PRÓLOGO

Con muy pocas ganas, disimuladas bajo una leve sonrisa, subió a bordo del Hogwarts Express arrastrando su baúl.

El inicio de su séptimo curso, que empezaría mañana, sería parecido al sexto, en el cual tubo que tragar todos los mimos de las decenas de compañeros que decían ser sus amigos, nada que ver con los verdaderos… Todo junto, más la pérdida de su familiar más preciado, fue un peso de agonía que le fue siguiendo a lo largo de los meses.

Si alguien sabía cómo recuperar a Sirius Black de tras del Velo del Ministerio, nadie se dignó o arriesgó a hacérselo saber. Quizás al saber que había una oportunidad, por muy remota que fuera, su vida tendría algo que hacer, y se dedicaría plenamente en su afán.

Justo cuando podía tener una buena familia, venía alguien y se la arrancaba de las manos, sin forma de recuperarla.

Hacía exactamente 365 días el aristocrático rubio y sus dos semi-gorilas habían invadido el compartimiento donde, en soledad, miraba por la ventana sumiso en sus pensamientos.

.- Vaya, San Potter, ¿deseas también un cojín donde llorar?- le había saludado Malfoy, contra el marco de la puerta.

Harry se giró lentamente a mirarlo, devolviendo a la burlona mirada un destello de odio e indiferencia. Luego le había hecho caso omiso y le daba la espalda de nuevo.

.- Gracias Malfoy, la próxima vez colgaré un cartel con "SÓLO PERSONAS", porque es obvio que no eres humano. Eres un maniquí helado.

"Eres un copo de nieve. Frío. Blanco. Brillante y majestuoso. Pero tu impertinencia hará que te deshagas al tocar el suelo. Te desharás y ya no serás nada salvo un charco en mi camino."

Ninguna excusa más se necesitó para volver al día a día, con las burlas e insultos del hurón Malfoy. Pero Harry no deseaba contestar sus gritos ¿Para qué malgastar palabras con alguien que definitivamente era inhumano? Tan sólo devolvía los ataques físicos donde descargaba toda la rabia acumulada, tanto varita o puño. Pero Malfoy era tan ágil en palabras como en piernas, y siempre sabía que punto tocar en el subconsciente de Harry. Pero él también soltaba escasos comentaros sobre Malfoy padre, asunto que lograba subir los malos humos a Draco Malfoy.

Había sido un escándalo. Lucius Malfoy había intentado sobornar al Ministerio, pero ahora que Cornelius Frudge había dimitido, el Ministerio era más fuerte. En cualquier caso, Malfoy logró pagar la fianza, pero gran parte de sus posesiones ahora eran controladas por las autoridades.

Pero Draco Malfoy había cambiado, muy poco, quizás sólo Harry, quien le conocía base de infinitas luchas, había notado el cambio. Pero en ocasiones se notaba el cambio, cuando creía no ser observado tiraba piedras al lago… se estiraba en el césped del campo de Quidditch, y hacía sus trabajos en una esquina poco iluminada de la biblioteca.

Como era de esperar, el profesor Snape los juntó más de una vez como pareja de trabajos. Malfoy daba indicaciones de medidas, cantidades y tiempos en la preparación e las pociones, y dejaba a Harry la tarea de cortar ingredientes, limpiar o buscar información. Al terminar sonreía orgulloso de su trabajo, y volvía a su máscara de frialdad cuando Harry le observaba.

Muchos, aunque se puede decir todos, padecían aún secuelas del año anterior, sobretodo del frío febrero que llegó. Voldemort se movía, sus aliados se adentraban en las defensas y atacaban, el Ministerio era débil. Hogwarts se había convertido en un campo de entrenamiento, donde cualquier alumno podía dedicar esfuerzos extras en entrenarse en defensas.

El director Dumbledore, contrató a Remus Lúpin de nuevo, para que diera clases de duelo, suprimiendo casi por completo la materia de DCAO, pues todo, o casi todo, se aprendía a base de entrenamientos físicos o psicológicos.

El profesor Lúpin buscaba y trazaba planes para buscar posibles rupturas entre Lord Voldemort y Harry Potter, para ser posible derrotar a Voldemort sin perder a Harry. Al fin encontraron solución, gracias a las extensas y costosas investigaciones que llevó a cabo junto a Hermione, quien rehusaba aprender a matar y prefería ayudar con estudios, y la revelación del año, Blaise Zabini, alumno de Slytherin que jamás había destacado más allá de las mazmorras, tenía la mente más rica y culta que las cámaras acorazadas de Malfoys y Blacks juntos.

Al ocaso del 27 de febrero, Hogsmeade dio la alarma al aparecerse un ejército de Mortífagos con sus togas encapuchadas y máscaras blancas.

La Orden del Fénix estaba preparada por estos ataques masivos y sorpresa. Y se dice sorpresa porque Severus Snape estaba entre los dudosos del Lord y no había sido informado.

La Orden apareció en el primer minuto y empezó la batalla.

Pocos minutos después aparecieron algunos alumnos de sexto y séptimo año de Hogwarts a equilibrar la balanza. Sólo se permitía combatir a escasos expertos en lucha, los demás en la defensa. El resto esperaban impacientes en Hogwarts. Los alumnos podían ir también enmascarados con unas poco simples máscaras venecianas que destacaban entre la lucha, para preservar su anonimato y sus principios. El cuerpo de Aurores llegó también, autorizados con Avada Kedavra.

Muchos fueron desencapuchados como Mortífagos, pero no sólo Slyrherins, como se pensaba l mayoría, sino también algunos Ravenclaw y Hufflepuff, como Erie McMillan quien, cegado por la ira, jamás perdonó a Harry por la pérdida de Cedric Diggory, culpándolo a él por su muerte.

Pero también se supo que, tras una paz intermedia entre Potter y Malfoy, éste era fiel a Hogwarts y no sintió pudor alguno al enfrentarse a su padre y a Voldemort. Tras la lucha codo a codo de Harry Potter y Draco Malfoy, éste volvió tras su máscara de indiferencia y no se dio por aludido.

Hubo pérdidas mayores en Hogwarts. Dean Thomas fue alcanzado por un Averno que lo consumió en llamas. Angelina Jonhson fue víctima de pérdida de memoria al despertarse en San Mungo luego de dos semanas de hospitalización.

Pero la herida que más marcó fue que la muerte tomó casi como víctima al Profesor Snape.