Amando al Enemigo

Por: Tiff.

Shaoran Li había llegado al bar, con una actitud prepotente y orgullosa. Sabía con mucho orgullo, que poseía mucho más dinero que muchos de los que estaban ahí, lo que lo hacia sentir importante.

Le encantaban aquellos lugares, estar en ellos le resultaba muy divertido. No le gustaba mucho tomar, en comparación con su amigo Hiragizawa, sin embargo, le encantaban las mujeres, y en ese lugar concurrido y de buena música, se reunían muchos grupos de chicas de muy buen ver.

Sin embargo, él no se metía con cualquiera, le gustaban las chicas diferentes. Algunas que tuvieran su encanto propio, su toque de inocencia, un encanto que mantuviera por largo rato sus ojos en ella, que no lo aburriera, por lo menos por aquella noche.

Recorrió afanosamente cada uno de los rincones del lugar, encontrándose constantemente con chicas que se interesaban profundamente en su persona, que lo miraban descaradamente, algunas con el deseo dibujado en sus ojos.

Esas eran demasiado fáciles para él. Deseaba un poco más de reto, le encantaba que una mujer se resistiera un rato antes de echarse a sus brazos hambrientamente.

Shaoran se sentó en una de las mesas vacías al final del lugar, en donde la música no se oía tan estridente, y la atmósfera dejaba de estar tan cargada, dejando un poco de aire fresco para el que quisiera disfrutarlo.

Llevaba solo unos momentos ahí, cuando ya había empezado a aburrirse. Ninguna chica le había parecido lo suficientemente atractiva para su gusto. Estaba a punto de levantarse de su asiento para ir en busca de su compañero, cuando alcanzó a distinguir entre uno de los rincones más alejados, a dos lindas jóvenes que charlaban animadamente.

Gozaban las dos sin duda, de una belleza peculiar. Una, tenía largo cabello de ébano y profundos ojos ametistas; la otra era una linda castaña de ojos esmeraldas juguetones e inocentes, que se le hizo muy conocida. Las dos tenían su encanto personal. Una era misteriosa, la otra infantil y sonriente.

Las dos jóvenes soltaron una carcajada sin inhibición, dejando que Li conociera sus timbres melodiosos y armónicos. Sonrió. Esas mujeres se escapaban de lo cotidiano, y por eso tenían el poder de llamar la atención, no solo de él, sino de otros hombres que solo se dedicaban a mirarlas boquiabiertos.

Las observó por un largo rato, mientras las dos hablaban, sin moverse de su sitio. Vio como una de ellas se levantaba después de ofrecer una disculpa, y se dirigía a la pista de baile, en donde se perdía entre la multitud, mientras la otra, la de cabello castaño, se quedaba en su lugar, sorbiendo lentamente la piña colada con la que había estado jugando a lo largo de su conversación.

Li sonrió por segunda vez. Había encontrado a una persona después de una larga espera (y muy bien recompensada).

Se peinó el cabello con una mano, y preparó su sonrisa usualmente utilizada para sus conquistas, mientras se echaba a caminar lentamente hacía ella.

Estaba a solo unos pasos de la nombrada, cuando recordó porque se le hacía tan familiar. La había conocido hacía una o dos semanas, mientras, apurado como estaba en esos momentos, se había tropezado con ella por la calle, tirando los víveres que ella cargaba con tanto esfuerzo.

Había visto su rostro solo unos momentos, y se había prometido a sí mismo que jamás lo olvidaría. ¡Que memoria la suya!

Justo antes de llegar a su lado, también recordó la técnica que había intentado utilizar aquella vez. La misma sonrisa, la misma actitud altiva. Esa vez no había funcionado, tendría que utilizar otra técnica.

-¡Hola!- exclamó alegremente, mientras se sentaba a su lado con despreocupación.

-Hola- la chica lo había volteado a ver, con una sonrisa confusa.

-Vi que estabas con una amiga, y que después te dejó sola ¿te molesta si te acompaño un rato?- dijo, con una sonrisa inocente.

-Claro que no.- contestó ella, sonriéndole de igual manera.

-Soy Shaoran Li, ¿y tu eres..?-

-Sakura, Sakura Kinomoto.-

Desde el primer momento, Sakura le había parecido una chica muy linda, no era como las demás, de eso estaba seguro, y eso le atraía mucho. Parecía solo una niña en esas infantiles coletas enrolladas en su cabeza, y el destello infantil que irradiaban sus ojos, acentuaban aun más esa sensación. Era una persona muy carismática y divertida, de sonrisa dulce e inocente, que contagiaba su alegría tan solo de escuchar su dulce risa.

A Shaoran le gustó mucho su compañía, y por un momento olvidó a lo que había llegado a ese lugar al principio: a cortejarla, tratándola como a una persona normal, con la que se pasa un rato agradable.

-¿Quieres bailar?- preguntó el castaño de pronto, en uno de esos silencios reconfortantes después de una larga conversación. La chica sonrió, y asintió con la cabeza sutilmente, mientras los dos se levantaban se sus asientos, dirigiéndose a la pista, en donde se la pasarían la mayor parte de la noche.
Tomoyo se había levantado de su lugar, dejando sola a su amiga Sakura, que había decidido quedarse, a pesar de sus constantes suplicas.

La mujer había ido a ese lugar como un remedio a sus preocupaciones, y estar sentada en aquel lugar apartado y oscuro, no le iba a ayudar toda la noche.

A pesar de su aspecto reservado y tímido, a aquella mujer le encantaban las personas. Le gustaba mucho estar en lugares concurridos, ya que la ayudaban a sentirse cómoda. Y ese lugar era uno de sus favoritos. El tener la música retumbando en sus oídos, y la débil luz fija en su pálida piel, la hacían sentirse viva de nuevo.

Esa noche bailó como nunca antes en su vida, por largo rato se la paso solo dejándose guiar por el sonido de la música, sin dejar que nadie interrumpiera su fantasía. En medio de la multitud, se sentía como una persona normal, sin preocupaciones, sin miedos, sin pensar en un futuro...

Quien sabe cuanto tiempo había permanecido ahí. No le hubiera importado en realidad, a no haber sido por un leve cosquilleo en la nuca, como si alguien la observara.

Estaba muy acostumbrada a que los hombres la vieran fijamente, pero nunca así. Esa mirada era penetrante. Le traspasaba el alma.

Volteó en esa dirección casi por instinto, encontrándose con un rincón sombrío. Un destello provino de la oscuridad, llamando su atención. Fijo los ojos en aquel lugar, cuando se empezaba a disipar la penumbra.

Un joven de cabello azulado, vestido todo de negro, la veía desde su lugar, con sus seductores ojos índigos detrás de sus anteojos.

Un sentimiento de familiaridad creció en su cabeza, al reconocer en aquel ser frío, a aquel joven indefenso que había recogido alguna vez en la calle, apunto de morir desangrado. Ese que le había pedido que no fuera a llevarlo a un hospital a pesar de la gravedad de su herida, por razones desconocidas para ella. Ése chico...¿Cual era su nombre?...

Eriol...

¡Claro! No lo había reconocido al principio por su semblante amenazador, cuando ella solo recordaba a aquella persona débil, que murmuraba entre sueños, mientras se recuperaba recostado en una cama.

De esa manera, sano del todo, era extremadamente apuesto. Con su porte altivo, mirada misteriosa, y extraña vestimenta, se veía...irresistible.

Tomoyo se lamento ante la idea de haberlo tenido en su casa, y no haberse aprovechado de ello.

Cuando sus ojos se encontraron, ella se deleito con su mirada, y sonrió un momento, al ver, que en aquellos ojos sin vida, se encendía un pequeño resplandor... La reconocía. Sin pensarlo dos veces, sin saber si quiera lo que hacia exactamente, se acercó a el...

Eriol dejó su vaso a un lado, en una de las mesas, al ver que la mujer de ojos ametistas se acercaba a el. Hacía solo unos momentos, cuando sus ojos se habían encontrado, había sentido algo muy extraño dentro de él. Algo que no podía describir...

Ahí estaba ella, justo como la había encontrado la primera vez. Bañada en la luz desde lo alto, rodeada de toda aquella oscuridad, pero reluciendo siempre. La sonrisa en sus labios.

Ese brillo ametista siempre presente...

-Hola...¿Me recuerdas?-

¡Como olvidarla! Ante sus ojos había parecido un ángel aquella vez.

Él solo asintió.

-Eres Eriol ¿verdad?- el joven repitió el gesto anterior, sin pronunciar sonido alguno.

-Veo que te has recuperado del todo. Eres un chico muy fuerte. Pensé que estarías unas cuantas semanas en cama.-

-No soy una persona débil.-

-Lo se.- ese hombre era una persona difícil, no se le podía sacar conversación tan fácilmente.

-¿Te gusta este lugar?-

-Me da igual-

-Yo creo que es un lugar muy bonito.- Eriol la volteó a ver un momento con incredulidad, sin que ella se diera cuenta.

-Como sea.- exclamó antes de dirigir su vista hacia otro lado.

-Dime Eriol ¿Cuantos años tienes?.-

-Eso no te importa- en lugar de que la chica se hiciera para atrás como todas las otras, para luego salir huyendo del lugar, se rió.

-No puedes ser así de frío ¿o si Eriol?- preguntó entre pequeñas risas. -Aún el hielo más frío puede derretirse ante el calor del sol.- el ojiazul la miró de nuevo con extrañeza. ¿Que sabía esa mujer de él?

Los dos guardaron silencio un momento, sus miradas recorrieron la pista de baile, topándose con los cuerpos de sus dos compañeros. Los dos estaban juntos, bailando al ritmo de la música, mientras se reían de sus acciones.

-No es bueno odiar todo lo que te rodea.- dijo la mujer casi en un susurro, algo que alcanzó a percibir Eriol gracias a todos sus años de entrenamiento. Esta vez, su comentario le inspiro curiosidad

-¿Que te hace decir eso?- preguntó, tratando de sonar desinteresado, tomando su bebida de la mesa, y dándole otro trago.

-Solo cuando uno se siente odiado, es cuando cierra su corazón a los demás construyendo esas paredes de hielo que impiden el paso a quien quiera atravesarlas...-

Silencio.

-¿Estoy en lo correcto?- el chico no respondió. Nunca le habían importado las opiniones de los demás, sin embargo, lo que decía aquella chica, talvez tuviera algo de cierto.

-Hasta las personas más frías pueden sonreír alguna vez.- Tomoyo lo miró esperando una respuesta, él solo dirigió su mirada al piso, tratando de evitar los ojos ametistas, que lo miraban con curiosidad.

Él no podía sonreír. Al menos no de felicidad. Todo lo que conocía en su vida era el dolor y la venganza. Sonreía en los momentos en que observaba bajos sus pies, un trabajo bien hecho, dinero sobre la mesa, incluso al ver la cara de incredulidad de cualquier policía al no captarle la huella. Sin embargo, nunca sonreía por que algo lo hiciera sentir feliz. No había nada en su vida que le causara aquel gozo. Nada que le produciera ese deseo de sentir sus labios curveándose una sola vez...nada...

Y no creía que ese sentimiento fuera a cambiar alguna vez.

En ese momento, volteó a ver a su lado, y Tomoyo le sonrió.

Continuara...

Hola!! Por fin termine otro capitulo!! y fue muy difícil en serio!! no sabía que poner, ya saben, cuando no llega la inspiración, no llega!! y eso me a pasado últimamente. Esta parte la escribí en un solo día (¬_¬ si, ya lo se, después de no se cuanto tiempo) pero bueno, más vale tarde que nunca no?? (creo ^-^U)

Por cierto, hay por ahí una duda, la responderé: Si, si va a salir Yukito, aunque todavía no se como o quien será, y son personas comunes y corrientes, nada que ver con la magia, solo sentidos muy desarrollados. Algunas otras preguntas (Helen Sakura Li) fueron respondidas en este capitulo, ¿Que hacían ahí estos jóvenes? pues no se ^_^ solo se me ocurrió que fuera algo diferente para conocerse...

Por cierto, se que Eriol es muy frío en esta historia (demasiado diría yo) pero hay que darle interés a la historia ¿no? imaginen, ver como esta cosa bella descubre sus sentimientos abriéndose al mundo, y por otro lado, un Shaoran dejando de salir con las mujeres que se le ponen en frente cuando se enamora...¿que tal?

Bueno, creo que eso es todo, prometo que intentare subir otro capitulo lo más rápido posible, y no me olvidare de mis otras historias. Por cierto GRACIAS POR LOS REVIEWS!! me dan muchísimos ánimos!! Continúen así!!!

Namárië!!

Tiff