El Destino de un Dragón

Por: MissIntelligence

Capitulo 2: Lo que un Malfoy Debe Ser

Rating: PG-13 (Puede contener escenas de violencia y/o insinuaciones sexuales de parte de los personajes.)

Disclaimer: Todos los personajes de esta historia pertenecen a JKRowling, solo la trama de la historia es mía.

***

Draco se despertó esa mañana con un terrible dolor en su cuello que recorría toda su espalda hasta sus caderas. Estaba muy tenso y sus músculos ya no daban más. Estaba acostumbrado a trabajar largar horas con su padre, pero el cansancio mental y sus consecuencias era muy distinto al físico, al cuál era casi inmune. Lentamente abrió un ojo primero y estudió la situación en su habitación. Un pequeño rayo de sol entraba entremedio de sus largas cortinas y las túnicas que se había sacado despreocupadamente la noche anterior seguían abandonadas en el suelo.

Se llevó el talón de sus manos torpemente  a sus ojos y los restregó profundamente para aclarar su vista. Una vez despabilado se sacó el pelo de los ojos y apartó sus sábanas de seda gris de un tirón, saltando fuera de su cama.

"Buenos días, Scelestus." le dijo a su fiel lechuza café, que aún dormitaba tranquila a una lado de su cuarto.

Draco abrió las cortinas y cerró los ojos al instante, ya que por un momento el sol lo cegó por completo.

Comparado con los lluviosos días anteriores, esa mañana era el mismísimo paraíso. Pasó una mano por su pelo, ya era casi por instinto, y se dirigió al baño arrastrando los pies y bostezando perezosamente.

"Por Dios, esa cara." murmuró a su reflejo en el gran espejo del baño, que delataba su vanidad, que alcanzó a ver camino a la ducha. Una vez ahí, abrió la llave del agua fría y se sacó la ropa rápidamente.

Draco dejó que el agua fría recorriera su cuerpo. Desde pequeño su padre lo había acostumbrado a bañarse con agua fría, decía que era esencial para su educación. Para Draco eran solo tonterías, pero estaba tan acostumbrado a tener duchas heladas y el solo hecho de pensar en una tibia lo enfermaba.

Envolvió una toalla alrededor de su cintura y comenzó a afeitarse cuidadosamente frente al espejo, pensando seriamente en todo lo que había sucedido la noche anterior. No sería tarea fácil. Potter tenía de su parte a todo el colegio, ¿Cómo podría competir con eso?

"¡¿Draco?!"

La cabeza de Draco se volvió cortante e instintivamente a la puerta de su habitación, "Está abierto." murmuró, aunque sabía que no era necesario, su padre entraba cuando quería, como quería, siempre.

Tal como lo había previsto, Lucius Malfoy azotó la puerta del cuarto de su hijo, con aires de superioridad. Se paró en frente de la puerta del baño y observó a Draco por un segundo antes de hablar, "Me pareció que tu comportamiento de anoche estuvo aceptable. Dejaste al Jefe muy contento." Su padre procuraba nunca usar la palabra 'bien' al referirse a el desempeño de su hijo.

Draco asintió una vez, solemnemente, "Gracias."

"No agradezcas nada todavía, aún no has demostrado que puedes con lo que prometiste." dijo su padre fríamente, caminando hacía el closet de Draco, sacando unas túnicas negras bruscamente y lanzándoselas a su primogénito. "Vístete, tu madre quiere que almorcemos en familia." Dijo escupiendo la última palabra como si para él no significase nada y salió del cuarto, cerrando la puerta con un portazo, como siempre, como si su furia fuese permanente sin razón alguna.

Draco negó con la cabeza usando toda la paciencia que tenía dentro de él y que usaba todos los días para soportar ese escándalo. Su padre lo había controlado toda la vida y de la manera más vil de todas, sin compasión. El debía aprobar lo que usaba, lo que compraba, lo que leía, lo que veía, con quién salía.

Todo.

Era como si su padre estuviera viviendo a través de él la adolescencia que nunca tuvo, ya que Lucius Malfoy se entregó a Lord Voldemort como Mortífago a los quince años y desde entonces que es una persona totalmente diferente, según su madre. El poder lo consumió poco a poco, se dio cuenta de que podía hacer lo que quisiera mientras complaciera al pie de la letra las demandas de Voldemort. De hecho, su madre le había dicho que el deseo de tener un hijo era puramente para dejar descendencia y asegurar que la línea de Malfoys perdurara en el tiempo, porque si hubiese sido por Lucius, Draco no existiría. Eran las reglas de la familia las que lo había obligado.

Con el pasar del tiempo, Lucius se dio cuenta de lo útil que podía ser tener un primogénito, alguien que siguiera sus pasos o que incluso le ayudara a duplicar la fortuna familiar. Y gracias a Merlín que le había encontrado una utilidad.

Draco se puso las túnicas rápidamente intentando disipar aquellos pensamientos negativos y salió de su cuarto al pasillo principal de la mansión, dónde se lucían retratos antiquísimos y muy costosos, que seguramente sus antepasadazos habían robado, ganado en apuestas, o quizás comprado en la última y menos probable de las instancias.

"Muy buenos días, Señor." Saludó Rosario, una de los diez sirvientes que trabajaba en la mansión, muy bonita y muy joven, con una sonrisa amplia que mostraba una pizca de picardía. Su padre la había contratado por sus buenos atributos, no por sus servicios, porque eran totalmente innecesarios.

Con un movimiento de su mentón Draco la saludó, sin mostrar en su rostro ni una señal de amistad hacia la sirvienta. Para él no era más que otra del montón y digamos que su padre tenía muchas. No era como si el se resistiera tampoco a la tentación.

Al llegar al comedor principal, porque la mansión tenía varios comedores para diferentes propósitos, se podía aprecia que la mesa estaba brillantemente puesta, como siempre, con una vajilla de cristal que tintineaba y brillaba con cada destello de sol y su madre estaba sentada a un lado de la extensa mesa de roble, como siempre, muy pensativa, solo levantando la vista al oír a su hijo limpiarse la garganta efusivamente.

"Bueno días, hijo." Sonrío su madre. Estaba pálida y unas bolsas enormes se destacaban bajo sus ojos. Draco se acercó a ella, le dio un seco beso en la mejilla y se sentó a un lado de ella, donde normalmente lo hacía.

"Pareces cansada, mamá." Draco se había entrenado para decirle mamá. Le costaba mucho ser cariñoso con las personas que realmente le importaban, porque nunca en su vida había recibido tal cosa, pero porque su madre le había pedido que la llamara de esa manera había hecho un esfuerzo extra.

Narcissa suspiró profundamente como pocas veces se lo permitía, ya que como mujer se limitaba enormemente hasta en los mas mínimos detalles, "No he dormido muy bien últimamente."

"¿Te preocupa algo?"

Ella lo miró de reojo, muy complicada, como si hablar del tema les estuviese prohibido, "No me gusta para nada en lo que tú y tu padre están metidos, Draco. En los veinte años que he estado casada con tu padre he aprendido que nada relacionado con el Señor Tenebroso es bueno o en beneficio de la familia."

Draco tomó una de sus manos pálidas, "No te preocupes, esta vez es diferente. Esta vez es la última. Pretendemos acabar con los obstáculos."

"Puede que sea la última, pero ¿Quién me asegura que estarás bien?" dijo ella aferrándose a su mano fuertemente y mirándolo a los ojos. Draco no sabía que decir, aunque tampoco hubiera podido, porque en ese mismo momento su padre se presentó en la sala.

"Veo que te dignaste a aparecer." Dijo cortante mirando a Draco con una pizca de malicia en sus ojos, quién soltó de inmediato la mano de su madre. No quería problemas de ni un tipo.

Su padre hizo sonar sus dedos y la entrada de ese día apareció en frente de ellos.

Comieron en silencio, como siempre lo hacían, y muy cuidadosamente. No era bueno hacer algo que pareciese irrespetuoso de alguna manera a sus padres, o más específicamente al señor Lucius Malfoy. Pero sin aviso alguno su padre interrumpió el silencio acostumbrado de la merienda, "He mandado los Elfos a comprar tus materiales para Hogwarts. Los del grupo estamos todos convencidos que en cuanto antes pongamos el plan en acción mejor y creo que necesitarás que te expliquen algunas cosas. También mandé a comprar algunos elementos especiales que espero sean de alguna utilidad si alguna vez se presenta algún inconveniente."

"¿Cómo que?" Se atrevió a preguntar Draco, pero su padre no parecía ofendido.

"Libros, algunos frascos interesantes, en fin, ya verás." Dijo Lucius, y Draco incluso pensó ver una sonrisa menos malévola de lo normal cruzar sus labios.

Draco volvió la vista a su plato y se dedicó a comer en silencio una vez más, pensando secretamente lo nervioso que estaba por el plan que estaba dispuesto a ejecutar y por la impresión que debía causar en su padre y en Voldemort. Pero era más que nada la ansiedad de probarse a si mismo que era capaz de seguir reglas, dejando todo a un lado. Era una característica esencial en un Malfoy y Draco no podía ser menos.

La mansión de la familia Malfoy había sido pasada de generación en generación al mayor de la familia, si es que la rara ocasión se presentaba donde había más de un hijo en un matrimonio. Era una construcción soberbia pero muy hermosa que dejaba atónitos a aquellos que la vieran por primera vez. Estaba rodeada por jardines hermosos, pero que podían resultarles traicioneros a quien se atreviese a aventurarse en ellos sin saber lo que hacían. Como medida de seguridad, habían plantado flores tóxicas milenarias e instalado trampas para alejar o eliminar permanentemente a personas indeseables. Draco conocía muy bien la ubicación de todas ellas y no podía evitar enumerarlas cada vez que se paseaba por el jardín, como lo estaba haciendo en ese momento.

Desde pequeño le había gustado la soledad, solía escurrirse temprano en las mañanas de verano a su escondite secreto, detrás del lago, a practicar en su escoba (ilegalmente, por supuesto) o simplemente a darse un chapuzón para refrescarse. Apreciaba la soledad. No conocía el afecto, pero habiendo crecido de esa manera sin conocer nada diferente, para él era normal, así que nunca se pregunto lo que sería vivir en una familia como los Weasleys. No era como si quisiese vivir en la extrema pobreza, ni pensarlo, el dinero de un Malfoy era más importante que cualquier cosa, pero quizás si les envidiaba la unión de la familia, algo de lo que él carecía por completo.

Draco se sentó en una roca a orillas del lago a presenciar la puesta del sol. Se sacó sus zapatos y metió la punta de sus pies a las frías aguas del lago, reprimiendo el impulso de retirar el pie y manteniéndolo sumergido hasta que ya no sintió nada mas. Eso era el dolor, una forma fácil de llegar a la más completa oscuridad y a la más completa decadencia, algo que algunas veces le hacía falta a Draco para reaccionar y volver a su realidad sin protestar.

Dolor.

El dolor era algo común dentro de él, era como si de alguna manera sus pilares de vida fuesen el dolor o como si todos sus principios estuvieran basados en el dolor que un hombre debía sentir al crecer o al enfrentar problemas. Con sangre todo se aprende, siempre le había dicho su padre, hasta hoy se lo repetía. Y tal como era esperado de él, había hecho de esa frase un estilo de vida, seguro de que para obtener lo que uno quiere debe sangrar o desangrarse hasta obtenerlo, sin importar que sucediese en el camino.

De eso estaba hecho un Malfoy. De sangre. Sangre fría e inmune a todo sentimiento a parte del odio y la disciplina que los caracterizaba era la obediencia más pura y más estricta.

Pero si algo que él no podía evitar, era pensar en Potter. Lo había perdido todo, pero a la vez tenía una fortuna en Gringotts esperando ser usada. Draco no podía entender como no aprovechaba esa ventaja para darle honores a su apellido, ¿Acaso no era suficiente? Al fin y al cabo todo se podía arreglar a base del dinero, ¿No? Potter era envidiable, pero a parte de la riqueza material, lo que Draco más envidiaba de Harry era la atención que lograba estando en un grupo de personas. Claro que él también ganaba atención, sobre todo por parte de las chicas que no podían dejar de admirar la exótica belleza característica de un Malfoy, pero Harry lograba todo eso aún sin tener ni un músculo o una nariz bien formada y para Draco eso era intolerable, inaudito, casi monstruoso.

Nunca había tenido verdaderos amigos, Crabbe y Goyle solo lo seguían porque les convenía y rara vez cruzaba más de dos palabras con ellos, y tampoco deseaba la compañía de nadie. Pero, de vez en cuando, sentía perdida dentro de él esa chispa de comicidad o simple apoyo mutuo que, él suponía, un grupo de amigos podía ofrecerte. Como Hermione Granger, esa sangre-sucia, siempre estaba dispuesta a ayudar a Weasley y a Potter para que no reprueben sus ramos. Era una consecuencia de la soledad a la que se había sometido toda su vida y de la cuál estaba agradecido.

Cualquiera que analizase su vida sentiría lástima, pero nadie comprendía que para él todo aquello era parte de su realidad y de su normalidad. Era lo que un Malfoy debía ser y le demostraría a todos de que estaba hecho Draco Malfoy.

***

N/A. Oki doki. Muy muy angsty pero era necesario explicar como es para mi la vida de Draco Malfoy y créanme que es totalmente relevante en mi historia. Reviews???