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El nuevo Líder
Albus se dirigió a toda prisa hacia donde se encontraba Procne, miró a los demás Centauros y le preguntó con un tono tembloroso.
¿Me puedes llevar donde está? – preguntó -.
Si, claro que puedo, y también manda a llamar a Aberforth, él quiere verlo, es posible que quiera ver a todos los que tu ya sabes... – dijo despacio Procne, a lo cual Albus sospecho que quería ver a todos los que saben lo de Grindelwald -.
Esta bien, iremos todos... ¡Dippet vamos, ¡Nigellus llama a Aberforth y que se venga de inmediato, transforma algo en un traslador y tráelos a él, a Nicholas y a mis padres, enseguida! – Albus le estaba dando ordenes a Nigellus como si él fuera el director, pero asombrosamente Nigellus no dijo nada, solo salió del Gran Comedor muy rápido -.
Procne, llévanos por favor – dijo Albus mirando muy fijamente al Centauro -.
Vamos – al decir esto salieron del Gran Comedor, dejando a todos muy confundidos por lo ocurrido, que en una fracción de segundo ya no quedaba nadie tan importante ahí -.
Salieron a los terrenos de Hogwarts, y caminaban muy deprisa, pero antes de que llegaran al principio del Bosque Prohibido, una voz gritó muy fuerte.
¡Albus, acá estamos! – era Aberforth quien iba corriendo hacia él con Nicholas a su lado -.
Bueno, estamos todos – dijo cuando vio al resto que se acercaba a ellos - ¡Padre, espero que no te desagrade pasar por aquí! – le dijo al señor Dumbledore, quien miraba al interior del Bosque muy nerviosamente -.
No hay problema hijo, vamos Myrtha, tenemos que seguirlos – le dijo a la señora Rigers quien también se mostraba muy nerviosa -.
En total eran ocho quienes acechaban por el Bosque a las altas horas de la noche. Solo iba Procne de los Centauros, ya que los otros se marcharon antes para despejar el camino y avisar que se dirigían hacia allá. El lugar donde se encontraban los Centauros estaba muy alejado del principio del Bosque, lo cual haría muy engorroso el viaje para todos, en especial para Aberforth quien era el que mas se apuraba al ver que su gran amigo Kirin estaba en problemas graves, echando maldiciones a los cuatro vientos cuando se dirigía a Grindelwald.
Cuando se internaban mas adentro, el Bosque Prohibido se llenaba de la oscuridad que lo caracterizaba. Nigellus llevaba su varita en la mano, la cual destellaba una luz muy potente con la cual iluminaban los alrededores. Varias veces vieron pasar a Criaturas Mágicas que los acechaban de lo lejos y que no se atrevían a espantar, porque llevaban mucha prisa. Pasaron diez minutos preciados en las cuales Albus se dio cuenta de que caminaban por un lugar muy diferente por el cual él había ido cuando tuvo la reunión.
¡Estamos cerca, apresuren el paso! – le dijo Procne a todos los que lo acompañaban, por lo cual apuraron el paso hacia el interior del Bosque dejando atrás lo poco y nada de luz que quedaba -.
Pasaron otros cinco minutos mas, cuando llegaron por fin al claro que Albus había visto en su expedición. Sin embargo, esta vez se encontraban por lo menos unos ochenta Centauros que miraban muy enojados a todo el grupo que recién llegaba. Cuando vieron a Aberforth, lo saludaron todos, y los demás quedaron muy asombrados, al ver que este conocía a todos los Centauros que vivían en el Bosque. Pasaron dos metros mas adelante y se quedaron quietos en el centro, cuando los Centauros conversaban entre ellos ignorándolos por completo. Lamentaron no poder hacer un fuego con sus varitas, porque los Centauros se molestarían si utilizaban su magia. Procne había desaparecido y llego pocos minutos después parándose enfrente de los magos.
Albus puedes entrar... creo que ustedes también pueden... – les dijo a Nicholas y Aberforth, a lo que Aberforth miró a Procne porque se había extrañado de que Nicholas que jamás había visto a Kirin lo quisiera ver -. ... Los demás esperaran aquí y no quiero ningún tipo de magia. Nigellus creo que tendrás que hablar con Erac quien esta a cargo de los demás – le dijo severamente Procne a Nigellus -.
Cuando se alejaban de los otros, entraron en una especie de camino en la cual se encontraba con un arco lleno de enredaderas lo que lo hacía idéntico a un túnel bastante largo. El suelo estaba con finísimas piedras las cuales no dejaban caminar tranquilo ya que se hundían los pies en ellas en donde las botas de los tres amigos les pedían que no caminarán mas. Sólo vieron una luz cuando salieron del túnel y entraron a un circulo que tenía paredes de plantas y que presentaba la guarida del jefe de los Centauros. Esta tenía una especie de hechizo el cual reflejaba las estrellas y en la parte de abajo se encontraba Kirin. Estaba acostado en el suelo con un aspecto muy grave, y en su pecho había una marca de un rojo escarlata que se parecían a garras.
¡Kirin! – gritó Aberforth cuando salió del túnel y lo vio tirado -. ¿Qué te hicieron? -.
So... solo fue un ras-rasguño... – jadeaba muy fuerte el Centauro que a juzgar por lo que se veía, no se encontraba nada bien -. Proc... procne déjanos so... solos – dijo Kirin cuando tosía muy fuerte -.
Esta bien Kirin, lo que tu digas... me quedare con los otros – dijo Procne -.
Esperaron a que Procne dejara el cubículo, y Nicholas se sentó al lado de Kirin, alzó su varita y pronunció: ¡Plegius!, y el mismo campo rojizo que se formo sobre Wyvern en San Mungo, se posicionó en Kirin, dejándolo un poco mas vivo de lo que estaba.
¿Qué es esto? – preguntó muy sorprendido Kirin -.
Es un hechizo de sanamiento temporal, no está del todo perfeccionado para magos y para las Criaturas es mas corto, por lo tanto tendrás pocos minutos de contarnos todo sin perder el aliento – le explicó Nicholas a un Centauro quien no entendía absolutamente nada -.
Que bien... bueno les contaré lo que me pasó... – se acomodó un poco y siguió hablando - ...Estaba vagando por el Bosque sólo, ya que necesitaba meditar muchas cosas... cuando sentí algo por el aire muy extraño... pensé que eran Thestrals pero me equivoque, cuando despeje las ramas de los árboles para ver que había, una luz me cegó por completo y quede sin poder ver lo que era... – Kirin seguía hablando y los tres magos que estaban con él no daban crédito a lo que el decía -...luego sentí que me sujetaban con fuertes garras por los brazos y que me elevaban al cielo con unos ruidos muy extraños, como si quisieran que no escuchara nada de lo cual podría deducir lo que pasaba. Al llegar a una parte me tiraron, fuertemente al suelo con el cual choque con una roca y me quebré el brazo... – cuando dijo esto, Aberforth soltó un gemido de reprobación - ...Esas malditas cosas, no se lo que eran pero tenían voz de mujer... o eso parecía ya que su voz era muy fina.
¿No pudiste verlas? – preguntó Albus -.
No... estuve cegado todo el tiempo hasta cuando sentí esas garras que penetraron en mi pecho... y un dolor que no me dejaba respirar – decía Kirin cuando les mostraba las tres marcas que tenía en el pecho, en donde le habían rajado la carne y se le podía ver en el interior los músculos -.
¡Malditos, seguramente fue ese canalla de Grindelwald – repuso Aberforth enfadado -.
No Aberforth te equivocas... arrrggg! – Kirin sintió un dolor muy fuerte cuando vio que el campo rojizo que tenía Nicholas se debilitaba al mismo momento en que él decía: ¡Deglius!, y el campo desaparecía al igual que el confortable alivio de Kirin -.
No puedo más... – dijo decepcionado Nicholas -...lo he utilizado mucho – refiriéndose al momento en que lo utilizó en San Mungo -.
Esta... esta bien... solo dejen que les cuente lo... – y cuando Kirin se estaba acomodando nuevamente, se desmayó dejando a sus amigos perplejos con toda esa escena -.
¡Kirin Noooo! – gritaba Aberforth quien no podía dejar que su amigo muriera -. ¡Por favor, hagan algo! - le decía a su hermano y a Nicholas -.
Procne había escuchado el grito de Aberforth y llegó muy agitado al cubículo cuando vio a Kirin tirado inconsciente. Los ojos de Kirin estaban blancos y daba la impresión de que no respiraba. Albus sacó su varita y gritó muy fuerte: ¡Enervate!, pero no consiguió nada. El cuerpo de Kirin no destellaba ninguna luz de vida y donde tenía las huellas de las garras, empezaba a emanar una luz blanca que se hacía cada vez mas notoria. Aberforth gritaba desesperado para que su hermano y Nicholas hicieran algo, pero sus fuerzas no servían para ayudarlo.
¡Llevémoslo afuera! – gritó Procne quien se acercó a Kirin, y lo levanto con tanta normalidad como si el Centauro no pesara lo más mínimo -. ¡Nosotros sabremos que hacer! – agregó -.
Procne, junto con el resto levantaron a Kirin y lo trasladaron por el túnel que se hacía muy largo por la desesperación de llevarlo afuera cuanto antes. Cuando salieron del cubículo, los demás Centauros quedaron impresionados al ver que Kirin no daba señales de estar bien. La señora Rigers dio un respingo y gritó muy fuerte: ¡Que horror!. Albus y el resto dejó a Kirin en el suelo, justo al centro del claro en que habitaban los Centauros. Erac se acercó junto con tres Centauros más a Procne.
¡Apúrense, ¡Hay que curarlo! – dijo Procne, cuando vio que estos se acercaban -.
Hicieron un círculo alrededor de Kirin, se entrelazaron los brazos y empezaron a meditar en una lengua muy extraña. Nigellus estaba con la boca abierta mientras cada uno de los Centauros se acercaba a ellos.
Aléjense, esto puede llegarles a ustedes y no sería nada agradable – dijo un Centauro que pasó justo al lado de Albus -.
Esta bien – respondió este cuando se alejaban para mirar cerca de un árbol lo que pasaba -.
Dentro del círculo, empezó a surgir un destello que expulsaba puntos muy luminosos que parecían estrellas. Se arremolinaban cerca del centro y se dirigían muy rápido hacia donde se encontraba Kirin.
Este ritual lo conozco... – susurro el señor Dumbledore que miraba atónitos la escena -. Lo vi hace poco cuando tuve que dirigirme a Grecia por asuntos del Ministerio, se trata del Cureísmo – inquirió -.
¿Qué es eso? – preguntó Aberforth quien miraba a todos los presentes muy confundido -.
Se trata de el sanamiento del alma, que cuando culmina, le da fuerza al cuerpo para que pueda resistir a las heridas provocadas por Criaturas Mágicas, pero... – murmuró el señor Dumbledore quien no quería terminar la frase -.
- ¿Pero que Abiss? – le preguntó Dippet -.
Es que cuando la vi, curaban a un Centauro de una herida provocada por un Dragón – respondió él muy despacio para que ningún Centauro lo oyera -.
¡Dragones, ¡Pero Grindelwald no puede controlar Dragones o sí! – les dijo a la multitud el señor Nigellus -.
A estas alturas es todo posible... – respondió Nicholas, quien había permanecido en silencio desde que salió de la cueva de Kirin -. Sólo esperemos que no sea demasiado tarde y que Kirin no se... – pero por respeto a Aberforth no término con la palabra "muera" -.
Pasó un buen rato, cuando dejaron de aparecer los objetos brillantes en el cielo, y los Centauros rompían el círculo que habían creado. Kirin se hallaba en la misma posición en la cual lo sacaron anteriormente y seguía sin demostrarles que se había curado de aquella herida infernal que seguía iluminando su pecho. Cuando Albus se iba a dirigir a Procne para preguntarle que había sucedido, Erac se puso delante de él muy furioso y le gritó con tanta fuerza que los demás giraron bruscamente para ver que estaba pasando.
¡ESTO ES POR SU CULPA, ¡LOS MAGOS LE HICIERON ESTO A KIRIN, Y AHORA QUIEREN ATACARNOS A TODOS NOSOTROS, ¡PERO NO SE QUEDARA ASI, ME VENGARE Y SERA PRIMERO CON USTEDES! – al mismo tiempo que decía esto, Dippet, Albus, Aberforth y Nicholas sacaban sus varitas apuntando fríamente a Erac, quien se encontraba fuera de sí -.
¡Te lo dije Procne, ¡Mira ahora ellos me atacarán como lo hicieron con Kirin! – gritaba mirando fijamente a Albus, que se encontraba mas cerca de él -.
¡Cálmate Erac! – dijo Procne quien lo empujó bruscamente hacia un lado -. Esto no fue su culpa, ellos quieren luchar contra un mago malvado y no está entre ellos – le decía a Erac quien se mostraba indiferente -.
Déjalo Procne – dijo Albus, cuando todos lo miraban a él -. Erac, si quieres vengarte, atácame, hazles saber a los magos quienes son ustedes, pero no me dejare... alzare mi varita contra ti como lo he hecho con muchas personas que no saben controlar sus emociones – al decir estas palabras, tanto los magos como los Centauros que se encontraban allí, lo miraron y pusieron caras de asustados al ver que se avecinaba una lucha entre Erac y él -.
Demuéstrame que no lo hiciste y te creeré... por ahora quiero que todos ustedes... – y señalo a cada uno de los magos -. ...se larguen de esta zona, y no vuelvan a pisarla – agregó dando señales de que lo decía muy en serio -.
Nos iremos, sin antes saber que pasará con Kirin – le dijo Aberforth quien al mismo tiempo guardaba su varita en señal de que no quería luchar -.
Kirin estará bien, pero prefiero que se vayan... yo les avisare lo que ocurra por estos días – le respondió Procne quien se acercaba a ellos intentando de que Erac no se pusiera a luchar con alguno -.
Bueno, ¡Vamos! – dijo Nigellus -. Ya hemos tenido bastante por ahora, ellos sabrán que decidir... pero sepan que tanto nosotros como ustedes estamos en peligro y si no mantenemos la alianza que Kirin construyó, a Grindelwald se le hará más fácil derrotarnos -.
Se alejaron con paso decidido, dejando a los Centauros con sus problemas. No dijeron nada en todo el trayecto hacia el castillo, ni cuando entraron, ni tampoco cuando subieron al despacho de Nigellus los siete. Al llegar ahí, se sentaron muy cansados por la revuelta de la noche y el que rompió el silencio fue Nicholas quien se mostraba muy preocupado por los acontecimientos.
Debemos pensar como convencer a los Centauros, ahora que Kirin no esta con ellos – dijo él -.
Si, tienes razón, ¿Pero cómo? – pregunto el señor Dumbledore que estaba al lado de Dippet -.
Sólo hay una posibilidad de que todo salga como estaba antes – respondió Nicholas, al mismo tiempo en que todos lo miraban perplejos por lo que dijo -.
¿A que te refieres? – preguntó la señora Rigers, quien en toda la noche sólo había hablado tres frases -.
Que si Kirin ya no puede dirigirlos, tendrán que nombrar a un jefe suplente hasta que él se recupere, y sí eligen a Procne, él nos apoyará igual que su jefe. Recuerden que la amistad entre Kirin y Procne es mutua, y por ayudar a Kirin, Procne se nos uniría sin nada que reclamar – les contó a todos los presentes que lo miraban fijamente que lo hicieron ruborizarse en un momento -.
¡Tienes toda la razón! – le gritó en el oído Aberforth que se encontraba al lado -. Si ese Centauro toma el puesto de Kirin, los seguiremos teniendo como aliados – agregó -.
Cada uno de los presentes meditaba lo contado, que en varios minutos no se oyó mas que el canto del fénix de Nigellus, quien estaba posado en la mesa del director. Albus miraba fijamente a Aberforth y Nicholas, quienes le devolvían la mirada con resignación, hasta que por fin alguien se digno a hablar.
Nicholas tiene la razón, debemos confiar en la suerte, si los Centauros prefieren la alianza vendrá alguien de ellos a informarnos, sino tendremos que luchar solos ya que ninguna de las Criaturas que conocemos tiene la suficiente inteligencia para ver lo que sucede actualmente – Albus se había levantado para decir estas palabras -.
Nicholas miró a su amigo muy contento y guiñándole un ojo.
Debemos permanecer cautelosos, ya que sabemos que Grindelwald no actúa sólo, por lo pronto Aberforth tienes que avisarle a Wortiks lo que pasó hoy, él es el único que no vino y que sin duda querrá enterarse de lo sucedido... – repuso Nicholas -.
Bien, de acuerdo... pero... Albus nos tienes que mantener informado por si aparecen los Centauros en Hogwarts – dijo Aberforth a su hermano -.
Los pasos que se oían de la gente que revoloteaba por los pasillos era inconfundible, ya que en un abrir y cerrar de ojos había llegado La Navidad. Salas vacías, apenas en la biblioteca se podía contar con un grupito de alumnos que se quedaban, pero la mayoría pasaba la Navidad con su familia y no pretendía quedarse en el castillo. La cena de navidad estaba lista cuando el director invitó a comer a todos los que todavía caminaban por el castillo al Gran Comedor a cenar. Incluso se digno a invitar a Peeves, pero este le pidió que si lo invitaba el iría con una tonelada de bombas fétidas, a lo que Nigellus le dijo que no rotundamente.
El señor y la señora Dumbledore pasarían la Navidad en el castillo, ya que Albus siempre le gustaba estar ahí para las fiestas importantes. Todos estaban sentados en la mesa, los profesores reían y cantaban villancicos, Nigellus había hechizado una de las mesas para que bailara con sus patas de madera, a lo cual soltó un puñado de carcajadas que resonaron en el salón. Albus y su hermano, estaban debatiéndose a duelo mientras Nicholas los observaba. Cuando pararon este le pregunto.
¿Irán a mi casa? -.
Por supuesto, tenemos tres semanas para adquirir poderes y no lo vamos a perder por nada del mundo – le respondió Aberforth que apagaba su túnica cuando Albus se la prendió con un hechizo -.
Miren, creo que si terminamos antes, deberíamos volver, ya que las cosas que suceden aquí requieren nuestra ayuda – dijo Albus -.
Terminaron de cenar, y estaban descansando todos animados. Nigellus hablaba con Dippet y Abiss sobre tiempos en donde jugaban. La señora Rigers se preocupaba de la belleza y los hechizos que la mejoran, y los discutía fervientemente con la profesora Esmeralda, que daba clases de Astronomía en Hogwarts. El tiempo transcurría muy despacio y los fantasmas revoloteaban por el salón animando la fiesta, al momento en que se oye un sonido muy conocido por los presentes que empieza a subir de tono.
¿Será posible? – comentó Albus -.
Al momento en que las puertas se abrieron, entraron una multitud de Centauros quienes trían en sus manos, arcos y flechas, sólo el Centauro de enfrente no poseía armas, se trataba de Procne.
¡¿Qué sucede Procne! – preguntó Albus -.
¡Hemos tomado la decisión de ayudar! – dijo Procne quien no completó la frase al ver a gente que él no conocía y que le inspiraban desconfianzas y también porque había alumnos -.
Albus, lo condujo a la puerta, acompañado de Dippet, Aberforth, Nicholas y el señor Dumbledore. Al salir, vieron que Procne les devolvía una sonrisa que sólo significaba una sola cosa.
¿Eres el nuevo Líder? – preguntó Aberforth -.
¡Si!... los Centauros me han dado la oportunidad de comandarlos, y me han pedido que por venganza a Kirin, luchemos con Grindelwald... – dijo Procne quien no cabía en la felicidad -.
¿Cómo esta él? – le pregunto inmediatamente Aberforth cuando pronunció el nombre de Kirin -.
Esta bien, se recupera pero lentamente, por ese motivo es que yo me haré cargo del grupo y Erac lo cuidará, ya que es el segundo Centauro mas fuerte después de mí – respondió Procne -.
¡Fantástico, menos mal que Kirin se recuperará y ahora vinieron a avisarnos por lo de la alianza ¿No? – pregunto Aberforth quien tenía una sonrisa de oreja a oreja por la noticia de su amigo -.
Así es – respondió Procne -. Tenemos el deber de ayudarlos, por que vemos que nuestra estrella guardiana así lo quiere -.
Cuando Procne dirigió esas palabras los demás Centauros se alzaron y mostraron sus arcos y flechas al cielo en señal de que todos estaban de acuerdo. Albus no podía estar mas orgulloso de que por fin hubiera una alianza, aunque sea temporal entre humano y Criatura Mágica.
Bueno, nosotros ya nos vamos... – dijo Procne -.
Cuando los Centauros se alejaban se veían mas grandes e imponentes que antes. Sus espaldas reflejaban el brillo de la luna cuando la noche llegaba a su madurez completa. Los demás regresaron al salón, y no hubo ningún comentario de lo sucedido por el respeto a los alumnos y a los profesores que no se daban cuenta de que algo amenazaba directamente al colegio. Cuando la fiesta término, Albus fue a dejar a sus padres a las afueras de Hogwarts donde se mostraban las estrellas iluminadas que a veces una fugaz cuadraba en un marco de pintura hermoso. Albus regresó al castillo para dormir placenteramente esa noche cargado de tantas buenas noticias que tan rápido como posó su cabeza en su almohada quedó dormido como un angelito.
Al pasar la mañana, Albus ordenó sus cosas para irse a su casa donde pretendía pasar la tarde. No hubo mayores problemas cuando el se alejaba del castillo, que rogaba a los cielos porque no hubiera surgido un imprevisto en periodo de descanso. Alzó su varita y en un abrir y cerrar de ojos el Autobús Noctámbulo estaba parado justo en frente de él a poca distancia de su cuerpo. El ayudante del conductor lo dirigió hacia adentro de la máquina, que se alzaba con sus tres pisos imponentes, y le dio once sickles al ayudante, el cual le pregunto donde iba, y Albus respondió que al Valle Godric. El sujeto que tenía una insignia en su suéter con el nombre de Isidoro Agartos vació los sickles en una bolsa que llevaba colgando en sus jeans, y se posó al lado del conductor. El Autobús empezó a andar a una velocidad inimaginable por las calles que se abrían paso ante él, para déjale el camino libre por donde quiera que fuera. Algunas de las casas se corrían, cuando el Autobús iba a chocar con ellas, afortunadamente no hubo ningún accidente cuando la gente ya quería bajarse de la máquina.
Albus llegó muy rápido de lo normal, puesto que era muy temprano y muy poca gente había tomado el Autobús. Su casa daba la alegría de cualquier hogar dulce que había en aquel Valle. Entró en el jardín y toco la puerta, no queriéndose aparecer para darle la sorpresa a la señora Rigers.
¡Oh hijo, que gusto! – le dijo la señora Rigers cuando lo vio y le dio un abrazo cálido de madre a hijo -.
Los dos entraron al comedor, donde estaba Nicholas y Aberforth jugando al ajedrez mágico.
¡Hola hermano, ¡Justo estábamos hablando de ti! – le dijo Aberforth -.
¿En serio? - preguntó a su hermano con perspicacia -.
Si, hablábamos de los gnomos que están disgustando al Ministerio... – y tanto Aberforth como Nicholas soltaron una carcajada -.
Que graciosos andan hoy día ustedes dos – les dijo Albus quien se sentaba con ellos esperando al señor Dumbledore para cenar -.
Es que la verdad estábamos esperando a que mamá nos deje solos con mi padre para conversar de algo – y le mostró una sonrisa a Albus -.
¿Y que es eso tan misterioso? – preguntó preocupado Albus, esperando la peor respuesta -.
No te alarmes, ya lo verás sólo es algo en que habíamos quedado antes pero con tanto revuelo no lo concretamos – le dijo Aberforth -.
Se quedo un buen rato jugando con los otros dos al ajedrez, y en eso se oye un fuerte ¡CRAC! en el salón anunciando la llegada del señor Dumbledore.
- Hola, ¿Cómo están? – preguntó el señor Abiss quien les sonreía a sus hijos y a Nicholas -.
Bien muy bien – dijo Nicholas, cuando los otros dos se debatían en una partida de ajedrez -.
La señora Rigers saludó a su marido con un beso, a lo que Nicholas, Albus y Aberforth soltaron una risa, haciendo ruborizarse al señor Dumbledore. Albus sacó su varita e hizo aparecer la cena servida en la mesa humeando olores que las tripas no podían dejar de pasar. Todos comían en silencio, sirviéndose bandejas de papas cocidas, tortillas de carne y un sinfín de manjares que la señora Rigers les preparó. Abiss fue el primero en romper el silencio que se producía por que todos tenían las bocas llenas.
Hoy estuve hablando con Wortiks sobre lo que pasó – les dijo a los presentes -. Últimamente ha estado muy mal, no quiere ni siquiera que le pregunten que es lo que realmente tiene – agregó -.
Nicholas y Aberforth se miraron y a los pocos minutos comentaron.
Padre, ¿Podríamos ir a visitar a Wortiks a la casa, ya sabes, una especie de sorpresa no? – le preguntó Aberforth -.
Albus los miró, dándose cuenta de que era eso lo que tramaban.
¡Si! Sería una buena idea, ¿Querida, irías con nosotros? – le preguntó a su esposa quien asintió -.
Bien, yo avisare a Dippet y Nigellus para que todos vayamos a verlo – agregó Albus -.
De acuerdo... entonces iremos a primera hora de pasado mañana – dijo el señor Dumbledore cerrando el tema -.
Se pasaron el resto de la comida, hablando sobre la sorpresa. La señora Rigers le prepararía sus platos favoritos a Wortiks para que disfrutara de una calurosa compañía, pero sin saber que se dirigían a la casa del sirviente de Grindelwald, en donde podrían encontrarse con mas de una sorpresa, una sorpresa que terminaría en tragedia si ven al mago que andan buscando desde hace... mucho tiempo.
