Un saludo por parte de Yuliak le indicó que Otogi ya había llegado, se dio la media vuelta preparado para recibir a su amigo, pero lo único que acogió de su parte fue una mirada llena de sorpresa y una expresión de poca credibilidad en su rostro.

Otogi: Por todos los dioses…Yuliak esta vez te has superado.

Otogi se adelantó unos pasos, tentado, por lo que Joey podía observar, a tocar su piel de la manera más desvergonzada, su rostro, aun anonadado seguía sin perder los aires de admiración, Joey comenzaba a sentirse incomodo en aquella situación, pues veía a Otogi, casi, hipnotizado.

Yuliak. Oh mi excelencia, me a traído a una excelente pieza para maquillar, sin ofender oficial, espero que el faraón se sienta complacido de mi trabajo.

Otogi murmuró un "seguro lo estará" casi inaudible, sin embargo no lo suficiente para que Joey no lo escuchase y adquiriera un sonrojo natural, aunque con una miara seria y aires severos puso fin a los halagos hacia su figura.

Otogi, se sobrecogió repentinamente y tomando con fuerza a Joey salieron del recinto no sin antes alabar nuevamente a Yuliak por su espléndido trabajo, recorrieron los pasillos con prisa, era obvio, por la manera en la que Otogi se veía relajado, que aquello era un oficio diario para él, y sin embargo no podía dejar de notar que su mirada no se aparaba de su rostro, cosa, que no quiso regañar por temor a sonar grosero, llegaron hasta una gran estancia en la que se alzaban dos columnas, Otogi pidió a Joey que esperaba antes de traspasar por el umbral de la puerta para que el diese el anuncio de su llegada, espero pues a que un sirviente dijese su nombre y avanzó a pasos un tanto nerviosos y emocionados.

Su imagen entró en la sala haciendo gala de las palabras de Otogi, un murmullo general recorrió los labios de todos, y no puedo más que notar el brillo de admiración que se desprendió de los ojos del faraón, no tuvo que rodar mucho su mirada para toparse con un ojiazul febrilmente perturbado el cual le miraba con ira mal contenida y en cuanto sintió el calor de sus ojos posarse en los suyos propios apartó la mirada con brusquedad.

Joey avanzó ahora iluminado con una recién obtenida seguridad y se sentó en el lugar que el mismo faraón le indicó, (curiosamente entre el faraón y un sujeto totalmente desconocido para él)

Atemu entonces se alzó, carraspeo unos instantes su garganta, le regaló una atractiva mirada a joey, y desprendiendo de sus labios una sonrisa y de su rostro una expresión soñadora, le tendió de manera poco ostentosa pero si halagadora una de sus delicadas manos a Joey.

Atemu: ¿Me darías el privilegio de presentarte a los demás invitados?

Joey se vio impactado ante la manera que implementó el faraón de formularle tamaña pregunta, no podía evitar sonrojarse, pero cuando su mirada se interpuso con la del rey de Egipto un palpitar muy fuerte acudió a sus entrañas, aquel brillo, aquella entrañable belleza en esos ojos exóticos, aquella sonrisa tan atractiva, y aquellas palabras tan humildes viniendo de un monarca tan poderoso lo dejaron sugestionado por momentos, de repente, se percató de la existencia de la tan renombrada belleza del faraón, su esencia era algo cautivador, sus movimientos eran tan suaves y provocadores, y su mirada era algo inexplicable, eran una extraña mezcla de picardía y lujuria, con un deje de poder que lo hacían irresistible, te poseía lentamente y te guardaba para si mismo a medida que el gesto se hacía interminable, por un impulso casi propio tomó la asistencia que el faraón le ofrecía entre sus manos, y lo sintió, que calor tan irresistible, era como estar rodeado de los vientos más helados, de los mares más impávidos recibiendo una fuerte energía magnética entre sus dedos, como pequeños puntos que calentaban todo su cuerpo, su palpitar comenzó a acelerarse, dejó de sentir su propio cuerpo y tan solo, se dejó lleva por la sensación de ser llevado a través de la sala del hombre más grande del imperio más imponente. El dueño de Egipto, y el rey de aquel instante de su vida.

Súbitamente el sonido de uno de los platos roto con fuerza lo sacó de su ensoñación, perdonó su retardo e ignorando el atroz sonido, asintió encantado a su invitación, regalándole una sonrisa llena de nerviosismo y agradecimiento.

Joey: El honor sería todo mío, amo eterno de Egipto.

Atemu hizo un ademán de haber obviado las ultimas palabras del rubio y fue de asiento en asiento presentando a cada uno de los, tesoreros, escribanos reales, oficiales de alto rango, Joey sin embargo parecía aun aturdido por la extraña experiencia que acababa de percibir hacia tan solo escasos instantes, aun la saboreaba, estaba gravada en su interior. Lo que sucedía, y que Joey desconocía, era que…alguien más estaba sintiendo algo extraño en su interior…

(POV de Seth)

…¿Qué había sucedido? Desde aquel instante en el que ese, estúpido soldado se había adentrado en la sala su vista no había podido posarse en ningún otro ser, especialmente, desde el momento en el que Atemu había hecho semejante indecorosa invitación al rubio…no pudo evitar una amplia molestia al ver como Joey, asentía gustoso a la invitación del faraón…de SU faraón…

Si…suyo… ¡Y de nadie más! Había hecho todo lo posible por ayudar a Atemu en su educación, para que fuese un gran gobernante, había soportado duros castigos en su nombre para no dañar su futuro monarca…su brillante sonrisa, su expresión tan similar a la suya propia…no podía evitar muchas veces, sentirse desagradado por el hecho de que ambos, fuesen dominantes de toda clase, pero aquel hombre, el gran Faraón Atemu de Egipto, era el más grande de Egipto…y él era el único, el UNICO hombre que podía igualársele sobre la tierra, era el único que podía vencerlo en sus talentos, estaban destinados a estar juntos…aun cuando no se sintiera locamente atraído, aquel acoso por parte de aquel rubio hacía su exótico monarca le traía problemas, el faraón de Egipto solo merecía a la mayor entidad religiosa, Y ESE ERA ÉL, no ningún soldado de cuarta categoría meritorio de alguna que otra medalla y conocido por los pueblerinos supersticiosos como "leyenda"

Todo aquello era una basura, y sin embargo…la ira iba creciendo en el minuto a minuto, tanto, que al momento de observar aquel rostro del soldado sumido en esa seductora mirada y deslumbrante sonrisa, conjunto con ese sonrojo natural no pudo más que permitir a sus manos temblar y que el plato que estas sostenían se hiciera añicos en el suelo…aquellos ojos mieles, delineados, resaltando su encanto ya de por si tan desgarrador, sus cabellos, lisos, libres, fuertes, potentes, sus músculos, su cuerpo, esa expresión, esa esencia natural que emanaba de su cuerpo, consumiéndolo por completo, esa actitud dulce y altanera…¿Por qué los dioses le habían traído de enemigo a un hombre tan…enloquecedor? ¡No! El no debía admitirlo, no podía demostrar su debilidad, él y el faraón de Egipto estarían juntos, cumpliría su promesa a Heribor…y más que nada, el se iba a deshacer del rubio… ¡PARA SIEMPRE!

(POV de Joey)

Los rostros de cada uno de los que conformaban el gabinete real, y los servidores más cercanos al faraón se mezclaban unos a unos, conjunto con sus particulares nombres, de repente, un puesto vació se abrió ante sus ojos.

Atemu:…Nada extraño… ¿Dónde está el pintor real? ¡Más le vale a ese artista llegar de inmediato!

: ¿Me llamaba señor?

Joey se dio la media vuelta, sorprendido, al ver la imagen de un hombre que acababa de entrar al recinto, muy desaliñado y un tanto sucio con rastros de pintura entre su ropa, de repente su mirada se ensanchó, esos cabellos blancuzcos…esa exótica belleza, esa expresión suprema y esa sonrisa tan burlesca…

Joey: ¡Por Ra, Bakura!

El albino, que había hecho caso omiso al entrar al recinto a las personas que lo ocupaban, a excepción del faraón. Le dirigió una mirada extrañada y dubitativa al rubio por unos instantes, y luego de cambiar su expresión de incredulidad a un fuerte estado de shock, se lanzó en brazos de su amigo, emocionado por aquel incontrolable reencuentro, ambos se estrecharon de manera fraternar, rieron unos instantes y luego se separaron observándose el uno al otro, recordando momentos felices de su infancia en los que su aspecto era totalmente disímil.

Atemu: ¡Entonces ya se conocen! Me alegra enormemente saber que es así, de esa manera el oficial Jounouchi no se sentirá tan poco familiarizado con el palacio real…¡Me alegra saberlo! Pues espero que su estadía aquí sea lo más cómoda posible.

Bakura miró impresionado a Joey, aun no se había percatado de el "disfraz" de soldado que este llevaba, y dando una amplia (y valdría decir inapropiada) carcajada se sostuvo en el hombro de su amigo respirando fallidamente.

Bakura: Espera un momento… ¿Tú? ¿El pequeño Joey? ¿Oficial? JAJAJAJAJAJAJAJAJA ¡Pero si eras el más débil luego de Yugi!

Joey tratando de mantener la compostura, le regaló una risilla fresca a su compañero y prometió contarle todo lo sucedido a su amigo en una reunión privada, pues ya se veía muy descortés el encontrarse aun de pie interrumpiendo la suntuosa gala del faraón, a lo que éste lo reprendió pero aceptó pues, aunque el no compartía el sentimiento, veía a sus invitados un tanto hambrientos y aburridos.

El almuerzo avanzó con prisa, Atemu mantenía largas conversaciones con Joey, había incluso, pedido permiso, luego de oír de los labios de bakura su sobrenombre, de llamarle pues por este, ya que quería sentirse mucho más cercano al rubio, cosa que tanto al ojiazul como al ya nombrado soldado le dieron un pequeño vuelco a sus sentidos.

Bakura sin embargo reía de buena gana, dando canciones, emitiendo ruidosas carcajadas, risas, a lo que el ojiazul lo observaba con un deje de desprecio y una mueca de asco en sus labios, Joey no podía evitar reírse ante esto, su amigo no había cambiado en lo absoluto en los últimos años, de hecho era la clara imagen de lo que se esperaba de bakura, bonachón, altanero, y un tanto vulgar, sin duda, la compañía perfecta mientras estuviesen de ahí.

Terminó la comida y a medida que los invitados comenzaban a retirase el ojiazul cuchicheaba junto a Atemu hasta que este, ahogó una pequeña carcajada, y buscó al rubio, el faraón espero a que la sala estuviese absolutamente vacía, mandó a salir a sus sirvientes, y acercándose casi de manera instigadora al rubio le regaló una cordial sonrisa.

Atemu: Discúlpame Joey…me has preguntado varias veces ya sobre la obtención del tu puesto como general y no hemos podido discutir este punto aun.

Joey sintió un fuerte nerviosismo, y un calor extraño sofocar su cuerpo, no sabía, por qué, si era producto de un malvado hechizo, o tan solo el encanto propio del faraón, lo que lo hacía sentirse de aquella manera junto a el (cosa que ya comenzaba a preocuparle)

Joey: Para nada es un inconveniente su tardanza mi señor yo…

Atemu colocó sus manos sobre los labios del rubio, expuso una mueca juguetona y disfrutó de la perplejidad del soldado.

Atemu: llámame Atemu por favor, no me trates como el resto de mis sirvientes, incluso, te ordeno que me tutees…¿De acuerdo?

Joey se sonrojo fuertemente ante la petición, tartamudeo un rato y al empezar a sentir el sudor acumularse en su frente, buscó la manera de recuperarse, era gracioso como cada gesto, cada roce, cada vez que se le acercaba, cada palabra dulce eran motivo para que su cuerpo sufriera una fuerte convulsión.

Joey: si…Atemu…lo que te decía es…que puedo esperar.

Atemu: ¿has sido bien atendido en el palacio?

Joey: desde luego…Otogi ha sido muy gentil conmigo y la recamara que se me ha asignado es digna de la fama que lleva el palacio real, no puedo mas que agradecerte y felicitarte…

Atemu rió por lo bajo a lo que Joey sintió una extraña felicidad en su cuerpo, que hermosa sonrisa llevaba su faraón, sonreía con libertad y represión a la vez, como si le relajase luego de estar oprimida durante largo tiempo.

Atemu: Bien Joey, no quiero rodeos, quiero darte el puesto de general…sin embargo…el palacio a sufrido varios percances, y me gustaría que te quedases un tiempo más…se de tus hazañas y las admiro, se que un servicio personal hacia mi persona no es de tu calibre, pero lo necesito, al menos durante unos meses.

Joey por un extraño impulso el cual no conocía de si mismo, se levantó con brusquedad de la mesa y accedió a la petición del faraón casi a gritos, cosa que confundió un tanto al monarca y por el otro lado le extrajo una de sus más bellas sonrisas (cosa que no pudo menos que hipnotizar a Joey).

Atemu: entonces está decidido, quédate en tu habitación, vendrás a todos mis compromisos y mis deberes con el pueblo, puedes retirarte Joey…

Joey, se levantó, aturdido, se inclinó para una profunda reverencia, y se fue, con su mente llena, de aquel hermoso hombre de ojos violeta.

No tardó en traspasar el umbral de la puerta, cuando todo el peso de un fuerte albino se le vino encima en una abrazo que no sabía muy bien si calificar de "asesino" o "fraternal"

Bakura: ¡Vaya! Con que hablando con el gran faraón ¿Qué te dijo?

Joey se levantó riendo, se llevó las manos a la cabeza en un gesto infantil, y con cara de no querer contarle mucho de lo sucedido a Bakura le regaló una sonrisa soñadora.

Joey: mejor demos un paseo…te lo contaré todo.

Bakura: Muy bien, pero no creo que puedas sorprenderme más que hasta ahora amigo mio, ya es bastante con ver que pasaste de un chiquillo llorón a "el gran guerrero de las lejanas tierras persas"

Joey rió de buena gana, avanzaron a travez de los pasillos, rieron, charlaron, se burlaron de si mismos, contaron sus suertes, Joey le habló, desde akhenatón, su relación con este, sus enseñanzas hasta el momento de su liberación como esclavo, Bakura, entre tanto, había adquirido buena suerte, su amo habia muerto pocos años más tarde, y ya que era mayor de 12 años para aquele ntonces