Disclaimer: No lo dije en el primero pero que quede bien claro que estos personajes no son mios y no gano nada con ellos. Pertenecen a Nobuhiro Watsuki y lo único mio es la idea de esta historia.

Segunda parte en tiempo y forma. Que lo disfruten!


El Padre de la Novia

2° capítulo

La puerta del estudio se cerró con un click suave, que pasó inadvertido primero por la música, segundo porque el único ocupante hasta el momento estaba demasiado concentrado como para notar la presencia de su esposa en el salón. Notando que su marido la estaba ignorando olímpicamente, decidió ir a calentarse las manos en una estufa que había enfrente del escritorio. La habitación, que no era muy grande, estaba en una especie de sótano, con una biblioteca llena de libros, cajas de CD y carpetas que ocupaban al menos dos paredes de la habitación que tenía varios ventiletes en el techo que eran del aire acondicionado. Pese a que la casa estaba todos los inviernos perfectamente calentita el sótano era frío por naturaleza así que la estufa más que ser una cosa decorativa era un buen refuerzo. Y este invierno era fiero, así que la estufa estaba en una potencia media, además del aire. En el medio de una de las estanterías (la más larga) había un televisor de plasma bastante grande que estaba preparado para conectarse con la computadora y con varias de las consolas que estaban acomodadas prolijamente debajo, sin una mota de polvo. Sin evitar sonreír, la mujer miró a una especie de placard que había en la habitación en donde sabía que había más aparatos, todos en sus cajas originales en el mismo cuidado impecable. Había varios cuadros en las paredes, más que nada fotos familiares y de su casamiento y otros, que parecían pósters por su tamaño tenían dibujos de seres fantásticos y hombres y mujeres con indumentaria variada.

Los otros hijos de su marido.

Este era el santuario personal de él, que el limpiaba y mantenía en su estricto orden. El único lugar que no estaba perfectamente ordenado era el escritorio, que era una mesa grande y amplia, con una plancha de corcho con varias hojas pegadas en orden ("por supuesto", pensó ella) contra la pared. La computadora, que era la mano derecha de él, ocupaba casi toda la mesa. Tenía un gran tablero de dibujo y varios instrumentos de diseño. Varios blocs de dibujo estaban apilados en una punta y una impresora, que ella sabía que era chiquita pero poderosa estaba cerca de la pila de blocs, con una luz roja titilando que indicaba que no tenía papel. Mirando el cesto de papeles entendió como era que se había gastado media resma en menos de una hora, ya que los bollos sobresalían y contrastaban con el orden del resto de la habitación. Un módem, que tenía varias lucecitas verdes titilando, estaba justo al lado del monitor, ya del lado derecho, cerca del CPU.

Y el susodicho en cuestión estaba enfrente, dibujando pavadas con la mano derecha para después borrarlas mientras apretaba enojado una pelota de tenis en la otra mano. El lápiz óptico se movía, reflejando los movimientos en el monitor, con rayas que tomaban forma para luego ser borradas bruscamente y empezar de nuevo.

Sin sorprenderse, notó que varios de los dibujitos implicaban a algo que podía entenderse como al hombre que estaba tan cómodo en ese sillón garabateando mientras con una conocidísima espada, de un igualmente conocido juego de rol, le sacaba la cabeza a un tipo con un globo que decía "Enishi".

Con un bufido se acercó y dio vuelta de un tirón el sillón, que hizo que el soltara el lápiz (pero no la pelota) y confrontara a la mujer que tenía enfrente. Ella se sentó, con un poco de fuerza, en su regazo, que le valió a el una exhalación y una especie de gruñido. Ya sabía la que se venía, así que mejor se salía de la actitud obtusa sino era imposible que siguiera trabajando. Bueno... trabajando...

"Ahora entiendo por qué siempre te apresurabas tanto para atender el teléfono" dijo el con su voz grave. Ella, pensando que tal vez la fiebre le estaba subiendo otra vez, no pudo suprimir un escalofrío.

"No es lo que piensas. Es la primera vez que llama a esta hora"

"Ah¿significa que se aseguran que este tipo llame cuando yo no estoy al alcance del teléfono?"

"No¿se te hace realmente más fácil el pensar eso, no? Pensar que eres el único que se siente herido de toda esta situación. Era su primer novio, no tienes derecho de tratarla así"

"No puedo evitar ser aprehensivo" dijo mientras la abrazaba por la cintura y apoyaba su mentón en el hombro de su mujer. "Recuerda que también yo fui tu primer novio"

"Si, lo sé, pero es distinto. El no hacía que Misao fuese tan feliz como lo soy yo contigo. Además, ella no se había enamorado y no hacían más que ir al cine de vez en cuando. El chico la cuidaba mucho, amor, solo que ella no lo quería todo lo que pensaba que debería. Tu fuiste más para mí que un chico que entendía lo mucho que me gustaba leer y escribir historias de fantasías. Yukishiro-kun solo era un compañero de videos para Misao"

"Bueno, mejor que intervine entonces, mejor erradicar el mal inmediatamente, eso dice mi primo"

"Pero no puedes negar que te precipitaste por celoso, amor. Y no me compares tus técnicas con Hajime, que ya bastante las escucho cuando voy a su casa a visitar a Megumi-chan"

"¿Cuántos años ya tiene la pequeña, dos, tres?"

"Cuatro, amor. Si vieras lo preciosa que está esa niña" dijo sin evitar suprimir la sonrisa. "la otra vez la acompañé al jardín de infantes, me hizo acordar cuando Misao tenía su edad, era tan tierna..."

"El problema es que lo sigue siendo y no quiero ningún idiota que llame como proclamando alguna propiedad sobre ella. No estoy seguro de haber podido actuar de otra manera, incluso si tuviese la oportunidad de volver al pasado y volver a atender el teléfono como si nada hubiera pasado. Yo todavía la veo a Misao como cuando tenía entre cinco y seis años, que me pedía por favor que le enseñe como jugar al Wonder Boy. ¿Entiendes eso? Tal vez tu siendo mujer la puedes entender mejor que yo pero no puedo evitar ofrecer resistencia" decía mientras se restregaba y traía más cerca de la mujer que tenía en su regazo, que siempre cabía perfecto en sus brazos. "Ambos la vimos crecer, pero no puedo evitar verla como una niñita para mi. ¿Recuerdas cuando apareció con tus padres en medio de la noche porque nos extrañaba? No puedo evitar tener esa imagen de ella, con su ojos llorosos llamándonos a pesar de que cada año cumple uno más y se vuelve más adulta y responsable. Es algo estúpido, lo sé, pero inevitable. Estoy aterrado de que en algún momento dejé de necesitarnos y cada año que pasa, que se vuelve más independiente y más mujer... no sé... siento que la pierdo un poco más. No puedes culparme por tirar manotazos al aire por tratar de que esa brecha que se va a formar no se haga más grande"

"No puedo culparte, en esto tienes razón", dijo ella con un tono firme. "Solo fíjate que en la próxima ocasión en la que "manotees"... trata de no lastimar a Misao en el intento, si?"

"¡Es que estaba enojado porque no me contaron nada!"

"¿Nos hubieses escuchado o solo habrías gritado hasta que ella se sintiera mal y terminara con el? Si no quieres ser honesto conmigo al menos selo contigo. Te conozco hace 16 años así que sé como hubiesen sido las cosas. No seas tan egoísta y piensa un poco en ella. ¿Qué haz echo cada vez que te enteras que Misao tiene un amigo? Te portas como un condenado y yo tengo que pagar los platos rotos, y Misao sufre las consecuencias. Recapacita en eso, mientras yo hago la cena. Te llamo cuando termine y más te vale que te disculpes con ella cuando se encuentren."

"¿Por qué habría yo de disculparme? Ella me ocultó cosas en el primer lugar..."

Ya en la puerta, ella se volteó y lo miró enojada, cosa que no era un buen signo. Siempre era mala idea hacer enojar a su mujer, parte porque era de un carácter volátil y por otra parte porque podía ser bastante estricta en sus castigos. Y no le temblaba el pulso en ponerlos en marcha.

"¿Sabes? A veces no sé por qué todo el mundo dice que eres tan genial... cuando quieres puedes ser el tipo más cabeza dura del universo, Shinomori" y con eso dio un portazo que hizo que una lata de lápices de colores que estaba en una posición inestable tirara todo su contenido arriba del tablero.

Genial, no solo su hija estaba furiosa con el, sino que ahora también lo estaba su mujer. Las cosas solo iban mejorando... justo como la tormenta de afuera.


Si bien cocinar no es algo que hizo naturalmente bien, después de unos meses de casada, con título de gastronomía básica en mano y un abdomen que crecía oportunamente escondido con ropa grande, se podía decir que podía estar orgullosa de sus creaciones. Si bien lo que le habían enseñado en el curso eran aspectos bastante elementales, no podía evitar sonrojarse cuando varias de las otras mujeres que también tomaban el curso se sorprendían cuando veían que no sabía manejar algo tan sencillo como un cuchillo.

Malditas vidas normales, pensaba.

Claro, mientras las otras chicas estaban felices practicando sus dotes culinarias en comidas familiares y almuerzos para ellas y novios infames, ella tenía que preocuparse por estar siempre lo suficientemente alimentada como para aguantar una clase de Kendou pero no sobrepasar la talla S. Al menos gracias a esa dieta tan estricta que tuvo en su adolescencia y su natural resistencia física, no podía menos que sentirse bien en la forma en la que su cuerpo se había desarrollado y se había mantenido, incluso con su embarazo.

Bueno, fue madre bastante joven y eso ayudó mucho, ya que la piel era mucho más firme y se le hizo fácil volver a ser como era, gracias al ejercicio y el darle el pecho a su beba. Al menos eso le dijo el médico.

En realidad, el médico le dijo que no era algo que tenía mucho cuidado, perder tanto peso después del embarazo teniendo en cuenta que ella había engordado lo necesario y era naturalmente de tener buen metabolismo. Pero ella estaba aterrada de que su marido un día se canse de sus rollitos y se vaya a buscar a alguna otra chica que pueda satisfacerlo.

Esa era una razón de peso suficiente para ella, que su marido encontraba hilarante por el hecho de que las ahora más anchas caderas de su mujer, así como los cambios en general de su cuerpo la hacían irresistiblemente sexy. Solo que no se lo decía, vaya a ser que ella se lo creía y se buscaba otro tipo más buen mozo que el y lo dejaba sin mujer y sin hijita.

Claro que al fin de cuentas ambos se contaron sus inquietudes y, riéndose a pierna suelta, estuvieron todo el fin de semana en la cama, solo para levantarse con el llanto de Misao.

Recordando esos días no pudo evitar poner una expresión soñadora en la cara. ¿Era humanamente posible seguir igual de enamorada, sino más, de un hombre?

"Si", pensaba, "si es como Aoshi es para mi, no dudo que si". Así que siguió preparando la ensalada y chequeando las cosas que había en la sartén desde el rabillo del ojo. Ella era una mujer joven aún, como él, y hacía unos días que le andaba dando vueltas a un asunto que la tenía preocupada. Sabía que su marido era un tipo excepcional y que no podía controlar mucho sus emociones cuando estaba con ella y con Misao, pero ahora que Misao estaba a un año de terminar el colegio y empezar la Universidad, los nervios de su marido estaban a flor de piel. No era algo en lo que ella no pensara pero por tener una familia tan comprensiva de chica no podía evitar chocar con su marido y su rigidez. La familia de Aoshi, que se rumoreaba que descendía de una familia samurai muy antigua, siempre había sido estricta con sus integrantes. Más que nada con los herederos. Aoshi era el último hijo del matrimonio que había tenido tres hijos. El hermano del medio, bastante cansado de que sus padres quieran controlar sus asuntos, decidió alejarse de la familia, cambiarse el nombre y enlistándose en el ejercito, empezó una nueva vida. Hace al menos cuatro años volvió, cuando se enteró de la muerte de su padre, con el uniforme guardado en un bolso y su esposa en la otra mano. Su madre, que no tenía corazón para cerrarle la puerta en la cara a su propio hijo, le rogó que se ocupe de su parte de la herencia, sino quería ser en lugar de hijo de Shinomori, que lo haga como si fuese un primo.

Y fue así como Hajime Saito, antes conocido como Nobuhiro Shinomori, pasó a ser, de hermano de Aoshi a primo. Aoshi, que veía que su hermano no estaba cómodo con eso de que lo llamen por lo que era, prefirió decirle siempre que era su primo y que era agradecido silenciosamente por este. A los pocos meses, Tokio, su mujer, dio a luz una bebita que llamaron Megumi y que era la muñeca preferida de su prima Misao, de unos 12 años.

Ella no podía evitar sentirse rara con toda la cuestión sobre los Shinomori. El padre de su marido había sido una persona que vivía casi bajo ordenes de cuartel. Es más, uno de los arreglos de jardín más cuidados de la mansión que ellos tenían en Kyoto tenía como motivo la bandera de Japón, realizada con flores del mismo color. Si bien en su casa ella sabía que su padre compartía ese fuerte nacionalismo, no lo imponía como estilo de vida y dejaba que otros preceptos, más ligados al cariño y realizaciones personales estén como pilares principales de comportamiento. No era sorpresa que el hermano mayor de ella fuese periodista, que está mucho más relacionado con lo social que las carreras de ambos hermanos de Aoshi, abogacía y milicia. El papá de Aoshi había sido médico y tenía una gran inquietud también por el tema de las finanzas, donde ponía a prueba su mano de hierro y disciplina. Cosa que por supuesto funcionó, ya que era sabido que los Shinomori eran una familia que contaba con poder político como económico, el primero por parte del hijo mayor y el otro por parte del tino del padre en los negocios.

Aoshi era otro cuento. Si bien no estaba en contra con las enseñanzas paternas siempre había sido la voz cantante (y cuando no, la oveja negra, entre otras etiquetas) entre el trío de los herederos. Su madre, que era también de una familia muy tradicional japonesa, no podía dejar de asombrarse con el más pequeño. Era, según varios psicólogos y pedagogos de colegios e instituciones, un prodigio que había evolucionado su lado lógico a una edad sorprendente y que debería hacer algo con ese conocimiento.

Y al condenado no se le ocurría mejor cosa que decir que quería ser dibujante.

Su hermano mayor, en un ataque de nervios al escuchar las continuas peleas entre padre e hijo decidió que vendría bien que Aoshi se distienda un poco y le compró un aparatejo (según el) que lo ayudaría a descargar tensiones.

Le compró una Atari 2600, una de las pocas consolas de videos que había en el mercado.

Aoshi, que por tener una enseñanza completamente en colegios internados, haciendo actividades poco comunes y viviendo en una casa que bien parecía un museo no pudo evitar sentirse obnubilado con el aparato que le permitía ser cosas que el solo soñaba que se podían hacer. Así que entre clase y clase de etiqueta y modales que le daba un profesor particular en casa en sus supuestas vacaciones, el se iba a jugar con los videos. Su abuelo estaba muy contento con el nuevo descubrimiento de su nieto menor (que era su favorito secretamente) y decidió regalarle, cuando salió al mercado, una consola que superaba a la anterior, una Comodore VIC-20 (a la que le siguió la conocidísima 64). Y la cadena siguió su curso que si no era continuada por el abuelo Okina la continuaba Tomohiro, el primogénito Shinomori. Además, con el tiempo empezó a querer adquirir modelos de consolas más antiguas haciéndose un asiduo coleccionista.

No fue novedad cuando la pelea más grande en la familia se formó en torno de donde iba a empezar sus estudios Aoshi ahora que empezaría secundaria, ya que si bien sus notas eran sobresalientes, el gabinete de pedagogía estaba cansado de aguantar a un chico que no quería saber nada de internados ni equitación ni coro. Ni hablar del rugby. Lo único que le gustaba era la esgrima, más que nada porque le hacía acordar a cuando era muy chiquito y se iba con su hermano mayor a ver los dojos del abuelo que eran de Kendou y le llamaba la atención la disciplina. Ah... ni hablar de los de ninjutsu. Bueno, al menos tener un padre que te hace aprender la historia de Japón antes de cumplir 11 años no era del todo malo, uno se sabía muchos héroes nacionales que la gente solo se los sabía de nombre o por un feriado. En definitiva, el asunto de los estudios de Aoshi se puso feo, ya que su padre quería que vaya a estudiar a un colegio que se especializaba en economía y Aoshi quería, de una buena vez, ir a un colegio privado normal y mixto. Hubo gritos, llantos, amenazas y elementos voladores que sentenciaron a Aoshi a vivir con su abuelo y su hermano en una de las casas de la familia hasta que termine y después se volvía a Kyoto a hacer sus estudios para ser contador, le guste o no. El solo le daba un tiempo de gracia para que pruebe lo feo que era rebajarse a ser uno del montón y que sabía que lo iba a conducir de nuevo a su yugo.

Así que Aoshi se mudó con su abuelo, que se había vuelto su tutor y su hermano mayor, que no lo quería dejar solo. Ahí lo anotaron en un colegio que, aunque privado, era mucho más libre y empezó secretamente un curso de informática y dibujo que le pagaba Tomohiro con sus primeros sueldos de Abogado. Y así empezó su secundaria, en la que se destacó por ser un tipo muy prolijo y brillante, más alto que el promedio pero con una vida social muy pobre, que se la pasaba todo el rato delante de una computadora. Okina le recomendó que hiciera algún deporte además de lo que hacía con el club de informática y le sugirió anotarse en alguno de los dojos que tenía en la zona, uno de Kendou más cerca y el otro de ninjutsu, más lejano y de noche. Pese a las incomodidades que representaba, el tipo se sentía feliz cuando llegaba al dojo y se preparaba para sentirse un ninja en el siglo 20.

Que viviera con el abuelo no significaba el ser absolutamente libre, ya que todos los domingos tenía que ir a la mansión, "reportarle" a su madre (con su padre no se hablaba) como le iba y que hacía. Aunque fuese solo los domingos significaba perder parte del sábado y todo el día domingo porque ni el mejor avión tardaba menos de cuarto de día en vuelo.

Ya en la preparatoria la situación no había cambiado mucho al respecto. Si bien las visitas a la mansión eran más espaciadas por las responsabilidades que habían incrementado, estás no se detenían ni postergaban bajo ningún concepto. Cuando el chico había terminado el instituto se las ingenió para retrasar sus obligaciones un año más (un don, el de las excusas, que se le había pasado a alguien más que a Tomohiro). Se quedó, aún teniendo el régimen de visitas y haciendo una parte de su carrera a distancia, que era una excepción que le habían concedido en la Universidad teniendo en cuenta quién era la familia.

Lo irritante, para el patriarca de los Shinomori fue cuando su hijo, que nunca se había excusado ante ninguna ausencia a la mansión, uno de los fines de semana dijera que no iba a poder llegar a tiempo porque "resultó que salía de la joyería en el día de ayer y mi novia justo se tropezó y se le fue a caer el anillo de compromiso que le había comprado, justo en el dedo correcto. Así que no tengo forma de escaparme de nuestra fiesta de compromiso, que es de donde los estoy llamando. Mejor corto, a ver si estando borracho como estoy se me escapaba decir que pensamos casarnos en un mes".

La mamá de Aoshi tuvo la delicadeza de desmayarse de la impresión, mientras el padre de él era atendido de urgencia por el medico familiar por un pseudo infarto.

Y las cosas no mejoraban, ya que les llegó un telegrama desde "el más allá", que era la forma cariñosa que tenía el padre de Aoshi para referirse a su hijo Nobuhiro que se había ido de casa, diciendo que les mandaba saludos desde China, que se había ido de luna de miel y que esperaba que Aoshi y el traidor de Tomohiro se encuentren muy bien, muchas gracias.

Tomando el primer avión que estuviese disponible cuando el médico le dio de alta, se fueron como saetas a Tokyo para meterle un poco de cordura a Aoshi en la cabeza antes de que cometa el error de su vida. Cuando llegaron buscaron a Okina, que les dijo que Aoshi estaba dictando unos cursos y que iba a ser imposible que lo vieran. Sin más preámbulos buscaron la casa de la condenada prometida, ya que si no le sacaban las ganas a él, al menos se las sacarían a ella. Tomohiro, desde Niigata, con su esposa que era la hija de un político con el que lo habían comprometido por un arreglo con su padre, no sabía como hacer para ayudar a su hermano menor. En un intento desesperado por detener la situación para que los ya sabidos encontronazos se llevaran la menor cantidad de heridos posibles, agarró el auto de su suegro, que era más rápido y se fue para Tokyo.

O al menos lo intentó. En medio de la ruta le salió al paso un auto que con una ráfaga certera de proyectiles liquidaron al supuesto dueño del auto, que era candidato a ministro y tenía fama de tener deudas con la mafia. Fue una gran sorpresa cuando se enteraron que era el yerno y que el otro tipo no salía ni loco de su casa por miedo a esa clase de atentados.

La noticia dejó helados a los allegados a los Shinomori y a la población escandalizada que creía que en su país no se cometían esa clase de actos violentos. A los que más escandalizados dejó fue a los familiares más cercanos que no tenían forma de pedir justicia por ese hecho. El padre de Aoshi estaba devastado y, pese a que todavía estaba profundamente herido por la pérdida de su primogénito no pudo evitar pensar que en ese momento de debilidad podría llevarse de una vez a Aoshi a Kyoto y hacer que se una a su causa de ampliar la empresa familiar ahora que quedaba como único heredero. No pudo evitar sorprenderse cuando su mujer, que había sido la encargada de hablar con la novia de Aoshi se oponía rotundamente al plan. Pensó que se trataba que ella también estaba conmocionada por la muerte de su hijo y que no veía las chances que el si. Así que se mandó solo a encarar a su hijo menor. Cuando llegó a la casa de la chica, donde estaban Okina y Aoshi se sorprendió con la calidez y la comprensión que lo trataron pese a verlo por primera vez y como mostraron una profunda empatía con su pérdida. Reconocieron que ellos querían mucho a Tomohiro, que lo conocían bien porque Aoshi se los había presentado como también a Okina y que lo habían sentido siempre como un miembro más de su familia. Es más, tenía su hija una foto que atesoraba en la que había salido con ambos hermanos y que ellos sabían que Tomohiro pensaba que no había chica mejor para su hermano que su prometida. Como el caballero que era pidió ver a su hijo, que estaba en la habitación de la chica con ella y le indicaron como llegar. Aun extrañado con esa familiaridad que parecía tan natural y que nunca había tenido fue a buscar a Aoshi y se sorprendió al escuchar unos ruidos en la habitación que tenía que llegar. Al ver que la puerta estaba entreabierta miró adentro y se conmovió al ver a su hijo, que ya no era el pequeño de ocho años que lo desafiaba, en la misma posición en la que solía acurrucarse en los brazos de su abuela cuando el lo retaba por ser tan malcriado. Solo que esta vez la mujer no era su propia madre sino que una joven encantadora que lo consolaba y acariciaba mientras el lloraba como un poseso.

Una vez que logró desconectarse de esa visión peculiar e hipnótica de cierta manera, se recostó en la pared y pensó en que era lo que estaba haciendo mal para que las cosas hayan tomado ese giro tan trágico. Y como vio que era mejor pensar en las buenas, porque malas había muchas, se sintió fatal. Estaba tan absorto en sus pensamientos que no escuchó a Aoshi que había dejado de llorar y dormía de una vez ayudado por sedantes, como tampoco escuchó a la chica que ahora asumía la misma posición que el a su lado. Le empezó a hablar de que como padre era un desastre, que solo pensaba en cosas que solo le traerían una felicidad vacía, sin tener con quien compartirla más que consigo mismo y sus accionistas. Que había llegado a un punto al que no sabía para donde ir ni que camino tomar. Ella escuchó todas sus quejas y argumentos hasta que un toque en su mejilla, que parecía una especie de caricia lo sacó de balance para darse cuenta de que había estado llorando todo el tiempo y que ahora se sentía un poco mejor. Pero las lágrimas no paraban de salir así que ella hizo lo que creyó mejor y le ofreció un abrazo a este hombre que tenía enfrente que no sabía lidiar con las emociones. Con palabras de consuelo y una presentación improvisada logró hacer que el hombre que se había quebrado un tiempo antes volviera a creer en si mismo y aceptara que, si bien es importante tener un futuro exitoso es aún más importante que este sea lo que realmente queremos y tengamos las personas a nuestro lado con los que queramos compartirlo. Y con otras frases sabias y acertadas la chica pudo demostrarle al padre de su novio que ella era la mujer ideal para Aoshi con todas las de la ley y como ninguna otra lo podría ser. Ya recompuesto bajó y se encontró con su mujer que había pasado a buscarlo. Pidiendo una cantidad infinita de disculpas, que nunca se sintieron suficientes, preguntaron cuando sería el casamiento y que ellos querían pagar lo que les correspondía como padres del novio. Los padres de ella se rieron y dijeron que había bien poco en lo que pudieran intervenir ya que los chicos habían trabajado muy duro para costearse ellos el casamiento y que lo único que no se permitieron fue un casamiento tradicional ya que no podían pagarlo. Los Shinomori más que encantados arreglaron ese detalle y, con el aval de ambas familias y a unas semanas de la muerte de su hermano mayor, Aoshi se casaba en una ceremonia ideal en su tierra natal, Kyoto, con la mujer que más amaba en el planeta y teniendo la certeza de que su hermano estaría más que orgulloso de él.

Aun recordando cosas que pasaron hacía tanto tiempo, y con al menos 10 años de casada, no podía sentir congoja al recordar al mayor de los Shinomori. Lo conoció menos de lo que hubiese querido y era un personaje para ella interesante, parte por ser el modelo de hombre y héroe de su marido, parte porque Tomohiro tenía con ella varios intereses en común que le parecían fascinantes. Siempre le pareció una pena que no haya podido concretar una asignatura pendiente que él le había confesado una noche que habían salido los tres: el ser escritor. Así que ella, que estaba segura de no poseer el talento necesario pero si la imaginación ayudaba a su marido con guiones e ideas para sus creaciones y hacía todo lo que estaba a su alcance (que el ser profesora de Literatura ayudaba muchisimo) para que su sueño de escribir un mundo fantástico no quedara como inalcanzable.

Aoshi no se recuperaba del todo de la pérdida y no era un misterio de que después de ese incidente el se volviera más intenso emocionalmente que antes. El ver como la muerte viene y te quita la única oportunidad que tienes de vivir cosas era algo que había cambiado su concepción de cómo vivir, y más aún cuando ese conocimiento le había sacado la figura familiar más importante para el. Y luego, cuando unos seis años más tarde de la tragedia de Tomohiro su propio padre (que era la figura familiar más importante para ella) fallecía de un ataque cardiaco, no pudo dejar de comprender mejor a su marido.

Volviendo al presente y notando que por perderse en el pasado casi se le quema toda la cena, puso rápido la mesa y se dispuso a llamar a los testarudos integrantes de su familia más cercana.


Al escuchar la voz de su madre que la llamaba, Misao decidió salir del agua que ya estaba bastante fría como para ser agradable y se preparó para bajar. Después de vestirse, peinarse y secarse el pelo ya con la trenza armada decidió pasar por su habitación a buscar su celular para ver si en ese tiempo había recibido algún mensaje. No se sorprendió cuando vio que en el visor estaba titilante con un letrero que indicaba que tenía dos mensajes nuevos. Los revisó mientras iba para el comedor y miraba distraída las escaleras mientras bajaba pausadamente para no caer cuesta abajo. Su madre notó que venía notablemente molesta marcando como una posesa con el celular y volteó hacia el costado para notar que su marido, que miraba con cara seria el comportamiento de su hija aun no se decidía si pedir disculpas o no. Viendo que, como en más de una ocasión tendría que actuar como mediadora de ambos, se preparó psicológicamente para lo peor y se puso a servir los alimentos. Misao, que no era tonta, quería dejar el celular lejos de la mesa y del alcance de su padre así que lo guardó en uno de los tantos bolsillos que tenía su pantalón porque le pareció el mejor lugar de todos. Con un gesto mínimo el mostró su descontento y agradeciendo la comida dio el primer bocado. La mayor habló de un libro que estaba leyendo hacía ya un tiempo y que se lo había regalado una vecina que era amiga suya. Aoshi, que también lo estaba leyendo pero iba más adelantado, hacía acotaciones acá y allá pero sin revelar muchos detalles que sabía que eran cruciales. Misao lo había tenido que leer por obligación para el colegio ya que estaba en el programa y lo había encontrado muy interesante. Ese libro era uno de los clásicos y se había asombrado cuando se enteró que su madre no lo había leído de pura testaruda, porque quería leerlo junto con Aoshi y este no quería leer nada con referencias homosexuales. Uf, si este se enteraba de los manga yaoi que se compraba con Ayako la mataba. Mejor no pensar en eso.

De repente su celular empezó a vibrar en el bolsillo y no pudo evitar sacarlo por movimiento reflejo, lo que se ganó una mirada fulminante de su padre. Notando que estaba en falta, explicó de que se trataba y parece que con eso logró que su padre simpatice con su causa. Es más, el mismo se ofreció a ir a enseñarle un par de cosas al descarado que la había sacado de varios récords de los videos. Viendo que su papá volvía a hablarle se decidió que era mejor que el sepa quien era el que la mantenía al tanto de esas cosas y sonrió al ver la mano de su madre agarrar la mano de su padre con firmeza en un gesto de seguridad. Cuando dijo que era Yahiko, su amigo de toda la vida, Aoshi se sintió un poco mejor. Era sabido el desinterés inusual del jovencito con su hija así que no tenía nada de que preocuparse, además de que el chico era una persona que se portaba excelente y que no tenía intereses románticos que se supiesen a los cuatro vientos. Es más... el secretamente suponía que el chico ya tenía novia y estaba bien enamorado así que no molestaría a su nena.

Menuda sorpresa se llevaría si se enteraba que en realidad muchos pensaban que Yahiko era gay.


Notas de K26: Bueno, acá terminó la segunda parte. (suspiro) Realmente no sé que pensar. No es que estuviese esperando tener 20 reviews en mi bandeja de entrada pero le tenía fe a esta historia. De todas formas quiero agradecerle a Blanca y a Chii que siempre me aguantan mis locuras, contra viento y marea. Les contesto sus reviews.

Chii2-chan: Muchas gracias por los saludos! Gracias también por elogiarlo a mi fic! n.n. Como estoy ultimando los últimos detalles de mi otra historia (Dejavu) casi no estoy leyendo fics, pero en cuanto tenga un par de minutos como para leerlo tranquila prometo darme una pasada. Espero que te guste este nuevo episodio. Besos colega!

Blankaoru: (todavía me resulta emocionante que me dejes review, jeje)

Me alegra mucho que te guste, en serio. Yo lo subí con muchas dudas así que tu aceptación, quieras creerlo o no, es muy importante. En tu caso vos siempre escribis historias sobre parejas canon así que no solo la gente te lee porque escribis de manera excepcional sino porque está cómoda con lo que lee. Para mi, que tiendo a escribir cosas que la gente no puede entender, que una persona que está tan enamorada de sus "parejas normales" lea mis cosas es realmente un honor. De más está decir que te admiro¿no? Pero dejando eso de lado, siempre me pone de buen humor cuando recibo tus impresiones. Voy a ver si me pongo las pilas y empiezo a dejarte a vos cuando vayas actualizando.

Jeje, la mamá de Misao es un amor. Siempre quise hacerle una madre super comprensiva y compinche a Misao, que parezca que su imagen de tan buena chica se base en alguien más. Y el papá de Misao... bueno, es un buen tipo, solo que muy celoso de su nena. En realidad, el y Misao se roban el fic pero eso es algo de lo que te das cuenta cuando lo terminás.

Sep, Enishi va a dar lata, aunque no sé si va a ser el pesado-obsesivo-psicótico que conocemos. Debe ser muy feo que a uno lo dejen de esa forma, así que me sentí bastante mal después de escribirlo. Igualmente lo hecho, hecho está así que Enishi se la va a tener que aguantar.

A mi, personalmente hablando, me FASCINAN los videojuegos. Podría pasarme horas, horas y horas jugando. No soy excelente pero me defiendo. Mi hermano menor también es bastante bueno, más que nada en los juegos de deportes y de lucha. Lo mio son más las aventuras gráficas y todo lo que sea matar zombies o critaturas místicas-extravagantes.

Quise darle un significado más interesante a la trenza de Misao, que siempre es un detalle que a nadie se le escapa puntualizar sobre su apariencia pero no sirve más que para descripción. Me pareció que era simpática mi idea y luego, en el trayecto de la historia me di cuenta de que me iba a ayudar al final. Sep, no te hagas ilusiones.

Acá estoy, puntual como prometí. Igual, esta historia pinta bastante simple así que espero tener más lectores con el tiempo. Muchas gracias por leerla y dejar review. ¡Te quiero mucho!

Ahora si me voy, hasta el miércoles que viene. Besos a todas y todos!

Kirara26