Energía oculta.
Y así pasaron los primeros dos años de vida de Braima. Por obligación Izefia tenía que empezar a entrenarla. Para ella era una carga, puesto que el ritmo de vida que llevaba por las noches al salir a divertirse con cualquier guerrero deseoso de una fémina le impedía levantarse con energia suficiente para soportar a una niña de dos años...
-Anda, mocosa, levantate!!!.- dijo Izefia arrancando las sábanas y pateando la cama de la niña.
-Crees que tengo todo tu tiempo?
-No madre, lo siento, debí levantarme más temprano sabiendo que hoy es mi primer entrenamiento-
dijo la pequeña, aturdida por la brusquedad que la habían levantado.
-Por lo menos reconoces tus estupideses. Quiero verte abajo en cinco minutos sino olvidate de entrenar hoy...- al decir esto salió de la habitación.
La pequeña se dirigió al cuarto de baño y, subiendose en un banco, se lavó la cara y los dientes.
En el espejo se reflejó una pequeña muy hermosa. Sus ojos grises, muy raros entre los saiyayin, eran grandes y llenos de vida, pero reflejaban una soledad que no debía estar presente en una niña tan pequeña. Su negro cabello, un poco abajo de los hombros era abundante y muy lacio, pero un fleco en su frente tomaba una forma alborotada que le daba su característico rasgo saiya. Era de complexión delgada y de baja estatura para su edad. No se parecía mucho a su madre, sólo en el cabello, porque Izefia era alta, atlética y de unos profundos ojos negros y una tez mucho más morena que la de Braima.
Talvez el parecido con su padre era más notable, pero no lo sabía. Nunca lo había visto, pero a veces pensaba que sería mejor vivir con él y evitar así el maltrato de su madre.
A su corta edad, era muy independiente, así tenía que ser. Su madre rara vez la atendía y ella había aprendido a valerse por si misma, en lo que pudiera.
Ya vestida con la pequeña armadura que encontró en su closet, salió del departamento con dirección al cuarto de entrenamiento correspondiente en ese piso.
-Acaso no te dije que no te tardaras?
-Sí, perdon, no vuelve a pasar...
-Más te vale. Ahora, empezemos. Braima, quiero que concentres tu energía en tus manos, una vez que logras hacer esto, podrás dominar la técnica de vuelo.
-Cómo lo hago? Cómo concentro mi energía?
-Assh, eres muy inutil... Simplemente enfoca toda tu fuerza, tus pensamientos y deseos en tus manos. Observa...- En las manos de Izefia apareció una luz azulada y así como llegó, desapareció. -Ahora tú..
La niña estuvo un rato considerable intentando concentrar su energía, pero nada. Izefia terminó artandose y, después de golpearla, se iba y la dejaba. Braima se quedaba horas intentandolo, pero nomalmente después de las golpisas no tenía fuerzas suficientes para continuar, pero como a todo,
no le quedaba más remedio que acostumbrarse.
Así pasaron los días y luego las semanas. Cuando había pasado un mes, Braima aun no podía producir ni siquiera un destello y esto hizo que su madre enfureciera.
-Qué hize yo para merecer estó. Primero los dioses me mandan una hembra y además hacen que sea una debilucha; esto es un castigo que no merezco!.- dijo dandole un bofetada a la niña causandole una herida en el labio.
-Perdón, madre, te prometo que ya me va a salir!- dijo la niña al ser aventada hacia la pared.
-Siempre dices eso, que no sabes decir nada más!?... No, eres una estúpida pero yo le pondré solución en este momento!- Dicho esto, tomo a la nila del cuello y salió de la habitación. Al llegar a la terraza salió volando hasta el techo de la unidad militar en donde vivían, de unos treinta pisos, aproximadamente. -Con esto o vuelas o te mueres, tú decides!
-No, madre, no puedo!!! Por favor, no!!- dijo la niña entre sollozos, pero Izefia no hizo caso alguno a la súplica de la pequeña y la soltó. Braima sólo sintió como su estomago sentía el impacto de la gravedad. No podía gritar y tenía los ojos cerrados. Pero de un momento a otro pudo sentir la fuerza que brotaba de ella, una energía que al principio parecía quemarle pero después salía de ella.
Para cuando abrió los ojos, estaba a unos dos metros del suelo, pero su caída se había detenido.
Pero así como vino, la energía se fue y perdió el sentido...
