ASK FOR ANSWERS
Advertencias: Casi AU (supongo, no hay mucho duelo de monstruos), Drama, Lemon (ojalá salga bien), Angst, Deathfic, etcétera, etcétera, etcétera… (en ese orden)
Rating: ¿R¿O era M? (Estoy bastante perdida...)
Timeline: al año siguiente de la graduación del instituto, vale decir, dos años luego de la serie…
Notas de autora: Hola. Helo aquí, mi primer fic de Yugi-Oh… ¿Por qué un SetoxJoey? Mh… creo sinceramente que es la mejor pareja. Para mayor sinceridad: mi pareja yaoi favorita de las series no yaoi (excluyendo el Elricest)... además de ser la que más posibilidades ofrece: desde la relación hardcore sadomaso hasta el "yo cambiaré por ti, lo prometo", jejeje. Los amo, tan bishounen y versátiles ellos. Además, mi obsesión autodestructiva por individuos malditos y fríos encontró lo que andaba buscando cuando pilló a Seto Kaiba.
Notas de Autora 2: usé los nombres en japonés... no le molesta a nadie, supongo. En todo caso, el único más o menos desconocido es el de la rucia oxigenada Valentine (aka, Mai Kujaku), y el de Tristán (Otogi Honda… Ese niño usa tanto gel como Yugi ¬¬). Jounoichi Katsuya es el nombre de lil' Joey, por cierto.
Disclaimer: En alguna realidad alternativa, yo estaría siendo tratada con frialdad y sarcasmo por Seto Kaiba y sería feliz. Pero aquí, Yugi-Oh no es mío.
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1.
Eran las dos de la mañana, y el auto había cogido un desvío inusual para acortar camino sin tener que pasar por el agujero enorme que los trabajos de la avenida principal estaban haciendo. Le dio mala espina el lugar, de iluminación escasa y tráfico inexistente. Su mirada vagó sin interés por el lugar, hasta el momento en que detectó algo inusual.
-¡Jou... perro! – se le escapó, sorprendido. Tanto, que las carpetas que llevaba en las piernas cayeron al suelo de la limosina. Reaccionó de manera automática al ordenarle al chofer que detuviera el vehículo.
La noche estaba despejada y bella, sin luna. Bajo la luz amarillenta del único farol de una esquina se perfilaban dos figuras. Una de ellas, apenas casi reconocible, estaba enfundada en un vestido corto y rojo con tacones a juego. El cabello rubio le caía en melena sobre los hombros. La otra era un hombre mayor, también rubio, y tan borracho que Seto Kaiba podía olerlo desde su auto. Esbozó una breve mueca de asco profundo mientras el automóvil retrocedía el par de metros necesario para quedar junto a la pareja.
Bajó el vidrio polarizado, para ver mejor a su ex rival. Había cambiado bastante desde que lo habían echado del instituto, partiendo por el cabello y siguiendo por la indumentaria. Mai Kujaku hubiese usado un vestido como aquel, y Kaiba no se hubiese inmutado. Pero se trataba de Jounoichi.
Y se veía terriblemente humillado. Sobre todo cuando reconoció al pasajero de aquella limosina. El miedo era legible en sus ojos.
-Diez mil yen la hora, señor.- Articuló aquel hombre con dificultad, echando tal tufo a alcohol barato que su interlocutor se mareó con él. Así y todo, la mente siempre ha sido superior a la materia, razón por la cual se las arregló para contestar ácido:
-¿Por semejante basura? –Echó una mirada burlesca a Jouno, quien le devolvió ese golpe a su orgullo con una mueca de furia.- Debe estar bromeando.
-Bueno... hay bastantes putas en la ciudad. Busque otra si no le convence.- La insolencia en la respuesta podía atribuirse a que estaba muy ebrio, pero más probable era que a aquel tipo no le fuera mal en el negocio. De no ser así, le hubiese rogado de rodillas que llevara su mercancía sólo con ver el auto.
Ni siquiera Kaiba, precisamente por su personalidad mucho más empírica que un la de un humano promedio, pudo explicarse lo que contestó entonces.
-No tengo ganas de buscar esta noche.- Repuso Seto, con un tono de voz que era un ejemplo de indiferencia.- Lo llevo.
La cara que Jounoichi puso fue casi el cliché de una mirada de incredulidad. Kaiba abrió la puerta trasera de su limosina, y el borracho subió su producto a empujones, susurrándole al oído con un siseo tan audible como un petardo.
-¡Trata al caballero como se merece¡No quiero más quejas¿entendido!- Katsuya asintió con la cabeza, sintiendo que la cara le ardía de vergüenza.
El "cliente" cerró la puerta, y accionó el botón que subía el panel de separación respecto al asiento del chofer. Se reclinó hacia atrás y suspiró intentado hilar alguna explicación, más para si mismo que para el nuevo pasajero, pero entonces sintió unas manos delgadas bajarle el zíper del pantalón. Engrifándose de inmediato, apartó a Jounoichi y debió recurrir a todo su autocontrol para no golpearlo.
-Alto ahí, perro.- De repente, la frialdad que era marca registrada de Seto volvió a sus facciones.
-¿No es lo que querías? Puedes terminar de humillarme cuando quieras, Kaiba. Por algo pagaste, y bastante más de lo que valgo, debo agregar.- Sus palabras eran tan agresivas como el hielo azul de su antiguo enemigo.- Mi padre te vio la cara.
A decir verdad, parecía que lo único que Jouno esperaba era acabar luego con aquella situación. Con algo de suerte, lograría dormir esa noche al menos. Respecto al porqué se hallaba ahí… ni siquiera quería imaginarlo. Seto, por su parte, se masajeó las sienes con una mano procurando encontrar palabras para ahogar la discusión que tenía pinta de querer surgir.
-Para. No subo prostitutos a mi auto, Katsuya. Yo volvía de la oficina. Aclaremos que estás en calidad de invitado, no de adquisición.- Kaiba terminó su breve discurso con la precisión imperturbable de un bisturí.- Ahora, dime que demonios has estado haciendo estos últimos meses.
-¿Preocupado...?- Comenzó Jounoichi, mordaz, pero calló al ver que su interlocutor no cambiaba de expresión. Suspiró:- Lo que ya viste, ricachón. Me echaron de la escuela, perdí mi trabajo. ¿Recuerdas?
-Supongo que "esto" es idea de tu padre.
-Claro que sí. ¿Tú crees que lo hago por gusto?
-No realmente. Y las preguntas retóricas aquí las hago yo.
Callaron. Seto deducía como había sido la cosa, a partir de los datos sueltos y rumores que había oído de casualidad, cortesía de Yugi Motou y su fanclub: Los mocosos hablaban tan alto que toda la sala los oía y él no era sordo. Que Jouno había bajado sus notas más de lo aceptable, por trabajar como bestia para sobrevivir. Que había una hipoteca sobre su casa, y que ahora que el padre estaba cesante bebía el doble. Que no podía pagar la mensualidad del colegio. Que Jouno... se había borrado del mapa.
Eso había sido dos años antes. Kaiba gruñó molesto consigo mismo. Su mente le reprochaba haber ocupado valioso espacio en su memoria con aquellos datos inútiles, y sin embargo, había sido inevitable sentir extrañeza en aquellos días cuando el otrora fastidioso e hiperactivo perro desapareció. No era el tipo de persona que pasaba desapercibida.
-¿Por qué me subiste a tu auto?
-¿Ah?- Seto fue sacado de su ensimismamiento por la voz de su pasajero.
-No te hagas el sordo, Kaiba. ¿Que hago aquí si no es sexo lo que quieres?
El mismo Kaiba no tenía idea. Había sido un impulso impremeditado, de los que no solían abundar en la existencia de aquel joven que vivía con regularidad matemática y actitudes medidas, provocado por la sorpresa y también por un poco de curiosidad. Pero no era él quien fuese a decir algo tan insensato como eso, de modo que optó por encogerse de hombros.
-Muy elocuente. ¿Perdiste tu sarcasmo?- retrucó Jounoichi.
-No creí que lo echaras de menos.
-Creía que me odiabas.
-Pensaste mal, pero ¿Qué otra cosa se puede esperar de ti? –reflexionó Seto, serio.- Katsuya. No te odio. Es una palabra un poco fuerte para definir algo que se limitó siempre al intercambio periódico de insultos. ¿Acaso me odias tú?
-No, Kaiba.
Callaron. La limosina se detuvo frente al portón de entrada a la mansión. Éste se abrió de forma automática, y avanzaron. El vehículo volvió a detenerse al cabo de cinco minutos, frente a la puerta principal de la casona.
-Mokuba está durmiendo.- informó Seto, adelantándose a la pregunta que su invitado iba a hacerle, apoyando sus dedos sobre un sensor en la puerta a modo de llave electrónica.- Pero no quiero que andes con esas fachas en mi casa. De modo que vas a amarrarte ese pelo, y a cambiarte de ropa. Y...- pasó el índice distraídamente por los labios de Jouno, manchándose de carmín intenso.
-¿Qué?- el interpelado, en ascuas, tragó duro viendo a Kaiba analizar con interés la mancha de rouge, restregándola en sus dedos.
-Quítate ese maquillaje, perro. No te va.
Katsuya desapareció escaleras arriba de la mano de una mucama que disimuló su expresión de shock escandalizado ante la mirada represora y asesina de su jefe. Seto esperó a que los pasos dejaran de resonar debido al eco de la mansión, vacía a esa hora. Luego subió a su habitación: necesitaba pensar.
El sobrio decorado de su pieza logró calmar sus ánimos un poco. Cortinas azul profundo y muebles en maderas nobles, también oscuras. Se tiró sobre la cama, disfrutando de la suavidad de la colcha. No era la primera vez que deseaba evadirse de alguna forma, con la cabeza pensando más aprisa de lo que exteriorizaba, pero pasó esa debilidad por alto, tal como era su costumbre. El agua mineral siempre dispuesta en su mesita de noche refrescó sus ideas y le ayudó a hilar una secuencia coherente para explicar su acción: El no bebía alcohol, porque era una manera deplorable de escapar de los problemas. Aquel borracho estaba vendiendo a su ex rival como mercancía nocturna. Ergo, era la repulsión que la imagen le causaba lo que había desencadenado la situación actual, con Katsuya en su casa.
No se trataba de aquella típica excusa que todos los mediocres daban, de no gustarle "ver" a su alrededor a alguien en problemas: su espíritu era mucho más práctico que estético, y definitivamente no era un altruista. Dudaba que sobre la faz de la tierra hubiese alguien más indiferente con el destino de los demás que su inconmovible persona. Pero tratándose de una situación así, hasta a él le suscitaba un mínimo interés.
Sólo era piedad.
Se encontró conforme con la explicación que le había dado a su poco reflexivo actuar. Le alivió saberse de nuevo con todas las cartas sobre la mesa: no haberlo conseguido hubiese sido un desastre para cualquiera con una manía de omnipotencia tan grande como la suya. Casi se echó a reír, tal era su desahogo. Tranquilo consigo mismo, incluso se atrevió a decirse que a Mokuba no le hubiese gustado ver a su amigo en aquellas condiciones.
Al parecer, su capacidad de abstracción no le permitía darse cuenta del paso del tiempo. Porque en eso entró Jounoichi, vestido con ropa de Kaiba. El cambio resultaba bastante agradable en su conjunto. El pelo rubio estaba recogido en una coleta, llevaba una camisa blanca con pantalones negros. Incluso podría decirse que se veía demasiado formal, y cualquiera que no lo conociera lo hubiese confundido con algún mocoso de la high society japonesa.
-Hola.- Saludó.- Kaiba, yo... quería darte las gracias.- Parecía estarle costando la vida expresar aquello.- ¡Demonios! Esto es solo una noche, pero te agradezco el descanso.
Sonaba relajado, despreocupado. Seto solía ver hasta debajo del agua, y adivinar emociones ajenas a la primera, pero esta vez se preguntó si estaría actuando para ocultar su angustia, o si en serio no le importaba ser un cuerpo de alquiler. O tal vez el absurdo orgullo tan típico de Katsuya no le permitía admitir ninguna de las dos opciones ante él¿quien sabe? Siempre le había costado más leer al perro que al resto.
"¿Tú crees que lo hago por gusto?". Eso había dicho en el auto. Si en su momento lo consideró una mera pregunta retórica, ahora de verdad estaba dudando. Era una vacilación que le dejaba un regusto áspero en la boca.
-Una noche de descanso¿eh? El trabajo se ve pesado, pero no parece desagradarte del todo.- De repente, la idea de Jouno disfrutando del sexo que vendía le parecía odiosa. No vio la mirada vulnerable que apareció por una fracción de segundo en su rival al escuchar sus palabras, lastimado por lo menos en el amor propio. Si vio el rostro endurecido, la expresión furiosa que adoptó luego. También notó el sarcasmo en la voz del rubio, rivalizante con el suyo propio.
-Vete al carajo, imbécil. No esperes que te agradezca de rodillas el evitarme ser manoseado por solo una noche. O que te cuente mis pellejerías con lágrimas en los ojos.
Seto meditó si elaborar o no alguna respuesta emulando disculpas, pero reaccionó tarde, porque Katsuya había salido de la habitación a todo lo que daban sus piernas apenas el aire dejó de prestarle resonancia a sus palabras.
Kaiba se quedó sentado en la cama por un tiempo inmedible. Decidió seguirlo, un poco fastidiado, cuando lo vio cruzar el jardín por la ventana nuevamente vestido de mujer. ¿Cuánto rato había estado indeciso sobre que hacer? Corriendo, lo alcanzó con facilidad. Katsuya no era ningún experto en el uso de los altos taco-aguja que llevaba en los pies, y era incapaz de caminar rápido.
-¡Espera!- Su perseguido titubeó un momento y se detuvo. Giró, justo para ver a Seto sacar una chequera del bolsillo de su chaqueta. Se enfureció al notar el gesto.
-¿Estás loco, Kaiba¡No pienso aceptarte ese dinero!
-Que no piensas, es evidente. ¿Que le dirás a tu padre cuando te pregunte por la paga, eh? Madura, Katsuya. Y si te hace sentir mejor, pues tómalo como un préstamo y ya.
Jouno cogió con mano insegura el cheque que le alargaban. Lo miró con una pizca de rencor, y dio media vuelta para alejarse. Seto alcanzó a oír un murmullo que sonó parecido a "bastardo", que le dio reminescencias de tiempos mejores. Entró a la mansión, cerrando la puerta tras de sí. Procuró olvidarse del asunto, y concentrarse pues tenía trabajo pendiente: no en balde había traído esas carpetas de la oficina. La chapa acababa de cerrarse con un "clic", cuando tres golpes furiosos hicieron vibrar la recia puerta de roble. Fastidiado, volvió a abrir, previendo de quién se trataba.
-¿Y ahora que quie...?
No pudo terminar la frase, porque algo que no quiso reconocer le tapaba la boca. Cerró los ojos de manera instantánea. Quizás se tratara de una mordaza.
Una mordaza perturbadoramente parecida a los labios de Jounoichi Katsuya. Era extraño, pero no desagradable. No duró: el lado racional siempre presente en Seto brilló con luces de neón en su cabeza, y entonces apartó a Jouno de sí con un empujón resentido. Su estoicismo no le impedía sentir indignación. Nunca nadie había tenido semejante atrevimiento.
Kaiba jamás había besado a nadie.
-Si te hace sentir mejor, pues piensa que hiciste una adquisición desde el momento en que me pasaste el dinero.- Zanjó Katsuya, antes que Seto retomara la frase que le había sido interrumpida. Pero éste no se dejó amilanar, tomó aire y gritó:
-¡Tu eres el que enloqueció, perro¡No tienes por que sentirte obligado a...!
-Lo hago porque quiero.- replicó el susodicho.
Las palabras volvieron a morir en labios de Seto Kaiba. Del gran genio que siempre tenía la respuesta correcta para todo. Transcurrió al menos un minuto de silencio en que trató de descifrar la mirada desafiante y agridulce en los ojos canela de Jounoichi.
-Pues entonces, cobraré mi adquisición otro día.- dijo por fin, con frialdad.- Le diré al chofer que te vaya a dejar a tu casa. Buenas noches.
Por un asunto de educación, no le cerró la puerta en la cara. Pero desapareció prácticamente corriendo por la escalera. Jouno salió y se sentó en las escaleras de la entrada. En poco tiempo, iba sentado en el asiento trasero de la limosina, con un cheque de quince mil yenes estrujado en el puño.
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(El cuarto vacío de otras presencias. Una figura rubia, tostada la piel, yace sobre la cama con los pantalones en los tobillos.
Maravillosa forma de descargar la tensión, ah... arriba, abajo, la mano cerrada sobre la carne firme. Contiene la respiración, contiene los gemidos, intentando acumular un placer tirante que se le escaparía si soltara aire, si soltara su miembro erguido.
Las caderas parecían tener vida propia, rotando de forma involuntaria. Involuntario era también el comprimir sus músculos internos, de un modo rítmico, delicioso. En realidad, nada en él obedecía ya a la razón. Solo el deseo amargo y sediento, que no le permitía ya ni siquiera la posibilidad de estar atento por si llegaba alguien a interrumpirlo. Que no le permitía apartar de su mente las fantasías que alimentaban calladamente aquel fuego. Tratar de pensar en otra cosa le hubiese apagado.
De todas formas, el crujido de las sábanas y la cama, leves como el aire que entraba por la ventana, no serían nunca motivo de alerta para nadie que estuviese fuera de la pieza.
Aceleró el movimiento de su mano, aguantando el impulso de darle alguna ocupación a la otra. No quería acabar, no aún. Necesitaba todavía seguir viendo en su mente esas manos pálidas, de dedos finos, trabajando sobre su excitación. Imaginando, siguió con los brazos delgados pero firmes, unidos a los hombros anchos, aquella piel que rara vez recibía los rayos solares, continuó su visión hacia el estilizado cuello... labios delgados, curvos en su eterna sonrisa mordaz... ojos azules, como polvo de lapislázuli, transparentes como licor de curazao...
Esos ojos...
Jounoichi soltó un único grito al terminar, uno que llevaba el nombre de su delirio. Maldijo al darse cuenta que no tenía con que limpiarse, respiró hondo y se dejó llevar por la sensación post-orgasmo que aún le hormigueaba por la columna vertebral y sus alrededores.
-Ojalá desaparecieras, Seto Kaiba.- suspiró. Entre la tranquilidad que invadía su cuerpo, se colaba una dosis pequeña pero letal de remordimientos. Sabía a la perfección que fantasear con otro muchacho era incorrecto y desatinado, y que la sensación en su interior era más que simple deseo.
La puerta se abrió con brusquedad, golpeando la pared. Aterrado, el muchacho se echó a temblar. No necesitaba luz para saber quien era: le bastaban su olfato, sumado a la pestilencia a licor de quinta que ese hombre exhalaba.
-Lo que faltaba- murmuró el recién llegado, con la lengua estropajosa Las palabras eran un bufido ronco.- Tengo un hijo maricón... y lo que es peor, maricón e imbécil.
Jounoichi no supo que contestar. Había gritado "Seto", un nombre innegablemente masculino, y tenía los pantalones en los tobillos. Por otro lado, había complementado con el apellido al exhalar su última frase desesperanzada, y decir "Seto Kaiba" en Domino City era como decir "Bill Gates" en Silicon Valley: Todos sabían quien era, conocían su carácter, y por ende tenían claro que no existía persona tan masoquista o idiota para atreverse a apetecer siquiera sexualmente a Kaiba. Mucho menos para amarlo.
-Tienes razón.- respondió finalmente el muchacho, con la voz rota. No se apartó cuando el golpe correspondiente le dio de lleno en la mejilla.
-¡Nos estamos muriendo de hambre, pendejo¡Y tú andas pensando estupideces¿Que mierda voy a hacer con un hijo maricón que ya ni siquiera trabaja!
Silencio. Ese había sido el comienzo de todo. Estaba cayéndose de borracho, pero el padre de Jouno había encontrado la forma perfecta de lucrar con él. "A ver si le gustaban tanto los hombres después...", había gruñido la primera vez que lo sacó a la rastra de casa, vestido de mujer.)
Ooooooooooooooooooooooooooo
Continuará
To be continued
続けられるため
y todo eso.
En un principio, pensé en hacerlo One-Shot, para darle continuidad, pero hubiera resultado larguísimo.
Bueno, poco que agregar porque las notas de autor están al inicio. Sólo quería puntualizar que (a riesgo de sonar como una hereje)… no me gusta Yugi-Oh. (-Lynx esquiva tomatazos-) por una cuestión más que nada argumental… pero tiene personajes que son tremendamente rescatables en el plano psicológico. (Kaiba, por ejemplo.)
También, que aunque la serie ni me vaya ni me venga, me dedico a verla con mi hermanito por la señal abierta los fines de semana, y que me he bajado el manga que (salvo por los primeros tomos) es bastante más profundo y/o rescatable que la versión animé, y más oscuro también. De modo que no soy del todo ignorante al respecto.
Y no, no he dejado botados mis otros proyectos… Spécula dei Ánima sólo esta en standby pero no muerta, y avanzo con los drabbles de Full Metal Alchemist de manera más o menos constante. No me maten.
Dejen review!... ustedes saben, aquella linda cosa que nos ilusiona a los autores, sirve de antidepresivo, y evita el sobrepoblamiento de basureros y papeleras de reciclaje con historias fallidas.
