donde yo los pongo...
A todos los que han dejado review en general, muchas gracias. Espero que sigan leyendo y dejéndome saber qué piensan.
