Amando al Enemigo

Por: Tiff

De nuevo metido en ese lugar húmedo, asqueroso, incluso inhumano... de nuevo tener que soportar calosfríos, incomodidad, y aquella terrible pestilencia que le inundaba los pulmones sin dejarlo respirar...

¿A que otro sitio le recordaba ese inmundo lugar? A claro, ahora lo recordaba...

A esas malolientes calles de Japón, cuando había salido de aquel hospital mental, sin ningún lugar a donde ir. Se había echado en un callejón solitario en algún barrio bajo que había hallado después de un largo día sin encontrar empleo o donde descansar, con las esperanzas destrozadas. Ahí lo había encontrado Shaoran, desamparado y fijando su perdida mirada en el vacío, invitándolo a una jugada de Pokar, en la que sabía no tendría posibilidades de victoria.

Había ido de todos modos, encontrar una mano amiga en esa ciudad después de haber pasado muchos años en un aislamiento demencial, era de verdad una alegría, cualquier persona hubiera sido aceptada por él.

Ganó en aquella ocasión. Suerte de principiante, habían pensado todos. Pero aquel castaño había sabido que existía algo más en él. Lo había visto en su mirada, en sus gestos, en sus movimientos casi felinos y su astuta sonrisa...

¿Había sabido acaso desde ese momento lo que él era¿Había visto en su persona esa fragante esencia sádica y mortífera¿O acaso había vislumbrado en esos ojos índigos, profundos y misteriosos, ese anhelo escondido de liberación? No sabía que respuesta escoger como la más adecuada a su interrogante, y mejor había abandonado sin más la búsqueda de esa razón. Sin preguntas, sin siquiera saber más que su nombre, había seguido a ese extraño de cabello castaño hasta su auto, y se había embarcado en un viaje placentero sentado en los asientos de cuero de un espléndido Ferrari. ¡Ah, que agradable sensación el tener por fin a alguien inteligente con quien entablar una plática amena! Y es que, después de quien sabe cuantos años encerrado, sin mas compañía que doctores idiotas, psicólogos mediocres (después de Yue), y locos sin remedio extraviados en su mundo, hablar con una persona prácticamente normal, podía resultar todo un deleite. Ya no recordaba muy bien todos los temas que habían tocado, pero se había dado cuenta de inmediato sobre lo inexperto que resultaba después de tantos años de encierro. Y es que, por más que lo hubiera detestado, en aquel sanatorio sólo contaba con acceso a un libro por mes. ¿Qué demonios pensaban que podía hacer con un simple libro¿Qué acaso no entendían su afán por conocer, por descubrir, por experimentar¿Qué por ser un niño, debía simplemente atenerse a los libros de cuentos, cuando en realidad ansiaba aprender de filosofía, arte y literatura fantástica, científica, realista, medieval, contemporánea, picaresca, dramática... ?

Sin embargo, aquel castaño con el que se había topado, hacía mucho menos que juzgarlo. Con ávido interés, realizaba todo tipo de cuestionamientos, preguntaba acerca de sus capacidades cognoscitivas, sobre su supuesta enfermedad, sus habilidades físicas, y sobre todo ponía demasiado énfasis en su situación económica y el abandono de sus padres en aquel horroroso lugar. Cualquier persona con dignidad se hubiera alejado de ese hombre al hablar de asuntos tan personales como aquellos de una manera tan despreocupada; pero para Eriol aquella era solamente otra plática casual, como quien pregunta el estado clima o de la salud. ¿De que le servía asumir una actitud de indignación, cuando él no había tenido la culpa de nada? Él no había pedido ser abandonado en ese sitio, ni permanecer tantos años encerrado en el mismo lugar, y mucho menos haber empezado a escuchar aquellas voces a tan temprana edad. ¿Por qué iba entonces a defender a las personas que, en lugar de haberle brindado su apoyo incondicional como antes de que todo empezara, lo habían abandonado de esa manera tan cruel? Ni siquiera su enfermedad le daba reticencias al hablar, había logrado superarla ¿no? Había salido de ella sin más que unos pequeños percances como era su insomnio y sus constantes pesadillas, pero todas ellas relegadas a la oscuridad, y nadie tenía que enterarse de ello...

Nunca antes había trabajado, y sus capacidades se limitaban meramente a unos cuantos estudios primarios y una que otra tutoría en medio de su aislamiento, conjugado con algunos libros que él mismo había solicitado... Así que, cuando él lo invitó a trabajar a su lado, quedó totalmente atónito. ¿Quién contrataría a un mediocre, recién salido de un hospital mental?

Jamás se hubiera imaginado el trabajo que le esperaba. Jamás hubiera pensado que aquella fuera una profesión renumerada. Lo había visto en algunos escritos claro, pero nunca había pensado que se escapara a más allá de la misma ficción. Se encontró parado frente a una compañía enorme, supuestamente sede de una gran cadena de supermercados en el país, incluso populares para él en su aislamiento. Ahí había conocido a una de las personas que más había admirado en toda su carrera. Un hombre que se había levantado desde lo más bajo, y que había llegado a tener una empresa millonaria, con miles de hombres y mujeres trabajando a su servicio. Ronald Reuel era su nombre, el que pronto se convertiría en su jefe, en su benefactor, en lo más cercano que había tenido a un padre, después de aquel que lo había abandonado... Ahí también había conocido a uno de los más experimentados asesinos de la compañía entera. Después había sabido que ese hombre era casi una leyenda en el lugar, resultando ser el asesino invicto, el más sanguinario, el más capaz en el uso de la katana, el mejor pagado de la compañía entera: Saito Valentine. En secreto lo admiraba, en secreto era su objetivo para superar; deseaba ser como él, deseaba ser el próximo asesino que recordara la compañía entera, que tuviera la atención de Reuel, que tuviera las mejores misiones, la mejor paga, y se le reconociera el mejor equipo. Y lo había logrado. Después de mucho entrenamiento, no sólo físico y mental, sino también en su arma característica: un delgado hilo de metal que pronto había adoptado, por fin había sido asignado a su primera misión. No le había salido nada mal, y para él había significado mucho escuchar las felicitaciones de su equipo, de Shaoran, e incluso del mismo jefe. ¿Quién diría que después de varias misiones en las que ya se creía experto, iba a ser capturado¿Él, que ya se creía de los mejores, encerrado en una jaula como una maldita bestia? Después de su captura y de su rescate comandado por su maestro castaño, jamás volvió a hacer alarde de sus capacidades, ni de la reputación que estaba ganando. Aceptó la tutoría de Li en las misiones y en el perfeccionamiento de sus técnicas, y en secreto también lo admiró por todas sus capacidades, pero también por su confiable personalidad. No tardó mucho en aprender todo lo que debía, y en darle un toque personal, no tardó mucho en ganar la fama que antes había perdido, y en llegar a ser, esta vez de verdad, uno de los mejores de la compañía entera. Shaoran había aceptado su superioridad poco después, gracias al indescriptible prestigio que se conseguía. A cada nueva misión, una recompensa considerable, y un punto más con el jefe.

Ni dos años tardaron en obtener las misiones más remuneradas, las de más peligrosidad, las que requerían al mejor equipo. Reuel los llamaba solamente para estos casos especiales, ofreciéndoles siempre pagas exorbitantes. Cinco eran las personas que conformaban su equipo, uno siempre de prueba. Yamatto, Izumi, Shaoran y él, eran los experimentados, los que no rotaban. Uno solamente era el que salía del equipo para dar paso a alguien mejor. Cabe decir que ninguno de los cuatro estuvo completamente de acuerdo cuando les ofrecieron como compañero a casi un novato: Shinishi Tsukiyono, era apenas un chiquillo en su opinión. No contaba con más de veinte años al iniciar con ellos, y tenía menos de un año de experiencia. Li había intercedido por él.

Para ese entonces, la personalidad de Eriol se había endurecido. Ya no era aquel curioso chico parlanchín que había aceptado jugar a las cartas con Li en aquel primer encuentro, ni era ese joven con afán de conocimiento notable. Se había transformado irreconociblemente. Nadie podía sacarle más de tres palabras seguidas, a excepción de Li, que lograba nada más que comentarios sarcásticos de su parte; tenía una coraza impenetrable que ni la mujer más hermosa podía penetrar, y tenía el carácter más duro y ambicioso conocido. Sin embargo, era también de los más respetados, admirados y temidos. Tenía el apoyo completo de Ronald, convirtiéndole en una potencia inalcanzable dentro de la compañía, y tenía también la cuenta con más fondos después de Reuel y Valentine. Privilegio al por mayor, la oportunidad de elegir las misiones que quería realizar, así como la completa libertad de escoger el procedimiento utilizado en cada trabajo. Escuchaba exclusivamente los consejos de su jefe y de su equipo, pero las decisiones eran tomadas completamente por él.

Vio con mirada asesina al nuevo inquilino de su grupo, dándole la espalda sin oportunidad de explicar. Pero como las reglas de la compañía eran aceptarlo, lo llevó a su siguiente misión. Más no por ello lo adentró completamente en ella, asignándole simplemente trabajos que apenas requerían de esfuerzo. El pobre chico no hacía más que vigilar los pasillos ó dar la alarma, e incluso se había llegado a quedar varias veces en la camioneta, sin más para hacer que esperar. Pero él siempre había realizado su mejor esfuerzo. Cada vez que terminaban una misión, le sonreía a su equipo y les brindaba uno de sus ingeniosos chistes, para aliviarles la tensión.

Por ello, por su obediencia, respeto, e inteligencia, Eriol por fin le había dado la oportunidad de asesinar. Al no quedarle otro compañero para realizar un homicidio triple simultaneo, no le quedó más que encomendarle esa misión al jovencito. ¿Quién llegaría a pensar que, aquel niño, con su poca experiencia y su frágil aspecto, resultaría ser un asesino capaz, ágil y astuto? Había concluido su misión incluso antes que el jefe de la misma, ganándose con ello la oportunidad de permanecer en el grupo, y de interceder en las misiones. Y se ganó pronto la confianza de su líder. Eriol lo vio como un pupilo a quien enseñar, pero sobre todo a alguien a quien proteger. Así, con algunos otros problemas y discordancias, era como se había conformado el mejor equipo de la compañía, el de más prestigio, el de más paga, el inmutable, el que jamás había fallado una misión.

¡Ah, que deleite el ver la sangre humana en las manos, en la ropa, oler ese distintivo aroma cuando se impregnaba en el rostro! Todo en su vida significaba ese momento cautivador en cada una de las misiones, y después el salto en su corazón al ver la mesa llena de dinero, siendo contado por él.

¿Qué importaba que el número de sombras que lo acechaban en la oscuridad se fuera incrementando con cada muerte, si podía tener todo lo que su codicia le dictara¿Qué importaban las ojeras permanentes debajo de sus ojos, si de todos modos obtenía a la mujer que deseaba?

Estaba bien. Bien. No era feliz, eso nunca lo había sido desde después de aquellos días con sus padres, pero ¿Qué importaba la felicidad si se tenía el dinero y el placer? Y podía decir que tampoco se sentía triste, nunca se había arrepentido de nada... y sin embargo, cuando se ponía a pensar en esas largas vigilias nocturnas, sentía de repente, con un dolor en el corazón, que algo le faltaba. Y no había sabido que era aquello, hasta que Shaoran se había burlado del libro que estaba leyendo en una de esas tardes solitarias, con esa frase tan cierta: "...este texto te describe a la perfección... ¿Quién es tu 'ángel de luz'?"

Había contestado que no creía en esas estupideces pero ¿lo había sentido de verdad? Ese simple comentario le había despertado la duda. ¿Sería eso lo que le faltaba en su vida?

Y pronto, como una respuesta a sus cuestiones, apareció ella. Simplemente, en una casualidad, después de la primera misión en la que había salido herido, la primera de toda la serie que involucraba a la familia Daidouji.

Ella lo había encontrado en un sucio callejón, ensangrentado, hambriento y casi desfalleciendo, y lo había ayudado de todos modos gracias a su naturaleza bondadosa y caritativa, sin importarle el desagradable aspecto de aquel hombre vagabundo. Le había acogido en su casa, había accedido a su suplica de no llevarlo a un hospital, e incluso había conseguido un doctor para él. Al principio la había visto como una oportunista, como una mujer arrebatadora que no desea más que el bienestar propio, porque, en el pequeño mundo que era su mente en ese entonces¿Qué persona realizaría una obra así, sin esperar alguna recompensa a cambio? Lo único que ella le había pedido había sido un simple nombre, y después de pensarlo más de dos veces, se lo había proporcionado en agradecimiento. Se había alejado de esa casa sin siquiera pensar en esa mujer, imaginándose que esa sería la última vez que la llegaría a ver.

¡Que sorpresa al encontrar su cuerpo provocativo envuelto en las sombras, sumido en una danza decadente en medio de todas aquellas almas nocturnas¡Que hermosos sus ojos amatistas abriéndose a la luz multicolor, e iluminándose repentinamente al reconocerlo! Como él sabía perfectamente, no existían las coincidencias. Ahí había comenzado todo. Aún podía recordar nítidamente su alegre 'hola', cuando por primera vez en su vida había sentido ese extraño revoltijo en el estomago; y esa bella sonrisa después de algunas palabras intercambiadas, que le habían hecho recapacitar de esa forma tan extraña. Recordaba también que en otra de esas ocasiones en que se habían encontrado de 'casualidad' la había acompañado a su casa por mera cortesía, llevándose una desagradable sorpresa al verla toda saqueada. Y aún peor había sido la vista de ella con esa mirada herida y llena de vulnerabilidad y miedo. ¿Qué más podía hacer para pagarle el favor, que ofrecerle su casa?

¡Que hermosos recuerdos le traía toda su estadía en ese lugar! Recordaba todavía los celos que había sentido al ver a su mejor amigo acariciándole el rostro después de haberla estado observando en su pasivo sueño; aquella vez en que, sin que ella se diera cuenta, la había espiado en la cocina conociendo por fin su melodioso canto; ese día en que ella había despertado su deseo de una manera tan ardiente, ataviada en ese sensual traje de mariposa; esa noche que le había enseñado a bailar con tanta paciencia, mientras sus manos rodeaban su estrecha cintura tan torpemente y como le había confesado poco después todo su pasado tan pasivamente; recordaba incluso aquella vez en que, borracho y con el pesado día en los hombros, había rozado sus labios con timidez; o cuando la había abrazado en el salón del piano, y había derramado una solitaria lágrima al verla llorar; y, sobre todos esos recuerdos, el sabor de sus labios aquella última noche en que se quedaron dormidos en los brazos del otro, antes de que los separaran al alba...

Todos esos recuerdos quedarían grabados en su memoria, porque por primera vez, había conocido aquel sentimiento llamado amor, y sabía que no lo volvería a experimentar jamás con nadie más.

Si tenía que decir la verdad, siendo una persona pesimista (y no lo era) había empezado a temer por la vida de cualquiera de los dos. Así fuera por el deterioro físico ó por la acción de un arma, cualquiera podía sucumbir en cualquier momento.

Si él moría... al menos se habría librado de todo aquel malestar físico que le había acarreado toda esa misión, y aquel pesar psicológico arraigado a través de tantos años. Por fin dejaría de escuchar aquellas voces austeras que lo atormentaban en la oscuridad, dejaría de tener esas pesadillas constantes en donde se veía acusado por cada una de sus víctimas, no volvería a temer el quedarse encerrado en ningún sitio, y si lo veía por el lado positivo... por fin podría dormir y descansar en paz por sí mismo. Después de tantos años de vigilia nocturna, por fin podría disfrutar las delicias que le traería el sueño sin tener que soportar horrendas pesadillas. Pero... ¿Se iría de esa manera tan despreocupada, así nada más¿Se atrevería a dejarla sola en ese mundo, en donde no le quedaba nadie¿Era justo dejarla sufriendo en ese lugar, cuando él mismo había sido el causante de esa desgracia¿Cómo la protegería¿Cómo le brindaría esa compañía eterna, que tantas veces había deseado darle¡Sería injusto para ella quedarse en ese lugar¡Sería muy egoísta de su parte, simplemente pensar en irse para dejarla a su suerte!

Y sin embargo, cabía otra posibilidad: si ella llegaba a morir... ¿Qué iba a hacer él, después de conocer el amor verdadero quemando sus entrañas y acelerando su corazón¿Para que levantarse todos los días, si después de haberla conocido, se había acostumbrado tanto a sus sonrisas en la mañana? Y sobre todo, y sin estar muerto... ¿Cómo conseguiría descansar en las noches, sin tener entre sus brazos a la mujer que ahuyentaba sus pesadillas, y le brindaba sin proponérselo un largo sueño pacífico¡Si con esa triste realidad, hasta la muerte con su desfigurada sonrisa, se veía incluso seductora y atrayente!

Ninguna de las dos opciones que se planteaba le sonaban encantadoras.¿Era esa la expectativa que les proporcionaba su futuro¿Eran esas dos opciones, las únicas salidas posibles para esa encrucijada?

Cualquiera de los dos caminos le recordaba desgracia y tristeza infranqueable al final. En cualquiera de ellos de todos modos, se veía a sí mismo solo, sin ella.

¿Y ahora?

Ahora se encontraba ahí, seguro en uno de los últimos momentos de su vida, sumido en la oscuridad, sin saber que hacer.

Ya no puedo hacer nada más... ya me cansé de todo esto...

Y, conjuradas como por el mismo demonio, aparecieron de nuevo las voces, pero esta vez, ya no hubo resistencia, ya no hubo súplicas, ni siquiera una protesta. Aquella voz que lo había ayudado una vez, y que había tratado de protegerlo después de intentar destruirlo, había quedado acallada de inmediato por todas las demás. Ya no importaba. Dejó que las voces lo invadieran por completo, dejó que lo acusaran mil veces de todos sus crímenes, y dejó que entraran a su cabeza todos los chillidos angustiosos de sus víctimas, convirtiendo su mente en un completo revoltijo de ideas, de ecos, de gritos... ya ni siquiera tapó sus oídos con las manos, intentando detenerlos, ni siquiera cerró los ojos en un afán de dejar de verlos... las sombras se arremolinaron a su alrededor cerrándole el paso como una muralla infranqueable, como un pozo profundo y oscuro, en el que se veía sumido sin ninguna esperanza de salvación...

Y lo peor de todo era que ya no regresaría ella para ayudarlo, ella ya no lo salvaría de ese tormento. Ahora debía no sólo lidiar con todas las almas en pena que él mismo había creado, sino también con la mirada gélida y austera de Tomoyo, una mirada en la que, seguramente, no se volvería a reflejar la bondad y el amor para él, nunca más.

Satoshi había dejado a su prima en aquella habitación, sin decirle nada más. Al salir de aquel lugar, había observado su desolada expresión. Nunca antes la había visto de esa manera. Incluso en los asesinatos de los miembros de su familia, jamás la había visto así. Tristeza, conmoción, sorpresa... todos esos sentimientos estaban impresos en sus ojos inmóviles. Sus manos temblaban repentinamente, pero a parte de ese hecho, conjugado con su agitada respiración, parecía simplemente otro cuerpo sin vida.

A eso había tenido que llegar para que fuera suya. Odiaba verla sufrir. Odiaba ver esa expresión vacía en sus ojos. Le dolía. Sabía lo que era despertar a la realidad después de mucho tiempo de formarse ilusiones falsas. Sabía lo que era enfrentar a la persona amada, descubriendo sus secretos y sus verdades. La amaba de veras. La amaba como nunca había amado a nadie en el mundo. Y a pesar de las palabras hirientes que le había proporcionado, seguiría ahí para ella, ya que algún día, el amor que daba con tanto afán, le sería correspondido.

Pero tenía que deshacerse del ojiazul. Ya lo había utilizado para realizar sus propósitos, y tenerlo ahí, solamente significaría una tortura más para la pobre alma de la joven. No podía matarlo, lo había prometido a la mujer. No lo tocaría para lastimarlo tampoco... la única salida que le quedaba sin tener esa angustia de verlo regresar algún día, era llevarlo al sanatorio en donde permanecería encerrado toda su vida, perdiendo la cordura poco a poco en donde nadie creería sus delirios... pagaría para que lo mantuvieran en la zona de máxima seguridad, para así tener la completa certeza de que jamás lo volvería a ver... Y terminaría con la vida de aquellos que lo habían ayudado a salir. Investigaría el hospital entero hasta dar con los responsables de aquel acto y los desaparecería del mapa, para que no lo volvieran a intentar. Incluso sobornaría a Reuel, para asegurar que ninguno de sus empleados intentara sacarlo jamás... crearía rumores de su muerte, para así sacarlo de la mente de Tomoyo, y tenerla sólo para él... su plan no podía fallar. Era perfecto, así como su plan anterior, que ya casi se había consumado por completo.

Ahora debía hablar con él. Simplemente por el gusto de anunciarle su triunfo, de demostrarle que, a pesar de ser mejor, más experimentado, con mayor probabilidad de supervivencia, había sido derrotado al final por él. Que le había quitado lo único que le quedaba, y que además había conseguido el odio de la mujer que amaba... y todo, sin poco más que una noche en vela.

Se paró frente a la celda que albergaba a su rehén, sacó una pequeña pistola del bolsillo, y tomó una lámpara de aceite que colgaba de la pared, encendiéndola con unos cerillos medio mojados. Puso la sonrisa de burla que más le permitió su rostro infantil, y abrió la pesada puerta de metal, internándose en la oscuridad.

El ojiazul abrió los ojos con mucho pesar después de oír en la lejanía aquel pesado ruido metálico. Apenas mantenía la conciencia con todas las voces que le amenazaban sin que él opusiera resistencia alguna. Cada vez se les iban uniendo nuevos coros, nuevos sonidos que había escuchado mucho tiempo antes en cada una de sus misiones; veía rostros ensangrentados, cabezas sin cuerpos, dedos sin manos. Y cuando abría los ojos, trataba de no enfocarse en lo que alcanzaba a ver en la oscuridad: Aquellos pequeños puntos de luz en la celda iban siendo cubiertos por altas y delgadas sombras negras de forma humana, que se iban cerrando a su alrededor... Sudaba sin darse cuenta, y su garganta emitía débiles sonidos de angustia, sin que pudiera controlarlos. El frío ya no tocaba sus huesos, y la humedad ya no le inundaba los pulmones. Lo único que podía ver y escuchar, eran aquellas sombras y sus voces... Pero después, una luz lo iluminó. Al abrirse la puerta, una sombra lo iluminó con una linterna completamente, haciendo desaparecer los sonidos y las visiones al instante. Suspiró. Se sentía mareado, pero de nuevo volvía a controlar sus pensamientos. Sin embargo, como había sucedido en todas las otras ocasiones, esta vez no sentía gratitud ante aquel hombre. Hubiera preferido que todo terminara ahí, de todas formas, lo que habían hecho al brindarle luz, era solamente un pequeño respiro a lo que le vendría después. Seguramente aquellas cosas regresarían con doble fuerza, y entonces si, quien sabe cuanto tiempo aguantaría.

Enfocó la mirada al extraño, y prefirió mil veces haberse quedado en su viaje mental... era Satoshi con una sonrisa burlona en el rostro.

Reuel me dijo que eras el asesino mejor pagado de la compañía.- comentó el rubio casualmente, observando su forma lastimera. –Siempre imaginé al asesino inglés como una persona sofisticada, elegante, de porte altivo y orgulloso.- suspiró. –Me decepcionaste mucho con esta apariencia.-

Eriol puso un gesto de fastidio. Si ya lo había sacado de su estupor tan deliberadamente, lo menos que podía hacer era complicarle un poco las cosas.

Créeme que lo que pienses es lo último que me interesa.-

El rubio rió divertido. ¡En ese estado, y aún tenía deseos de desafiarlo! Estaba complacido, no hubiera sido entretenido si solamente se hubiera quedado callado.

Lo que sí me imaginé al escuchar de ti, es que eras sumamente arrogante; y veo que no estaba equivocado. Mírate, estas ahí tirado como un vago, y ya no te queda nada. Estás bajo el yugo de mi arma, y aún así tienes esa petulancia impertinente.-

Justamente porque ya no tengo nada, no me importa mucho tu arma. Lo mejor que podrías hacer en este momento en que ya casi no puedo moverme, sería acabar conmigo; porque si me dejas con vida, yo no desperdiciare la oportunidad para matarte.-

Vamos Hiragizawa¿Piensas que vas a quedar en libertad después de esto? Te recuerdo que aún tienes una celda reservada en el manicomio. Me aseguraré que te regresen a ese lugar, y de que no vuelvas a ver el sol nunca más.-

Te voy a cazar maldito. Y cuando te tenga en mis manos, voy a tomarme mi tiempo para hacerte sufrir; voy a matarte de hambre y de sed, voy a obligarte a comer tus desechos, te voy a cortar la lengua y voy a despellejarte con un cuchillo sin filo; y al final, cuando gimas llorando por tu vida como una puta, te voy a dejar aquí, amarrado como la bestia que eres para que te coman las ratas... -

El brillo escarlata regresó a sus ojos poco a poco, mientras siseaba esas palabras con peligrosidad. Sabía que estaba en desventaja, que podría morir sin nunca haber cometido tales actos, pero el imaginarlo simplemente le resultaba un deleite absoluto, y ver la cara de horror del rubio al escucharlo, resultaba aún mejor.

Se escuchó sólo el silencio después de las palabras del inglés. Satoshi no creía del todo en esas amenazas pero... esa mirada en su rostro... era aún más intensa que la de él mismo. Él era solamente un asesino intelectual, en realidad nunca había terminado con nadie utilizando sus propias manos... pero Hiragizawa... él si lo había hecho miles de veces sin compasión, aún conociendo a uno que otro... Si todo aquello que decía llegaba a realizarse ¿Qué clase de sufrimiento conocería, si a él lo conocía casi a la perfección, y además lo odiaba con todo su ser?

No serías capaz.- dijo Satoshi amenazándolo fieramente con pistola en mano.

Me quitaste lo único que he amado en toda mi vida. Sería capaz de cualquier cosa para vengarme.-

Estás alardeando. No eres tan bueno. Tu gente no pudo distinguir entre ese joven y yo cuando realizaron aquella misión. Simplemente mataron a quien se encontraron en ese lugar.-

Deberías haber sido tú maldito bastardo.-

Debería, pero gracias a mi ingenio, no lo fui. ¿Sabes lo sencillo que es sobornar a un forense y a todo su equipo para declarar a ese cuerpo con una identidad diferente¡Que lastima que el dinero no lo sea todo para una persona! Ese médico era bastante capaz y brillante, pero escogió el otro camino... -

Estás enfermo.-

¡No me hables de enfermedades Eriol Hiragizawa¡No estoy enfermo¡Tú menos que nadie debería decirme eso!- el rubio pasó la mano por su sedoso cabello, y cerró los ojos, dándole la espalda a su oyente. –No soy yo el que mata por dinero Hiragizawa.-

Escucha bien las tonterías que dices. ¿Crees que no matas por dinero? Fíjate en todo lo que has hecho. Buscaste a una compañía para trazar tus planes, y fuiste entregando a las personas que te habían criado una por una; utilizaste todo lo que tenías para pagar asesinos a sueldo, para exterminar a tu familia entera ¡A tú familia¡¿Y todo para que¡Para alimentar tu egoísmo y terminar con esa ansia loca de dinero!-

¡Cállate¡Yo no lo hice por dinero¡Lo hice nada más por amor!-

Me lo preguntaste antes a mí ¿no? Ahora responde a tu pregunta tú mismo¿La amas?- el ojiazul no había perdido aquella mirada austera, y cada palabra era arrastrada por el aire, cual veneno que rasga la garganta.

¡Claro que la amo¡La amo con intensidad, con pasión, con devoción¡La amo como si fuera la única cosa valiosa existente en mi vida! No podrías entenderlo, lo sé, no podrías entender la clase de amor que le profeso. Ella a sido la única persona en mi vida que a estado ahí siempre; que a sido mi confidente, mi aliada, mi amorosa compañera, que me a dado la mano al caminar, para mantenerme a su lado... a estado ahí en mis momentos tristes y de desenfado, cuando estoy feliz y lleno de regocijo y euforia. No podrás comprender nunca el suplicio de todas las noches, al imaginarla entre mis brazos, aspirando el aroma de su cabello, observando su acompasado respirar. No sabes cuanto la he deseado en mis sueños, cuantas veces a sido mía y la he abrazado toda la noche, los dos felices por nuestro encuentro... –

Eres más estúpido de lo que pensé, no tienes ni una idea de lo que es el amor... lo que tu sientes hacía ella es solamente una obsesión, una obsesión enfermiza y asquerosa por tu propia prima... –

El rubio permaneció callado, sin mirarlo de frente. Su cabeza estaba gacha y sus hombros caídos, parecía que algo en las palabras del ojiazul lo había desanimado.

Ella no te ama. Lo sabes muy bien. Nunca va a ser tuya aunque la obligues, si su pensamiento está con alguien más.-

Se sucedió un largo silencio.

Estás celoso.- susurró el rubio con odio en la voz. –Estás celoso porque ahora ella te odia, y porque me ama a mí. Porque va a ser mía para toda la vida, y nunca la vas a volver a ver.-

Esta vez fue el ojiazul el que no supo que contestar. Ella lo odiaba, en eso tenía razón. No la volvería a ver tampoco después de eso, ya que estaría encerrado para toda su vida en esa maldita prisión.

No puedo creer que te des por vencido así de fácil...

De nuevo aquella voz, la primera que había surgido en su mente, y que se había quedado ahí, convirtiéndose ahora en su aliada.

Que alivio oírte. Pensé que no regresarías.

Ya sabes que no puedes deshacerte de nosotros tan fácilmente, y mucho menos de mí.

Créeme, comparado con esas voces horribles, eres un enviado del cielo.

Sí claro, no te pongas sentimental... ahora me debes una explicación. ¿Por qué dejaste de luchar en contra de esas voces¿Qué acaso ya te diste por vencido?

El ojiazul suspiró. No esperaba que esa voz lo cuestionara.

Tenías razón... Lo que temí sucedió hace poco. Satoshi me descubrió ante ella, y por primera vez vislumbre en sus ojos una chispa de odio en mi contra.

¿Qué esperabas? Mataste a su familia, la engañaste por mucho tiempo, e hiciste que se enamorara de ti... la traición es el peor de todos los pecados.

Lo sé, y me arrepiento de haberle mentido, ella no se lo merecía. Pero yo también estoy enamorado de ella ahora, y sí la pierdo, no me quedará nada más.

Ella frenaba tu locura, gracias a ella estás aquí todavía. Si es la única forma de sobrevivir, entonces tienes que recuperarla.

¿Estas loco? Estoy casi seguro que no quiere volverme a ver.

Podías vivir sin ella antes ¿no?

No quisiera intentarlo ahora. Y si sucediera, no podría estar tranquilo sabiendo que me odia...

Pero yo no tengo que decírtelo.- Satoshi interrumpió los pensamientos del inglés, esbozando una amplia sonrisa maquiavélica. Se escuchaban pasos en el oscuro pasillo detrás de él. –Pregúntale a ella tú mismo.-

Los pasos se acercaron con rapidez a la celda. Una débil luz de linterna se fue acrecentando.

Satoshi pronto salió al encuentro de los recién llegados, dejando la puerta de la celda abierta a propósito para que el ojiazul viera lo que sucedía fuera de ella. El corazón le dio un salto doloroso en el pecho, cuando vio aparecer la delgada silueta de la amatista, contorneada por las sombras de su alrededor y por los hombres que la sujetaban fuertemente de los brazos. Ella ni siquiera se inmutó en voltear a ver a su dirección, mantuvo los ojos clavados en el suelo, con una mirada perdida que le daba aspecto de demente.

Mi linda niña.- le susurró Satoshi a la joven con inusitada ternura, mientras Eriol lo miraba desde su rincón con ira desmedida. Esas palabras se las había dicho alguna vez a la amatista, y sólo él le podía llamar de esa forma. –No te preocupes, es la última vez que estás aquí. La próxima vez que nos veamos, será para conducirte a un lecho de seda.- le dijo con dulzura, inclinándose para besarle los labios.

La joven no se inmutó, no lo volteó a ver, ningún músculo de su rostro se conmovió ni un centímetro. Solamente él movió sus labios abriéndose paso entre los de ella con suavidad.

Nos veremos pronto amor.- le susurró, y la tomó del brazo con algo de brusquedad para guiarla de nuevo a la celda. Ella no opuso resistencia.

El rubio simplemente la dejó en uno de los rincones más alejados de Eriol y, después de apartar un mechón de su rostro como un amante embelesado ante su belleza, miró al ojiazul con desprecio y sorna, y salió de la celda dejándolo todo de nuevo en la penumbra.

Se oyeron apenas unos ruidos apagados, que Eriol, con todos sus años de experiencia, apenas pudo percibir. Escuchó como la joven, sin voltear a verlo, se pegaba a la helada pared de metal y se sentaba en el piso mojado. Con un delgado rayo de luz de la ventana, vio como abrazaba sus piernas como una niña pequeña y como inclinaba su barbilla hasta las rodillas, dejando que su cabello negro cayera a sus costados con gracilidad.

Demonios... ¿Qué le has hecho?

La voz tenía razón. Él jamás la había visto de esa forma deplorable. Su delgado cuerpo se veía marchito y azulado a causa del frío, y en sus labios y sus mejillas ya no predominaba ese saludable tono carmesí. Ojeras pronunciadas y pómulos esqueléticos... pero todo eso lo vio al final. Lo que captó su atención en primera instancia, fueron sus ojos. Nunca los había visto o los vería de esa forma de nuevo. Ya no había pizca de vida en ellos. Ya no brillaban como dos grandes joyas, ya no emitían luz propia... se habían vuelto opacos, vacíos, sin nada...

Ya la perdí...

No, todavía no. Fíjate bien lo que sucede aquí. Está de esa manera, pero sigue siendo ella.

¡Eso no es cierto¡Mira sus ojos, mira su expresión!

Escucha. Fíjate muy bien. ¿Qué es lo que oyes?

El agua, el silbido del aire, el pasar de algunos barcos lejanos. ¿Qué tiene eso que ver?

¡Eso tiene mucho que ver¡Las voces no han regresado, y estamos en la más completa oscuridad!

Todavía esta ahí...

La vio de nuevo. Abrió la boca para intentar hablarle, pero no logró sacar ningún sonido... Su cuerpo se rehusaba a escucharlo del todo. Y tenía sus razones lógicas. ¿Cómo se atrevería a hablarle, a intentar consolarla, si era sólo él el causante de su estado¿Cómo confiaría en él de nuevo, si la había traicionado de la manera más cruel imaginable? Su mente sabía que un rechazo de su parte, sería el peor castigo que le pudiera dar...

Ninguna de sus misiones le había resultado nunca tan complicada. Jamás había tenido ese sudor frío en las manos, ni ese fuerte y doloroso latido de corazón, ni ese nudo en la garganta o esa resequedad arenal en la boca. ¿Quién diría que enfrentarse de nuevo a ella sería tan complicado?

Estaba debatiéndose consigo mismo. ¿Cómo conseguiría que lo perdonara¿Debía intentarlo, o simplemente enfrentarse a las consecuencias de sus actos?

Es la única persona por la que me he preocupado en toda mi vida después de salir de aquel lugar, pero sobre todo, es la única que a estado ahí para mí sin importar nada. Estuvo cuando la rechazaba de esa manera tan fría, y cuando no le dirigía la palabra; estuvo ahí después de contarle mi historia, sin salir huyendo en el acto por miedo a un desquiciado mental... sabiendo incluso eso, me amó con devoción, estuvo a mi lado tomándome de la mano cuando más lo necesitaba, y jamás pidió nada a cambio; me lo entregó todo, y confió en mí hasta el final... la traicioné. La traicioné de la peor manera imaginable, pero no la he abandonado. No la voy a abandonar ahora, y mucho menos con ese enfermo... Moriré hoy, o mañana en una inmunda celda del manicomio, pero ella va a salir de aquí, se lo debo.

Tomoyo.- la voz salió de su garganta en un suspiro rasposo apenas perceptible, el eco de la oscura celda lo transportó hasta los oídos de la amatista. Pero ella no mostró señal alguna de haberlo escuchado, se quedó en su lugar, inmóvil, con el aspecto de una demente.

No iba a acercase a ella después de todo lo ocurrido. No podía.

Tomoyo escucha... - el joven hizo una pequeña pausa, tenía que explicar. Si después de todo lo que le decía, ella deseaba no saber más de él, lo comprendería, y jamás lo volvería a intentar; pero tenía que saber.

Lanzó un largo suspiro derrotado, y comenzó a hablar con voz apagada y lenta, sin mirar a la joven ni un momento. –Tomoyo, nunca pensé que esto fuera a pasar así. Yo de verdad no quería... por eso intenté llevarte aquella vez, por eso deseaba huir de este lugar, para empezar contigo en otro sitio diferente, para alejarme por fin de la vida que había llevado por tantos años. De verdad que pensé en hacer una vida tranquila contigo, lejos de compañías, de secretos, del afán desmedido que tenía por el dinero, de todo lo que era yo antes de conocerte... – El ojiazul esbozó una pequeña sonrisa de remembranza; la joven levantó un poco la cabeza, como para escucharlo mejor, pero no lo miró ni un instante. –No sé que hiciste conmigo, pero me provocaste un sentimiento de protección hacia ti desde el principio. Me ayudaste aquella vez, en una de mis fallidas misiones, y no me pediste más que un nombre a cambio. No tenía la obligación de invitarte a mi casa a quedarte, a pesar de todo lo que hubieras hecho por mí, y sin embargo lo hice. Me inspiraste seguridad y ternura sin que yo mismo lo supiera, y me diste cariño y cuidados a cambio de mi actitud fría y ego centrista. Jamás fui así con nadie más antes que tú. Jamás me hubieras visto antes riendo en la noche de navidad o durmiendo pasivamente más de dos o tres horas sin haber estado plagadas de pesadillas. Me diste paz en mis sueños, y le brindaste a mi casa un calor de hogar... era algo que no había tenido desde hacía mucho tiempo... – esperaba que con sus palabras, el corazón de la chica se ablandara un poco, y al menos le ofreciera una mirada de atención... y sin embargo, su ilusión no llegó a realizarse, la joven volvió a agachar la cabeza, hundiéndola entre sus piernas otra vez. Los ánimos del ojiazul volvieron a derrumbarse por completo. –Pero sé que a pesar de todo, no merezco tu perdón, ni siquiera tu piedad. Los actos que realice fueron horribles, peores aún que los de cualquier otro animal. Yo maté por dinero y ambición, maté por poder y gloria, y ahora estoy pagando por todo eso. Estoy perdiendo a la única persona que de verdad me a importado en la vida, por mi maldita codicia... –

Eso dices ahora.- dijo la joven en voz baja, acallando al inglés. –Me hubieras matado a sangre fría como a cualquiera de los demás, sino me hubiera cruzado antes en tu camino.-

No te voy a mentir, ya no. Sí hubiera culminado esa misión si me la hubieran encomendado.-

Matas a hombres y mujeres sin importarte si tienen hijos, padres o hermanos que sufran su perdida, matas incluso a niños sin importarte nada más. No eres más que eso, un bastardo sanguinario que no se detiene a ver la vida de los demás. -

Un largo silencio se sucedió después de las ácidas palabras de la amatista, aún tenía la mirada clavada en el suelo.

Antes de conocerte, yo no creía en el destino.- dijo Eriol con voz herida, sin tratar de aparentar fortaleza esta vez. –Pero ahora Tomoyo, creo que era mi destino el conocerte, sino en aquel oscuro callejón en donde me encontraste, sí en algún otro sitio, de manera inevitable. Me conociste por una razón, y yo te conocí también por una. Me conociste para ayudarme a comprender la perfección y la valía de una vida humana, y para conocer el amor sincero de un alma pura a una corrompida, me ayudaste a sanar... y aunque no lo parezca mi niña, tu me conociste por una sola razón... estoy aquí para no dejarte morir ni en este ni en otro lugar, para que conozcas después de esto, toda la vida que te queda por delante sin ese enfermo a tu lado; libre y feliz, con quien sea que te depare el destino... – el joven hundió las manos en la pestilente agua, buscando un objeto en la oscuridad, había sentido algunas piedras en aquel sitio al haber sido arrojado tan cruelmente más de una vez. Tanteaba cada roca con cuidado, tratando de encontrarle aunque sea a una, la forma que deseaba.

Su mirada se iluminó de repente ante el hallazgo. Había encontrado lo que buscaba. Se sonrió. Seguramente alguien allá arriba amaba a esa mujer, para otorgarle esa oportunidad.

Te voy a sacar de aquí Tomoyo, para que veas mañana el amanecer, lejos de este lugar.-

Y, levantando la piedra afilada que había encontrado por azares del destino debajo de esa agua maloliente, la incrustó con fuerza en su carne, cerrando los ojos en un espasmo de dolor.

La amatista levantó los ojos al momento, buscando la causa de ese sonido. El sonido de la piedra incrustándose contra algo amortiguador, que sin embargo parecía romperse ante cada nuevo azote. Dos, tres, cuatro veces... diez... quince... y después un quejido doloroso de parte del ojiazul. Escuchó también como gotas de algún líquido comenzaban a caer en el agua.

Ya está linda. Te voy a sacar de aquí.-

Tomoyo no sabía que había sucedido, escuchó como su compañero se sentaba pesadamente en el agua, respirando rápidamente y con algo de dificultad.

Maldición... –lo escuchó decir en voz baja, tratando de reprimir el tono doloroso de su exclamación.

La luz del farol entró por la ventana una vez más, y Tomoyo quedó horrorizada ante la escena. El asesino, cubierto de sudor y con una expresión de sufrimiento en el rostro, sostenía con su mano sana, la otra mano ensangrentada, expuesta la carne viva. Una mezcolanza de sangre, astillas de hueso, dedos rotos y suciedad enmarcaban un agujero mal hecho en la palma de la mano del joven.

Sin saber lo que hacía, la chica se acercó a él con ojos consternados. Sin decir nada, arrancó un largo jirón de su ropa y envolvió cuidadosamente, pero con fortaleza, la mano inutilizada del ojiazul. Sus ojos se llenaron de lágrimas involuntariamente, mientras trataba de mantener la calma.

¡En que demonios estás pensando¡¿Para que hiciste esto!- le dijo la joven exasperada y nerviosa, intentando detener la hemorragia que empezaba a teñir el agua de rojo.

Para sacarte de aquí, es lo único que nos queda ahora.- pero, al ver la confusión de la joven, y que estaba dispuesta a gritarle de nuevo, supo que no comprendía la causa. –Mira esto.- le dijo antes de que pudiera pronunciar palabra, enseñándole un pequeño objeto metálico lleno de sangre y carne, que cabía entre las yemas de sus dedos. –Es un chip localizador. Me lo pusieron para poder hallarme en cualquier lugar que me encontrara. Supongo que no sirve aquí, o ya hubiéramos recibido ayuda, pero también logra encontrarme más eficazmente al deshacerme de él. Lo he sacado de mi cuerpo, en este momento Yue debe de estar recibiendo la señal de nuestra localización.-

¿Yue?-

Si, él me ayudó a salir del manicomio solamente para salvarte. Al final de todo, si es que sobrevivo, regresaré ahí.-

¿Qué¿Ese fue tu trato¿Salir unos días para ayudarme y luego regresar a Azkaban por tu propia voluntad?-

Así es.-

La joven no supo que decir. La actitud de ese hombre había sido egoísta siempre¿Por qué prometer volver a un lugar tan horrible, después de haberla salvado?

Te amo Tomoyo.- le dijo como respondiéndole a su pregunta, viéndola de una manera tierna y angustiosa a la vez, cristalina y fuerte... algo que jamás había visto, y no volvería a ver en toda su vida.

La tensión reinaba nuevamente en la camioneta de los asesinos. Las miradas eran furtivas y amenazadoras en dos personas especialmente. Un joven de ojos ambarinos, y un hombre de ojos azules intercambiaban vistazos asesinos el uno con el otro, sin poderse contener.

Shaoran suspiró con frustración. ¿Qué le diría Eriol si se enteraba que había dejado subir a la camioneta, en donde se encerraban varios de sus secretos, al detective que los había estado persiguiendo ya desde hacía cierto tiempo?

Se sentía incluso enojado consigo mismo, no porque fuera su culpa el que ese hombre estuviera ahí, sino de haber perdido el mando cuando el equipo lo necesitaba. Shinishi no tenía experiencia en esos asuntos comparado con él mismo, y sin embargo, había tomado una decisión importante sin siquiera consultarlo con él, su jefe en turno al faltar el ojiazul, y para colmo había tenido el apoyo completo del equipo restante.

Lamentablemente, no era esa la razón que lo frustraba más. En el fondo, Shaoran sabía en sobremanera que Eriol, y todos ellos, necesitaban de la ayuda del detective. Si bien Izumi había logrado traspasar el complejo sistema de seguridad de los policías para infiltrarse en sus archivos y tener para sí mismos aquella técnica de localización que utilizaban, no sabía todavía como encontrarlo si acaso llegaba a deshacerse de aquel mecanismo... y si ese era el caso, debían saber su ubicación lo más rápido que fuera posible... significaba que algo andaba mal, porque el asesino no solía romper sus promesas, sabía que no escaparía.

Me he enterado que has estado saliendo con Sakura Kinomoto¿no es cierto?- escuchó Li sin poner mucha atención al principio, departe del policía.

Eso no te importa.- respondió el castaño en un gruñido, tratando de parecer desinteresado.

Supongo que ella no sabe lo que eres ¿verdad?- insistió Yue, con un tono de voz bastante extraño en él.

No.- contestó Shaoran sin tener que hacerlo.

Espero que no solamente estés jugando con ella, está bastante ilusionada contigo... – confesó el ojiazul sin quererlo mucho. –Si de verdad deseas algo con ella, creo que debes decirle lo que eres.-

Eso es mi problema.-

Yue lo miró con frialdad y cruzó los brazos sobre su pecho, desviando la mirada a un rincón de la habitación. Le disgustaba mucho hablar con ese joven ego centrista, pero talvez valía la pena intentarlo por Sakura.

Su hermano es bastante celoso. Seguramente no dejara de cazarte si la lastimas.-

Lo he notado.- contestó Shaoran con mirada reflexiva. Lo pensó un largo rato, y lanzó un suspiro derrotado. –No te preocupes, no la volveré a molestar. Prefiero no volverla a ver, a que se entere de lo que soy y lo que hice.-

Por un momento, el agente Tsukishiro sintió una punzada de simpatía hacía ese muchacho. Como Eriol, talvez ese asesino también tuviera algo de bondad en su corazón corrompido.

Por su parte, Shaoran había tratado desesperadamente de no pensar en ella. Había intentado entretenerse en la misión de ayudar a su amigo, en regañar a su compañero, en pelear incluso con Yue... y por un tiempo había funcionado. ¿Por qué tenía que mencionarla de nuevo? El solo recordar cualquier facción de su rostro le resultaba doloroso... Había pensado durante un rato en una posible solución a su problema, había pensado en llevársela de ese lugar, en empezar una nueva vida justo y como Eriol lo había pensado antes de que todo eso sucediera. Pero... ¿no sería algo egoísta? No tenía el derecho de separarla de su familia así como así, ni de pedirle que se fuera con él... simplemente se había enamorado de una mujer imposible, de alguien que no podía tener... ese había sido su castigo a todos esos años con tantas mujeres: Enamorarse de una, y no poder estar a su lado. ¿Qué podría ser peor?

Un pequeño pitido repetitivo lo sacó de su ensimismamiento en ese momento. Izumi lo volteó a ver con ansiedad haciéndose a un lado con rapidez, para dejar despejada la pantalla surcada de líneas verdes en toda su extensión.

Todos los presentes se acercaron a observarla con inquietud, fijando sus miradas solamente en una pequeña sección de ella.

Es él.- susurró Yue embelesado con el pequeño punto rojo, que volvía a parpadear en la pantalla, no a mucha distancia de ese lugar.

La celda helada se quedó sin sonidos después de esa confesión. Solamente la respiración entrecortada del asesino, y una que otra vez una escurridiza gota de sangre que caía en el agua, se dejaban escuchar sobre el silencio perturbador.

Eriol no pudo más que sentirse abatido. No era que esperara una respuesta departe de la amatista después de todo lo que había hecho, pero tampoco había estado preparado para el silencio después de tan sinceras palabras.

Levantó su mano sana, y observó el leve destello que le proporcionaba aquel pequeño aparato de metal que sostenía entre los dedos. Se acordó de lo que le había dicho Yue si llegaba a quitarse ese objeto de su cuerpo.

"...Más te vale. Iré de inmediato y te acribillare antes de que puedas escapar si tan sólo lo intentas. Talvez no tengas alguna guardia contigo, pero no estas completamente libre. Sabes que haré que te sigan..."

No sabía si cumpliría su palabra de acribillarlo o no cuando lo viera, pero tenía que arriesgarse. Si la policía entera se estaba movilizando en esos momentos, al ser todo en secreto, sabía que Shinishi no tendría oportunidad de escape. Lo encontrarían en ese almacén con los papeles que Tomoyo había firmado, y con todas las personas que tenía a su cargo. Lo arrestarían por presunta complicidad, aún sino reconocieran su rostro a primera vista. Pero si Yue iba con ellos, seguramente lo reconocería. Lo aprehendería de todas maneras, y al no ser tan tonto, iría atando cabos sueltos. Seguramente descubriría toda la verdad con sólo verle el rostro. Y entonces lo encontrarían a él y a Tomoyo en esa celda, después de registrar todo el lugar. La pondrían a salvo a ella, y a él lo esconderían de alguna manera, para no poner al descubierto su fuga. Lo llevarían de nuevo al manicomio, donde le darían algún cuidado, y lo volverían a encerrar en aquella celda de castigo, de la que se supone nunca había salido. Atribuirían los golpes y el cansancio a la esquizofrenia y a la claustrofobia, y pasados los días volvería a su antiguo lugar de reposo, para no salir jamás. Pero Tomoyo estaría libre, y Yue le daría noticias suyas de vez en cuando. Le pediría que la cuidara, y pronto ella se olvidaría de él, regresando a su vida cotidiana. Y él, pagando todos sus castigos, permanecería en ese lugar por el resto de sus días.

Ese era el destino que se imaginaba al observar su mano ensangrentada. Y estaba dispuesto a aceptarlo con la frente en alto. Al menos habría frustrado los planes de ese enfermo, y salvado a la mujer que amaba.

¿Cuánto tiempo llevas en esto?- el joven desvió su mirada de aquel paño ensangrentado para observar a la joven delante de él, que parecía miraba al suelo con afán.

Más o menos cinco años.- contestó el ojiazul con firmeza, tratando de conservar la calma ante ese interrogatorio.

¿Por qué te involucraste en ese negocio?-

Porque no tenía nada que perder. Me ofrecieron este trabajo después de salir del hospital mental, cuando yo no sabía hacer nada, ni se me aceptaba en ningún lado por mi condición. Se ganaba mucho dinero en ese negocio.-

¿Fue el dinero lo que te obligó a entrar?- la voz de la joven tenía un tono neutral. Bien podría haber pasado por una investigadora, que no deja ver sus sentimientos a la hora del interrogatorio.

En parte. En ese entonces era un chiquillo que necesitaba reconocimiento. Era un don nadie que quería ser bueno en algo, que quería sobresalir después de ser considerado como alguien del "montón" por tantos años. Buscaba fama, prestigio y respeto en aquel lugar que nunca me lo podría ofrecer libremente. Y para tenerlo, tenía que ser el mejor en mi trabajo.-

¿Y no podías intentar conseguir todo eso en otro sitio?-

En ese momento ni siquiera cruzó esa posibilidad por mi mente. Descubrí después de mis entrenamientos, que era realmente bueno en eso. Era algo innato en mí. El manejo con las armas, la agilidad, el cálculo, el liderazgo... todo ello era para mí.-

¿Entonces no trabajabas solo?-

No. La compañía para la que trabajaba, organizaba siempre nuestras misiones en grupo, excepto algunos casos aislados de mucha importancia.-

¿Te asignaban muchos casos especiales?-

Sí. Tanto a mi equipo como a mí, se nos asignaban los casos de más relevancia. Repartíamos la ganancia entre todos nosotros, y en caso de los individuales, lo conservaba todo para mí. Claro, después de que el jefe se quedara con la tercera parte en los grupales y con la mitad en los individuales.-

¿Tú tenías un jefe¿Quién es?-

No creo que debas saberlo. Es una persona muy poderosa que a sido juzgada mil veces y a la que nunca se le a encontrado culpable. Es influyente y muy inteligente a la vez... si lo supieras no dejaría de cazarte después de esto.-

Esta bien. ¿Quiénes eran tus compañeros de equipo?-

Eriol se quedó callado un momento. Esas preguntas llevaban ocultas el sentimiento de la venganza entre líneas.

No puedo decirte eso.- contestó medio apenado.- Son personas que ahora han decidido llevar una vida sana, honesta y feliz con sus familias.-

¿Tenían familia y aún así realizaban esos actos?-

No los juzgues tan duramente. No todos en el equipo eran asesinos como yo. Los que realizaban este trabajo en especial, son aquellos que no tienen nada que perder. Los demás se encargan de los equipos técnicos, de la conducción de nuestros transportes, de la asignación de misiones, del encubrimiento, del papeleo... Nunca tocaron a nadie, ellos no deben ser juzgados igual que nosotros.-

¿Cómo es que sus crímenes quedan tan bien encubiertos?-

Las personas que nos contratan son personas influyentes, con recursos bastos que están dispuestos a arriesgar su fortuna en estas misiones. Desean encubrir engaños pasionales, lavados de dinero, narcotráfico, chantajes, acusaciones... para dejar limpio su nombre. Así obtenemos todas las facilidades para realizar nuestros trabajos sin preocuparnos mucho por nada.-

Se sucedió un minuto de silencio.

¿Tu cometiste todos los asesinatos en contra de la familia Daidouji?-

El ojiazul tragó saliva trabajosamente. –Sí. Esa misión me fue encomendada desde el principio.-

Jamás pensaste en rechazarla ¿verdad?-

Para serte sincero, no. La paga que nos ofrecieron fue muy jugosa como para dejarla ir.-

Lo imaginé. ¿En verdad no quedó ninguno con vida?-

No.-

¿Por qué lo dices tan convencido?-

Porque nunca se nos hubiera permitido una falla así.-

Pero Satoshi sobrevivió ¿no? Otra persona también podría haber escapado de sus manos.- mencionó la chica, talvez con la vaga esperanza de tener aún a algún familiar vivo.

Vamos Tomoyo... sabes muy bien porque él sobrevivió.-

La chica guardó silencio unos instantes. Claro que lo sabía, pero hacía rato que estaba intentando ocultárselo a sí misma. No lo había oído aún de nadie mas, y talvez por eso tenía una falsa idea...

Yo... -

Sabes muy bien que yo cumplía ordenes nada más. Yo no tendría porque matar a nadie sin razón... si lo hice, fue por encargo de alguien, y porque alguien también financió toda la operación. Nuestros trabajos no son gratis.-

Es que... –

Debes de aceptarlo Tomoyo. Por más que cueste o duela, tienes que aceptarlo. Tu primo lo planeó todo. Él es el causante principal de la muerte de toda tu familia.-

Pensé que habían encontrado su cuerpo... lo escuche en las noticias, y Yue lo confirmó con el reporte forense.-

Hay que reconocer que Satoshi es una persona bastante astuta. El día que sucedió todo, las alarmas estaban desactivadas, y los guardias no estaban postrados en las entradas como todas las noches... incluso una ventana del segundo piso estaba abierta. Todo se nos había dispuesto para realizar nuestro trabajo. Yo me hubiera dado cuenta del engaño, pero mi equipo colaboró con otro esa misma noche. Creyeron que era él. Y él lo arregló todo para que lo creyeran muerto. Sobornó al forense para crear un reporte falso.-

Entonces.- dijo la joven lastimosamente, intentando reprimir un sollozo. -Tu equipo se encargó de la otra parte.-

Así es.- la calma que había mantenido Eriol hasta entonces se fue desmoronando a cada palabra pronunciada. Pronto, su voz tranquila y fría, iba adquiriendo un tono cada vez más inseguro.

Tú eres el asesino inglés ¿verdad?-

Sí.-

Silencio.

¿En donde estaba ella?- preguntó Tomoyo, refiriéndose a su madre.

Estaba en su habitación, durmiendo.-

¿Y despertó antes de...?- titubeó.

Sí.-

Tú sabías que ella era mi... madre?-

No. No sabía que tu fueras una Daidouji.-

Pero si lo hubieras sabido no hubiera sido mucha la diferencia ¿o sí?-

No lo sé Tomoyo... -

Quiero hacerte solamente una pregunta más.- dijo ella, clavando los ojos en el joven.-Y espero que la respondas con sinceridad.-

Él se limitó a asentir.

Eriol... ¿Tú mataste a mi madre?-

El inglés se quedó mudo ante aquella pregunta. Sabía muy bien que iba a hacerla personalmente en algún momento, pero ni todo el tiempo del mundo lo hubiera preparado para ello.

Agachó la mirada a su mano ensangrentada, y reflexionó por unos momentos... sus labios temblaron de emoción repentinamente...

No. Yo no la maté.- y en sus palabras y sus ojos se reflejó sinceridad absoluta. Era verdad. Él no había terminado con la vida de Sonomi Daidouji. Él se había detenido al observar los ojos amatistas llenos de terror de la mujer, que se asemejaban en sobremanera a los de su querida niña... simplemente no había podido terminar con esa tarea.

Y Tomoyo soltó un suspiro largo e intenso que parecía estar guardado dentro de ella desde hacía mucho tiempo, y se levantó de su sitio yéndose a sentar a un rincón de la celda nuevamente.

¿Qué es ese lugar?- el joven Tsukishiro sonreía como en los viejos tiempos a causa del reciente descubrimiento del paradero de su jefe. Desde hacía unos minutos la camioneta se había puesto a toda velocidad en dirección a la costa de la ciudad, de donde provenía aquella señal rojiza plasmada en la pantalla verde; los ojos de tres de los asesinos y los del detective, se veían absortos en el punto carmesí.

No lo sé.- respondió Shaoran que tenía la frente empapada en sudor a causa de la emoción, y que ya había olvidado por completo su disputa con el hombre más joven del equipo.

Está cerca de la zona pesquera. Por lo que yo sé, ninguna casa particular se puede establecer en sitios de carga y descarga de producto marítimo... o al menos no por aquí.- contestó Izumi haciendo gala a sus compañeros de sus bastos conocimientos de la ciudad.

Se sucedió un pequeño silencio, en el que los presentes trataron de remembrar el nombre de la compañía pesquera en la que estaba encerrado su amigo.

El rostro de Yue se iluminó de repente.

¿Está en la calle Evergreen?-

Parece que sí.- Respondió el pelirrojo.

¡Ya sé cual es! La cerraron hace unos años por evasión de impuestos. Está abandonada en estos momentos.-

Es un lugar perfecto para que quien-quiera-que-los-tenga realice sus planes sin ninguna interrupción.- aseguró Matt.

Pues no es tan sencillo. La compañía tiene sistemas de seguridad aún en funcionamiento pagados por el dueño de ella; y otras veces que vagabundos han intentado entrar, los han detectado y los han mandado detener.-

¿Quién querría conservar un sitio abandonado, y además instalarle cámaras de seguridad si ya no queda nada de valor ahí?- comentó Matt desde el asiento del piloto.

Alguien que piensa usar ese lugar para algo determinado, sin que nadie se pueda interponer a ese fin.- contestó Shaoran pensativo. –No puede ser una coincidencia... Yue¿Quién es el dueño de la compañía?-

Tu razonamiento parece bastante lógico Li, pero no lo creo posible... El dueño de esa compañía, ahora es legalmente Satoshi Daidouji.-

Él está muerto.- dijo Izumi en un susurro.

Así es. A menos que mande ordenes desde el inframundo, creo poco probable que sea él.- comentó Yue para sí mismo.

Pues entonces es algo bastante extraño.- alzó la voz Matt para que todos le oyeran. -Dices que sólo el dueño tiene acceso a ese lugar, y que han castigado a personas que lo han intentado con la cárcel ¿no?-

Así es.-

Pero en este momento han llevado a Eriol a ese almacén, y nadie ha llamado a la jefatura de policía o tú lo sabrías ¿no?-

Sí-

Entonces si sólo el dueño podía entrar, pero el dueño está muerto, el que llevó a Eriol a ese lugar tiene que ser conocido por los guardias que vigilan o no les hubieran permitido el acceso ¿cierto?.-

¿Cuál es el maldito punto?- exclamó Yue exasperado ante la arrogancia del conductor.

Pues es algo bastante obvio. El único familiar vivo que le queda a Satoshi Daidouji es la mujer que buscamos: Tomoyo Daidouji.-

Hubo un silencio prolongado. Yue lo volteó a ver con mirada asesina.

Estás demente o te falta sueño. ¿No has visto por todo lo que ella a pasado?-

¡Precisamente por eso sería una probable sospechosa! Han asesinado a toda su familia, y lo más lógico que podría buscar es la venganza. ¿Por qué otra razón se llevarían también a Eriol?-

¡Pero si los dos fueron secuestrados por tu compañía!-

Pues si, porque yo trabajo en esa compañía es porque sé toda la clase de malas jugarretas que ahí se hacen. Por una buena suma de dinero, secuestrarían incluso a su mejor asesino e interpretarían un secuestro con Daidouji... y por lo que sé, esa joven tiene dinero para aventar para arriba.-

La cara de Yue se enrojeció a causa de la ira. Apretó los puños con fuerza, absteniéndose de soltarle un buen puñetazo en la nariz a ese rubio impertinente sólo porque iba manejando.

¡Como te atreves a...!-

Por más que cueste aceptarlo Yue, Matt tiene razón.- intevino Izumi. -Como detective es tu trabajo aceptar todas las teorías posibles que se te presenten en algún caso sin importar quien este involucrado en él. Sabemos bien que Tomoyo tenía sus razones para intentar acabar con la vida de Eriol, y tiene bastantes métodos.-

¡Pero ella no sabía quien era el asesino!-

Se puede enterar de alguna forma u otra... las cosas se averiguan buscando, incluso Eriol pudo haberle confesado sus crímenes.-

No fue Tomoyo.- y esta vez no fue Yue el que lanzó el alegato, sino Shaoran. –Esa mujer puede serlo todo (y no lo es) menos una asesina. La conocí bien. Vi como trataba a Eriol, y podría apostar mi vida a que ella lo quería de verdad. Aunque supiera lo que hizo, no se atrevería a hacerle daño.-

Estoy de acuerdo contigo.- dijo el ojiazul.

Los otros integrantes guardaron silencio respetuoso... Talvez no creyeran del todo en las palabras del castaño, pero esa era la única salida favorable que les quedaba.

Ya estamos cerca.- anunció Matt justo cuando daba vuelta en una esquina, descubriendo a la vista aquella vieja compañía pesquera al final de la calle.

Muy bien equipo.- dijo Shaoran alzando la voz de mando. -Esta vez Eriol necesita de toda la ayuda que le podamos brindar... Izumi, sé que no es tu trabajo, pero tú y Matt también están entrenados para usar armas... Necesitamos de su ayuda esta vez muchachos.-

Vamos Li, no tenías que pedirlo.- dijo Izumi desenfundando aquella arma olvidada debajo de la maquinaria, limpiándola y revisando su contenido.

Íbamos a ir aunque nos lo hubieras prohibido.-

El joven les sonrió. – ¿Y tú Yue?-

Cuenta conmigo.- le respondió el plateado acomodándose el abrigo y guardando su placa. –Llamaré algunos refuerzos.-

Esta bien, necesitaremos de ayuda... aguanta Eriol, ya vamos por ti.-

Motomiya, llama nuevamente al equipo de seguridad, que se coloque en sus puestos y comience la vigilancia de inmediato, no quiero que se sospeche nada.- el rubio Daidouji guardó nuevamente los papeles que había estado revisando con tanto afán la última media hora. En ellos se testificaba con la firma de la joven heredera, que ésta renunciaba a su fortuna por voluntad propia, dejándola a cargo de un pequeño grupo de personas inexistentes que él mismo había mandado a crear. Ellos entregarían el poder a un inversionista extranjero con planes de expansión, y con ello se convertiría en el dueño único. Claro, todo ello después de un radical cambio de imagen. Unas cuantas cirugías estéticas de parte de un doctor de mucha confianza en los Estados Unidos, y no volvería a ser el mismo jamás. Cambiaría su nombre por alguno que aún no decidía, aunque tenía varios tentativos en mente, más como mera venganza que por gusto; y aparecería en el plano como nuevo millonario interesado en la empresa, que transformaría en algo multinacional, para así aumentar su fortuna.

Sí señor.- dijo el subordinado con la voz débil que nunca había podido controlar. Con la cabeza gacha y un paso algo inseguro, salió de la habitación para una mejor recepción en su portátil. Caminó unos minutos hasta encontrar un área despejada de paredes de metal, y marcó un número ya guardado en la memoria de su celular.

El periodo de fumigación a terminado, pueden regresar a sus puestos.- dijo tajantemente y colgó después, soltando un largo suspiro. En verdad no le había agradado del todo participar en todo ese complot. La primera vez que le había comentado acerca de ese asunto, había sido de una manera hipotética, casi fantasiosa. Jamás se había imaginado que después de varios años, aquella situación se iba a volver realidad. Jamás hubiera pensado en ese entonces, que aquel pequeño de sólo quince años podría fraguar un plan tan macabro y además ponerlo en marcha. Se había dado cuenta de la realidad de sus planes con el primer asesinato de los Daidouji. Él, ingenuo y derrochando confianza en su jefe, había lamentado la pérdida con profundidad al observar al rubio llorando sobre el ataúd de sus tíos y primos. Le había dado el pésame y lo había conducido a su habitación para hacerle compañía en su notable depresión. Pero, al estar fuera del alcance de las vistas ajenas, se había sentado cómodamente en el enorme sillón que había mandado traer del despacho de su tío, y se había enjugado las lágrimas con la manga de su chaqueta, para sentarse al escritorio a teclear en su portátil sin la más mínima muestra del remordimiento que había mostrado en el funeral. Al preguntarle el porque del cambio tan repentino en su conducta, el rubio se había echado a reír a carcajada suelta, comentándole sin pena ni vacilación el transcurso de sus futuros planes. Desde entonces, él mismo se había encargado de la recopilación de archivos de los familiares, de las transacciones de los pagos, de desactivar en lo posible los sistemas de seguridad sin que levantara alguna sospecha, de las rutas, mapas y ubicación de habitaciones; de los turnos y rondas policíacas, de las investigaciones post- mortem... y de muchas otras cuestiones que requerían atención. Eso sí, había obtenido un salario exorbitante por todos sus servicios... pero todo ello no le quitaba de encima a la maldita conciencia.

En fin, no tenía más que obedecer ordenes... después se encargaría de pensar en como anunciarle a su jefe su próxima renuncia.

Motomiya, quiero que te encargues de decirle a los guardias en donde se encuentra Eriol.- dijo Satoshi en voz autoritaria, sacando a su subordinado de sus pensamientos. –Les dirás que reanuden la guardia y que revisen las bodegas. Dirás que encerraste ahí a un vago que estaba buscando refugio para entregarlo después a las autoridades. Seriamente les comentarás que reconociste vagamente el rostro del perpetrador y que al investigar encontraste que era el famoso 'Asesino Inglés' que seguro han de conocer perfectamente. Harás que llamen a la prensa, la televisión y la radio para que todos conozcan su fuga y se encuentre a los responsables de ella.-

Pero señor, él lo ha visto. Podría crear rumores de que está vivo.-

Les dirás a los guardias que es acusado de canibalismo y que por su seguridad deben amordazarlo. Y que no permitan que hable hasta llegar a la jefatura. Ahí lo procesarán nuevamente y determinarán que está loco, regresándolo a su celda en Azkaban, en donde permanecerá el resto de sus días y en donde sus alaridos no serán escuchados jamás.-

¿Y la chica? No la vamos a dejar ahí para que la encuentren con ese asesino ¿o sí?-

Claro que no. Ella vendrá conmigo en mi viaje. Tráela.-

Motomiya asintió con recelo y salió del cuartucho con rapidez, buscándose en el saco las llaves de aquellos congeladores en los que estaban los dos prisioneros. Bajó las escaleras, recorrió varios pasillos y volvió a descender hasta llegar al sótano, lugar donde se encontraban las bodegas.

Hacía mucho frío en ese lugar. Motomiya se abotonó el saco, se frotó las manos la una contra la otra y encendió la pequeña lámpara de aceite siempre apostada en un pequeño banco a la entrada. A pesar de que ese lugar ya no funcionaba y el clima en el exterior era más o menos caluroso, aquel sitio se mantenía siempre a una temperatura baja asemejando los tiempos en que tenía la función de refrigeración.

Se acercó a la única puerta cerrada del pasillo, de la que no provenía ningún sonido, y metió la llave a la cerradura sin mucho cuidado, aventando la pesada puerta de metal después de abrirla.

Dos pares de ojos levantaron la vista al recién llegado con algo de pesadez. La mujer, en el rincón más alejado de la celda, le miró con cierto temor en sus ojos amatistas; el hombre, casi a un lado de la puerta de metal, se incorporó pesadamente sosteniéndose de la pared, mirando al recién llegado con prevención.

¿A que has venido ahora?- le preguntó el ojiazul con la voz rasposa congestionada por el frío y la próxima enfermedad.

Eh venido a llevarme a Tomoyo.- y con ello se abalanzó sobre la chica con paso lento y relajado, conociendo la debilidad del asesino. –Satoshi quiere partir lo más pronto posible, y la va a llevar con él.- explicó el hombre con cierta pesadez en la voz.

Yo no quiero ir con él.- dijo Tomoyo en un siseo peligroso, demostrando que, a pesar de todo lo que le habían hecho pasar en ese lugar, aún estaba dispuesta a luchar en contra de sus captores.

Vamos señorita, no haga mi trabajo más difícil.- le dijo Motomiya cariñosamente, acercándose con suavidad a su lado. –No es que yo quiera que usted se vaya con ese desquiciado demente…-

Entonces ayúdeme, usted conoció a mi madre, sabe que ella…-

Me gustaría mucho poder ayudarla señorita Daidouji.- le interrumpió el hombre con suavidad. –Pero en esto está en juego mi propia vida.-

Si valora tanto la vida humana, no debería estar asociado con ese loco.- intervino Eriol.

Disculpe señor, pero mi amo tiene tanta culpa como la tiene usted.-sentenció el hombre sin lanzarle siquiera una mirada de cortesía. -La vida humana no es algo que se compra con dinero, y por lo que yo sé, usted a cometido la misma atrocidad que el joven Satoshi. Ninguno de los dos tiene idea de la valía de un ser humano.-

Y con ello se agachó hacia Tomoyo, tomándola con delicadeza del brazo para ayudarla a levantarse por su voluntad. Ella obedeció.

Un ser humano se caracteriza por su voluntad propia y su capacidad de decisión y raciocinio, integridades que lo diferencian de las bestias. Si ese ser está subordinado a la voluntad de otra persona, es incapaz de regirse a sí mismo y a perdido la virtud que lo mantenía como un ser humano funcional. Ese hombre tendrá el aspecto de un humano, pero no será más que una máquina.- dijo Eriol con firmeza, anteponiéndose ante la puerta y las dos figuras que se disponían a salir. –No te conviertas tú en el instrumento de un hombre sin corazón. No seas tú el detonante de la futura desgracia de esta mujer.-

Yo no quisiera… lo siento.- y sin decir más siguió avanzando, saliendo de la fría celda en compañía de la mujer, y cerrando la puerta esta vez con cerrojo, cadena y candado, sin que el asesino hiciera el más mínimo esfuerzo por impedirlo.

Aquí es.- una camioneta blanca se detuvo detrás de una gran barda que rodeaba la parte trasera del edificio comercial rompiendo con su suave ronroneo el chillante silbido de la brisa marina. Pronto cesó el ruido y reinó la oscuridad de nuevo.

Se escucharon solamente algunos susurros en la oscuridad, susurros apenas audibles en el silencio apremiante.

¿Cuánto tardarán en llegar los refuerzos Yue?- preguntó Shaoran mientras se acomodaba los guantes negros y revisaba los cartuchos de su pistola.

Espero que menos de quince minutos. Se debe de reunir el comando especial y después lo que tarden en llegar a este lugar.-

Pensé que habías dicho que ya estarían reunidos y listos para cazar.-

Vamos, confío en la palabra de Eriol. Sólo era para infundirle algo de temor. Nunca pensé que utilizaría este medio para pedirnos ayuda o hubiera reunido a mis fuerzas desde el principio.-

Shaoran sonrió. Bien podrían haber matado al policía hace mucho y haber escapado con Eriol sin que nadie se hubiera enterado. Como sea, ahora ya era demasiado tarde para pensar en esa idea.

Bien, hay que separarnos. Tenemos que encontrarlos sin que nadie se entere de nuestra presencia o nos podríamos ver rodeados.- dijo Shaoran al grupo reunido, dando instrucciones. –Izumi, irás con Shinishi. Chico, cuida al pelirrojo.-le dijo al castaño guiñándole el ojo. – Matt¿puedes tú solo?-

Vamos Shaoran, lo dices como si no me conocieras, yo no necesito una niñera- alardeó el rubio mientras forzaba la pesada puerta de metal trasera, asegurada solamente con un candado.

Tienes razón. Yue, tú vienes conmigo. Necesito que me informes de las fuerzas policíacas en su momento.-

Está bien.-

Muy bien señores, hagamos esta misión lo más sigilosamente posible. No debemos ser descubiertos por los guardias de seguridad, así que no se dejen captar por las cámaras. No queremos traer a todos los guardias del edificio tras nuestras espaldas o nos harían el trabajo todavía más difícil. Manténganse comunicados si es posible e informen a los demás si encuentran a cualquiera de los dos. Ya veremos que hacer después de eso.- Matt lanzó una pequeña expresión de triunfo al abrir con éxito la puerta trasera. Los asesinos se vieron los unos a los otros en señal de aprobación y se internaron en el edificio a oscuras.

Bien, separémonos.- ordenó Li con voz queda y en un abrir y cerrar de ojos los otros asesinos habían desaparecido.

Los tienen muy bien organizados. Ojalá fuera así con las fuerzas policiales.-

Ja. ¿Cómo esperas tener a personas entrenadas de esa manera con un presupuesto así de bajo?-

En eso tienes bastante razón. Es muy difícil encontrarse con policías capaces.-

Por eso podemos realizar nuestros trabajos con tanto éxito.-

Los dos hombres avanzaron con cautela por el gran edificio manteniendo su conversación en voz baja, ambos con pistola en mano. Los pasillos permanecían bajo una débil luz mortecina que alumbraba sólo unos cuantos pasos debajo de ellas, dejando el resto del lugar sumido en la penumbra.

Espera.- Shaoran detuvo a Yue antes de dar el siguiente paso, fijando su vista en un punto alejado en el techo. Al seguir esa dirección, alcanzó a vislumbrar en una esquina en el techo, un pequeño punto rojo que prendía y apagaba su pequeña luz en pequeños intervalos de tiempo.

Las tienen bastante bien colocadas.- dijo Yue aliviado de no haber recorrido ese lugar solo.

Sí. No me imaginaba que estuvieran en funcionamiento. Ya hubieran descubierto a Eriol y Tomoyo desde hace mucho.-

A menos que los tengan aislados en algún lugar, y no creo que sea ninguna casualidad.-

Yo tampoco, ahora... - pero el castaño se vio interrumpido en su frase a causa de un empujón departe del policía, que lo hizo a un lado bruscamente escondiéndose con él en las sombras de un pasillo.

...¿Cómo habrá escapado?- se escuchó la voz de un hombre que mantenía una conversación en voz baja con otro, mientras caminaban uno al lado del otro por el pasillo en el que se habían detenido momentos antes los intrusos.

No lo sé. Seguramente recibió algún tipo de ayuda desde dentro del instituto. Tú sabes como son esos lugares: un buen soborno y te dicen muerto mientras comienzas tu vida en otro sitio y bajo una nueva identidad.-

No puedo creer que alguien halla ayudado a un asesino como ese. Imagina, se dice que es el autor de todos los asesinatos de los Daidouji y de muchos otros sin resolver.-

Si, también lo escuche. No se como pudo caer aquí.-

Talvez trataba de esconderse.- dijo uno encogiéndose de hombros, pensando en como alguien tan astuto podría haber caído en ese lugar.

Pues no lo sé. Por ahora tenemos que informar a la policía y llamar a los noticieros. Supongo que habrá una gran recompensa por su captura.-

La habría si supieran que se a fugado.-

¡Pues por esa razón seremos héroes al entregarlo!-

Yo no quisiera acercarme mucho a él. Motomiya me a dicho que está acusado de canibalismo y por mi parte, prefiero mantenerme completo. Por cierto¿en donde dijo que estaba?-

Mmm creo que en el área de refrigeración. En el contenedor que está cerrado.-

Oh, cierto. Me da algo de lástima. Para ahora ya debe de estar muy débil y con hipotermia... - y dieron vuelta en uno de los pasillos quien sabe en que dirección.

Hubo un momento de silencio entre los dos intrusos, en el que cada uno quedó sumido en sus propias reflexiones.

Shaoran pensaba en la posible ubicación de los refrigeradores que había mencionado el guardia hacía unos momentos... observando el edificio desde afuera, podía darse cuenta que una parte del complejo estaba suspendida por encima del mar a base de unas estructuras metálicas. En ese sitio se alcanzaba a ver parte de un muelle en donde seguramente los barcos descargaban su mercancía. Las cargas eran de toneladas, y lo más sencillo sería mantenerlas en sitios cercanos a esa área. Los refrigeradores debían estar en la parte más baja del edificio.

Mientras tanto, Yue recordaba cierta frase dicha por uno de los guardias:

"... no quisiera acercarme mucho a él la verdad. Motomiya me a dicho que está acusado..."

...Motomiya... se le hacía muy conocido ese nombre... pero¿en donde lo había escuchado?... Motomiya... ¡Claro¡Era aquel ayudante o asistente escueto de Shinishi! Lo había visto con él varias veces, como su fiel acompañante. Pero¿Qué no había sido despedido después de la muerte de su amo¿Qué hacía en ese lugar dándole ordenes a los guardias¿Había sido él quien había ordenado el secuestro de Tomoyo Daidouji?... Había algo extraño en todo eso... pero iba a averiguarlo.

No sabe como me pesa verla en estas condiciones señorita.- Tomoyo volteó a ver sin muchas ganas al hombre que la llevaba del brazo con fortaleza, conduciéndola a quien sabe que lugar. –Usted siempre fue la alegría de esa familia, no debió haberse ido nunca.-

Sabes bien que mi madre me mandó a otro sitio para protegerme.- dijo la joven ferozmente, mirándolo con rencor. –Nunca pensé que estuviera alimentando a las bestias que le morderían la mano después.-

No me vea con esos ojos rencorosos señorita, este no fue mi plan, yo solamente estoy cumpliendo ordenes.-

¿Es el dinero Motomiya? Yo te puedo dar el dinero que tu necesites, pero no ayudes a Shinishi a completar sus planes.-

No es el dinero... - renegó el hombre con la cabeza baja, escondiendo su voz, como si temiera que le escuchasen. –Es por mi familia.-

¿Te tiene amenazado Motomiya?- preguntó la heredera mirándolo fijamente.

Baje la voz. Son sólo ordenes que debo seguir.-

Y si decir más, la condujo por el camino que había utilizado para llegar a ese sitio. Escaleras, pasillos y dobleces memorizó Tomoyo con gran esfuerzo, debido a lo débil de su condición. Después de casi quince minutos, al fin reconoció el mismo cuarto en el que había firmado esos papeles, entregándole todo a su primo. Entraron sin tocar y encontraron a un Shinishi ya listo con el portafolio en una mano, y su pistola de bolsillo en la otra.

Saldremos por la puerta trasera. Vámonos.-

Después de perderse en la oscuridad muchas veces, evadiendo las cámaras de seguridad como mejor habían podido, un asesino y un detective que compartían aquella misión, por fin se encontraron en el lugar más bajo de toda la estructura... o eso parecía. Se componía simplemente de un pasillo enorme, de alrededor de diez o quince metros, que desembocaba en una solitaria puerta estrecha de madera podrida. Lámparas de aceite recorrían toda su extensión, más sólo una o dos estaban encendidas. A cada lado del pasillo, divididas por una considerable distancia, se alzaban enormes y pesadas puertas de metal todas abiertas de par en par, que en su tiempo, aislaban y mantenían en buenas condiciones todos los productos que necesitaban de refrigeración.

Los dos hombres se dieron cuenta de dos detalles importantes: el primero era que en ese sitio no se veía por ningún lado alguna cámara de seguridad, cosa muy extraña, ya que era el lugar en donde se almacenaba toda la mercancía; y segundo, había un detalle interesante en las puertas de metal... todas estaban abiertas de par en par, excepto una. Una sola puerta al final del pasillo.

Shaoran tragó saliva con nerviosismo. Si estaban ahí, como el guardia había dicho ¿Por qué estaba tan solitaria, sin ninguna persona vigilándola?

Vamos.- Sin esperar ninguna autorización, Yue se lanzó hacia delante con paso cauteloso, encaminándose seguramente hacia aquella puerta. Li lo siguió de cerca, los dos con sus pistolas en alto, cargadas y listas para cualquier ataque. Pero no hubo nada. Todos los compartimientos estaban desiertos, y la puerta del final del pasillo no se movió ni un centímetro en todo su trayecto. No había absolutamente nadie.

Cuando al fin llegaron a la puerta cerrada, notaron que tenía cadena y candado, cosas que resultaron bastante fáciles de quitar después de sólo una bala. Después del pesado cerrojo, la puerta se abrió con docilidad, turbando su caminar solamente un leve chirrido oxidado.

La débil luz del pasillo no les fue de mucha ayuda. La oscuridad de aquella celda (porque eso les pareció) era infranqueable, alcanzando a distinguir solamente unos cuantos pasos dentro de ella.

¿Tomoyo¿Estás aquí?- susurró Yue tratando de acostumbrar su vista a la oscuridad. Un gemido les llegó a los oídos. Algo que se oía profundo y lastimero.

¿Eriol?- dijo Shaoran, justo en el momento que el farol de la costa alumbraba por breves instantes un rincón de la celda, revelando la silueta del asesino.

Los dos hombres entraron atrabancadamente al lugar, abalanzándose sobre el ojiazul.

¿Eriol¿Estas bien?- Shaoran tardó unos minutos en acostumbrarse a la oscuridad, y cuando lo hizo, sintió un vuelco en el estomago.

Jamás, en toda la carrera que llevaba como asesino al lado de Hiragizawa, lo había visto en una condición tan precaria. Se le veía flaco, desnutrido, ojeroso, y con una piel cetrina lejos de lo saludable. Tenía rasguños y leves heridas en el rostro y agudos moretones con formas de manos en el cuello, como si hubieran tratado de estrangularlo. Sus brazos estaban cubiertos de rasguños profundos, al parecer hechos por él mismo... y su mano, la mano en la que había estado el chip, no era más que una masa sanguinolenta casi sin forma (exceptuando el pulgar y el índice) con salpicaduras de sangre y astillas de hueso por aquí y por allá. Su ropa estaba sucia y mojada, y su impecable gabardina no era ya más que un harapo. Su respiración se escuchaba enfermiza y entrecortada, una espesa capa de sudor le cubría la frente y parecía tener la mirada perdida, sin brillo y sin muestra de conciencia.

Estaba sufriendo alucinaciones antes de que llegáramos, la oscuridad le afecta en sobremanera.- dijo Yue, tomándole el pulso.

¿Y estará así por mucho tiempo?-

No lo creo, trae algo de luz, y estará bien en unos minutos.- Shaoran corrió hacia el pasillo, tomó la primera lámpara de aceite que encontró y, encendiéndola, la llevó al lado del ojiazul alumbrándole el rostro.

Pasaron largos minutos en los que reinó la expectación. Los dos permanecieron hincados a su lado atentos a cualquier señal de conciencia... hasta que por fin, sus pupilas se dilataron en una reacción espontánea a la luz. Parpadeó varias veces antes de tener conciencia de lo que realmente pasaba.

¿Q-ue...?- alcanzó a pronunciar con una voz rasposa, tratando de enfocar a las personas que estaban delante de él.

¿Estas bien amigo?- le dijo Shaoran, ansioso.

Y después de una larga pausa y una breve mirada de reconocimiento, les lanzó a los dos una sonrisa momentánea. –Pensé que ese estúpido dispositivo no había servido de nada.-

La tecnología policíaca es bastante capaz Eriol Hiragizawa.- respondió Yue, enfurruñado.

No lo dudo.- el ojiazul se incorporó con pesadez con ayuda de su mano sana. –¿En donde esta Tomoyo?-

No lo sabemos, no hemos recibido ningún mensaje de los demás.-

Iban a llevársela. Tenemos que encontrarla antes.- y con ayuda de sus compañeros, se levantó, y pudo andar solo por todo el edificio.

¿Quién fue Eriol¿Quién los trajo a este lugar?- preguntó Yue, intrigado por el misterio.

No lo vas a creer cuando te lo diga, pero no es más que la verdad... fue el mismo Satoshi Daidouji.-

Después de caminar unos minutos con cautela, evadiendo las cámaras de seguridad con algo de torpeza, Eriol se detuvo repentinamente y se recargó con pesadez en una pared. Los otros dos hombres, que iban detrás de él, notaron la espesa capa de sudor que le cubría el rostro, contrastando con su agitada respiración.

¿Estás bien Eriol?- preguntó Shaoran, acercándose a él.

No me siento muy bien.- le dijo el ojiazul sinceramente, sintiendo como el lugar entero le daba vueltas.

Tenemos que sacarlo de aquí.- intervino Yue preocupado.-La pérdida de sangre y la hipotermia podrían matarlo de un shock.-

No nos iremos de aquí sin Tomoyo. –contestó el inglés con autoridad. -Se la va a llevar y no sabemos a donde, debemos darnos prisa.- y se iba a adelantar al pasillo siguiente, cuando Shaoran lo detuvo.

Por ahí no, hay cámaras de seguridad.-

Precisamente por eso iremos por ahí.-

La enfermedad de verdad te afectó el cerebro Eriol. ¡Nos descubrirán!-

Se iban a llevar a Tomoyo, y si seguimos evadiendo las cámaras tomando el camino más largo, no los vamos a alcanzar.-

¿Y que demonios esperas lograr activando las alarmas?-

Que Satoshi no se vaya de aquí con ella. Si sabe que escapé, no se atreverá a irse. Querrá asegurarse que me han capturado de nuevo o cabría la posibilidad de que escapase y que intentara frustrar sus planes después.-

Shaoran suspiró. A pesar del malestar reflejado en el rostro de su líder, su mente seguía trabajando igual que siempre. El castaño cargó su pistola, le lanzó a Eriol una que siempre cargaba como reserva en el tobillo, y abrió la comunicación presionando el chícharo que llevaba sujeto al oído. –Señores, prepárense, la alarma va a sonar en cualquier momento... encontramos a nuestro líder y ahora resta rescatar a la señorita Daidouji; nos reuniremos en la planta alta. Lleguen sanos y salvos por favor.- y escuchó tres afirmaciones de voces distintas desde su audífono. Sonrió -Entonces, vayamos a patear algunos traseros.-

Y salieron los tres al mismo tiempo con pistolas en mano, echándose a correr por el pasillo, activando la estruendosa alarma unos segundos después.

Ya está listo el transporte señor.- después de casi quince minutos de espera en aquella habitación fría y débilmente iluminada, ya perfectamente conocida para Tomoyo, la camioneta que los llevaría lejos de ese sitio, ya estaba frente a la puerta trasera. Satoshi sonrió satisfecho después de mantener un gesto extraño de preocupación, se levantó con rapidez y se dirigió a Tomoyo, que estaba sentada en una silla al lado de la mesa.

Vamos linda.- le dijo el rubio tomándola del brazo con delicadeza, obligándola a levantarse y a seguirlo. –Ya no volverás a ver este lugar, no te preocupes, no tendrás que padecer esto nunca más.- y, seguido de su asistente y dos hombres enormes vestidos de negro y cargados de armas, salieron de la habitación.

Pero antes de que pudieran dar más de unos cuantos pasos, el pasillo se iluminó de rojo en su totalidad, y una sirena estridente periódica, empezó a escucharse por todos lados.

¿Qué esta pasando?- exclamó Satoshi, con el conocimiento de que algo no andaba bien.

Es la alarma. Algún intruso debe de andar por las instalaciones.-

Pasos apresurados se escucharon acercándose por el pasillo. Dos policías sudados se aproximaron con rapidez.

Señor, Hiragizawa a escapado de las bodegas.- dijo uno de ellos, mirando a Motomiya, y pasado después la vista al rubio, dejándole perplejo.

¿Que demonios ves?- le espetó el joven con desprecio.

N-nada, es sólo que usted se parece mucho a... –

¡No hay tiempo para esto!- interrumpió Motomiya con urgencia.-¿Cómo a escapado?-

Recuperando la compostura, el guardia respondió con voz automática. –Está con otros dos hombres, parece que ellos le han ayudado.-

¿Hombres¡Motomiya, averigua quien le a ayudado a escapar y atrápalos a todos!- ordenó Satoshi en un grito autoritario. –Ustedes dos – se dirigió a sus guardaespaldas –Se quedarán custodiando esta puerta. -Vamos Tomoyo.- y condujo a la chica a la habitación en la que habían estado antes.

Pero señor, es mejor que nos vayamos de aquí.- recomendó Motomiya con acento temeroso.

¡No¡Quiero ver cuando lo atrapen ¿Entendido!- y con ello se encerró detrás de la puerta de madera con su prima, colocándose inmediatamente frente a ella los dos guardaespaldas fuertemente armados.

Motomiya, temblando, siguió a los guardias a la habitación de monitoreo, haciendo mientras tanto una rápida llamada de celular. –Necesito refuerzos, ya.-

El policía Willson Saxe observó con algo de temor toda la movilización de la que era objeto el edificio. Él estaba acostumbrado a noches tranquilas y sin ningún contratiempo en aquella compañía, ya que, desde que había iniciado su servicio, nunca se había encontrado en una situación semejante. Generalmente, memorizaba los nombres de cada uno de sus compañeros de turno, pero ahora, notaba con preocupación el creciente número de rostros que corrían de un lado a otro, que no había visto jamás.

Su jefe le ordenó desenfundar su arma y unirse a uno de los grupos que se dirigían al punto en donde se habían detectado por primera vez los prófugos. Era simplemente un pasillo con dos dobleces en donde no se escuchaba ningún sonido y donde no se veía nada extraño desde la llegada de los custodios.

Willson suspiró con alivio, en verdad no quería enfrentarse con ese tipo de asesinos experimentados, siendo que él solamente llevaba un año ejerciendo. Sin embargo, la calma no le duró mucho, y su corazón volvió a acelerarse con peligrosidad al escuchar, no muy lejos del sitio donde él estaba, fuertes gritos de dolor y pesados objetos cayendo al piso.

Un pequeño grupo de hombres de la compañía de seguridad, incluyendo a Willson, se acercó rápidamente al lugar de donde habían provenido los gritos minutos antes. Abrieron la débil puerta de madera sin mucho esfuerzo, y el pánico cundió en los corazones de cada uno. Seis cuerpos de sus compañeros se encontraban tirados en el suelo, cuatro muertos a causa de tiros certeros en la cabeza, y dos más con heridas en las extremidades, que ya se habían desmayado a causa del dolor.

Saxe se quedó paralizado mientras dos de sus compañeros se adelantaban con cautela. Sólo vio atónito como los dos hombres caían de espaldas limpiamente con disparos ejecutados con maestría asesina, sin siquiera darles tiempo de levantar sus armas.

¡Están en el sistema de ventilación!- gritó uno de los policías, disparando a una de las ventilas colocadas en las paredes. Dos hombres más cayeron al suelo, uno herido y otro muerto; mientras algunos ruidos metálicos ejecutados con gran rapidez, se escuchaban desde dentro de la pared y después desde el techo.

Saxe observó temeroso, como si estuviera viviendo en cámara lenta, como de repente caían dos de las rendijas de ventilación del techo, y como salía de cada una de ellas un bulto negro con pistola en mano, soltando una lluvia de disparos hacia el equipo. Willson calló al suelo herido, olvidándose por completo de accionar su arma. Los otros hombres que lo acompañaban cayeron también pesadamente, sin correr la suerte de resultar solamente heridos. Sin moverse, tratando de confundirse con los otros cuerpos simulando a otro cadáver, miró de reojo a los dos hombres que habían caído del techo, y vio también a una nueva sombra que caía del mismo sitio que las otras dos. A ese hombre lo conocía a la perfección... su cabellera plateada y sus inconfundibles ojos celestes: era Yue Tsukishiro. Cerró los ojos nuevamente cuando los hombres se acercaron a la salida, pasando sobre él sin inmutarse. Yue sin embargo, respetó los cuerpos y se hizo a un lado, intentando no pisarlos.

Saxe, al saberse fuera de peligro al no escuchar nada más detrás de él, suspiró.

Muy astuto.- escuchó que le susurraba una voz con acento inglés a sus espaldas. Sabiéndose descubierto, volteó la cabeza para mirar a su verdugo. Su visión le hizo mojar los pantalones que tantos años había llevado tan pulcros. Se encontró con los ojos escarlatas más fríos y despiadados que jamás hubiera visto en su vida, enmarcados en un rostro demacrado y ojeroso, de labios amoratados y piel verdusca; y también con un cañón de pistola apuntándole a la frente.

Despídete idiota.- Y, sin poder decir nada más, escuchó como el hombre jalaba el gatillo sin titubeos, como un extraño escozor le entraba por la frente y... desde ahí, no volvió a sentir nada más.

Motomiya miraba aterrado a los monitores de la sala de seguridad. Cerca de veinte cámaras habían sido instaladas en pasillos y cuartos, cada una con su pantalla independiente en aquella habitación. Ahora sólo quedaban once... las demás habían sido destruidas una por una por aquellos hombres que estaban invadiendo la propiedad. Ya tenía ubicados a los intrusos: Eriol Hiragizawa iba con otros dos hombres, que seguramente le habían ayudado a escapar; otros dos hombres, un jovencito y un pelirrojo, y también un rubio que no llevaba compañía. Entre seis personas habían logrado acabar con casi la mitad de sus guardias y con el número de cámaras de vigilancia en la misma proporción. Miraba asombrado como aquellos asesinos lograban escapar a un ataque coordinado de sus agentes, después de haberlos acorralado en alguna esquina. Sus habilidades eran asombrosas, su rapidez increíble. Aún más sorprendido estaba del desempeño de Eriol Hiragizawa en aquella misión. Él sabía que estaba herido, enfermo y débil; lo había comprobado al llevarse a Tomoyo sin recibir ninguna protesta de su parte; y sin embargo, en esos momentos, si acaso no era el mejor de los de su grupo, al menos sí estaba a un nivel superior del de sus policías, a quienes lograba derrotar con poca ayuda. Se le asemejó mucho a una bestia malherida, que aún sin importar lo enfermizo de su condición, sigue esa despiadada sed de sangre que le hace agua la boca, olvidando por unos momentos su alarmante debilidad para sacar fuerzas de quien sabe donde.

Conozco este lugar.- exclamó Eriol por encima de su hombro hacia los dos hombres tras él, que trataban de mantenerle el paso. –Satoshi nos trajo a un sitio cerca de aquí para que ella firmara unos papeles.-

¿Papeles de que?- le preguntó Yue, jadeando.

La obligaba a ceder la compañía entera, las acciones y todas sus pertenencias. Ese enfermo planea casarse con ella. La quiere sólo para él.-

Eso jamás.- susurró Yue apretando los puños con fuerza y acelerando el paso, alcanzando la velocidad del inglés.

Los ojos del ojiazul se iluminaron de repente -Por aquí.- les grito a los dos, doblando una esquina con rapidez, chocando casi de frente contra un pequeño grupo de uniformados ya preparados para su llegada. Sin pensarlo dos veces, los tres hombres dispararon sus armas, acertando en todos los blancos que vieron, recibiendo sólo una o dos respuestas de fuego.

Demonios.- exclamó Shaoran con algo de dolor. Al voltearlo a ver, notaron como le sangraba la pierna derecha a borbotones. Yue se inclinó a ayudarlo.

¿Estas bien Shaoran?- le preguntó el ojiazul, mirando su pierna casi destrozada.

No, era una bala expansiva.- articuló el castaño con mucha dificultad, sosteniéndose un trozo de carne casi amputado.

No puede seguir así.- dijo Yue, quitándose el abrigo para ponerlo sobre la pierna del joven para hacer presión.

Necesitamos sacarlo de aquí.- Eriol se inclinó sobre el ambarino, tomando su comunicador. –Izumi, necesito que tú y Shinishi vengan a... –miró a su alrededor buscando alguna seña. –Al sector G-2 Shaoran esta herido, y no puede seguir él solo.-

¡Claro que puedo!-

Entendido.- dijo Izumi apurado.

Esperarás aquí con Yue a que lleguen los otros. Yue, alcánzame después en el piso de arriba, estoy seguro que ahí está Tomoyo.-

Esta bien.-

Cuidado Eriol.- y con eso, el inglés se alejó corriendo del lugar, no sin antes cargar su pistola de nuevo y recoger la de Shaoran de entre los cuerpos, colocándola con cautela en su mano lastimada, que ya no le había sido de mucha utilidad.

El ojiazul siguió avanzando por los pasillos ya sin encontrar ningún contratiempo. Con las dos pistolas en mano, subió las escaleras sin mucha precaución, atravesó una extraña puerta de metal sin cerradura, y se encontró con un pequeño pasillo que daba la vuelta a la derecha, conduciéndolo por fin a aquella puerta que ya conocía.

Se asomó con cautela hacía el pasillo, escondiéndose de nuevo rápidamente detrás del muro, con sólo una leve rozadura de bala en la mejilla. Ahí era sin lugar a dudas. Ahí debía de estar ella o ese sitio no estaría custodiado por esos dos gorilas armados hasta los dientes.

¡Sal de ahí estúpido!- le gritó uno de ellos en voz estruendosa y grave.

¡Si no moriste hace rato fue porque seguí ordenes, pero esta vez voy a terminar contigo!- gritó el otro en tono burlón, recordándole a Eriol la asfixia que había sentido de parte de ese hombre pocas horas antes.

El asesino se sobresaltó al escuchar un pesado estruendo de metal detrás de él. Al voltear, se dio cuenta con horror, de que la puerta que era la única salida de ese lugar (claro, sin pasar por aquellos gorilas) se había cerrado talvez por un sistema de seguridad, dejándolo encerrado en ese sitio, con aquellos dos hombres salvajes.

¡Te tenemos atrapado bastardo!-

¡Prepárate para enfrentarte a nosotros!- y se escucharon sus fuertes pisadas aproximándose con lentitud a aquel callejón sin salida.

Maldición.- el ojiazul sintió una descarga eléctrica que le recorrió desde la espina hasta los pies, dejándolo todo a su paso con un temblor irreconocible. Las manos se le entumieron, le zumbaron los oídos y sintió ganas de devolver todo aquello que no había comido. Nunca antes había experimentado el miedo en tal magnitud.

Cálmate Eriol. Esto es por ella, recuérdalo. Si vas a morir, será sólo por ella.- y, sujetando las pistolas con fuerza, y apretando los dientes para ya no sentir el temblor en todo su cuerpo, pegó la espalda contra la pared, preparándose para salir a enfrentar a esos monstruos. Si iba a morir, no sería hincado en un rincón, pidiendo misericordia; iba a morir de pie, haciendo lo que mejor sabía hacer.

Por ella.-

¡Eriol!- el ojiazul se detuvo en sus pasos y escuchó la voz que lo llamaba, proveniente desde un punto lejano en la misma estancia, seguido de varios impactos de bala.

¡No Matt!- gritó el ojiazul con fuerza, saliendo de su escondite, sólo para ver lo que ocurría.

Era Yamatto, disparándoles a aquellos hombres por la espalda, apostado justo a medio pasillo. Dio en el blanco tres o cuatro ocasiones a cada uno, causándoles poco daño, debido a sus chalecos antibalas. Los cartuchos del rubio se quedaron sin balas después de un momento. El joven miró sus armas desilusionado y, después de razonar que no tenía caso seguirlas empuñando, las tiró al suelo. Los hombres, heridos solamente de un brazo y una pierna uno, y de un rozón en el cuello y un impacto en una mano el otro, se voltearon hacia el rubio, apuntándole sus armas.

El joven esbozó esa linda sonrisa que siempre conquistaba a la mujer que él deseaba, y miró a Eriol, inclinando la cabeza ante él.

Y los dos hombres, enfurecidos por la hazaña de aquel asesino y esa arrogante sonrisa que aún permanecía en su rostro, descargaron sus armas sin misericordia, dando en el blanco en muchas ocasiones. La camisa negra del joven se tiño de carmín enseguida, y parte de su pelo rubio quedó manchado con sangre. El asesino se derrumbó de rodillas después de una dura acometida, con los ojos fijos al techo, y cayó de bruces al suelo, esparciendo por toda su superficie un enorme charco de sangre.

Eriol se quedó pasmado ante esa escena. Por un momento sólo escuchó el silbido de las balas, que aullaban desesperadas por llegar a su cruento destino. Con memoria fotográfica, inmortalizó en sus recuerdos la pose erguida de su compañero en todo momento, la confiable sonrisa en sus labios antes de que lo tocara la primer bala, la cajetilla de cigarros acomodada casi con maestría en el bolsillo delantero de su gabardina, y sus ojos azules cristalinos enfocados a algo más allá del techo... algo mucho más allá.

Hijos de puta.-

Y, sin pensarlo dos veces, y con los ojos escarlatas fijos en la sangre de su amigo, el mejor asesino de la compañía entera levantó sus armas sin ningún titubeo y, avanzando con paso firme y decidido hacia los dos centinelas, descargó cartucho tras cartucho de sus armas. Los primeros tiros fueron certeros. Una bala le atravesó a uno de ellos la yugular, y al otro le voló un pedazo de cerebro; y sin embargo, el joven no se detuvo ni siquiera al verlos caer. Acercándose a ellos, llegando incluso a estar a sólo unos centímetros de sus cuerpos convulsivos, siguió con la lluvia de fuego, destrozándoles y desmembrándoles cada extremidad, y destrozando la cabeza hasta convertirla en una masa irreconocible.

Las balas de una de las pistolas se terminó, y solamente así se detuvo el ojiazul. Como saliendo de un trance después de observar la sangre, miró el cuerpo de su compañero. Se acercó a él y se arrodillo a su lado, mirando los estragos de aquellos impactos. Su rostro, a excepción de unas cuantas gotas de sangre, permanecía inmutable.

Lo siento. No debías morir aquí. No antes de regresar a tu país.- y cogió del piso una cajetilla de cigarros empapada en sangre, y la guardó en el bolsillo del pantalón. –Gracias Matt.-

El ojiazul se levantó y revisó su pistola. Dos o tres balas era todo lo que le quedaba. Al menos ya había llegado a donde debía. Al menos, si moría, no se la pasaría aburrido en el otro mundo... al menos Matt estaría con él.

Izumi y Shinishi, en camino al encuentro de dos de sus compañeros de misión, no encontraron grandes contratiempos. Por cada habitación o pasillo nuevo que pasaban, encontraban cuerpos regados por el suelo, unos completamente destrozados del cráneo, y unos pocos quejándose de alguna dolencia, pero vivos.

Si no conociera a Yue, diría que tiene muy mala puntería.- comentó Shinishi, observando que todos los hombres tenían heridas en las piernas.

Vamos, es un policía. Quiere ayudarnos a rescatar a Eriol, pero no creo que eso también incluya empezar un archivo penal.-

Al dar la vuelta en un pasillo que parecía desierto, los dos hombres alcanzaron a escuchar dos voces susurrantes provenientes de una puerta cerrada, de la que salía un tenue resplandor blanquecino.

Veamos quien está por aquí.- susurró el asesino más joven levantando su arma y lanzando una fuerte patada a la puerta, abriéndola de par en par.

Un grito semejante al de una mujer se escuchó de repente, pero sólo dos hombres estaban en la habitación. Al parecer era la de monitoreo. El guardia se levantó con las manos en alto, olvidando completamente la pistola que llevaba en el cinturón. El otro hombre, alto y demacrado por la preocupación, le imitó.

No creo que sean una amenaza Shinishi.- dijo Izumi con cautela, sabiendo el impulso asesino que de repente dominaba a sus compañeros.

Yo tampoco, uno grita como niña.- y, dándoles una oportunidad de sobrevivir, los amordazaron y amarraron a las patas de la mesa, dejándolos inmóviles.

Izumi, mientras Shinishi terminaba de amordazar al terco guardia, miró las pantallas de seguridad. Todas ellas estaban en negro (y se sintió orgulloso por su trabajo), excepto una. Una cámara que estaba enfocada a una amplia habitación que se veía en ruinas, que solamente tenía una mesa vieja y roída y... había dos personas ahí. Un rubio que no alcanzaba a distinguir, y una mujer de cabello oscuro sentada en una silla. No conocía del todo a Tomoyo, pero podía jurar que esa era ella. Ahí debían llegar. Antes de marcharse, el pelirrojo tomó todas las cintas de seguridad del último día, y se las guardo en la gabardina, cuidadoso de no dejar ninguna detrás.

Sin perder más tiempo, los dos hombres se dirigieron a donde se les había indicado lo más rápido que pudieron sin saber en donde se encontraba el lugar exactamente. Diez minutos tardaron en encontrar al joven herido, al que ya se le veía pálido por la perdida de sangre y a su custodio, que había intentado todo para ayudarlo.

Debemos salir de aquí lo más pronto posible. Esto necesita ayuda médica urgente.- dijo Yue, limpiándose el sudor del rostro. -Mis comandos están a cinco minutos de llegar, pero necesitamos sacarlo de este lugar antes de que las fábricas cercanas se acerquen a curiosear y llamen a los noticieros.-

No podemos irnos.- dijo el afectado débilmente. –Venimos por algo, y no nos iremos hasta conseguirlo. No podemos dejar a Eriol sólo con todo otra vez.-

No puedes ir en estas condiciones Li.- intervino Shinishi, mirando la gravedad de su herida. -Si te levantas podrías empeorar las cosas, debemos moverte solamente para lo necesario, y eso es salir de este lugar.-

No me iré si Eriol no va a mi lado.- dijo el castaño tercamente.

Escucha, Yue y yo iremos por Eriol. Izumi se quedará contigo hasta que lo encontremos y tengamos la oportunidad de escapar. Regresaremos por ti y nos largaremos de este lugar.-

Li lo vio un momento con duda, pero después aceptó que no podía realizar mucho en esas condiciones, y tampoco quería estorbarle a sus compañeros.

Tráelo aquí Shinishi.- le dijo Shaoran casi suplicante. -No dejes que se lo lleven a Azkaban de nuevo.-

No lo haré Shaoran, no te preocupes.- y con eso, el detective y el asesino más joven, tomaron el camino que había seguido el jefe del equipo, los dos con un mal presentimiento atorado en la garganta.

Tomoyo seguía sentada en una silla apostada frente a la gastada mesa de la habitación, observando con indiferencia, como su primo se paseaba de aquí para allá, exaltado y nervioso. Cualquier ruido que hubiera fuera de la habitación, en el largo pasillo que daba el único acceso a ella, o que se oyera en las zonas circundantes, ocasionaba que levantara su arma contra la puerta con la mano temblorosa esperando a que alguien entrara de repente. La mantenía frente a él varios minutos, hasta que se calmaba él mismo y bajaba el arma con indecisión. Llamaba de vez en cuando a Motomiya por su celular, pidiendo con voz falsamente calmada, información acerca de la captura de los prófugos. Al parecer, la situación no le favorecía mucho, a juzgar por los inevitables gestos de angustia y el fuerte apretón con que mantenía sujeta su arma.

La calma parecía retornar poco a poco a él, y Tomoyo notó como una leve sonrisa empezaba a cruzar por sus labios. ¿Qué estaría pensando en un momento como ese¿Acaso ya se adjudicaba a sí mismo la victoria, si todos los informes que había recibido de sus subordinados, al parecer le perjudicaban mucho más que favorecerle? Los ojos amatistas del rubio se posaron sobre los de ella por breves instantes, en los que se dibujó claramente la malicia y astucia nacidos en él... la joven se estremeció. ¿Qué malvado plan estaba creando su mente retorcida?

Se escuchó un ruido muy cerca del lugar, haciendo que el rubio levantara nuevamente su arma. Pero a diferencia de los demás, que sólo eran periódicos y luego cesaban por completo, este se hacía más fuerte y persistente, como si alguien corriera por escaleras de metal. Los pasos se detuvieron un momento, y el silencio tenso fue seguido por fuertes voces que le gritaban a quien sabe que cosa. Los guardaespaldas, que estaban fuera de la puerta en la que ellos se encontraban, al parecer se movilizaban hacía un extremo del pasillo. Escuchó como se cerraba la puerta metálica ubicada en el extremo izquierdo, dejando encerrado al intruso. El rubio no pudo más que sonreírse, sus guardaespaldas estaban armados y protegidos perfectamente, haciéndolos casi invencibles; y, por lo que había oído, talvez sólo se enfrentaban a una persona. ¿Qué podía hacer ese ser insignificante, al lado de dos hombres entrenados? Esperaba de verdad que ese desafortunado fuera Eriol. Si acababan con él en ese momento, podría marcharse al instante, dejando a las personas que le habían ayudado en aquel lugar, que pronto estaría rodeado de policías. Les llamaría justo después de salir él de ese lugar con Tomoyo, para no dar oportunidad de que nadie le viera y reconociera.

Él se lo buscó Tomoyo. Sabes bien que yo lo iba a dejar regresar con vida a Azkaban, pero él no me dejó otra opción.-

La joven bajó los ojos al suelo, con una confusión en sus sentimientos que le resultaba terrible. Tenía aún cierto rencor en su pecho debido a la muerte de su madre, pero había otro sentimiento que intentaba anteponerse a él. Juntó las manos en su regazo por debajo de la mesa, cerró los ojos, y oró porque Eriol no fuera lastimado, porque no fuera él el que estuviera en ese pasillo, encerrado y a merced de esos hombres inhumanos.

¡Eriol!- y al escuchar ese grito fuera de la habitación, única cosa que alcanzó a distinguir, para después acallar todo lo demás con una lluvia de balas, la joven se tapó el rostro con las manos, tratando de contener el grito de terror que amenazaba con salir.

Trataba de escuchar con atención lo que sucedía afuera, pero los disparos la ensordecían de manera brutal. Después de un momento, el estruendo dejó de sonar, y se alcanzó a oír, débil pero claramente, como algo pesado caía al suelo. Otra pausa, y de nuevo ese ensordecedor sonido de fuego que contestaba al anterior y que se acercaba lentamente a su posición.

Un silencio tenso se escuchó después del tiroteo, y unos pasos rápidos recorrieron el pasillo hasta el otro extremo, regresando después a la puerta de madera, donde se detuvieron firmemente.

Tomoyo sintió una leve y fría presión en la sien y un cuerpo cercano al suyo detrás de ella, antes de que el extraño se revelara.

La puerta se abrió con un leve chirrido, revelando a un hombre desgarbado y ojeroso, pero con postura majestuosa y amenazante que le otorgaba esa pistola en la mano. La chica se sintió extraña ante él. La alegría de verlo vivo se confundió rápidamente con el miedo que le inspiró la visión de esos ojos escarlatas. El inglés la miró un momento y pasó a observar al rubio con rabia creciente, pero sin intentar levantar su arma en ningún momento.

No te atrevas a levantar esa arma. La mataré si acaso lo piensas.- y recargó aún más el cañón de su pistola a la cabeza de Tomoyo, tomándola por el cuello con rudeza con su mano libre.

No te atreverías.- dijo Eriol con voz siseante, pero sin estar muy convencido.

No voy a morir aquí ¿oíste? Puedo vivir sin ella ahora que lo tengo todo, pero estoy seguro que tú no puedes.- y sonrió. –Ahora, deja la pistola en el suelo y patéala hacia acá.-

Y el ojiazul, mirando los ojos amatistas de la chica, se agachó despacio e hizo lo que el rubio le ordenaba.

Te dije que no podías vencerme, soy más fuerte que tú. Yo consigo todo lo que quiero.- he hizo que la joven se levantara con rapidez y la utilizó de escudo entre él y el asesino, mirándolo fijamente, se desplazó hacia la salida. –Hazte a un lado.- y el asesino obedeció sin titubeos.

La joven posó su mirada impotente en los ojos de Eriol. Había permanecido pasiva y en papel de indefensa todo ese tiempo, sin intentar en ningún momento escapar por su propia cuenta, mientras Eriol y sus compañeros intentaban ayudarla por todos los medios. ¿Su madre le había enseñado a darse por vencida así de fácil? Así como la tarea imposible de conquistar a Eriol se había vuelto realidad, así también podía salir de ese aprieto.

Sin pensarlo dos veces, tomó la pistola del cañón con un rápido movimiento y la apartó de su cabeza, golpeando con fuerza al rubio en la parte baja, haciendo que éste se doblara de dolor y aflojara su presión en su arma.

El asesino, observando asombrado la hazaña de la joven, se abalanzó también sobre el rubio, golpeándole la cara con fuerza y arrojándolo al suelo, haciendo que perdiera su pistola. El joven alcanzó a incorporarse lo suficiente para hacerle frente al ojiazul. Intercambiaron golpes certeros en el rostro y el estomago, doblándose de dolor varias veces, pero sin que ninguno de los dos se antepusiera ante el otro.

¡Deténganse!- los dos hombres se detuvieron un momento para voltear a ver a la joven y se separaron enseguida.

¿Qué haces?- le dijo el ojiazul, al notar que la joven le apuntaba a los dos periódicamente, sin decidirse por su blanco.

¿Tomoyo? No hagas esto linda, recuerda que soy el único que te queda en la vida. Tu única familia.- expresó el rubio con voz dulce intentando persuadirla con sentimentalismo. –Él asesino a nuestra familia Tomoyo, él fue quien mató a tu madre a sangre fría.-

Y la amatista dudó un momento a quien apuntar. Los dos eran asesinos. Si lo veía de manera objetiva, los dos eran culpables y los dos merecían estar en la cárcel. ¿Cómo decidir entre un traidor y un mentiroso¿Entre su familia, su propia sangre, y el hombre al que creía amar?

Sé que cometí un error Tomoyo, perdóname por favor.- le dijo el asesino con sinceridad reflejada en el rostro. -Te amo mi niña.-susurró, ya sin esa mirada amenazante y asesina que tanto le atemorizaba, recobrando en sus ojos, aquel hermoso tono cerúleo que tan bien conocía.

Y fue lo que la joven necesitó para decidir. Apuntó con decisión el arma que llevaba en las manos al pecho de su primo. –Hazte a un lado Eriol.- y el joven se acercó a ella con cautela, colocándose a su lado.

¿Cómo te atreves?- le gritó el rubio a la heredera. -¿Cómo te atreves a escoger a ese asesino en lugar de a tu familia!-

¡Tú fuiste quien lo planeó todo!-

¡Lo hice para estar contigo¡Lo hice porque te amo!-

¿Qué clase de amor es ese¡Mataste a mi madre, y no te hubiera importado matarme a mí con tal de escapar!-

El rubio la miró con furia desmedida, con rencor... con odio. -Voy a matarte igual que a tu madre, voy a hacer que supliques por tu vida como esa zorra... –

Pero antes de que pudiera decir más, el rubio retrocedió hasta topar con la pared, mirando a la joven con ojos aterrados. Eriol no comprendió su repentino cambio de retador y petulante a temeroso y frágil, hasta que miró al rostro de la joven.

Ahí, resplandeciendo con un brillo asesino, en aquel hermoso semblante blanquecino enmarcado en un gesto de odio, sus ojos amatistas resplandecieron con un contraste escarlata.

Ahí está...

No puede ser...

Eriol quedó pasmado ante esa horrible visión. Ni siquiera se dio cuenta del retorno de aquella voz en su cabeza. Acostumbrado siempre a su mirada compasiva y bondadosa, en donde nunca se lograba anteponer un sentimiento de odio, aparecía de repente el sentimiento más bajo de la raza humana: el instinto asesino.

¿Así era como se veía él¿Así era como ella lo había visto en aquel callejón después de salvarla, y hacía unos momentos al entrar por la puerta¿Era ese el sentimiento que el corazón de su niña experimentaba cada vez que lo veía con esa mirada? Terror, tristeza, indecisión, angustia, impotencia, inseguridad, desconsuelo, ganas de echarse a llorar como un niño pequeño... ¿Así se sentía al ver a la persona que amaba, cuando se transformaba de esa manera? Sí. Y odiaba sentirse así después de mirarla. Odiaba tener que ser él. Odiaba estar de ese lado.

No puedes dejar que se quede así. Tienes que hacer algo para ayudarla.

Tenías razón. Este sentimiento es el mas doloroso que he tenido que aguantar. Es devastador, algo que no podría soportar otra vez.

Ella no sabe lo que hace. Está siguiendo su instinto, se está dejando llevar por su enojo.

Pero esa mirada...

Me equivoqué. No es la misma que tú tienes. Ella no sabe lo que es asesinar a alguien, y no debe saberlo. Tú sabes que tus ojos cambian cuando tienes esa sed de sangre, y ella aún no se da cuenta de ello. No debemos dejar que lo sepa, o será algo que llevará por siempre, y que surgirá cuando menos lo espere.

Espera mi niña.- dijo el ojiazul sin pensarlo. –Baja el arma.-

¡No¡¿Acaso no escuchaste lo que me dijo¡Pretende matarnos a los dos!- contestó la joven en una voz que jamás se le había escuchado.

No puede hacer nada ahora. Está indefenso.-

Si lo dejamos vivo, volverá a hacerlo todo. Me quitará de nuevo todo lo que quiero.- contestó ella, volviendo la mirada a su interlocutor, sin dejar de apuntar.

No. No dejaré que lo haga.- le dijo el ojiazul con seguridad en la voz, extendiendo la mano con cautela hacia ella, para intentar tomar el arma.

Dame el arma, pequeña.-

Y los ojos de la joven se llenaron de lágrimas, y aquel tono escarlata se lavó con ellas. Sus tristes y asustadas amatistas regresaron a la normalidad, cuando el joven posó la mano sobre la pistola temblorosa que sostenía la joven.

No te conviertas en una persona como yo, muñeca. Tú no eres así.- le susurró el inglés con ternura. La joven asintió, mirándolo a los ojos.

Gracias.-

Vaya, que sentimentales son los dos.- y dos impactos de bala se dejaron escuchar en la habitación, uno seguido de otro.

El ojiazul, sintió una quemazón en el pecho. Trató de mantenerse en pie, pero el peso de algo invisible lo empujó hacía atrás, sin que lo pudiera controlar. Cayó al suelo de espaldas en un golpe seco, y se pegó en la nuca con fuerza, dejándolo aturdido. Abrió los ojos con rapidez, y sintió como el mundo le giraba alrededor, pero ya no sentía ningún dolor. Sólo esa ligera molestia que le había causado la caída repentina al suelo.

¡Eriol!- y su campo de visión se llenó con aquel rostro angelical, preocupado, tembloroso. No tenía porque estar así. –No te muevas Eriol, todo va a salir bien.- y sintió como sus manos ansiosas recorrían su pecho, rodeando la cruz plateada que mantenía unida a su cadena; haciéndole cosquillas y desatando una leve risilla en sus labios.

¡Eriol!- esta vez, una voz grave proveniente de la puerta gritaba su nombre. Creyó reconocerla. Alzó la vista un momento, y notó como Yue, con Shinishi detrás de él, levantaba el arma y empezaba a disparar sin misericordia en contra de quien sabe que objetivo a pocos pasos de él. Escuchó, sin poder voltear la cabeza, como se desplomaba algo al suelo después de soltar un leve gemido; y después, un silencio sepulcral.

Nadie notó el cuerpo caído. Nadie notó el último suspiro de aquel hombre. Ni siquiera su prima volteó a verlo un segundo.

¿En donde está Shaoran?- preguntó el ojiazul al no ver a su compañero acompañando al detective.

Está herido, pero está bien.- contestó Yue muy nervioso, arrodillándose al lado del asesino para revisarle las heridas.

Me haces cosquillas.- se rió el ojiazul, divertido.

Hay que sacarlo de aquí y conseguirle una ambulancia.- y se levantó y salió disparado de la habitación, sacando su teléfono celular en el trayecto, al parecer bastante exaltado.

Los ojos cerúleos se posaron en las dos personas frente a él. Ambos tenían los ojos hinchados, con largos rastros de lágrimas en las mejillas.

No se preocupen, ya he recibido heridas antes.- y la respiración se le empezó a hacer lenta y pesada, como lanzando largos suspiros.

Pero los jóvenes simplemente voltearon a ver su pecho. Y la mujer se tapó el rostro con las manos, lanzando sollozos desgarradores.

El inglés intentó consolarla, pero se dio cuenta después de intentarlo unos minutos, que no podía mover sus manos, y que sus ojos le empezaban a pesar como sacos de arena.

–No te preocupes mi niña, estaré bien... pero fueron días largos y estoy muy cansado.- les aseguró, fijando su vista en el techo. Cerró los ojos con lentitud, sintiendo que el sueño lo vencía. –Espero no tener pesadillas esta vez.- y dio un largo suspiro, y los sonidos, los colores, los sabores, los recuerdos, el futuro, sus amigos, sus víctimas, sus libros, sus padres, esa voz interna, y el rostro de su ángel de luz sobre todos ellos, se fundieron en uno sólo, y después reinó completamente la oscuridad...

Pues esto es todo por ahora. Sólo falta el epílogo. No es un capítulo más, es algo pequeño, es lo que aclara lo que pasó al final.

Perdonen la tardanza, no había tenido tiempo de escribir, y muchas veces se borró mi historia completa. Pero ahora ya termine con esto, y me encuentro satisfecha con mi trabajo. Por fin podré seguir con otros proyectos.

Es un sentimiento extraño el poner las últimas palabras de un capítulo para concluirlo, siempre de una manera inesperada y dejando un ¿Qué pasará? Pero es aún más difícil escribir el final de la historia, y dejar a los lectores con un sentimiento en el pecho que les da una certeza del final, les sea agradable o no. Pero terminaré, y la idea original terminara en esta historia.

Esta vez no será una espera de meses enteros, sólo de unos cuantos días. Ya no haré esperar más a mis lectores, a las personas maravillosas que hicieron posible esta historia. Gracias por todo el apoyo y la paciencia.

Me despido por ahora, pidiéndoles unos días más de paciencia. Estoy segura que todo este tiempo, no será tiempo perdido. Esta historia esta por terminar, y el último momento de este largo relato les está llamando ya a la puerta.

Tiff.

"El tiempo es demasiado lento para los que esperan;
demasiado veloz para los que tienen miedo;
demasiado largo para los que sufren;
demasiado corto para los que disfrutan,
pero para los que aman... el tiempo es la eternidad".