4

Una Visita Inesperada

A la mañana siguiente, Albus se levantó mas que rápido para dar aviso al señor Nigellus y Dippet de lo sucedido con Kirin el jefe de los Centauros. No se sentía preocupado, sólo que le inquietaba que alguien más se había enterado de lo que estaba pasando con Grindelwald, y que precisamente esos alguien fueran Centauros los cuales siempre han odiado al mundo humano, y ahora se muestren compasivos para unir fuerzas y derrotar a lo que se viene. Sin duda alguna, hay algo que ocultaban, algo que los hizo dar un pie a una alianza desaprobada por todos los años. El señor Dippet estaba en su despacho cuando entró Albus decidido y sin mas rodeo a contarle lo que estaba pasando.

Dippet, tenemos que hablar – lo interrumpió Albus en medio de su clase -.

Esta bien, se que es algo importante por tu mirada, ¡Niños, quédense aquí, vuelvo enseguida, sigan practicando el Relashio! – dijo Dippet cuando salía con Dumbledore para el pasillo -.

¿Qué ocurre? – preguntó Dippet -.

Se trata sobre Kirin, el jefe de los Centauros – se apresuró a decir Albus para no quitarle mas tiempo -. Me dijeron que están dispuestos a tener una alianza con nosotros por lo que está pasando en la actualidad – agregó Albus, quien se mantenía sereno explicando lo que acababa de vivir ayer por la medianoche -. Es probable que sepan lo de Grindelwald, pero había algo mas que me ocultaban, se trata de algo que a ellos les inquieta bastante, por lo que están decididos a tener una alianza con nosotros.

Ya veo, ¿Pero todos los Centauros estarán dispuestos a tener una amistad temporal con los humanos? – preguntó Dippet mirando fijamente a Albus -.

Si, eso creo, Kirin los está llevando a esta alianza a la fuerza y sin duda que ellos no pueden desobedecerlo, ya sabes lo que le pasaría al que lo intenta – dijo finalmente Albus -.

De acuerdo, me parece algo demasiado bueno en estos tiempos, si Grindelwald es mas astuto de lo que creo, lo primero que haría es tener de su lado a algunas Criaturas Mágicas que sean peligrosas y que los magos en general le tengan miedo – dijo Dippet- Avisare a Nigellus y tú dale el aviso a tu hermano y a Nicholas, sin olvidarte por supuesto de decirles que vayan al Ministerio a avisarle a Abiss y Arturo – agregó -.

Bien, veo que tendré que ir nuevamente a ese Ministerio, con lo que odio estar allí – y con una sonrisita, Albus dejó el Colegio donde tenía que internarse en el Valle Godric para dar la noticia -.

Cuando se dirigía al Valle Godric, pensaba mas o menos cómo se estaban desarrollando las cosas. Primero aparecía Roberts, diciendo que Grindelwald había vuelto, luego muere en Hosgmeade, en una ciudad de magos en la cual todo el mundo lo conocía y podía dar aviso de que lo estaban atacando. Al parecer nadie dio la mas leve sospecha de lo que ocurrió en Hosgmeade, y luego tenemos lo de los Centauros, que sin dar previo aviso, toman una decisión que es muy complicada para ellos como también para nosotros, ya que eso da la posibilidad de que nuestro enemigo obtendrá mas poder del que tenía antes con solo unos pocos años de estar moribundo.

Al llegar al Valle Godric, entró rápidamente a su casa, cuando encontró solamente a Nicholas Flamel en ella, acordándose de que Aberforth seguramente no terminaba su horario en el Ministerio.

¡Hola Nicholas! – dijo Albus cuando se dirigía al comedor para encontrarse con él -.

¡Ah, hola Albus, ¿Qué haces Aquí? – preguntó Nicholas -.

Tengo algo que contarte – y cuando lo decía, vio que su madre se dirigía hacia ellos con paso firme -. ¡Hola Mamá! –dijo Albus sin mostrar cara de preocupación -.

Hola Albus, supongo que viniste por algo importante, porque de todos modos tengo que enterarme de lo que sucede, ¿No? – repuso la señora Rigers cuando miraba a Nicholas y Albus cómo si los quisiera matar -.

Bueno Mamá, siéntate y les cuento a los dos, a fin de cuentas tengo que darles la noticias a los que lucharon con Grindelwald – dijo Albus, al mismo tiempo que tomaba asiento. Les contó con lujo de detalles de lo que había pasado el día de ayer. Como el señor Tuk se acercó a él y le dijo lo de Kirin, cuando se internó en el Bosque Prohibído y de la reunión que sostuvo con ellos, hasta que por fin término de contar todo, la señora Rigers no podía dar crédito de lo que su hijo había hablado, en cambio, Nicholas sólo se mostraba pensativo, interrogándose a si mismo de lo que contó Albus.

Esto es peor de lo que temimos, si esos Centauros decidieron unirse con nosotros, ¿Crees que Grindelwald tenga un poder mas alto que el de antes o solo es porque a ellos les afecta que alguien tan malvado este intentando acabar con Hogwarts y sus terrenos? – preguntó la señora Rigers -.

Es probable que les afecte lo que quiere hacer Grindelwald, pero para tomar una decisión así, pienso que tienen cosas que realmente les inquieta – sentenció Albus -.

Es muy raro todo esto... Grindelwald actuando con cautela, y los Centauros presagiando una guerra que sin duda tiene relación con él –dijo Nicholas -. Me temo que este año será muy crudo y tenemos que afrontarlo lo mejor que podamos -.

Albus volvió a Hogwarts en medio de tanta confusión, y su mente funcionaba sola. Nicholas se dirigía al Ministerio a poner al tanto al señor Dumbledore, Wortiks y a Aberforth. Su viaje fue muy relajado, en donde el Autobús Noctámbulo se dirigió a la entrada de visita del Ministerio, cuando entró a la cabina telefónica que estaba en un callejón roñoso y desolado, marco el número, y cuando pulsó el último, una voz chillona salió del teléfono diciendo: Bienvenido al Ministerio de Magia... ¿cuál es el objetivo de su visita?... y Nicholas respondió que se dirigía a la oficina de Aberforth. Después de decir esto, por el agujero de donde se recogían las monedas de vuelto, sonó una placa que ilustraba unas letras muy bellas que decían: Oficina de Aberforth. Al pasar por las pruebas, entró al Ministerio, le pasó su varita a un hombre viejo y jorobado que yacía delante de una máquina la cual se encargaba de dar los resultados exactos de lo que contenía cada varita que pasaba por ella. El hombre, quedó un poco conmocionado cuando vio el papel con los detalles y se dirigió a Nicholas con una mirada de asombro.

¿Esta varita contiene esencia de una Piedra de Energía? -.

Así es... soy un ferviente admirador de todo lo relacionado con la Alquimia, y puse mi varita en un Monte cerca de mi ciudad para que tuviera aquella esencia – respondió mirándolo sonriente -.

¡Ah, ya veo... bueno aquí la tiene, gracias y bienvenido al Ministerio -.

Un gusto... – dijo Nicholas y empezó a dirigirse a la gran entrada que mantenía el Ministerio, con un brillo que hacía que Nicholas se reflejara por todos lados. La gran estatua que había en medio de una pileta, era muy particular. En ella había un mago empuñando una espada la cual de la punta salía un chorro potente de agua y al lado de él, otro mago que estaba caído, como si aquel mago imponente lo hubiera derrotado. Al pasar por la puerta principal, se dirigió a lo que parecían unos ascensores pintorescos que lo llevaba, al piso que quisiera. Docenas de lechuzas revoloteaban por todos lados enviando distintos memórandum a los funcionarios quienes estaban muy atareados con los trabajos que realizaban, a lo que Nicholas se alegró al no pertenecer a tal rutina. Al dar con el ascensor subió como pudo a él, porque la gente se atochaba mucho, y el ascensor era muy chico. Vio a cada gente en aquel aparato, una bruja que llevaba un pergamino de poco menos dos metros, lleno de diferentes símbolos y otro mago particular que no llevaba ningún pergamino, mejor dicho, no llevaba nada... iba sólo con un taparrabo y estaba rojo como el sol a medio atardecer.

¿Nicholas? – preguntó el señor Wortiks cuando lo vio salir del ascensor. Wortiks se tambaleó muy bruscamente y dio un respingo como si estuviera muy nervioso de verlo por esos lados -.

¡Ah, hola Arturo, espero que estés bien, me han dicho que te encuentras muy cansado en estos días – Nicholas lo miraba detalladamente -. Supongo que puedo ver a Aberforth – dijo Nicholas dándole una sonrisa -.

- Si, no hay problema, él llegará mas tarde, creo que en una hora, esta realizando algunos trámites – objetó Wortiks mientras se dirigía al ascensor -.

¡Wortiks, no te vayas, esto también tienes que escucharlo tú, es sobre el "problemita" – recalcó Nicholas mirando a Wortiks, con un poco de complicidad -.

Mmm... bueno, esta bien, cuando llegue Aberforth me avisas vía lechuza – dijo Wortiks mientras la puerta del ascensor se cerraba -.Y te aviso de inmediato que Abiss no llegará hasta la noche, una hora antes de su término de horario, no cuentes con él.

Nicholas no sabía donde se encontraba la oficina de Aberforth, así que decidió ir preguntando para ver quien lo conocía lo bastante para decirle adonde estaba su oficina. Resultaba que nadie suponía que un tipo llamado Aberforth, trabajaba en el Ministerio y que para colmo, pensaban que se había muerto, porque lo confundieron con un tal Warfortk. Nicholas no podía entender, como la gente que tenía en sus narices a Aberforth, no se sabían ni su nombre. Pensó en lo que había dicho Aberforth sobre lo que nadie le simpatizaba tener a un funcionario como él, así que Nicholas solo sonrío pensando en las locuras que cometía Aberforth en el Ministerio y se dispuso a buscar los nombres de las oficinas. Al cabo de cinco minutos encontró la oficina de Aberforth. Cuando vio el escritorio de su amigo, soltó una carcajada viendo que tenía una figurita de cada una de sus Criaturas Mágicas favorita. En el lado izquierdo había un imponente Centauro que se alzaba entre sus dos patas delanteras, al lado se divisaba lo que era una figurita de un Bola de Fuego Chino, y por último en el lado derecho se alzaba con sus alas muy negras y opacas un fabuloso Thestrals. Cuando Nicholas se disponía a sentarse en el escritorio de Aberforth, una voz le retumbo en el oído.

¡¿Qué hace usted Aquí! – preguntó el señor Sorbern muy enojado de tener un extraño en su oficina -.

Bueno, yo vengo a ver a Aberforth, soy un amigo, me llamo Nicholas Flamel – se apresuró a contestar -. Quisiera saber a que hora llegará -.

No lo sé, él a diferencia de usted esta trabajando – respondió ofendido de tener a alguien en su despacho que no presentaba ni una señal de ser un hombre muy laborioso -.

Supongo que usted es el jefe de Aberforth, porque sólo personas como usted andan todo el día con la cabeza tan revuelta que no saben lo que dicen – respondió Nicholas y antes de que el señor Sorbern le propinara una buena lección, salió muy rápido de la oficina y decidió esperar a Aberforth fuera de ella. No pasaron ni cinco minutos cuando vio a una persona familiar en el ascensor que se dirigía muy feliz.

¡Hola revoltoso! – gritó Nicholas, a lo que todo el piso se dio vuelta a mirarlo -.

¡Hola Nicholas, ¿Qué haces aquí? ¿Me traes algo de comer, porque me muero de hambre – gritó desde el otro lado Aberforth -.

- Me temo que no amigo, solo vengo por un asuntito mas importante – dijo Nicholas cuando se dirigía a estrecharle la mano a su amigo -.

Que lastima, bueno, dime, ¿Qué pasa? – preguntó Aberforth, entrando a la oficina cuando Nicholas lo seguía -.

Avísale a Wortiks, él también esta involucrado -.

Cuando Nicholas dijo estas palabras, Aberforth captó enseguida el mensaje y mandó una lechuza, para que Wortiks bajara a juntarse con ellos. El señor Wortiks apareció de la nada pocos minutos de haberle mandado la carta. Todo estaba preparado para hablar, ya que el señor Sorbern fue sacado de la oficina por Wortiks, a lo cual Aberforth y Nicholas se rieron por la acción y el señor Wortiks les devolvió una sonrisa. Juntos los tres se sentaron al mismo tiempo, y Nicholas empezó a charlarles lo que le dijo Albus. Cada palabra que él mencionaba sobre la reunión misteriosa, el señor Wortiks sonreía y no precisamente una sonrisa de satisfacción sino más bien un poco malévola. Su amigo, en cambio se mostraba más pensativo, no le dirigió la palabra hasta que termino todo el relato.

Así que mi hermano consiguió la mejor alianza que se nos podía dar, ¿No? – decía Aberforth cuando se mostraba frustrado por no haberlo hecho él, ya que eso sería un paso muy grande en su puesto del Departamento -. Miren, yo no sé lo que piensa mi hermano, pero estoy de acuerdo en que los Centauros se nos unan, digo, podríamos aprovechar sus predicciones para ver que lo que ocurre en verdad – agregó -.

Si Aberforth, pero tenemos que dejar que ellos no sean presionados, ya sabes como se comportan con los humanos – Nicholas lo decía muy convincente, pero su silencio no pudo resistir mas -. Y sabes Aberforth que si Kirin está de nuestra parte los demás Centauros lo estarán, sino ninguno de ellos lograría una alianza con los humanos – y miró fijamente a los dos hombres que estaban con él -.

¿Es cierto eso? – preguntó repentinamente el señor Wortiks -.

Si, todos sabemos que Kirin es el único que se ha mostrado compasivo con los humanos – dijo Aberforth -. Tu deberías recordarlo Wortiks, trabajas aquí -.

¡Ah, si... es que estaba pensando otra cosa – agregó cuando Aberforth y Nicholas lo penetraban con la mirada -.

Sólo tenemos que esperar que esa guerra no la tengamos a la vuelta de la esquina, que sino, no podré dejar mi vida tranquila sin una persona a la que no haya derrotado – sonrió Aberforth -.

Si, ya lo veremos... – susurró el señor Wortiks mirando hacia el suelo -.

¿Dijiste algo, Wortiks? – preguntó Nicholas -.

No, nada... sólo pensaba en voz alta – se apresuró a mentir, y levantarse de su asiento -.

Al levantarse de su asiento el señor Wortiks, Nicholas se levanto también, dando como terminada la conversación y dirigirse hacia la casa de sus amigos para ayudarle a la señora Rigers en sus quehaceres domésticos. Aberforth se quedó en la oficina preparando mas tareas que dentro de la semana tenía que realizar, o sino el señor Sorbern se lo come vivo. La señora Rigers acababa de servir el almuerzo y Nicholas esperaba ansioso la comida en el comedor. Comieron a gusto y después empezaron a conversar en el salón, mientras que en Hogwarts los alumnos acababan de terminar de comer en el Gran Comedor, y los profesores se alistaban para empezar sus clases. Albus estaba en plena conversación con Dippet y Nigellus sobre el caso de Grindelwald, pero ocultando notoriamente los nombres ya que se encontraban muy cerca de los demás profesores que no tenían idea de lo que hablaban.

¿Estás preocupado Dippet? - preguntó Albus -.

Si, me temo que sí... ese tal Kirin espero que se encuentre bien porque no podemos dejar que lo destierren, sin él los Centauros no serían aliados nuestros – respondió con una voz temblorosa -.

Deberías ir a descansar, no tienes clases hasta en una hora más – dijo Nigellus -.

...y tú también Binns, te veo muy decaído, ¿Te encuentras bien? – Nigellus se había dirigido a un profesor con aspecto de moribundo, una capa roñosa y una piel que si se le tocaba se partía en dos. El profesor de Historia de la Magia, Colloseus Binns se encontraba en un estado demacrante, y cuando Nigellus le dijo que descansara se ofendió mucho, diciendo que él tenía mucha energía para caminar e incluso correr -.

Sólo lo decía por tu salud, nada más... – Nigellus se asusto mucho cuando Binns se paró de un tirón y se fue maldiciendo mucho hacia la puerta del Gran Comedor -.

Tiene un genio de horrores, ¿No creen? – preguntaba Nigellus mientras las mesas de las diferentes casas, se vaciaban de los platos, ollas y utensilios de comida. Los alumnos volvieron a sus clases, y estaban muy revoltosos, su compostura no era normal. Albus no contenía la risa cuando vio a dos alumnos de segundo tropezarse con el profesor Binns, y este les miró desafiante -.

¡Purcy, ¡Stevens! – gritaba el señor Binns, no dándose cuenta de que Purcy y Stevens no se encontraban en frente de él. Binns siempre tenía problemas con los nombres de los alumnos y Albus se había encargado de hechizar su libro donde anotaba las evaluaciones de los alumnos para que anotara en el nombre correcto. Molesto, el profesor se fue dando botes que sonaban en toda la torre norte del castillo.

Esa semana, pasó muy rápida y ya se iba Septiembre dejando atrás los pocos rayos de sol que calentaban las tardes, a lo que dio paso para un frío intenso que inundaba los terrenos de Hogwarts. El castillo relucía sus antorchas que calentaban cada uno de los rincones de los pasillos tanto los visibles como los no visibles. Cada uno de los profesores estaba dando sus clases recordando a los de quinto años que los TIMOS (Titulo Indispensable de Magia Ordinaria) eran muy difíciles y tenían que dar todo de sí mismos. A los de séptimo y último año les pasaban recordando que los EXTASIS (Exámenes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas) eran la base de su futuro, puesto que esos exámenes definirían lo que cada uno de los alumnos tendría que ser cuando termine el año escolar. El Bosque Prohibido se mostraba muy manso, al parecer no había rastro de la reunión que se había echo allí y que produjo un ruido estremecedor, algunos Thestrals que volaban para capturar a su presa cuando estaban medias moribundas, estas criaturas no cazaban por si misma, sólo eran carroñeras y si olfateaban sangre, al cabo de algunos segundos llegaban docenas de ellos. Era una suerte que en el Bosque sólo hubieran unos pocos y todos machos por que no dejaban que se reprodujeran, porque solo servían para llevar a los alumnos en los carruajes hacia el castillo.

Al pasar la tarde empleando clases y clases y que los alumnos retornaban a sus salas comunes cansados después de un día arduo de trabajo, Albus se dirigió a la entrada principal del colegio para llegar a cenar a su casa, en donde se quedaría esa noche. La noche abrazaba la luna y no la dejaba iluminar con su brillo incomparable. Al llegar al Valle Godric, vio que una persona se aparecía en medio de la calle, de inmediato Albus sacó su varita y pronunció: Lumos, la figura se dio vuelta y diviso una cara que no era precisamente extraña.

¡Papá, me diste un susto – dijo Albus -.

Jajaja... no te preocupes, es que quería sorprender a tu mamá al llegar por la puerta, tuve un día muy largo y quiero llenar mi estomago con la comida mas rica de tu madre – respondió -.

Vamos entonces, yo tengo que conversar con Aberforth y Nicholas, por eso es que estoy aquí y también me quedare – se apresuró a comentar -.

¡Oh! Que bien... entremos – y cuando iban entrando al jardín de la casa, otra figura acababa de aparecerse por la calle cuando el señor Dumbledore sacó su varita desesperado y grito - ¡Espelliarmus! – pero la otra figura pronunció al mismo tiempo - ¡Protego! -.

¡Basta, Basta! – gritó Albus - ¡Es mi hermano papá, es Aberforth! – agregó -.

¿Qué, ¡Oh! Verdad, jajaja... – reía a carcajadas el señor Dumbledore -.

Estuvo cerca papá, creo que eres mas peligroso que una manada de Dragones – respondió Aberforth y juntos los tres entraron en la casa -.

La cena transcurrió muy armónica, los cinco discutían sobre los asuntos en que Aberforth había trabajado y en lo que el señor Dumbledore se tardó en llegar a casa. Albus, atrajo la atención de Aberforth y le preguntó.

¿Estás muy ocupado? -.

No, dime... – respondió este -.

Necesito que tú y Nicholas suban al dormitorio, ahí que hablar – dijo Albus -.

Esta bien – respondió Aberforth cuando le hacía señas a Nicholas para que los siguiera -. ¡Nosotros vamos a estar en el dormitorio! -. Les dijo a sus padres que estaban conversando tranquilamente -.

El dormitorio de Aberforth y Albus estaba impecable, cosa que era extraña cuando lo habitaban ellos dos. Sin embargo, Nicholas odiaba el desorden y con un simple hechizo doméstico ordeno toda la ropa tirada, los sin números de libros extraños y de aspecto interesante, dejándolos en una repisa. Nicholas tomó una silla y se sentó entre sus dos amigos para discutir el asunto.

¿Qué es lo que pasa ahora? ¿Acaso se nos van a unir los Troles? – y los tres soltaron una carcajada -.

Jajaja... no, no es eso, es que tengo algo que proponerles – inquirió Albus -.

¿Qué? – pregunto Aberforth -.

Que vayamos a ver a Wyvern a San Mungo... – al decir estas palabras, Nicholas casi se cae de la silla por lo que acababa de decir su amigo -. Si no gustan, podré ir solo, pero lo digo porque como es él quien conoció mejor a Grindelwald, le podemos pedir que nos cuente algo -.

Pero Albus, Wyvern no puede hablar, esta en estado de trance, sólo puede mover algunas partes de su cuerpo y nada mas – decía Aberforth mientras se acomodaba en su cama -.

Aberforth, no mires sólo lo que le pasó, Nicholas, tu dijiste que tu poder en la Alquimia a logrado varios avances y quisiera saber si el poder curativo que tienes, ¿Podrá darme la oportunidad de hablar aunque sea unos minutos con Wyvern? – preguntó Albus quien miraba intensamente a Nicholas, para que no le negara tal poder -.

¡Tienes razón, como no se nos ocurrió antes... mi poder curativo es muy débil para curar por completo a Wyvern pero nos dará tiempo de interferir en su pensamientos haciendo que él hable como si estuviera sano – decía Nicholas muy alegremente -.

¿Están locos? – preguntó enojado Aberforth -.

- Lo sabemos Aberforth – dijo Nicholas - ...si mi poder no está del todo desarrollado, puede que sea muy riesgoso para Wyvern y para mí, pero es un riesgo que ahí que tomar si sabemos que Wyvern conoce muy bien a Grindelwald – miraba a Aberforth con los ojos llenos de convencimiento -.

Entonces, quedamos de acuerdo... iremos la semana que entra... necesito tener todo planeado, porque si tu empiezas a mostrar tu poder, te llevan derechito al Ministerio – dijo Albus quien se mostraba muy entusiasmado -.

Aberforth dame ese par de libros que esta ahí – dijo Nicholas quien miraba a Albus, quien no entendía para que los quería -.

Aberforth se los paso, y Nicholas se los tiró por la cabeza, diciéndole que porque no le había contado que iba a ver a los dragones en las montañas, ya que a él le gustaban muchísimo. Los tres se quedaron lanzándose múltiples objetos, pero sin ocupar las varitas, era un duelo a mano limpia.

Transcurrió la semana y todo estaba preparado aquel día para ir a visitar a Wyvern a San Mungo. Se juntaron muy temprano en el negocio que da la entrada al hospital, pasaron por el vidrio al lado del maniquí con aspecto raro quien anunciaba a los que iban al hospital. Entraron, y en la recepción pidieron el piso de donde se encontraba Wyvern, una señora de aspecto dormido, les dijo: Daños por Encantamientos, Cuarto Piso, Ala oeste. Albus le dio las gracias a la señora quien le sonrío como si le hubiera gustado. Nicholas y Aberforth lo molestaron todo el camino hacia el cuarto piso. Una vez en el piso correcto vieron diferentes cuartos, en los cuales en su interior habían docenas de camillas y docenas de enfermos y heridos también. Aberforth se sentía muy extraño, no le gustaba el olor a hospital, decía que su nariz era muy sensible, pero Nicholas le dijo que no fuera cobarde y que tenían que encontrar la sala. Caminaban por el pasillo, viendo las salas una por una, hasta que encontraron una que decía en una placa de mármol fino: HERIDAS INCURABLES...

Al entrar en ella, vieron que las camas se encontraban vacías. Solo una que estaba muy bien escondida aguardaba un bulto con una manta gris que no se movía para nada. Albus sospecho que ese debía de ser Wyvern, por lo que camino directo hacia él sin perder el hilo de los pasos. Al acercarse a casi un metro de distancia, se dio cuenta de que era peor de lo que se imaginaba. Wyvern no presentaba síntomas de estar vivo, sus piernas estaban dobladas hacia la derecha, sus brazos rígidos, que no se movían ni un centímetro permanecían posados en la cama. Aberforth soltó un gemido al ver semejante atrocidad y Nicholas ni siquiera tuvo palabras para expresar lo que veía. Los tres se sentaron a los lados de la cama, observando por un buen rato, aquellos ojos intensos de Wyvern que los miraban con temor.

Es horrible... es muy horrible lo que le ha hecho ese miserable – decía Nicholas con una rabia que lo carcomía por dentro -.

- ¿Cómo se atrevió? – preguntaba Aberforth mientras miraba a Wyvern con lastima -.

No lamentemos lo que ya pasó, estamos aquí por otro asunto más importante, Nicholas, empieza a acumular energía – dijo Albus cortando la lastima que estaban sufriendo por ver a Wyvern en ese estado -.

Si, enseguida... – Nicholas cerró sus ojos, concentrándose al máximo, empuño su varita con tal firmeza que si hubiera sido de cristal, la hubiera partido en dos. Después de algunos minutos en que Nicholas se esmeraba por aumentar su Energía, ocurrió algo muy extraño para Aberforth y Albus. La varita de Nicholas empezó a iluminarse, pero no de un brillo blanco, sino de un rojo intenso que parpadeaba sin cesar. El destello formó un campo que cubría toda la cama de Wyvern, cuando este se levantó repentinamente, Albus y Aberforth se alejaron del campo rojo que cubría a Wyvern. Este empezó a forcejear para los lados, pero Nicholas quien ya había abierto los ojos, le decía que se quedara tranquilo, que no iba a sufrir ningún daño. Lamentablemente, él se asustaba porque no los reconocía del todo, hasta que vio a los ojos de Albus y sintió una serenidad en todo su cuerpo que hizo que dejara de forcejear. Nicholas aprovecho esto, para alzar su varita y decir: ¡Plegius!. En ese entonces, Wyvern se quedo sentado en la cama, impresionado porque podía mover todo su cuerpo, cada vez que miraba sus manos alegremente no podía creer lo que estaba sucediendo.

¡Albus, apresúrate – dijo Nicholas quien estaba sudando mucho por mantener el campo rojo todavía muy brillante -.

¡Si!. Wyvern, este hechizo no es permanente, sólo te mantendrá así por un rato, después volverás a como estabas antes... – y no pudo terminar, porque veía asombrado como Wyvern le sonreía y estaba a punto de hablar -.

Esta bien Albus, Aberforth y Nicholas. Quería decirles que desde que llegaron aquí sabía que venían porque Grindelwald esta de vuelta – y al decir esto, Aberforth le sonrío con complicidad -.

Sabía que tu poder de la Legeremancia no estaba perdido, por eso sentí como entrabas en mis pensamientos – dijo Aberforth -.

Así es Aberforth, te utilice a ti porque sabía que no dirías nada y dejarías continuar a Albus y Nicholas con lo que estaban planeando – y sus ojos se llenaron de lagrimas por la emoción de tener al frente a los que fueron alguna vez sus alumnos queridos -.

Eres genial Wyvern, te estimamos muchísimo nosotros, ¿Verdad? – preguntó Aberforth a su hermano y amigo, cuando ellos asintieron, miraron a Wyvern porque se preparaba para hablar -.

Espero que me escuchen sin interrumpirme... ya que tenemos muy poco tiempo – dijo Wyvern -.

La vez que me enfrente a Grindelwald, no lo supe a ciencia cierta pero él me dijo que tenía un ejercito que aguardaba su señal para atacar en distintas partes de Inglaterra. El con su poder era lo bastante poderoso para hacer eso solo, pero realmente quería devastar todas las ciudades por completo. Así que decidí espiarlo por algunos meses para ver que era lo que estaba tramando, sin duda alguna no pude deducirlo, las Criaturas Mágicas que lo aguardaban no se mostraron ya que cuando sufrimos el encantamiento doble, él perdió el control de sus poderes y de esas Criaturas.

Ahora solo hay que deducir que quiere hacer lo mismo, pero para ello tendrá que derrotarnos a todos nosotros, ya que no quiere sufrir lo mismo que anteriormente. Así que quiero saber que es lo que trama ahora – dijo y miró a sus tres acompañantes -.

Bueno, no sabemos nada... ha habido dos muertes, la de Robert Jones y un tipo que era compañero de él, pero aparte de eso no hay ninguna novedad – se apresuró Albus para comentárselo -.

Y también tenemos aliados – dijo Aberforth -.

¿De verdad? ¿Quiénes? – preguntó muy rápido Wyvern -.

Centauros – respondió Albus -. Me dijeron que querían realizar una alianza ya que están alterados por una guerra que se avecina que ellos temen mucho – agregó -.

Ya me lo temía – dijo Wyvern -.

¿Qué temías Wyvern? – pregunto Aberforth -.

Que el que alguna vez fue mi amigo, buscará Criaturas a la cual las demás Criaturas Mágicas temen – y diciendo esto miró a Nicholas quien ya no aguantaba más el hechizo -.

Bueno Wyvern, llegó la hora... – dijo Nicholas, y alzo su varita y pronuncio: ¡Deglius!, y Wyvern se acostó en la cama y quedó en la misma posición que estaba antes. Sus ojos llenos de lágrimas miraron a cada uno de sus visitantes y de la nada salió su voz que penetraba la mente de ellos diciéndoles: Recuerden Amigos, que si tienen perseverancia sabrán que el mal tiene una debilidad a la cual teme mucho. Quisiera desearles suerte en la guerra que se avecina, y manden saludos a los otros que no vinieron... por favor amigos, sepan que estaré cuidándolos, Siempre... -.

Cuando salían del hospital, alegres porque nadie se diera cuenta de lo que había pasado, los tres al mismo tiempo dijeron.

¡Lucharemos por ti Wyvern, ¡Estarás en nuestro corazón y en la batalla! -.