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El Ministro de Magia

¡Dippet¿Eres tu Armando? - balbuceo el señor Dumbledore cuando lo vio a su lado -.

Así es, y tú debes ser Abiss Dumbledore, el padre de los hermanos Dumbledore, que fueron mis alumnos en Hogwarts - dijo con total serenidad -. Recuerdo muy bien a esos jóvenes, eran muy inteligentes pero también revoltosos - agregó riéndose disimuladamente -.

Dippet, tú eres el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en Hogwarts - dijo con tono amable el señor Wortiks -. Bueno, entonces tú nos dirás a quien se refiere mi querido amigo Roberts¿No?.

Claro que se los diré, el se refiere al mago Lextor Grindelwald – respondió, pero ahora con un tono de odio en su voz y con una mirada de desprecio -. Él es el que esta actualmente en Gran Bretaña y que se encuentra oculto, pero no se el lugar exacto.

Co-co-como dijiste Ar-man-mando... Grindelwald se encuentra en Gran Bretaña, pero no puede ser, si él estaba muerto según mis informaciones y que no se sabe realmente quien lo derrotó o que lo derrotó - repuso el señor Wortiks temblando de pies a cabeza -. Y además, de él no se sabe hace mas de diez años, puede que sea un error Armando.

No es ningún error Wortiks y sabes que lo que digo es cierto... Lextor Grindelwald nunca fue derrotado, solo sufrió una herida muy grande que lo dejo imposibilitado, pero que juro vengarse de aquel que le provocó tal herida - dijo serenamente ante la mirada atónita de los demás -.

Quieres decir que va tras el mago que le provocó esa herida¿Pero no me digas que... - preguntó el señor Dumbledore -.

Todos sabemos que Gregory Wyvern fue el que supuestamente derroto a Grindelwald, pero no fue así. Y todos sabemos que Wyvern se encuentra hospitalizado en el Hospital San Mungo de Heridas y Enfermedades Mágicas - repuso con un tono de rabia mientras lo decía -. Wyvern fue mi maestro, fue el que me enseño todo lo que sé de Artes Oscuras y como protegerme de ellas, pero el no pudo contra Grindelwald y despues de pelear con él, quedo con la mente bloqueada tras el hechizo que lo propinó ese maldito de Grindelwald - y ahora lo dijo gritando con mucha rabia -.

Pero no que Wyvern, o sea¿el señor Wyvern esta en el Hospital San Mungo porque sufrió un accidente cuando calló de su escoba? - preguntó el señor Robertssilenciosamente ante la mirada de Armando -.

No Roberts, me temo que te equivocas... Wyvern esta en el Hospital San Mungo porque Lextor le lanzó la maldición Hom-Dhai - respondió y dejándose caer en el sillón de Wortiks al lado del señor Roberts -.

El señor Wortiks y el señor Dumbledore estaban con la boca abierta, no pudiendo creer lo que estaban escuchando mientras que el señor Roberts daba indicios de que Dippet sabía de lo que hablaba.

Esa maldición es la que muestra que Devil puede ser muy peligroso y ahora ha regresado cobrando su primera víctima al parecer – dijo Dippet mirando con resentimiento a Roberts -.

No te preocupes Dippet, yo se que no se me pasara el dolor tan fácilmente pero tendré que soportarlo – respondió Roberts con una gota de sudor frío en la garganta -.

El día transcurrió normal en el Ministerio salvo el incidente de unos calderos embrujados que lanzaban su contenido a dos metros de distancia de donde se encontraban. El señor Dippet se retiro pasivamente para dirigirse a San Mungo y el señor Wortiks y Dumbledore volverion a su trabajo habitual para no levantar mas sospechas. Mientras tanto Roberts se quedo en el Ministerio para reponerse del shok que le había producido la muerte de su amigo. Cuando transcurrieron tres horas de lo sucedido, el señor Dumbledore se dirigía a su casa, después de un día extraño y más bien importante, pero decidido a no contarle nada a su esposa. No pensaba lo mismo acerca de Albus y Aberforth, porque ellos estaban tan involucrados en el asunto como todos los que vivieron en esa época oscura. El señor Abiss se aparece en la cocina donde estaba su esposa preparando la cena.

Querida, Albus y Aberforth¿Dónde están? – pregunto con un tono poco preocupado para no levantar sospechas -.

Están en su dormitorio¿Para que los quieres? – respondió y a la misma vez preguntó la señora Rigers -.

No, nada importante solo decirle a Aberforth que le encontré empleo en el Ministerio, a partir del lunes puede empezar a trabajar – se apresuro a decir el señor Dumbledore -.

¡Oh, que maravillosa noticia querido, Aberforth estará mas que contento, ve donde ellos mientras preparó la cena – dijo la señora Rigers -.

El Señor Dumbledore, se dirigió al dormitorio de sus hijos, golpeó la puerta y Albus le dijo que pasará. Ellos estaban cada uno en sus camas, acostados de espaldas y viendo el techo como si este contuviera los secretos mas escondidos de toda la vida.

Te tengo una buena noticia Aberforth, quedaste como empleado en el Ministerio y desde el lunes empiezas a trabajar – trato de decirlo lo mas felizmente, para que no lo notarán medio raro -.

Esta bien, pap�, estoy feliz – respondió Aberforth como si esta noticia no tuviera mayor importancia -.

¿Qué les pasa? – preguntó el señor Dumbledore -.

Lo que nos pasa pap�, es que ya sabemos que Grindelwald está en Gran Bretaña... – dijo Albus, no poniendo atención al respingo que dio su padre cuando se mencionó a Grindelwald - ... y también sabemos que ya cobró su nueva víctima y que esta decidido a matar al viejo Wyvern por pura venganza.

P-pero, c-como saben eso, ah, ya me lo imaginaba que Dippet no se quedaría callado – respondió resignado el señor Dumbledore -.

No, y fue lo mejor, nosotros debemos saber que es lo que esta pasando con Grindelwald y sabemos que lo que quiere a parte de derrotar a Wyvern es apoderarse de todos los recintos mágicos que hay, incluyendo las escuelas, incluyendo Hogwarts – agregó Aberforth que se veía bastante alterado desde que supo la noticia -.

Tengo que decirles que ustedes no pueden hacer nada, él tiene un poder mayor a sus fuerzas, solo los Aurores podrán derrotarlo y... – pero antes de que terminar�, Albus dijo -.

Mira padre, Nicholas Flamel nos invitó para Navidad a su casa en Francia y nosotros iremos, después de eso, los tres empezaremos un entrenamiento intenso para adquirir poderes y derrotar a Grindelwald cueste lo que nos cueste – dijo Albus -.

El Señor Dumbledore, no podía creer lo que estaba escuchando, sus propios hijos tratando de derrotar al mago más poderoso en la historia y todo por que ellos son muy destacados en la magia, pero eso no quiere decir que puedan con él.

Me niego rotundamente de lo que están pensando jóvenes, ustedes ni siquiera tienen la mitad del poder de Devil para que intenten derrotarlo – dijo con severidad el señor Dumbledore -.

Piensa lo que quieras padre pero nosotros estaremos entrenando, adquiriendo poder y solo sabremos si somos lo suficientemente fuertes si nos enfrentamos a magos fuertes, así que nuestra prueba de práctica será con Grind... – pero antes que terminar�, la señora Rigers estaba parada en la puerta con una cara llena de ira -.

¡USTEDES NO HARÁN ESO, PIENSEN CUANTO NOS COSTO QUE SU PADRE SE REHABILITARÁ DESPUES DE LO QUE LE HIZO ESE DEVIL, Y USTEDES QUIEREN ARRIESGAR SUS VIDAS¡ESTO NO LO PERMITIRE! – gritó la señora Rigers mientras se sacaba las lágrimas de sus ojos azules intenso -.

Madre, no puedes decirnos lo que no tenemos que hacer, ya somos bastante mayores, y nuestros deseos no se pueden frustrar ahora que sabemos que Grindelwald se encuentra aquí – dijo Albus -.

Te voy a pedir Albus, que no digas ese nombre en esta casa, llámalo Devil, pero no digas su nombre, bastante mal nos ha hecho para que andemos llamándolo como si fuera el perro de la casa – respondió con severidad la señora Rigers -.

Bueno, basta de discutir y vamos a cenar, pensaba que sería un día de alegría por lo del empleo de Aberforth pero me equivoque – dijo el señor Dumbledore mirando a sus hijos con una mirada bastante enojada -.

Mientras cenaban, no hubo mayores problemas, nadie tocó el tema de Grindelwald, solo se limitaron a hablar de cómo le había ido a Albus en su primer día como profesor y como va a tomar el puesto Aberforth. La cena había terminado, la noche fue apacible, Albus por lo cansado del día decidió dormirse enseguida, mientras que Aberforth solo miraba el techo como si encontrara respuesta de el. A los pocos minutos los dos dormían, cuando sintieron que un ruido venía de la habitación de sus padres. El señor Dumbledore al parecer tenía que dirigirse al trabajo por alguna emergencia que ocurrió, y la señora Rigers le rogaba que se quedará que no era de su incumbencia ir, mientras que una tercera voz salía de la habitación, la cual solo decía: "Date prisa Abiss, tú eras amigo de Roberts, tu puedes saber lo que paso, vamos...".

¿Qué crees que paso Albus? – preguntó Aberforth -.

No lo sé, pero lo averiguaré – se paró de la cama y se dirigió a la puerta mientras que el señor Dumbledore entraba rápidamente en su habitación, que casi vota a Albus -.

Hijos, necesito que se presenten en el Ministerio mañana a primera hora, y contacten a su amigo Flamel para que se venga a vivir aquí si es posible... – se apresuraba a decir el señor Dumbledore -.

¿Pero que pasó pap�? – pregunto Aberforth -.

Roberts, el que me informó sobre lo de Devil, lo han encontrado muerto en Hosgmeade. El motivo no lo sabemos, pero Lloyd me dice que su rostro tenía la boca abierta y que se encontraba sin piel – dijo el señor Dumbledore con un tono de tristeza -.

Eso quiere decir que fue Grindelwald, el único que mata de esa forma es ese maldito mago... ¡Maldición! – dijo Aberforth -.

Si, lo se hijo, el viejo Wyvern sufrió la maldición Hom-Dhai y el único que ha sobrevivido es él, por lo tanto necesito que nos juntemos en el ministerio y que hablemos sobre lo sucedido con las personas que lucharon la ultima vez con Devil.

Esta bien, papá yo iré con el director Nigellus, y con Dippet – dijo Albus -.

– Y yo iré con Nicholas, le diré que se venga lo mas pronto y cuando llegue nos dirigiremos al Ministerio – agregó Aberforth -.

De acuerdo, nos vemos mas tarde, ahora me tengo que ir – dijo el señor Dumbledore -.

Suerte padre y cuidado – dijo Albus, mientras veía a su padre salir al Valle Godric en una noche fría y misteriosa -.

A pocas horas de lo sucedido, Albus se encontraba en Hogwarts dando clases a sus alumnos, pero le inquietaba mucho lo que paso con Roberts, y también porque sucedió en una ciudad llena de magos y brujas, y se le hacía raro de que nadie hubiera visto que Roberts estaba siendo atacado. Sus clases continuaron normal, salvo por la inquietud de todo lo que se podría decir aquella tarde en el Ministerio. Miraba el cielo bello y celeste que dibujaba las montañas en el lago donde el Calamar Gigante reposaba, supuestamente dando una siesta, al igual que la cabaña del señor Tuk que rezongaba como una galleta dulce tirada en medio del bosque, y el señor Tuk cosechando en su plantación para darles de comer a sus criaturas. El tiempo transcurría de manera lenta, y Albus ansiaba ya la hora de dirigirse al Ministerio, cuando de pronto se le acerca un alumno...

¿Profesor, se siente usted mal? – pregunto Tom, un chico de tercer año de la casa de Slytherin. Era de padre muggle y madre bruja y su familia era muy acomodada. Su madre murió cuando nació y desde entonces vivía en un orfanato ya que su padre no lo quería por ser un fenómeno, como lo llamaba él -.

No, Tom, no me pasa nada... solo un poco cansado por el trabajo nada mas – respondió sin mirarlo -.

Es que se lo preguntaba por como tiene cara de preocupado... si quiere llamo a la señora Pomfrey – dijo el muchacho -.

No Tom, no te preocupes - pero cuando Albus le dirigió la mirada sintió una punzada en su cerebro y cerró los ojos, viendo otra vez la imagen de aquel mago con capucha que se dirigía al niño y le lanzaba la maldición Avada Kedavra... – en eso Tom despierta al profesor... -.

¡Profesor, llamaré a la señora Pomfrey – dijo Tom -.

No, no te preocupes iré yo mismo, me hace falta un vaso de agua, ustedes quédense aquí – dijo Albus, a los alumnos que miraban atónitos-.

Cuando Albus se dirigía a la enfermería, el señor Dippet apareció junto con el director Nigellus.

¡Albus, tendremos que ir antes de lo previsto – dijo el señor Nigellus -.

Bueno, solo tomaré un vaso de agua e iremos al Ministerio – respondió Albus con una voz preocupante -.

¿Te ocurre algo? – dijo Dippet -.

No, nada, estoy bien... ¿y mi hermano¿Llegará mas tarde al Ministerio, pensé que se vendría para ac�? – preguntó cambiando de tema -.

Bueno tu hermano mando a Isis enviándome un mensaje diciendo que Nicholas Flamel llegará un poco mas tarde de lo acordado y estará dentro de una hora en el Ministerio – respondió el señor Nigellus -.

¡Ah, ya veo, bueno entonces vámonos – y con mucha rapidez los tres se dirigieron a alcanzar el Autobús Noctámbulo que los llevaría al Ministerio de Magia.

Al llegar, vieron al señor Wortiks y al señor Dumbledore que esperaban ansiosamente la llegada de ellos, también se encontraban dos personas mas las cuales las reconocieron de inmediato, se trataba de Aberforth y Nicholas Flamel, quienes miraban a Albus con una sonrisa de felicidad por estar de nuevo los tres juntos. Las siete personas se dirigieron al vestíbulo del señor Dumbledore, puesto que si se reunían en el del señor Wortiks los demás empleados del Ministerio sospecharían demasiadas cosas. Cuando las cosas empezaron a surgir, todos hablaban al unísono, entendiéndose muy poco de lo que querían dejar en claro, hasta que Dippet forzó un silencio y les dijo a todos.

Ustedes saben porque nos encontramos aquí. No quiero volver a repetirles que Grindelwald va tras Wyvern, y que nosotros debemos derrotarlo antes de que eso ocurra. Se que suena muy difícil puesto que él es muy poderoso pero si luchamos juntos lo podremos vencer – de pronto el despacho se lleno de un silencio total que sólo fue roto por Flamel quien decidió hablar -.

Miren, sólo tenemos esa pista de Grindelwald, pero lo que me preocupa más es la actitud que toma para esconderse, el jamás se ha escondido cuando derroto a Wyvern y quiso apoderarse de la ciudad, pero ahora hace todo con cautela, me pregunto que es lo que esconde, porque si tiene otra arma además del Hom-Dhai estamos un poco perdidos – dijo con sinceridad mirando siempre a Aberforth y Albus como si ellos tres estuvieran solos discutiendo -.

Tienes razón Nicholas, pero sólo nos queda pensar que lo hace por miedo a ser derrotado una vez más – respondió Nigellus –. Por mi parte pondré bastante seguridad en Hogwarts y me encargaré de que ningún alumno de mi colegio lo sepa – agregó con toda seguridad -.

Bueno, entonces queda claro, Aberforth, Albus, Arturo, Phineas, Nicholas y Dippet que una vez más tendremos que luchar con este sujeto, pero ahora con cautela, eso quiere decir que necesito que me digan si están dispuestos a tener calma sobre lo que pudiera pasar más adelante y que no darán un paso sin que sepamos con seguridad donde esta ese maldito – dijo el señor Dumbledore -.

Esta bien, estoy de acuerdo con lo que dices Abiss – respondió Dippet -.

Yo también, pero tengo una pregunta¿Qué paso con tu amigo, ese tal Roberts? – preguntó el señor Nigellus -.

Bueno, el sufrió la maldición de Grindelwald y ahora lamentablemente esta muerto – dijo con tristeza el señor Dumbledore -.

Lo siento Abiss – sentenció el señor Nigellus -.

La discusión siguió por unas largas horas, todos preocupados por los recientes ataques de Grindelwald y por las victimas que no sobrevivieron a su poder. La reunión terminó poco antes del horario de trabajo del señor Dumbledore, lo que produjo que sus hijos y Nicholas Flamel se fueran con él a casa. El señor Dippet y Nigellus volvieron a Hogwarts donde empezarán a formular la seguridad del colegio y de que ninguna información tonta se filtre por los alumnos. El señor Wortiks daba señales de estar muy preocupado y muy alterado a la vez, se paseaba por su oficina de un lugar a otro demostrando de que no era capaz de admitir que se tenía que enfrentar a Grindelwald de nuevo y que con eso gatillar a que la muerte lo persiga por donde quiera que vaya. Su confusión era signo de debilidad, una debilidad que no podía encontrarse en él, puesto que era el Ministro de Magia, la máxima autoridad de los magos y por supuesto un mago muy poderoso. Al terminar el horario de oficina el señor Wortiks se dirige al ascensor para marcharse, cuando algo extraño sucede en el piso de abajo. El se dirige corriendo con su varita en mano cuando de pronto divisa a un hombre viejo y demacrado en la puerta principal al lado de las estatuas que dan la bienvenida al Ministerio.

¿Quien anda ahí? – pregunto muy asustado -.

¡Responda¿Quién se encuentra ahí? – preguntó de nuevo, pero esta vez murmurando - ¡Lumos! – su varita se enciende y la imagen del hombre se hacía cada vez mas clara – Le re... recomiendo que... que... se vaya porque aquí... no encontrará nada – decía sin ningún sentido el señor Wortiks -.

¡Encontraré todo lo que necesito, Wortiks! – dijo una voz imponente que provenía del hombre extraño -.

¡Muéstrese¡De la Cara como Hombre! – gritó seguro de sí mismo el señor Wortiks -.

Te daré algo mas que la cara, mi querido Wortiks – y al mismo tiempo que decía estás palabras gritaba muy fuerte - ¡Expelliarmus! – y la varita de Wortiks salió disparada y él choco contra la estatua de un mago imponente que había en la entrada y quedo medio mareado -.

¡Quien es Usted¡Como se atreve a atacar al Ministro de Magia! – gritaba desesperadamente, como suplicando que se encontrará todavía alguien en el Ministerio para ayudarle -.

Bueno si quieres saberlo te lo diré... soy tu querido amigo Lextor Grindelwald – respondió la voz con una risa burlona -.

El señor Wortiks se encontraba en estado de shok, no sabía que decir, su respiración aceleraba de pronto como si le hubieran puesto un motor en él, temblaba de la cabeza a los pies y no sabía si era un sueño o no lo que estaba ocurriendo. De repente se para alterado dirigiéndose hacia donde cayo su varita, en eso Grindelwald blandió la suya y la dirigió hacia Wortiks.

- ¡Imperius! – grito Grindelwald, lo cual Wortiks no tuvo opción y cayo de bruces en el piso -.

¡Noooooooooo!... – gritó aún con mas fuerza el señor Wortiks resistiéndose a la maldición Imperius, pero ya era demasiado tarde, Grindelwald lo tenía bajo su control -.

Ahora obedecerás mis ordenes, mi querido Arturo Wortiks, fiel servidor del mago Grindelwald¡Entendido! – decía Grindelwald y Wortiks se paró como si hubiera tomado alcohol toda la noche -.

Como usted diga mi amo, le obedeceré en todo – respondió Wortiks cuando ya estaba completamente controlado -.

¿Qué quiere que haga mi amo? – preguntó Wortiks, haciendo una inclinación parecida a la de un elfo doméstico -.

Bueno, esa es la pregunta que me esperaba Arturo, lo primero que quiero que hagas es que disimules todo, que sigas yendo al Ministerio como de costumbre y eso no es nada difícil. Lo segundo sería que prepares la trampa para matar a ese maldito Abiss Dumbledore y su esposa, que creo que se llama Myrtha Rigers, ambos lucharon en contra de mí y ahora los quiero muertos – dijo Grindelwald -.

Mi amo, no hay ningún problema, también tengo cosas que decirle – se apresuró a agregar Wortiks -.

¿Qué cosas? – pregunto Grindelwald -.

Bueno, la primera, es que los que lucharon contra usted incluyéndome, están enterados de que regresó, por ese maldito de Roberts mi amo, y están uniendo fuerzas para derrotarlo señor – dijo Wortiks -.

Ah si?... pues eso es muy interesante Arturo, vamos a ver, tenemos a Armando Dippet, los hijos de Abiss, a ese tal Flamel... bueno, solo Dippet presenta un peligro para mí – sentenció Grindelwald -.

Pero señor, los hijos de Abiss son muy poderosos, y están juntando poder para derrotarlo – dijo Wortiks temblando muy pausadamente -.

Bueno... ellos no me preocupan, Abiss y Myrtha morirán muy pronto, y Dippet será el que disfrutaré matando – y soltó una carcajada que retumbo en todo el pasillo central del Ministerio -. Por lo pronto tendré que cuidarme mucho porque mi poder todavía no esta completo y mis armas secretas tienen que viajar mucho para llegar a Gran Bretaña – dijo con un poco de grandeza Grindelwald -.

¿De... de.. que armas ha.. habla Señor? – pregunto tímidamente -.

Bueno, pronto lo sabrás, ten paciencia Arturo, pronto sabremos quien es el mago más poderoso del mundo – agregó Grindelwald -.

De acuerdo mi amo, no quise importunarle, pero me intriga saber que es lo que está preparando – dijo Wortiks -.

¿De verdad quieres saber lo que yo quiero hacer? – preguntó Grindelwald -.

Si amo, si usted me lo permite – dijo Wortiks -.

Bueno Arturo te lo contaré – y Grindelwald alzo la varita hizo aparecer dos sillas y le ordeno a Wortiks que se sentara como él -. Todo empezó cuando fui a Hogwarts para matar a Dippet, estaba seguro que todo había salido como lo planee, pero ese maldito de Wyvern me estaba esperando, me sorprendió por la espalda y me lanzo la maldición Crucio, fue un dolor intenso, jamás pensé que alguien se atrevería a hacérmela a mí, pero de pronto vi a alguien que se venía acercando, era ese Dippet que alzaba su varita y me decía: "Tu morirás Grindelwald, nadie podrá ayudarte...", sabía que si me quedaba quieto moriría a manos de ese infelíz, asi que se me ocurrió en el último momento atacar a Wyvern, me di la vuelta y le lanza el Hom-Dhai, ya sabes, mi arma letal, pero ese viejo tuvo suerte ya que al ver lo que le lanzaba alzo nuevamente su varita y me tiro a mí la maldición Avada Kedavra. Estas dos maldiciones son las más poderosas que existen, una fue creada por mí y la otra es muy antigua, estas chocaron en el aire haciendo una explosión muy fuerte, y Wyvern y yo recibimos esa luz combinada de las dos maldiciones juntas. Wyvern fue el que quedo peor, no se podía mover tenía una expresión inerte en su cara, solo se le movían sus grandes ojos con una mirada de terror, yo al igual que él recibió ese chorro de luz y me dejo moribundo, apenas podía moverme, nose porque no nos mató a ninguno de los dos, pero fue un alivio pensar que todavía seguía vivo.

Al recobrar el conocimiento vi a Dippet que estaba corriendo hacia Wyvern, y Abiss venía con su varita levantada hacia donde me encontraba yo, pero fui mas listo que él y le lancé una maldición y desaparecí antes de que el Avada Kedavra que me lanzó me llegara. No se en que lugar llegue, pero me sentía demasiado débil para pensar en tonteras, así que decidí ocultarme para recobrar mi movilidad, y una vez que empezará ya a moverme, intentaría adquirir el poder que me sustrajo ese encantamiento maldito. Llevo tres largos años haciendo lo posible para recuperarlo, pero aún así tengo solo la mitad de lo que tenía antes, creo que necesito otros tres años más para dar a conocer mi verdadero poder y así nuevamente apoderarme de todo Inglaterra. Supe cuando llegue aquí, que había magos por todos lados, entonces se me ocurrió la idea de capturar a uno y controlarlo con la maldición Imperius para luego espiar lo que estaba pasando. Fue así como me encontré con un hombre llamado Phillips Marks que me dio varios detalles de tu Ministerio y de Hogwarts, pero no me sirvió de mucho puesto que se resistió un poco a la maldición ya que mis poderes todavía son débiles y se dirigió a donde se encontraba Roberts Jones, y le contó todo... – hizo un gesto de maldad y continuó hablando – ahí fue donde se me ocurrió que si quería que mi plan funcionar�, tendría que hacer las cosas solo como siempre, y fue como me dirigí a Hosgmeade y me encontré a mi amigo Roberts, donde lo asesine con gusto por haber abierto la boca. Ahora que cuando lo mate se me olvido preguntarle como podía entrar al Ministerio sin ser visto y fue ahí donde me di cuenta de que aquí ustedes pueden aparecerse como si fuera todo normal. Esta tarde me aparecí y me encontré con el Ministerio vacío, pero sabía de antemano que solo el Ministro se quedaba hasta altas horas de la noche, y fue donde te encontré Arturo y ahora empieza mi plan nuevamente – se paró, desapareció la silla y le dijo a Wortiks -.

Te tengo un trabajito Arturo – dijo Grindelwald -.

¿C... c... cual se... sería es... ese traba... trabajo señor? – tartamudeó Wortiks -.

Quiero que me ayudes a introducirme en San Mungo para matar a Wyvern, luego maquinaremos lo demás para Abiss y Dippet, por lo pronto yo estaré muy cerca de ti Arturo así que si quieres traicionarme, lo lamentarás muy caro – dijo Grindelwald -.

No mi señor, yo sería incapaz de traicionarlo – tembló de miedo Wortiks -.

Bueno, entonces ahora quiero que te vayas a tu casa, tu esposa debe estar esperándote, no quiero que nadie sospeche de lo que está pasando – dijo Grindelwald -.

Esta bien amo... – y Wortiks desapareció, pero Grindelwald se quedó en el Ministerio pensando todo lo que podía hacer ahí -.

Está será mi venganza malditos, muy pronto verán lo que Lextor Grindelwald puede hacerles a ustedes y sus familias, no quedará ninguno de los que se atrevió a luchar conmigo vivo, ya lo verán – y diciendo estás palabras se esfumo haciendo un fuerte ruido -.

Mientras que en otro lugar muy lejano, un hombre se despertaba muy alteradamente por una pesadilla que por cuarta vez tenía. Ese hombre sabía que no se podía quedar con los brazos cruzados mientras sucedía lo de Grindelwald, y por supuesto pensar en lo de ese niño y ese mago tenebroso que sin duda, lo mantendría ocupado todo el día. Sin embargo debía concentrarse en sus clases como profesor. Albus se levanta para tomar un vaso de agua cuando ve a su hermano Aberforth que está despierto, incluso le da la sensación de que estuvo despierto toda la noche, mirando al techo, como buscando alguna estrella que atravesara esa pared de concreto.

¿Qué te pasa Aberforth? – preguntó Albus -.

No, no me pasa nada, solo pensaba en lo de Grindelwald, cómo es que pudo sobrevivir a lo que recibió después de esa fusión de maldiciones que ocurrió con Wyvern – dijo Aberforth -.

Yo también me lo pregunto, pero lo que sí sabemos es que está vivo y si no quiere aparecer todavía es porque no tiene el poder suficiente para enfrentarnos, así que todavía hay oportunidad de encontrarlo y matarlo a tiempo – agregó Albus, quien no quería que su hermano le preguntará si volvió a soñar con ese chico -.

¿Y tu, cuéntame – dijo Aberforth – Soñaste de nuevo con ese chico? – pregunto -.

Si, la verdad es que sí, y todavía no encuentro razón para saber porque a mí se me aparece – dijo Albus -.

Bueno, será mejor que nos quedemos dormidos ya que necesito despejar la mente para lo que se me viene el lunes – dijo Aberforth -. Buenas Noches -.

Buenas Noches Aberforth – dijo Albus, y los dos al cabo de cinco minutos quedaron durmiendo, como si lo único que existiera en el mundo fuera la paz -.