Resumen: Albus decide que las clases del ED continúen, pero con una pequeña modificación: Severus Snape será el profesor.

Autor: katya (Mi nombre real es Sonia)

E-mail: , katya987yahoo.es

Clasificación: R (realmente aún no estoy segura, todo dependerá de como se desarrolle la historia).

Pareja: Harry Potter/ Severus Snape

Disclaimer: Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de J. K. Rowling. Yo no gano ningún dinero con esto, sólo sus reviews ¡¡¡qué espero que sean muchos!!!

Avisos: Esta historia contiene slash, es decir, relación hombre/hombre.

Nota: Esta historia contiene spoilers del quinto libro "Harry Potter y la orden del Fénix".


¡Anita! : este capítulo va dedicado para ti (sin ti nunca hubiera podido subirlo, menos mal que aún tenías guardada la copia que te envíe antes de que mi ordenador se estropeara). Me hizo mucha ilusión que me añadieras a tu messenger.


Miss-Andreina-Snape: ¡¡gracias x los comentarios del segundo capi y del tercero!! (el del segundo me llegó después de publicar y x eso no te pude constestar). Me alegra mucho que te vaya gustando el fic. A mi al principio tampoco me gustaba el slash (no sabía ni lo que era), pero empecé a leer fics y al final me enganché. Tienes razón, Harry se está dando cuenta de que Severus no es como todos creen y de lo que intenta conseguir con esa actitud de profesor malvado. Espero que este capi también te guste. Besitos.

-----------: mi lector/a misterioso. Me alegra que te guste como escribo y el fic. En realidad nunca estoy muy segura de que le parecerá a la gente cuando lo subo, por eso agradezco mucho los comentarios. Tranquilo/a que prometo continuarlo ¡¡¡y acabarlo!!! aunque tarde un poquitín en actualizar (subiré los capis lo antes posible). Espero que este capi no te decepcione. Besitos.

lina black ) : ¡Hola! Me alegra mucho que te vaya gustando el fic por ahora. Prometo continuarlo aunque tarde un poquitín en actualizar. Tienes razón en lo de que Sirius aún no ha aparecido en la historia. Tengo una escena escrita donde sale Harry echándolo de menos mientras contempla la estrella de Sirus (y aparece Snape x ahí para consolarle) desde el principio del fic, pero aún no he conseguido ponerla por ahí. Intentaré hacerlo aparecer. ¿Quieres que te añada a mi messenger? Lo digo por lo de la dirección de correo electrónico, es que prefería preguntarte primero. Besitos.

OlgaxTomFelton1: ¡Hola! Me alegra mucho que te vaya gustando el fic hasta ahora. Intentaré continuarlo lo antes posible. ¡¡¡Yo también tengo curiosidad por saber que pasará!!! (improviso cada semana, ya que no tengo nada escrito). No me importaría que me añadieses a tu messenger, al contrario, me haría mucha ilusión. Besitos.


CAPÍTULO 4: ACERCAMIENTO

Severus Snape, el temible profesor de pociones, se encontraba en el interior de sus habitaciones. Éstas estaban ubicadas en algún recóndito lugar del interior de las mazmorras del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería que ningún alumno hasta ahora había logrado descubrir.

El maestro estaba de pie, vestido con sus habituales túnicas negras, en medio de una enorme sala circular. Era una estancia poco iluminada a la que, durante los largos días de verano, apenas lograban acariciar los rayos del sol. Las paredes estaban totalmente cubiertas por inmensas estanterías repletas de centenares de libros, de todos los colores y tamaños, tanto muggles como mágicos. Algunos de ellos eran bastante antiguos aunque se conservaban en bastante buen estado. Eran de un incalculable valor económico. Muchos de ellos hacían referencia a pociones, aunque la gran mayoría trataban sobre defensa contra las artes oscuras, la gran pasión de Snape.

El suelo de la habitación estaba totalmente enmoquetado. El centro lo ocupaban varios sillones de color verde oscuro, el color de slytherin, y algunas mesas, las cuales estaban repletas decenas de libros abiertos amontonados unos sobre otros. Muchos otros estaban esparramados por los suelos.

El maestro de pociones andaba de un lado a otro de la habitación, consultando todos los libros posibles y tomando anotaciones en un pergamino de todos aquellos hechizos que consideraba que serían de gran utilidad durante la guerra que inevitablemente se avecinaba. Sobretodo ponía especial interés en hallar aquellos que fuesen desconocidos para la gran mayoría de personas del mundo mágico.

Había estado tan concentrado en su búsqueda que la tarde se le había pasado volando, casi sin percatarse. Sólo quedaban 15 minutos para su próxima clase. Recogió apresuradamente todo el material, guardó el pergamino que había escrito en sus trajes y abandonó la habitación rumbo a la Sala de los Menesteres.

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En el despacho del director del castillo, dos personas ultimaban los preparativos para su habitual sesión de cotilleo semanal. Ésta se había convertido en todo un ritual a lo largo de las últimas semanas: cerrar e insonorizar concienzudamente la habitación, llenar la mesa de cantidades industriales de comida, esconder las orejas extensibles lo mejor posible y acomodarse en los habituales sillones morados dispuestos a escuchar, durante un día más, todo lo que ocurriese.

Esa hora era el momento que tanto Albus Dumbledore como Minerva McGonagall más disfrutaban a lo largo de toda la semana. Y es que ambos esperaban ansiosamente durante 7 días solo para vivir esos momentos. Después de todo se trataba de su última gran obra maestra la que estaba en juego y no pensaban dejar ni el más mínimo detalle al azar, al menos al principio. Luego, cuando las cosas avanzasen, ellos serían los primeros en mostrarse encantados de tener que apartarse para poder dejar algo de intimidad a la pareja y, de esa forma, dejar que la relación pudiese avanzar en todos sus ámbitos.

Tras el primer mes de clases ambos estaban realmente felices con los resultados obtenidos. Era cierto que aún no se había dado ningún paso en la tan ansiada relación, pero tanto Snape como Potter parecían estar venciendo todas sus hostilidades. Ese era el paso más difícil y, posiblemente, más largo de conseguir.

Harry debería dejar atrás todo el odio que durante los siete años que había vivido en el castillo había ido acumulando hacia el injusto y cruel maestro de pociones; aquel hombre que le había intentado humillar y hacer la vida imposible desde el primer día que llegó a esa escuela.

Severus, a su vez, debería olvidar la figura de James Potter y al resto de merodeadores, y todo lo que éstos le habían hecho sufrir durante sus años de colegio. Debería aprender a diferenciar a Harry de su padre y darse cuenta de que, aunque ambos compartiesen apellido y aspecto físico, se trataba de personas completamente diferentes. Además, también tendría que olvidar todos los prejuicios acumulados acerca del famoso y mimado salvador del mundo mágico para así, poder conocer a la persona que se encontraba bajo ese título.

Para gran regocijo de los entrometidos adultos, parecía que la gran pasión que maestro y alumno sentían hacia la defensa contra las artes oscuras estaba logrando su objetivo.

Con todos estos pensamientos optimistas, el risueño director y la cotilla maestra de Transformaciones se dispusieron a escuchar, una tarde más, a través de la enorme chimenea de la habitación.

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¡¡¡Toc, Toc, Toc!!!

Unos tímidos toques golpearon la puerta que daba acceso a la Sala de los Menesteres.

- Buenos tardes a todos. Adelante, pasen – dijo el maestro a los alumnos que se agolpaban tras ésta.

Los chicos le devolvieron educadamente el saludo a medida que iban entrando en la improvisada aula. Ya no se sentían tan intimidados ante la presencia del hombre como al principio, aunque el profesor continuaba inspirándoles respeto. Lástima que no se comportase igual durante las odiosas clases de pociones, en las que continuaba siendo el mismo tirano de siempre.

Snape se acercó a la única mesa que había en la habitación y depositó el pergamino que anteriormente había guardado en su túnica. A continuación comenzó a reproducirlo varias veces hasta que hubiese uno para cada alumno.

- Al acabar la sesión de hoy cada uno de ustedes deberá coger un pergamino y estudiarlo para la siguiente clase. – informó Severus a los alumnos, mirándolos de forma que, quedase bien claro, no aceptaría un no como respuesta.

Los chicos se miraron extrañados. Hasta ahora las clases del ED siempre habían sido prácticas.

- En éste encontrarán todas las maldiciones que hemos estudiado hasta ahora – prosiguió el profesor de pociones – junto con otras nuevas que comenzaremos a estudiar a partir de hoy. Verán que muchas de ellas son prácticamente desconocidas por la mayoría de magos, lo cual les dará una valiosa ventaja sobre su oponente en un duelo. El efecto sorpresa resulta de gran utilidad si se sabe aprovechar convenientemente, aunque los hechizos en si no sean realmente potentes.

Todos le agradecían interiormente el esfuerzo que sabían se estaba tomando, aunque éste no demostrase su interés en la materia abiertamente. Algunos de los muchachos se atrevieron a mostrarle una tímida sonrisa, muestra silenciosa de su gratitud. El maestro no dijo nada más. Aún así, los chicos habían comenzado a conocerlo un poco mejor a lo largo de las semanas y sabían que él también estaba realmente satisfecho con el interés y empeño que todos ponían en esas clases.

Harry había observado atentamente a Snape tras su disputa verbal ocurrida al final de la primera sesión del ED. Parecía que el hombre había asumido como un reto personal el lograr que todos sobreviviesen a la guerra que inevitablemente se avecinaba. Después de lo ocurrido a finales del año anterior en el Ministerio de Magia, lo cual era de conocimiento público, ya nadie dudaba del regreso de Lord Voldemort.

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En el despacho tanto Albus como Minerva se miraban algo aburridos sentados en sus cómodos sillones morados.

- Ya va siendo hora de avanzar un poco, ¿no crees, Minerva? – le preguntó el anciano sonriendo pícaramente.

- La verdad es que ya han tenido suficiente tiempo para conocerse e incluso han comenzado a limar sus asperezas... – dijo la mujer pensativamente, intentando imaginar diversas posibles artimañas para que la historia continuase avanzando.

Ambos se miraron perversamente a los ojos mientras sus pupilas brillaban intensamente.

- Pero, ¿cómo haremos ahora para unirlos? – reflexionó en voz alta la maestra de transformaciones.

El director de Hogwarts sonrió inocentemente al mismo tiempo que sus ojos brillaban con travesura. Miró intensamente a la mujer, acentuando aún más su sonrisa. A continuación se levantó del sillón y acercó su mano a un pequeño saquito verde del que cogió un puñado de polvos flu. Con suma precaución los arrojó a la enorme chimenea de la habitación y, cuidadosamente, asomó su cabeza en la Sala de los Menesteres.

Observó como los alumnos comenzaban a abandonar la sala y, sin que nadie se percatase de su presencia, sacó su varita de su túnica. Seguidamente buscó a Potter con la mirada, siempre teniendo cuidado de no ser descubierto. Afortunadamente el muchacho se encontraba en una esquina de la habitación recogiendo su mochila. Sonrió maliciosamente y apuntó a ésta. Un rayo azul salió de la varita de Albus Dumbledore e impactó en el centro de la mochila que el muchacho acababa de cargar a su espalda.

- Necesitan algo de intimidad – dijo tranquilamente el anciano a Minerva como toda explicación a la acción que acababa de hacer y, sin más, volvió a sentarse tranquilamente en el cómodo sillón morado.

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Harry, Ron y Hermione se disponían a salir del aula, los últimos, cuando la mochila del moreno se rompió repentinamente, cayendo todo lo que contenía al suelo: pergaminos, libros, tinta... Sus dos amigos hicieron una tentativa de agacharse para ayudarle a recogerlo todo pero éste negó con la cabeza.

- Gracias chicos, pero no hace falta. Ya lo recojo yo todo – dijo mientras se agachaba y comenzaba a guardarlo todo en su mochila.

- Te esperaremos en la sala común, Harry. Ron y tú aún no habéis acabado los deberes de encantamientos - replicó la castaña a su amigo recordándole que no pensaba dejar a los chicos acostarse esa noche hasta que hubieran finalizado todas las tareas que debían entregar al día siguiente.

Potter bufó con resignación y prosiguió con su tarea de recogerlo todo mientras observaba a sus amigos desaparecer tras la puerta.

Harry y Snape se quedaron solos en la sala. El profesor de pociones se encontraba de espaldas al muchacho reparando con su varita todos y cada uno de los estropicios causados por los hechizos desviados por sus alumnos durante la clase.

- ¡¡¡AAAAAAHHHHHH!!!

Un grito desgarrador retumbó de pronto en la sala, rompiendo el silencio del lugar. Severus Snape se giró inmediatamente buscando el origen de aquel aullido. Lo que vio lo hizo palidecer. Harry se encontraba en el aula, arrodillado en el suelo y con las manos apretando fuertemente su cicatriz en un vano intento de aliviar el fuerte dolor que sentía. Ésta sangraba.

- Voldemort está enfadado. Muy enfadado – susurró con dificultad el asustado muchacho mirando directamente en las profundidades de esas orbes negras.

El profesor de pociones corrió hacia el lugar donde se encontraba el pálido muchacho. Durante las reuniones con la Orden había oído hablar de la conexión que compartían Potter y el Señor Oscuro e incluso él, durante el año anterior, había podido comprobarlo cuando el chico tuvo la visión de la serpiente atacando al señor Weasley. Aún así, siempre había pensado que el moreno se dedicaba a exagerar todo aquello para intentar llamar la atención, como el niño mimado y malcriado que era. Jamás había pensado que aquello fuese más que alguna simple visión de vez en cuando. Pero allí estaba su alumno y él podía ver, con sus propios ojos, como aquello que Dumbledore siempre le había dicho y él no había creído era cierto.

- ¿Profesor? – dijo Harry débilmente, mientras intentaba, inútilmente, levantarse del suelo. Pero volvió a caer.

Al escuchar su voz Severus salió de su ensimismamiento y se agachó frente al dolorido muchacho. Su mano asió con cuidado, aunque firmemente, su brazo derecho para ayudarlo a levantarse. Fue en aquel momento cuando las miradas de ambos se cruzaron.

Verde y negro. Negro y verde.

Snape vio en aquellas verdes esmeraldas un profundo dolor y soledad que el chico había guardado y escondido celosamente en su interior, en lo más profundo de su alma, en un intento desesperado de que nadie se diese cuenta de su sufrimiento. Desde la muerte de Sirus, su padrino, esos sentimientos no habían hecho nada más que aumentar. Era el mismo dolor y soledad que él había sentido durante tantos años a lo largo de su vida y que, tan bien, había aprendido a ocultar con el paso del tiempo.

Harry, en cambio, comprobó que aquello que había creído ver en la primera clase del ED era cierto. Delante suyo no se encontraba el temible profesor de pociones, sino una persona que sólo intentaba proteger a sus alumnos del terrible mundo exterior, de aquel mundo que a él le había herido tanto.

Ambos se quedaron mirando fijamente, olvidados del tiempo y el lugar donde se encontraban. Incluso de quienes eran. En aquel momento nada importaba, sólo existían ellos dos. Ambos se veían reflejados en los ojos del otro. Snape soltó lentamente el brazo del muchacho y, despacio, acercó su mano a la frente del chico. Con el dedo acarició suavemente la sangrante cicatriz, resiguiendo su contorno. Harry simplemente cerró los ojos suspirando suavemente, sintiendo en esa leve caricia todo el amor que nunca antes nadie le había dado.

Ambos estaban muy cerca, demasiado. Lentamente, sin que ninguno lo notase, sus cabezas comenzaron a acercarse. Sus respiraciones rozando suavemente la cara del otro, entremezclándose. Sus miradas en ningún momento desconectaron. El estómago de Harry empezó a sentir un terrible miedo y cosquilleo mientras veía como el rostro de su profesor se acercaba. Sus finos labios acercándose inevitablemente a los suyos sin que pudiese, ni quisiese, hacer nada para evitarlo. Inconscientemente cerró los ojos...

¡¡¡PLAF!!!

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En el despacho del director Hogwarts Albus y Minerva observaban atentamente la escena, ambos al borde de un ataque cardíaco, mientras veían como después de tantos esfuerzos por fin su plan comenzaba a generar sus frutos.

Hacía algunos minutos que, al no escuchar ningún ruido proveniente de la sala, ambos habían sacado sus cabezas por la enorme chimenea. Ninguno había sido capaz de resistir la tentación. La curiosidad había podido más que la prudencia y no habían podido, ni querido, evitar el impulso de observar y cotillear desde la primera fila ¡¡¡no iban a perderse a esos dos por nada del mundo!!!

En estos momentos ambos se encontraban sentados en el bordillo de sus asientos, temblando de emoción. Los ojos brillantes, abiertos como platos, mientras veían como Severus y Harry se acercaban lentamente. Sus corazones palpitando fuertemente dentro de sus cabezas. Las manos aferradas fuertemente a los costados de los sillones.

Cuando Harry cerró los ojos Minerva, sin poder evitarlo, se inclinó más hacia la chimenea en un intento desesperado de no perderse el más mínimo detalle, cuando...

¡¡¡PLAF!!!

La profesora de transformaciones calló estrepitosamente al suelo entre un gran estruendo. En un intento de parar su caída se agarro a lo primero que pilló, la larga barba de Albus Dumbledore, el cual tampoco pudo evitar acabar tirado sobre el suelo de la habitación.

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El ruido sobresaltó a las dos personas que se encontraban ensimismadas en la Sala de los Menesteres, cortando repentinamente la magia del momento. Ambos se apartaron precipitadamente y desviaron sus miradas.

Harry se levantó de un salto y dirigió sus ojos hacia el suelo. En aquel momento las racholas de la habitación le parecían la cosa más interesante del mundo. Sentía un extraño cosquilleo en el estómago, tenía la boca completamente seca y su respiración estaba completamente agitada. Notaba como un calor subía por todo su cuerpo para quedarse en su cara. Debía estar completamente ruborizado. No comprendía que demonios le estaba pasando, pero de una cosa si estaba seguro, tenía que salir de ahí lo más pronto posible.

Recogió sus cosas rápidamente y metió todo el material que se le había caído al suelo desordenadamente en su mochila. Salió corriendo como un rayo de la enorme habitación.

- Adiós profesor – balbuceó sin aliento mirando hacia la salida de la sala, como si tras la puerta se encontrara la tan ansiada salvación.

Snape se quedó mirando la espectacular salida del muchacho. Nunca había visto a nadie salir corriendo de esa manera. Parecía como si el mismísimo Voldemort se hubiera aparecido en el lugar dispuesto a matarle de una vez por todas.

El profesor de pociones se quedó contemplando varios minutos la salida, pensativo. No se explicaba que era lo que le había sucedido con su alumno. Durante unos instantes creyó verse reflejado en aquellas verdes esmeraldas y, por primera vez en mucho tiempo, no se sintió tan solo. Creyó ver que había alguien que lo comprendía y sentía igual que él.

- Tonterías - pensó.

Una extraña sensación invadía el cuerpo del temido maestro, en concreto algo extraño le ocurría a su estómago. Era un sentimiento tan olvidado para él que era incapaz de identificarlo.

- Debe ser culpa de la comida de esos malditos elfos domésticos – pensó. Seguro que habría sido Dobby, el entrometido elfo gran fan de Harry Potter. ¿Cómo podía Albus haberle contratado? Bueno, después de todo le había aceptado a él cuando ya creía no tener a nadie.

Harry corría por los pasillos del castillo, subiendo interminables escaleras y girando por los corredores hasta que creyó estar lo suficientemente lejos de su maestro, en un lugar donde a éste no se le pudiese ocurrir buscarle.

Entró en el baño de chicas del segundo piso, el lugar donde se encontraba Myrtle la llorona, y se recostó sobre la puerta Suspiró pesadamente con los ojos cerrados mientras se dejaba caer al suelo, intentando calmar su agitada respiración.

- ¿Qué demonios había sucedido en aquella sala? - se preguntaba el muchacho sin saber dar respuesta al montón de sensaciones y sentimientos encontrados que invadían su cuerpo en ese momento.

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- ¡¡¡Lo estropeaste todo, Minerva!!! – exclamó Albus Dumbledore enfurruñado mirando indignado a la maestra, al mismo tiempo que hacia pucheros, algo irreal en un hombre de su edad.

McGonagall le miró entre dolida y apenada. Ella también se sentía mal por lo sucedido. Sabía que había echado a perder una gran oportunidad. Ahora tendrían que volver a estrujarse las neuronas para maquinar algo.

- Lo sé. Lo siento. – contestó la mujer cabizbaja.

El director la miró atentamente varios minutos, enfadado, pero viendo la culpabilidad en sus ojos. Suspiro.

- ¿Un caramelo de limón?- le ofreció sonriendo de nuevo, como quien ofrece su mayor tesoro.

- Si, gracias – le contestó ella, tendiendo su mano hacia él para que le diese la golosina que, según Dumbledore, la animaría.

Ambos desenvolvieron lentamente el envoltorio de su caramelo mientras miraban hacia la chimenea con resignación.

Había estado tan cerca.....


¿Qué os ha parecido? ¿Continuo?

Siento muchísimo el retraso, pero es que mi inspiración sufrió una grave crisis y cuando por fin consigo escribir el capítulo va el ordenador y se me escacharra ¡¡¡borrando mi capi!!!

Gracias a todos por vuestros comentarios. Me animan mucho a continuar con la historia. Espero que este capítulo también os guste.

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Besitos XXX