Pairing: Snape/Lily
Disclaimer: Los personajes y situaciones de HP son propiedad de JK Rowling
Notas: Respuesta a un reto de tiempo propuesto por Rakshah en el
que debían aparecer las palabras "cucurucho", "vela", "tobillo",
"pluma" y "polvo"
Está tomándose uno de esos helados enormes que Florean Fortescue vende tanto en verano como en invierno, y en ese momento es casi otoño pero las nubes son azules, grises y amarillas. Está tomándose un helado, cree, de chocolate y limón porque a Lily, y esto lo sabe, no le gusta la nata. Todo el mundo pide los helados en copa pero ella no; es adicta a los barquillos como los que hacen los muggles y no la importa que el helado se deslice por el cucurucho hasta mancharla los dedos, porque está demasiado distraída leyendo alguna revista y en vacaciones conserva el derecho de pringarse las manos de chocolate como un niño pequeño.
Aquel día él tenía trece años y todavía estaba convencido de que la odiaba, y siguió su camino hacia Flourish & Blotts como si no se hubiera quedado mirándola. Limón y chocolate, como un niño pequeño.
Los recuerdos que Snape ha depositado son siempre milimétricos, detallados, y si mueve la vela sobre el Pensadero la mayoría tienen un tono plateado distinto al recuerdo del helado. Son asesinatos, traiciones, humillaciones y secretos. Son un montón de mortífagos deslizándose por calles que duermen, y la celda en la que esperaba la sentencia que pudo haberle llevado a Azkabán, hilos de plata que en realidad brillan como el mercurio de un termómetro: más oscuros. Pesados. La magia los mantiene a flote pero la física los arrastraría al fondo.
Lily tomando un helado de limón y chocolate en la terraza de Florean Fortescue es algo que no recordaba haber presenciado hasta que un hilo plateado y neblinoso salió de su sien, arrastrado entre violencia, desesperación y los titulares del Profeta. Y mientras los recuerdos de plomo cubren la superficie igual que serpientes Severus sabe que debajo hay una capa liviana, hecha jirones, una vía láctea hecha de polvo de estrellas que a veces desearía no haber sacado a la luz.
Remueve la superficie con su varita y debajo del plomo las nubes de plata se arremolinan, cada una con una forma y un pedazo de una historia que unida no ocuparía más que días o semanas. Ni siquiera necesita acercarse para reconocerlos; el rastro en espiral de puntos brillantes es una tarde de 1976 en que todo el mundo fue a Hogsmeade, y entonces no recuerda datos y caras sino los tobillos de Lily bajo sus dedos y los párrafos de un libro que a veces leía en alto. El hilo enredado en un extremo del juicio a los Lestrange es la vez que se la escapó el fwooper de Defensa contra las Artes Oscuras en medio del Gran Comedor, y su pelea con una lechuza que terminó con el desayuno de algún Gryffindor lleno de plumas de colores. Y aquí y allá hay estelas cortas y vibrantes llenas de otras cosas. Huelen a pociones, a libros, a besos y a pecas. De limón y chocolate, como los helados de los niños pequeños.
