Amando al Enemigo
Por: Tiff
-No puedo rastrearlo Li. Lo siento.- Izumi se recostó en su silla, con la cabeza en las manos, después de casi una hora exhaustiva de teclear sin descanso en la computadora, tratando de establecer una posible ubicación de su jefe.
-¿Cómo dices?- Shaoran había estado atento al monitor que tenía frente a él, esperando en vano, que aquel punto que señalaba a su amigo volviera a aparecer como por arte de magia en la pantalla.
-No sé que pasó con él, pero no lo puedo rastrear.-
-¡Inténtalo de nuevo! ¡No pudo haber desaparecido así como así!- le grito Li perdiendo los estribos, sin pensar mucho en lo que hacia.
-¡Cálmate Li!- le gritó Izumi, mirándolo con ojos fieros, para después suavizar su carácter una vez más. –Escucha, no solucionaras nada poniéndote a gritar como histérico. Lo que necesitamos ahora, es mantener la calma, y empezar a buscarlos como podamos, en donde sea.-
-No creo que solucionemos mucho buscando sin tener una referencia.- interrumpió Shinishi viéndolos desde un rincón.
-Lo sé. Pero no tenemos otro remedio. Ya he dicho que a menos que él mismo se quite el chip, no podremos rastrearlo.-
-Mientras tanto necesitamos toda a ayuda posible Li.- volvió a decir el joven Tsukiyono, haciendo que el castaño volteara a verlo con expectación. –Sé que no te agrada Yue, pero podemos confiar en él ahora. Su pellejo esta en juego esta vez, así que no creo que nos niegue la ayuda. Con él de nuestro lado, y algunas de sus fuerzas más confiables, abarcaremos una mayor área para buscarlo, sin la necesidad de que se entere la compañía.-
-Nos matarían si se enteran.- dijo Matt desde el asiento delantero, fumándose un cigarrillo.
Li lo volteó a ver desafiadoramente. –Sino quieres estar en esto bien puedes retirarte ahora.-
-Yo no dije eso.- respondió el rubio con voz áspera regresándole la mirada.
-Pero has estado quejándote desde hace rato.-
-No veo que tu hagas otra cosa tampoco.-
-He estado buscando a Eriol por si no te has dado cuenta.- dijo el castaño alzando un poco la voz.
-Yo he visto que Izumi lo busca, y tu solamente estás respirando en su nuca, reclamándole.-
Shaoran, con los ojos encendidos en furia y la cara roja, se levantó como impulsado por un resorte de su asiento, alzando el puño en contra del rubio, que solamente se limitó a echarse hacía atrás.
-¡Si no te gusta mi manera de dirigir, bien puedes largarte ahora!- le grito con enojo evidente, asemejándose por un momento a aquellos momentos explosivos de su jefe.
-¡No eres el jefe! ¡No puedes decirme que tengo que hacer!- Se defendió Matt entornando sus ojos azules.
-¡Soy el encargado de la maldita misión ¿Oíste?! ¡O te atienes a mis reglas, o te largas!-
Y antes de que Matt pudiera responder, Shinishi se impuso ante los dos, con voz fuerte y madura, sin siquiera moverse de su lugar.
-Ninguno de los dos ayudará a Eriol si se la pasan discutiendo. Lo que menos necesitamos ahora es tener un grupo dividido. Sino pueden trabajar juntos, con la boca cerrada, es mejor que salgan los dos de la camioneta, que no necesitamos a dos niñitas peleándose por estupideces.-
Y con esas palabras el hombre más joven de toda la operación, y talvez de la compañía entera, logró callar a dos asesinos experimentados, haciéndolos sentir vergüenza no solo por ser callados por prácticamente un niño, sino porque supieron inmediatamente que todas esas palabras habían sido ciertas.
Shaoran solamente se volvió a sentar en la silla, cruzando los brazos y hundiendo su mandíbula sobre su pecho, con expresión huraña; produciendo un efecto similar en el rubio, que simplemente miró hacía delante, encendiendo otro cigarrillo.
Izumi suspiró. –Ven Shinishi, hay que avisarle a Yue de nuestros planes.-
Y tomando el teléfono, en vista de que Shaoran permanecía enfurruñado en su lugar, el joven marcó el número del detective, esperando con el auricular pegado al oído.
Hacía casi media hora que Yue había intentado, ahora con esfuerzos infructuosos, la nueva localización del ojiazul. Después de llamar a la policía para que revisara el apartamento de Le Beau completo, había subido de nuevo a su auto, arrancando en el acto, y siguiendo a aquel punto rojizo de su portátil por las calles de la ciudad.
Sin embargo, a pesar de permanecer a solo unas cuantas calles de distancia, había perdido el rastro.
¿Cómo era posible que policía tan capaz, con una tecnología de punta, hubiera perdido de esa manera a su asesino?
Lo consolaba que al menos no había sido del todo su culpa. El pequeño punto que le había estado indicando su ubicación en la pantalla, había desaparecido de repente, dejándolo solamente con ese complicado mapa verduzco. Al principio pensó que se trataba de una avería o algo similar, y sin embargo, después de revisar los cables con minuciosidad, se dio cuenta que no era un problema técnico; si no que, quien sabe de que manera, el asesino había desaparecido completamente de su alcance.
¿Debía llamar a la fuerza policial entera como había prometido, para buscar a su asesino?
Su celular sonó en ese momento, mucho antes de que pudiera tomar una decisión. Era el joven Shinishi Tsukiyono, uno de los compañeros de Eriol.
-¿Qué sucede?- le dijo bruscamente.
-Eriol a desaparecido.- dijo el joven con voz madura, sin inmutarse ante la repentina actitud del detective.
-Eso ya lo sé. ¿Qué demonios pasa?-
-No sabemos. Izumi a intentado localizarlo ya por mucho tiempo, y no hemos encontrado nada. Lo que supone es que lo aislaron en algún lugar a donde no llegan nuestras señales satelitales.-
Yue se rió por lo bajo. ¿Cómo era posible que ese grupo de asesinos, conocieran mejor ese sistema de seguridad? ¿No se suponía que era casi imposible de modificar? ¡Que efectivos resultaban ser los programadores!
-¿Y que hacemos?-
-Si lo que nos dices es correcto, alguien lo tiene. Y seguramente es aquel que tiene a Tomoyo Daidouji también. Necesitamos encontrarlo.-
-¿Ya registraron el último lugar en donde estuvo?-
-Si. No hay nada, es solo un viejo almacén.- mintió el joven Tsukiyono, negándose a revelar el verdadero uso de aquel inmueble. –Si queremos encontrarlo, necesitamos ayuda.-
Ahora sí, Yue lanzó una risa perceptible. -¿Estas diciendo que quieres que movilice a mis tropas, para encontrar a un asesino que se supone está en el manicomio?-
-Si es que quieres encontrarlos a los dos mejor que lo hagas.- respondió el joven con una voz extrañamente áspera y amenazante.
Un largo silencio se apareció entre los dos, momentos que Yue utilizó para reflexionar. Sino hacía todo lo posible para encontrarlo, de todos modos terminaría perdiendo su trabajo.
-Intentaré traer a mis tropas de mayor confianza pero no me pidas una gran movilización. Pero con una condición: Yo voy con ustedes.-
-¿Con nosotros? ¿Para que?- le respondió el joven sorprendido.
-¿Te crees que confío mucho en ustedes? Bien podrían estarme mandando a un callejón sin salida mientras ayudan a escapar a ese asesino.-
-Bien podríamos matarte entre todos.-
El detective se rió. –Quisiera ver que lo intentaran. Si muero yo, ustedes se hunden conmigo. Ya me gustaría ver su cara cuando se entere su jefe que los han capturado en la misión de ayudar a Eriol.-
-¿Qué te hace pensar que nos van a atrapar?-
-Estoy completamente protegido. Una llamada mía cada hora, impide que se vayan contra ustedes.-
Ahora fue el turno de Shinishi para quedarse callado. Ningún sonido se escuchaba de su lado de la línea, diciéndole a Yue que era él, el que estaba tomando la decisión. ¿Desde cuando Shaoran Li dejaba que ese jovencito la hiciera de jefe de la operación, sin Eriol al mando?
-Está bien. Vendrás con nosotros. Pero debes cumplir con tu parte del trato. Y si lo encuentran, no lo queremos de nuevo en el sanatorio hasta que halla cumplido su misión.-
-Trato hecho. Movilizare a las unidades en un momento. Los veré en el almacén.-
Y colgó el teléfono con una sonrisa de triunfo en el rostro. Si había una cosa que lo hiciera feliz en ese momento, además de recuperar sana y salva a la joven Daidouji; era conocer todos los secretos de los asesinos a los que se había enfrentado por tanto tiempo. Talvez así podría aportar algo a las nuevas investigaciones, además de decir que ese nuevo sistema infranqueable a base de chips, era un completo fraude.
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-No puede ser.-
-¿Qué pasa querida prima? ¿No te alegras de verme?- la voz de Satoshi, antes amable y juguetona, se vio transfigurada en esos momentos a una áspera y fría, irreconocible. –Ven aquí.- le dijo con una ternura falsa, reflejada inmediatamente en su rostro.
-No te acerques Tomoyo.- advirtió Eriol acercándose más a la joven, sin dejar de ver al rubio.
-No te metas en esto.- Satoshi Daidouji entró a la celda en la que los dos se encontraban, con una sonrisa de autosuficiencia en la cara. Acomodó su cabellera rubia con la mano, mientras entornaba los ojos peligrosamente, tratando de percibir los rostros de los dos jóvenes entre la oscuridad. -¿Tomoyo?-
La chica se aferró con manos temblorosas a la raída gabardina del asesino que intentaba protegerla, tratando de esconderse de esa mirada que no lograba evocar en esos momentos. ¿Cómo iba a reconocer en aquellos ojos escarlatas, aquella mirada tierna e infantil que él mismo solía lanzarle en otros tiempos? ¿Por qué de repente todos parecían tener ese tono espectral en sus ojos, igual al que había visto alguna vez en Eriol?
-No te atrevas a tocarla.- la joven salió rápidamente de sus indagaciones silenciosas, al escuchar las palabras del inglés. Su voz, antes serena y amable, de nuevo había vuelto a adquirir ese frío acento siseante... igual al que en esos momentos tenía su primo.
La amatista escuchó una risa apagada, mientras el rubio pasaba su mirada de ella al hombre que la protegía. –Apártate.-
-No.-
-¡Hazte a un lado!-
-¡No!- y se plantó aún con más fuerza delante de la mujer.
-¡No eres nadie para impedir que me acerque a ella! ¡Soy de su familia!-
-¡Su familia no le haría esto! ¿Por qué demonios la tienes aquí encerrada?-
-La estoy protegiendo.-
-¡No me vengas con idioteces!-
El rubio pareció insultado ante estos comentarios, así que sin perder la calma, simplemente se acerco con peligrosidad al inglés, susurrándole de manera amenazadora. -Escúchame estúpido, tú no eres nadie para impedir que me acerque a ella. Lo que tenga que tratar es asunto nuestro, así que no te interpongas.-
Pero Eriol no se movió. Y Tomoyo no parecía muy dispuesta a tratar con el joven.
-No me moveré de aquí.-
Los ojos amatistas del chico pasaron del inglés a su pariente. –¿Tomoyo?- Ella lo volteó a ver con reserva.
-Vete. No quiero hablar contigo.-
Parecía que Satoshi no había quedado muy contento con esa respuesta, ya que rápidamente se dibujo en su cara una expresión de furia. Eriol se alistó para contenerla de la manera que fuera, cosa que no fue del todo necesaria, ya que después de un largo suspiro de derrota, el joven simplemente se dio la media vuelta con rapidez, y como un niño pequeño salió de la celda, azotando la pesada puerta de metal.
La oscuridad reinó de nuevo en todo el lugar y la débil luz esporádica se veía aún más tenue en esos momentos. Tomoyo tenía la respiración agitada, y la vista clavada en el suelo.
-¿Tomoyo?- pero la joven no contestó. Una mirada de pánico se apodero del ojiazul. –Oye, oye linda... calma.- y la abrazó fuertemente contra su pecho, sin que ella reaccionara.
-Linda, necesitas calmarte, no quiero que algo te pase.- dijo nerviosamente sosteniendo el rostro de la joven entre sus manos cuidadosamente, tratando que sus ojos se encontraran. Su mirada no podía enfocarse en él. Estaba entrando a un estado de shock. –Demonios.- exclamó el asesino con desesperación. –Tomoyo, no hagas esto.- y sin saber que hacer, simplemente la besó. De una manera tierna y urgente que ni el mismo se conocía.
¿Quién diría que en momento tan lúgubre y espantoso, en medio de aquella oscuridad tétrica, y con tantas preguntas en la cabeza, le saldría desde el pecho aquel cálido sentimiento, simplemente con el hecho de rozar sus labios?
Y ella reaccionó ante su toque, lazando un leve gemido lastimero directo de la garganta. Se despegó de sus labios, y encogió su figura en los anhelantes brazos del ojiazul, que se habían extendido al instante.
-¿C-Como es posible?- le preguntó entrecortadamente, aferrándose a su camisa con fuerza increíble a pesar de su aparente debilidad. –Estaba muerto. Sacaron su cuerpo inerte, junto al de mi madre.- y un escalofrío evidente recorrió su cuerpo, haciendo temblar sus pálidos labios a causa de la impresión. -¿Qué está haciendo aquí? ¿Por qué apareció ahora?- y las lagrimas resbalaron por su rostro sin compasión, refugiándolo en la sucia camisa del ojiazul.
-No te preocupes linda, ya veremos que hacer con él. Averiguaremos que hace aquí, y porque te tiene encerrada en este lugar.- y sin soltarla en ningún momento, se arrastro hasta uno de los rincones de la oscura celda, sentándose en ese lugar con ella en sus brazos, escuchando sus débiles sollozos a causa del eco del lugar sin ponerle demasiada atención.
Su mente trabajaba lo más rápido que podía en crear varias conclusiones, a pesar del letargo que había sufrido a causa del frío, el hambre, y el repentino dolor de sus heridas.
Ella tiene razón. Vimos el cuerpo inerte de ese joven en el piso de su misma habitación. ¡Entramos ahí para verificar que el trabajo de Henry estuviera bien hecho, y lo comprobamos con nuestros propios ojos!
¡Pero está vivo!
¡Eso ya lo sé! ¡Lo que nos importa saber ahora es como! ¿Cómo demonios sobrevivió, si lo vimos ahí tirado, desangrándose, y sin respirar? ¡Los mismos noticieros confirmaron su muerte! ¡Le hicieron una maldita autopsia, por dios!
La única explicación que nos queda es que no era él. Aquel que encontramos tirado en el suelo de su habitación, era otra persona.
Se hubieran dado cuenta. La autopsia debió haber revelado que no era él.
¡Algún maldito engaño debió haber utilizado entonces, yo que sé! Pero ahora eso no es tan importante... Lo que debemos preguntarnos, es porque tiene a Tomoyo aquí encerrada.
Si él la mandó a traer, no creo que sus intenciones sean muy buenas. Si él es la persona con la que el jefe a estado tratando desde el principio...
...Entonces él es el verdadero asesino de la familia entera...
La última descendiente de los Daidouji... talvez había utilizado ese término demasiado rápido para referirse a su querida Tomoyo.
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-Quiero hablar con ella primero.- Satoshi Daidouji azotó la puerta de madera tras de si, al entrar a una de las habitaciones del primer piso, después de su breve encuentro con su prima en el sótano. Se sentó en una mullida silla y colocó los pies autoritariamente sobre la gastada superficie de la mesa frente a él.
-No creo que quiera colaborar con nosotros señor.- le respondió un hombre alto y delgado de impecable vestimenta y cara huesuda, que sostenía entre las manos un fólder amarillento del que se dejaba ver un delgado fajo de papeles.
-No seas estúpido.- le espetó el rubio con gesto de fastidio.-¿Tú crees que traje a ese bastardo entrometido nada más por puro placer?-
Pero antes de obtener respuesta a esa pregunta, la puerta se volvió a abrir, distrayendo su atención a los recién llegados. Saito y Ronald entraron consecutivamente, y se plantaron frente a la mesa.
-Los términos en los que se realizó el trato han sido cumplidos en su totalidad. Entregamos a las dos personas que nos pidió, y el dinero prometido está completo.- dijo Reuel de manera autómata, dejando ver la larga experiencia que tenía en esos casos. –Señor Satoshi Daidouji, a sido un verdadero placer el hacer negocios con usted, y quiero hacerle saber que mi compañía, sus empleados y servicios, están completamente a sus ordenes en el momento en que usted lo solicite.- finalizó el hombre extendiéndole la mano al muchacho, después de hacer una leve reverencia.
El rubio se levantó perezosamente de la silla en la que se encontraba, y estrecho la mano del viejo sin mucha energía. –Ha cumplido con lo prometido señor Reuel. Y supongo que no es la última vez que nos encontramos.- concluyó el joven con una sonrisa de complicidad en el rostro, que Ronald regreso en su totalidad.
-Eso espero.- y aferrando aún más el maletín que llevaba en la otra mano, se dispuso a salir de la habitación, con Saito detrás de él.
-Pero antes de que te vayas Ronald...- dijo el amatista antes de que el jefe de la compañía pudiera alcanzar la salida. –Tenía una pequeña duda...-
El hombre se dio la vuelta con gracia, y fijo sus experimentados ojos en el joven rostro del muchacho. –Adelante.- le animó.
-En la conversación por teléfono que tuvimos hace poco, en la que me confirmabas que ya tenías a las dos personas que yo quería, mencionaste en algún momento, que uno de tus empleados estaba involucrado en esta operación, ¿cierto?- dijo, tomando asiento de nuevo.
-Cierto.- respondió el hombre francamente, sin perder su altiva postura.
-Con eso quieres decir que la persona con la que estaba viviendo Tomoyo, era una de las personas a tu mando, ¿no es así?-
-Sí-
-¿Por qué tardaste tanto tiempo en encontrarla entonces? Te pedí a la mujer hace casi seis días sino mal recuerdo, y tu primera garantía era entregármela en solamente tres. ¿Por qué me la trajiste hasta ahora?-
-En nuestra compañía, una de las reglas es mandar al asesino más experimentado a las misiones de mayor renumeración. Se le otorga a este individuo un periodo de tres días para que lleve a cabo su cometido, prometiéndole una suma de dinero bastante considerable para él sólo. Sin embargo, si esa persona no logra completar su trabajo en el tiempo acordado, se le destituye y se le reemplaza con el siguiente empleado mejor capacitado.- explicó Reuel sin renuencia.
-Eso tiene sentido. ¿Quieres decirme que tu mejor empleado no pudo completar esa misión tan simple?- mencionó el rubio con un dejo de burla en la voz.
-Así es señor.- le respondió el jefe de los asesinos con una fría mirada.
-Si es su asesino más capaz ¿Qué me puedo esperar de los otros?- preguntó Satoshi astutamente, entrelazando los dedos y recargándose en la silla.
-El asesino encargado de esa misión está muy bien capacitado, pero rompió una de nuestras reglas, impidiéndole con eso el total éxito en su trabajo.-
-Ya veo. ¿Y me permitirías preguntarte cuál es esa regla?-
-'No te enamores.'- recitó Ronald después de un breve silencio.
Y los ojos amatistas del joven se agrandaron por primera vez a causa de la sorpresa. -¿Estas diciendo que tu mejor asesino es Eriol Hiragizawa?-
-Lo era.-
-Mm... que interesante.- respondió el rubio transfigurando la mueca de sorpresa que tenía en el rostro por una sonrisa autosuficiente y calculadora. –Gracias Ronald. Me acabas de ser de gran ayuda.-
El viejo solamente asintió, sin darse tiempo siquiera para imaginarse los macabros planes que se sucedían en el cerebro de aquel muchacho, sin decir nada más, y simplemente haciéndole una discreta seña a Saito, los dos salieron de la habitación para no regresar jamás.
-¿Te has dado cuenta de la magnitud de esta información, Motomiya?- dijo Satoshi sin quitar esa sonrisa del rostro, dirigiéndose al hombre que había quedado en la habitación a solas con él. El empleado de los papeles solo asintió. -Veamos...- dijo el chico levantándose de su asiento y empezando a pasear alrededor de la habitación con el gesto fruncido en concentración. –Reuel siempre nos dijo que su mejor asesino y su equipo, eran los encargados de realizar todas las operaciones que le estábamos encargando ¿no? Su mejor asesino era Eriol Hiragizawa como nos acaban de mencionar, y es el mismo nombre de ese imbécil que me arrebató el cariño de mi adorable prima...- una sonrisa maniaca apareció en su rostro. -¡Mira con que cosas nos encontramos! ¡Tomoyo a estado viviendo todos estos meses con un asesino! ¡Y no un asesino cualquiera, claro que no, sino con el mismísimo 'asesino ingles'!-
El llamado Motomiya miró a su jefe con algo de reserva, mientras éste lanzaba sin inhibición, una fuerte risa cruel. Desde el principio había pensado que ese joven había necesitado siempre algo de ayuda psiquiátrica, solamente con observar el gesto demente que aparecía en su rostro cada vez que tenía en sus manos algún plan para arruinar algo. Él había sido su asesor desde hacía varios años, y conocía casi perfectamente su mentalidad calculadora, y su naturaleza fría y sádica, pero jamás se había atrevido a mencionárselo por miedo a represalias en contra de su familia.
Tenía que aceptar sin embargo, que era una persona sumamente inteligente y astuta en todos los sentidos. Había causado problema tras problema a lo largo de toda su vida, sin recibir ningún regaño, y bien sabía él, que no era cualquier cosa insignificante lo que aquel niño llegaba a ocasionar. Consciente de la fortuna que había heredado de sus padres, y que sin embargo no se le entregaba a causa de su tío Kotaro, persona que estaba a su cargo, y cansado de los malos tratos a causa de su consanguíneo, había intentado varias veces deshacerse de esa familia. No solamente ocurrían en su casa accidentes por demás extraños, sino que el dinero de la compañía se había visto manipulado muchas veces por manos desconocidas, sin que se descubriera nunca al verdadero autor de todas esas atrocidades. Jamás se sospecho de él de todos modos, ya que la familia lo miraba despectivamente, creyéndolo incapaz de fraguar planes de aquella magnitud.
Una de las virtudes que siempre le habían alabado todas sus amistades, era la gran capacidad que tenía en el campo de la actuación, en donde en repetidas ocasiones había logrado interpretar con éxito exuberante toda clase de papeles en infinidad de obras, ganándole una bien merecida reputación. ¿Quién diría que esos dones los utilizaba tanto fuera como por dentro de la puesta en escena? ¿Quién diría que ese niño de rostro angelical, podría haber llegado a participar en las peores atrocidades, logrando siempre una absolución total de toda culpa, gracias a sus excelentes actuaciones? ¿Cómo iban a saber los demás que toda esa dulzura reflejada siempre en su rostro, no era más que una mascara para ocultar todos aquellos vestigios de una niñez frustrada y dolorosa, que al irse acumulando con los años, se había convertido en un odio irrefrenable hacía casi todo ser vivo? Casi podía asombrarse de que todavía existieran sentimientos de cariño genuinos en su corazón. Si algo podía asegurar con absoluta rotundidad, gracias a todos los años que había estado a su lado, era que le tenía un afecto desmedido a su prima. Algo que talvez se hubiera convertido en un sentimiento enfermizo con el paso de los años...
-Tráela ahora Motomiya.- escuchó que le decía Satoshi de manera autoritaria, ya sin vestigios de una risa, sacándolo de sus pensamientos. Asintió levemente con la cabeza, y se dio la media vuelta saliendo inmediatamente de la habitación.
Se había guardado secretos de ese joven que hubieran aterrorizado a cualquier otro; y como iban las cosas, los seguiría guardando hasta el día de su muerte...
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Por fin se había quedado dormida. Llevaba casi una hora sollozando entre sus brazos sin que sirvieran las palabras de consuelo, pero ahora, por fin estaba descansando. Al menos sabía que estaba a salvo en la cálida caricia de ese hombre, y que ya podía cerrar los ojos sin temor a despertar y no encontrar a nadie a su lado.
Eriol Hiragizawa observó nuevamente la delicada figura que estaba sobre su regazo, con mucha atención esta vez. La miró de una manera contemplativa y admirada, donde intentó por varios minutos memorizar cada rasgo de su rostro, cada pliegue de su ropa, cada mechón de cabello colocado descuidada y perfectamente sobre su espalda...
¿Por qué estas haciendo esto?
No lo sé. Supongo que es un mal presentimiento que tengo...
Y así era. En su corazón, de una manera terrible y amenazadora, se ceñía de repente una sombra de desesperanza y angustia que nunca antes había experimentado. Él siempre tan seguro de todos sus actos y acciones futuras, se sentía esta vez más confuso y deleznable. ¿Por qué ahora, justamente cuando más necesitaba de toda su capacidad, se sentía de esa manera? ¿Acaso veía así de imposible el hecho de salir de ese lugar, los dos, con vida?...
Un clic característico se escuchó proveniente de la cerradura de la puerta, antes de que ésta se abriera. La débil luz pálida que iluminaba los pasillos, se filtró dentro de la gélida celda, alumbrando la descolorida pared frente a ella. Dos ojos cerúleos se abrieron de repente, observando con cautela aquella brecha, para encontrarse con las sombras de dos hombres vestidos de negro, uno al lado de otro, que enfocaban sus vistas a la oscuridad de la habitación.
-Tomoyo... - susurró débilmente al oído de la joven, sacudiéndola levemente para que despertara. La chica se estiró perezosamente y abrió los ojos con lentitud, observando la alarmada expresión del hombre que la sostenía entre sus brazos. Siguió la dirección de sus ojos con los suyos, y a través de los halos de luz, alcanzó a ver la sombra contrastante de dos personas paradas frente a la puerta.
Un miedo evidente se dibujo en su rostro de inmediato. Sus ojos amatistas se agrandaron, y sus manos se aferraron fuertemente a la camisa del inglés.
Justo en ese momento, después de varios segundos de espera, los dos hombres los vislumbraron a través de la oscuridad de su alrededor, y sin decir nada, se adelantaron unos pasos decididos hacia ellos.
Guiado por un instinto que le advertía peligro, el ojiazul se levantó de un salto, con la mujer que traía en brazos, y de un rápido movimiento se interpuso entre ella y los hombres, tratando de protegerla.
-¿Qué demonios quieren?- les dijo de manera siseante y amenazadora, sintiendo el débil temblor que estremecía el cuerpo de Tomoyo, en su espalda.
-Hazte a un lado.- le contestó de manera cortante el personaje de la izquierda con voz ronca, y sin inmutarse.
-No.-
-El jefe se encargará de ti después.- sentenció el otro hombre, acercándose más a ellos.
-Eriol... - el joven volteó a ver brevemente a la amatista, después de escuchar el asustado timbre de su voz. No miraba a los dos hombres que se empezaban a ceñir frente a ellos; sino a él.
Tomoyo temía por él.
-No puedes contra ellos.- le susurró al oído de manera desesperada, sosteniéndolo fuertemente de la roída gabardina. –Estás muy lastimado. Te matarían si te enfrentas a ellos.-
Y muy a su pesar, debía aceptar que ella tenía razón. Esos dos hombres no hubieran sido problema alguno en otro momento; y sin embargo, ahora, y siendo la ruina física que era, no habría aguantado más de tres golpes.
-No puedo dejar que te lleven nada más así. ¿Qué clase de novio sería?- le contestó él esbozando una débil sonrisa pero sin voltearla a ver; y sin decir más, se adelantó hacía los hombres con el puño en alto.
Alcanzó a uno directo en el rostro al tomarlo descuidado, haciéndolo caer al suelo mojado. El otro hombre se abalanzó hacia él con furia, alcanzándolo del cuello con una de sus gruesas manos, y azotándolo contra una de las frías paredes.
-No vuelvas a intentar esa estupidez.- le dijo acercándose a su rostro con peligrosidad, apretando aún más el delgado cuello blanco; mientras el otro hombre se levantaba, algo aturdido, del suelo.
Eriol empezó a notar como le faltaba el oxígeno. Se aferró a la mano de aquel hombre con las dos suyas, y apretó con fuerza, tratando de que lo soltarán... en otras circunstancias ya habría logrado escapar de ese hombre, y ahora, por alguna razón, no podía.
¿Qué esperabas? ¡Míranos! ¡Estamos hechos un desastre! ¡¿Cómo te atreves a desafiar a esos hombres tu solo, y en esas condiciones?!
¡No puedo dejar que se la lleven así como así ¿no entiendes?! ¡Talvez no la vuelva a ver si se la llevan!
-¡Detente!- el joven despegó los párpados trabajosamente al escuchar la voz de su niña. Lo veía a él de una manera desesperada, con los ojos llenos de lagrimas.
-Llévatela.- le ordenó el hombre que lo sostenía, a su compañero, haciéndole una seña con la cabeza.
El otro hombre asintió levemente, y aún sosteniéndose la mandíbula, en donde había acertado el puño del ojiazul, se acercó a la mujer y la tomó rudamente por el brazo, obteniendo algo de resistencia de su parte.
-No te resistas linda, ó él lo pagará.- y señaló al inglés después de mostrar una sonrisa sádica en el rostro, al ver la mirada de terror de parte de la joven.
Y sin oponerse más, lanzándole una última mirada amorosa al ojiazul, Tomoyo Daidouji fue guiada fuera de la habitación, seguida por ese gran gorila de traje negro plantado detrás de ella.
-Volveré por ti.- le dijo el hombre al inglés, dándole un último apretón en el cuello, para después azotarlo bruscamente en el suelo mojado, y marcharse de ese frío lugar arreglándose la corbata.
Eriol alcanzó a incorporarse sobre los brazos por unos segundos, para girar la cabeza y observar un momento la luz; para después quedar sumido en la más completa oscuridad, al cerrarse la puerta.
-No puede ser.- el joven azotó los puños contra el suelo, haciendo que la pestilente agua ahí condensada saltara en todas direcciones, incluyendo su rostro. Por fin veía con claridad los planes de la maquiavélica mente detrás de toda aquella operación; por fin sabía el porque no solamente había mandado a traer a la joven hasta ese lugar, sino también a él... un juego sucio y una trampa horrible para cualquier ser humano digno de reconocer los sentimientos humanos... lo estaban utilizando de rehén.
Por él, ahora, Tomoyo Daidouji se veía atrapada en cualquier plan que se hubiera planeado, y no podría rehusarse a cumplir todas las demandas.
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La joven amatista fue guiada por los pasillos de aquel gran almacén, con los ojos vendados. Con un hombre vestido de negro a cada costado sosteniéndola de un hombro, caminaba muchas veces en caminos rectos y otras cuantas veces dando giros inesperados hacia todas las direcciones posibles, sin darle posibilidad de recordar el camino de regreso. Sabía muy bien que todos aquellos movimientos los hacían simplemente para distraerla e impedir que escapara si de algún modo lograba deshacerse de su escrutinio. ¿Qué irían a hacerle ahora? Sin Eriol a su lado, ya no se sentía segura ni confiada, sino atemorizada y desesperada; un miedo que empezaba en la boca del estómago y le subía hasta la garganta, impidiendo que emitiera sonido alguno.
Los hombres detrás de ella se detuvieron, dándole un pequeño jalón para hacer que se detuviera también. Sintió que el aire frío que respiraba le regresaba de lleno en la cara, indicándole que había algo sólido delante de ella. Escuchó como uno de los hombres se adelantaba, sin soltarle el hombro, y tocaba la puerta con cautela... y si su percepción no la engañaba, con algo de miedo.
-Adelante.- Los dos hombres se apresuraron a contestar el llamado de aquella fría voz, primero quitándole la venda de los ojos a la cautiva, y después abriendo la puerta de un pequeño empujón, para dejar al descubierto una pequeña habitación en penumbra, a excepción de una lámpara de gas colocada en uno de los rincones sobre una vieja silla.
Tomoyo no tardó mucho en acostumbrarse a la poca iluminación de aquel lugar, antes de vislumbrar a través de ella, una sombra uniforme a solo unos cuantos pasos de la luz.
Satoshi... lo reconoció inmediatamente por el débil destello dorado de su cabello, y su postura medio encorvada ante la luz. Lo que antes ella había amado y protegido de él, ahora se había esfumado por completo; ya no existía ese derroche de alegría en su persona, ni ese leve tic en su pie cada vez que se ponía nervioso; y mucho menos aquel gesto amable y caritativo en su rostro... ahora, aquel rostro perfilado ante la luz, se contorsionaba en un gesto malicioso y duro que nunca antes había observado en ningún otro ser humano; de aquella persona que ella había querido, solo quedaba el leve vestigio de un cuerpo en concreto, poseído por esa actitud irreconocible.
-Váyanse.- dijo sin mucha sutileza a los hombres bajo su yugo. –No los quiero cerca de aquí ¿entendieron?-
Los ojos amatistas de la mujer se entristecieron de una manera quebrantadora por un momento, simplemente observando a esa persona ahora tan desconocida... y sin embargo, antes de que él pudiera voltear a mirarla, la joven recuperó con asombrosa velocidad aquella postura majestuosa que siempre la había caracterizado. Lo último que iba a hacer en esa habitación, era dejarse ver inferior a esa persona que había creído conocer, y que ahora traicionaba sus largos años de confianza y caritativo amor.
La volteó a ver por un momento, y así nada más, como si de alguna manera desconocida hubiera cambiado su verdadero rostro por una máscara, todo su gesto se vio transfigurado por una sonrisa cariñosa y llena de gozo, mientras sus ojos se dejaban inundar por un rápido torrente de calidez. –Tomoyo.- escuchó que susurraba con ternura, mientras daba unos pasos cautelosos hacia su persona.
La chica ni se inmuto; ni regresó la sonrisa, ni pronunció palabra alguna... la había engañado por muchos años, y no lo volvería a hacer. Ya no podría engañarla jamás, ahora que por fin había descubierto su verdadero rostro.
Los dos hombres que la habían estado sosteniendo se hicieron a un lado rápidamente, dejando a la mujer ahí, sin que ella hiciera nada para moverse. Satoshi se acercó a ella con rapidez, y la envolvió en un abrazo prolongado y bondadoso, sin recibir ningún tipo de respuesta por parte de la mujer.
-Por fin estamos juntos de nuevo querida Tomoyo.- le dijo suavemente, acariciando el largo cabello mojado; provocando por un momento, una débil pizca de indecisión en el corazón de la joven. –Ya no te preocupes, desde ahora, todo estará bien.-
Y sus manos temblaron a causa de su toque, y pensó en un rápido instante, el cómo se sentiría el poder volver a abrazar a alguien de su sangre... después de todo, él era la única familia que le quedaba; la única persona que podría sentir el dolor al perder a sus allegados de una forma desgarradora, tal como ella lo estaba sintiendo... debía haber una razón lógica y sensata para que él estuviera con vida, debía encontrar algo que le dijera que sus corazonadas estaban equivocadas; que su primo, que su querido primo, su misma sangre, era inocente...
-¿Qué estas haciendo aquí?- dijo la joven con seguridad mirando a un punto distante de la habitación, tratando de ignorar la calidez que el abrazo le brindaba.
-Vine aquí para protegerte.- le contestó el rubio con una voz extrañamente áspera.
-¿Por qué me tienes aquí entonces?-
-Te están cazando Tomoyo, no podía dejar que te encontraran.-
-¿Y por eso tenías que mandar a todos esos hombres? ¿Tenías que traerme aquí a la fuerza, destruyendo la casa en donde estaba viviendo?- le mencionó como sin darle importancia al asunto, sintiendo como su primo le daba un pequeño apretón.
-No tenía otra alternativa.-
-Bien podrías haberme dicho que estabas vivo y yo hubiera venido a ti.-
-No podía arriesgarme Tomoyo, si descubrían que aún estaba con vida, me hubieran perseguido para matarme, así como lo intentaban hacer contigo.-
-¿Cómo es que sobreviviste? Yo vi tu cuerpo... - la fría voz que intentaba utilizar, se quebró de repente, haciéndole perder esa postura amenazadora.
-Eso no importa ahora linda, lo importante es que estoy aquí contigo de nuevo, y voy a hacer todo lo posible por protegerte.-
Y la joven, cegada por todos aquellos años junto a él, llenos de risas, juegos y cariño de hermanos, lo rodeó con sus brazos y hundió su cara en su hombro, reprimiendo un sollozo... era su familia, era lo que le quedaba de la sangre de su madre...
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Conserva la calma, no te desesperes y empieza a concentrarte.
¿Cómo quieres que me concentre? ¡Se la llevaron! ¡No sé que demonios vayan a hacer con ella!
Escucha, sé que estás desesperado, y con mucha razón, pero escucha, necesitamos...
¡Cállate! ¡Nunca te has preocupado por ella, sólo te preocupas por ti mismo!
¡Escúchame!, Necesitas entender... sí me preocupo por ella ¿entendido? Pero para ayudarla necesitamos salvarnos primero a nosotros...
No nos están cazando a nosotros, sino a ella. ¿Por qué debería de preocuparme?
La voz se quedó callada un momento, quien sabe porque. De repente, Eriol creyó escuchar que aquel eco en su cabeza, se hacía débil y cansado. ¿Qué estaba pasando?
Date cuenta en que situación nos encontramos. Ella está en peligro, tienes razón, pero tú también. Estás encerrado en este lugar, malherido y débil...
Aún podría pelear para defenderme. Eso lo sabes.
Sí, con otras personas sí... pero no puedes protegerte de ti mismo.
Y entonces el inglés comprendió. No se había puesto a pensar en las consecuencias que la partida de Tomoyo le acarrearía a él. Estaba en ese lugar oscuro él solo, encerrado; con una luz esporádica que no le serviría de nada... con esas condiciones, las voces no tardarían en regresar. El pánico empezó a hacerle cierta cosquilla en la nuca.
Detenlos... No dejes que vengan.
Sabes que no puedo detenerlos. Tú mismo debes encargarte de ellos. Debes bloquear tu mente a esas voces.
Lo he intentado miles de veces, y nunca he podido controlarlos...
Pero ahora tienes una razón por la cual pelear contra ellos. Intentarlo es lo mejor que puedes hacer ahora.
Por ella...
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-Por dios Li, quita esa cara.-
-¿Y que otra cara quieres que ponga?- le respondió el nombrado a Shinishi Tsukiyono de una forma irritante.
-No es mi culpa que Yue quiera venir con nosotros.-
-Pero tú lo dejaste venir con nosotros.-
-¿Y que debía hacer? ¿Esperar a que se te pasara el berrinche, para dejar que Yue llamara a toda la fuerza policíaca?-
-¡Tú no eres el jefe, ni estás capacitado para esta misión! ¡Deberías habérmelo dejado a mí!-
Los ojos furiosos grises del joven castaño se dirigieron al suelo. Li tenía razón en cierta forma. Tenía mucho menos experiencia que él en esos casos, y todos en el equipo sabían que a falta de Eriol, Shaoran era el jefe. Así que sin decir más, simplemente se levantó del asiento en el que iba, y se colocó al lado de Matt, en el asiento del copiloto.
-No veo porque eres así de duro con el chico Li.- le dijo Izumi en voz baja, solamente perceptible para él.
-¿No ves lo que está haciendo? ¡Intenta parecerse a Eriol, quiere tomar ese lugar!- le dijo Shaoran de igual manera, con algo de irritación en la voz.
-Yo no creo que ese sea el caso Li. Shinishi solo hizo lo que consideró correcto.-
-¿Invitar a Yue para ir con nosotros es lo correcto? ¡Está invitando al enemigo a conocernos!-
-¿Y que otra cosa podía hacer? Tiene razón en una cosa al menos: si no lo hubiera permitido, Yue hubiera enviado a todos sus hombres a capturarnos.-
-De todas formas, esa decisión me correspondía a mí, él no tenía porque involucrarse... -
-Quita esa cara Li. Ya no puedes hacer nada ¿esta bien? Debes aguantar a Yue por lo menos lo que dura esta misión, ó no podremos ayudar a Eriol... –
El castaño suspiró larga y amargamente. Izumi tenía razón. La misión en la que se había metido era sola y exclusivamente para ayudar a Eriol. No había pensado que las cosas empeorarían de esa manera tan brutal, pero ahora que todo estaba hecho, no le quedaba otra opción.
-Esta bien. Vamos por ese policía mediocre... –
Los dos jóvenes unidos por la sangre, aún permanecían abrazados en aquella oscura habitación. Habían pasado ya varios minutos desde que se había pronunciado la última palabra; y sin embargo, aquel silencio suscitado entre los dos, era algo reconfortante y enternecedor.
En sus memorias se dibujo aquel hermoso árbol de cerezo en una mansión remota, donde los dos solían trepar hasta alguna de las ramas más altas, y contemplar juntos, el hermoso poner del sol en el horizonte. Sin decir una palabra, los dos se sentían como en casa. Uno añorando aquellos brazos amorosos que nunca le habían sido concedidos, la otra recordando aquel calor hogareño que le representaban esas sonrisas otorgadas por su padre. Solos en ese mundo enorme dirigido por el dinero, aún conservaban aquellas añoranzas de la niñez... que sabían nunca les serían concedidas.
-Tomoyo... – le susurró el hombre de una manera anhelante muy extraña, mientras sus manos se despegaban de su espalda, y empezaban a bajar lentamente hasta posarse en su delgada cintura con ternura. –Por fin vamos a poder estar juntos.-
La joven sintió como un leve escalofrío recorría su espalda al sentir las manos de su primo acariciándola de manera tan personal. Su abrazo titubeó un momento, e intentó despegarse de él con sutileza. Pero él, embebido en su aroma, recordando viejas fantasías que le habían quitado muchas veces el sueño, se acercó aún más a ella, aprisionándola con fuerza entre sus brazos, mientras la empujaba con poca fuerza hacia la mesa que se encontraba a su espalda.
-Toshi, ¿Qué haces?- le preguntó Tomoyo, algo temerosa, al sentir la mesa tras ella, dejándola inmovilizada entre ese objeto y su primo.
-Ya no te preocupes Tomoyo. Ya no nos van a separar.-
Y sin decir nada más, se separó de ella, sin soltarla. Tocó su rostro con delicadeza y ansia, contorneando con los dedos sus pálidos labios. –No sabes cuanto tiempo e esperado por este momento. Te había visto de esta manera en mis sueños. Había saboreado tus labios y te había hecho mía, la misma vez.-
Los ojos amatistas se agrandaron al instante por la sorpresa. ¿Había oído bien? ¿Su primo la estaba incluyendo a ella, en una asquerosa fantasía carnal?
-¿Qué estás diciendo?- le espetó ella con disgusto, poniendo en su rostro un gesto de asco.
Pero él pareció no darse cuenta de nada. Sonrió de nuevo ampliamente. –Sé que deseas esto tanto como yo.- y sin darle tiempo de reaccionar, tomó su rostro con rudeza, y atrapó sus labios con los suyos, acariciándolos con frenesí.
Y todo el mundo que había construido Tomoyo en esos escasos diez minutos de reencuentro, se vino abajo. De nuevo veía a su primo como lo que realmente era. Por fin, después de ese leve momento de estupor, volvía a abrir los ojos a la realidad.
Intentó zafarse de su fuerte abrazo, golpeándole el pecho débilmente con los puños, sin que eso le diera resultado alguno. Trató de hacer el rostro a un lado para evitar sentir su venenosa lengua tratando de abrirse paso entre sus labios, pero nada le sirvió en esos momentos de agotamiento. Y el chico la besó apasionadamente cuando por fin logró saborearla por completo, ignorando sus gemidos de protesta.
¿Cuántas veces había estado bajo las manos de algún maniático pervertido en esos últimos meses? ¿Era su destino el encontrarse con esas personas, cuando lo único que ella había hecho, era desear estar con una sola persona en toda su vida? Hubiera querido estar en esa situación, y la hubiera disfrutado, de haber sido con la persona que realmente amaba... Más no así. No con su primo, con su familia, con su misma sangre...
Si fuera con Eriol... estaría dispuesta a entregarse a él. Estaría dispuesta a dárselo todo a él, ya que sabía que la quería más que de una forma carnal. Sentía amor... no simplemente deseo lujurioso. Él la había ayudado una vez a librarse de una persona así. Pero ahora no saldría de la nada para llegar a su rescate. Esta vez, estaba sola.
Más no por ello se encontraba indefensa. Si hacía un esfuerzo, podría librarse de ese hombre, que ya no reconocía como su primo.
-¡Déjame! ¡No dejaré que me toques!- Y llevo sus pequeños puños al rostro del rubio con una fuerza que ella misma desconocía, apartando el rostro del chico en un gesto de defensa. -¡Suéltame maldito mal nacido!- y sin muchos escrúpulos, lanzó una patada fuerte y precisa a la entrepierna del joven.
Satoshi se encogió en su sitio, sosteniendo la parte afectada, chillando de dolor. Tomoyo, sin quedarse a ver el efecto de su acción, se hizo a un lado rápidamente, y abriendo la puerta de un fuerte empellón, y viendo con regocijo que los guardaespaldas habían cumplido la orden dada por su primo; salió corriendo de la habitación, adentrándose en uno de los pasillos, tratando de refugiarse entre las sombras.
-¡Tomoyo!- escuchó la voz del joven, llena de furia y aspereza irreconocible. -¡No puedes escapar de este lugar! ¡No puedes huir ¿entendiste?! ¡Te mataré antes de que lo logres!-
Pero la joven no quiso escuchar más sus amenazas, y echo a correr en una dirección desconocida. Antes de poder escapar de ese lugar, debía encontrar a Eriol. No se podía ir dejándolo ahí.
La chica se sonrió por un momento. Ahora era su turno de salvarlo. Ahora ella sería el héroe.
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Oscuridad... maldito suplicio eterno, que lo obligaba a retroceder a un rincón como un niño asustado. La única cosa a la que le temía en el mundo, era una fuerza inexplicable que se salía de su alcance; que no podía frenar de ninguna manera por más esfuerzo que hiciera.
Y ahora, encogido en un rincón de la fría celda, Eriol se veía indefenso y temeroso. Ese sudor frío a causa del esfuerzo de nuevo volvía a hacerse presente en su frente, en su cuello... por todo su cuerpo. De nuevo empezaba a escuchar ese molesto ruido sordo, que se presentaba antes de que aparecieran esas voces amenazadoras en su cabeza.
Aquí vienen...
Aguanta...
Y esa voz a la que se había acostumbrado tanto, y con la que ya conversaba en repetidas ocasiones, desapareció por completo. Se hizo un silencio sepulcral en su cerebro por un momento que le pareció eterno, antes de que empezara a escuchar de nuevo aquellas voces demoníacas.
'Hola Eriol, ya estamos de regreso.'
¿Creíste que ibas a poder deshacerte de nosotros así de fácil?
"No pensabas que te podrías escapar después de todo lo que hiciste ¿verdad?"
-No. Ustedes no existen. Solamente están en mi cabeza.- se dijo el inglés a si mismo, cubriéndose y cerrando los ojos con fuerza, descubriendo con mucho pesar, que ese método no acallaba a ninguna de las voces.
"Ah, pero sí existimos Eriol."
'Talvez no físicamente, pero estamos aquí en tu mente, el único lugar del que no puedes escapar'
¿Por qué siguen con esto? ¡Podrían haber terminado conmigo desde hace mucho tiempo! ¡¿Por qué siguen atormentándome de esta manera?!
No sería justo el que terminaras tu vida sin dolor.
"Nos has tenido aquí encerrados por muchos años"
'No dejarás de escucharnos, jamás'
Tomoyo...
"¿Lo escucharon?"
'¡Está suplicando por una mujer!'
¡El ego centrista Eriol Hiragizawa está rogando por alguien!
'¿Quién es esa zorra por la que llamas eh?'
"Seguro es alguien más como tu. Seguro se enamoró de alguna de las perras de..."
¡No te atrevas a llamarle así! ¡Ella no es como yo!
Pero lo será. Todo ser humano tiene esa sed de sangre alguna vez en su vida.
'La verás enloquecer.'
"Y cuando la veas, tu fortaleza se derrumbara."
'Y entonces por fin tu cuerpo será nuestro.'
¡Cállense! ¡Ella no es así! Jamás la veré de esa manera... jamás...
Y cuando los ojos azules se volvieron a abrir a la oscuridad, una tristeza nunca antes experimentada se reflejó en ellos de una manera dolorosa. Ella era ya, la única fortaleza que le quedaba en la vida. Era lo único por lo que todavía seguía luchando... si ella caía... su cordura desaparecería por completo.
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Vamos, vamos... ¿en donde demonios estoy?
Los ojos amatistas de la mujer se entornaron con frustración. Ya habían pasado varios minutos desde que había logrado escapar de las manos de Satoshi, y seguro para ese momento, ya estaban todos sus allegados buscándola por cada uno de los pasillos.
Era un lugar en verdad enorme. Puertas y puertas roídas de madera que se alzaban en cada una de las paredes. Escaleras, largos pasillos, esquinas, y uno que otro callejón sin salida. Un completo laberinto. ¿Cómo iba a encontrar a Eriol de esa manera? Lo único que podía asegurar era que aquella habitación estaba en uno de los pisos de abajo; en algún lugar frío y reservado, con agua marina regada por todo el suelo.
Los refrigeradores, contenedores, ó lo que sea que fueran; ahí debía de llegar.
Por fin otras escaleras. Ahí abajo. Por fin encontraría esas celdas y dentro de ellas, estaría Eriol. Ahí esperándola.
Bajó las escaleras metálicas con rapidez, y abrió la puerta que se encontraba al final del corto pasillo. Ahí era. Una fila larga y espaciada de pesadas puertas de metal, justo como aquella que le había bloqueado la salida desde que había despertado. Debía de estar en alguna de esas puertas...
-¡Tomoyo!- la joven se sobresaltó al oír la voz. Fría y desalmada, le gritaba sin ninguna reserva, haciendo un eco fantasmal que rebotaba en las frías paredes. -¡Sé que estás aquí Tomoyo! ¡Sal ahora!-
La chica se rió sarcásticamente por dentro. ¿Qué demonios le hacía pensar que se iba a revelar así de sencillo? Después de escapar de él, teniendo en mente todo lo que habría podido hacerle... ¿Por qué iba a salir de su escondite?
Pasaron unos segundos sin que su grito obtuviera respuesta.
-¡Tomoyo! ¡Es mejor que salgas ¿me escuchaste?! ¡No importa cuanto tiempo te escondas, no te atreverás a escapar!-
¿Apostamos?
Y justo cuando estaba a punto de echarse a correr en la dirección opuesta, escuchó las palabras que la dejaron en su lugar, sin poder moverse.
-¡No querrás ver muerto a tu querido Eriol ¿o sí?! – y un fuerte sonido se escuchó desde el otro lado del corredor; como azotaba algo en el frío metal, y luego caía pesadamente al suelo.
Asomó la cabeza cautelosamente hacia el pasillo, y alcanzó a ver, a la débil luz de la lámpara que cargaba uno de los hombres de negro, una silueta tirada en el suelo, sin moverse.
Alcanzó a ver un leve destello azulado proveniente de la cabeza del hombre que parecía inconsciente, y entonces no le quedó duda.
Eriol estaba con ellos. Y no podía irse sin él.
-¡Estoy aquí Satoshi! ¡Déjalo en paz!- le grito al rubio sin mucho ánimo, pensando en sus frustrados intentos de escapar.
-Ah, ya sabía que vendrías a buscarlo... ¡Tráiganla!-
Y las sombras que antes se veían a la distancia se fueron acrecentando en su dirección. Y ella ya no se movió de su sitio. No dejaría solo a Eriol de nuevo. Estaría con él en ese maldito infierno, ó incluso en el del más allá...
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Estaba soñando de nuevo. Estaba teniendo un sueño espantoso en el que las sombras que lo habían acechado desde hacía mucho tiempo, se levantaban ante él de una forma escalofriante y amenazadora, cerrándole el paso por completo. Tres enormes espectros infranqueables a sus costados y su espalda, impidiéndole el escape. Y cuando miraba hacia delante, Tomoyo le daba a espalda. Observaba con angustia su largo cabello negro y su silueta bien contorneada, a solo unos pasos de él, y sin embargo no podía tocarla. Sus manos la atravesaban como a un fantasma, dejando a su paso sólo un leve humo fantasmal. La llamaba con desesperación por su nombre, pero ella no respondía. Y todo era oscuridad a su alrededor.
Estas perdiendo contra ellos Eriol.
Esa voz. La primera voz que había escuchado, se escuchó a solo unos pasos a su costado.
No quisiste luchar en su contra ¿verdad? Es por eso que estás aquí.
No puedo hacerlo ya. Lo intenté, pero no puedo contra ellos.
Eriol volteó a ver a su costado. Y por primera vez le vio un rostro a aquella satírica voz. Y se quedó sorprendido ante la similitud. Era él mismo. El mismo rostro, el mismo cuerpo, los mismos ojos índigos misteriosos y audaces. Se veía como él; mucho antes de que todo aquello empezara. Altivo y orgulloso, con una postura perfecta y la frente en alto, lo miraba de una manera fría y pensativa. Y se vio a sí mismo después. Desgarbado y encorvado, con una mirada temerosa y un gesto pávido en el rostro, se le veía pálido y demacrado; irreconocible. No era el mismo que era antes.
¿Has visto todo lo que te ha hecho este asunto?
Y solo recibió silencio por respuesta.
Mírate ahora, y mira como eras antes de que todo esto pasara. ¿No notas esa gran diferencia? Esto te a destruido. A destruido tu confianza, tu valentía, tu capacidad de creer que el mundo está a tus pies y que nada es imposible para ti. La arrogancia que antes tenías te ayudaba a salir de todos los problemas. Te ayudaba a tomar decisiones y a mantener tu mente en un orden perfecto. Era por eso que ninguno de nosotros había aparecido en la realidad, y solamente te acechábamos en tus sueños. ¿Y sabes cuando se arruinó todo? Cuando ella llegó a tu vida. Cuando la conociste comenzaron las indecisiones, comenzaron todas las dudas; ya no eras esa persona segura que mantenía la cabeza fría para todo, incluso para comandar una misión. Por eso eras el mejor. Por eso el jefe te tenía en esa estima tan alta, y por eso tenías el respeto de la compañía entera... y después de ella, todo comenzó a fallar. Pusiste en peligro la vida de tus compañeros al ver a su madre, no completaste la misión que antes hubiera resultado tan sencilla para ti. Trataste de engañar a la compañía, e incluso rechazaste la oferta más jugosa que te hubieran hecho en toda tu vida. Acabaste golpeado y malherido. Acabaste pareciendo un vago más en la ciudad, a diferencia de aquel hombre que siempre había inspirado profundo respeto. Te hirieron, te persiguieron, te cazaron, y ahora te usan también de rehén. ¿Y todo para que? Para que al final ella se entere de tu identidad y te mire con esos ojos de odio a los que tanto temes; para que ella te mate con su propia mano, al descubrir lo que le hiciste a su madre y a toda su familia. No puedes estar con ella de ninguna manera, y eso te consta. Lo has sabido desde que descubriste tu amor por ella, y lo sabes ahora más que nunca. Si no mueres en el intento de salvarla, morirás por tu propia mano al ver repetido, uno tras otro, en realidad y en pesadillas, esos breves momentos asediados por esas voces macabras, ya que no la tendrás a ella a tu lado para acallarlas. Sabes que eso es lo que te depara el futuro ¿no es así? Dime ahora... ¿Valió la pena todo ese sacrificio para estar a su lado? ¿Valió la pena perderlo todo por ella?
Y Eriol, indeciso y con dudas en la cabeza como nunca antes en su vida, no supo que responder. ¿En serio había echado a perder su vida?
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Eriol alcanzó a oír una voz. El inglés empezaba a salir de su estupor, de una manera lenta y no muy dispuesta. Intentó mover sus brazos, pero una fuerza que no alcanzaba a precisar, se lo impidió. Intentó abrir la boca para lanzar una pregunta, pero ningún ruido logró escapar de sus labios, al notar que su lengua tenía contacto con un sucio trapo viejo.
Abrió los ojos con lentitud, y se acostumbró rápidamente a la débil luz de la habitación. Estaba en un lugar que no había visto. Con paredes despintadas, una mesa al centro, y una fea lámpara de aceite sobre ella. Una sombra larga y delgada que le daba la espalda, recargaba las manos sobre la mesa, donde descansaban varios papeles casi nuevos.
Y después se miró a si mismo. Estaba sentado en una silla desgastada, con dos hombres apostados a sus costados, sosteniéndole firmemente los hombros. Estaba amordazado, y con una cuerda firmemente apretada sujetándole las muñecas. Habría podido escapar (no sin llevarse algunos rasguños) en algún otro tiempo, pero ahora, debilitado por aquellas voces, no podía ni siquiera mantenerse completamente consiente.
Advirtió que la sombra que había estado parado frente a la mesa se hacía a un lado, y entonces, alzando la vista para ver mejor, y saliendo de su ensimismamiento, la vio.
Tomoyo... ahí estaba ella, sentada en una vieja silla al otro lado de la mesa. La vigilaba constantemente un hombre vestido de negro, sosteniéndola por un hombro con un fuerte agarre. La atención estaba centrada toda en ella. Todos la miraban, quien sabía porque razón. Y sin embargo, a ella se le veía serena e implacable, con una mirada dura en el rostro. El inglés intentó sonreír. Era una mujer digna de admiración.
-...Fue muy imprudente de tu parte el querer escapar así querida prima.- los ojos cerúleos se dirigieron rápidamente al hombre del que provenía la voz. No era otro que Satoshi Daidouji, de nuevo con esa cruel expresión en el rostro. –Este lugar es enorme, es un completo laberinto si no sabes hacía donde ir. ¿Qué te hacía pensar que lograrías salir corriendo sin una dirección fija?-
-No buscaba escapar, quería llegar a donde estaba Eriol.-respondió la joven ásperamente, mirando a su consanguíneo de manera amenazadora.
-Ah claro. No podías irte sin tu 'amorcito'. – espetó el rubio, con evidente disgusto y sarcasmo en la voz.
-¿Por qué lo tienes aquí? Él no tiene nada que ver en esto.-
-¿Qué no? Vamos linda, no puedes ocultarlo ante mí. Estás enamorada de este hombre desde hace mucho tiempo. Vivías en su casa y puedo suponer incluso que compartías su cama. No hizo nada para tratar de conquistarte, y sin embargo, aquí estás tu, luchando por él; arriesgando tu propia vida para intentar salvarlo... – el joven Daidouji hizo una pequeña pausa, apretaba los dientes con fuerza, y se enterraba las uñas en las palmas de las manos. - ¡Este maldito te alejó de tu familia, e hizo que te enamoraras de él! ¡Te cegó Tomoyo! ¡Él te arrebató de mi lado! ¡Hizo imposible lo nuestro!-
-¡Nunca hubo nada entre nosotros Satoshi!- le gritó la amatista, enojada. -¡Yo te quería solamente como a un hermano, nunca te di ninguna otra idea ¿o si?! ¡Tu solo te ilusionaste y te creaste todo un mundo, sin quiera tomarme en cuenta!-
Una mirada herida atravesó los ojos del rubio en ese momento. Una mueca de dolor sincero se reflejo en sus rasgos, dejándolo ver pequeño y vulnerable. Rodeó la mesa rápidamente, y se hincó a los pies de la joven, tomándole el rostro con ternura.
-No digas eso linda. Sé que no es verdad. Yo te amo Tomoyo.-
-Yo no te amo Satoshi.- le dijo ella en un siseo, retirando las manos del joven con brusquedad. –No hay nada entre nosotros y nunca lo habrá ¿Oíste?-
-Estás mintiendo, yo lo sé... -
-¡Aléjate! ¡Ya te lo dije Satoshi! ¡No te amo, y nunca lo haré! ¡Me repugna la idea de estar contigo!-
Y los ojos amatistas del chico se volvieron de nuevo duros y crueles, con una leve chispa de venganza, dirigida su propia prima.
-Será como tu quieras Tomoyo. Te voy a tener para mí, por las buenas o por las malas, a ti y a toda la empresa Daidouji- hizo una seña con la cabeza a una de las esquinas opuestas de la habitación, y un hombre delgado y escueto de mirada asustadiza, se acercó a ellos con un portafolio en manos. Se puso a un lado de la joven, y mirándola de reojo con algo de angustia, abrió el maletín, descubriendo varios documentos con el logotipo de la compañía.
Tomoyo volteó a ver a su primo con una mirada interrogante en los ojos.
-Tu madre si que era una persona en verdad astuta y rápida, Tomoyo. Antes de que yo pudiera darme cuenta, ya te había hecho firmar muchos papeles con los que te cedía el manejo completo de la compañía entera. Todas las acciones están a tu nombre, y se te a otorgado el poder para hacer con ellas lo que se te antoje... la herencia de la familia entera se te a entregado, convirtiéndote en la mujer más rica de todo Japón... incluso la herencia que habían dejado mis padres, a pasado a formar parte de su vasta fortuna, dejándome solamente con unos cuantos ahorros dejados en una cuenta secreta... – el joven sonrió por un momento genuinamente asombrado. –No hubiera pensado que tu madre sería así de inteligente. Puso a tu nombre miles de dólares, acciones y propiedades, sin siquiera sacar a la razón pública tu rostro. Eres la mujer más rica de Japón, y ni siquiera se te conoce. Eres la mujer más exitosa, sin siquiera haber movido un solo dedo. ¿Y como lo logró tu madre? Simplemente utilizando tu nombre, para englobar a un grupo de personas ficticias. Tomoyo Daidouji, no es más que una persona moral. Con eso a tu favor, manejaras la empresa entera, sin tener que mostrarte nunca.-
-Mi madre era una persona muy inteligente Satoshi, y eso te constaba. Intentaste aprender por mucho tiempo sus técnicas, pero jamás lo lograste. No eres así de capaz.- le contestó la joven heredera, con una voz venenosa.
-No necesito ahora sus conocimientos; ya no. No tendré que preocuparme por nada ahora.-
-¿Qué estas diciendo? ¡Estás prácticamente en la calle!-
-En verdad tienes toda la razón querida. Utilicé todo lo que tenía para traerte aquí. Utilicé lo último que me quedaba para pagar los servicios de una importante compañía, y ahora no me queda nada.- sus allegados voltearon a verlo por un momento con suspicacia. Parecía que aquella era una revelación para todos. –Pero pronto recuperaré lo que me fue arrebatado de mi fortuna, y mucho más.-
Tomó los papeles que estaban almacenados en el maletín, y se los puso delante a Tomoyo.
-Después de que firmes esto, toda la compañía y acciones, pasaran a formar parte de mi nueva fortuna.-
La joven amatista se le quedó viendo por unos momentos con algo de incredulidad. En su mirada se reflejaba un dejo de sorna y seriedad entremezcladas, que no le agradaron mucho al rubio.
Un ambiente tenso inundó la habitación entera, hasta que... una risa melodiosa y desinhibida escapó de los labios de la chica.
-Bromeas ¿verdad?-
Y el rostro cetrino del joven se coloreó de un rojo iracundo, que no logró acallar las carcajadas de la joven.
-¿En serio piensas que voy a cederte todo el poder de la compañía?- le espetó Tomoyo mirándolo seriamente, y con ojos desafiadores. -¿Crees que le voy a otorgar a un bastardo, el trabajo de la familia entera? ¿Creías que después de todo lo que les hiciste, iba a darte todo su esfuerzo así nada más? ¡Pues estás loco! ¡No voy a firmar nada ¿oíste?! ¡Primero muerta!-
-Tomoyo, no me hagas... – empezó a decir el rubio, siendo interrumpido de nuevo.
-Y además de iluso, eres estúpido. Estás muerto a los ojos de la ley y del mundo. No puedo cederle toda mi fortuna a un cadáver.-
-En estos papeles sólo estás renunciando a la fortuna, no estás cediéndola.-
-¿Qué demonios pensabas hacer con ella entonces?- le dijo la joven ya sin su sonrisa sarcástica.
-Quedaría sin dueño por un tiempo. Arreglaría algunas cosas en mi persona, y con un nuevo nombre, reclamaría la fortuna entera. Si firmo los papeles después de que tu renuncies a ella, será completamente mía.-
-No puedes hacer eso... –
-No te preocupes Tomoyo. - le dijo el joven, sonriéndole con burla. –No pensabas que te iba a dejar así nada más, a tu suerte en la calle ¿o sí? Has estado conmigo desde hace muchos años, y lo mejor que puedo hacer es acogerte. No tendrás que preocuparte por nada más en toda tu vida; vivirás como una reina en una gran casa, en donde solo se obedecerá tu mandato; no pasarás por más angustias ni miedos... jamás.- y se le acercó con cuidado, tomándole el rostro con dulzura. –Vivirás feliz por siempre a mi lado... como mi esposa.-
La chica retiró su rostro del toque de sus manos con brusquedad, mientras sus ojos se agrandaban en una mezcla de repulsión y sorpresa. –Estás enfermo... –
El joven se hizo a un lado, desviando su dolido rostro. Dolor y frustración se vieron reflejados en sus ojos. –Te dejé elegir Tomoyo... te di la oportunidad de que permanecieras a mi lado por tu voluntad. –y al voltear a verla nuevamente, aquellos ojos fríos y crueles volvieron a aparecer en sus facciones. –Pero me rechazas de nuevo. ¡Me haces a un lado a pesar de todo lo que te prometo! –y la tomó bruscamente de los brazos, levantándola sin mucho esfuerzo y lanzándola con fuerza al suelo, recibiendo sólo un leve gemido. –Vas a hacer todo lo que te diga, aunque tenga que obligarte.-
-¡Intentalo Satoshi! ¡Me conoces! ¡No haré nada de lo que tu me digas, a pesar de lo que hagas, ¿me oíste?!-
-Vamos Tomoyo, ¿qué clase de persona crees que soy? Yo jamás me atrevería a lastimarte... –le dijo, sonriendo de manera enigmática. –Pero no me importaría lastimar a tu querido amigo... –
--
Una mezcla de impotencia, rabia, venganza y odio se vieron reflejados en los cansados ojos del inglés. Después de oír toda la conversación que se había sucedido delante de él, en una especie de estupor, aquellas últimas palabras habían logrado despejarle la mente por completo. Se había admirado profundamente de la rudeza y fortaleza que la amatista había mostrado en toda la plática con su primo. No se había dejado doblegar en ningún momento, ni había mostrado ningún signo de debilidad... y sin embargo, ahora que la veía, notaba por fin cierta debilidad y nerviosismo.
Y él la miró de una manera amenazante. Entornó con peligrosidad los ojos índigos, recordando los tiempos en que solía mirarla de esa manera, tratando de intimidarla.
Vamos linda. No caigas por ese sucio truco.
Y sin ningún aviso, Satoshi cerró el puño con fuerza, y rodeando la mesa con rapidez, lo incrustó enérgicamente contra el rostro del ojiazul.
La joven lanzó un pequeño grito aterrado, cubriéndose los ojos con las manos. Había alcanzado a notar aquel gesto que le enviaba el inglés; aquella amenaza silenciosa, era para que no se dejara intimidar, a pesar de lo que sucediera.
-Suéltenlo.- y los dos hombres de negro, se hicieron a un lado, dejando sólo al ojiazul. Satoshi le lanzó otro golpe al costado del rostro, haciendo que éste cayera al suelo, aún inmovilizado por sus amarres. –Supongo que no te importara entonces que le haga daño ¿o si?- y lo pateó en el abdomen con fuerza. Su victima simplemente se encogió en su sitio, presa del dolor, cerrando los ojos con fuerza.
Tomoyo no se atrevía a mirar. Escuchaba un grito de cólera, poco antes de un débil gemido de dolor. Dos, tres, cuatro veces... y al fin se detuvo. La chica levantó la cabeza, y asomó sus ojos asustados entre sus dedos. Satoshi se metía la mano al bolsillo, y sacaba un pequeño bulto grisáceo brillante; se arrodillaba al lado del ojiazul, y le levantaba la cansada cabeza, tirándole del cabello.
-Basta de juegos linda. Firma esos papeles... – siseó el rubio peligrosamente, levantando el arma plateada que llevaba en la mano, y apuntándola directamente a la cien del asesino. –O lo mataré Tomoyo. Juro que lo haré.-
Y sintiéndose derrotada, con las manos y los labios temblorosos, se incorporó lentamente y sin mucha convicción. –Firmaré Satoshi.- y se dirigió con la cabeza gacha hacia la mesa.
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No lo hagas.
El ojiazul observó desde el suelo, impotente y sin poder moverse, como la joven a la que amaba, se acercaba a la mesa mirándolo cariñosamente, y se sentaba de nuevo en la silla. Satoshi lo soltó con rapidez, dejándolo tirado; para mirar con detenimiento lo que hacía la joven.
Detente... no tienes que hacer esto por mí.
El rasgueo de la pluma se dejo escuchar por la silenciosa habitación. Los ojos tristes de la joven pasaban hoja tras hoja silenciosamente, mientras la vista se le iba nublando lentamente.
¡Yo asesine a toda tu familia!
Ahí, estaba dejando todo por lo que su familia había trabajado. Por los planes maquiavélicos de ese hombre, todo el esfuerzo de su madre se estaba viendo perdido en una persona que ya ni siquiera reconocía.
¡No merezco esto! ¡Yo destruí toda tu vida Tomoyo!
Las lagrimas cayeron por sus mejillas involuntariamente. Y ella no hizo ningún intento por limpiarlas. Ahí terminaba todo. Ahí terminaba su vida. Lo único que le quedaba, era salvar al ojiazul. Él saldría de ese lugar. Sólo. Pero saldría al fin.
-Debes prometer que lo dejaras ir después de esto Satoshi.- dijo Tomoyo con voz entrecortada.
-Lo dejaré salir Tomoyo, y lo dejaré en paz el resto de su vida... si te quedas a mi lado, y aceptas mi propuesta.-
No te atrevas. No te atrevas a aceptar esto...
Y después de un largo silencio, en el que solo se escuchó un sollozo, la joven habló con convicción. – Lo haré... Pero debes dejarlo ir, sin hacerle más daño; o me suicidaré, y esto terminara.-
-No volveré a tocarlo... –
¡No, maldita sea! ¡No hagas esto! ¡Estás arruinando tu vida! ¡Te estás condenando a ti misma!
Pero sus suplicas no fueron escuchadas, y la amatista terminó rápidamente de firmar todos los papeles que le habían sido puestos enfrente. Dejó la pluma a un lado con un gesto de impotencia, y simplemente se limitó a mirar al suelo, dejando que sus lagrimas escurrieran de su rostro, y cayeran con suavidad en su regazo.
-No te preocupes más, linda. Esto terminará. Desde ahora serás feliz conmigo, y tendrás todo lo que siempre has deseado. Tendremos una casa enorme y tu serás una amorosa esposa... haré que pongan hermosos árboles de cerezo en nuestro jardín trasero, como te gustan, y veremos juntos como crece nuestro hijo... –
-Eres un bastardo.- el susurro del ojiazul se dejó escuchar por la habitación. Odio y furia se entremezclaban en ese elegante acento inglés, mientras sus ojos empezaban a perder ese despejado color índigo.
-No te atrevas a llamarme así.- amenazó Satoshi mirándolo con desprecio.
-Si la quisieras aunque sea un poco, no la obligarías a hacer esto.-
Y el rubio sonrió de manera socarrona, y sus ojos brillaron con maldad.
-Y dime Hiragizawa... ¿Tú la amas?-
-Si, la amo.– contestó el joven con convicción evidente en la voz, mirando a Tomoyo de manera fugaz, cruzando sus ojos orgullosos por un momento.
-¿Tomoyo?- preguntó el chico, volteándola a ver con suspicacia.
-Yo lo amo, Satoshi.-
-Eso es un sentimiento muy interesante ¿saben? Quiero decir... ¿Cómo puedes amar a una persona que apenas conoces? ¿Cómo puedes entregarle tu corazón a una persona desconocida, de la que no sabes nada?-
-Sí la conozco.- repuso Eriol, tratando de mantener la mente en orden.
-Ah, parece que bastante ¿no? Tenías que hacerlo considerando como te ganas la vida... Pero dime Hiragizawa... ¿Ella te conoce a ti? ¿Sabe en verdad quien eres? - y miró a Tomoyo interrogante, sonriéndole con malicia.
-¿De que hablas?-
-Vamos Tomoyo, ¿No me digas que no sabes la profesión de tu adorado enamorado?-
Los ojos de Eriol se agrandaron con horror. El momento que había estado temiendo desde hacía mucho tiempo, al fin estaba sucediendo. No en sus sueños, esos habían terminado. Ahora estaba sucediendo en la realidad. Ahora, Tomoyo por fin se enteraría de toda la verdad.
-Es un detective. – dijo la joven con decisión, mirando a Satoshi a los ojos; pero el rubio notó cierta flaqueza en sus ojos... la chica no estaba segura.
-¿Es lo que te dijo el muy imbécil? ¿Te creíste toda esa patraña del detective?-
-Yo... –
-Eres tan ingenua Tomoyo. ¿Te creíste que te podías enamorar de cualquier desconocido que conocieras en la calle, sin traer consecuencias? ¿Pensabas que estabas con la persona correcta esta vez?-
-¿Eriol? ¿Qué está diciendo?-
Pero el ojiazul se quedó callado, y agacho la cabeza.
-¿No vas a decírselo mal nacido? ¿Después de engañarla todo este tiempo, y de haber hecho todo lo que hiciste, solamente agachas la cabeza, y no das la cara?- y un largo silencio le presidió. Eriol podía sentir los latidos acelerados de su corazón en las sienes, y un sudor frío empapándole las manos...
-Dime linda... ¿Cuántas veces estuvo Eriol contigo, aquellas noches fatídicas? ¿No salía siempre en las noches, para regresar al amanecer, cansado y distraído?-
-Él estaba investigando... – insistió la joven, tratando de nublar su mente.
-¡No digas tonterías Tomoyo! ¡Sabes muy bien que no es un maldito detective!-
Este es el momento Eriol. Lo que has estado temiendo por fin se realiza...
-¿Y sabes que es lo peor linda?- continuó le rubio, controlando su temperamento, mientras el inglés comenzaba a incorporarse. –Me acabas de entregar la compañía, los bienes, las inversiones, el poder... todo. Me has dado todo por lo que trabajo tu madre y tu familia. Me estás dando tu mente y tu cuerpo para siempre... ¿y sabes para que? Para un traidor que te a estado engañando desde el momento en que puso su sucia mirada sobre ti. Para un maldito al que no le importa nada más que el dinero y la fama en una compañía horrible. Una persona que no conoce la compasión, ni la misericordia, ni la fe... y mucho menos el amor.-
-¡Estás mintiendo! ¡Eriol es una buena persona! ¡Nunca lastimaría a nadie!-
-¡Es capaz Tomoyo! ¡Es capaz y lo a hecho muchas veces sin sentir remordimiento! ¡Y lo hubiera hecho también contigo si no te hubiera conocido antes! ¡Sabes muy bien lo que es, pero no quieres aceptarlo!-
-¡Él mató a nuestra familia Tomoyo! ¡Él es el conocido como el asesino inglés! ¡Él asesino a tu madre!-
Y un largo silencio, tenso y lento se extendió como una plaga por toda la habitación. Las palabras que el rubio acababa de pronunciar con tanto rencor e ira, se iban procesando en cada cerebro lentamente, inundándolos de aquellas imágenes escabrosas de cada miembro de la familia Daidouji, después de haber sido fríamente asesinados. Ahí, en esa habitación, se encontraba el autor de todos esos crímenes brutales, con la última heredera; con la mujer que amaba.
-No puede ser... –susurró la joven de manera autómata, fijando los ojos en el suelo, paseándolos por toda la habitación, hasta posarse en la aquella figura negra malherida, que respiraba con dificultad. -¿Eriol?-
Pero el inglés no respondió. Su cuerpo estaba estático y su boca estaba abierta en una especie de shock. Su mente trabajaba, intentando dar una excusa o una rápida mentira para dejar en ridículo al rubio... sin embargo... le había mentido por tanto tiempo... ella había confiado en él, y no le había correspondido... talvez... era tiempo de decir la verdad... sin importar las consecuencias...
-¿Eriol, es verdad?-
Si Tomoyo, todo es verdad.
Pero el cuerpo no le respondía. Movía los labios, pero las palabras no podían salir de su boca. Un nudo enorme le atravesaba la garganta de lado a lado, impidiéndole el habla.
-¿Eriol? Contesta por favor... – la voz de la joven se quebró, y el ojiazul cerró los ojos con fuerza, tratando de contenerse.
Tomoyo...
Y con la mirada perdida, y con un esfuerzo casi sobre humano, levantó la cabeza y miró a la joven a los ojos.
Ella, herida y destrozada; él, sin expresión alguna, pero con arrepentimiento y condena clavados en la mirada...
-Perdóname Tomoyo... –
Pero la habitación quedó en silencio sepulcral, y sólo las puertas de metal se escucharon después...
Continuara...
Hola amigos!! Oo ee bueno compañeros... OO conocidos?? Oh- oh... jeje no se que tan bueno sea para mi salud el regresar después de tanto tiempo verdad? Creo que dos meses son bastante jaja Oo okok me explicare!! Fueron varios factores ¿saben? Primero, la hueva de las vacaciones; luego la depresión de mi dis que novio; después la ida al rancho; y ahora el regreso a la escuela... bueno, bueno digamos que fueron unos meses bastante largos hasta ahora, y si contamos además la falta de inspiración... tenemos muuchos días haciendolos esperar!! Y lo siento!! Aun no resuelvo mis problemas existenciales, pero creo que al menos van mejorando. Je, digamos que ya está seca mi almohada...
Pues creo que solo por esta vez no contestare los reviews.. verán, e recibido muchas amenazas de muerte (¬¬ cof Dark cof) y creo que es mejor poner el capítulo recien salido de mi imaginación, así que perdon por los pequeños detalles que se pasen en algun lado (ok Gambler??) pero ya contestare todas las dudas que halla en el siguiente capitulo ¿ok? Jaja, intenté hacer este momento más dramático, ya que es el cumbre de toda la historia... talvez no me salio, como sea, todo se hace para mejorar.
Ok, creo que eso es todo, me preparare para que mañana mi tortura matutina sea menos dolorosa (escuela). ¡¡¡Pero que creen!!! Debo decir antes de pasarme a retirar, que el siguiente, es el último capítulo!!! Asi que vayan mandando sus especulaciones sobre el final, que me gustaría mucho ver si alguno de ustedes le atina!!
Me despido compañeros!! Esperen el último capítulo!! (je, y desmientanme, pero creo que este a sido el capítulo más largo nn)
Tiff
Clan Trémere.
"Ver el Mundo en un grano de arena
Y el Cielo en una flor silvestre,
Tener el infinito en la palma de la mano
Y la Eternidad en una hora...
Nos vemos llevados a creer en una mentira
Cuando vemos con y a través de los ojos
Lo que nació en una noche para perecer en una noche
Mientras el alma dormía en rayos de luz."
