Lo único que me pertenece en este fic son los personajes inventados por mí. Sobre el resto los uso sin el permiso de su creador, por lo que suplico que no me denuncien.
Capítulo 2: Ella.
No podía creérselo. Estaba ahí, frente a él…
Había crecido bastante desde la última vez que la vio. Pero seguía teniendo ese pelo largo de color celeste claro y esos grandes ojos turquesas, que parecían capaz de traspasarle con la mirada y leer su mente sin ningún problema.
En el rostro de Kai solo se expresaba la sorpresa. Tenía la boca ligeramente abierta. Se quedo plantado en medio de la habitación, estático. Sin saber que hacer… como reaccionar…
Ella se dirigió hacía él. Cojeaba ligeramente de la pierna izquierda. En cuanto estuvo frente a él, pasó los brazos rodeando su cintura y le abrazó.
Fue un abrazo cálido, suave y muy breve. Antes de que Kai se planteara la posibilidad de corresponderlo, ya se habían separado.
-Kizumi- Susurró -¿Cuándo has llegado?. ¿Cómo es que te han dejado salir del internado?. ¿Por qué estas aquí?. ¿Te vas a quedar?.
-He llegado hoy. Cumplí los dieciocho y no me podían retener. Para verte. Depende de lo que tú decidas- Respondió de forma graciosa.
-Le diré a la Sra. Matsuo que prepare tú habitación.
-¡Enseguida, Señorito Kai!.- Se escuchó una voz por detrás de la puerta.
Kai miró de mala manera hacia la puerta donde había estado la anciana cotilla mientras que Kizumi reía silenciosamente.
Se sentaron en el sofá.
-Me alegra verte. Tienes buen aspecto, Kai.- El aludido solo la miró como diciendo: "Sí, seguro"
-¿Tus padres saben que estas aquí?. –Preguntó.
-Francamente, no lo sé. Cuando me pude marchar de esa cárcel disfrazada de internado en donde me metieron no me preocupé demasiado en lograr que me localizaran.
-Entiendo. Me encargaré de siga así el mayor tiempo posible- Contestó. "No voy a permitir de que te lleven otra vez ahora que has vuelto".
-Siento no haberte escrito en tanto tiempo, pero he estado bastante liada con los trámites y papeleos para dejar el "Sant College"
-…
-¿Cómo has estado?
-Bien
-Esa es una respuesta muy escueta. ¿Has tenido algún problema con tu abuelo?. ¿O mi padre ha vuelto a hacer una tontería?.
-No he visto a ninguno de los dos en mucho tiempo. Y no me importa en absoluto.
-Supongo que es pedirnos demasiado el apreciarlos- Comentó en un murmullo la chica.
-Supones bien.
Ella le miró largamente. Alzó el delgado brazo y le acaricio la mejilla tatuada suavemente con el dorso de la mano. Tembló involuntariamente ante el ligero roce. Algo tan cálido contrastaba con su frío ser.
-Kai. Me alegro de verte. Te había echado de menos.
"Y yo a ti"- Pensó.
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No recordaba haber hablado tanto a la hora de la cena desde hacía mucho tiempo. No recordaba haber hablado tanto con una persona en unas pocas horas en toda su vida.
Kizumi tuvo dificultades para que él abriera la boca y dijera algo más que una palabra. Y aun mas que le contara sobre sus amigos de equipo. (El sobrenombre de amigos se los puso ella, Kai solo los llamaba compañeros, con suerte, o los críos que le convirtieron en niñero el último mundial). Parecía extrañamente contenta de que Kai se estuviera relacionando con otras personas, aunque el chico no entendía por que. Para él solo eran más moscones entrometiéndose en su vida. Como si no tuviera bastante con su "encantadora" familia.
Después de la cena cada uno se despidió y se dirigió a sus respectivas habitaciones, que se encontraban en lados opuestos del mismo pasillo.
Tumbado en su espaciosa cama, mirando hacia el techo, con la vista perdida, Kai analizaba los acontecimientos de ese día. De una mañana horrible a una estupenda noche. Se sentía bien. Después de cinco años la había visto de nuevo. Volvía a hablar con ella. Como si nada hubiera cambiado. Como si el tiempo no hubiera transcurrido. Como si nunca se hubieran separado para ir a centros educativos de indudable régimen nazi.
Ella seguía igual. No quedaba rastro aparente de la tristeza que la embargaba, cuando lo del accidente. La mirada tranquila. La sonrisa siempre en los labios.
No entendía como con alguien tan diferente a él se sentía tan a gusto. No entendía como ella podía entenderlo a él y soportar su hermética personalidad.
Decidió dejar de pensar esas cosas. Eran una perdida de tiempo. Lo único importante es que ella se encontraba dormida a unos diez metros de su habitación. Que se quedaría y que el estúpido Sr. Mitsukake no podía volver a obligarla a ir al otro extremo del mundo.
Se acomodo bajo las sabanas de raso y cerro los ojos. Había dormido muy poco esa noche y tenía sueño. Poco a poco su mente se fue nublando, su sentidos se relajaron y cayó dormido.
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Las gotas de agua golpeaban el asfalto con dureza. Los truenos se oían amenazadores sobre sus cabezas. Se había hecho muy tarde y la tormenta les pillo desprevenidos en medio de su paseo. No parecía importarles mucho. La mujer de pelo claro y ojos caoba rojizos reía alegremente mirando a su hijo pequeño, agarrándole la mano izquierda mientras su marido hacía lo mismo con la derecha.
El niño de cabellos bicolor miraba a sus padres con alegría. Habían estado muy ocupados los últimos días. Pero le prometieron ir a comer y lo cumplieron. Ahora se dirigían a casa bajo la fuerte lluvia deseando un baño caliente en cuanto entraran por la puerta.
Cruzaron la desierta calle en cuanto el semáforo se puso en verde.
El resto sucedió tan deprisa que solo se vislumbro como un borrón. Un coche salido de quien sabe donde dirigiéndose a toda velocidad hacía sus cuerpos. El pequeño sintió como lo elevaban por los brazos y lo lanzaban varios metros adelante, aterrizando de mala manera.
Sonido de un choque. De un golpe seco y el chirriar de unas ruedas al doblar la esquina mas próxima.
Los cuerpos de sus padres tirados sobre el asfalto. Su padre sangraba copiosamente por la cabeza. Su madre tenía el rostro medio escondido por el pelo y la mirada nublada.
Corrió y se arrodillo junto a ellos, gritando, llamándoles.
Su madre le miro la cara surcada de lágrimas. Con todas las pocas fuerzas que pudo reunir levanto el brazo. Quería acariciarle la cabeza y decirle que todo iría bien. Pero las fuerzas la abandonaron por completo y antes de que pudiera articular sonido o poder rozar la cara de su hijo, murió.
El niño no entendió por que su madre había dejado caer su brazo de repente. Empezó a agitarla desesperado. También a su padre. Tenían que despertarse. Tenían que ponerse bien. ¡¿Por qué no se movían?!.
Se miró las manos. Estaban manchadas de sangre. Rojas. Sus ojos se agrandaron con pavor.
Un llanto incontenible surco el aire, para luego morir en mano de los truenos. Al igual que dos personas habían muerto a manos de un maldito cabrón desgraciado…
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Kai abrió los ojos de repente. Alguien estaba moviéndole por los hombros. Tardo unos segundos en reconocer la cara de Kizumi frente a él, con expresión preocupada.
Se incorporó mientras se secaba el sudor de la frente. No recordaba el sueño con nitidez. Solo sabía que trataba de la muerte de sus padres.
-Kai, ¿que ha pasado?. He oído tus gritos desde mi cuarto.
-Estoy bien. Vuelve a dormir, no te preocupes- Contestó rápidamente aun pálido como él papel.
-Kai, me conoces.- Dijo mientras se sentaba en la cama –No me moveré de aquí.
-Solo fue un simple sueño. Un mal sueño
-Jamás te he oído gritar de esa manera. Desde que te conocí nunca te había visto tan asustado.
Él frunció el ceño ligeramente. Estuvo varios minutos en silencio, deseando que ella se cansara de estar ahí y decidiera volver a su cuarto, para que dejara de verlo en ese estado tan patético.
Pero sabía que ella no se iría.
-He soñado con la muerte de mis padres- Su voz sonó fría e indiferente. Como si hubiera dicho la hora. Pero su estómago tenía un nudo que se hacía más doloroso por segundos.
Ella le miró compungida. Se acerco más a él y posó su mano en su hombro.
-Creía que no recordabas nada sobre eso por… ya sabes… el trauma que supuso.
-Así era. Pero… digamos que anoche me obligué inconscientemente a asumirlo. Ahora me parece que todo sucedió ayer mismo. Pero estaré bien.
-Kai. Me parece estupendo que lo hayas asumido. Pero no estarás bien durante un tiempo. Al menos no del todo.
El chico miró hacia otro lado, ocultando sus ojos tras su flequillo. Estuvieron en silencio unos minutos hasta que Kizumi volvió a hablar.
-Me quedo ha dormir contigo esta noche ¿de acuerdo?
Kai se giró ligeramente sobresaltado.
-¿Estás segura?- Pregunto extrañado –Ya no somos niños.
-Bueno. Dudo que te hayas vuelto un pervertido en estos cinco años.- Bromeó. Kai la miró ligeramente ofendido y se dio la vuelta, volviéndose a acostar.
Sin hacerle ningún caso, ella se deslizó por debajo de las mantas. Abrazó su espalda y pegó la frente a su nuca.
-Bunas noches Kai. Espero que duermas bien.- Susurró antes de quedarse dormida.
El chico de cabellos bicolor se dejo arrastrar suavemente por el calor que desprendía el cuerpo pegado a él, mientras poco a poco se sumía en un profundo letargo.
N de la A: ¡Konichi wa, mina-san!. Espero que este segundo cap sea del agrado de todos. Esta un poco corto, pero es que me salió así. ¡Y muchas gracias por los reviews!
TheVastness: ¡Hola, tía!. Muchas gracias por el review. No te preocupes si no conoces mucho la serie, por que casi todo me lo voy a inventar yo :P. T ha sido un placer dedicártela. ¡Espero que actualices pronto tus historias, o si no ya sabes lo que pasara! (Sonrisa perversa)
hikaru-chan15: ¡¡Muchas, pero muchísimas gracias por tu review!!. Francamente, me has animado a continuar la historia más pronto de lo que pensaba (iba a dejarla un poco aparte). nn ¿te gustó "Dialogó interior"? (Con la de paranoias que solté :P). Bueno, espero satisfacer tus dudas sobre el pasado de Kai. Como no se dice mucho de él en el anime me lo he inventado enterito. Espero no meter la pata. Espero no desilusionarte y que te guste el fic. ¡Ja ne!
