Hola de nuevo!!!
Esto es un Sirius/Remus ambientado en la época de los Merodeadores a petición de Dalloway por ser la ganadora del mini-concurso "El Review 700" de Vacaciones de Navidad. Esta historia no tiene nada que ver con aquella, es totalmente independiente y lo más seguro es que sólo dure 2 capítulos (aunque una cosa es lo que quiero y otra lo que salga ^.^) He intentando hacerla "poco tristona" pero no sé si lo he conseguido. He hecho mi mejor esfuerzo.
Para ti, Dalloway, espero que te guste, y gracias por darme tu apoyo.
SÉ QUE PROMETÍ QUE TE AYUDARIA, PERO...
Cap 1. La promesa
El día era cálido y soleado, cosa poco frecuente en el mes de Febrero, pero Sirius Black no se iba a quejar por ello. El buen tiempo permitía sus escapaditas románticas con el ligue de turno a los invernaderos de detrás del colegio, a los que solo se podía acceder atravesando los huertos, embarrados cuando el clima era menos benevolente.
A Sirius le gustaba ese lugar, íntimo y seguro siempre que uno no se acercase mucho a las plantas agresivas. A las chicas les encantaba y Filch nunca se paseaba por allí. Tampoco acudían muchas otras parejitas, y si así era tenían seis invernaderos para elegir. De todas maneras la gente seguía prefiriendo la torre de Astronomía, todo un clásico, incomprensible para él por sus corrientes de aire y lo concurrida que estaba siempre.
Miró a su alrededor antes de empujar la puerta del invernadero número 5, comprobando que no había nadie a la vista. Entró cautelosamente por si había alguien allí. James no le había querido prestar el mapa del merodeador, alegando que lo necesitaba con urgencia y había desaparecido bajo su capa de invisibilidad antes de que Sirius pudiera replicar nada. Claro que hubiera podido ir tras él fácilmente, pese a ser invisible, solo hubiera tenido que seguir el rastro de olor que dejaba escaleras abajo. Sin duda había quedado con Lily, nada le hacía gastar tan gran cantidad de colonia como la presencia de la pelirroja.
Echó una ojeada crítica al lugar y sacó su varita, listo para acondicionarlo. Apartó algunas plantas mediante magia, las mesas de trabajo y los semilleros fueron trasladados hasta las paredes, dejando en el centro del invernadero un espacio lo suficientemente ancho para una cama de buen tamaño, Sirius Black no pensaba estar incómodo por nadie.
Hizo aparecer algunas velas flotantes, esparciéndolas aquí y allá por la habitación, listas para encenderse solas cuando oscureciera. Antes de marcharse, por supuesto, debería volver a poner todo en su sitio de nuevo, pero la molestia valía la pena solo por ver el aspecto idílico del lugar.
Sonrió satisfecho a su reflejo en el cristal de la ventana mientras se acomodaba bien su túnica. Su última conquista, una Ravenclaw de quinto año, había sido la mejor elección, sin duda, y ella apreciaría sus esfuerzos decorativos. A fin de cuentas, todas lo hacían. Le había regalado un bonito y útil Osito Parlante Que Puede Almacenar Hasta 20 Frases Distintas que tenía todas las trazas de convertirse en el quinto Merodeador. Se le hacía la boca agua pensando en las posibilidades que ofrecía semejante bichejo de trapo. Y ese no era el único regalo útil que había recibido, aunque abundan más las cajas de chocolate en forma de corazón que terminarían siendo para Remus.
Había que reconocer que Sirius era muy popular en la escuela. Tal vez fuera por su cabello negro y brillante, que lucía largo y suelto solo por el placer de ver cómo su madre le reprendía y cómo su jefa de casa apretaba los labios en una muda crítica a su aspecto. Puede que contribuyera también su sonrisa fácil y sincera, que encandilaba enseguida con ayuda de una labia natural. O también podía tener que ver con su mirada intensa, casi desafiante, que tocaba casi siempre sus ojos medianoche.
Su familia era muy conocida y respetada en el mundo mágico, tanto por su fortuna como por sus relaciones políticas y sociales. Sus actos benéficos congregaban multitudes y Sirius, en esas reuniones, ya era uno de los focos de atención. Pese a sus dieciséis años ya se le consideraba un buen partido tanto por la influencia de su familia como por su atractivo porte. Muchas chicas deseaban tener la oportunidad de estar con él. Y prueba de ello era el montón de tarjetas de San Valentín recibidas ese día. De entre ellas había escojido cuidadosamente a la elegida para la noche.
Sirius la vio venir a través del cristal. Parecía nerviosa y se había arreglado con esmero. Con demasiado esmero. Sirius odiaba a las chicas maquilladas, no sabía por qué, pero no le gustaba ver esa máscara de cosméticos cubriéndoles la piel.
La Ravenclaw, notó también, se había entusiasmado con su ropa. Tampoco le gustó eso. Para él no había nada más sexi que el uniforme del colegio, y por eso mismo había escogido para sí esa ropa, con la camisa abierta como al descuido y mal metida en los pantalones, en un cuidadoso look desarreglado aprendido directamente de Remus, pues esa era su apariencia natural al final del día. Y si a él le quedaba bien...
Pensar en Remus le hizo sentirse molestamente culpable. Él había recibido montones de tarjetas, chocolates, regalos y flores para San Valentín mientras que su amigo se conformó con nada. Aunque a Sirius no se le escapó el segundo de decepción que mostraron sus ojos cuando notó que ninguna lechuza se acercaba a él con un presente. Sobre todo porque Remus se dio cuenta de que lo miraba y sus ojos se cruzaron un segundo, antes de que el licántropo volviese a su comida aparentando indiferencia a lo que sucedía a su alrededor.
Pero a él no le engañaba. Remus había estado esperando un regalo y se decepcionó mucho al no recibirlo. Se preguntó molesto de quién había esperado que le enviase algo. Sin embargo todo esto se le borró de la mente en el instante en que la chica abrió la puerta del invernadero.
- Hola, preciosa – saludó con una sonrisa insinuante, acercándose a ella para robarle un beso. Había olvidado por completo su nombre, pero seguro que a ella no le importaba mientras le devolvía el gesto. Se percató de que olía a vainilla y frunció la nariz mientras profundizaba el contacto, molesto por el olor. Era muy dulzón y cargante, y eso siempre le daba dolor de cabeza. Seguramente se había puesto más de lo recomendable, pensó, a juzgar por la molesta sensación en el interior de su nariz cuando se separaron.
- Hueles a yerbabuena – murmuró la chica sonrojándose tontamente. Sirius le dedicó una amplia sonrisa.
- ¿Te gusta? – preguntó, satisfecho de que lo hubiera notado.
- Sí, está muy bien – se mordió el labio mirándole con una timidez demasiado pronunciada para ser real, al menos no cuando había aceptado una cita a última hora de la tarde en un lugar alejado con un reconocido conquistador.
Pero Sirius, emocionado con el discreto halago, encontró encantador el gesto. Así que fue acercándose de nuevo a ella para tomarla de la cintura y sellar sus labios con un beso un poco más apasionado que el anterior, que se alargó hasta que sus capas cayeron al suelo.
Sirius subió silbando las escaleras que conducían a su cuarto de Gryffindor. Al llegar a la puerta se detuvo un momento, escuchando, y al resolver que sus amigos estarían durmiendo abrió con sigilo y entró de puntillas para no molestarlos. Se quedó sorprendido cuando vio que tres de las cuatro camas tenían las cortinas descorridas, sin rastro de sus ocupantes, y la cuarta las tenía cerradas, pero con la luz de la mesilla encendida.
Se preguntó extrañado dónde estarían sus amigos. La primera cama vacía era la suya, por supuesto, y se dirigió a ella para tomar su pijama y dirigirse al cuarto de baño a cambiarse. La segunda cama era la de James Potter, uno de sus mejores amigos, que sin duda estaría con Lily Evans, su actual novia, celebrando San Valentín en alguna parte del castillo. La tercera cama era la de Peter Pettigrew, y se conmocionó al pensar que tal vez tuviese alguna cita con alguien esa noche aunque lo más seguro era que estuviera en alguna de sus asesorías de astronomía (materia en la que no era precisamente un portento). La cuarta cama era la de Remus Lupin, y Sirius se sorprendió y alivió inexplicablemente al ver que él no había tenido ningún encuentro romántico al que acudir.
Se dio una ducha rápida, se secó con un hechizo rápido y se puso el pijama. Después dejó su ropa tirada de cualquier manera sobre su baúl y se volvió hacia la cama de Remus.
- Moony, ¿estás despierto? – preguntó en un susurro.
- No, Black, duermo con la luz encendida porque temo la oscuridad – respondió su amigo con un tono un tanto extraño. Sirius frunció el ceño y apartó las cortinas de la cama para descubrir al pálido chico sentado con la espalda contra el cabezal de la cama, con un libro abierto en las manos. Remus le miró inquisitivamente con sus ojos color ámbar.
- ¿Querías algo? – preguntó en un tono amable aunque un poco cortante.
- Hablar. ¿Te ocurre algo? – Sirius empezaba a preocuparse por la actitud de su amigo. Tal vez le hubiera afectado demasiado la falta de obsequios con corazones por todas partes. Remus se encogió de hombros y se volvió de nuevo hacia su libro.
- Estoy cansado – murmuró.
- ¿Y por qué no duermes?
Bueno, para Sirius era lógico que cuando uno tenía hambre, comía; cuando tenía sed, bebía; y cuando estaba cansado se echaba un sueñecito.
- No tengo sueño – fue la respuesta del licántropo. Sirius alzó una ceja.
- Pero has dicho...
- No estoy cansado físicamente – le atajó Remus, molesto, fingiendo aún leer su libro.
- ¿Y entonces? – preguntó Sirius sentándose a la orilla de la cama, pasando por alto la sensación de que su amigo no quería que estuviese allí.
Remus cerró su libro ruidosamente, dejándolo a un lado y clavando sus ojos de nuevo en los azules del animago.
- Estoy cansado de estar solo – informó, y levantó una mano antes de que Sirius tuviese tiempo de abrir la boca para decir lo que ya sabía, que James, Peter y él siempre estarían a su lado - ¿Te das cuenta de que nunca he salido con nadie? – preguntó con fastidio.
Claro que se había dado cuenta, y por ello se alegraba secretamente, aunque esa alegría desconcertaba mucho a Sirius, ¿acaso le gustaba que su amigo no llamase tanto la atención entre las chicas como él? ¿Qué clase de amigo era?
- Ya estoy cansado de esta situación. James tiene a Lily, tú a la conquista del momento, ¡cielos, si hasta Peter ha tenido citas! – exclamó el licántropo exasperado.
Sirius levantó un dedo en señal de puntualización.
- Te recuerdo que Peter solo ha tenido una cita en su vida, que era a ciegas, que era con Snape y que se la preparamos nosotros.
Remus no necesitaba que se lo recordasen. Peter se había puesto echo una furia, les había lanzado todos los hechizos que conocía (incluido el de hemorroides, que sufrieron los tres) y les había retirado la palabra por un mes. Mejor no hablar de la reacción de Snape.
- Snape – murmuró Remus repentinamente. Sirius le miró extrañado.
- ¿Qué pasa con él?
- Que no está nada mal – dijo el licántropo con naturalidad.
Sirius casi se calló de la cama.
- ¿¿¿QUÉEE??? ¡Repite eso, creo que por un momento mis oídos han dejado de funcionar correctamente! ¡¡¡No puedes haber dicho que te gusta SNAPE!!!
Remus se cruzó de brazos y miró con calma el despliegue de histeria de su amigo.
- Sí, creo que eso dije.
- ¡Es imposible! – negó Sirius, aún conmocionado, mirando a su amigo con horror.
- ¿Por qué? Me parece que tiene su atractivo – comentó Lupin pensativamente.
- ¿¿¿ATRACTIVO??? ¡Es un hombre!
- Sí, eso ya lo noté – dijo Remus con una sonrisita. Sirius lo miró estupefacto.
- ¿Te gustan los hombres? – musitó.
- Bueno, me gusta Snape – contestó el chico con sencillez.
Sirius sintió que le quemaba la sangre.
- Es un Slytherin – le recordó.
Remus se encogió de hombros, como si tal cosa.
- Es un grasiento – Sirius rechinó los dientes de rabia, pero Remus permaneció impasible - Es un cretino despreciable – recalcó, sin que eso impresionase a su amigo – Y además, ¡es gay! – anunció con triunfo. Remus sonrió benévolamente.
- Creo que eso me vendrá bien, ¿verdad?
Sirius se dejó caer pesadamente en el colchón mirando al licántropo estupefacto.
- Piensas ligártelo – comprendió, el conocimiento le sentó como una patada en la "hombría".
- Pues mira, no estaría mal – asintió Remus, sonrojándose ligeramente – Aunque no sé por dónde podría empezar, la verdad. – levantó la mirada hasta Sirius, que se había puesto demasiado pálido para su salud – ¡Ey, podrías ayudarme!
- ¡¿Ayudarte?! – casi gritó el moreno - ¿A qué?
- A ligarme a Snape.
- Espera, espera, esto es demasiado surrealista – saltó Sirius, pasándose una mano por la cara - Lo último real es que estaba en el invernadero esperando a esa Ravenclaw, ¡seguro que me puse demasiado cerca de la marihuana y ahora estoy en pleno viaje!
- Sprout no cultiva marihuana, Sirius. Al menos no desde que Flitwick se la fumó toda – le recordó Remus - Y has estado con esa Ravenclaw, porque huelo a vainilla incluso desde aquí. A menos que hayas cambiado de colonia, claro – replicó Remus frunciendo la nariz, molesto.
- Bueno, he cambiado de colonia, te he robado la tuya – anunció Sirius con una sonrisa descarada. Después se olfateó las ropas – Pero creo que estás confundido, Moony, me he duchado y no huelo ni gota a vainilla.
Remus lo miró socarronamente.
- Por favor, que estás hablando con un licántropo – dijo con un poco de amargura – Sabes perfectamente que mi olfato es infalible. Y apestas a vainilla.
Como su amigo parecía un poco cabreado, Sirius lo miró aprensivamente.
- ¿Qué te ocurre hoy, Rem? – preguntó con delicadeza -. Eso de Snape no puedes decirlo en serio. Quiero decir, ¿Snape?
Para Sirius era inconcebible que nadie pudiera estar interesado en ese bicho raro que vivía en las mazmorras, y que Remus dijera estarlo era más inconcebible aún. No, su amigo estaba de broma, seguro, ¡seguro! ¡Imposible que hablase en serio! ¿Remus con Snape? Ni hablar. Vamos, si hasta se le retorcían las tripas de pensarlo.
Remus suspiró ruidosamente, mirando sus sábanas como si pensase qué podría contestar exactamente.
- No tiene por qué ser Snape – aceptó -. Pero tengo ganas de estar con alguien. Ya sabes, tener una aventurilla de cama, y eso. Nunca he tenido ninguna.
- No te pierdes nada – se apresuró a contestar Sirius. Se preguntó desconcertado por qué le mentía a su amigo.
- Claro, claro, y por eso tienes una cita casi cada noche – dijo Remus frunciendo el ceño – Y ahora no me vengas con el cuento de que espere a alguien especial – cortó a su amigo, que había abierto la boca para hablar – Que yo sepa tú no esperaste, y yo ya estoy harto de hacerlo.
- ¿Y sabes a quién esperabas? – soltó Sirius antes de poder contenerse. Remus le lanzó una mirada sorprendida.
- ¿Por qué lo dices? – preguntó titubeante. La mirada de Sirius se hizo más suave.
- Porque creo que te gusta alguien, Moony – dijo despacio, soltando lo que había estado rumiando casi sin darse cuenta todo el día -. Y también creo que esperabas que te regalase algo hoy.
Le miró con tristeza, esperando su contestación.
- Tienes razón – dijo su amigo volviendo a suspirar -. Era absurdo, tenía la esperanza de que me regalase algo... pero no ha sido así. Y ya me he hartado de esperar a que se fije en mí.
Sirius sintió rabia por esa estúpida persona que no se había dado cuenta de los sentimientos de Moony. ¿Quién podía ser tan imbécil para ignorar a alguien como él?
- ¿Chico o chica? – preguntó, muerto de curiosidad, sabiendo que Remus nunca le diría su nombre, era demasiado reservado para revelar ese tipo de información.
Remus sonrió con burla.
- No soy prejuicioso – contestó medio divertido haciendo que Sirius se tomase su respuesta a broma, como todas sus demás insinuaciones de que era gay. Aunque eso no lo alegró demasiado, vete tú a saber por qué. La sonrisa de Remus se desdibujó al continuar hablando – Pero lo de antes lo decía en serio. ¿Podrías enseñarme un poco de "el arte de la seducción"? Al menos me gustaría tener la oportunidad de olvidar.
Moony parecía de repente tan triste que Sirius se conmovió. Y después pensó cómo iba a enseñarle artes de seducción si todas las había aprendido de imitarle. Remus tenía esa apariencia trágicamente hermosa por la que muchas chicas se mataban de hambre aunque él no lo hiciera intencionadamente, sino que era más bien producto de sus transformaciones mensuales. Esa engañosa fragilidad, junto con el adorable descuido hacia su persona eran su mejor arma, aunque él no se diese cuenta. La mirada de melancolía en sus ojos ámbar, que sólo desaparecía cuando reía, esa media sonrisa amable que parecía acompañarle eternamente, el cabello color miel que se obstinaba en caerle sobre el rostro en mechones...
Sirius había copiado algunos de sus gestos naturales, fascinado por ellos, y el último paso había sido adoptar su aroma a yerbabuena, que encontraba extasiante. El único problema de Remus para no conquistar a medio Hogwarts con un alzado de cejas era su timidez. Le costaba mucho coger confianza con la gente, debido al miedo a que se descubriese su condición de licántropo, y siempre procuraba mantenerse en un discreto segundo plano, sin entablar amistad más que con unos cuantos afortunados escogidos.
- No sé que pueda enseñarte, Moony – reconoció con sinceridad –. Lo único que te puedo aconsejar es que seas más abierto con la gente. Sin mañana vamos a nadar ven con nosotros – le propuso.
El día anterior había sido también un día cálido y alguno de los estudiantes de Hogwarts dejaron sus deberes para otro día y confluyeron en el lago para darse un chapuzón. Remus no estaba entre ellos. Se excusó con sus amigos y fue a estudiar a la biblioteca.
Moony frunció el ceño ante el plan.
- No, no quiero – dijo con decisión -. No puedo quedarme en bañador delante de todo Hogwarts para que todos puedan ver mis cicatrices.
Era algo que le avergonzaba mucho, pues tenía varias que cruzaban su piel. Ni siquiera accedía a cambiarse delante de Sirius y los demás porque no quería que nadie las viera.
Sirius se quedó parado por esa respuesta. No se la esperaba. Él sólo había visto desnudo a su amigo en luna llena, y nunca había demasiado luz en la casa de los gritos, donde solían refugiarse para sus transformaciones, como para poder apreciar cicatriz alguna.
- No será para tanto Moo... – las palabras murieron en su boca cuando Remus, en un gesto rápido, se levantó ligeramente la camisa del pijama y Sirius pudo ver unas cuantas líneas pálidas cruzando su abdomen. Fue solo un segundo, pero la imagen se clavó en el animago profundamente.
- No es para tanto, ¿eh? – dijo Remus amargamente viendo la reacción de su amigo, que se había quedado boquiabierto.
- Pero... a las chicas les parecen sexis las cicatrices – improvisó, recibiendo una mirada escéptica de su amigo.
- Bueno, tampoco es que me sirva de mucho, yo no encuentro muy sexis a las chicas – contestó Lupin con una mueca, mirando fijamente las sábanas de su cama y alisándolas estúpidamente sobre su regazo.
Sirius se quedó parado de nuevo. Así que el comentario de Snape... ¿no era tan en broma como él pretendía tomárselo? ¿Ni todo lo demás tampoco?
- Rem, me estás confundiendo mucho, ¿en serio eres gay? – preguntó – No lo dices en broma, ¿verdad? Te gustan los chicos.
- No, no lo digo en broma. Me he dado cuenta de que las chicas me traen completamente sin cuidado – contestó el licántropo con cierto enrojecimiento en sus mejillas. Levantó la mirada temeroso de las sábanas para fijarla en Sirius, un poco angustiado - ¿Eso te molesta? ¿Te repugna, o algo?
Sirius ladeó la cabeza, como si eso lo ayudase a considerar la situación.
- No, no me molesta. Es tu vida, puedes hacer lo que quieras con ella – dijo seriamente. Aunque por dentro estaba dando saltitos entusiasmados. ¿Pero qué era todo aquello?
- Entonces, ¿me ayudarás? – preguntó Remus esperanzado - ¿Me enseñarás cómo hacerme interesante, atractivo, irresistible y todo eso?
Sirius detuvo su lengua a tiempo de contestar que él ya era lo suficientemente interesante, atractivo e irresistible por sí mismo, pero esas no parecían las palabras que un amigo le diría a otro, ¿verdad? Ni siquiera para animarle. Parecían palabras un poco... gays... Y él no era gay, no señor. Que se fijase en cómo se vestía, peinaba, caminaba y actuaba Remus no quería decir que le gustase ni nada de eso, solo que reconocía que tenía estilo, ¿verdad?
¿Verdad?
¡¿VERDAD?!
Sirius estaba a punto de sufrir un colapso, y la gota que colmó su vaso rebosante fue la frase que apareció en su mente cuando le echó un fugar vistazo a su amigo. Se iluminó en su cabeza como si se hubiera pronunciado un hechizo resaltante sobre ella.
"Pero qué guapo está con ese pijama gris"
¡¡¡AGGGGG!!!
No pudo reponerse lo suficientemente rápido para evitar caerse del colchón con un sonoro ¡PLAM! Remus se asomó por el borde de la cama mirándole estupefacto.
- Padfoot, ¿qué...?
Sirius no le dejó terminar poniéndose en pie de un salto con una gran, gran, GRAN (es que era muy grande) sonrisa fingida.
- Nada, nada, cosas mías, no te preocupes.
- Si sigues sonriendo así se te van a romper los labios – observó Remus.
"No me hables de labios...", pensó Sirius, para luego taparse la boca con las manos como si hubiera hablado en voz alta.
- Sirius, te estás comportando de una manera espeluznante, lo mejor será que te vayas a la cama a dormir un ratito – aconsejó Lupin mirándole desconfiadamente.
"Lo que quiero hacer en la cama no es dormir, lobito", pensó Sirius, aterrorizándose al instante de sus propios pensamientos. Le dio las buenas noches apresuradamente a Moony se le lanzó a su cama casi de cabeza. Tumbado boca abajo se preguntó si sería posible ahogarse con la almohada para dejar de pensar incoherencias.
¿Pero eran incoherencias?
"A ver, pensémoslo detenidamente", se dijo el animago. Por su mente empezó a desfilar una serie de imágenes de las chicas con las que había estado saliendo, imágenes de él en la cama con ellas, besándolas, acariciándolas, haciéndolas gemir... Se felicitó con orgullo por el historial de conquistas que arrastraba, sintiéndose muy satisfecho consigo mismo.
"Vale, ahora pensemos en chicos" se dijo. Al instante su memoria conjuró una serie de escenas que le hicieron gemir; Remus riéndose, Remus pegándole con una almohada todo despeinado y con aquel pijama que le sentaba tan bien, Remus poniendo los ojos en blanco exasperado, Remus con la camisa medio abierta en un día caluroso, pegándose a su cuerpo a causa del sudor y transparentándose lo suficiente para que se le notasen los pezones, Remus subiendo unas escaleras delante de él, contoneando las caderas provocativamente, enfundadas en esos pantalones del uniforme que encontraba tan sexis, Remus relamiéndose los labios manchados de chocolate, pausadamente, disfrutando del sabor...
Sirius gimió contra la almohada y se desconcertó al notar a "Sirius Jr" apretado contra el colchón, haciéndole notar su desconcertante presencia.
"¡Joder, esto es increíble!", pensó medio desesperado.
Saltó de la cama automáticamente cuando sus cortinajes fueron descorridos de repente.
- ¡Remus! – casi gritó.
El hombre lobo lo miró un momento con una ceja alzada, tal vez preguntándose porqué Sirius casi se había caído de la cama de nuevo. Sus ojos no pudieron dejar de notar una parte del cuerpo del animago recientemente desarrollada. Su otra ceja fue a reunirse con la primera.
- Oh, ¿recordando tu última conquista? – preguntó con voz inexpresiva desviando la mirada. Sirius sonrió gatunamente.
- Más bien pensando en la próxima – casi ronroneó. Se detuvo azorado, mirando los ojos como platos de Lupin. "Oh, por favor, ¡he coqueteando con él! ¡Estoy gravemente enfermo!"
Remus tosió fingidamente poniéndose una mano sobre la boca, seguramente para ocultar su incomodidad que se reflejaba perfectamente en el sonrojo de sus mejillas.
- Bueno, no quería interrumpirte, pero es que no me has contestado – justificó su presencia.
- ¿Eh? – preguntó Sirius estúpidamente, fijándose inoportunamente en el cuello pálido y delicado que surgía de la camisa del pijama de su amigo.
- ¿Me enseñarás a ligar? No quiero ser pesado, pero me sería de mucha ayuda – dijo Remus.
Sirius le miró detenidamente. ¿Clases para ligar? ¿Para ligar con otro? ¡NUNCA!
- Entonces, ¿qué me dices? – preguntó Lupin con dulzura. Y Sirius miró sus ojos ambarinos, animados y brillantes, y esa medio sonrisita que adornaba sus labios, como si conociese un secretito que no pensaba compartir y se encontró cediendo.
- Está bien – medio gruñó.
- ¿En serio? ¿Me lo prometes? – preguntó Remus contento.
- Sí, te lo prometo – dijo a regañadientes. Y repentinamente el exquisito olor a yerbabuena le inundó y los brazos de Remus rodearon su cuello.
- ¡Gracias, Padfoot! – le dijo el licántropo en medio del abrazo. Con ciertas reservas pues estaban demasiado cerca para su cordura mental, Sirius respondió al abrazo rodeando la cintura del chico con sus brazos, sintiendo su cálida respiración en el cuello y rogando por poder contenerse de no violarlo allí mismo.
"Muy bien, Sirius, ¿necesitas alguna prueba más para convencerte de que estás colgado de tu amigo?", se preguntó el animago, reteniendo a duras penas un sonoro gemido.
-----------------------
Y esto es todo por hoy, intentaré poner el otro capítulo lo antes posible (lo que no quiere decir mucho, jejeje).
Dalloway, si no te gusta o quieres cambiar algo dímelo, por algo es tu historia.
Besitos mil y gracias por leerla!!!
